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lunes, 18 de abril de 2022

23 mayo 2022, Lunes de la VI semana de Pascua, feria.

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL "PASTORES GREGIS"
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

CAPÍTULO III. MAESTRO DE LA FE Y HERALDO DE LA PALABRA

«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva» (Mc 16, 15)

26. Jesús resucitado confió a sus apóstoles la misión de «hacer discípulos» a todas las gentes, enseñándoles a guardar todo lo que Él mismo había mandado. Así pues, se ha encomendado solemnemente a la Iglesia, comunidad de los discípulos del Señor crucificado y resucitado, la tarea de predicar el Evangelio a todas las criaturas. Es un cometido que durará hasta al final de los tiempos. Desde aquel primer momento, ya no es posible pensar en la Iglesia sin esta misión evangelizadora. Es una convicción que el apóstol Pablo expresó con las conocidas palabras: «Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Co 9, 16).

Aunque el deber de anunciar el Evangelio es propio de toda la Iglesia y de cada uno de sus hijos, lo es por un título especial de los Obispos que, en el día de la sagrada Ordenación, la cual los introduce en la sucesión apostólica, asumen como compromiso principal predicar el Evangelio a los hombres y hacerlo « invitándoles a creer por la fuerza del Espíritu o confirmándolos en la fe viva» [100].

La actividad evangelizadora del Obispo, orientada a conducir a los hombres a la fe o robustecerlos en ella, es una manifestación preeminente de su paternidad. Por tanto, puede repetir con Pablo: «Pues aunque hayáis tenido diez mil pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús» (1 Co 4, 15). Precisamente por este dinamismo generador de vida nueva según el Espíritu, el ministerio episcopal se manifiesta en el mundo como un signo de esperanza para los pueblos y para cada persona.

Por eso, los Padres sinodales recordaron muy oportunamente que el anuncio de Cristo ocupa siempre el primer lugar y que el Obispo es el primer predicador del Evangelio con la palabra y con el testimonio de vida. Debe ser consciente de los desafíos que el momento actual lleva consigo y tener la valentía de afrontarlos. Todos los Obispos, como ministros de la verdad, han de cumplir este cometido con vigor y confianza [101].

Cristo, en el corazón del Evangelio y del hombre

27. El tema del anuncio del Evangelio predominó en las intervenciones de los Padres sinodales, que en repetidas ocasiones y de varios modos afirmaron cómo el centro vivo del anuncio del Evangelio es Cristo crucificado y resucitado para la salvación de todos los hombres [102].

En efecto, Cristo es el corazón de la evangelización, cuyo programa «se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene en cuenta el tiempo y la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz. Este programa de siempre es el nuestro para el tercer milenio» [103].

De Cristo, corazón del Evangelio, arrancan todas las demás verdades de la fe y se irradia también la esperanza para todos los seres humanos. En efecto, es la luz que ilumina a todo hombre y quien es regenerado en Él recibe las primicias del Espíritu, que le hace capaz de cumplir la ley nueva del amor [104].

Por eso el Obispo, en virtud de su misión apostólica, está capacitado para introducir a su pueblo en el corazón del misterio de la fe, donde podrá encontrar a la persona viva de Jesucristo. Los fieles comprenderán así que toda la experiencia cristiana tiene su fuente y su punto de referencia ineludible en la Pascua de Jesús, vencedor del pecado y de la muerte [105].

El anuncio de la muerte y resurrección del Señor «no puede por menos de incluir el anuncio profético de un más allá, vocación profunda y definitiva del hombre, en continuidad y discontinuidad a la vez con la situación presente: más allá del tiempo y de la historia, más allá de la realidad de este mundo, cuya imagen pasa [...]. La evangelización comprende además la predicación de la esperanza en las promesas hechas por Dios mediante la nueva alianza en Jesucristo» [106].

El Obispo, oyente y custodio de la Palabra

28. El Concilio Vaticano II, siguiendo la línea indicada por la tradición de la Iglesia, afirma que la misión de enseñar propia de los Obispos consiste en conservar santamente y anunciar con audacia la fe [107].

Desde este punto de vista se manifiesta toda la riqueza del gesto previsto en el Rito Romano de Ordenación episcopal, cuando se pone el Evangeliario abierto sobre la cabeza del electo. Con ello se quiere expresar, de una parte, que la Palabra arropa y protege el ministerio del Obispo y, de otra, que ha de vivir completamente sumiso a la Palabra de Dios mediante la dedicación cotidiana a la predicación del Evangelio con toda paciencia y doctrina (cf. 2 Tm 4, 2). Los Padres sinodales recordaron también varias veces que el Obispo es quien conserva con amor la Palabra de Dios y la defiende con valor, testimoniando su mensaje de salvación. Efectivamente, el sentido del munus docendi episcopal surge de la naturaleza misma de lo que se debe custodiar, esto es, el depósito de la fe.

En la Sagrada Escritura de ambos Testamentos y en la Tradición, nuestro Señor Jesucristo confió a su Iglesia el único depósito de la Revelación divina, que es como «el espejo en que la Iglesia peregrina contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta el día en que llegue a verlo cara a cara, como Él es» [108]. Esto es lo que ha ocurrido a lo largo de los siglos hasta hoy: las diversas comunidades, acogiendo la Palabra siempre nueva y eficaz a través de los tiempos, han escuchado dócilmente la voz del Espíritu Santo, comprometiéndose a hacerla viva y activa en cada uno de los períodos de la historia. Así, la Palabra transmitida, la Tradición, se ha hecho cada vez más conscientemente Palabra de vida y, entre tanto, la tarea de anunciarla y custodiarla se ha realizado progresivamente, bajo la guía y la asistencia del Espíritu de Verdad, como una transmisión incesante de todo lo que la Iglesia es y de todo lo que ella cree [109].

Esta Tradición, que tiene su origen en los Apóstoles, progresa en la vida de la Iglesia, como ha enseñado el Concilio Vaticano II. De modo similar crece y se desarrolla la comprensión de las cosas y las palabras transmitidas, de manera que al creer, practicar y profesar la fe transmitida, se establece una maravillosa concordia entre Obispos y fieles [110]. Así pues, en la búsqueda de la fidelidad al Espíritu, que habla en la Iglesia, fieles y pastores se encuentran y establecen los vínculos profundos de fe que son el primer momento del sensus fidei. A este respecto, es útil oír de nuevo las palabras del Concilio: «La totalidad de los fieles que tienen la unción del Santo (cf. 1 Jn 2, 20 y 27) no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando 'desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos' muestran estar totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y de moral» [111].

Por eso, para el Obispo, la vida de la Iglesia y la vida en la Iglesia es una condición para el ejercicio de su misión de enseñar. El Obispo tiene su identidad y su puesto dentro de la comunidad de los discípulos del Señor, donde ha recibido el don de la vida divina y la primera enseñanza de la fe. Todo Obispo, especialmente cuando desde su Cátedra episcopal ejerce ante la asamblea de los fieles su función de maestro en la Iglesia, debe poder decir como san Agustín: «considerando el puesto que ocupamos, somos vuestros maestros, pero respecto al único maestro, somos con vosotros condiscípulos en la misma escuela» [112]. En la Iglesia, escuela del Dios vivo, Obispos y fieles son todos condiscípulos y todos necesitan ser instruidos por el Espíritu.

El Espíritu imparte su enseñanza interior de muchas maneras. En el corazón de cada uno, ante todo, en la vida de las Iglesias particulares, donde surgen y se hacen oír las diversas necesidades de las personas y de las varias comunidades eclesiales, mediante lenguajes conocidos, pero también diversos y nuevos.También se escucha al Espíritu cuando suscita en la Iglesia diferentes formas de carismas y servicios. Por este motivo, en el Aula sinodal se pronunciaron reiteradamente palabras que exhortaban al Obispo al encuentro directo y al contacto personal con los fieles de las comunidades confiadas a su cuidado pastoral, siguiendo el modelo del Buen Pastor que conoce a sus ovejas y las llama a cada una por su nombre. En efecto, el encuentro frecuente del Obispo con sus presbíteros, en primer lugar, con los diáconos, los consagrados y sus comunidades, con los fieles laicos, tanto personalmente como en las diversas asociaciones, tiene gran importancia para el ejercicio de un ministerio eficaz entre el Pueblo de Dios.

[100] Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Christus Dominus, sobre la función pastoral de los Obispos, 12; cf. Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 25.
[101] Cf. Propositiones 14 y 15.
[102] Cf. Propositio 14.
[103] Carta ap. Novo millennio ineunte (6 enero 2001), 29: AAS 93 (2001), 285-286.
[104] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 22.
[105] Cf. Propositio 15.
[106] Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi (8 diciembre 1975), 28: AAS 68 (1976), 24.
[107] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 25; Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 10; Código de Derecho Canónico, c. 747 § 1; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, c. 595 § 1.
[108] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 7.
[109] Cf. ibíd., 8.
[110] Cf. ibíd., 10.
[111] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 12.
[112] En. In Ps.126, 3: PL 37,1669.


CALENDARIO

23 LUNES DE LA VI SEMANA DE PASCUA, feria

Misa
de feria (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Pasc.
LECC.: vol. II.
- Hch 16, 11-15.
El Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo.
- Sal 149. R. El Señor ama a su pueblo.
- Jn 15, 26 — 16, 4a. El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 24 de mayo, pág. 325.
CALENDARIOS: Hermanas Carmelitas de la Caridad Vedruna: Santa Joaquina Vedruna, religiosa (S-trasladada).
Barcelona, Tarragona y Vic: Santa Rita de Casia, religiosa (ML).
Osma-Soria: Beato Julián de San Agustín, religioso (ML).
Orden de San Juan de Jerusalén: Beato Guillermo Apor, obispo y mártir (ML).
Paúles e Hijas de la Caridad: Santa Juana Antida Thouret, virgen (ML).

TEXTOS MISA

Lunes de la VI Semana de Pascua.

Antífona de entrada Rom 6, 9

Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Aleluya.
Christus resúrgens ex mórtuis iam non móritur, mors illi ultra non dominábitur, allelúia.

Oración colecta
Dios misericordioso, concédenos recibir como fruto abundante en toda nuestra vida lo que realizamos en las celebraciones pascuales. Por nuestro Señor Jesucristo.
Concéde, miséricors Deus, ut, quod paschálibus exséquimur institútis, fructíferum nobis omni témpore sentiámus. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Lunes de la VI semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 16, 11-15
El Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Nos hicimos a la mar en Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, primera ciudad del distrito de Macedonia y colonia romana. Allí nos detuvimos unos días.
El sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde pensábamos que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo.
Se bautizó con toda su familia y nos invitó:
«Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa».
Y nos obligó a aceptar.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 149, 1bc-2. 3-4. 5-6a y 9b (R.: 4a)
R.
 El Señor ama a su pueblo.
Beneplácitum est Dómino in pópulo suo.
O bien: Aleluya.

V. Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
R. El Señor ama a su pueblo.
Beneplácitum est Dómino in pópulo suo.

V. Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
R. El Señor ama a su pueblo.
Beneplácitum est Dómino in pópulo suo.

V. Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca.
Es un honor para todos sus fieles.
R. El Señor ama a su pueblo.
Beneplácitum est Dómino in pópulo suo.

Aleluya Jn 16, 26b. 27a
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí –dice el Señor–; y vosotros daréis testimonio. R.
Spíritus veritátis testimónium perhibébit de me, dicit Dóminus; et vos testimónium perhibébitis.

EVANGELIO Jn 15, 26-16, 4a
El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí
 
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Audiencia general 15-mayo-2013
Queridos hermanos y hermanas, necesitamos dejarnos inundar por la luz del Espíritu Santo, para que Él nos introduzca en la Verdad de Dios, que es el único Señor de nuestra vida. (...) preguntémonos si hemos dado concretamente algún paso para conocer más a Cristo y las verdades de la fe, leyendo y meditando la Sagrada Escritura, estudiando el Catecismo, acercándonos con constancia a los Sacramentos. Preguntémonos al mismo tiempo qué pasos estamos dando para que la fe oriente toda nuestra existencia. No se es cristiano a "tiempo parcial", sólo en algunos momentos, en algunas circunstancias, en algunas opciones. No se puede ser cristianos de este modo, se es cristiano en todo momento. ¡Totalmente! La verdad de Cristo, que el Espíritu Santo nos enseña y nos dona, atañe para siempre y totalmente nuestra vida cotidiana. Invoquémosle con más frecuencia para que nos guíe por el camino de los discípulos de Cristo. Invoquémosle todos los días. Os hago esta propuesta: invoquemos todos los días al Espíritu Santo, así el Espíritu Santo nos acercará a Jesucristo.

Oración de los fieles
Invoquemos, hermanos, a Dios, Padre todopoderoso, que resucitó a Jesús, nuestro Señor y Salvador.
- Para que el Espíritu Santo ilumine a su Iglesia y la empuje a dar testimonio de Cristo en medio del mundo. Oremos.
- Para que el Espíritu Santo fortalezca a todos los que vacilan en su fe. Oremos.
- Para que el Espíritu Santo ilumine y sostenga a todos los gobernantes. Oremos.
- Para que el Espíritu de la verdad nos devuelva la alegría de la salvación. Oremos.
Señor y Dios nuestro, atiende nuestras súplicas y envía sobre nosotros el Espíritu Santo consolador, que tu Hijo nos ha prometido. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante, y a quien diste motivo de tanto gozo concédele disfrutar de la alegría eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe múnera, Dómine, quaesumus, exsultántis Ecclésiae, et cui causam tanti gáudii praestitísti, perpétuae fructum concéde laetítiae. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL I
EL MISTERIO PASCUAL
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósus praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Ipse enim verus est Agnus qui ábstulit peccáta mundi. Qui mortem nostram moriéndo destrúxit, et vitam resurgéndo reparávit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de comunión Jn 20, 19

Jesús se puso en medio de sus discípulos y les dijo: «Paz a vosotros». Aleluya.
Stetit Iesus in médio discipulórum suórum, et dixit eis: Pax vobis, allelúia.

Oración después de la comunión
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo, y ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele llegar a la incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pópulum tuum, quaesumus, Dómine, intuére benígnus, et, quem aetérnis dignátus es renováre mystériis, ad incorruptíbilem glorificándae carnis resurrectiónem perveníre concéde. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 24 de mayo
1. Conmemoración de san Mánahen, que, hermano de leche del tetrarca Herodes, fue doctor y profeta en la Iglesia de Antioquía de Siria, hoy en Turquía, bajo la gracia del Nuevo Testamento. (s. I)
2. También conmemoración de la beata Juana, esposa de Cusa, procurador de Herodes, que junto con otras mujeres servía a Jesús y a los apóstoles con sus recursos, y en el día de la Resurrección del Señor encontró removida la losa del sepulcro y lo anunció a los discípulos. (s. I)
3. En Listra, lugar de Licaonia, actual Turquía, san Zoelo, mártir. (s. II/III)
4. En Trieste, en Istria, actualmente Italia, san Sérvulo, mártir(s. inc.)
5. En Nantes, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, santos hermanos Donaciano y Rogaciano, mártires, acerca de los cuales se narra que el primero había recibido el bautismo y el otro todavía era catecúmeno, pero en el combate final, besando a su hermano, Donaciano rogó a Dios para que el que aún no había podido ser lavado por el bautismo sagrado mereciese ser enjugado en la corriente de su propia sangre. (c. 304)
6. Conmemoración de treinta y ocho santos mártires, que, según la tradición, fueron decapitados en Filipópolis, en Tracia, hoy Plovdiv, en la actual Bulgaria, en tiempo de Diocleciano y Maximiano. (c. 304)
7. En el monasterio de Lérins, en la región hoy francesa de Provenza, san Vicente, presbítero y monje, que fue muy célebre por su doctrina cristiana y santidad de vida, y se empeñado con denuedo en el progreso de los creyentes en la fe. (c. 450)
8. En el monte Admirable, en Siria, san Simeón Estilita el Joven, presbítero y anacoreta, que vivió sobre una columna en comunicación íntima con Cristo, escribió varios tratados de ascética y fue dotado de grandes carismas. (592)
9*. En Piacenza, en la región de Emilia-Romaña, en Italia, beato Felipe, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, el cual, para mortificar más duramente su carne, llevaba ceñida una armadura de hierro. (1306)
10*. En Marruecos, beato Juan de Prado, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, que fue enviado a África para prestar auxilio espiritual a los cristianos reducidos a esclavitud en los reinos sarracenos, pero, habiendo sido apresado, confesó valientemente la fe de Cristo ante el soberano musulmán Mulay al-Walid, y por mandato de éste consumó el martirio por el fuego. (1631)
11. En Seúl, en Corea, santos mártires Agustín Yi Kwang-hon, en cuya casa se leían las Sagradas Escrituras; Águeda Kim A-gi, madre de familia, que recibió el bautismo en la cárcel; y siete compañeros*, todos ellos decapitados por su fe en Cristo. (1839)
*Sus nombres son los siguientes: san Damián Nam Myong-hyog, catequista; Magdalena Kim O-bi, Bárbara Han A-gi, Ana Pak A-gi, Águeda Yi So-sa, Lucía Pak Hui-sun y Pedro Kwon Tu-gin.
12*. En la ciudad de Saint-Hyacinthe, en Canadá, beato Luis Ceferino Moreau, obispo, que en las diversas actividades del ministerio pastoral se exhortaba siempre a sí mismo a sentirse ardientemente unido con la Iglesia. (1901)

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