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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

viernes, 16 de septiembre de 2022

Viernes 21 octubre 2022, Viernes de la XXIX semana del Tiempo Ordinario, feria (o misa por la evangelización de los pueblos).

SOBRE LITURGIA

VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO A KAZAJISTÁN (13-15 DE SEPTIEMBRE DE 2022)
ENCUENTRO CON LOS OBISPOS, SACERDOTES, DIÁCONOS, CONSAGRADOS, SEMINARISTAS Y AGENTES PASTORALES
DISCURSO DEL SANTO PADRE

Catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (Nursultán). Jueves, 15 de septiembre de 2022

Queridos hermanos obispos, sacerdotes y diáconos,
queridos consagrados y consagradas,
seminaristas y agentes de pastoral,
¡buenos días!


Estoy contento de estar aquí entre ustedes, de saludar a la Conferencia Episcopal de Asia Central y de encontrar una Iglesia compuesta por tantos rostros, historias y tradiciones diferentes, todas unidas por la única fe en Cristo Jesús. Agradezco las palabras de Mons. Mumbiela Sierra, que en el saludo comentó: «La mayor parte de nosotros somos extranjeros»; es verdad, porque ustedes provienen de lugares y países diferentes, sin embargo, la belleza de la Iglesia es ésta, que somos una sola familia, en la cual nadie es extranjero. Lo repito: ninguno es extranjero en la Iglesia, ¡somos un solo Pueblo santo de Dios enriquecido por muchos pueblos! Y la fuerza de nuestro pueblo sacerdotal y santo está justamente en hacer de la diversidad una riqueza compartiendo lo que somos y lo que tenemos: nuestra pequeñez se multiplica si la compartimos.

El pasaje de la Palabra de Dios que hemos escuchado afirma justamente esto: el misterio de Dios —dice san Pablo— ha sido revelado a todos los pueblos. No sólo al pueblo elegido o a una élite de personas religiosas, sino a todos. Cada hombre puede acceder a Dios, porque —explica el apóstol— todos los pueblos «participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio» (Ef 3,6).

Quisiera destacar dos palabras que usa Pablo: herencia y promesa. Por un lado, una Iglesia hereda siempre una historia, siempre es hija de un primer anuncio del Evangelio, de un evento que la precede, de otros apóstoles y evangelizadores que la establecieron sobre la palabra viva de Jesús; por otro lado, es también la comunidad de aquellos que han visto en Jesús el cumplimiento de la promesa de Dios y, como hijos de la resurrección, viven en la esperanza de la plenitud futura. Sí, somos destinatarios de la gloria prometida, que anima nuestro camino con esa esperanza. Herencia y promesa: la herencia del pasado es nuestra memoria, la promesa del Evangelio es el futuro de Dios que nos sale al encuentro. Quisiera detenerme con ustedes sobre esto: una Iglesia que camina en la historia entre memoria y futuro.

En primer lugar, la memoria. Si hoy en este vasto país, multicultural y multirreligioso, podemos ver comunidades cristianas vivas, así como un sentido religioso que atraviesa la vida de la población, es sobre todo gracias a la rica historia que los precede. Pienso en la difusión del cristianismo en Asia central, la cual ocurrió ya desde los primeros siglos; en tantos evangelizadores y misioneros que se desgastaron difundiendo la luz del Evangelio, fundando comunidades, santuarios, monasterios y lugares de culto. Por tanto, hay una herencia cristiana, ecuménica, que ha de ser honrada y custodiada, una transmisión de la fe que ha visto protagonistas y también tanta gente sencilla, tantos abuelos y abuelas, padres y madres. En el camino espiritual y eclesial no debemos perder de vista el recuerdo de cuantos nos anunciaron la fe, porque hacer memoria nos ayuda a desarrollar el espíritu de contemplación por las maravillas que Dios ha realizado en la historia, aun en medio de las fatigas de la vida y de las fragilidades personales y comunitarias.

Pero pongamos atención: no se trata de mirar hacia atrás con nostalgia, quedándonos estancados en las cosas del pasado y dejándonos paralizar en el inmovilismo. Esta es la tentación del “retroceso”. La mirada cristiana, cuando vuelve hacia atrás para hacer memoria, lo que quiere es abrirnos al asombro ante el misterio de Dios, para llenar nuestro corazón de alabanza y gratitud por cuanto ha hecho el Señor. Un corazón agradecido, que desborda de alabanza, que no alberga añoranzas, sino que acoge el presente que vive como gracia; y quiere ponerse en camino, ir hacia adelante, comunicar a Jesús, como las mujeres y los discípulos de Emaús el día de la Pascua.

Esta es la memoria viva de Jesús, que nos llena de asombro y a la que accedemos sobre todo por el Memorial eucarístico, la fuerza del amor que nos impulsa. Es nuestro tesoro. Por eso, sin memoria no hay asombro. Si perdemos la memoria viva, entonces la fe, las devociones y las actividades pastorales corren el riesgo de debilitarse, de ser como llamaradas, que se encienden rápidamente, pero se apagan enseguida. Cuando extraviamos la memoria, se agota la alegría. Desaparece la gratitud a Dios y a los hermanos, porque se cae en la tentación de pensar que todo depende de nosotros. El padre Ruslan nos ha recordado algo hermoso: que ser sacerdote ya es mucho, porque en la vida sacerdotal nos damos cuenta de que todo cuanto sucede no es obra nuestra, sino un don de Dios. Y sor Clara, hablando de su vocación, quiso ante todo agradecer a aquellos que le anunciaron el Evangelio. Gracias por estos testimonios, que nos invitan a hacer memoria agradecida de la herencia que hemos recibido.

Si profundizamos en esta herencia, ¿qué es lo que vemos? Que la fe no ha sido transmitida de generación en generación como un conjunto de cosas que hay que entender y hacer, como un código fijado de una vez para siempre. No, la fe se transmite con la vida, con el testimonio de quien ha llevado el fuego del Evangelio en medio de las situaciones para iluminarlas, para purificarlas y difundir el cálido consuelo de Jesús, así como la alegría de su amor que salva, la esperanza de su promesa. Haciendo memoria, entonces, aprendemos que la fe crece con el testimonio. El resto viene después. Esta es una llamada para todos y quisiera reafirmarlo a todos, fieles laicos, obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas que trabajan de diferentes maneras en la vida pastoral de las comunidades. No nos cansemos de dar testimonio de la esencia de la salvación, de la novedad de Jesús, de la novedad que es Jesús. La fe no es una hermosa exposición de cosas del pasado —esto sería un museo―, sino un evento siempre actual, el encuentro con Cristo que tiene lugar en nuestra vida, aquí y ahora. Por eso no se comunica con la sola repetición de las cosas de siempre, sino transmitiendo la novedad del Evangelio. De este modo, la fe permanece viva y tiene futuro. Por eso me gusta decir que la fe se transmite “en dialecto”.

He aquí entonces la segunda palabra, futuro. La memoria del pasado no nos encierra en nosotros mismos, sino que nos abre a la promesa del Evangelio. Jesús nos aseguró que estará siempre con nosotros. Por lo que no se trata de una promesa dirigida sólo a un futuro lejano, sino que estamos llamados a acoger hoy la renovación que el Resucitado lleva a cabo en la vida. A pesar de nuestras debilidades, Él no se cansa de estar con nosotros, de construir a nuestro lado el futuro de la Iglesia que es suya y nuestra.

Es cierto, delante de tantos retos de la fe —especialmente aquellos que tienen que ver con la participación de las generaciones jóvenes—, así como delante de los problemas y fatigas de la vida, mirando a los números, en la vastedad de un país como este, podríamos llegar a sentirnos “pequeños” e incapaces. Y, sin embargo, si adoptamos la mirada esperanzadora de Jesús, descubrimos algo sorprendente: el Evangelio dice que ser pequeños, pobres de espíritu, es una bienaventuranza, la primera bienaventuranza (cf. Mt 5,3), porque la pequeñez nos entrega humildemente al poder de Dios y nos lleva a no cimentar la acción eclesial en nuestras propias capacidades. ¡Y esta es una gracia! Lo repito: hay una gracia escondida al ser una Iglesia pequeña, un pequeño rebaño, en lugar de exhibir nuestras fortalezas, nuestros números, nuestras estructuras y cualquier otra forma de prestigio humano, nos dejamos guiar por el Señor y nos acercamos con humildad a las personas. Ricos en nada y pobres de todo, caminamos con sencillez, cercanos a las hermanas y a los hermanos de nuestro pueblo, llevando la alegría del Evangelio a las situaciones de la vida. Como levadura en la masa y como la más pequeña de las semillas arrojadas a la tierra (cf. Mt 13,31-33), vivimos los acontecimientos alegres y tristes de la sociedad en la que nos encontramos, para servirla desde dentro.

Ser pequeños nos recuerda que no somos autosuficientes, que necesitamos de Dios, pero también de los demás, de todos y cada uno: de las hermanas y hermanos de otras confesiones, de quien profesa un credo religioso diferente al nuestro, de todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Nos damos cuenta, con un espíritu de humildad, que sólo juntos, en el diálogo y en la aceptación recíproca, podemos hacer algo verdaderamente bueno por todos. Es la tarea particular de la Iglesia en este país, no ser un grupo que se deja arrastrar por las cosas de siempre, o que se encierra en su caparazón porque se siente pequeña, sino una comunidad abierta al futuro de Dios, encendida por el fuego del Espíritu: viva, llena de esperanza, disponible a su novedad y a los signos de los tiempos, animada por la lógica evangélica de la semilla que da frutos de amor humilde y fecundo. De este modo, la promesa de vida y de bendición, que Dios Padre derrama sobre nosotros por medio de Jesús, se hace camino no sólo para nosotros, sino que se realiza también para los demás.

Y se realiza cada vez que vivimos la fraternidad entre nosotros, que atendemos a los pobres y a quienes están heridos por la vida, cada vez que en las relaciones humanas y sociales damos testimonio de la justicia y de la verdad, diciendo “no” a la corrupción y a la falsedad. Que las comunidades cristianas, en particular el seminario, sean “escuelas de sinceridad”; no ambientes rígidos y formales, sino gimnasios de la verdad, de la apertura y del intercambio. Y que en nuestras comunidades —recordémoslo— seamos todos discípulos del Señor: todos discípulos, todos esenciales, todos de igual dignidad. No sólo los obispos, los sacerdotes y los consagrados, sino todos los bautizados han sido sumergidos en la vida de Cristo y en Él —como nos recordaba san Pablo— están llamados a recibir la herencia y a acoger la promesa del Evangelio. De manera que se ha de brindar un espacio a los laicos. Les hará bien, para que las comunidades no se hagan rígidas y no se clericalicen. Una Iglesia sinodal, en camino hacia el futuro del Espíritu, es una Iglesia participativa y corresponsable. Es una Iglesia capaz de salir al encuentro del mundo porque está entrenada en la comunión. Me sorprendió que en todos los testimonios se decía continuamente una cosa: no sólo el padre Ruslan y las religiosas, sino también Kirill, el padre de familia, nos ha recordado que, en la Iglesia, en contacto con el Evangelio, aprendemos a pasar del egoísmo al amor incondicional. Es una salida de sí mismo, que todo discípulo necesita constantemente; es la necesidad de alimentar el don recibido en el Bautismo, que nos impulsa a que, en todo lugar —en nuestros encuentros eclesiales, en las familias, en el trabajo, en la sociedad— seamos hombres y mujeres de comunión y de paz, que siembran el bien allí donde se encuentren. La apertura, la alegría y el intercambio son los signos de la Iglesia de los orígenes, y son también los signos de la Iglesia del futuro. Soñemos y, con la gracia de Dios, edifiquemos una Iglesia que esté más llena de la alegría del Resucitado, que rechace los miedos y las quejas, que no se deje endurecer por dogmatismos ni moralismos.

Queridos hermanos y hermanas, pidamos todo esto a los grandes testigos de la fe de este país. Quisiera recordar, en particular, al beato Bukowiński, un sacerdote que gastó su existencia cuidando a los enfermos, a los necesitados y a los marginados, sufriendo en carne propia la fidelidad al Evangelio con la prisión y los trabajos forzados. Me han contado que, ya desde antes de la beatificación, siempre había sobre su tumba flores frescas y una vela encendida. Esto confirma que el Pueblo de Dios sabe reconocer dónde hay santidad, dónde hay un pastor enamorado del Evangelio. Quiero decirlo particularmente a los obispos y a los sacerdotes, y también a los seminaristas, esta es nuestra misión: no ser administradores de lo sagrado o gendarmes preocupados por hacer que se respeten las normas religiosas, sino pastores cercanos a la gente, imágenes vivas del corazón compasivo de Cristo. Recuerdo también a los beatos mártires greco-católicos, al obispo Mons. Budka, al sacerdote Zariczkyj y a Gertrude Detzel, cuyas causas de beatificación se han abierto. Como nos ha dicho la señora Miroslava, ellos llevaron el amor de Cristo al mundo. Ustedes son su herencia: ¡sean promesa de nueva santidad!

Estoy cercano a ustedes y los animo. Vivan con alegría esta herencia y den testimonio de ella con generosidad, para que todas las personas con las que se encuentren puedan percibir que también hay una promesa de esperanza dirigida a ellas. Los acompaño con la oración; y ahora nos encomendamos de manera particular al corazón de María Santísima, a quien veneran de modo especial como Reina de la paz. Leí sobre un bonito signo maternal que sucedió en tiempos difíciles: mientras tantas personas eran deportadas y se veían obligadas a pasar hambre y frío, ella, Madre tierna y cariñosa, escuchó las oraciones que sus hijos le dirigían. Durante uno de los inviernos más crudos, la nieve se derritió rápidamente, haciendo surgir un lago con muchos peces, que dieron de comer a muchas personas que morían de hambre. ¡Que la Virgen derrita el frío de los corazones, infunda en nuestras comunidades una renovada calidez fraterna y nos dé una nueva esperanza y un nuevo entusiasmo por el Evangelio! Yo, con afecto, los bendigo y les doy las gracias. Y les pido, por favor, que recen por mí.

CALENDARIO

21 VIERNES DE LA XXIX SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria

Misa
de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- Ef 4, 1-6.
Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
- Sal 23. R. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.
- Lc 12, 54-59. Sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 22 de octubre, pág. 625.
CALENDARIOS: Misioneros de la Preciosa Sangre: San Gaspar de Búfalo (S). Adoratrices de la Sangre de Cristo: (F).
Clérigos de San Viator: San Viator (F).
Pamplona y Tudela: Santas Nunilo y Alodia, vírgenes y mártires (MO).
Mínimos: Beato Nicolás Barré, presbítero (MO).
Burgos: Santa Úrsula, virgen y mártir (ML).
Urgell: San Juan de Capistrano, presbítero (ML).
Dominicos: Beato Pedro de Città di Castello, presbítero (ML).
Jesuitas: Beato Diego Luis de San Vitores, presbítero, y san Pedro Calungsod, mártires (ML).
Orden de San Juan de Jerusalén: Beato Carlos de Austria (ML)

TEXTOS MISA

Misa de la feria: del XXIX Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Misa por la evangelización: el Domingo se celebra la Jornada mundial por la evangelización de los pueblos.
Para la Evangelización de los pueblos A
Esta misa se puede emplear, incluso en los domingos del tiempo ordinario, cuando tienen lugar especiales celebraciones por las misiones, fuera de los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, y de las solemnidades.

Antífona de entrada Cf. Sal 66, 2-3
Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros Y tenga misericordia; para que conozcamos en la tierra tu camino, todos los pueblos tu salvación.
Deus misereátur nostri, et benedícat nobis, illúminet vultum suum super nos et misereátur nostri; ut cognoscámus in terra viam tuam, in ómnibus géntibus salutáre tuum.

Monición de entrada
La Iglesia es esencialmente misionera, enviada al mundo para anunciar la salvación a todos los hombres, obedeciendo al mandato de su Fundador, que quiere que todos formemos en él una sola familia y un único pueblo de Dios. Roguemos hoy de manera especial por el cumplimiento de la voluntad de Dios, que quiere que todos los hombres se salven.

Oración colecta
Oh, Dios, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, mira tu inmensa mies y dígnate enviarle trabajadores, para que sea predicado el Evangelio a toda criatura, y tu grey, congregada por la palabra de vida y sostenida por la fuerza de los sacramentos, camine por las sendas de la salvación y del amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui omnes hómines vis salvos fíeri et ad agnitiónem veritátis veníre, réspice messem tuam multam et operários in eam mitte dignánter, ut omni creatúrae Evangélium praedicétur, et plebs tua, verbo vitae congregáta et sacramentórum virtúte suffúlta, in via salútis et caritátis procédat. Per Dóminum.
O bien:
Oh, Dios, que enviaste al mundo a tu Hijo como luz verdadera, derrama el Espíritu prometido para que siembre continuamente la semilla de la verdad en el corazón de los hombres y suscite en ellos la respuesta de la fe, para que todos, renacidos a una nueva vida por medio del bautismo, lleguen a formar parte de tu único pueblo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui Fílium tuum lumen verum in mundum misísti, effúnde Spíritum promissiónis, qui veritátis sémina in córdibus hóminum iúgiter diffúndat et fídei súscitet obséquium, ut omnes, per baptísmum ad novam vitam generáti, unum pópulum tuum íngredi mereántur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Viernes de la XXIX semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Ef 4, 1-6
Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

Hermanos:
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.
Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 23, 1b -2. 3-4ab. 5-6 (R.: cf. 6)
R.
 Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.
Hæc est generátio quæréntium fáciem tuam, Dómine.

V. Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
R. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.
Hæc est generátio quæréntium fáciem tuam, Dómine.

V. ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos.
R. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.
Hæc est generátio quæréntium fáciem tuam, Dómine.

V. Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob.
R. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.
Hæc est generátio quæréntium fáciem tuam, Dómine.

Aleluya Cf. Mt 11, 25
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R.
Benedíctus es, Pater, Dómine cæli et terræ, quia mystéria regni párvulis revelásti.

EVANGELIO Lc 12, 54-59
Sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente:
«Cuando veis subir una nube por el poniente, decís enseguida: “Va a caer un aguacero”, y así sucede. Cuando sopla el sur decís: “Va a hacer bochorno”, y sucede.
Hipócritas: sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo?
Por ello, mientras vas con tu adversario al magistrado, haz lo posible en el camino por llegar a un acuerdo con él, no sea que te lleve a la fuerza ante el juez y el juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel.
Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues la última monedilla».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía en santa Marta 25-octubre-2019
La lucha es siempre entre la gracia y el pecado, entre el Señor que quiere salvarnos y sacarnos de esa tentación y el mal espíritu que siempre nos tira para abajo, para vencernos. Deberíamos preguntarnos si cada uno de nosotros es una persona de la calle, que va y viene sin darse cuenta de lo que pasa, o si nuestras decisiones vienen del Señor o las dicta nuestro egoísmo, o el diablo. Es importante saber qué pasa dentro de nosotros. Es importante vivir un poco dentro, y no dejar que nuestra alma sea una calle por donde pasan todos. "¿Y eso cómo se hace, Padre?". Antes de acabar la jornada, toma dos o tres minutos: ¿qué ha pasado hoy de importante dentro de mí? "Oh, sí, he tenido un poco de odio y he criticado; he hecho aquella obra de caridad…". ¿Quién te ha ayudado a hacer esas cosas, tanto las malas como las buenas? Hacernos esas preguntas para saber lo que pasa dentro de nosotros. A veces, con esa alma chismosa que todos tenemos, sabemos lo que pasa en el barrio, lo que pasa en la casa de los vecinos, pero no sabemos lo que pasa dentro de nosotros.

Oración de los fieles.
Ferias del Tiempo Ordinario XXII.

Oremos a Dios Padre.
- Por la Iglesia universal, por nuestra diócesis. Roguemos al Señor.
- Por todas las naciones del mundo, por nuestra patria. Roguemos al Señor
- Por los que sufren los horrores de la guerra. Roguemos al Señor.
- Por nuestra comunidad (parroquia), por nosotros, aquí reunidos. Roguemos al Señor.
Que tu misericordia, Señor, nos conceda lo que no podemos esperar de nuestros méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Misa para la evangelización de los pueblos:
Oración de los fieles

Como Iglesia peregrina y misionera, presentamos al Padre nuestra oración, con la mirada y el corazón puestos en las necesidades del mundo entero.
- Para que todos los miembros de la Iglesia se sientan enviados a anunciar el Evangelio con la palabra y con la vida a todos los hombres. Roguemos al Señor.
- Para que las Iglesias de reciente implantación reciban las ayudas necesarias para el florecimiento de las vocaciones sacerdotales y religiosas y de los grupos cristianos. Roguemos al Señor.
- Para que no falten en los pueblos donde es más difícil predicar la Palabra de Dios misioneros que, con paciencia y caridad, preparen los caminos para la evangelización. Roguemos al Señor.
- Para que nuestra comunidad cristiana propague la fe salvadora con el testimonio valiente de sus obras. Roguemos al Señor.
Señor y Padre nuestro, Tú, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, escucha nuestra oración para que todos los pueblos de la tierra constituyan el reino de tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Mira, Señor, el rostro de tu Cristo, que se entregó a la muerte para redimirnos a todos, a fin de que, por su mediación, sea glorificado tu nombre en las naciones, desde donde sale el sol hasta el ocaso, y se ofrezca en todo el mundo un sacrificio a tu majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Réspice, Dómine, in fáciem Christi tui, qui pro ómnibus redemptiónem trádidit semetípsum, ut per eum ab ortu solis usque ad occásum nomen tuum magnificétur in géntibus, et una ubíque maiestáti tuae exhibeátur oblátio. Per Christum.

PLEGARIA EUCARÍSTICA D 3

Antífona de la comunión Cf. Mt 28, 20

Enseñad a todos los pueblos a guardar todo lo que os he mandado, dice el Señor. Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.
Docéte omnes gentes serváre quaecúmque mandávi vobis, dicit Dóminus. Ego vobíscum sum ómnibus diébus, usque ad consummatiónem saeculi.

Oración después de la comunión
Alimentados por estos dones de nuestra redención, te suplicamos, Señor, que, con este auxilio de salvación eterna, progrese siempre la fe verdadera. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Redemptiónis nostrae múnere vegetáti, quaesumus, Dómine, ut, hoc perpétuae salútis auxílio, fides semper vera profíciat. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 22 de octubre
Memoria de san Juan Pablo II, papa. (2005) Texto introductorio de la Liturgia de las Horas: Carlos José Wojtyla nació en Wadowic, Polonia, el año 1920. Ordenado presbítero y realizados sus estudios de teología en Roma, regresó a su patria donde desempeñó diversas tareas pastorales y universitarias. Nombrado Obispo auxiliar de Cracovia, pasó a ser Arzobispo de esa sede en 1964; participó en el Concilio Vaticano II. Elegido Papa el 16 de octubre de 1978, tomó el nombre de Juan Pablo II, se distinguió por su extraordinaria actividad apostólica, especialmente hacia las familias, los jóvenes y los enfermos, y realizó innumerables visitas pastorales en todo el mundo. Los frutos más significativos que ha dejado en herencia a la Iglesia son, entre otros, su riquísimo magisterio, la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica y los Códigos de Derecho Canónico para la Iglesia Latina y para las Iglesias Orientales. Murió piadosamente en Roma, el 2 de abril del 2005, vigilia del Domingo II de Pascua, o de la Divina Misericordia.
1. Conmemoración de san Marcos, obispo de Jerusalén, que fue el primer obispo procedente de los gentiles que ocupó la sede de la Iglesia de la Ciudad Santa, y trabajó con fe y celo para reunir a sus fieles dispersados por la guerra. (s. II)
2. En Hierópolis, en Frigia, hoy Turquía, san Abercio, obispo, discípulo de Cristo, buen Pastor, del cual se cuenta que peregrinó por diversas regiones anunciando la fe, siendo alimentado con un místico manjar. (s. III)
3. En Adrianópolis, en Tracia, actual Edirne en Turquía, santos mártires Felipe, obispo de Eraclea, y Hermetes, diácono. El primero de ellos, Felipe, al pedir el prefecto Justino, durante la persecución bajo el emperador Diocleciano, que cerrase la iglesia, entregase los vasos sagrados y mostrase los libros litúrgicos, le respondió que no podía dar estas cosas ni él recibirlas, por lo que, después de ser encarcelados y azotados, fueron quemados vivos. (303)
4. En Rouen, de la Galia Lugdunense, hoy Francia, san Malón, obispo, que está considerado como primer apóstol de la fe cristiana en esta ciudad e iniciador de la sede episcopal. (s. IV)
5*. En el territorio de Besanzón, en la Galia, también en la actual Francia, san Valerio, diácono de la iglesia de Langres, al que dieron muerte unos paganos. (s. IV)
6*. En la región de Châlons, en Neustria, de nuevo en la Francia actual, san Lupencio, abad de la basílica de Saint-Privat-de-Javols, que después de haber recibido injustamente muchas injurias de parte de Inocencio, conde de la ciudad, fue decapitado. (c. 684)
7*. En Auch, en Aquitania, asimismo en Francia, san Leotadio, obispo. (s. VII)
8*. En el monasterio de Berceto, en la región de Lombardía, en Italia, san Moderano, abad, antes obispo de Rennes, en la Galia, insigne por su amor a la soledad y la devoción hacia los lugares santos. (c. 720)
9*. En el territorio de Nantes, en Bretaña Menor, actual Francia, san Benito, que llevó vida eremítica en Massérac. (s. IX)
10. En Huesca, ciudad de la región de Aragón en Hispania, santas Nunilo y Alodia, vírgenes y mártires, que hijas de padre no cristiano, pero educadas en la fe cristiana por su madre, al no querer renegar de Cristo, fueron degolladas, después un largo encarcelamiento, por disposición del rey de Córdoba, Abd ar-Rahman II. (851)
11. En Fiésole, lugar de Toscana, san Donato Scoto, obispo, insigne por su erudición y su piedad, oriundo de Irlanda y peregrinando hacia Roma, fue elegido obispo de esta ciudad. (c. 875)

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