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miércoles, 31 de agosto de 2022

Miércoles 5 octubre 2022, Témporas de acción de gracias y de petición, memoria obligatoria, o Témporas, día de acción de gracias.

SOBRE LITURGIA

CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS SACERDOTES CON OCASIÓN DEL JUEVES SANTO 1984


“El Espíritu del Señor, Yavé, está sobre mí, pues Yavé me ha ungido, me ha enviado para predicar la buena nueva a los abatidos y sanar a los de quebrantado corazón, para anunciar la libertad de los cautivos y la liberación de los encarcelados. Para publicar el año de gracia de Yavé” (Is 61, 12).

Amadísimos Hermanos en la gracia del Sacerdocio:

Hace un año me dirigía a vosotros mediante la carta para el Jueves Santo de 1983, pidiéndoles anunciar, junto conmigo y con todos los Obispos de la Iglesia, el Año de la Redención: el Jubileo extraordinario, el Año de gracia del Señor.

Hoy deseo agradecerles cuanto habéis hecho para que este Año, que nos recuerda el 1950 aniversario de la Redención, se convirtiera verdaderamente en «el año de gracia del Señor», el Año Santo. Y a la vez, al encontrarme con vosotros en esta concelebración, en la que culmina vuestra peregrinación a Roma con ocasión del Jubileo, deseo renovar y profundizar en unión con vosotros la conciencia del misterio de la Redención, que es el manantial vivo y vivificador del sacerdocio sacramental, del que cada uno de nosotros participa.

En vosotros, aquí llegados no sólo de Italia, sino también de otros Países y Continentes, veo a todos los sacerdotes: a todo el Presbiterio de la Iglesia universal. Y a todos me dirijo con el aliento y la exhortación de la Carta a los Efesios: “ ... os exhorto yo... a andar de una manera digna de la vocación con que fuisteis llamados” (Ef 4, l).

Es necesario que nosotros también ―llamados a servir a los demás en la renovación Espiritual del Año de la Redención― nos renovemos, mediante la gracia de este Año, en nuestra hermosa vocación.

2. “Cantaré siempre las piedades de Yavé”.

Este versículo del salmo responsorial (89/88, 2) de la liturgia de hoy nos recuerda que somos de modo especial “ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1 Cor 4, l), que somos hombres de la divina economía de salvación, que somos un “ instrumento” consciente de la gracia, o sea de la acción del Espíritu Santo con el poder de la Cruz y Resurrección de Cristo.

¿Qué es esta economía divina? ¿Qué es la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, gracia que El ha querido unir sacramentalmente a nuestra vida sacerdotal y a nuestro servicio sacerdotal, aunque sea ofrecida por hombres tan pobres e indignos?. La gracia, como proclama el Salmo de la liturgia de hoy, es un testimonio de la fidelidad de Dios mismo a aquel Amor eterno con el que El ha amado la creación, y particularmente al hombre, en su Hijo eterno.

Dice el Salmo: “Porque dijiste: La piedad es eterna. Cimentaste en los cielos tu fidelidad” (89 / 88, 3).

Esta fidelidad de su Amor ―del Amor misericordioso― es la fidelidad a la Alianza que Dios ha realizado, desde el comienzo, con el hombre y que ha renovado muchas veces, a pesar de que el hombre con frecuencia no haya sido fiel a ella.

La gracia es por consiguiente un puro don del Amor, que sólo en el mismo Amor, y no en otra cosa, encuentra su razón y motivo.

El Salmo exalta la Alianza que Dios ha estrechado con David y al mismo tiempo, a través de su contenido mesiánico, revela cómo aquella Alianza histórica es solamente una etapa y un anuncio previo a la Alianza perfecta en Jesucristo: “El me invocará, diciendo: Tú eres mi padre, mi Dios y la Roca de mi salvación” (89/88, 27).

La gracia, como don, es el fundamento de la elevación del hombre a la dignidad de hijo adoptivo de Dios en Cristo, Hijo Unigénito. “Serán con él mi fidelidad y mi piedad, y en mi nombre se alzará su poder” (89/88, 25). Precisamente este poder que nos hace hijos de Dios, del que habla el prólogo del Evangelio de San Juan todo el poder salvífico ha sido otorgado a la humanidad en Cristo, mediante la Redención, la Cruz y la Resurrección.

Y nosotros ―siervos de Cristo― somos sus administradores. El sacerdote es el hombre de la economía salvífica. El sacerdote es el hombre plasmado por la gracia. El sacerdote es el administrador de la gracia.

3. “Cantaré siempre las piedades de Yavé”.

Precisamente ésta es nuestra vocación. En esto consiste la peculiaridad y la originalidad de la vocación sacerdotal. Está arraigada de manera especial en la misión de Cristo mismo, de Cristo Mesías.

“El Espíritu del Señor, Yavé, está sobre mí, pues Yavé me ha ungido, me ha enviado para predicar la buena nueva a los abatidos y sanar a los de quebrantado corazón, para anunciar la libertad de los cautivos y la liberación de los encarcelados... para consolar a todos los tristes” (Is 61, 12).

Precisamente en lo íntimo de esta misión mesiánica de Cristo Sacerdote está arraigada también nuestra vocación y misión: vocación y misión de sacerdotes de la Nueva y Eterna Alianza. Es la vocación y la misión de los mensajeros de la Buena Nueva; de los que tienen que curar las heridas de los corazones humanos; de los que tienen que proclamar la liberación en medio de múltiples aflicciones, en medio del mal que de tantas maneras “tiene” esclavizado al hombre; de los que tienen que consolar.

Esta es nuestra vocación y misión de servidores. Nuestra vocación, queridos hermanos, encierra en sí un gran y fundamental servicio respecto de cada hombre. Ninguno puede prestar este servicio en lugar nuestro. Ninguno puede sustituirnos. Debemos alcanzar con el Sacramento de la Nueva y Eterna Alianza las raíces mismas de la existencia humana sobre la tierra.

Debemos, día tras día, introducir en ella la dimensión de la Redención y de la Eucaristía.

Debemos reforzar la conciencia de la filiación divina mediante la gracia. ¿Qué perspectiva más alta y qué destino más excelso podría tener el hombre?.

Debemos finalmente administrar la realidad sacramental de la reconciliación con Dios y de la sagrada Comunión, en la que se sale al encuentro de la más profunda aspiración del «insaciable» corazón humano. Verdaderamente nuestra unción sacerdotal está enraizada profundamente en la misma unción mesiánica de Cristo.

Nuestro sacerdocio es ministerial. Sí, debemos servir. Y “servir” significa llevar al hombre a los fundamentos mismos de su humanidad, al meollo más profundo de su dignidad. Precisamente allí debe resonar ―mediante nuestro servicio― el “canto de alabanza en vez de un espíritu abatido para usar una vez más las palabras del texto de Isaías (61, 3).

4. Amadísimos hermanos: Redescubramos, día a día y año tras año el contenido y la esencia, verdaderamente inefables, de nuestro sacerdocio en las profundidades del misterio de la Redención. Yo deseo que a esto ayude de modo particular el Año en curso del Jubileo extraordinario.

― Abramos cada vez más ampliamente los ojos ―la mirada del alma― para comprender mejor lo que quiere decir celebrar la Eucaristía, el Sacrificio de Cristo mismo, confiado a nuestros labios y a nuestras manos de sacerdotes en la comunidad de la Iglesia.

― Abramos cada vez más ampliamente los ojos ―la mirada del alma― para comprender mejor lo que significa perdonar los pecados y reconciliar las conciencias humanas con Dios Infinitamente Santo, con el Dios de la Verdad y del Amor.

― Abramos cada vez más ampliamente los ojos ―la mirada del alma― para comprender mejor lo que quiere decir actuar “in persona Christi, en nombre de Cristo: actuar con su poder, con el poder que, en definitiva, se arraiga en la realidad salvífica de la Redención.

― Abramos cada vez más ampliamente los ojos ―la mirada del alma― para comprender mejor lo que es el misterio de la Iglesia. ¡Somos hombres de Iglesia!

“Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la meta de la esperanza en la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo” (Ef 4, 46).

Por tanto: esforzarse “en mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz” (Ef 4, 3). Sí. Precisamente esto depende, de manera particular, de vosotros: “mantener la unidad del Espíritu”.

En una época de grandes tensiones, que sacuden el cuerpo terreno de la humanidad, el servicio más importante de la Iglesia nace de la “unidad del Espíritu”, a fin de que no sólo no sufra ella misma una división desde fuera, sino que además reconcilie y una a los hombres en medio de las contrariedades que se acumulan en torno a ellos mismos en el mundo actual.

Hermanos míos: A cada uno de vosotros “ha sido dada la gracia en la medida del don de Cristo... para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef 4, 7.12).¡Seamos fieles a esta gracia! ¡Seamos heroicamente fieles a ella!

Hermanos míos: El don de Dios ha sido grande para con nosotros, para cada uno de nosotros. Tan grande que todo sacerdote puede descubrir dentro de sí los signos de una predilección divina. Cada uno conserve fundamentalmente su don con toda la riqueza de sus expresiones; también el don magnífico del celibato voluntariamente consagrado al Señor ―y de El recibido― para nuestra santificación y para la edificación de la Iglesia.

5. Jesucristo está en medio de nosotros y nos dice: “Yo soy el buen pastor ” (Jn 11. 14).

Es precisamente El quien nos ha “constituido ” pastores también a nosotros. Y es El quien recorre todas las ciudades y pueblos (cfr. Mt 9, 35), a donde somos enviados para desarrollar nuestro servicio sacerdotal y pastoral.

Es El, Jesucristo, quien enseña, predica el evangelio del Reino y cura toda enfermedad (cfr. ibidem) del hombre, a donde somos enviados para el servicio del Evangelio y la administración de los Sacramentos.

Es precisamente Él, Jesucristo, quien siente continuamente compasión de las multitudes y de cada hombre cansado y rendido, como “ovejas sin pastor” (Cfr. Mt 9, 36).

Queridos hermanos: En esta asamblea litúrgica pidamos a Cristo una sola cosa: que cada uno de nosotros sepa servir mejor, más límpida y eficazmente, su presencia de Pastor en medio de los hombres en el mundo actual. Esto es también muy importante para nosotros, a fin de que no nos entre la tentación de la “inutilidad”, es decir, la de sentirnos no necesarios. Porque no es verdad. Somos más necesarios que nunca, porque Cristo es más necesario que nunca. El Buen Pastor es necesario más que nunca. Nosotros tenemos en la mano ―precisamente en nuestras «manos vacías»― la fuerza de los medios de acción que nos ha dado el Señor.

Pensar en la Palabra de Dios, más tajante que una espada de doble filo (cfr. Heb 4, 12); pensar en la oración litúrgica, particularmente en la de las Horas, en la que Cristo mismo pide con nosotros y por nosotros; y pensar en los Sacramentos, en particular en el de la Penitencia, verdadera tabla de salvación para tantas conciencias, meta hacia la que tienden tantos hombres de nuestro tiempo. Conviene que los sacerdotes den nuevamente gran importancia a este Sacramento, para la propia vida Espiritual y para la de los fieles.

Es cierto, amadísimos hermanos: con el buen uso de estos “medios pobres” (pero divinamente poderosos) veréis florecer en vuestro camino las maravillas de la infinita Misericordia.

¡Incluso el don de nuevas vocaciones!

Con tal conciencia, en esta oración común, escuchemos de nuevo las palabras del Maestro, dirigidas a sus discípulos: “ la mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogar, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9, 3738).

¡Cuánta actualidad tienen estas palabras también en nuestra época!

Roguemos pues. Que pida con nosotros toda la Iglesia. Y que en esta oración se manifieste la conciencia, renovada por el Jubileo, del misterio de la Redención.

CALENDARIO

5 MIÉRCOLES. TÉMPORAS DE ACCIÓN DE GRACIAS Y DE PETICIÓN, memoria obligatoria


Días de acción de gracias y de petición que la comunidad cristiana ofrece a Dios, terminadas las vacaciones y la recolección de las cosechas, al reemprender la actividad habitual. Son una ocasión que presenta la Iglesia para rogar a Dios por las necesidades de los hombres, principalmente por los frutos de la tierra y por los trabajos de los hombres, dando gracias a Dios públicamente (NUALC, 45-47).

Misa de la memoria (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props. (varios formularios), Pf. común IV.
LECC.: vol. IV.
- Dt 8, 7-18. Dios te da la fuerza para adquirir esa riqueza.
- Salmo: 1 Crón 29, 10-12. R. Tú eres Señor del universo.
- 2 Cor 5, 17-21. Os pedimos que os reconciliéis con Dios.
- Mt 7, 7-11. Todo el que pide recibe.

* Se celebrará al menos en este día y, siempre que sea posible, es aconsejable celebrarlo también en otros dos días de la misma semana.
* Cuando se limita a un solo día, se elegirán aquellos formularios que abarquen los tres aspectos de esta celebración: la acción de gracias, la petición y la conversión.
* Es de alabar que en el día penitencial, además de la misa «Por el perdón de los pecados», se tenga una celebración comunitaria del sacramento de la penitencia.

Liturgia de las Horas: oficio de la memoria (Laud., Hora y Vísp. props.).

Martirologio: elogs. del 6 de octubre, pág. 596.
CALENDARIOS: León y Lugo: San Froilán, obispo (S).
Tarazona-ciudad: San Atilano, obispo (S). Zamora: (F). Tarazona-diócesis: (MO).
Orden de San Juan de Jerusalén: Beato Pedro Pattarini de Ímola, religioso (MO).
Congregación del Oratorio: San Luis Scrossappi, presbítero (ML).
Dominicos: Beato Raimundo de Capua, presbítero (ML).
Familia Salesiana: Beato Alberto Marvelli (ML).
Redentoristas: Beato Francisco-Javier Seelos, presbítero (ML).

TEXTOS MISA

5 de octubre
TÉMPORAS DE ACCIÓN DE GRACIAS Y DE PETICIÓN
Feria mayor

Las Témporas son días de acción de gracias y de petición que la comunidad cristiana ofrece a Dios, terminadas las vacaciones y la recolección de las cosechas, al reemprender la actividad habitual.
Se celebrarán, al menos, el día 5 de octubre (o el día 6, cuando el día 5 sea domingo), y, siempre que sea posible, es aconsejable celebrarlas también otros dos días de la misma semana.

Témporas en 3 días: Día de Acción de gracias, misa para dar gracias a Dios.

Misa para cuando las Témporas se celebran sólo el día 5 de octubre

Cuando la celebración de las Témporas se limita a un solo día, se elegirán, de entre las diversas misas que se proponen para los tres días, aquellos formularios que abarquen los tres aspectos de esta celebración, es decir, la acción de gracias, la petición y la conversión. Para esta celebración de las Témporas en un solo día están indicados principalmente los siguientes textos:

Antífona de entrada Ef 5, 19-20
Cantad y tocad con toda el alma para el Señor, dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Monición de entrada
Presentamos en este día de acción de gracias y de petición nuestra gratitud a Dios Padre, de quien procede todo don, por todos los beneficios recibidos. Es la acción de gracias de la Iglesia, que recoge en su plegaria los sentimientos de toda la humanidad.
Y con nuestra acción de gracias, nuestra súplica: pedimos perdón y presentamos humildemente nuestras peticiones por cuanto necesitamos, con la confianza de ser escuchados por quien nos ama más que nosotros mismos. Con nuestras súplicas, nos hacemos eco de los deseos y anhelos de todos los que sufren.

Oración colecta
Señor Dios, Padre lleno de amor, que diste a nuestros padres de Israel una tierra buena y fértil, para que en ella encontraran descanso y bienestar, y con el mismo amor nos das a nosotros fuerza para dominar la creación y sacar de ella nuestro progreso y nuestro sustento, al darte gracias por todas tus maravillas, te pedimos que tu luz nos haga descubrir siempre que has sido tú, y no nuestro poder, quien nos ha dado fuerza para crear las riquezas de la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas para cuando las Témporas se celebran sólo el día 5 de octubre (Lec. IV).

PRIMERA LECTURA Deut 8, 7-18
Dios te da la fuerza para adquirir esa riqueza
Lectura del libro del Deuteronomio.

Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y veneros que manan en el monte y la llanura, tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares y de miel, tierra en que no comerás tasado el pan, en que no carecerás de nada, tierra que lleva hierro en sus rocas y de cuyos montes sacarás cobre, entonces comerás hasta saciarte, y bendecirás al Señor, tu Dios, por la tierra buena que te ha dado.
Guárdate de olvidar al Señor, tu Dios, no observando sus preceptos, sus mandatos y sus decretos que yo te mando hoy.
No sea que, cuando comas hasta saciarte, cuando edifiques casas hermosas y las habites, cuando críen tus reses y ovejas, aumenten tu plata y tu oro, y abundes en todo, se engría tu corazón y olvides al Señor, tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con serpientes abrasadoras y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te aumentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres, para afligirte y probarte, y para hacerte el bien al final.
Y no pienses: “Por mi fuerza y el poder de mi brazo me he creado estas riquezas”.
Acuérdate del Señor, tu Dios: que es él quien te da la fuerza para adquirir esa riqueza, a fin de mantener la alianza que juró a tus padres, como lo hace hoy».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial 1 Cro 29, 10. 11abc. 11d- l2a. 12Bcd (R.: 12b)
R. Tú eres Señor del universo.

V. Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel, por los siglos de los siglos.
R. Tú eres Señor del universo.

V. Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra.
R. Tú eres Señor del universo.

V. Tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria.
R. Tú eres Señor del universo.

V. Tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
R. Tú eres Señor del universo.

SEGUNDA LECTURA 2 Cor 5, 17-21
Os pedimos que os reconciliéis con Dios
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.
Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación.
Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Aleluya Mc 1, 15
R. Aleluya, aleluya, aleluya,
V. Está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio. R.

EVANGELIO Mt 7, 7-11
Quien pide recibe
 Lectura del santo evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Del Catecismo de la Iglesia Católica
2609 Decidido así el corazón a convertirse, aprende a orar en la fe. La fe es una adhesión filial a Dios, más allá de lo que nosotros sentimos y comprendemos. Se ha hecho posible porque el Hijo amado nos abre el acceso al Padre. Puede pedirnos que "busquemos" y que "llamemos" porque él es la puerta y el camino (cf Mt 7, 7-11. 13-14).
2610 Del mismo modo que Jesús ora al Padre y le da gracias antes de recibir sus dones, nos enseña esta audacia filial: "todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido" (Mc 11, 24). Tal es la fuerza de la oración, "todo es posible para quien cree" (Mc 9, 23), con una fe "que no duda" (Mt 21, 22). Tanto como Jesús se entristece por la "falta de fe" de los de Nazaret (Mc 6, 6) y la "poca fe" de sus discípulos (Mt 8, 26), así se admira ante la "gran fe" del centurión romano (cf Mt 8, 10) y de la cananea (cf Mt 15, 28).
2611 La oración de fe no consiste solamente en decir "Señor, Señor", sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt 7, 21). Jesús invita a sus discípulos a llevar a la oración esta voluntad de cooperar con el plan divino (cf Mt 9, 38; Lc 10, 2; Jn 4, 34).
2612 En Jesús "el Reino de Dios está próximo", llama a la conversión y a la fe pero también a la vigilancia. En la oración, el discípulo espera atento a aquél que "es y que viene", en el recuerdo de su primera venida en la humildad de la carne, y en la esperanza de su segundo advenimiento en la gloria (cf Mc 13; Lc 21, 34-36). En comunión con su Maestro, la oración de los discípulos es un combate, y velando en la oración es como no se cae en la tentación (cf Lc 22, 40. 46).

Oración de los fieles
(Formulario adaptado de la Liturgia de Santiago de Jerusalén).
Imploremos al Dios de misericordia e invoquemos su nombre con sentimientos dignos de él, diciendo:
R. Acuérdate, Señor, y ten piedad.
- Acuérdate,Señor, del pueblo rescatado por la sangre de tu Hijo: concédele el espíritu de justicia, paz y concordia, haz que termine la división en tu Iglesia y danos el espíritu de caridad. R.
- Acuérdate, Señor, de tu Iglesia santa, católica y apostólica, extendida por todo el universo: concédele, según tu misericordia infinita, los dones del Espíritu Santo y poder cantar eternamente tus alabanzas. R.
- Acuérdate, Señor, de nuestro santo Padre el Papa y de todos los obispos que proclaman la Palabra de Dios, de los sacerdotes de nuestra comunidad y de toda la Iglesia, de los diáconos y de todos los ministros, de toda la familia humana y de todo el pueblo que ama a Jesucristo. R.
- Acuérdate, Señor, delos que gobiernan las naciones, frena a los pueblos que buscan la guerra, ayuda y fortalece a los cristianos: para que llevemos una vida honesta y pacífica, glorificando tu nombre. R.
- Acuérdate, Señor, de los que trabajan en la industria, en la agricultura y en los servicios: concédenos un tiempo favorable, lluvias bienhechoras y abundantes cosechas, pues en tiempo oportuno abres tu mano y sacias de favores a todo viviente. R.
- Acuérdate, Señor, de todos los necesitados, los ancianos, los inválidos, los enfermos, los prisioneros, los emigrantes, los desterrados, los que a causa de tu nombre son perseguidos, y de todos los que sufren. R.
- Acuérdate, Señor, en tu gran misericordia, de nosotros, pobres pecadores e indignos servidores tuyos, y ven a socorrernos, para que donde abundó nuestro pecado sobreabunde tu gracia. R.
- Acuérdate, Señor, de aquellos a quienes hoy recordamos: por las riquezas perecederas dales las riquezas inmortales; por todo lo temporal concédeles lo eterno, según la promesa que nos hiciste en Jesucristo, dueño de la vida y de la muerte. R.
Dios de bondad, ven en ayuda de tus fieles, ven en ayuda de los que te imploran; que no se vean privados de auxilio en la tierra los llamados al reino eterno. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Te ofrecemos, Señor, este sacrificio de alabanza en acción de gracias por los dones que nos has dado, concédenos ofrecer, para gloria de tu nombre, lo que hemos recibido sin merecerlo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PLEGARIA EUCARÍSTICA D 2

Antífona de comunión Cf. Sal 64, 12. 6
Coronas el año con tus bienes, Señor, y serás la esperanza del confín de la tierra.

Oración después de la comunión
Señor, tú que nos has hecho participar en la mesa de la unidad y del amor, danos tu fuerza para que, con nuestra actividad, cooperemos en la construcción de la ciudad terrena y trabajemos con fe para la llegada de tu reino. Por Jesucristo. nuestro Señor.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 6 de octubre
San Bruno, presbítero
, el cual, oriundo de Colonia, ciudad de Lotaringia, en la actual Alemania, enseñó ciencias eclesiásticas en la Galia, aunque después, deseando llevar vida solitaria, con algunos discípulos se instaló en el apartado valle de Cartuja, en los Alpes, donde dio origen a una Orden que conjuga la soledad de los eremitas con la vida común de los cenobitas. Llamado por el papa Urbano II a Roma, para que le ayudase en las necesidades de la Iglesia, pasó los últimos años de su vida como eremita en el cenobio de La Torre, en Calabria, en la actual Italia. (1001)
2. En Laodicea, lugar de Frigia, hoy Turquía, san Ságar, obispo y mártir, que padeció en tiempo de Servilio Paulo, procónsul de Asia. (c. 170)
3. En Agen, ciudad de Aquitania, actual Francia, santa Fe, mártir. (s. IV)
4. En la ciudad de Sorrento, en la región actualmente italiana de Campania, san Renato, obispo. (c. s. V)
5. En Auxerre, lugar de Neustria, hoy Francia, san Román, obispo(c. 564)
6*. En Venecia, actualmente en Italia, conmemoración del beato Magno, obispo, quien, al tomar los lombardos su sede episcopal de Opitergio, con la mayor parte de su grey se trasladó junto a la laguna veneta, donde fundó la nueva ciudad de Heraclia o Eraclea, así como varias iglesias en el lugar donde más tarde se levantó la ciudad de Venecia. (c. 670)
7*. En Bretaña Menor, Francia en la actualidad, san Ywio, diácono y monje, discípulo de san Cutberto, obispo de Lindisfarne, que pasó de Inglaterra a esta región, donde vivió entregado a las vigilias y ayunos. (c. 704)
8*. En Nazogirea, en Creta, san Juan, apellidado "Xenos", que propagó por toda la isla la vida monástica. (s. XI)
9*. En Guéret, en la región de Limoges, en Aquitania, Francia en la actualidad, san Pardulfo, abad, del cual, ilustre por su santidad de vida, se cuenta que hizo huir de su iglesia a los sarracenos que retrocedían ante Carlos Martel. (737)
10*. En el monasterio de Lambach, en Baviera, actual Austria, muerte de san Adalberónobispo de Würzburg, que, por defender la Sede Apostólica, tuvo que sufrir mucho por parte de los cismáticos. Tras ser expulsado varias veces de su sede, pasó en paz sus últimos años en el citado monasterio de Lambach, fundado por él mismo. (1090)
11*. En la Cartuja de Arvières, en Borgoña, Francia en la actualidad, fundada por él mismo, san Artaldo, obispo de Belley. Tenía cerca de noventa años cuando, a su pesar, fue elegido obispo, aunque a los dos años renunció y volvió a la vida monástica, donde falleció a la edad de ciento seis años. (1206)
12. En Nápoles, en la región italiana de Campania, santa María Francisca de las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo (Ana María) Gallo, virgen de la Tercera Orden Regular de San Francisco, que soportó muchas y continuas pruebas, mostrando gran paciencia, penitencia y amor a Dios y a las almas. (1791)
13*. Frente a Rochefort, en el litoral de Francia, beato Francisco Hunot, presbítero y mártir, que, por su condición de sacerdote, durante la persecución contra la Iglesia fue encarcelado en una vieja nave anclada, donde murió víctima de las fiebres. (1794)
14*. En la localidad de Longueuil, en Canadá, beata María Rosa (Eulalia) Durocher, virgen, fundadora de la Congregación de Hermanas de los Santos Nombres de Jesús y María, para la formación humana y cristiana de las jóvenes. (1849)
15. En An-Hoa, en Annam, hoy Vietnam, san Francisco Tran Van Trung, mártir, que, siendo soldado, resistió enérgicamente las propuestas de apostatar de la fe cristiana, por lo cual el emperador Tu Duc le hizo decapitar. (1858)
16*. En Courtrai, en Bélgica, beato Isidoro de San José de Loor, religioso de la Congregación de la Pasión, que cumplió con fidelidad las funciones que se le encomendaron y, habiendo enfermado, fue ejemplo para sus hermanos al soportar terribles dolores. (1916)

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