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martes, 2 de agosto de 2022

Martes 6 septiembre 2022, Martes de la XXIII semana del Tiempo Ordinario (o misa votiva de los santos Apóstoles).

SOBRE LITURGIA

VIAJE APOSTÓLICO A AMÉRICA CENTRAL
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS SACERDOTES DE AMÉRICA CENTRAL

San Salvador, domingo 6 de marzo de 1983

Queridos hermanos y hermanas,

1. En este encuentro dedicado a los sacerdotes de El Salvador y de toda el área de América Central, y que tiene lugar en el marco de este Centro educativo Beato Marcelino Champagnat, están también presentes los religiosos, religiosas y seminaristas salvadoreños que han querido venir a ver al Papa.

Aunque ya me he dirigido –o lo haré en los próximos días– a los sectores de la vida consagrada desde otras de las naciones cercanas, os saludo a todos muy cordialmente y os expreso mi profunda estima y agradecimiento por vuestra importantísima tarea eclesial. Pido al Señor que os dé fuerzas, aliento y esperanza para continuar generosamente en vuestro puesto. Y os bendigo a todos con gran afecto.

Ahora me dirijo a los sacerdotes. Siguiendo el consejo del Maestro, vengo a vosotros, presbíteros de una Iglesia que ha sufrido y sufre todavía, como hermano (cf. Mt 23, 8) y amigo (cf. Jn 15, 14-15); también como testigo de los sufrimientos de Cristo (cf. 1 P 5, 1).

Quisiera saludaros uno a uno, llamaras por vuestro nombre, escuchar vuestra experiencia, llegar con cada uno de vosotros hasta el lugar donde se desarrolla vuestro ministerio en medio del Pueblo de Dios, en las ciudades o en los pueblos, entre los campesinos y los obreros. Quisiera sobre todo reiteraros mi afecto más profundo, el agradecimiento de toda la Iglesia por vuestro testimonio sacerdotal, el aliento para que permanezcáis fieles aun en medio de las dificultades.

2. En este momento breve e intenso de comunión sacerdotal, quiero confiaros algunas reflexiones que nacen del deseo de confirmar en vosotros la identidad de vuestro sacerdocio y el compromiso de vuestra misión aquí y ahora.

En nuestra vida sacerdotal tenemos necesidad de reavivar constantemente esa gracia que se nos ha dado por la imposición de las manos (cf 2 Tm 1, 6), como se aviva la llama entre las brasas. El recuerdo de la gracia sacerdotal, que permanece en nosotros para siempre en virtud del carácter, nos permite renovarnos en esa gracia de configuración a Cristo y de consagración en el Espíritu Santo. Es la gracia de una madurez humana y cristiana: “No nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. No te avergüences pues del testimonio que has de dar de nuestro Señor...” (ib. 1, 7-8).

Somos por la ordenación ministros que actúan “in persona Christi”, “in virtute Spiritus Sancti”, con una plenitud humana fortalecida por esta gracia. Y esta verdad expresa la riqueza de un servicio eclesial que tiene como modelo a Cristo, el enviado del Padre, y cuenta en su misión con la fuerza del Espíritu. Sólo pensando en esta gracia no nos debe asustar nuestra debilidad, no tienen que flaquear nuestras fuerzas; no hemos de temer ante las dificultades que, por experiencia, sabéis se presentan en el ejercicio de nuestro ministerio de gracia y de reconciliación.

En efecto, tal vez la caridad pastoral que os debe animar y el deseo de mantener la paz y la comunión, exigen de vosotros el don de la vida, entregada momento tras momento en una oblación cotidiana, o en la ofrenda completa como algunos de vuestros hermanos.

3. Con el recuerdo de la fidelidad a Cristo nuestro único Maestro y a su Evangelio, quiero exhortaros a mantener viva e íntegra la doctrina de la fe de la Iglesia, por la cual vale la pena entregarse hasta dar la vida.

No vale la pena darla por una ideología, por un Evangelio mutilado o instrumentalizado, por una opción partidista. El sacerdote a quien se le confía el Evangelio y la riqueza del depósito de la fe tiene que ser el primero en identificarse con esa integridad doctrinal, para ser a la vez el transmisor fiel de la doctrina de la Iglesia, en comunión con su Magisterio. Una transmisión de la fe que no se limita a la propia diócesis o país, sino que ha de abrirse a la dimensión misionera de la Iglesia.

Por eso, para ser educador de la fe del pueblo, el sacerdote tiene que beber el Evangelio a los pies del Maestro en horas de oración personal, de meditación de la Escritura, de alabanza al Señor con la Liturgia de las Horas; debe profundizar y poner al día la comprensión eclesial del mensaje con un estudio asiduo que requiere un compromiso de formación permanente, tan necesario hoy para profundizar, puntualizar y actualizar los conocimientos de la teología en sus varias dimensiones: dogma, moral, liturgia, pastoral, espiritualidad. Todo ello sostenido por una auténtica teología bíblica.

4. Vuestro pueblo, sencillo e inteligente, espera de vosotros esa predicación íntegra de la fe católica, sembrada a manos llenas en el terreno fértil de una fe tradicional y acogedora, de una piedad popular que, si necesita siempre ser evangelizada, es ya campo surcado por el Espíritu para acoger esa evangelización y catequesis.

Las circunstancias dolorosas que atraviesan vuestros países, ¿no son una exigencia de intensificación de esa siembra? ¿No pide vuestro pueblo razones para creer y para esperar, motivos para amar y para construir, que sólo pueden venir de Cristo y de su Iglesia?

Por eso no defraudéis a los pobres del Señor que os piden el pan del Evangelio, el alimento sólido de la fe católica segura e íntegra, para que sepan discernir y elegir ante otras predicaciones e ideologías que no son el mensaje de Jesucristo y de su Iglesia. En esa tarea eclesial está vuestro cometido prioritario. Recordad, mis queridos hermanos, que como ya dije a los sacerdotes y religiosos de México “no sois dirigentes sociales, líderes políticos o funcionarios de un poder temporal” (Juan Pablo II, Encuentro con los sacerdotes diocesanos y religiosos, Basílica de Guadalupe, México, 27 de enero de 1979: Insegnamenti di Giovanni Paolo II, II [1979] 176).

Espera vuestra palabra fiel y autorizada una juventud generosa, que ya no cree en las fáciles promesas de una sociedad capitalista o que a veces sucumbe ante el espejismo de un compromiso revolucionario que quiere cambiar las cosas y las estructuras, recurriendo incluso a la violencia, ¿No están espetando también muchos jóvenes ese anuncio de un Cristo que salva y libera, que cambia el corazón y provoca una pacífica pero decisiva revolución, fruto del amor cristiano? Y si les fascinan otros líderes, ¿no será porque no se les ha presentado adecuadamente, sin deformaciones, a Cristo?

5. Sois sacerdotes con una grave responsabilidad en esta hora de la Iglesia en vuestras naciones. En vuestras manos deposito una necesaria tarea de comunión y de diálogo.

El sacerdote, en efecto, es el servidor de la comunión eclesial. A él le corresponde congregar a la comunidad cristiana para vivir la eucaristía de manera que sea la celebración del misterio de Jesús, la fuente y la escuela de la vida de las comunidades. Por eso, su lugar está ante todo en el altar; para predicar la palabra y celebrar los sacramentos; para ofrecer el sacrificio y distribuir el pan de la vida.

Los fieles que necesitan una palabra de consejo y de consuelo quieren verlo disponible y fácilmente identificable, aun por su manera de vestir; todos los que necesitan la gracia del perdón y de la reconciliación esperan que les sea fácil encontrar al sacerdote en el ejercicio de este indispensable ministerio de salvación, donde el contacto personal facilita el crecimiento y maduración de los cristianos.

Hoy más que nunca, ante la escasez de sacerdotes y las grandes necesidades de la comunidad eclesial, el sacerdote esta llamado a una inteligente misión de promoción del laicado, de animación de la comunidad, para que los fieles se responsabilicen de esos ministerios que les competen en razón de su bautismo.

¡Qué gozo puede experimentar el ministro de Cristo que ve formarse a su alrededor una comunidad madura, donde surgen los diversos ministerios de catequesis, de caridad, de promoción! Qué alegría sobre todo cuando es capaz de colaborar con la gracia de Dios, para que nuevas vocaciones sacerdotales aseguren un relevo en medio de la comunidad cristiana! Permitidme que os insista en este deber que ha de inquietar el corazón de cada sacerdote: ser instrumento de promoción vocacional con su palabra y oración, con su ejemplo, con el testimonio de una vida consagrada por entero al servicio de Cristo y de los hermanos.

6. El sacerdote tiene que ser el hombre del diálogo. En su tarea de mediador debe asumir con valentía el riesgo de hacer de puente entre diversas tendencias, de fomentar la concordia, de buscar soluciones justas ante situaciones difíciles.

La opción del cristiano y más la del sacerdote resulta a veces dramática. Aun siendo firme contra el error, no puede estar contra nadie, pues todos somos hermanos o, al límite, enemigos que tiene que amar según el Evangelio; tiene que abrazar a todos, pues todos son hijos de Dios y dar la vida, si es necesario, por todos sus hermanos. Aquí radica con frecuencia el drama del sacerdote, impulsado por diversas tendencias, acosado por opciones partidistas.

Llamado a hacer una opción preferencial por los pobres, no puede ignorar que hay una pobreza radical allí donde Dios no vive en el corazón del hombre esclavizado por el poder, el placer, el dinero, la violencia. También a estos pobres debe extender su misión.

Por eso, el sacerdote es pregonero de la misericordia de Dios y no sólo predicador de la justicia. Tiene que hacer resonar el mensaje de la conversión para todos, anunciar la reconciliación en Cristo Jesús, que es nuestra paz y derriba todo muro de división entre los hombres (cf. Ef 2, 14). Este ministerio de los sacerdotes adquiere una importancia especial dentro del marco del Ano Santo de la Redención, que he querido proclamar para que sea celebrado en la Iglesia universal.

Sed vosotros, queridos sacerdotes, testigos de esta redención universal. Proclamad conmigo: “Abrid de par en par las puertas a Cristo Redentor”. Es como si el Señor quisiera ofrecernos la oportunidad de renovar aspectos olvidados quizá en nuestro ministerio sacerdotal: la predicación de la conversión a Cristo, necesaria para todos, abierta a todos; la llamada a la reconciliación, urgente para la humanidad, a todos los niveles. Convertidos y reconciliados, seamos nosotros ante los hombres, testigos y ministros de la redención de Cristo, dispuestos a dar la vida, si es necesario, por esta reconciliación de los hermanos.

7. La vida del sacerdote, como la de Cristo, es servicio de amor. El mejor testimonio de una opción radical por Cristo y por el Evangelio consiste en poder decir con verdad esas palabras de la oración de la Iglesia: “No vivamos ya para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó” (Prex eucharistica IV). Vivir para El es vivir como El, y su palabra es perentoria: “El que quiere ser el primero entre vosotros que sea vuestro esclavo: de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20, 27-28).

Vuestra sencillez, vuestra pobreza y afabilidad, serán signo evidente de vuestra consagración al Evangelio; con vuestra disponibilidad para escuchar, acoger, ayudar material y espiritualmente a vuestros hermanos, seréis testigos del que no vino a ser servido sino a servir. En la pureza de intención de vuestro servicio, en el desprendimiento de las cosas materiales encontraréis la libertad para ser testigos de Aquel que vino a nosotros como Siervo del Señor y nos lo entregó todo, pues dio la vida por nosotros.

8. Mis queridos sacerdotes: Ojalá se renueve en vosotros con este encuentro la ilusión del día de vuestra ordenación sacerdotal, enriquecida ahora con la experiencia de un amor fiel a Cristo y a vuestro pueblo.

Permaneced unidos. Pensad que en la unidad está la fuerza de la Iglesia. Mantened siempre la comunión con vuestros Pastores, más necesaria cuanto más difíciles son las circunstancias en las que vive una Iglesia particular. En la fuerza de la unidad tendréis incluso la garantía de un peso moral ante la sociedad, la posibilidad de hacer presente y defender con eficacia la causa de los más necesitados. De vuestras divisiones se aprovecharían, en cambio, quienes quieren instrumentalizar vuestro ministerio.

Como Sucesor de Pedro quiero confirmaros el amor y el apoyo de la Iglesia universal, que os contempla con la esperanza de ver confirmada la paz en vuestras naciones, reconciliados en la justicia con todos los hijos del pueblo salvadoreño y centroamericano.

Os encomiendo a la Virgen, Reina de la Paz, como la invocáis en esta tierra. Ella es Madre de todos, ejemplo de un compromiso con la voluntad de Dios y con la historia de su pueblo. Que Ella os ayude en vuestro ministerio de reconciliación, en vuestra misión evangelizadora, para que seáis, con vuestro compromiso, auténticos discípulos de Cristo. Así sea.

CALENDARIO

6 MARTES DE LA XXIII SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria

Misa
de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- 1 Cor 6, 1-11.
Un hermano tiene que estar en pleito con otro y además entre gentiles.
- Sal 149. R. El Señor ama a su pueblo.
- Lc 6, 12-19. Pasó la noche orando. Escogió a doce, a los que también nombró apóstoles.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 7 de septiembre, pág. 538.
CALENDARIOS: Mérida-Badajoz y Coria-Cáceres: Bienaventurada Virgen María de Guadalupe (S). Plasencia: (F). Toledo: (MO).
Tenerife: Dedicación de la iglesia-catedral (F).
Asidonia-Jeréz: Beata Carmen Moreno Benítez, virgen y mártir (MO). Huelva: (ML).
Servitas: Beato Buenaventura de Forlí, presbítero (MO).
Dominicos: Beato Bertrán de Garrigues, presbítero, o beatos Julia Stanislava y Miguel Czartorsky (ML).
Valencia: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Javier Salinas Viñals, obispo auxiliar (1992).

TEXTOS MISA

De todos los santos Apóstoles
Esta misa se dice con vestiduras de color rojo.

Antífona de entrada Cf. Jn 15, 16
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca, dice el Señor.
Non vos me elegístis, sed ego elégi vos, ut eátis et fructum afferátis, et fructus vester máneat, dicit Dóminus.

Monición de entrada
Conmemoramos hoy a los santos apóstoles, elegidos por Cristo, enviados suyos al mundo entero. Ellos son los continuadores inmediatos de la obra de Cristo. Sobre ellos se fundamenta la Iglesia, como un edificio sobre sus cimientos. Por esto, la Iglesia es esencialmente apostólica, porque vive de la fe que ellos predicaron y del testimonio que ellos dieron. Ellos recibieron del Señor el mandato de celebrar la eucaristía en conmemoración suya y hoy lo seguimos cumpliendo en la Iglesia por el ministerio de sus sucesores, los obispos, y sus colaboradores, los sacerdotes.

Oración colecta
Exulte siempre, Señor, tu Iglesia, al celebrar constantemente a los santos apóstoles, para que se deje guiar por estos pastores cuya doctrina y méritos la llenan de alegría. Por nuestro Señor Jesucristo.
Beatórum Apostolórum honóre contínuo Ecclésia tua, Dómine, semper exsúltet, ut his praesúlibus gubernétur, quorum doctrína gaudet et méritis. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Martes de la XXIII semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 1 Cor 6, 1-11
Un hermano tiene que estar en pleito con otro y además entre gentiles
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
¿Hay alguien entre vosotros que, teniendo un pleito con otro, se atreve a llevarlo a juicio ante los impíos y no ante los santos?
¿Habéis olvidado que los santos juzgarán el universo? Pues si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no estaréis a la altura de juzgar minucias?
Recordad que juzgaremos a ángeles; cuánto más, asuntos de la vida ordinaria.
De manera que para juzgar los asuntos ordinarios dais jurisdicción a gente que en la Iglesia no cuenta.
¿No os da vergüenza? ¿Es que no hay entre vosotros ningún entendido que sea capaz de arbitrar entre dos hermanos?
No señor, un hermano tiene que estar en pleito con otro y además entre gentiles.
Desde cualquier punto de vista ya es un fallo que haya pleitos entre vosotros.
¿No estaría mejor sufrir la injusticia? ¿No estaría mejor dejarse robar?
En cambio, sois vosotros los injustos y los ladrones, y eso con hermanos vuestros.
¿No sabéis que ningún malhechor heredará el reino de Dios? No os hagáis ilusiones: los inmorales, idólatras, adúlteros, lujuriosos, invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios. Así erais algunos antes.
Pero fuisteis lavados, santificados, justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 149, 1bc-2. 3-4. 5-6a y 9b (R.: 4a)
R. El Señor ama a su pueblo.
Beneplácitum est Dómino in pópulo suo.
O bien: Aleluya.

V. Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. 
R. El Señor ama a su pueblo.
Beneplácitum est Dómino in pópulo suo.

V. Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
R. El Señor ama a su pueblo.
Beneplácitum est Dómino in pópulo suo.

V. Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca.
Es un honor para todos sus fieles.
R. El Señor ama a su pueblo.
Beneplácitum est Dómino in pópulo suo.

Aleluya Cf. Jn 15, 16
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo os he elegido del mundo -dice el Señor- para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. R.
Ego vos elégi de mundo, ut eátis et fructum afferátis, et fructus vester máneat, dicit Dóminus.

EVANGELIO Lc 6, 12-19
Paso la noche orando. Escogió a doce, a los que también nombró apóstoles
 Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios.
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles:
Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.
Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Del Papa Francisco, Homilía en santa Marta 28-octubre-2014
"Jesús reza", "salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios"". Por lo tanto, "Jesús reza y Jesús cura", porque "salía de Él una fuerza que curaba a todos". Precisamente "en este marco -Jesús que reza y Jesús que cura- está todo lo que se puede decir de la Iglesia: Jesús que reza por los suyos, por los fundamentos, por los discípulos, por el pueblo; y Jesús que cura, que soluciona los problemas de la gente, que da la salud del alma y del cuerpo".

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XXXIII

Hermanos, cada día de nuestra vida es una gracia del Señor, ocasión que se nos ofrece para hacer el bien y construir el reino de Dios. Invoquemos al Padre del cielo para que nos conceda caminar siempre según su voluntad.
- Por la santa Iglesia, para que, conducida por el Espíritu del Señor, sepa reconocer en la vida de cada día los signos que revelan la presencia de Dios. Oremos al Señor.
- Por nuestros pastores, para que, mediante el ministerio y la santidad personal, sean educadores y padres en la fe. Oremos al Señor.
- Por los trabajadores, para que el esfuerzo cotidiano, necesario para el sustento de la familia, contribuya a hacer más justas y cordiales las relaciones en la sociedad. Oremos al Señor.
- Por todos nosotros, renacidos en el bautismo, para que el Señor nos preserve del pecado y nos haga crecer en la experiencia viva de su Espíritu. Oremos al Señor.
Asiste, oh Padre, a tus hijos en el camino de cada día y ayúdalos a vivir con gozo los acontecimientos de la vida cotidiana. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Misa votiva:
Oración de los fieles
Hermanos, edificados sobre el cimiento de los apóstoles, oremos al Padre por su pueblo santo, diciendo:
R. Escúchanos, Señor
- Por la Iglesia, edificada sobre el cimiento de los apóstoles, a quienes el Cristo resucitado quiso manifestarse en primer lugar. Roguemos al Señor. R.
- Por el papa, que desde su sede romana preside en la caridad a toda la Iglesia y confirma en la fe a sus hermanos, y por todos los obispos que guían a las Iglesias extendidas por todo el mundo. Roguemos al Señor. R.
– Por todos aquellos que aún no conocen la Buena Noticia del Evangelio, por los que sufren el hambre, la pobreza y la enfermedad Roguemos al Señor. R.
- Por cuantos participamos en esta eucaristía, llamados a crecer hasta la plenitud de Cristo. Roguemos al Señor. R.
Dios todopoderoso, por intercesión de tus apóstoles, no permitas que seamos turbados por ningún peligro, tú, que nos has afianzado sobre la roca de la fe apostólica. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Señor, infunde en nosotros tu Espíritu Santo que derramaste con abundancia sobre los Apóstoles, para que conozcamos los dones que por ellos nos entregaste y ofrezcamos dignamente a tu gloria este sacrificio de alabanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Effúnde in nos, Dómine, quem in Apóstolos effudísti abúnde, Spíritum Sanctum tuum, ut cognoscámus ea, quae per eos nobis donásti, et sacrifícium laudis ad glóriam tuam rite offerámus. Per Christum.

PREFACIO I DE LOS APÓSTOLES
LOS APÓSTOLES, PASTORES DEL PUEBLO DE DIOS
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tú, Pastor eterno, no abandonas nunca a tu rebaño, sino que por medio de los santos apóstoles lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guías a los mismos pastores a quienes tu Hijo estableció como enviados suyos.
Por eso, con los ángeles y arcángeles, tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Qui gregem tuum, Pastor aetérne, non déseris, sed per beátos Apóstolos contínua protectióne custódis, ut iísdem rectóribus gubernétur, quos Fílii tui vicários eídem contulísti praeésse pastóres.
Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia caeléstis exércitus, hymnum glóriae tuae cánimus, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO

Antífona de la comunión Cf. Mt 19, 28
Vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel, dice el Señor.
Vos, qui secúti estis me, sedébitis super sedes, iudicántes duódecim tribus Israel, dicit Dóminus.

Oración después de la comunión
Oh, Dios, haz que perseveremos con alegría y sencillez de corazón en la doctrina de los apóstoles, comulgando en la fracción del pan y en las oraciones. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fac nos, Deus, cum exsultatióne et simplicitáte cordis perseveráre in doctrína Apostolórum, in fractióne panis communicántes et oratiónibus. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 7 de septiembre
1. En Alise, en el territorio de los eduos, en la Galia, hoy Francia, santa Regina, mártir(s. inc.)
2. En Pompeyópolis, en Cilicia, actual Turquía, san Sozonte, mártir(s. inc.)
3. En Benevento, localidad de Campania, en la Italia actual, santos mártires Festo, diácono, y Desiderio, lector. (s. IV)
4. En Orleans, en la Galia Lugdunense, Francia en la actualidad, san Evorcio, obispo. (s. IV)
5*. En Aosta, en el territorio italiano de los  Alpes Grayos, san Grato, obispo(s. V)
6. En Breuil, de la Galia Trecense, actual Francia, santos Memorio (antes Nemorio) y compañeros, mártires, según la tradición, bajo Atila, rey de los hunos. (s. V)
7*. En Châlons, en la Galia Lugdunense, también en Francia, san Alpino, obispo, discípulo de san Lupo de Troyes. (s. V)
8. En Saint-Cloud, en el territorio de París, de nuevo en la Galia, san Clodoaldo, presbítero, que, de estirpe regia, asesinados sus padres y hermanos y tutelado por su abuela, santa Clotilde, se hizo clérigo y renunció al reino terreno. (560)
9*. En Albi, en Aquitania, asimismo en Francia, santa Carísima, virgen de vida recluida. (s. VI/VII)
10*. En Maubeuge, en la región de Hainaut, en Austrasia, de nuevo en la actual Francia, santa Madelberta, abadesa, sucesora de su hermana santa Adeltruda. (c. 705)
11*. En Flandes, en la actual Bélgica, conmemoración de san Hilduardo, obispo. (c. 760)
12*. En Toul, en la Lotaringia, actualmente Francia, san Gauzlino, obispo, promotor de la vida monástica. (962)
13*. En Gubbio, en la región de Umbría, en Italia, san Juan de Lodi, obispo, acompañante de san Pedro Damiano en legaciones. (c. 1106)
14*. En Die, en Francia, san Esteban de Chatillon, obispo, que, sacado de la soledad cenobítica de la Cartuja de Les Portes (Belley), presidió la Iglesia con gran diligencia y sin menoscabo de su austeridad cartujana. (1208)
15. En Kosice, en los montes Cárpatos, en la actual Eslovaquia, santos mártires Marcos Crisino, presbítero de Esztergom, Esteban Pongracz y Melchor Grodziecki, presbíteros de la Orden de la Compañía de Jesús, a quienes ni el hambre, ni las máquinas, ni los tormentos del fuego les hicieron abjurar de la fe católica. (1619)
16*. En Nagasaki, de Japón, beatos mártires Tomás Tsuji, presbítero jesuita, Luis Maki y su hijo Juan, condenados al fuego a causa de su fe cristiana. (1627)
17*. En Londres, en Inglaterra, beatos Randulfo Corby, jesuita, y Juan Duckett, presbíteros y mártires, que, en tiempo del rey Carlos I, fueron condenados a muerte en el patíbulo de Tyburn por haber entrado en Inglaterra como sacerdotes, y alcanzaron así la palma celestial. (1644)
18*. En una nave anclada frente a Rochefort, en Francia, beatos Claudio Bernabé Laurent de Mascloux y Francisco d’Oudinot de la Boissière, presbíteros y mártires, que, durante la Revolución Francesa fueron detenidos por ser sacerdotes y por Cristo murieron enfermos de inanición. (1794)
19*. En la isla Woodlark, en Oceanía, beato Juan Bautista Mazzucconi, presbítero del Instituto de Milán para Misiones Extranjeras y mártir, que después de dos años evangelizando, ya exhausto por fiebres y llagas, fue decapitado por quienes odiaban la fe. (1855)
20*. En Parma, ciudad de Emilia-Romaña, en Italia, beata Eugenia Picco, virgen de la Congregación de Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que, entregada al cumplimiento de la voluntad de Dios, promovió la dignidad de la mujer y se dedicó a la formación de las religiosas. (1921)
21*. En Gandía, ciudad de la provincia de Valencia, en España, beata Ascensión de San José de Calasanz Lloret Marco, virgen del Instituto de Hermanas de las Escuelas Cristianas y mártir, que culminó su vida terrena en la persecución contra la Iglesia, afirmando su fe religiosa. (1936)
Beato Ignatius Kłopotowski (1866-1931) Religioso, fundador de la Congregación de las Hermanas Loretanas, en Polonia. En los últimos años de su vida fue párroco en la iglesia de san Floriano, cuidaba de los pobres y los “sin techo”, y se dedicó también al apostolado de la palabra de Dios mediante el trabajo editorial.

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