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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

viernes, 6 de mayo de 2022

Viernes 10 junio 2022, Viernes de la X semana del Tiempo Ordinario, feria (o misa por los difuntos).

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL "PASTORES GREGIS"
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Las Conferencias episcopales


63. En modo alguno se pretende con esto disminuir la importancia y la utilidad de las Conferencias de los Obispos, cuya configuración institucional fue trazada ya en el último Concilio y precisada ulteriormente en el Código de Derecho Canónico y en el reciente Motu proprio Apostolos suos [261]. En las Iglesias católicas orientales existen Instituciones análogas, como las Asambleas de los Jerarcas de diversas Iglesias sui iuris, previstas por el Código de los Cánones de las Iglesias Orientales «a fin de que, comunicándose las luces de prudencia y experiencia e intercambiando pareceres, se obtenga una santa cooperación de fuerzas para el bien común de las Iglesias, mediante la cual se fomente la unidad de acción, se apoyen obras comunes, se promueva mejor el bien de la religión y se observe más eficazmente la disciplina eclesiástica» [262].

Estas asambleas de Obispos son hoy, como decían también los Padres sinodales, un instrumento válido para expresar y poner en práctica el espíritu colegial de los Obispos. Por eso se han de revalorizar aún más las Conferencias episcopales en todas sus potencialidades [263]. En efecto, éstas «se han desarrollado notablemente y han asumido el papel de órgano preferido por los Obispos de una nación o de un determinado territorio para el intercambio de puntos de vista, la consulta recíproca y la colaboración en favor del bien común de la Iglesia: 'se han constituido en estos años en una realidad concreta, viva y eficiente en todas las partes del mundo'. Su importancia obedece al hecho de que contribuye eficazmente a la unidad entre los Obispos y, por tanto, a la unidad de la Iglesia, al ser un instrumento muy válido para afianzar la comunión eclesial» [264].

Dado que las Conferencias episcopales están formadas sólo por los Obispos y los que por derecho son equiparados a ellos, aunque no tengan carácter episcopal [265], su fundamento teológico, a diferencia de los Concilios particulares, reside directamente en la dimensión colegial de la responsabilidad del gobierno episcopal. Sólo indirectamente lo es la comunión entre las Iglesias.

En todo caso, siendo las Conferencias episcopales un órgano permanente que se reúne periódicamente, su función será eficaz si se la considera una ayuda auxiliar a la función que cada Obispo desarrolla por derecho divino en su propia Iglesia. En efecto, en cada Iglesia el Obispo diocesano apacienta en nombre del Señor la grey que se le ha confiado, como pastor propio, ordinario e inmediato, y su actuación es estrictamente personal, no colegial, aunque esté animado por el espíritu de comunión. Por tanto, por lo que se refiere a las agrupaciones de Iglesias particulares por zonas geográficas (nación, región, etc.), los Obispos que presiden las Iglesias no ejercen conjuntamente su solicitud pastoral con actos colegiales iguales a los del Colegio episcopal, el cual, como sujeto teológico, es indivisible [266]. Por eso, los Obispos de cada Conferencia episcopal, reunidos en Asamblea, ejercen conjuntamente para el bien de sus fieles y en los límites de las competencias que les otorgan el derecho o un mandato de la Sede Apostólica, sólo algunas de las funciones que se desprenden de su ministerio pastoral (munus pastorale) [267].

Es verdad que las Conferencias episcopales más numerosas requieren una organización compleja, precisamente para ofrecer su servicio a cada uno de los Obispos que forman parte de ella, y por tanto a cada Iglesia. No obstante, se ha de evitar «la burocratización de los oficios y de las comisiones que actúan entre las reuniones plenarias» [268]. En efecto, las Conferencias episcopales «con sus comisiones y oficios existen para ayudar a los Obispos y no para sustituirlos» [269]. Y, menos aún, para constituir una estructura intermedia entre la Sede Apostólica y cada uno de los Obispos. Las Conferencias episcopales pueden ofrecer una ayuda válida a la Sede Apostólica expresando su parecer sobre problemas específicos de carácter más general [270].

Las Conferencias episcopales expresan y ponen en práctica el espíritu colegial que une a los Obispos y, por consiguiente, la comunión entre las diversas Iglesias, estableciendo entre ellas, especialmente entre las más cercanas, estrechas relaciones para buscar un bien mayor [271]. Esto puede hacerse de varias formas, mediante consejos, simposios o federaciones. Las reuniones continentales de los Obispos tienen una importancia notable, aunque nunca asumen las competencias que se reconocen a las Conferencias episcopales. Dichas reuniones ayudan mucho a fomentar entre las Conferencias episcopales de las diversas naciones esa colaboración que, en este tiempo de «globalización», resulta tan necesaria para afrontar sus desafíos y poner en marcha una verdadera «globalización de la solidaridad» [272].

Unidad de la Iglesia y diálogo ecuménico

64. La oración del Señor Jesús por la unidad entre todos sus discípulos (ut unum sint: Jn 17, 21) es una llamada apremiante a cada Obispo para un deber apostólico específico. No puede esperarse que dicha unidad sea fruto de nuestros esfuerzos; es sobre todo un don de la Trinidad Santa a la Iglesia. No obstante, eso no exime a los cristianos de hacer todo esfuerzo para ello, comenzando por la oración, para acelerar el camino hacia la unidad plena. Como respuesta a las oraciones e intenciones del Señor, y a su oblación en la Cruz para reunir a los hijos extraviados (cf. Jn 11, 52), la Iglesia católica se siente comprometida irreversiblemente en el diálogo ecuménico, de cuya eficacia depende su testimonio en el mundo. Hace falta, pues, perseverar en la vía del diálogo de la verdad y del amor.

Muchos Padres sinodales se refirieron a la vocación específica que tiene todo Obispo de promover en la propia diócesis este diálogo y llevarlo adelante in veritate et caritate (cf. Ef 4, 15). En efecto, el escándalo de la división entre los cristianos es percibido por todos como un signo contrario a la esperanza cristiana. Como formas concretas para promover el diálogo ecuménico se indicaron un mejor conocimiento recíproco entre la Iglesia católica y las otras Iglesias y Comunidades eclesiales que no están en plena comunión con ella; encuentros e iniciativas apropiadas y, sobre todo, el testimonio de la caridad. Efectivamente, existe un ecumenismo de la vida cotidiana, hecho de acogida recíproca, escucha y colaboración, que tiene una poderosa eficacia.

Por otro lado, los Padres sinodales advirtieron sobre el riesgo de gestos poco ponderados, signos de un «ecumenismo impaciente», que pueden dañar el proceso actual hacia la plena unidad. Por eso, es muy importante que todos acepten y pongan en práctica los rectos principios del diálogo ecuménico, y que se insista sobre ellos en los seminarios con los candidatos al ministerio sagrado, en las parroquias y en las otras estructuras eclesiales. Por lo demás, la misma vida interior de la Iglesia ha de dar testimonio de unidad, respetando y ampliando cada vez más los ámbitos en que se acojan y desarrollen las grandes riquezas de las diversas tradiciones teológicas, espirituales, litúrgicas y disciplinares [273].

Índole misionera del ministerio episcopal

65. Los Obispos, como miembros del Colegio episcopal, no sólo son consagrados para una diócesis, sino para la salvación de todos los hombres [274]. Los Padres sinodales volvieron a recordar esta doctrina expuesta en el Concilio Vaticano II para destacar que cada Obispo ha de ser consciente de la índole misionera del propio ministerio pastoral. Toda su acción pastoral, pues, debe estar caracterizada por un espíritu misionero, para suscitar y conservar en el ánimo de los fieles el ardor por la difusión del Evangelio. Por eso es tarea del Obispo suscitar, promover y dirigir en la propia diócesis actividades e iniciativas misioneras, incluso bajo el aspecto económico [275].

Además, como se ha afirmado en el Sínodo, es sumamente importante animar la dimensión misionera en la propia Iglesia particular promoviendo, según las diversas situaciones, valores fundamentales tales como el reconocimiento del prójimo, el respeto de la diversidad cultural y una sana interacción entre culturas diferentes. Por otro lado, el carácter cada vez más multicultural de las ciudades y grupos sociales, sobre todo como resultado de la emigración internacional, crea situaciones nuevas en las que surge un desafío misionero peculiar.

En el Aula sinodal hubo también intervenciones que pusieron de relieve algunas cuestiones sobre la relación entre los Obispos diocesanos y las Congregaciones religiosas misioneras, subrayando la necesidad de un reflexión más profunda al respecto. Al mismo tiempo, se reconoció la gran aportación de experiencia que puede recibir una Iglesia particular de las Congregaciones de vida consagradas para mantener viva entre los fieles la dimensión misionera.

El Obispo ha de mostrarse en este aspecto como siervo y testigo de la esperanza. En efecto, la misión es sin duda el indicador exacto de la fe en Cristo y en su amor por nosotros [276]: ella mueve al hombre de todos los tiempos hacia una vida nueva, animada por la esperanza. Al anunciar a Cristo resucitado, los cristianos presentan a Aquél que inaugura un nueva era de la historia y proclaman al mundo la buena noticia de una salvación integral y universal, que contiene en sí la prenda de un mundo nuevo, donde el dolor y la injusticia darán paso a la alegría y a la belleza. Al principio de un nuevo milenio, cuando la conciencia de la universalidad de la salvación se ha acentuado y se comprueba que se debe renovar cada día el anuncio del Evangelio, la Asamblea sinodal lanza una invitación a no disminuir el compromiso misionero, sino más bien a ampliarlo en una cooperación misionera cada vez más profunda.

[261] Cf. AAS 90 (1998), 641-658.
[262] C. 322.
[263] Cf. Propositiones 29 y 30.
[264] Motu proprio Apostolos suos (21 mayo 1998), 6: AAS 90 (1998), 645-646.
[265] Cf. Código de Derecho Canónico, c. 450.
[266] Cf. Motu proprio Apostolos suos (21 mayo 1998), 10.12: AAS 90 (1998), 648-650.
[267] Cf. ibíd., nn. 12; 13; 19: l.c., 649-651.653-654; Código de Derecho Canónico, cc. 381 § 1; 447; 455 § 1.
[268] Motu proprio Apostolos suos (21 mayo 1998), 18: AAS 90 (1998), 653.
[269] Ibíd.
[270] Cf. Propositio 25.
[271] Cf. Código de Derecho Canónico, c. 459 § 1.
[272] Cf. Propositio 30.
[273] Cf. Propositio 60.
[274]Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, 38.
[275] Cf. Propositio 63.
[276] Cf. Carta enc. Redemptoris missio (7 diciembre 1990), 11: AAS 83 (1991), 259-260.

CALENDARIO

17 VIERNES DE LA XI SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria

Misa
de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- 2 Re 11, 1-4. 9-18. 20.
Ungieron a Joás y gritaron: «¡Viva el rey!».
- Sal 131. R. El Señor ha elegido Sion para vivir en ella.
- Mt 6, 19-23. Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 18 de junio, pág. 370.
CALENDARIOS: Teatinos: Beato Pablo Burali, obispo (MO).
León: Santa Teresa, religiosa (ML).
OCSO: Beato José Cassant, monje cisterciense (ML).
Ibiza: Aniversario de la muerte de Mons. Francisco Planas Muntaner, obispo, emérito (1985).

TEXTOS MISA

Misa de la feria:
de la X semana del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Misa de difuntos:

III. EN DIVERSAS CONMEMORACIONES.
B. Por varios o por todos los difuntos 4


Antífona de entrada Sal 30, 2
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo.
In te, Dómine, sperávi, non confúndar in aetérnum; in iustítia tua líbera me.

Monición de entrada
La Iglesia siempre ha mantenido una gran veneración por los difuntos, orando por ellos, especialmente en la celebración de la eucaristía, donde rogamos al Señor de la Vida que tenga misericordia de ellos y los admita en el banquete del reino de los cielos. Por eso, en esta eucaristía, imploramos humildemente a Dios, que mire benignamente a nuestros hermanos, para que gocen eternamente de la compañía del Señor.

Oración colecta
Oh, Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, concede a tus siervos el perdón de todos sus pecados, para que consigan, por estas piadosas súplicas, la misericordia que siempre desearon. Por nuestro Señor Jesucristo.
Fidélium, Deus, ómnium cónditor et redémptor, fámulis tuis remissiónem cunctórum tríbue peccatórum, ut indulgéntiam, quam semper optavérunt, piis supplicatiónibus consequántur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Viernes de la X semana de Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 1 Re 19, 9a. 11-16
Permanece de pie en el monte ante el Señor

Lectura del primer libro de los Reyes.

En aquellos días, Elías llegó hasta Horeb, el monte de Dios, se introdujo en la cueva y pasó la noche.
Le llegó la palabra del Señor, y le dijo:
«Sal y permanece de pie en el monte ante el Señor».
Entonces pasó el Señor y hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor. Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el Señor.
Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor.
Después del fuego el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se mantuvo en pie a la entrada de la cueva.
Le llegó una voz que le dijo:
«¿Qué haces aquí, Elías?», y él respondió:
«Ardo en celo por el Señor, Dios del universo, porque los hijos de Israel han abandonado tu alianza, derribado tus altares y pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para arrebatármela».
Le dijo el Señor:
«Vuelve a tu camino en dirección al desierto de Damasco.
Cuando llegues, unge rey de Siria a Jazael, rey de Israel a Jehú, hijo de Nimsí, y profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 26, 7-8ab. 8c-9abcd. 13-14 (R.: 8c)
R. 
Tu rostro buscaré, Señor.
Fáciem tuam, Dómine, requíram.

V. Escúchame, Señor,
que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro».
R. Tu rostro buscaré, Señor.
Fáciem tuam, Dómine, requíram.

V. Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches.
R. Tu rostro buscaré, Señor.
Fáciem tuam, Dómine, requíram.

V. Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
R. Tu rostro buscaré, Señor.
Fáciem tuam, Dómine, requíram.

Aleluya Flp 2, 15d. 16A
R.
 Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Brilláis como lumbreras del mundo, manteniendo firme la palabra de la vida. R.
Lucétis sicut luminária in mundo, verbum vitæ continéntes.

EVANGELIO Mt 5, 27-32
Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y e! que se casa con la repudiada comete adulterio».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía en santa Marta 15-junio-2018
Será bueno, pues, mirar a esas mujeres y pensar que, ante nuestra libertad, ellas son esclavas de ese pensamiento del descarte. Todo esto pasa aquí, en Roma, y en cualquier ciudad: las mujeres anónimas, esas mujeres -podemos decir- "sin mirada", porque la vergüenza les tapa la mirada; mujeres que no saben reír y muchas no conocen la alegría de criar y oírse llamar "mamá". También en la vida ordinaria, sin ir a esos sitios, ese pésimo pensamiento de rechazar a la mujer, la convierte en objeto de segunda clase. Deberíamos pensarlo mejor. Porque, cayendo en ese pensamiento, despreciamos la imagen de Dios, que hizo juntos al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. Que este pasaje del Evangelio nos ayude a pensar en el mercado de mujeres, mercado, sí, la trata, la explotación que se ve; y también en el que no se ve, el que se hace y no se ve. ¡Se pisotea a la mujer por ser mujer! Pero Jesús tuvo una madre, y tuvo tantas amigas que le seguían para ayudarle en su ministerio y apoyarle. Y encontró a muchas mujeres despreciadas, marginadas, descartadas, a las que levantó con tanta ternura, devolviéndoles su dignidad.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario VIII

Al celebrar estos sagrados misterios, pidamos al Dios de la salvación que escuche misericordiosamente nuestras plegarias.
- Para que conceda a la Iglesia la libertad y la paz. Roguemos al Señor.
- Para que se digne establecer y conservar la justicia en todas las naciones. Roguemos al Señor.
- Para que descubra a los poderosos que mandar es servir. Roguemos al Señor.
- Para que dé a los súbditos una obediencia sin servilismo. Roguemos al Señor.
- Para que perdone a los pecadores, proteja a los justos, consuele a los que sufren y dé la salud a los enfermos. Roguemos al Señor.
- Para que despierte en nosotros el amor a los pobres y el deseo del cielo. Roguemos al Señor.
- Para que conceda el descanso eterno a nuestros hermanos difuntos. Roguemos al Señor.
Oh, Dios, que derramas sobre los corazones de tus fieles el don de la caridad; concede a tus siervos la salud del alma y del cuerpo para que vivan en tu amor, cumpliendo tus mandatos. Por Jesucristo nuestro Señor.

Misa de difuntos:
Oración sobre las ofrendas
Ten misericordia, Señor, de tus siervos [N. y N.] por quienes te ofrecemos este sacrificio de reconciliación; y, ya que permanecieron fieles a la fe católica en este mundo, obtengan la recompensa en la vida futura. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Propitiáre, quaesumus, Dómine, fámulis tuis (N. et N.) pro quibus tibi hóstias placatiónis offérimus, et, quia in fide cathólica in hac luce permansérunt, in futúra vita eis retribútio condonétur. Per Christum.

PREFACIO IV DE DIFUNTOS
LA VIDA TERRENA Y LA GLORIA CELESTE
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Bajo tu poder hemos nacido, con tu libertad nos gobernamos, y por un mandato tuyo a causa del pecado, somos devueltos a la tierra de la que habíamos sido sacados.
Y los redimidos por la muerte de tu Hijo, por una señal tuya, seremos despertados a la gloria de su misma resurrección.
Por eso, con los ángeles y con la multitud de los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Cuius império náscimur, cuius arbítrio régimur, cuius praecépto in terra, de qua sumpti sumus, peccáti lege absólvimur. Et, qui per mortem Fílii tui redémpti sumus, ad ipsíus resurrectiónis glóriam tuo nutu excitámur.
Et ídeo, cum Angelórum atque Sanctórum turba, hymnum laudis tibi cánimus, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

Antífona de comunión Cf. Jn 8, 12

Yo soy la luz del mundo, dice el Señor. El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Ego sum lux mundi, dicit Dóminus; qui séquitur me, non ámbulat in ténebris, sed habébit lumen vitae.

Oración después de la comunión
Señor, que nuestras súplicas ayuden a tus siervos, para que les purifiques de toda culpa por este sacrificio, y les hagas partícipes de la salvación eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
Animábus famulórum tuórum, quaesumus, Dómine, orátio profíciat supplicántium, ut eos, his sacrifíciis, et a peccátis ómnibus éxuas, et aetérnae salvatiónis fácias esse partícipes. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 11 de junio
Memoria de san Bernabé, apóstol, varón bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe, que formó parte de los primeros creyentes en Jerusalén, predicó el Evangelio en Antioquía e introdujo entre los hermanos a Saulo de Tarso, recién convertido. Con él realizó un primer viaje por Asia para anunciar la Palabra de Dios, participó luego en el Concilio de Jerusalén y terminó sus días en la isla de Chipre, su patria, sin cesar de difundir el Evangelio. (s. I)
2. En Nápoles, en la región hoy italiana de Campania, san Máximo, obispo, que por su fidelidad a la fe de Nicea fue desterrado por el emperador Constancio, donde murió consumido por las tribulaciones. (s. IV)
3. En Bremen, en Sajonia, actualmente Alemania, san Remberto, obispo de Hamburgo y Bremen, fiel discípulo y sucesor de san Oscar, que continuó su ministerio por tierras de Dinamarca y Suecia, y en tiempo de las incursiones de los normandos se preocupó de redimir a los cautivos. (888)
4*. En Maguncia, lugar de Franconia, de nuevo en la actual Alemania, beato Bardón, obispo, el cual, siendo abad del monasterio de Hersfeld, fue elevado al orden episcopal y trabajó con suma solicitud pastoral para bien de su iglesia. (1051)
5*. En el monasterio de La Chambre, cerca de Bruselas, en Brabante, Hoy Bélgica, santa Alicia o Aleide, virgen, de la Orden Cisterciense, que a los veintidós años de edad habiendo enfermado de lepra, se vio obligada a vivir marginada, y hacia el final de su vida, perdida incluso la vista, ni un solo miembro de su cuerpo quedó sano, excepto su lengua para cantar las alabanzas de Dios. (1250)
6. En Treviso, en el territorio de Venecia, actualmente Italia, san Paris, presbítero de la Orden de los Camaldulenses, que fue director espiritual de religiosas durante setenta y siete años, y falleció a la edad de ciento ocho años. (1267)
7*. En Gniezno, lugar de Polonia, beata Yolanda, abadesa, la cual, a la muerte de su esposo, el duque Boleslao el Piadoso, abandonó todos los bienes temporales y, junto con su hija, profesó la vida monástica en la Orden de las Clarisas. (1298)
8*. En Saluzzo, en la región del Piamonte, en la Italia actual, beato Esteban Bandelli, presbítero de la Orden de Predicadores, egregio en la predicación y el sacramento de la Confesión. (1450)
9. En Salamanca, en España, san Juan de Sahagún González de Castrillo, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que, con su santidad de vida y sus coloquios constantes, logró la concordia de las facciones existentes entre los ciudadanos. (1479)
10. En Tortosa, en España, santa Rosa Francisca María de los Dolores (María Rosa) Molas y Vallvé, virgen, que transformó una asociación de piadosas mujeres en la Congregación de Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación, para asistir a las personas afligidas. (1876)
11. En Roma, santa Paula Frassinetti, virgen, quien, en medio de grandes dificultades, fundó la Congregación de Hermanas de Santa Dorotea, para la formación cristiana de las jóvenes. Se distinguió por su fortaleza de ánimo, por su gran delicadez en el obrar y por la energía con que dirigió su Instituto. (1882)
12*. En Ragusa, ciudad de la región italiana de Sicilia, beata María Schininà, virgen, que escogió una vida sencilla y humilde, dedicada a curar enfermos, abandonados y pobres, e instituyó las Hermanas del Sagrado Corazón, para prestar ayuda a todo género de miseria. (1910)
13*. En la aldea de Kara-Kenpru, cerca de Diyarbakir, en Turquía, beato Ignacio Maloyan, obispo de Mardin, en Armenia, y mártir durante el genocidio de los cristianos perpetrado en aquella región por los perseguidores de la fe. Habiendo rehusado abrazar ninguna otra religión, tras consagrar el pan para la refección espiritual de sus compañeros de cautiverio, fue fusilado junto con un ingente número de cristianos, derramando su sangre para la obtención del fruto de la paz eterna. (1915)

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