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jueves, 26 de mayo de 2022

Jueves 30 junio 2022, Jueves de la XIII semana del Tiempo Ordinario, feria o santos Protomártires de la santa Iglesia Romana, memoria libre.

SOBRE LITURGIA

JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 28 de abril de 1982

El celibato por el reino de los cielos:
su significado de acto de amor esponsalicio

1. «Hay eunucos que a sí mismos se han hecho tales por amor del reino de los cielos»; así se expresa Cristo según el Evangelio de Mateo (Mt 19, 12).

Es propio del corazón humano aceptar exigencias, incluso difíciles, en nombre del amor por un ideal y, sobre todo, en nombre del amor hacia una persona (en efecto, el amor, por esencia, está orientado hacia la persona). Y por esto, en la llamada a la continencia «por el reino de los cielos», primero los mismos discípulos y luego toda la Tradición viva descubrirán muy pronto el amor que se refiere a Cristo mismo como Esposo de la Iglesia y Esposo de las almas, a las que Él se ha entregado a Sí mismo hasta el fin, en el misterio de su Pasión y en la Eucaristía. De este modo, la continencia «por el reino de los cielos», la opción por la virginidad o por el celibato para toda la vida, ha venido a ser en la experiencia de los discípulos y de los seguidores de Cristo, un acto de respuesta especial al amor del Esposo divino y, por esto, ha adquirido el significado de un acto de amor esponsalicio, es decir, de una donación esponsalicia de sí, a fin de corresponder de modo especial al amor esponsalicio del Redentor; una donación de sí, entendida como renuncia, pero hecha sobre todo por amor.

2. Hemos sacado así toda la riqueza del contenido de que está cargado el enunciado, ciertamente conciso, pero a la vez tan profundo, de Cristo sobre la continencia «por el reino de los cielos»; pero ahora conviene prestar atención al significado que tienen estas palabras para la teología del cuerpo, lo mismo que hemos tratado de presentar y reconstruir sus fundamentos bíblicos «desde el principio». Precisamente el análisis de ese «principio bíblico», al que se refirió Cristo en la conversación con los fariseos sobre el tema del matrimonio, de su unidad e indisolubilidad (cf. Mt 19, 3-9) —poco antes de dirigir a sus discípulos las palabras sobre la continencia «por el reino de los cielos» (ib. 19, 10-12)—, nos permite recordar la profunda verdad sobre el significado esponsalicio del cuerpo humano en su masculinidad y feminidad, como la hemos deducido, a su debido tiempo, del análisis de los primeros capítulos del Génesis (y en particular del capítulo 2, 23-25). Así precisamente era necesario formular y precisar lo que encontramos en los antiguos textos.

3. La mentalidad contemporánea está habituada a pensar y hablar, sobre todo, del instinto sexual, transfiriendo al terreno de la realidad humana lo que es propio del mundo de los seres vivientes, los animalia. Ahora bien, una reflexión profunda sobre el conciso texto del capítulo primero y segundo del Génesis nos permite establecer, con certeza y convicción, que desde «el principio» se delinea en la Biblia un límite muy claro y unívoco entre el mundo de los animales (animalia) y el hombre creado a imagen y semejanza de Dios. En ese texto, aún cuando relativamente muy breve, hay, sin embargo, suficiente espacio para demostrar que el hombre tiene una conciencia clara de lo que le distingue de modo esencial de todos los seres vivientes (animalia).

4. Por lo tanto, la aplicación al hombre de esta categoría, sustancialmente naturalística, que se encierra en el concepto y en la expresión de «instinto sexual», no es del todo apropiada y adecuada. Es obvio que esta aplicación puede tener lugar, basándose en cierta analogía; efectivamente, la particularidad del hombre en relación con todo el mundo de los seres vivientes (animalia) no es tal, que el hombre, entendido desde el punto de vista de la especie, no pueda ser calificado fundamentalmente también como animal, pero animal racional. Por ello, a pesar de esta analogía, la aplicación del concepto de «instinto sexual» al hombre —dada la dualidad en la que existe como varón o mujer— limita, sin embargo, grandemente y, en cierto sentido «empequeñece» lo que es la misma masculinidad-feminidad en la dimensión personal de la subjetividad humana. Limita y «empequeñece» también aquello, en virtud de lo cual, los dos, el hombre y la mujer, se unen de manera que llegan a ser una sola carne (cf. Gén 2, 24). Para expresar esto de modo apropiado y adecuado, hay que servirse también de un análisis diverso de ese naturalístico. Y precisamente el estudio del «principio» bíblico nos obliga a hacer esto de manera convincente. La verdad sobre el significado esponsalicio del cuerpo humano en su masculinidad y feminidad, deducida de los primeros capítulos del Génesis (y en particular del capítulo 2, 23-25), o sea, el descubrimiento a la vez del significado esponsalicio del cuerpo en la estructura personal de la subjetividad del hombre y de la mujer, parece ser en este ámbito un concepto-clave y, al mismo tiempo, el único apropiado y adecuado.

5. Ahora bien, precisamente en relación con este concepto, con esta verdad sobre el significado esponsalicio del cuerpo humano, hay que leer de nuevo y entender las palabras de Cristo acerca de la continencia «por el reino de los cielos», pronunciadas en el contexto inmediato de esa referencia al «principio», sobre el cual Cristo ha fundado su doctrina acerca de la unidad e indisolubilidad del matrimonio. En la base de la llamada de Cristo a la continencia está no sólo el «instinto sexual», como categoría de una necesidad, diría, naturalística, sino también la conciencia de la libertad del don, que está orgánicamente vinculada con la profunda y madura conciencia del significado esponsalicio del cuerpo, en la estructura total de la subjetividad personal del hombre y de la mujer. Sólo en relación a este significado de la masculinidad y feminidad de la persona humana, encuentra plena garantía y motivación la llamada a la continencia voluntaria «por el reino de los cielos». Sólo y exclusivamente en esta perspectiva dice Cristo: «El que pueda entender, que entienda» (Mt 19, 12); con esto indica que tal continencia —aunque, en todo caso, sea sobre todo un «don»—, también puede ser «entendida», esto es, sacada y deducida del concepto que el hombre tiene del propio «yo» sicosomático en su totalidad, y en particular de la masculinidad y feminidad de este «yo» en la relación recíproca, que está inscrita como «por naturaleza» en toda subjetividad humana.

6. Como recordamos por los análisis precedentes, desarrollados sobre la base del libro del Génesis (Gén 2, 23-25), esa relación recíproca de la masculinidad y feminidad, ese recíproco «para» del hombre y de la mujer, sólo puede ser entendido de modo apropiado y adecuado en el conjunto dinámico del sujeto personal. ¡Las palabras de Cristo en Mateo (19, 11-12) muestran después que ese «para», presente «desde el principio» en la base del matrimonio, puede estar también en base de la continencia «por» el reino de los cielos! Apoyándose en la misma disposición del sujeto personal gracias a la cual el hombre se vuelve a encontrar plenamente a sí mismo a través de un don sincero de sí (cf. Gaudium et spes, 24), el hombre (varón o mujer) es capaz de elegir la donación personal de sí mismo, hecha a otra persona en el pacto conyugal, donde se convierten en «una sola carne», y también es capaz de renunciar libremente a esta donación de sí a otra persona, de manera que, al elegir la continencia «por el reino de los cielos», pueda donarse a sí mismo totalmente a Cristo. Basándose en la misma disposición del sujeto personal y basándose en el mismo significado esponsalicio de ser, en cuanto cuerpo, varón o mujer, puede plasmarse el amor que compromete al hombre, en el matrimonio, para toda la vida (cf. Mt 19, 3-10), pero puede plasmarse también el amor que compromete al hombre para toda la vida en la continencia «por el reino de los cielos» (cf. Mt 19, 11-12). Cristo habla precisamente de esto en el conjunto de su enunciado, dirigiéndose a los fariseos (cf. Mt 19, 3-10) y luego a los discípulos (cf. Mt 19, 11-12).

7. Es evidente que la opción del matrimonio, tal como fue instituido por el Creador «desde el principio», supone la toma de conciencia y la aceptación interior del significado esponsalicio del cuerpo, vinculado con la masculinidad y feminidad de la persona humana. En efecto, esto es lo que se expresa de modo lapidario en los versículos del libro del Génesis. Al escuchar las palabras de Cristo, dirigidas a los discípulos, sobre la continencia «por el reino de los cielos» (cf. Mt 19, 11-12), no podemos pensar que el segundo género de opción puede hacerse de modo consciente y libre sin una referencia a la propia masculinidad o feminidad y al significado esponsalicio, que es propio del hombre precisamente en la masculinidad o feminidad de su ser sujeto personal. Más aún, a la luz de las palabras de Cristo, debemos admitir que ese segundo género de opción, es decir, la continencia por le reino de Dios, se realiza también en relación con la masculinidad o feminidad propia de la persona que hace tal opción: se realiza basándose en la plena conciencia de ese significado esponsalicio, que contienen en sí la masculinidad y la feminidad. Si esta opción se realizase por vía de algún artificioso «prescindir» de esta riqueza real de todo sujeto humano, no respondería de modo apropiado y adecuado al contenido de las palabras de Cristo en Mateo 19, 11-12.

Cristo exige aquí explícitamente una comprensión plena, cuando dice: «El que pueda entender, que entienda» (Mt 19, 12).

CALENDARIO

30 JUEVES DE LA XIII SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria o SANTOS PROTOMÁRTIRES DE LA SANTA IGLESIA ROMANA, memoria libre 

Misa de feria (verde) o de la memoria (rojo). 
MISAL: para la feria cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5) / para la memoria 1.ª orac. prop. y el resto del co- mún de mártires (para vv. mártires), o de un domingo del T.O.; Pf. común o de la memoria. 
LECC.: vol. III-par. 
- Am 7, 10-17. Ve, profetiza a mi pueblo. 
- Sal 18. R. Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. 
- Mt 9, 1-8. La gente alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad. 
o bien: cf. vol. IV. 

Liturgia de las Horas: oficio de feria o de la memoria. 

Martirologio: elogs. del 1 de julio, pág. 391. 
CALENDARIOS: Familia Paulina: San Pablo, apóstol (S). Barnabitas: (F). 
Redentoristas: Beato Jenaro-María Samelli, presbítero (MO). 
TOR: Beato Raimundo Lulio, mártir (MO). OFM y Familia Franciscana: (ML).

TEXTOS MISA

Misa de la feria: del XIII Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Misa de la memoria:
30 de junio
Santos Protomártires de la santa Iglesia Romana

La oración colecta es propia. Resto del común de mártires: I. Fuera de tiempo pascual; A. Para varios mártires 1.

Antífona de entrada

Las almas de los santos, que siguieron las huellas de Cristo, viven gozosas en el cielo. Derramaron la sangre por su amor, por eso se alegran con Cristo para siempre.
Gaudent in caelis ánimae Sanctórum, qui Christi vestígia sunt secúti; et quia pro eius amóre sánguinem suum fudérunt, ídeo cum Christo exsúltant sine fine.
O bien:
Los santos derramaron su gloriosa sangre por el Señor, amaron a Cristo en su vida, lo imitaron en su muerte: por eso merecieron la corona triunfal.
Viri sancti gloriósum sánguinem fudérunt pro Dómino, amavérunt Christum in vita sua, imitáti sunt eum in morte sua: et ídeo corónas triumpháles meruérunt.

Monición de entrada
Conmemoramos hoy en una misma celebración a todos aquellos que, acusados de haber incendiado la ciudad de Roma, fueron martirizados por orden del emperador Ncrón el año 64. Eran todos discípulos de los apóstoles y, después de ser torturados, despedazados y quemados, fueron los primeros mártires que la Iglesia de Roma presentó al Señor.

Oración colecta
Oh, Dios, que santificaste los fecundos comienzos de la Iglesia Romana con la sangre de los mártires, concédenos que nos fortalezca su valentía en la lucha de tan gran combate y nos alegremos siempre en la victoria santa. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui Románae Ecclésiae copiósa primórdia mártyrum sánguine consecrásti, concéde, quaesumus, ut firma virtúte de tanti agóne certáminis solidémur, et pia semper victória gaudeámus. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Jueves de la XIII semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Am 7, 10-17
Ve, profetiza a mi pueblo

Lectura de la profecía de Amós.

En aquellos días, Amasías, sacerdote de Betel, envió un mensaje a Jeroboan, rey de Israel:
«Amós está conspirando contra ti en medio de Israel. El país no puede ya soportar sus palabras. Esto es lo que dice Amós: Jeroboán morirá a espada, e Israel será deportado de su tierra».
Y Amasías dijo a Amós:
«Vidente: vete, huye al territorio de Judá. Allí podrás ganarte el pan, y allí profetizarás. Pero en Betel no vuelvas a profetizar, porque es el santuario del rey y la casa del reino».
Pero Amós respondió a Amasías:
«Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y un cultivador de sicomoros. Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: «Ve, profetiza a mi pueblo Israel”.
Pues bien, escucha la palabra del Señor: Tú me dices: «No profetices sobre Israel y no vaticines contra la casa de Isaac”.
Por eso, esto dice el Señor:
“Tu mujer deberá prostituirse en la ciudad,
tus hijos y tus hijas caerán por la espada,
tu tierra será repartida a cordel,
tu morirás en un país impuro
e Israel será deportado de su tierra”».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 18, 8. 9. 10. 11 (R.: 10cd)
R.
 Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
Iudícia Dómini vera, iusta ómnia simul.

V. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes.
R. Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
Iudícia Dómini vera, iusta ómnia simul.

V. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
R. Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
Iudícia Dómini vera, iusta ómnia simul.

V. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
R. Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
Iudícia Dómini vera, iusta ómnia simul.

V. Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.
R. Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
Iudícia Dómini vera, iusta ómnia simul.

Aleluya 2 Cor 5, 19ac
R.
 Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. R.
Deus erat in Christo mundum reconcílians sibi, et pósuit in nobis verbum reconciliatiónis.

EVANGELIO Mt 9, 1-8
La gente alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. En esto le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
«¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados».
Algunos de los escribas se dijeron:
«Este blasfema».
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
«¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados
—entonces dice al paralítico—: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se puso en pie y se fue a su casa.
Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Audiencia general 19-febrero.2014
A través de los sacramentos de iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora, todos lo sabemos, llevamos esta vida "en vasijas de barro" (2Co 4, 7), estamos aún sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida. Por ello el Señor Jesús quiso que la Iglesia continúe su obra de salvación también hacia los propios miembros, en especial con el sacramento de la Reconciliación y la Unción de los enfermos, que se pueden unir con el nombre de "sacramentos de curación". El sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación. Cuando yo voy a confesarme es para sanarme, curar mi alma, sanar el corazón y algo que hice y no funciona bien. La imagen bíblica que mejor los expresa, en su vínculo profundo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y los cuerpos (cf. Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; Lc 5, 17-26).

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XXV

Oremos, ahora, unidos al Señor. Él nos ofrece su amor y viene entre nosotros para salvarnos.
- Para que el Espíritu del Señor viva en su Iglesia. Roguemos al Señor.
- Para que los que sufren puedan recibir la Buena Noticia de su liberación. Roguemos al Señor.
- Para que cuantos sienten su corazón desgarrado encuentren quien los acompañe y consuele. Roguemos al Señor.
- Para que llegue a todos la gracia que el Señor nos ha prometido. Roguemos al Señor.
- Para que en nuestra patria brote la justicia. Roguemos al Señor.
- Para que entre todos los pueblos pueda renacer la alegría y la paz. Roguemos al Señor.
- Para que nuestra fidelidad a la voluntad del Padre nos convierta en sus activos colaboradores en la construcción del mundo que Él desea. Roguemos al Señor.
Padre, que colmas de bienes a los hambrientos у despides vacíos a los ricos. Ven entre nosotros y haznos cada vez más fieles a tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Misa de la memoria:
Oración sobre las ofrendas
Recibe, Padre santo, las ofrendas que te presentamos en la fiesta de tus santos mártires, y concédenos a nosotros, siervos tuyos, permanecer siempre firmes en la confesión de tu nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe, sancte Pater, múnera quae in sanctórum mártyrum commemoratióne deférimus, et nobis fámulis tuis concéde, ut in confessióne tui nóminis inveníri stábiles mereámur. Per Christum.

PREFACIO COMÚN V
PROCLAMACIÓN DEL MISTERIO DE CRISTO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque con amor celebramos su muerte, con fe viva proclamamos su resurrección, y con firme esperanza anhelamos su venida gloriosa.
Por eso, con los santos y todos los ángeles, te alabamos, proclamando sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Cuius mortem in caritáte celebrámus, resurrectiónem fide vívida confitémur, advéntum in glória spe firmíssima praestolámur.
Et ídeo, cum Sanctis et Angelis univérsis, te collaudámus, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de la comunión Cf. Lc 22, 28-30

Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino, dice el Señor, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino.
Vos estis qui permansístis mecum in tentatiónibus meis, et ego dispóno vobis regnum, dicit Dóminus, ut edátis et bibátis super mensam meam in regno meo.
O bien:
Esta es la gran recompensa de los santos junto a Dios: en verdad murieron por Cristo y viven eternamente
Ecce merces Sanctórum copiósa est apud Deum: ipsi vero mórtui sunt pro Christo, et vivent in aetérnum.

Oración después de la comunión
Oh, Dios, que iluminaste de modo admirable el misterio de la cruz en tus santos mártires, concédenos, por tu bondad, que, fortalecidos por este sacrificio, permanezcamos siempre fieles a Cristo y trabajemos en la Iglesia por la salvación de todos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Deus, qui crucis mystérium in sanctis martyribus tuis mirabíliter illustrásti, concéde propítius, ut, ex hoc sacrifício roboráti, Christo fidéliter haereámus, et in Ecclésia ad salútem ómnium operémur. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 1 de julio

1. Conmemoración de san Aarón, de la tribu de Leví, a quien su hermano Moisés ungió sacerdote del Antiguo Testamento con óleo sagrado. A su muerte fue sepultado en el monte Hor, en el actual Israel.
2. En Vienne, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, san Martín, obispo. (s. III ex.)
3. En el monasterio de Bebrón, también en la región de la Galia Lugdunense, san Domiciano, abad, que primero llevó vida eremítica en este lugar, y después de haber reunido a muchos en torno a él para que se dedicasen al servicio de Dios, ocupado siempre de los asuntos celestiales,partió de este mundo en avanzada edad. (s. V)
4. Cerca de Reims, en Neustria, también en la actual Francia, san Teodorico, presbítero, discípulo del obispo san Remigio. (533)
5. En Angulema, en Aquitania, de nuevo en Francia, san Eparquio, presbítero, que pasó treinta y nueve años en completa soledad, entregado sólo a la oración y enseñando a sus discípulos que «la fe no teme el hambre». (581)
6*. En la Bretaña Menor, igualmente en Francia, san Golveno, obispo, quien después de llevar vida eremítica, se dice que sucedió sucedió a san Pablo de León. (s. VI)
7*. En el monasterio de Saint-Calais, en la Galia Cenomanense, asimismo en la Francia actual, san Carilefo, abad. (s. VI)
8*. En Londres, en Inglaterra, beatos Jorge Beesley y Montford Scott, presbíteros y mártires, que en tiempo de la reina Isabel I, condenados a la pena capital por ser sacerdotes, tras pasar por crueles tormentos consiguieron la palma del martirio. (1591)
9*.  También en la ciudad de Londres, beato Tomás Maxfield, presbítero y mártir, que, reinando Jacobo I, fue condenado a muerte por haber entrado en Inglaterra como sacerdote, y cumplió la sentencia en el patíbulo de Tyburn, que había sido adornado con flores por los fieles, como clara manifestación del gran amor que le profesaban. (1616)
10*. De nuevo en Londres, san Oliverio Plunkett, obispo de Armagh y mártir, que en tiempo del rey Carlos II, falsamente acusado de traición, fue condenado a la pena capital, y ante el patíbulo, rodeado po una multitud, después de perdonar a sus enemigos, confesó con gran firmeza la fe católica. (1681)
11*. En el mar, frente a la costa de Rochefort, en Francia, beatos Juan Bautista Duverneuil, carmelita descalzo, y Pedro Aredio Labrouche de Laborderie, canónigo de Clermont, presbíteros y mártires, que durante la Revolución Francesa, por ser sacerdotes, fueron recluidos en una nave destinada al transporte de esclavos, y los dejaron morir en ella, consumidos por el hambre y la enfermedad. (1794)
12*. En La Valetta, en la isla de Malta, beato Ignacio Falzon, que, como clérigo, consagró su vida a la oración y a enseñar la doctrina cristiana, poniendo gran celo en ayudar a los soldados y marineros para que abrazasen la fe católica, antes de partir hacia la guerra. (1865)
13. En el pueblo de Zhuhedian, cerca de Jieshui, en la provincia china de Hunan, san Zhang Huailu, mártir, el cual, en la persecución desencadenada por los seguidores del movimiento Yihetuan, mientras todavía era catecúmeno, confesó espontáneamente su fe cristiana y, armado con la señal de la Cruz, mereció recibir el bautismo en Cristo con su propia sangre. (1900)
14. En el Rancho de las Cruces, aldea del territorio de Guadalajara, en México, santos Justino Orona y Atilano Cruz, presbíteros y mártires, que, durante la persecución desencadenada en ese país, por el Reino de Cristo recibieron juntos la muerte. (1928)
15*. Cerca de Munich, ciudad de Baviera, en Alemania, beato Juan Nepomuceno Chrzan, de nacionalidad polaca, presbítero y mártir, que, en tiempo de guerra, murió en el campo de concentración de Dachau por defender la fe ante sus perseguidores. (1942)
Beato Antonio Rosmini (Stresa, Italia, 1797-1855). Presbítero, filósofo y teólogo. Fundó el Instituto de la Caridad y las Hermanas de la Providencia.
- Beata Maria Assunta Caterina Marchetti (1871- Sâo Paulo, Brasil 1948). Italiana, cofundadora de la Congregación de las Hermanas misioneras de San Carlos, Scalabrinianas.
- Beatos Tulio (Marcelo) Maruzzo (1929-1981), sacerdote profeso de la Orden de los Hermanos Menores, y Luis Obdulio Arroyo Navarro (1950-1981), laico, de la Tercera Orden de San Francisco, asesinados cerca de Los Amates, Departamento de Izabal, Guatemala, por odio a la fe.

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