Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

sábado, 7 de mayo de 2022

Sábado 11 junio 2022, San Bernabé, apóstol, memoria obligatoria.

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL "PASTORES GREGIS"
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

CAPÍTULO VII. EL OBISPO ANTE LOS RETOS ACTUALES

«¡Ánimo!: yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33)

66. En la Sagrada Escritura la Iglesia se compara a un rebaño, «cuyo pastor será el mismo Dios, como Él mismo anunció. Aunque son pastores humanos quienes gobiernan las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta; Él, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores» [277]. ¿Acaso no es Jesús mismo quien llama a sus discípulos pusillus grex y les exhorta a no tener miedo, sino a cultivar la esperanza? (cf. Lc 12, 32).

Jesús repitió varias veces esta exhortación a sus discípulos: «En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33). Cuando estaba para volver al Padre, después de lavar los pies a los Apóstoles, les dijo: «No se turbe vuestro corazón», y añadió, «yo soy el Camino [...]. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14, 1-6). El pequeño rebaño, la Iglesia, ha emprendido este Camino, que es Cristo, y guiada por Él, el Buen Pastor que «cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz» (Jn 10, 4).

A imagen de Jesucristo y siguiendo sus huellas, el Obispo sale también a anunciarlo al mundo como Salvador del hombre, de todos los hombres. Como misionero del Evangelio, actúa en nombre de la Iglesia, experta en humanidad y cercana a los hombres de nuestro tiempo. Por eso, afianzado en el radicalismo evangélico, tiene además el deber de desenmascarar las falsas antropologías, rescatar los valores despreciados por los procesos ideológicos y discernir la verdad. Sabe que puede repetir con el Apóstol: «Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, principalmente de los creyentes» (1 Tm 4, 10).

La labor del Obispo se ha de caracterizar, pues, por la parresía, que es fruto de la acción del Espíritu (cf. Hch 4, 31). De este modo, saliendo de sí mismo para anunciar a Jesucristo, el Obispo asume con confianza y valentía su misión, factus pontifex, convertido realmente en «puente» tendido a todo ser humano. Con pasión de pastor, sale a buscar las ovejas, siguiendo a Jesús, que dice: «También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor» (Jn 10, 16).

Artífice de justicia y de paz

67. En este ámbito de espíritu misionero, los Padres sinodales se refirieron al Obispo como profeta de justicia. Hoy más que ayer, la guerra de los poderosos contra los débiles ha abierto profundas divisiones entre ricos y pobres. ¡Los pobres son legión! En el seno de un sistema económico injusto, con disonancias estructurales muy fuertes, la situación de los marginados se agrava de día en día. En la actualidad hay hambre en muchas partes de la tierra, mientras en otras hay opulencia. Las víctimas de estas dramáticas desigualdades son sobre todo los pobres, los jóvenes, los refugiados. En muchos lugares, también la mujer es envilecida en su dignidad de persona, víctima de una cultura hedonista y materialista.

Ante estas situaciones de injusticia, y muchas veces sumidos en ellas, que abren inevitablemente la puerta a conflictos y a la muerte, el Obispo es defensor de los derechos del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. Predica la doctrina moral de la Iglesia, defiende el derecho a la vida desde la concepción hasta su término natural; predica la doctrina social de la Iglesia, fundada en el Evangelio, y asume la defensa de los débiles, haciéndose la voz de quien no tiene voz para hacer valer sus derechos. No cabe duda de que la doctrina social de la Iglesia es capaz de suscitar esperanza incluso en las situaciones más difíciles, porque, si no hay esperanza para los pobres, no la habrá para nadie, ni siquiera para los llamados ricos.

Los Obispos condenaron enérgicamente el terrorismo y el genocidio, y levantaron su voz por los que lloran a causa de injusticias, sufren persecución, están sin trabajo; por los niños ultrajados de innumerables y gravísimas maneras. Como la santa Iglesia, que en el mundo es sacramento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano [278], el Obispo es también defensor y padre de los pobres, se preocupa por la justicia y los derechos humanos, es portador de esperanza [279].

La palabra de los Padres sinodales, junto con la mía, fue explícita y fuerte. « No hemos podido cerrar nuestros oídos al eco de tantos otros dramas colectivos [...]. Se impone un cambio de orden moral [...]. Algunos males endémicos, subestimados durante mucho tiempo, pueden conducir a la desesperación de poblaciones enteras. ¿Cómo callarse frente al drama persistente del hambre y la pobreza extrema en una época en la cual la humanidad posee como nunca los medios para un reparto equitativo? No podemos dejar de expresar nuestra solidaridad con la masa de refugiados e inmigrantes que, como consecuencia de la guerra, de la opresión política o de la discriminación económica, se ven forzados a abandonar su tierra, en busca de un trabajo y con la esperanza de paz. Los estragos del paludismo, la expansión del sida, el analfabetismo, la falta de porvenir para tantos niños y jóvenes abandonados en la calle, la explotación de mujeres, la pornografía, la intolerancia, la instrumentalización inaceptable de la religión para fines violentos, el tráfico de droga y el comercio de las armas,... ¡La lista no es exhaustiva! Sin embargo, en medio de todas estas calamidades, los humildes levantan la cabeza. El Señor los mira y los apoya: “Por la opresión del humilde y el gemido del pobre me levantaré, dice el Señor” (Sal 12, 6)» [280].

Es obvio que, ante este cuadro dramático, resulta urgente un llamamiento a la paz y un compromiso en favor suyo. En efecto, siguen aún activos los focos de conflicto heredados del siglo anterior y de todo el milenio. Tampoco faltan conflictos locales que crean heridas profundas entre culturas y nacionalidades. Y, ¿cómo callar sobre los fundamentalismos religiosos, siempre enemigos del diálogo y de la paz? En muchas regiones del mundo la tierra se parece a un polvorín a punto de explotar y diseminar sobre la familia humana enormes sufrimientos.

En esta situación la Iglesia sigue anunciando la paz de Cristo, que en el sermón de la montaña ha proclamado bienaventurados a «los que trabajan por la paz» (Mt 5, 9). La paz es una responsabilidad universal que pasa por los mil pequeños actos de la vida cotidiana. Espera en sus profetas y artífices, que no han de faltar, sobre todo en las comunidades eclesiales, de las que el Obispo es pastor. A ejemplo de Jesús, que ha venido para anunciar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor (cf. Lc 4, 16-21), estará siempre dispuesto para enseñar que la esperanza cristiana está íntimamente unida al celo por la promoción integral del hombre y la sociedad, como enseña la doctrina social de la Iglesia.

Por lo demás, el Obispo, cuando se encuentra en una eventual situación de conflicto armado, que lamentablemente no faltan, aun cuando exhorte al pueblo a defender sus derechos, debe advertir siempre que todo cristiano tiene la obligación de excluir la venganza y estar dispuesto al perdón y al amor de los enemigos [281]. En efecto, no hay justicia sin perdón. Por más que sea difícil de aceptar, ésta es una afirmación que cualquier persona sensata da por descontada: una verdadera paz sólo es posible por el perdón [282].

El diálogo interreligioso, sobre todo en favor de la paz en el mundo

68. Como he repetido en otras circunstancias, el diálogo entre las religiones debe estar al servicio de la paz entre los pueblos. En efecto, las tradiciones religiosas tienen recursos necesarios para superar rupturas y favorecer la amistad recíproca y el respeto entre los pueblos. El Sínodo hizo un llamamiento para que los Obispos fueran promotores de encuentros con los representantes de los pueblos para reflexionar atentamente sobre las discordias y las guerras que laceran el mundo, con el fin de encontrar los caminos posibles para un compromiso común de justicia, concordia y paz.

Los Padres sinodales resaltaron la importancia del diálogo interreligioso para la paz y pidieron a los Obispos que se comprometieran en este sentido en las respectivas diócesis. Pueden abrirse nuevas perspectivas de paz con la afirmación de la libertad religiosa, de la que habló el Concilio Vaticano II en el Decreto Dignitatis humanae, como también mediante la labor educativa de las nuevas generaciones y el empleo correcto de los medios de comunicación social [283].

No obstante, la perspectiva del diálogo interreligioso es indudablemente más amplia y, por eso, los Padres sinodales reiteraron que éste forma parte de la nueva evangelización, sobre todo en estos tiempos en que, más que en el pasado, conviven en una misma región, ciudad, puesto de trabajo y ambiente cotidiano personas pertenecientes a religiones diversas. Por tanto, el diálogo interreligioso es necesario en la vida cotidiana de muchas familias cristianas y, por eso mismo, también para los Obispos que, como maestros de la fe y pastores del Pueblo de Dios, deben prestar una adecuada atención a este aspecto.

De este contexto de convivencia con personas de otras religiones surge para el cristiano un deber especial de dar testimonio de la unidad y universalidad del misterio salvífico de Jesucristo y, consecuentemente, de la necesidad de la Iglesia como instrumento de salvación para toda la humanidad. «Esta verdad de fe no quita nada al hecho de que la Iglesia considera las religiones del mundo con sincero respeto, pero al mismo tiempo excluye esa mentalidad indiferentista marcada por un relativismo religioso que termina por pensar que 'una religión es tan buena como otra'» [284]. Resulta claro, pues, que el diálogo interreligioso nunca puede sustituir el anuncio y la propagación de la fe, que son la finalidad prioritaria de la predicación, de la catequesis y de la misión de la Iglesia.

Afirmar con franqueza y sin ambigüedad que la salvación del hombre depende de la redención de Cristo no impide el diálogo con las otras religiones. Además, en la perspectiva de la profesión de la esperanza cristiana no se puede olvidar que precisamente ésta es la que funda el diálogo interreligioso. En efecto, como dice la Declaración conciliar Nostra aetate, «todos los pueblos forman una única comunidad y tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la entera faz de la tierra; tienen también un único fin último, Dios, cuya providencia, testimonio de bondad y designios de salvación se extienden a todos hasta que los elegidos se unan en la Ciudad Santa, que el resplandor de Dios iluminará y en la que los pueblos caminarán a su luz» [285].

[277] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 6.
[278] Cf. ibíd., 1.
[279] Cf. Propositiones 54-55.
[280] Sínodo de los Obispos, X Asamblea General Ordinaria, Mensaje (25 octubre 2001), 10-11: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (2 noviembre 2001), p. 9.
[281] Cf. Propositio 55.
[282] Cf. Mensaje para la Jornada mundial de la paz 2002 (8 diciembre 2001), 8: AAS 94 (2002), 137.
[283] Cf. Propositiones 61 y 62.
[284] Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Dominus Iesus (6 agosto 2000), 22: AAS 92 (2000), 763.
[285] N. 1.
[286] Cf. Propositio 56.
[287] Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in America (22 enero 1999), 55: AAS 91 (1999), 790-791.

CALENDARIO

11 SÁBADO. Hasta la Hora Nona: 
SAN BERNABÉ, apóstol, memoria obligatoria

Misa
de la memoria (rojo).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Apóstoles, conveniente PE I. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. IV para la primera lectura y vol. III-par para el Evangelio.
- Hch 11, 21b-26; 13, 1-3. Era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe.
- Sal 97. R. El Señor revela a las naciones su justicia.
- Mt 5, 33-37. Yo os digo que no juréis en absoluto. 
o bien: cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de la memoria.

Martirologio: elog. prop. de la solem. de la Santísima Trinidad, pág. 44, y elogs. del 12 de junio, pág. 360.

11 SÁBADO. Después de la Hora Nona:
UNDÉCIMA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Tercera semana del Salterio
Misa
vespertina de la solemnidad de la Santísima Trinidad (blanco).
Liturgia de las Horas: I Vísp. del oficio de la solemnidad. Comp. Dom. I.

TEXTOS MISA

11 de junio
San Bernabé, apóstol
Memoria

Antífona de entrada Cf. Hch 11, 24
Este es el santo que mereció ser contado entre los apóstoles: era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe.
Beátus iste sanctus, qui annumerári méruit inter Apóstolos: erat enim vir bonus, et plenus Spíritu Sancto et fide.

Monición de entrada
Celebramos hoy la memoria de san Bernabé, apóstol, varón bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe, que formó parte de los primeros creyentes en Jerusalén. Predicó el Evangelio en Antioquía e introdujo entre los hermanos a Saulo de Tarso, recién convertido. Con él realizó un primer viaje por Asia para anunciar la Palabra de Dios y participó más tarde en el Concilio de Jerusalén. Antes de acabar el siglo I terminó sus días en la isla de Chipre, su patria, sin cesar de difundir el Evangelio.

Oración colecta
Oh, Dios, tú mandaste que san Bernabé, lleno de fe y de Espíritu Santo, fuera escogido para la conversión de las naciones; concédenos que el Evangelio de Cristo, que predicó con valentía, sea fielmente anunciado de palabra y de obra. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui beátum Bárnabam, plenum fide et Spíritu Sancto, ad géntium conversiónem segregáre praecepísti, concéde, ut Evangélium Christi, quod strénue praedicávit, ore et ópere fidéliter nuntiétur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
1ª Lectura y salmo propios de la memoria de San Bernabé, apóstol (Lec. IV). Aleluya y Evangelio del Sábado de la X semana del T. Ordinario (Lec. III-par)

PRIMERA LECTURA Hch 11, 21b-26; 13, 1-3
Era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño, porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una multitud considerable se adhirió al Señor. Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo; cuando lo encontró, se lo llevó a Antioquía. Durante todo un año estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos.
En la Iglesia que estaba en Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, llamado Níger; Lucio, el de Cirene; Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo.
Un día que estaban celebrando el culto al Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo:
«Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado».
Entonces, después de ayunar y orar, les impusieron las manos y los enviaron.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 97, 1. 2-3ab. 3c-4. 5-6 (R.: 2b)
R.
 El Señor revela a las naciones su justicia.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus iustítiam suam.

V. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
R. El Señor revela a las naciones su justicia.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus iustítiam suam.

V. El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
R. El Señor revela a las naciones su justicia.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus iustítiam suam.

V. Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.
R. El Señor revela a las naciones su justicia.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus iustítiam suam.

V. Tañed la citara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.
R. El Señor revela a las naciones su justicia.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus iustítiam suam.

Aleluya Sal 118, 36a. 29B
R.
 Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Inclina mi corazón, oh, Dios, a tus preceptos; y dame la gracia de tu ley. R.
Inclína cor meum, Deus, in testimónia tua; et legem tuam largíre mihi.

EVANGELIO Mt 5, 33-37
Yo os digo que no juréis en absoluto
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía en santa Marta 6-junio-2017
El lenguaje de la hipocresía es el engaño, el mismo lenguaje de la serpiente a Eva: ¡lo mismo! Comienza con la adulación para luego destruir a las personas, hasta desgarrar la personalidad y el alma de la persona. Y mata a las comunidades. Cuando hay hipócritas en una comunidad existe un peligro grande ahí, hay un peligro muy feo. El Señor Jesús nos dijo: Sea vuestro hablar: sí, sí, no, no. Lo demás procede del maligno (Mt 5, 37). ¡Cuánto daño hace a la Iglesia la hipocresía! Atentos a los cristianos que caen en esa actitud pecaminosa, que mata. El hipócrita es capaz de matar a una comunidad. Está hablando dulcemente, pero está juzgando brutalmente a una persona. ¡El hipócrita es un asesino!
Recordemos esto: comienza con la adulación, pero solo se responde con la realidad. No me vengan con esas historias, la realidad es esta, como con la ideología, esta es la realidad. Y al final es el mismo lenguaje del diablo que siembra una lengua bífida en las comunidades para destruirlas. Pidamos al Señor que nos proteja para no caer en el vicio de la hipocresía, de disimular la actitud, pero con malas intenciones. Que el Señor nos dé esta gracia: Señor, que yo jamás sea hipócrita, que sepa decir la verdad y si no puedo decirla, estar callado, pero nunca jamás una hipocresía.

Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre, por Jesucristo, su enviado, que eligió a san Bernabé, hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe, para ser apóstol suyo.
- Por la Iglesia, fundada sobre el cimiento de los apóstoles, para que observe con fidelidad el mensaje y la enseñanza que de ellos ha recibido. Roguemos al Señor.
- Por todos los que en la Iglesia han recibido el encargo de anunciar la Palabra de Dios, para que, como san Bernabé, transmitan la tradición viva que los apóstoles nos entregaron. Roguemos al Señor.
- Por los enfermos, moribundos o cuantos se encuentran aquejados por el mal, para que se llenen de la paz del Señor resucitado. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, para que vivamos la dimensión misionera de la Iglesia, de manera que demos gratis lo que gratis hemos recibido. Roguemos al Señor.
Escucha, Señor, nuestra súplicas en la fiesta de san Bernabé, que hace suya nuestra plegaria e intercede ante ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Santifica con tu bendición, Señor, los dones presentados y que ellos, por tu gracia, nos enciendan en la llama de tu amor que impulsó a san Bernabé a llevar a las naciones la luz del Evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Obláta múnera, quaesumus, Dómine, tua benedictióne sanctífica, quae, te donánte, nos flamma tuae dilectiónis accéndant, per quam beátus Bárnabas lumen Evangélii géntibus apportávit. Per Christum.

PREFACIO II DE LOS APÓSTOLES
LOS APÓSTOLES, FUNDAMENTO DE LA IGLESIA Y TESTIMONIO PARA EL MUNDO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque has querido que tu Iglesia tenga por fundamento a los apóstoles, para que permanezca en la tierra como signo perpetuo de tu santidad y ofrezca a todos los hombres las enseñanzas del cielo.
Por eso, Señor, con toda la multitud de los ángeles, te aclamamos ahora y por siempre diciendo con humilde fe:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Quóniam Ecclésiam tuam in apostólicis tribuísti consístere fundaméntis, ut signum sanctitátis tuae in terris manéret ipsa perpétuum, et caeléstia praebéret cunctis homínibus documénta.
Quaprópter nunc et usque in saeculum cum omni milítia Angelórum devóta tibi mente concínimus, clamántes atque dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO

Antífona de comunión Jn 15, 15

Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
Iam non dicam vos servos, quia servus nescit quid fáciat Dóminus eius. Vos autem dixi amícos, quia ómnia quaecúmque audívi a Patre meo, nota feci vobis.

Oración después de la comunión
Después de recibir la prenda de la vida eterna, te suplicamos humildemente, Señor, que lleguemos a poseer en plenitud cuanto hemos celebrado sacramentalmente en la memoria del apóstol san Bernabé. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Aetérnae pignus vitae capiéntes, te, Dómine, humíliter implorámus, ut, quod pro beáti Bárnabae apóstoli memória in imágine gérimus sacraménti, manifésta perceptióne sumámus. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogio propio de la solemnidad de la Santísima Trinidad
Solemnidad de la Santísima e indivisa Trinidad, en la que confesamos y veneramos al único Dios en la Trinidad de personas, y la Trinidad de personas en la unidad de Dios.
Elogios del día 12 de junio
1. En Lori, en la duodécima milla de la vía Aurelia, san Basílides, mártir. (s. inc.)
2. En Egipto, san Onofre, anacoreta, que en el vasto desierto llevó vida religiosa por espacio de sesenta años. (400)
3. En Roma, en la basílica de San Pedro, san León III, papa, quien coronó como emperador romano al rey de los francos, Carlomagno, y se distinguió por su defensa de la recta fe y de la dignidad divina del Hijo de Dios (816).
4*. En Utrecht, en la región de Gueldres, en Lotaringia, hoy Holanda, san Odulfo, presbítero, que evangelizó al pueblo de Frisia. (c. 855)
5*. En Suecia, san Esquilo, obispo y mártir, el cual, nacido en Inglaterra, fue ordenado obispo por san Sigfrido, su maestro, y no ahorró esfuerzo alguno en anunciar a Cristo entre los paganos de la provincia de Södermanland, por quienes murió lapidado. (1080)
6*. En Cortona, en Toscana, región de Italia actualmente, beato Guido, presbítero, que fue discípulo de san Francisco y llevó una vida de ayunos, pobreza y humildad. (1245)
7*. Cerca de Ocra, en la región también italiana  de los Abruzos, beato Plácido, abad, quien primero eremita en una cueva, reunió después a numerosos discípulos suyos en el monasterio del Santo Espíritu. (1248)
8*. En Città di Castello, en Umbría, de nuevo en Italia, beata Flórida (Lucrecia Elena) Cevoli, virgen de la Orden de las Clarisas, la cual, aunque afectada por diversas enfermedades, cumplió con solicitud todos las funciones que se le encomendaron. (1767)
9. En Verona, en el territorio de Venecia, también en la Italia actual, san Gaspar Bertoni, presbítero, que fundó la Congregación de los Estigmas de Nuestro Señor Jesucristo, para que sus miembros fueran misioneros al servicio de los obispos. (1843)
10*. En Capránica, en las cercanías de Viterbo, de nuevo en Italia, beato Lorenzo María de San Francisco Javier Salvi, presbítero de la Congregación de la Pasión, que difundió la devoción al Niño Jesús. (1856)
11*. En Riobamba, en la República del Ecuador, beata Mercedes María de Jesús Molina, virgen, que fundó una comunidad religiosa para atender y formar a niñas huérfanas y pobres, y también para acoger a mujeres caídas, a fin de ayudarlas a renovar su vida de gracia. (1883)
12*. En Ragusa, ciudad de Sicilia, en Italia, beata María Cándida de la Eucaristía Barba, virgen de la Orden de Carmelitas Descalzas, que dio testimonio de una perfecta observancia de la vida consagrada y de la regla, y procuró con empeño la edificación de nuevos monasterios. (1949)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.