Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

viernes, 27 de mayo de 2022

Viernes 1 julio 2022, Viernes de la XIII semana del Tiempo Ordinario, feria (o misa votiva del Sagrado Corazón de Jesús)

SOBRE LITURGIA

JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 5 de mayo de 1982

La continencia «por el reino de los cielos»
y el ethos de la vida conyugal y familiar


1. Al responder a las preguntas de los fariseos sobre el matrimonio y su indisolubilidad, Cristo se refirió al «principio», es decir a su institución originaria por parte del Creador. Puesto que sus interlocutores se remitieron a la ley de Moisés, que preveía la posibilidad del llamado «libelo de repudio», es la realidad contestó: «Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así» (Mt 19, 8).

Después de la conversación con los fariseos, los discípulos de Cristo se dirigieron a Él con las siguientes palabras: «Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no casarse. Él les contestó: No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado. Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismo se han hecho tales por amor del reino de los cielos. Él que pueda entender, que entienda» (Mt 19, 10-12).

2. Las palabras de Cristo aluden, sin duda, a una consciente y voluntaria renuncia al matrimonio. Esta renuncia sólo es posible si supone una conciencia auténtica del valor que constituye la disposición nupcial de la masculinidad y feminidad del matrimonio. Para que el hombre pueda ser plenamente consciente de lo que elige (la continencia por el reino), debe ser también plenamente consciente de aquello a lo que renuncia (aquí se trata precisamente de la conciencia del valor en sentido «ideal»; no obstante, esta conciencia es totalmente «realística»). Cristo, de este modo, exige ciertamente una opción madura. Lo comprueba, sin duda alguna, la forma en que se expresa la llamada a la continencia por el reino de los cielos.

3. Pero no basta una renuncia plenamente consciente a dicho valor. A la luz de las palabras de Cristo, como también a la luz de toda la auténtica tradición cristiana, es posible deducir que esta renuncia es a la vez una particular forma de afirmación de ese valor, en virtud del cual la persona no casada se abstiene coherentemente, siguiendo el consejo evangélico. Esto puede parecer una paradoja. Sin embargo, es sabido que la paradoja acompaña a numerosos enunciados del Evangelio, y frecuentemente a los más elocuentes y profundos. Al aceptar este significado de la llamada a la continencia «por el reino de los cielos», sacamos una conclusión correcta, sosteniendo que la realización de esta llamada sirve también —y de modo particular— para la confirmación del significado nupcial del cuerpo humano en su masculinidad y feminidad. La renuncia al matrimonio por el reino de Dios pone de relieve, al mismo tiempo, ese significado en toda su verdad interior y en toda su belleza personal. Se puede decir que esta renuncia, por parte de cada una de las personas, hombres y mujeres, es, en cierto sentido, indispensable, a fin de que el mismo significado nupcial del cuerpo sea más fácilmente reconocido en todo el ethos de la vida humana y sobre todo el ethos de la vida conyugal y familiar.

4. Así, pues, aunque la continencia «por el reino de los cielos» (la virginidad, el celibato) oriente la vida de las personas que la eligen libremente al margen del camino común de la vida conyugal y familiar, sin embargo, no queda sin significado para esta vida: por su estilo, su valor y su autenticidad evangélica. No olvidemos que la única clave para comprender la sacramentalidad del matrimonio es el amor nupcial de Cristo hacia la Iglesia (cfr. Ef 5, 22-23): de Cristo, Hijo de la Virgen, el cual era El mismo virgen, eso es «eunuco por el reino de los cielos», en el sentido más perfecto del término. Nos convendrá volver sobre este tema más tarde.

5. Al final de estas reflexiones queda todavía un problema concreto: ¿De qué modo en el hombre, a quien «le ha sido dada» la llamada a la continencia por el reino, se forma esta llamada basándose en la conciencia del significado nupcial del cuerpo en su masculinidad y feminidad, y más aún, como fruto de esta conciencia? ¿De qué modo se forma o, mejor, se «transforma»? Esta pregunta es igualmente importante, tanto desde el punto de vista de la teología del cuerpo, como desde el punto de vista del desarrollo de la personalidad humana, que es de carácter personalístico y carismático a la vez. Si quisiéramos responder a esta pregunta de modo exhaustivo —en la dimensión de todos los aspectos y de todos los problemas concretos que encierra— habría que hacer un estudio expreso sobre la relación entre el matrimonio y la virginidad y entre el matrimonio y el celibato. Pero esto excedería los límites de las presentes consideraciones.

6. Permaneciendo en el ámbito de las palabras de Cristo según Mateo (19, 11-12), es preciso concluir nuestras reflexiones, afirmando lo siguiente. Primero: Si la continencia «por el reino de los cielos» significa indudablemente una renuncia, esta renuncia es al mismo tiempo una afirmación: la que se deriva del descubrimiento del «don», esto es, el descubrimiento, a la vez, de una perspectiva de la realización personal de sí mismo «a través de un don sincero de sí» (Gaudium et spes, 24); este descubrimiento está, pues, en una profunda armonía interior con el sentido del significado nupcial del cuerpo, vinculado «desde el principio» a la masculinidad o feminidad del hombre como sujeto personal. Segundo: Aunque la continencia «por el reino de los cielos» se identifique con la renuncia al matrimonio —el cual en la vida de un hombre y de una mujer da origen a la familia—, no se puede en modo alguno ver en ella una negación del valor esencial del matrimonio; más bien, por el contrario, la continencia sirve directamente a poner de relieve lo que en la vocación conyugal es perenne y más profundamente personal, lo que en las dimensiones de la temporalidad (y a la vez en la perspectiva del «otro mundo») corresponde a la dignidad del don personal, vinculado con el significado nupcial del cuerpo en su masculinidad y feminidad.

7. De este modo, la llamada de Cristo a la continencia «por el reino de los cielos», justamente asociada a la evocación de la resurrección futura (cfr. Mt 21, 24-30; Mc 12, 18-27; Lc 20, 27-40), tiene un significado capital no sólo para el ethos y la espiritualidad cristiana, sino también para la antropología y para toda la teología del cuerpo, que descubrimos en sus bases. Recordemos que Cristo, al referirse a la resurrección del cuerpo en el «otro mundo», dijo, según la versión de los tres Evangelios sinópticos. «Cuando resuciten de entre los muertos, ni se casarán ni serán dadas en matrimonio...» (Mc 12, 25). Estas palabras, que ya hemos analizado antes, forman parte del conjunto de nuestras consideraciones sobre la teología del cuerpo y contribuyen a su elaboración.

CALENDARIO

MES DE JULIO 

1 VIERNES DE LA XIII SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria

Misa
de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- Am 8, 4-6. 9-12.
Enviaré hambre al país, no de pan, sino de escuchar las palabras del Señor.
- Sal 118. R. No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
- Mt 9, 9-13. No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificio.
o bien:
cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 2 de julio, pág. 393.
CALENDARIOS: Pasionistas Misioneros de la Preciosa Sangre y Adoratrices de la Sangre de Cristo: Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo (S). Valencia y Pasionistas: (F).
Orden de San Juan de Jerusalén: San Nicasio, mártir (MO).

TEXTOS MISA

Misa de la feria: del XIII Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Misa votiva:
Del Sagrado Corazón de Jesús
Se dice con vestiduras de color blanco.

Antífona de entrada Cf. Sal 32, 11. 19
Los proyectos del Corazón del Señor subsisten de edad en edad, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Cogitatiónes Cordis eius in generatióne et generatiónem, ut éruat a morte ánimas eórum et alat eos in fame.

Monición de entrada
El corazón, en el lenguaje bíblico, representa el lugar donde residen nuestros sentimientos y, sobre todo, nuestro amor. Celebrar el Sagrado Corazón de Jesús significa, por tanto, actualizar la presencia de su amor inmenso al Padre y a nosotros; este amor ha llegado a su extremo en la prueba máxima de dar la vida por nosotros y ahora lo celebramos, aquí presente, en la eucaristía.

Oración colecta
Señor, Dios nuestro, revístenos con las virtudes del Corazón de tu Hijo e inflámanos en sus mismos sentimientos, para que, conformados a su imagen, merezcamos participar de la redención eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Fac nos, Dómine Deus, Cordis Fílii tui virtútibus índui et afféctibus inflammári, ut, eius imágini confórmes effécti, aetérnae redemptiónis mereámur esse partícipes. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Viernes de la XIII semana de Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Am 8, 4-6. 9-12
Enviaré hambre al país, no de pan, sino de escuchar las palabras del Señor
Lectura de la profecía de Amós

Escuchad esto, los que pisoteáis al pobre
y elimináis a los humildes del país,
diciendo: «¿Cuándo pasará la luna nueva,
para vender el grano,
y el sábado, para abrir los sacos de cereal
—reduciendo el peso y aumentando el precio,
y modificando las balanzas con engaño—
para comprar al indigente por plata
y al pobre por un par de sandalias,
para vender hasta el salvado del grano?».
Aquel día —oráculo del Señor Dios—
haré que el sol se oculte a mediodía,
y oscureceré la tierra en pleno día.
Transformaré vuestras fiestas en duelo,
y todas vuestras canciones en elegía.
Pondré arpillera sobre toda espalda
y dejaré rapada toda cabeza.
Será como el duelo por un hijo único,
y el final como un día de amargura.
Vienen días —oráculo del Señor Dios—
en que enviaré hambre al país:
no hambre de pan, ni sed de agua,
sino de escuchar las palabras del Señor.
Andarán errantes de mar a mar
y de septentrión a oriente deambularán
buscando la palabra del Señor,
pero no la encontrarán.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 118, 2. 10. 20. 30. 40. 131 (R.: Mt 4, 4)
 R. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

V. Dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón.
 R. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

V. Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos.
 R. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

V. Mi alma se consume, deseando
continuamente tus mandamientos.
 R. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

V. Escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos. 
 R. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

V. Mira cómo ansío tus mandatos:
dame vida con tu justicia.
 R. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

V. Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos.
 R. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

Aleluya Mt 11, 28
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados -dice el Señor-, y yo os aliviaré. R.
Veníte ad me, omnes qui laborátis et oneráti estis, et ego refíciam vos, dicit Dóminus.

EVANGELIO Mt 9, 9-13
No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificio
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él se levantó y lo siguió.
Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».
Jesús lo oyó y dijo:
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos sino a pecadores».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Del Papa Francisco, Homilía 7-julio-2017
Antes, cuando me alojaba en Via della Scrofa, me gustaba ir, ahora no puedo, a San Luis de los Franceses para ver el cuadro de Caravaggio, La conversión de Mateo: él agarrado al dinero así [hace el gesto] y Jesús lo indica con el dedo. Se aferraba al dinero. Y Jesús lo escoge. Invita a toda la banda a almorzar, a los traidores, los cobradores de impuestos. Al ver esto, los fariseos que se creían justos, que juzgaban a todos y decían: "Pero ¿por qué vuestro Maestro tiene esa compañía?". Jesús dice: "No he venido a llamar a justos, sino a pecadores".
Esto me consuela mucho, porque creo que Jesús ha venido por mí. Porque todos somos pecadores. Todos. Todos tenemos esta "licenciatura", somos licenciados. Cada uno sabe cuál es su pecado, su debilidad más fuerte. En primer lugar debemos reconocer esto: ninguno de nosotros, todos los que estamos aquí, puede decir: "Yo no soy un pecador". Los fariseos lo decían y Jesús los condena. Eran soberbios, altivos, se creían superiores a los demás. En cambio, todos somos pecadores. Es nuestro título y es también la posibilidad de atraer a Jesús a nosotros. Jesús viene a nosotros, viene a mí porque soy un pecador.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XXVI

Oremos, ahora, esperanzadamente por nosotros y por todos los hombres.
- Para que en la vida de todos haya más amor. Roguemos al Señor.
- Para que en todas las regiones del mundo haya más paz. Roguemos al Señor.
- Para que en las relaciones entre los hombres haya más justicia y más solidaridad. Roguemos al Señor.
- Para que exista un reparto más justo de la riqueza. Roguemos al Señor.
- Para que los que sufren enfermedad o soledad encuentren fuerza y esperanza. Roguemos al Señor.
- Para que Jesucristo sea conocido y amado en todas partes. Roguemos al Señor.
- Para que venga a nosotros el reino de Jesucristo. Roguemos al Señor.
Ven, Señor Jesús.Ven en medio de nosotros y renuévanos. Condúcenos, a nosotros y a todos los hombres, hacia tu reino. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Misa votiva:
Oración de los fieles
Al celebrar, hermanos, el amor infinito de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, supliquemos humildemente al Padre de la misericordia.
- Por la santa Iglesia de Dios, nacida del corazón de Cristo, para que anuncie a todos los pueblos el amor de Dios a los hombres. Roguemos al Señor.
- Por todas las naciones y sus habitantes, para que vivan en la justicia y se edifiquen en la caridad. Roguemos al Señor.
- Por los necesitados, los enfermos y los pecadores, para que el Señor se compadezca de ellos, los cure y los ilumine. Roguemos al Señor.
- Por los miembros de nuestra comunidad (parroquia), para que sepamos amarnos mutuamente y reine entre nosotros la humildad y la comprensión. Roguemos al Señor.
Oh, Dios, que nos has manifestado tu amor en el corazón de tu Hijo, muéstranos también tu inmensa bondad escuchando las oraciones de tu pueblo. Por Jesucristo, nuestro Señor

Oración sobre las ofrendas
Oh, Dios, Padre de toda misericordia, que, por el gran amor con que nos amaste, nos has dado con inefable bondad a tu Unigénito, haz que, en perfecta unión con él, te ofrezcamos un homenaje digno de ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Deus, Pater misericordiárum, qui propter nímiam caritátem, qua dilexísti nos, Unigénitum tuum nobis ineffábili bonitáte donásti, praesta, quaesumus, ut, cum ipso in unum consummáti, dignum tibi offerámus obséquium. Per Christum.

Prefacio: El inmenso amor de Cristo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
El cual, con amor admirable, se entregó por nosotros y, elevado sobre la cruz, hizo que de la herida de su costado brotaran, con el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia, para que así, acercándose al Corazón abierto del Salvador, todos puedan beber siempre con gozo de las fuentes de la salvación.
Por eso, con los santos y con todos los ángeles, te glorificamos diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Qui, mira caritáte, exaltátus in cruce, pro nobis trádidit semetípsum, atque de transfíxo látere sánguinem fudit et aquam, ex quo manárent Ecclésiae sacraménta, ut omnes, ad Cor apértum Salvatóris attrácti, iúgiter haurírent e fóntibus salútis in gáudio.
Et ídeo, cum Sanctis et Angelis univérsis, te collaudámus, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

Antífona de la comunión Jn 7, 37-38

Dice el Señor: el que tenga sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, de sus entrañas manarán ríos de agua viva.
Dicit Dóminus: Si quis sitit, véniat ad me et bibat. Qui credit in me, flúmina de ventre eius fluent aquae vivae.
O bien: Jn 19, 34
Uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
Unus mílitum láncea latus eius apéruit, et contínuo exívit sanguis et aqua.

Oración después de la comunión
Después de participar del sacramento de tu amor, imploramos de tu bondad, Señor, ser configurados con Cristo en la tierra para que merezcamos participar de su gloria en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Tui sacraménti caritátis partícipes effécti, cleméntiam tuam, Dómine, supplíciter implorámus, ut Christo conformémur in terris, et eius glóriae consórtes fíeri mereámur in caelis. Qui vivit et regnat in saecula saeculórum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 2 de julio
1. En Roma, en el cementerio de Dámaso, en la segunda milla de la vía Aurelia, santos Proceso y Martiniano, mártires. (s. inc.)
2. Conmemoración de los santos mártires Liberato, abad, Bonifacio, diácono, Servo y Rústico, subdiáconos, Rogato y Septimio, monjes, y el niño Máximo, quienes en Cartago, en la actual Túnez, durante la persecución desencadenada por los vándalos bajo el rey arriano Hunerico, por confesar la verdadera fe católica y un solo bautismo fueron sometidos a crueles tormentos y muertos a golpes de remo en la cabeza mientras estaban tendidos sobre los leños donde los iban a quemar, y así concluyeron el curso de su admirable combate, recibiendo del Señor la corona del martirio. (484)
3. En Tours, ciudad de Neustria, hoy Francia, santa Monegunda, consagrada a Dios, que, habiendo dejado patria y progenitores, se entregó únicamente a la oración. (557)
4. En Winchester, en Inglaterra, san Swithun, obispo, que fue insigne por su austeridad y por su amor a los pobres, y por instituir muchas iglesias, que visitaba siempre caminando. (862)
5*. En Sezze, en la región actualmente italiana del Lacio, san Lídano, abad, fundador del monasterio de este lugar, que con sus monjes procuró el saneamiento de las tierras circundantes, para librarlas de la malsana fiebre palúdica. (1118)
6*. En Villeneuve, cerca de Aviñón, en Francia, tránsito del beato Pedro de Luxemburgo, obispo de Metz, siempre entregado a la penitencia y a la oración. (1387)
7*. En Fabriano, en el Piceno, hoy región de Las Marcas, en Italia, conmemoración de los beatos Juan y Pedro Becchetti, presbíteros de la Orden de Ermitaños de San Agustín, unidos por la conducta de vida que por los vínculos de la sangre. (c. 1420/1421)
8. En Lecce, en la región de Apulia, también en la actual Italia, san Bernardino Realino, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, ilustre por su caridad y su benignidad, el cual, despreciando los honores del mundo, se entregó al cuidado pastoral de los presos y de los enfermos, así como al ministerio de la palabra y de la penitencia. (1616)
9*. En Lieja, en Bélgica, beata Eugenia Joubert, virgen de la Congregación de la Sagrada Familia del Corazón de Jesús, que consagró su vida a enseñar la doctrina cristiana a las niñas y, atacada por la tisis, siguió con amor a Cristo sufriente. (1904)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.