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miércoles, 18 de mayo de 2022

Miércoles 22 junio 2022, Miércoles de la XII semana del Tiempo Ordinario o san Paulino de Nola, obispo, memoria libre o santos Juan Fisher, obispo, y Tomás Moro, mártires, memoria libre.

SOBRE LITURGIA

JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 24 de marzo de 1982

Relación entre la continencia "por el reino de los cielos" proclamada por Cristo
y la fecundidad sobrenatural del espíritu humano que proviene del Espíritu Santo

1. Continuamos nuestras reflexiones sobre el celibato y la virginidad «por el reino de los cielos».

La continencia por el reino de los cielos se relaciona ciertamente con la revelación del hecho de que en el reino de los cielos «no se toma ni mujer ni marido» (Mt 22, 30). Se trata de un signo carismático. El ser humano viviente, varón y mujer, que en la situación terrena, donde de ordinario «tomas mujer y marido» (Lc 20, 34), elige con libre voluntad la continencia «por el reino de los cielos», indica que en ese reino, que es el «otro mundo» de la resurrección, «no tomarán mujer ni marido» (Mc 12, 25), porque Dios será «todo en todos» (1Cor 15, 28). Este ser humano, varón y mujer, manifiesta, pues, la «virginidad» escatológica del hombre resucitado, en el que se revelará, diría, el absoluto y eterno significado esponsalicio del cuerpo glorificado en la unión con Dios mismo, mediante una perfecta intersubjetividad, que unirá a todos los «partícipes del otro mundo», hombres y mujeres, en el misterio de la comunión de los santos. La continencia terrena «por el reino de los cielos» es, sin duda, un signo que indica esta verdad y esta realidad. Es signo de que el cuerpo, cuyo fin no es la muerte, tiende a la glorificación y, por esto mismo, es ya, diría, entre los hombres un testimonio que anticipa la resurrección futura. Sin embargo, este signo carismático del «otro mundo» expresa la fuerza y la dinámica más auténtica del misterio de la «redención del cuerpo»: un misterio que ha sido grabado por Cristo en la historia terrena del hombre y arraigado por Él profundamente en esta historia. Así, pues, la continencia «por el reino de los cielos» lleva sobre todo la impronta de la semejanza con Cristo, que, en la obra de la redención, hizo Él mismo esta opción «por el reino de los cielos».

2. Más aún, toda la vida de Cristo, desde el comienzo, fue una discreta, pero clara separación de lo que en el Antiguo Testamento determinó tan profundamente el significado del cuerpo. Cristo —casi contra las expectativas de toda la tradición veterotestamentaria— nació de María, que en el momento de la Anunciación dice claramente de Sí misma: «¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?» (Lc 1, 34), esto es, profesa su virginidad. Y aunque Él nazca de Ella como cada hombre, como un hijo de su madre, aunque esta venida suya al mundo esté acompañada también por la presencia de un hombre que es esposo de María y, ante la ley y los hombres, su marido, sin embargo, la maternidad de María es virginal: y a esta maternidad virginal de María corresponde el misterio virginal de José, que, siguiendo la voz de lo alto, no duda en «recibir a María..., pues lo concebido en Ella es obra del Espíritu Santo» (Mt 1, 20). Por lo tanto, aunque la concepción virginal y el nacimiento en el mundo de Jesucristo estuviesen ocultos a los hombres, aunque ante los ojos de sus coterráneos de Nazaret Él fuese considerado «hijo del carpintero» (Mt 13, 55) (ut putabatur filius Joseph: Lc 3, 23), sin embargo, la misma realidad y verdad esencial de su concepción y del nacimiento se aparta en sí misma de lo que en la tradición del Antiguo Testamento estuvo exclusivamente en favor del matrimonio, y que juzgaba a la continencia incomprensible y socialmente desfavorecida. Por esto, ¿cómo podía comprenderse «la continencia por el reino de los cielos», si el Mesías mismo debía ser «descendiente de David», esto es, como se pensaba, debía ser hijo de la estirpe real «según la carne»? Sólo María y José, que vivieron el misterio de su concepción y de su nacimiento, se convirtieron en los primeros testigos de una fecundidad diversa de la carnal, esto es, de la fecundidad del Espíritu: «Lo concebido en Ella es obra del Espíritu Santo» (Mt 1, 20).

3. La historia del nacimiento de Jesús ciertamente está en línea con la revelación de esa «continencia por el reino de los cielos», de la que hablará Cristo, un día, a sus discípulos. Pero este acontecimiento permanece oculto a los hombre de entonces, e incluso a los discípulos. Solo se desvelará gradualmente ante los ojos de la Iglesia, basándose en los testimonios y en los textos de los Evangelios de Mateo y Lucas. El matrimonio de María con José (en el que la Iglesia honra a José como esposo de María y a María como de él), encierra en sí, al mismo tiempo, el misterio de la perfecta comunión de las personas, del hombre y de la mujer en el pacto conyugal, y a la vez el misterio de esa singular «continencia por el reino de los cielos»: continencia que servía, en la historia de la salvación, a la perfecta «fecundidad del Espíritu Santo». Más aún, en cierto sentido, era la absoluta plenitud de esa fecundidad espiritual, ya que precisamente en las condiciones nazarenas del pacto de María y José en el matrimonio y en la continencia, se realizó el don de la encarnación del Verbo Eterno: el Hijo de Dios, consustancial al Padre, fue concebido y nació, como Hombre, de la Virgen María. La gracia de la unión hipostática diríamos que está vinculada precisamente con esta absoluta plenitud de la fecundidad sobrenatural, fecundidad en el Espíritu Santo, participada por una criatura humana, María, en el orden de la "continencia por el reino de los cielos". La maternidad divina de María es también, en cierto sentido, una sobreabundante revelación de esa fecundidad en el Espíritu Santo, al cual comete el hombre su espíritu cuando elige libremente la continencia "en el cuerpo": precisamente la continencia "por el reino de los cielos".

4. Esta imagen debía desvelarse gradualmente ante la conciencia de la Iglesia en las generaciones siempre nuevas de los confesores de Cristo, cuando —justamente con el Evangelio de la infancia— se consolidaba en ellos la certeza acerca de la maternidad divina de la Virgen, la cual había concebido por obra del Espíritu Santo. Aunque de modo sólo indirecto —sin embargo, de modo esencial y fundamental— esta certeza debía ayudar a comprender, por una parte, la santidad del matrimonio y, por otra, el desinterés con miras al «reino de los cielos», del que Cristo había hablado a sus discípulos. No obstante, cuando El le habló por primera vez (como atestigua el Evangelista Mateo en el capítulo 19, 10-12), ese gran misterio de su concepción y de su nacimiento, le era completamente desconocido, les estaba oculto, lo mismo que lo estaba a todos los oyentes e interlocutores de Jesús de Nazaret. Cuando Cristo hablaba de los que «se han hecho eunucos a sí mismos por amor del reino de los cielos» (Mt 19, 12), los discípulos sólo eran capaces de entenderlo, basándose en su ejemplo personal. Una continencia así debió grabarse en su conciencia como un rasgo particular de semejanza con Cristo, que permaneció El mismo célibe «por el reino de los cielos». El apartarse de la tradición de la Antigua Alianza, donde el matrimonio y la fecundidad procreadora «en el cuerpo» habían sido una condición religiosamente privilegiada, debía realizarse, sobre todo, basándose en el ejemplo de Cristo mismo. Sólo, poco a poco, pudo arraigarse la conciencia de que por «el reino de los cielos» tiene un significado particular: esa fecundidad espiritual y sobrenatural del hombre, que proviene del Espíritu Santo (Espíritu de Dios), y a la cual, en sentido específico y en casos determinados, sirve precisamente la continencia, y ésta es, en concreto, la continencia «por el reino de los cielos».

Más o menos, todos estos elementos de la conciencia evangélica (esto es, conciencia propia de la Nueva Alianza en Cristo) referentes a la continencia, los encontramos en Pablo. Trataremos de demostrarlo oportunamente.

Resumiendo, podemos decir que el tema principal de la reflexión de hoy ha sido la relación entre la continencia «por el reino de los cielos», proclamada por Cristo, y la fecundidad sobrenatural del espíritu humano, que proviene del Espíritu Santo.

CALENDARIO

22 MIÉRCOLES. Hasta la Hora Nona:
MIÉRCOLES DE LA XII SEMANA DEL T.ORDINARIO, feria o SAN PAULINO DE NOLA, obispo, memoria libre o SANTOS JUAN FISHER, obispo, y TOMÁS MORO, mártires, memoria libre

Misa
de feria (verde) o de la memoria de san Paulino N. (blanco) o de la memoria de los santos Juan F. y Tomás M. (rojo).
MISAL: para la feria cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5) / para la memoria de san Paulino 1.ª orac. prop. y el resto del común de pastores (para un obispo), o de un domingo del T.O.; / para la memoria de los santos Juan F. y Tomás M. 1.ª orac. prop. y el resto del común de mártires (para vv. mártires), o de un domingo del T.O.; Pf. común o de la memoria.
LECC.: vol. III-par.
- 2 Re 22, 8-13; 23, 1-3.
El rey leyó al pueblo las palabras del libro de la Alianza hallado en el templo del Señor, y, en presencia del Señor, estableció la alianza.
- Sal 118. R. Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos.
- Mt 7, 15-20. Por sus frutos los conoceréis.
o bien:
cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de feria o de una de las memorias.

Martirologio: elogs. del 23 de junio, pág. 377.
CALENDARIOS: Religiosas Misioneras del Santísimo Sacramento: Beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento Arias Espinosa, virgen (F).
Barcelona y Orden Premonstratense: San Paulino de Nola, obispo (MO).
Orihuela-Alicante: Beatos Ramón Esteban Bou, presbítero, y compañeros, mártires (ML).
Segovia: Aniversario de la muerte de Mons. Luis Gutiérrez Martín, obispo, emérito (2016).

TEXTOS MISA

Misa de la feria: de la XII semana del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario)

Memoria de san Paulino:
22 de junio
San Paulino de Nola, obispo

Oración colecta propia, el resto del común de Pastores, II. Por un obispo 2.

Antífona de entrada Cf. 1 Sam 2, 35

Suscitaré un sacerdote fiel, que obre según mi corazón y mis deseos, dice el Señor.
Suscitábo mihi sacerdótem fidélem, qui iuxta cor meum et ánimam meam fáciet, dicit Dóminus.
O bien: Cf. Lc 12, 42
Este es el administrador fiel y prudente a quien el Señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas.
Fidélis et prudens dispensátor in magni patrisfamílias domo constitútus erat, ut consérvis suis mensúram trítici erogáret.

Monición de entrada
Hacemos memoria en esta celebración de san Paulino, obispo, que nació en Burdeos el año 355. Cuando recibió el bautismo renunció a la dignidad consular y, de noble y rico, se hizo pobre y humilde por Cristo. Habiéndose trasladado a Nola, en Italia, practicó una forma e vida ascética con su mujer y sus compañeros. Ordenado obispo, se distinguió por su erudición y santidad, por acoger a los peregrinos y por ayudar a los desvalidos. Murió el año 431.

Oración colecta
Oh, Dios, que has querido enaltecer al obispo san Paulino de Nola por su amor a la pobreza y su solicitud pastoral, concede, por tu bondad, a cuantos celebramos sus méritos Imitar los ejemplos de su caridad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui beátum Paulínum epíscopum paupertátis amóre et pastoráli sollicitúdine claréscere voluísti, concéde propítius, ut, cuius mérita celebrámus, caritátis imitémur exémpla. Per Dóminum.

Memoria de santos Juan Fisher y Tomás Moro:
día 22 de junio
San Juan Fisher, obispo, y santo Tomás Moro, mártires

Oración colecta propia; resto del común de mártires, I. Fuera de Tiempo Pascual, A. Para varios mártires 2.

Antífona de entrada Sal 33, 20-21

Aunque el justo sufra muchos males, de todos los libra el Señor; él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará.
Multae tribulatiónes iustórum, et de his ómnibus liberávit eos Dóminus. Dóminus custódit ómnia ossa eórum, unum ex his non conterétur.
Cf. Ap 7, 14, Dan 3,95
Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Por Dios entregaron sus cuerpos al suplicio y merecieron poseer la corona eterna.
Isti sunt, qui venérunt ex magna tribulatióne, et lavérunt stolas suas in sánguine Agni. Tradidérunt córpora sua propter Deum ad supplícia: et meruérunt habére corónas perpétuas.

Monición de entrada
Recordamos hoy en nuestra celebración a dos ilustres santos ingleses: Juan Fisher, obispo de Rochester, celoso pastor con su palabra y sus escritos, y Tomás Moro, casado, padre de cuatro hijos, canciller del reino de Inglaterra; en sus escritos catequísticos y sobre asuntos de estado podemos valorar su temple cristiano. Unidos los dos santos en la vida por la amistad, lo fueron también por la confesión de la fe, hasta el derramamiento de su sangre. Ambos fueron decapitados, con diferencia de días, el año 1535, en la Torre de Londres, por orden de Enrique VIII, al no haber aprobado la disolución del matrimonio del rey con Catalina de Aragón.

Oración colecta
Oh, Dios, que has hecho del martirio la expresión de la fe verdadera, concédenos, por tu bondad, que, fortalecidos por la intercesión de los santos Juan Fisher y Tomás Moro, ratifiquemos con el testimonio de vida la fe que profesamos de palabra. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui verae fídei formam in martyrio consummásti, concéde propítius, ut, beatórum Ioánnis et Thomae intercessióne roboráti, fidem, quam ore profitémur, testimónio vitae confirmémus. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Miércoles de la XII semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 2 Re 22, 8-13; 23, 1-3
El rey leyó al pueblo las palabras del libro de la Alianza hallado en el templo del Señor, y, en presencia del Señor, estableció la alianza
Lectura del segundo libro de los Reyes.

En aquellos días, el sumo sacerdote, Jilquías, dijo al secretario Safán:
«He hallado en el templo del Señor un libro de la ley».
Jilquías entregó el libro a Safán, que lo leyó. El secretario Safán presentándose al rey, le informó:
«Tus servidores han fundido el dinero depositado en el templo y lo han entregado a los capataces encargados del templo del Señor».
El secretario Safán añadió también:
«El sumo sacerdote Jilquías me ha entregado un libro».
Y Safán lo leyó ante el rey.
Cuando el rey oyó las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestiduras. Y dirigiéndose al sacerdote Jilquías, a Ajicán, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, al secretario Safán y a Asaías, ministro del rey, les ordenó:
«Id a consultar al Señor por mí, por el pueblo y por todo Judá, a propósito de las palabras de este libro que ha sido encontrado, porque debe de ser grande la ira del Señor encendida contra nosotros, ya que nuestros padres no obedecieron las palabras de este libro haciendo lo que está escrito para nosotros».
El rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén y se reunieron ante él.
Subió el rey al templo del Señor con todos los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén; los sacerdotes, profetas y todo el pueblo, desde el menor al mayor, y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la Alianza hallado en el templo del Señor.
Se situó el rey de pie junto a la columna y, en presencia del Señor, estableció la alianza, con el compromiso de caminar tras el Señor y guardar sus mandamientos, testimonios y preceptos, con todo el corazón y con toda el alma, y poner en vigor las palabras de la alianza escritas en el libro.
Todo el pueblo confirmó la alianza.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 118, 33. 34. 35. 36. 37. 40 (R.: 33a)
R, Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos.
Pone mihi, Dómine, viam iustificationum tuarum.

V. Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos,
y lo seguiré puntualmente. 
R, Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos.
Pone mihi, Dómine, viam iustificationum tuarum.

V. Enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón. 
R, Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos.
Pone mihi, Dómine, viam iustificationum tuarum.

V. Guíame por la senda de tus mandatos,
porque ella es mi gozo. 
R, Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos.
Pone mihi, Dómine, viam iustificationum tuarum.

V. Inclina mi corazón a tus preceptos,
y no al interés. 
R, Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos.
Pone mihi, Dómine, viam iustificationum tuarum.

V. Aparta mis ojos de las vanidades,
dame vida con tu palabra. 
R, Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos.
Pone mihi, Dómine, viam iustificationum tuarum.

V. Mira cómo ansío tus mandatos:
dame vida con tu justicia. 
R, Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos.
Pone mihi, Dómine, viam iustificationum tuarum.

Aleluya Jn 15, 4a. 5B
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Permaneced en mí y yo en vosotros -dice el Señor-; el que permanece en mí da fruto abundante. R.
Manéte in me, et ego in vobis, dicit Dóminus: qui manet in me fert fructum multum.

EVANGELIO Mt 7, 15-20
Por sus frutos los conoceréis
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Del Catecismo de  la Iglesia Católica
2005 Siendo de orden sobrenatural, la gracia escapa a nuestra experiencia y sólo puede ser conocida por la fe. Por tanto, no podemos fundarnos en nuestros sentimientos o nuestras obras para deducir de ellos que estamos justificados y salvados (cf Cc. de Trento: DS 1533 - 34). Sin embargo, según las palabras del Señor: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 20), la consideración de los beneficios de Dios en nuestra vida y en la vida de los santos nos ofrece una garantía de que la gracia está actuando en nosotros y nos incita a una fe cada vez mayor y a una actitud de pobreza confiada:
Una de las más bellas ilustraciones de esta actitud se encuentra en la respuesta de Santa Juana de Arco a una pregunta capciosa de sus jueces eclesiásticos: "Interrogada si sabía que estaba en gracia en Dios, responde: `si no lo estoy, que Dios me quiera poner en ella; si estoy, que Dios me quiera guardar en ella'" (Juana de Arco, proc.).

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XVIII

Oremos a Dios Padre.
- Por la Iglesia, signo de Cristo en medio del mundo. Roguemos al Señor.
- Por los que tienen alguna responsabilidad sobre los demás. Roguemos al Señor.
- Por los que mueren de muerte violenta. Roguemos al Señor.
- Por los que matan, secuestran, destruyen. Roguemos al Señor.
- Por nosotros. llamados a trabajar por la paz y la reconciliación. Roguemos al Señor.
Que tu bondad nos conceda, Señor, lo que nuestras acciones no merecen. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Memoria de san Paulino:
Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, estos dones de tu pueblo ofrecidos en la fiesta de san N., para que, por medio de ellos, percibamos confiadamente el auxilio de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe, Dómine, haec múnera pópuli tui, quae tibi in beáti N. festivitáte offérimus, ut per éadem, sicut confídimus, tuae pietátis sentiámus auxílium. Per Christum.

PREFACIO DE LOS SANTOS PASTORES
LA PRESENCIA DE LOS SANTOS PASTORES EN LA IGLESIA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque nos concedes la alegría de celebrar hoy la fiesta de san N., fortaleciendo a tu Iglesia con el ejemplo de su vida santa, instruyéndola con su palabra y protegiéndola con su intercesión.
Por eso, con los ángeles y la multitud de los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Quia sic tríbuis Ecclésiam tuam sancti N. festivitáte gaudére, ut eam exémplo piae conversatiónis corróbores, verbo praedicatiónis erúdias, gratáque tibi supplicatióne tueáris.
Et ídeo, cum Angelórum atque Sanctórum turba, hymnum laudis tibi cánimus, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO

Antífona de comunión Cf. Jn 10, 10

Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante, dice el Señor.
Ego veni ut vitam hábeant, et abundántius hábeant, dicit Dóminus.
O bien: Cf. Mc 16, 17-18
A los que crean en mí, dice el Señor, les acompañarán estos signos: echarán demonios, impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos.
Signa eórum qui in me credunt, dicit Dóminus, haec sequéntur: daemónia eícient, super aegros manus impónent, et bene habébunt.

Oración después de la comunión
Saciados con la comunión del Cuerpo santo y la Sangre preciosa de tu Hijo, te pedimos, Señor y Dios nuestro, que lo que hemos celebrado con piedad sincera produzca en nosotros frutos de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Córporis sacri et pretiósi Sánguinis alimónia repléti, quaesumus, Dómine Deus noster, ut, quod pia devotióne gérimus, certa redemptióne capiámus. Per Christum.

Memoria de santos Juan Fisher y Tomás Moro:
Oración sobre las ofrendas
Sea agradable a tus ojos, Señor, la ofrenda que va a ser consagrada en la celebración del martirio glorioso de N. y N., para que purifique nuestros pecados y atraiga hacia ti los deseos de tus siervos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fiat tibi, quaesumus, Dómine, hóstia sacránda placábilis pretiósi celebritáte martyrii, quae et peccáta nostra puríficet, et tuórum tibi vota concíliet famulórum. Per Christum.

PREFACIO II DE LOS SANTOS MÁRTIRES
LAS MARAVILLAS DE DIOS EN LA VICTORIA DE LOS MÁRTIRES
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tú eres ensalzado en la alabanza de tus santos y, cuanto pertenece a su pasión, es obra admirable de tu poder: tú, bondadosamente, otorgas el ardor de su fe, das firmeza en la perseverancia y concedes la victoria en el combate, por Cristo, Señor nuestro.
Por eso, Señor, tus criaturas del cielo y de la tierra te adoran, cantando un cántico nuevo, y también nosotros, con todo el ejército de los ángeles, te aclamamos por siempre diciendo:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Quóniam tu magnificáris in tuórum laude Sanctórum, et quidquid ad eórum pértinet passiónem, tuae sunt ópera miránda poténtiae: qui huius fídei tríbuis cleménter ardórem, qui súggeris perseverántiae firmitátem, qui largíris in agóne victóriam, per Christum Dóminum nostrum.
Propter quod caeléstia tibi atque terréstria cánticum novum cóncinunt adorándo, et nos cum omni exércitu Angelórum proclamámus, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo....
Antífona de la comunión Cf. Jn 15,13
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos, dice el Señor.
Maiórem caritátem nemo habet, ut ánimam suam ponat quis pro amícis suis, dicit Dóminus.
O bien: Cf. Lc 12, 4
A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que os persiguen.
Dico autem vobis amícis meis: Ne terreámini ab his, qui vos persequúntur.

Oración después de la comunión
Señor, alimentados con el pan del cielo y formando en Cristo un solo cuerpo, te pedimos que no nos apartemos nunca de su amor y, a ejemplo de tus santos mártires N. y N., por aquel que nos amó, logremos superar con valentía cualquier dificultad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pane caelésti nutrítos et in Christo unum corpus efféctos, da nos, quaesumus, Dómine, ab eius caritáte numquam separári et, sanctórum mártyrum tuórum N. et N. exémplo, propter eum qui diléxit nos ómnia fórtiter superáre. Qui vivit et regnat in saecula saeculórum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 23 de junio
1. Conmemoración de muchos santos mártires de Nicomedia, en la actual Turquía, que en tiempo del emperador Diocleciano, refugiados por montañas y cuevas, con ánimo sereno aceptaron el martirio por el nombre de Cristo. (303)
2. En el monasterio de Ely, en Inglaterra oriental, santa Ediltrude o Eteldreda, abadesa, que, hija de reyes y asimismo reina de Northumbria, después de haber rechazado por dos veces el matrimonio, recibió el velo monacal de manos de san Wilfrido en el monasterio que ella misma había fundado, donde dirigió maternalmente a sus monjas con sus ejemplos y consejos. (679)
3. En Vannes, en Bretaña Menor, actualmente Francia, san Bilio, obispo y mártir, que fue asesinado por los normandos durante el saqueo de esa ciudad. (c. 914)
4*. En Pavía, ciudad de Lombardía, en Italia, san Lanfranco, obispo, varón de paz, que sufrió mucho por fomentar la reconciliación y la concordia en su comunidad. (1194)
5*. En Onhaye, en Hainaut, en la actual Bélgica, san Walhero, presbítero, que fue muerto a golpes de remo, mientras atravesaba el río Mosa, por un presbítero a quien recriminaba sus malas costumbres. (1199)
6*. En Oignies, también en Hainaut, pero en Francia actualmente, beata María, que, dotada de dones místicos, con el permiso de su esposo se recluyó en una celda, y después inició y reglamentó el instituto llamado de las "Beguinas". (1213)
7*. En el eremo de Valmanente, en el Piceno, actual región italiana de Las Marcas, beato Pedro Jacobo de Pésaro, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín. (c. 1496)
8. En Londres, en Inglaterra, santo Tomás Garnet, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, el cual, ordenado en el Colegio de los Ingleses de Valladolid, en España, al regresar a Inglaterra fue encarcelado dos veces y, finalmente, en tiempo del rey Jacobo I, ajusticiado en Tyburn. (1608)
9. En Turín, en la región del Piamonte, en Italia, san José Cafasso, presbítero, que se dedicó a la formación espiritual y cultural de los futuros clérigos, y a reconciliar con Dios a los presos encarcelados y a los condenados a muerte. (1860)
10*. En Alatri, en la región del Lacio, en Italia, beata María Rafaela (Santina) Cimati, virgen, de la Congregación de Hermanas Hospitalarias de la Misericordia, que llevó una vida humilde y oculta, y mostró constantemente su caridad atendiendo a los enfermos, especialmente a los pobres. (1945)

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