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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

jueves, 5 de mayo de 2022

Jueves 9 junio 2022, Nuestro Señor Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, fiesta, ciclo C

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL "PASTORES GREGIS"
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Las Iglesias patriarcales y su Sínodo


61. Entre las instituciones propias de las Iglesias católicas orientales destacan las Iglesias patriarcales. Pertenecen a esas agrupaciones de Iglesias que, como afirma el Concilio Vaticano II [249], por divina Providencia, a lo largo del tiempo se han constituido orgánicamente y gozan tanto de una disciplina y costumbres litúrgicas propias como de un patrimonio teológico y espiritual común, conservando siempre la unidad de la fe y la única constitución divina de la Iglesia universal. Su dignidad particular proviene de que, como matrices de fe, han dado origen a otras Iglesias, las cuales son como hijas suyas y, por tanto, vinculadas a ellas hasta nuestros tiempos por lazos más estrechos de caridad en la vida sacramental y en el mutuo respeto de derechos y deberes.

La institución patriarcal es muy antigua en la Iglesia. De ella da testimonio ya el primer Concilio ecuménico de Nicea, fue reconocida por los primeros Concilios ecuménicos y aún hoy es la forma tradicional de gobierno en las Iglesias orientales [250]. Por tanto, en su origen y estructura particular, es de institución eclesiástica. Precisamente por eso el Concilio ecuménico Vaticano II ha manifestado el deseo de que «donde sea necesario, se erijan nuevos patriarcados, cuya constitución se reserva al Sínodo ecuménico o al Romano Pontífice» [251]. Todo aquel que ejerce una potestad supraepiscopal y supralocal en las Iglesias Orientales –como los Patriarcas y los Sínodos de los Obispos de las Iglesias patriarcales– participa de la autoridad suprema que el Sucesor de Pedro tiene sobre toda la Iglesia y ejerce dicha potestad respetando, además del Primado del Romano Pontífice [252], la función de cada Obispo, sin invadir el campo de su competencia ni limitar el libre ejercicio de sus propias funciones.

En efecto, las relaciones entre los Obispos de una Iglesia patriarcal y el Patriarca, que a su vez es el Obispo de la eparquía patriarcal, se desarrollan sobre la base establecida ya antiguamente en los Cánones de los Apóstoles: «Es necesario que los Obispos de cada nación sepan quién es el primero entre ellos y lo consideren como jefe suyo, y no hagan nada importante sin su consentimiento; cada uno se ocupará de lo que concierne a su demarcación y al territorio que depende de ella; pero tampoco él haga nada sin el consentimiento de todos; así reinará la concordia y Dios será glorificado, por Cristo en el Espíritu Santo» [253]. Este canon expresa la antigua praxis de la sinodalidad en las Iglesias de Oriente, ofreciendo al mismo tiempo su fundamento teológico y el significado doxológico, pues se afirma claramente que la acción sinodal de los Obispos en la concordia ofrece culto y gloria a Dios Uno y Trino.

Se debe reconocer, pues, en la vida sinodal de las Iglesias patriarcales, una realización efectiva de la dimensión colegial del ministerio episcopal. Todos los Obispos legítimamente consagrados participan en el Sínodo de su Iglesia patriarcal como pastores de una porción del Pueblo de Dios. Sin embargo, se reconoce el papel del primero, esto es, el Patriarca, como un elemento a su manera constitutivo de la acción colegial. En efecto, no se da acción colegial alguna sin un «primero» reconocido como tal. Por otro lado, la sinodalidad no anula ni disminuye la autonomía legítima de cada Obispo en el gobierno de su propia Iglesia; afirma, sin embargo, el afecto colegial de los Obispos, corresponsables de todas las Iglesias particulares que abarca el Patriarcado.

Al Sínodo patriarcal se le reconoce una verdadera potestad de gobierno. En efecto, elige al Patriarca y a los Obispos para las funciones dentro del territorio de la Iglesia patriarcal, así como a los candidatos al episcopado para las funciones fuera de los confines de la Iglesia patriarcal, que han de ser propuestos al Santo Padre para su nombramiento [254]. Además del consentimiento o parecer necesarios para la validez de ciertos actos de competencia del Patriarca, corresponde al Sínodo emanar leyes que tienen vigor dentro de los confines de la Iglesia patriarcal y, en el caso de leyes litúrgicas, también fuera de ellos [255]. Asimismo, el Sínodo, respetando la competencia de la Sede Apostólica, es el tribunal superior dentro de los confines de la propia Iglesia patriarcal [256]. Por lo demás, el Patriarca y también el Sínodo patriarcal se sirven de la colaboración consultiva de la asamblea patriarcal, que el Patriarca convoca al menos cada cinco años, para la gestión de los asuntos más importantes, especialmente los que conciernen la actualización de las formas y de los modos de apostolado y de la disciplina eclesiástica [257].

La organización metropolitana y de las Provincias eclesiásticas

62. Un modo concreto de favorecer la comunión entre los Obispos y la solidaridad entre las Iglesias es dar nueva vitalidad a la antiquísima institución de las Provincias eclesiásticas, donde los Arzobispos son instrumento y signo tanto de la hermandad entre los Obispos de la Provincia como de su comunión con el Romano Pontífice [258]. En efecto, dada la similitud de los problemas que debe afrontar cada Obispo, así como el hecho de que un número limitado facilita un consenso mayor y más efectivo, se puede ciertamente programar un trabajo pastoral común en las asambleas de los Obispos de la misma Provincia y, sobre todo, en los Concilios provinciales.

Donde, por el bien común, se crea conveniente la erección de Regiones eclesiásticas, una función semejante puede ser desarrollada por las asambleas de los Obispos de la misma Región o, en todo caso, por los Concilios plenarios. A este respecto, se ha de recordar lo que ya dijo el Concilio Vaticano II: «Las venerables instituciones de los Sínodos y de los Concilios florezcan con nuevo vigor. Así se procurará más adecuada y eficazmente el crecimiento de la fe y la conservación de la disciplina en las diversas Iglesias, según las circunstancias de la época» [259]. En ellos, los Obispos podrán actuar no sólo manifestando la comunión entre sí, sino también con todos los miembros de la porción de Pueblo de Dios que se les ha confiado; dichos miembros serán representados en los Concilios según las normas del derecho.

En efecto, en los Concilios particulares, precisamente porque en ellos participan también, presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas y laicos, aunque sea sólo con voto consultivo, se manifiesta de modo inmediato no sólo la comunión entre los Obispos, sino también entre las Iglesias. Además, como momento eclesial solemne, los Concilios particulares requieren una cuidadosa reflexión en su preparación, que implica a todas las categorías de fieles, haciendo que dichos Concilios sean momento adecuado para las decisiones más importantes, especialmente las que se refieren a la fe. Por eso, las Conferencias Episcopales no pueden ocupar el puesto de los Concilios particulares, como puntualiza el mismo Concilio Vaticano II cuando desea que éstos adquieran nuevo vigor. Las Conferencias episcopales, sin embargo, pueden ser un instrumento valioso para la preparación de los Concilios plenarios [260].

[249] Cf. Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 23; Decr. Orientalium Ecclesiarum, sobre las Iglesias orientales católicas, 11.
[250] Cf. Const. ap. Sacri canones (18 octubre 1990): AAS 82 (1990) 1037.
[251] Decr. Orientalium Ecclesiarum, sobre las Iglesias orientales católicas, 11.
[252] Cf. Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, cc. 76; 77.
[253] Cf. Canones Apostolorum, VIII, 47, 34: ed. F.X. Funk, I, 572-574.
[254] Cf. Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, cc. 110 § 3; 149.
[255] Cf. ibid., cc. 110 § 1; 150 §§ 2,3.
[256] Cf. ibid., cc. 110 § 2; 1062.
[257] Cf. ibid., cc. 140-143.
[258] Cf. Propositio 28; Código de Derecho Canónico, c. 437 § 1; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, c. 156 § 1.
[259] Decr. Christus Dominus, sobre la función pastoral de los Obispos, 36.
[260] Cf. Código de Derecho Canónico, cc. 441; 443.


CALENDARIO

JUEVES. NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE, fiesta

Fiesta de nuestro Señor Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote, según el rito de Melquisedec, en quien el Padre se ha complacido desde toda la eternidad, mediador entre Dios y los hombres que, para cumplir la voluntad del Padre, se ofreció a sí mismo en el altar de la cruz de una vez para siempre como víctima de salvación en favor de todo el mundo. Al instituir el sacrificio de la eterna alianza, elige con amor de hermano a hombres de este pueblo para que, al repetirlo constantemente en la Iglesia, se renueve la abundancia de la gracia divina con la que nacerá el cielo nuevo y la tierra nueva, y se realizará hasta los confines del mundo lo que el ojo no vio ni el oído oyó ni el hombre puede pensar (elog. del Martirologio Romano).

Misa de la fiesta (blanco). 
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Pf. I de ordenaciones. No se puede decir la PE IV. 
LECC.: vol. IV (lecturas para el presente año C). 
- Is 6, 1-4. 8. Santo, santo, santo es el Señor del universo. 
o bien: Heb 2, 10-18. El santificador y los santificados proceden todos del mismo. 
- Sal 22. R. El Señor es mi pastor, nada me falta. 
- Jn 17, 1-2. 9. 14-26. Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. 

* Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial. 

Liturgia de las Horas: oficio de la fiesta. Te Deum. 

Martirologio: elogs. del 10 de junio, pág. 357. 
CALENDARIOS: Auxiliares parroquiales de Cristo Sacerdote, Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote y Misioneras de Cristo Sacerdote: Nuestro Señor Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote (S). 

TEXTOS MISA

Jueves después de Pentecostés
JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE.
Fiesta

Antífona de Entrada Hb 7, 24
Cristo, mediador de una nueva alianza, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa.

Monición de entrada
Celebramos la fiesta de nuestro Señor Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote. Él, como Sacerdote, es el mediador entre Dios y los hombres esta mediación, por su condición de Dios y hombre, la ha ejercido de una manera plena y perfecta, sobre todo en su muerte y resurrección. La Iglesia actualiza, a través de los tiempos, este único e irrepetible sacerdocio de Cristo en la celebración de los divinos misterios de la eucaristía

Se dice Gloria.

Oración Colecta
Oh, Dios, que para gloria tuya y salvación del género humano constituiste a tu Hijo único sumo y eterno Sacerdote, concede, por la acción del Espíritu Santo, a quienes él eligió para ministros y dispensadores de sus misterios la gracia de ser fieles en el cumplimiento del ministerio recibido. Por nuestro Señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas de la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, ciclo C (Lec. IV)

PRIMERA LECTURA (opción 1) Is 6, 1-4. 8
Santo, santo, santo es el Señor del universo
Lectura del libro de Isaías.

En el año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.
Junto a él estaban los serafines, cada uno con seis alas: con dos alas se cubrían el rostro, con dos el cuerpo, con dos volaban, y se gritaban uno a otro diciendo:
«Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!».
Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.
Entonces escuché la voz del Señor, que decía:
«¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?».
Contesté: «Aquí estoy, mándame».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

PRIMERA LECTURA (opción 2) Heb 2, 10-18
El santificador y los santificados proceden todos del mismo
Lectura de la carta a los Hebreos Hermanos:

Convenía que Dios, para quien y por quien existe todo, llevara muchos hijos a la gloria perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la salvación.
El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos, pues dice:
«Anunciaré tu nombre a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré».
Y también:
«En él pondré yo mi confianza».
Y de nuevo:
«Aquí estoy yo con los hijos que Dios me dio».
Por tanto, lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.
Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Sal 22, 2-3.5.6 (R.: 1b)
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V. En verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V. Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V. Tu bondad y tu misericordia
me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

Aleluya Ez 36, 25a. 26a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo. R.

EVANGELIO Jn 17, 1-2. 9. 14-26
Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:
«Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios 9.
Al meditar aquellas palabras de Nuestro Señor: Yo, por amor de ellos me santifico a Mí mismo, para que ellos sean santificados en la verdad (Jn 17, 19), percibimos con claridad nuestro único fin: la santificación, o bien, que hemos de ser santos para santificar. A la vez, como una sutil tentación, quizá nos asalte el pensamiento de que muy pocos estamos decididos a responder a esa invitación divina, aparte de que nos vemos como instrumentos de muy escasa categoría. Es verdad, somos pocos, en comparación con el resto de la humanidad, y personalmente no valemos nada; pero la afirmación del Maestro resuena con autoridad: el cristiano es luz, sal, fermento del mundo, y un poco de levadura hace fermentar la masa entera (Ga 5, 9). Por esto precisamente, he predicado siempre que nos interesan todas las almas -de cien, las cien-, sin discriminaciones de ningún género, con la certeza de que Jesucristo nos ha redimido a todos, y quiere emplearnos a unos pocos, a pesar de nuestra nulidad personal, para que demos a conocer esta salvación.

Oración de los fieles
Por medio de Jesucristo, nuestro sumo Sacerdote y mediador entre Dios y los hombres, elevemos nuestras peticiones al Padre, que dirige todas las cosas según su voluntad.
- Para que la Iglesia celebre siempre el memorial de la pasión de Cristo, enriquecida por la fe y la devoción de todos sus miembros. Roguemos al Señor.
- Para que la acción sacerdotal de Jesucristo continúe dando la salud espiritual y la vida eterna a los hombres. Roguemos al Señor.
- Para que la vida de los sacerdotes sea fiel reflejo de la ofrenda que realizan sacramentalmente en el altar. Roguemos al Señor.
- Para que todos los hombres, especialmente los alejados y los no creyentes, encuentren en Cristo el camino que conduce hacia la salvación. Roguemos al Señor.
- Para que el Espíritu Santo mueva los corazones de quienes tomamos parte en el sacrificio eucarístico para ofrecernos juntamente con Cristo oferente y Hostia inmaculada. Roguemos al Señor.
- Para que los frutos de esta Eucaristía llegue también a nuestros hermanos difuntos para que puedan gozar de la gloria eterna. Roguemos al Señor.
Movidos por el Espíritu Eterno, en el que tu Hijo Jesucristo consumó su oblación sacerdotal en la cruz, te pedimos, Padre de bondad, que santifiques a tu pueblo y escuches nuestra oración. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las Ofrendas
Jesucristo, nuestro Mediador, te haga aceptables estos dones, Señor, y nos presente juntamente con él como ofrenda agradable a tus ojos. Por Jesucristo nuestro Señor.

PREFACIO I DE LAS ORDENACIONES
EL SACERDOCIO DE CRISTO Y EL MINISTERIO DE LOS SACERDOTES
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que constituiste a tu Unigénito pontífice de la alianza nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinaste, en tu designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.
Él no solo confiere el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, elige a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión.
Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparan a tus hijos el banquete pascual, preceden a tu pueblo santo en el amor, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con los sacramentos.
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y han de darte testimonio constante de fidelidad y amor.
Por eso, Señor, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y con todos los santos, diciendo:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: Qui Unigénitum tuum Sancti Spíritus unctióne novi et aetérni testaménti constituísti Pontíficem, et ineffábili dignátus es dispositióne sancíre, ut únicum eius sacerdótium in Ecclésia servarétur.
Ipse enim non solum regáli sacerdótio pópulum acquisitiónis exórnat, sed étiam fratérna hómines éligit bonitáte, ut sacri sui ministérii fiant mánuum impositióne partícipes. Qui sacrifícium rénovent, eius nómine, redemptiónis humánae, tuis apparántes fíliis paschále convívium, et plebem tuam sanctam caritáte praevéniant, verbo nútriant, refíciant sacraméntis. Qui, vitam pro te fratrúmque salúte tradéntes, ad ipsíus Christi nitántur imáginem conformári, et constánter tibi fidem amorémque testéntur.
Unde et nos, Dómine, cum Angelis et Sanctis univérsis tibi confitémur, in exsultatióne dicéntes:

Santo, santo Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA II.

Antífona de la Comunión Mt 28, 20

Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final del mundo, dice el Señor.

Oración después de la Comunión
La ofrenda divina que hemos ofrecido y recibido, nos vivifique, Señor, para que, unidos a ti en amor continuo, demos frutos que siempre permanezcan. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Se puede usar la bendición solemne. Tiempo ordinario, IX (Heb 13, 20-21)
El Dios de la paz, que hizo retornar de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, Jesús Señor nuestro, en virtud de la sangre de la alianza eterna, os confirme en todo bien para que cumpláis su voluntad, realizando en vosotros lo que es de su agrado.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo  y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 10 de junio

1. En la población de Auxerre, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, san Censurio, obispo. (s. V)
2. En París, ciudad de Neustria, de nuevo en la de nuevo en Francia, san Landerico, obispo, de quien se cuenta que, en tiempo de hambre, para atender a los pobres enajenó los ornamentos de la iglesia, y que edificó un hospital junto a la iglesia catedral. (657)
3*. En Rochester, en Inglaterra, san Itamar, obispo, que fue el primero de la región de Kent en ser elevado al orden episcopal, y brilló siempre por la dignidad de su vida y por su erudición. (656)
4*. En Dobrowo, en Polonia, muerte de san Bogumilo, obispo de Gniezno, que, después de renunciar a su sede, llevó en este lugar vida eremítica, consumado por su austeridad (1182)
5*. En Bolonia, en la región italiana de Emilia-Romaña, beata Diana de Andalò, virgen, la cual, superando todas las dificultades que le anteponía su su familia, prometió ante santo Domingo abrazar la vida claustral e ingresó en el monasterio de Santa Inés, que ella misma había fundado. (1236)
6*. En Treviso, en el territorio de Venecia, en la Italia actual, beato Enrique de Bolzano, carpintero y analfabeto, que entregaba a los pobres todo lo que tenía, y ya al final, casi sin fuerzas, pedía lo necesario para vivir, sin dejar de compartirlo con los mendigos (1315).
7*. En la ciudad de Buda, en Hungría, tránsito del beato Juan Dominici, obispo de Dubrovnik, que, después de la peste negra, restauró la observancia regular en los conventos de la Orden de Predicadores, y enviado luego, a Bohemia y Hungría para contener la predicación herética de Juan Hus, allí le sorprendió la muerte. (1419)
8*. En Londres, en Inglaterra, beatos mártires Tomás Green, presbítero, y Gualterio Pierson, monjes de la Cartuja de esa ciudad, los cuales, por haberse opuesto al rey Enrique VIII en sus pretensiones de supremo moderador en asuntos eclesiásticos, fueron encerrados en lóbrega cárcel, donde murieron de hambre y enfermedad. (1537)
9*. En la ciudad de Moerzeke-les-Termonde, cerca de Gante, en Bélgica, beato Eduardo Poppe, presbítero, que, en tiempos difíciles, con sus escritos y su predicación propagó por Flandes la formación cristiana y la devoción a la Eucaristía. (1924)
- Beato Eustachio Kugler (1867- Regensburg 1946). Religioso profeso de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.

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