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martes, 24 de mayo de 2022

Martes 28 junio 2018, Vigilia de los santos Pedro y Pablo apóstoles, solemnidad.

CALENDARIO

28 MARTES. Después de la hora nona:

Misa de la vigilia de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, apóstoles (rojo).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. propio como en la misa del día, conveniente PE I. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. IV.
- Hch 3, 1-10. Te doy lo que tengo: en nombre de Jesús, levántate y anda.
- Sal 18. R. A toda la tierra alcanza su pregón.
- Gál 1, 11-20. Dios me escogió desde el seno de mi madre.
- Jn 21, 15-19. Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas.

Liturgia de las Horas: I Vísp. del oficio de la solemnidad. Comp. Dom. I.

TEXTOS MISA

29 de junio
SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES
Solemnidad
Misa de la vigilia
Esta misa se utiliza en la tarde del día 28 de junio, antes o después de las primeras Vísperas de la solemnidad.

Antífona de entrada
Pedro, el apóstol, y Pablo, el doctor de las gentes, nos enseñaron tu ley, Señor.
Petrus apóstolus et Paulus doctor géntium, ipsi nos docuérunt legem tuam, Dómine.

Monición de entrada
Celebramos esta tarde la vigilia de los apóstoles Pedro Pablo, elegidos por Cristo para ser columnas de la Iglesia y testigos del Evangelio del Señor. En Roma padecieron con Cristo para ser con él glorificados.

Acto penitencial
- Tú, que perdonaste a Pedro cuando renegó de ti: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú, que convertiste a Pablo en apóstol tuyo: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, que, por la sucesión apostólica, nos aseguras el perdón de los
pecados: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.

Oración colecta
Señor, Dios nuestro, concédenos tu ayuda por la intercesión de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y ya que por ellos entregaste a tu Iglesia las primicias de los dones del cielo, otórganos también, por ellos, los auxilios para la salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Da nobis, quaesumus, Dómine Deus noster, beatórum apostolórum Petri et Pauli intercessiónibus sublevári, ut, per quos Ecclésiae tuae supérni múneris rudiménta donásti, per eos subsídia perpétuae salútis impéndas. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas propias de la Vigilia de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, apóstoles. (Lec. IV).

PRIMERA LECTURA Hch 3, 1-10
Te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, echa a andar

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles.

En aquellos días, Pedro y Juan subían al templo, a la oración de la hora de nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 18, 2-3. 4-5 (R.: 5a)
R. 
A toda la tierra alcanza su pregón.
In omnem terram exívit sonus eórum.

V. El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
R. A toda la tierra alcanza su pregón.
In omnem terram exívit sonus eórum.

V. Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
R. A toda la tierra alcanza su pregón.
In omnem terram exívit sonus eórum.

SEGUNDA LECTURA Gál 1, 11-20
Dios me escogió desde el seno de mi madre

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas.

Hermanos: Os hago saber que el Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; pues yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.
Porque habéis oído hablar de mi pasada conducta en el judaísmo: con qué saña perseguía a la iglesia de Dios y la asolaba, y aventajaba en el judaísmo a muchos de mi edad y de mi raza como defensor muy celoso de las tradiciones de mis antepasados. Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí para que lo anunciara entre los gentiles, no consulté con hombres ni subí a Jerusalén a ver a los apóstoles anteriores a mí, sino que, enseguida, me fui a Arabia, y volví a Damasco.
Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas, y permanecí quince días con él.
De los otros apóstoles no vi a ninguno, sino a Santiago, el hermano del Señor. Dios es testigo de que no miento en lo que os escribo.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Aleluya Jn 21, 17d
R.
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero. R.
Dómine, tu ómnia nosti, tu scis quia amo te.

EVANGELIO Jn 21, 15-19
Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas
Lectura del santo Evangelio según San Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, le dijo a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?».
Él le contestó:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis corderos».
Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».
Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Él le dice:
«Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó:
«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas.
En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras».
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
«Sígueme».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Otros días festivos. 29 de junio: Solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo
San Pedro
La fe es una gracia

153 Cuando San Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido "de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos" (Mt 16, 17; cf. Ga 1, 15; Mt 11, 25). La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por él, "Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede `a todos gusto en aceptar y creer la verdad'" (DV 5).

424 Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por el Padre nosotros creemos y confesamos a propósito de Jesús: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Sobre la roca de esta fe, confesada por San Pedro, Cristo ha construido su Iglesia (cf. Mt 16, 18; San León Magno, serm. 4, 3; 51, 1; 62, 2; 83, 3).
440 Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre (cf. Mt 16, 23). Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad transcendente del Hijo del Hombre "que ha bajado del cielo" (Jn 3, 13; cf. Jn 6, 62; Dn 7, 13) a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20, 28; cf. Is 53, 10-12). Por esta razón el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cf. Jn 19, 19-22; Lc 23, 39-43). Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hch 2, 36).
442 No ocurre así con Pedro cuando confiesa a Jesús como "el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16) porque este le responde con solemnidad "no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mt 16, 17). Paralelamente Pablo dirá a propósito de su conversión en el camino de Damasco: "Cuando Aquél que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo para que le anunciase entre los gentiles… " (Ga 1, 15-16). "Y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios" (Hch 9, 20). Este será, desde el principio (cf. 1Ts 1, 10), el centro de la fe apostólica (cf. Jn 20, 31) profesada en primer lugar por Pedro como cimiento de la Iglesia (cf. Mt 16, 18).
552 En el colegio de los doce Simón Pedro ocupa el primer lugar (cf. Mc 3, 16; Mc 9, 2; Lc 24, 34; 1Co 15, 5). Jesús le confía una misión única. Gracias a una revelación del Padre, Pedro había confesado: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Entonces Nuestro Señor le declaró: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18). Cristo, "Piedra viva" (1P 2, 4), asegura a su Iglesia, edificada sobre Pedro la victoria sobre los poderes de la muerte. Pedro, a causa de la fe confesada por él, será la roca inquebrantable de la Iglesia. Tendrá la misión de custodiar esta fe ante todo desfallecimiento y de confirmar en ella a sus hermanos (cf. Lc 22, 32).
765 El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá hasta la plena consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce con Pedro como su Cabeza (cf. Mc 3, 14-15); puesto que representan a las doce tribus de Israel (cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30), ellos son los cimientos de la nueva Jerusalén (cf. Ap 21, 12-14). Los Doce (cf. Mc 6, 7) y los otros discípulos (cf. Lc 10, 1-2) participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte (cf. Mt 10, 25; Jn 15, 20). Con todos estos actos, Cristo prepara y edifica su Iglesia.
880 Cristo, al instituir a los Doce, "formó una especie de Colegio o grupo estable y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él" (LG 19). "Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los demás Apóstoles forman un único Colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los Apóstoles "(LG 22; cf. CIC, can 330).
881 El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo instituyó pastor de todo el rebaño (cf. Jn 21, 15-17). "Está claro que también el Colegio de los Apóstoles, unido a su Cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro" (LG 22). Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del Papa.
San Pablo
442
No ocurre así con Pedro cuando confiesa a Jesús como "el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16) porque este le responde con solemnidad "no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mt 16, 17). Paralelamente Pablo dirá a propósito de su conversión en el camino de Damasco: "Cuando Aquél que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo para que le anunciase entre los gentiles… " (Ga 1, 15-16). "Y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios" (Hch 9, 20). Este será, desde el principio (cf. 1Ts 1, 10), el centro de la fe apostólica (cf. Jn 20, 31) profesada en primer lugar por Pedro como cimiento de la Iglesia (cf. Mt 16, 18).
601 Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo" (Is 53, 11; cf. Hch 3, 14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). S. Pablo profesa en una confesión de fe que dice haber "recibido" (1Co 15, 3) que "Cristo ha muerto por nuestros pecados según las Escrituras" (ibidem: cf. también Hch 3, 18; Hch 7, 52; Hch 13, 29; Hch 26, 22-23). La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53, 7-8 y Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios apóstoles (cf. Lc 24, 44–45).
639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo Testamento. Ya San Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: "Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce: "(1Co 15, 3-4). El Apóstol habla aquí de la tradición viva de la Resurrección que recibió después de su conversión a las puertas de Damasco (cf. Hch 9, 3–18).
642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles - y a Pedro en particular - en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y, para la mayoría, viviendo entre ellos todavía. Estos "testigos de la Resurrección de Cristo" (cf. Hch 1, 22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago y de todos los apóstoles (cf. 1Co 15, 4–8).
1508 El Espíritu Santo da a algunos un carisma especial de curación (cf 1Co 12, 9. 28. 30) para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado. Sin embargo, ni siquiera las oraciones más fervorosas obtienen la curación de todas las enfermedades. Así S. Pablo aprende del Señor que "mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2Co 12, 9), y que los sufrimientos que tengo que padecer, tienen como sentido lo siguiente: "completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24).
2632 La petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene, conforme a las enseñanzas de Jesús (cf Mt 6, 10. 33; Lc 11, 2. 13). Hay una jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida. Esta cooperación con la misión de Cristo y del Espíritu Santo, que es ahora la de la Iglesia, es objeto de la oración de la comunidad apostólica (cf Hch 6, 6; Hch 13, 3). Es la oración de Pablo, el Apóstol por excelencia, que nos revela cómo la solicitud divina por todas las Iglesias debe animar la oración cristiana (cf Rm 10, 1; Ef 1, 16-23; Flp 1, 9-11; Col 1, 3-6; Col 4, 3-4. 12). Al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino.
2633 Cuando se participa así en el amor salvador de Dios, se comprende que toda necesidad pueda convertirse en objeto de petición. Cristo, que ha asumido todo para rescatar todo, es glorificado por las peticiones que ofrecemos al Padre en su Nombre (cf Jn 14, 13). Con esta seguridad, Santiago (cf St 1, 5-8) y Pablo nos exhortan a orar en toda ocasión (cf Ef 5, 20; Flp 4, 6-7; Col 3, 16-17; 1Ts 5, 17–18).
2636 Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación (cf Hch 12, 5; Hch 20, 36; Hch 21, 5; 2Co 9, 14). El Apóstol Pablo les hace participar así en su ministerio del Evangelio (cf Ef 6, 18-20; Col 4, 3-4; 1Ts 5, 25); él intercede también por ellas (cf 2Ts 1, 11; Col 1, 3; Flp 1, 3-4). La intercesión de los cristianos no conoce fronteras: "por todos los hombres, por todos los constituidos en autoridad" (1Tm 2, 1), por los perseguidores (cf Rm 12, 14), por la salvación de los que rechazan el Evangelio (cf Rm 10, 1).
2638 Al igual que en la oración de petición, todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias. Las cartas de San Pablo comienzan y terminan frecuentemente con una acción de gracias, y el Señor Jesús siempre está presente en ella. "En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros" (1Ts 5, 18). "Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias" (Col 4, 2).


Monición al Credo
Se dice
Credo. Puede introducirse con la siguiente monición.
Confesamos nuestra fe: la fe de la Iglesia, fundada sobre la roca de la fe de los apóstoles Pedro y Pablo, testigos privilegiados del Señor Jesús.

Oración de los fieles
Celebrando la pasión gloriosa de tan grandes intercesores, oremos al Señor.
- Por el papa N., sucesor de Pedro, para que realice su misión de guardar la unidad en la caridad de todas las Iglesias y confirme en la te a sus hermanos. Roguemos al Señor.
- Por la Iglesia, presente en la diversidad de naciones, razas y culturas, para que su misión evangelizadora lleve al conocimiento de Cristo a todos los pueblos. Roguemos al Señor.
- Por las Iglesias perseguidas o reducidas al silencio en algunos países, para que permanezcan firmes en la confesión de la fe y el testimonio cristiano. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, para que perseveremos fielmente en la enseñanza y la misión recibidas de los apóstoles. Roguemos al Señor.
Señor, Dios nuestro, escucha nuestras súplicas, avaladas por la intercesión de los santos apóstoles Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Señor, al celebrar con alegría la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, traemos ofrendas a tu altar y te suplicamos que, desconfiando de nuestros méritos, nos gloriemos de ser salvados solo por tu bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Múnera, Dómine, tuis altáribus adhibémus, de beatórum apostolórum Petri et Pauli sollemnitátibus gloriántes, ut quantum sumus de nostro mérito formidántes, tantum de tua benignitáte gloriémur salvándi. Per Christum.

Prefacio: La doble misión de Pedro y Pablo en la Iglesia
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque en los santos apóstoles Pedro y Pablo has querido dar a tu Iglesia un motivo de alegría: Pedro fue el primero en confesar la fe, Pablo, el maestro insigne que la interpretó; aquel fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel, este fue maestro y doctor en la vocación de los gentiles.
Así, por caminos diversos, congregaron la única familia de Cristo y una misma corona asoció a los dos a quienes venera el mundo.
Por eso, con los santos y con todos los ángeles, te alabamos, diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus.
Quia nos beáti apóstoli Petrus et Paulus tua dispositióne laetíficant: hic princeps fídei confiténdae, ille intellegéndae clarus assértor; hic relíquiis Israel instítuens Ecclésiam primitívam, ille magíster et doctor géntium vocandárum.
Sic divérso consílio unam Christi famíliam congregántes, par mundo venerábile, una coróna sociávit.
Et ídeo cum Sanctis et Angelis univérsis te collaudámus, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO

Antífona de comunión Jn 21, 15. 17
Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Simon Ioánnis, díligis me plus his? Dómine, tu ómnia nosti; tu scis, Dómine, quia amo te.

Oración después de la comunión
Te rogamos, Señor, que fortalezcas con los sacramentos del cielo a tus fieles, a quienes has iluminado con la doctrina de los apóstoles. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Caeléstibus sacraméntis, quaesumus, Dómine, fidéles tuos corróbora, quos Apostolórum doctrína illuminásti. Per Christum.

Se puede usar la fórmula de bendición solemne.
Santos Pedro y Pablo

Dios todopoderoso, que por la confesión de Pedro os ha fortalecido y os ha edificado sobre la roca de la fe de la Iglesia, os dé su bendición.
Benedícat vos omnípotens Deus, qui in beáti Petri confessióne vos salubérrima stabilívit, et per eam in Ecclésiae soliditáte fídei fundávit.
R. Amén.
Quien os ha instruido con la predicación de Pablo, cuya palabra sigue resonando en la Iglesia, os ayude a seguir su ejemplo de ganar hermanos para Cristo.
Et quos beáti Pauli instrúxit indeféssa praedicatióne, suo semper exémplo dóceat Christo fratres lucrifácere.
R. Amén.
Para que así, por las llaves de Pedro, la palabra de Pablo y la oración de ambos, nos sintamos animados a luchar por aquella patria a la que ellos llegaron muriendo en la cruz uno y otro bajo la espada.
Ut Petrus clave, Paulus verbo, ope intercessiónis utérque in illam pátriam nos certent indúcere, ad quam meruérunt illi, alter cruce, alter gládio, felíciter perveníre.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
Et benedíctio Dei omnipoténtis, Patris, et Fílii, + et Spíritus Sancti, descéndat super vos et máneat semper.
R. Amén.

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