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lunes, 16 de mayo de 2022

Lunes 20 junio 2022, Lunes de la XII semana del Tiempo Ordinario, feria.

SOBRE LITURGIA

JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 10 de marzo de 1982

Virginidad o celibato

1. Comenzamos hoy a reflexionar sobre la virginidad o celibato «por el reino de los cielos».

La cuestión de la llamada a una donación exclusiva de sí a Dios en la virginidad y en el celibato, hunde profundamente sus raíces en el terreno evangélico de la teología del cuerpo. Para poner de relieve las dimensiones que le son propias, es necesario tener presentes las palabras, con las que Cristo hizo referencia al «principio», y también aquellas con las que Él se remitió a la resurrección de los cuerpos. La constatación: «Cuando resuciten de entre los muertos, ni se casarán ni serán dadas en matrimonio» (Mc 12, 25) indica que hay una condición de vida, sin matrimonio, en la que el hombre, varón y mujer, halla a un tiempo la plenitud de la donación personal y de la intersubjetiva comunión de las personas, gracias a la glorificación de todo su ser sicosomático en la unión perenne con Dios. Cuando la llamada a la continencia «por el reino de los cielos» encuentra eco en alma humana, en las condiciones de la temporalidad, esto es, en las condiciones en que las personas de ordinario «toman mujer y toman marido» (Lc 20, 34), no resulta difícil percibir allí una sensibilidad especial del espíritu humano, que ya en las condiciones de la temporalidad parece anticipar aquello de lo que el hombre será partícipe en la resurrección futura.

2. Sin embargo, Cristo no habló de este problema, de esta vocación particular, en el contexto inmediato de su conversación con los saduceos (cf. Mt 22, 23-30; Mc 12, 18-25; Lc 20, 27-36), cuando se refirió a la resurrección de los cuerpos. En cambio, había hablado de ella (ya antes) en el contexto de la conversación con los fariseos sobre el matrimonio y sobre las bases de su indisolubilidad, casi como prolongación de ese coloquio (cf. Mt 19, 3-9). Sus palabras conclusivas se refieren al así llamado libelo de repudio, permitido por Moisés en algunos casos. Dice Cristo: «Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así. Y yo os digo que quien repudia a su mujer (salvo caso de adulterio) y se casa con otra, adultera» (Mt 19, 8-9). Entonces, los discípulos que —como se puede deducir del contexto— estaban escuchando atentamente aquella conversación, y en particular las últimas palabras pronunciadas por Jesús, le dijeron así: «Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no casarse» (Mt 19, 10). Cristo les da la respuesta siguiente: «No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado. Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismo se han hecho tales por amor al reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda» (Mt 19, 11-12).

3. Respecto a esta conversación referida por Mateo, se nos puede plantear la pregunta: ¿Qué pensaban los discípulos, cuando, después de haber oído la respuesta de Jesús había dado a los fariseos sobre el matrimonio y su indisolubilidad, hicieron la observación: «Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no casarse»? En todo caso, Cristo creyó oportuna esa circunstancia para hablarles de la continencia voluntaria por el reino de los cielos. Al decir esto, no toma posición directamente respecto al enunciado de los discípulos, ni permanece en la línea de su razonamiento [1]. Por tanto, no responde: «conviene casarse» o «no conviene casarse». La cuestión de la continencia por el reino de los cielos no se contrapone al matrimonio, ni se basa sobre un juicio negativo con relación a su importancia. Por lo demás, Cristo, al hablar precedentemente de la indisolubilidad del matrimonio, se había referido al «principio», esto es, al misterio de la creación, indicando así la primera y fundamental fuente de su valor. En consecuencia, para responder a la pregunta de los discípulos, o mejor, para esclarecer el problema planteado por ellos. Cristo recurre a otro principio. Los que hacen en la vida esta opción «por el reino de los cielos», no observan la continencia por el hecho de que «no conviene casarse», o sea, no por el motivo de un supuesto valor negativo del matrimonio, sino en vista del valor particular que está vinculado con esta opción y que hay que descubrir y aceptar personalmente como vocación propia. Y por esto, Cristo dice: «El que pueda entender, que entienda» (Mt 19, 12). En cambio, inmediatamente antes dice: «No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado» (Mt 19, 11).

4. Como se ve, Cristo en su respuesta al problema que le planteaban los discípulos, precisa claramente una regla para comprender sus palabras. En la doctrina de la Iglesia está vigente la convicción de que estas palabras no expresan un mandamiento que obliga a todos, sino un consejo que se refiere sólo a algunas personas [2]: precisamente a las que están en condiciones «de entenderlo». Y están en condiciones «de entenderlo» aquellos «a quienes ha sido dado». Las palabras citadas indican claramente el momento de la oración personal y, a la vez, el momento de la gracia particular, esto es, del don que el hombre recibe para hacer tal opción. Se puede decir que la opción de la continencia por el reino de los cielos es una orientación carismática hacia aquel estado escatológico, en que los hombres «no tomarán mujer ni marido»; sin embargo, entre ese estado del hombre en la resurrección de los cuerpos y la opción voluntaria de la continencia por el reino de los cielos y como fruto de una en la vida terrena y en el estado histórico del hombre caído y redimido, hay una diferencia esencial. El «no casarse» escatológico será un «estado», es decir, el modo propio y fundamental de la existencia de los seres humanos, hombres y mujeres, en sus cuerpos glorificados. La continencia por el reino de los cielos, como fruto de una opción carismática, es una excepción respecto al otro estado, esto es, al estado del que el hombre desde «el principio» vino a ser y es partícipe, durante toda la existencia terrena.

5. Es muy significativo que Cristo no vincula directamente sus palabras sobre la continencia por el reino de los cielos con el anuncio del «otro mundo», donde «no tomarán mujer ni marido» (Mc 12, 25). En cambio, sus palabras se encuentran —como ya hemos dicho— en la prolongación del coloquio con los fariseos, en el que Jesús se remitió «al principio», indicando la institución del matrimonio por parte del Creador y recordando el carácter indisoluble que, en el designio de Dios, corresponde a la unidad conyugal del hombre y de la mujer.

El consejo y, por lo tanto, la opción carismática de la continencia por el reino de los cielos están unidos, en las palabras de Cristo, con el reconocimiento máximo del orden «histórico» de la existencia humana, relativo al alma y al cuerpo. Basándonos en el contexto inmediato de las palabras sobre la continencia por el reino de los cielos en la vida terrena del hombre, es preciso ver en la vocación a esta continencia un tipo de excepción de lo que es más bien una regla común de esta vida. Esto es lo que Cristo pone de relieve, sobre todo. Que luego, esta excepción incluya en sí el anticipo de la vida escatológica, en la que no se da matrimonio, y propia del «otro mundo» (esto es, del estadio final del «reino de los cielos»), esto es algo de lo que Cristo no habla aquí directamente. De hecho, se trata, no de la continencia en el reino de los cielos, sino de la continencia «por el reino de los cielos». La idea de la virginidad o del celibato, como anticipo y signo escatológico [3], se deriva de la asociación de las palabras pronunciadas aquí con las que Jesús dijo en otra oportunidad, a saber, en la conversación con los saduceos, cuando proclamó la futura resurrección de los cuerpos.

Volveremos sobre este tema durante las próximas reflexiones.

Notas
[1]. Sobre los problemas más detallados de la exégesis de este pasaje, cf., por ejemplo, L. Sabourin, II Vangelo di Matteo. Teologia e esegesi, vol. II, Roma, 1977, Ediciones Paulinas, págs. 834-836; The Positive Values of Consecrated Celibacy, en «The Way», Suplement 10, summer 1970, pág. 51; J. Blinzler, Eisin eunuchoi. Zur Auslegunng von Mt 19, 12, «Zeitschrift für die Neutestamentiliche Wissenschaft», 48, 1977, pág. 268 ss.
[2]. «La santidad de la Iglesia también se fomenta de una manera especial con los múltiples consejos que el Señor propone en el Evangelio para que los observen sus discípulos. Entre ellos destaca el precioso don de la divina gracia, concedido a algunos por el Padre (cf. Mt 19, 11; 1 Cor 7, 7), para que se consagren a solo Dios con un corazón que en la virginidad o en el celibato se mantiene más fácilmente indiviso» (Lumen gentium, 42).
[3]. Cf., por ejemplo, Lumen gentium, 44; Perfectae caritatis, 12.

CALENDARIO

20 LUNES DE LA XII SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria

Misa
de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- 2 Re 17, 5-8. 13-15a. 18.
El Señor apartó a Israel de su presencia y solo quedó la tribu de Judá.
- Sal 59. R. Que tu mano salvadora, Señor, nos responda.
- Mt 7, 1-5. Sácate primero la viga del ojo.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 21 de junio, pág. 374.
CALENDARIOS: Misioneros de la Consolata: Santísima Virgen de la Consolata (S).
Monjas Servitas: Santa Juliana de Falconieri, virgen (S-trasladada).
Plasencia: Santa Florentina, virgen (F). Cartagena y Sevilla: (MO).
Barbastro-Monzón y Lleida: San Luis Gonzaga, religioso (MO).
Sigüenza-Guadalajara: San Romualdo, abad (ML).
Dominicos: Beata Margarita Ebner, virgen (ML).

TEXTOS MISA

Feria XII semana del Tiempo Ordinario

Antífona de Entrada Cf. Sal 27, 8-9
El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su Ungido. Salva a tu pueblo, Señor, y bendice tu heredad, sé su pastor por siempre.
Dóminus fortitúdo plebis suae, et protéctor salutárium Christi sui est. Salvum fac pópulum tuum, Dómine, et bénedic hereditáti tuae, et rege eos usque in saeculum.

Oración colecta
Concédenos tener siempre, Señor, respeto y amor a tu santo nombre, porque jamás dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Sancti nóminis tui, Dómine, timórem páriter et amórem fac nos habére perpétuum, quia numquam tua gubernatióne destítuis, quos in soliditáte tuae dilectiónis instítuis. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Lunes de la XII semana de Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 2 Re 17, 5-8. 13-15a. 18
El Señor apartó a Israel de su presencia y sólo quedó la tribu de Judá

Lectura del segundo libro de los Reyes.

En aquellos días, avanzó Salmanasar, rey de Asiria, contra todo el país, comenzando por Samaría, a la que puso sitio durante tres años, hasta que, el año noveno de Oseas, el rey de Asiria la conquistó. Deportó a Israel a Asiria y lo estableció en Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, así como en las ciudades de los medos.
Esto sucedió porque los hijos de Israel habían pecado contra el Señor, su Dios, que los había sacado de la tierra de Egipto, sustrayéndolos a la mano del faraón, rey de Egipto; porque dieron culto a otros dioses y siguieron las costumbres de aquellas naciones que el Señor había expulsado ante ellos.
Pues el Señor había advertido a Israel y a Judá, por boca de todos los profetas y videntes:
«Convertíos de vuestros malos caminos y guardad mis mandamientos y decretos, conforme a la ley que prescribí a vuestros padres y que les transmití por mano de mis siervos los profetas».
Pero no hicieron caso, manteniendo dura la cerviz como habían hecho sus padres, que no confiaron en el Señor, su Dios. Despreciaron así sus leyes y la alianza que estableció con sus padres, tanto como las exigencias que les impuso.
Y se encolerizó el Señor sobremanera contra Israel, apartándolos de su presencia.
Solo quedó la tribu de Judá.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 59, 3. 4-5. 12-14 (R.: 7b)
R. 
Que tu mano salvadora, Señor, nos responda.
Salvus fac déxtera tua, Dómine, et exáudi nos.

V. Oh Dios, nos rechazaste y rompiste nuestras filas
estabas airado, pero restáuranos.
R. Que tu mano salvadora, Señor, nos responda.
Salvus fac déxtera tua, Dómine, et exáudi nos.

V. Has sacudido y agrietado el país:
repara sus grietas, que se desmorona.
Hiciste sufrir un desastre a tu pueblo,
dándole a beber un vino de vértigo.
R. Que tu mano salvadora, Señor, nos responda.
Salvus fac déxtera tua, Dómine, et exáudi nos.

V. Oh, Dios, nos has rechazado
y no sales ya con nuestras tropas.
Auxílianos contra el enemigo,
que la ayuda del hombre es inútil.
Con Dios haremos proezas,
él pisoteará a nuestros enemigos.
R. Que tu mano salvadora, Señor, nos responda.
Salvus fac déxtera tua, Dómine, et exáudi nos.

Aleluya Heb 4, 12ad
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. La palabra de Dios es viva y eficaz; juzga los deseos e intenciones del corazón. R.
Vivis est sermo Dei, et éfficax, et discrétor cogitatiónum et intentiónum cordis.

EVANGELIO Mt 7, 1-5
Sácate primero la viga del ojo
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?
¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame que te saque la mota del ojo”, teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita: sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ex. Ap. Evangelii gaudium 179.
La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt 25, 40). Lo que hagamos con los demás tiene una dimensión trascendente: «Con la medida con que midáis, se os medirá» (Mt 7, 2); y responde a la misericordia divina con nosotros: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará […] Con la medida con que midáis, se os medirá» (Lc 6, 36-38). Lo que expresan estos textos es la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el hermano» como uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual en respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios. Por eso mismo «el servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia» (Benedicto XVI, Motu proprio Intima Ecclesiae natura (11 noviembre 2012): AAS 104 (2012), 996). Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XVI

Hermanos: En esta oración pública y comunitaria que vamos a hacer, no se limite cada uno a orar por sí mismo o por sus necesidades, sino oremos a Cristo el Señor por todo el pueblo.
R. Cristo óyenos.
- Pidamos para todo el pueblo cristiano la abundancia de la bondad divina. R.
- Imploremos la largueza de los dones espirituales para todos los no creyentes. R.
- Supliquemos la fortaleza del Señor para todos los que gobiernan las naciones. R.
- Pidamos al Señor, que gobierna el mundo, tiempo bueno y maduración de los frutos. R.
- Roguemos al Señor por todos nuestros hermanos que no han podido venir a esta celebración. R.
- Oremos al juez de todos los hombres por el descanso eterno de los fieles difuntos. R.
- Pidamos la clemencia del Salvador para todos nosotros, que imploramos con fe la misericordia del Señor. R.
- Imploremos la misericordia de Cristo, el Señor, en favor nuestro y de nuestros familiares, confiando en la bondad del Señor. R.
Atiende benignamente nuestras súplicas, Señor, y escucha las oraciones de tus fieles. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Acepta, Señor, este sacrificio de reconciliación y alabanza y concédenos que, purificados por su eficacia, te ofrezcamos el obsequio agradable de nuestro corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe, Dómine, sacrifícium placatiónis et laudis, et praesta, ut, huius operatióne mundáti, beneplácitum tibi nostrae mentis offerámus afféctum. Per Christum.

PREFACIO COMÚN III
ALABANZA A DIOS QUE NOS CREÓ Y NOS HA CREADO DE NUEVO EN CRISTO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque has querido ser, por medio de tu amado Hijo, no sólo el creador del género humano, sino también su bondadoso restaurador.
Por eso, con razón te sirven todas las criaturas, con justicia te alaban todos los redimidos y unánimes te bendicen tus santos.
Con ellos, unidos a todos los ángeles, nosotros queremos celebrarte y te alabamos diciendo:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Qui per Fílium dilectiónis tuae, sicut cónditor géneris es humáni, ita benigníssimus reformátor.
Unde mérito tibi cunctae sérviunt creatúrae, te redémpti rite colláudant univérsi, et uno Sancti tui te corde benedícunt.
Quaprópter et nos cum ómnibus te Angelis celebrámus, iucúnda semper confessióne dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de la comunión Cf. Sal 144, 15

Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú les das la comida a su tiempo.
Oculi ómnium in te sperant, Dómine, et tu das illis escam in témpore opportúno.
O bien: Cf. Jn 10, 11. 15
Yo soy el Buen Pastor, yo doy mi vida por las ovejas, dice el Señor.
Ego sum pastor bonus, et ánimam meam pono pro óvibus meis, dicit Dóminus.

Oración después de la comunión
Renovados por la recepción del Cuerpo santo y de la Sangre preciosa, imploramos tu bondad, Señor, para obtener con segura clemencia lo que celebramos con fidelidad constante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sacri Córporis et Sánguinis pretiósi alimónia renováti, quaesumus, Dómine, cleméntiam tuam, ut, quod gérimus devotióne frequénti, certa redemptióne capiámus. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 21 de junio
M
emoria de san Luis Gonzaga, religioso, que, nacido de nobilísima estirpe y admirable por su pureza, renunció a favor de su hermano el principado que le correspondía e ingresó en Roma en la Orden de la Compañía de Jesús. Murió, apenas adolescente, por haber asistido durante una grave epidemia a enfermos contagiados. (1591)
2*. En Ghé, en Bretaña Menor, hoy Francia, san Meveno, abad, que, originario de Cambria, se retiró a los bosques de la Armórica, donde fundó un monasterio. (s. VI)
3. En el territorio de Evreux, en Neustria, también en la Francia actual, san Leufredo, abad, fundador del monasterio de la Santa Cruz, que presidió durante cuarenta y ocho años. (738)
4*. En Bourges, en Aquitania, de nuevo en Francia, san Radulfo, obispo, el cual, solícito por la vida sacerdotal, junto con presbíteros de la Iglesia que tenía encomendada recogió textos de los santos Padres y de los cánones para uso pastoral. (866)
5*. En Huesca, ciudad del reino de Aragón, san Ramón, que, siendo canónigo regular, fue designado obispo de Roda y de Barbastro, sede de la que fue expulsado durante tres años por no querer combatir nunca con las armas a los enemigos de la fe cristiana. (1126)
6*. En Orviero, en la región de Umbría, en Italia, beato Tomás Corsini, religioso de la Orden de los Siervos de María. (1343)
7. En Londres, en Inglaterra, san Juan Rigby, mártir, el cual, detenido y condenado a la pena capital durante el reinado de Isabel I por haberse reconciliado con la Iglesia católica, fue ahorcado en Southwark y descuartizado mientras aún estaba vivo. (1600)
8*. En una nave anclada frente el puerto de Rochefort, en Francia, beato Jacobo Morelle Dupas, presbítero y mártir, que severo para sí mismo y dulce para con los demás, durante la Revolución Francesa fue encarcelado por ser párroco en el territorio de Poitiers y falleció finalmente de hambre. (1794)
9. En el lugar de Zapotlanejo, en México, san José Isabel Flores, presbítero, mártir durante la gran persecución contra la religión en aquel país. (1927)

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