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viernes, 10 de diciembre de 2021

Viernes 14 enero 2022, Viernes de la I semana del Tiempo Ordinario, feria (o misa por la paz).

SOBRE LITURGIA

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL

Sala Pablo VI. Miércoles 25 de enero de 2012

La oración en la hora de Jesús

Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy centramos nuestra atención en la oración que Jesús dirige al Padre en la «Hora» de su elevación y glorificación (cf. Jn 17, 1-26). Como afirma el Catecismo de la Iglesia católica: «La tradición cristiana acertadamente la denomina la oración “sacerdotal” de Jesús. Es la oración de nuestro Sumo Sacerdote, inseparable de su sacrificio, de su “paso” [pascua] hacia el Padre donde él es “consagrado” enteramente al Padre» (n. 2747).

Esta oración de Jesús es comprensible en su extrema riqueza sobre todo si la colocamos en el trasfondo de la fiesta judía de la expiación, el Yom kippur. Ese día el Sumo Sacerdote realiza la expiación primero por sí mismo, luego por la clase sacerdotal y, finalmente, por toda la comunidad del pueblo. El objetivo es dar de nuevo al pueblo de Israel, después de las transgresiones de un año, la consciencia de la reconciliación con Dios, la consciencia de ser el pueblo elegido, el «pueblo santo» en medio de los demás pueblos. La oración de Jesús, presentada en el capítulo 17 del Evangelio según san Juan, retoma la estructura de esta fiesta. En aquella noche Jesús se dirige al Padre en el momento en el que se está ofreciendo a sí mismo. Él, sacerdote y víctima, reza por sí mismo, por los apóstoles y por todos aquellos que creerán en él, por la Iglesia de todos los tiempos (cf. Jn 17, 20).

La oración que Jesús hace por sí mismo es la petición de su propia glorificación, de su propia «elevación» en su «Hora». En realidad es más que una petición y que una declaración de plena disponibilidad a entrar, libre y generosamente, en el designio de Dios Padre que se cumple al ser entregado y en la muerte y resurrección. Esta «Hora» comenzó con la traición de Judas (cf. Jn 13, 31) y culminará en la ascensión de Jesús resucitado al Padre (cf. Jn 20, 17). Jesús comenta la salida de Judas del cenáculo con estas palabras: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él» (Jn 13, 31). No por casualidad, comienza la oración sacerdotal diciendo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti» (Jn 17, 1).

La glorificación que Jesús pide para sí mismo, en calidad de Sumo Sacerdote, es el ingreso en la plena obediencia al Padre, una obediencia que lo conduce a su más plena condición filial: «Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese» (Jn 17, 5). Esta disponibilidad y esta petición constituyen el primer acto del sacerdocio nuevo de Jesús, que consiste en entregarse totalmente en la cruz, y precisamente en la cruz —el acto supremo de amor— él es glorificado, porque el amor es la gloria verdadera, la gloria divina.

El segundo momento de esta oración es la intercesión que Jesús hace por los discípulos que han estado con él. Son aquellos de los cuales Jesús puede decir al Padre: «He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra» (Jn 17, 6). «Manifestar el nombre de Dios a los hombres» es la realización de una presencia nueva del Padre en medio del pueblo, de la humanidad. Este «manifestar» no es sólo una palabra, sino que es una realidad en Jesús; Dios está con nosotros, y así el nombre —su presencia con nosotros, el hecho de ser uno de nosotros— se ha hecho una «realidad». Por lo tanto, esta manifestación se realiza en la encarnación del Verbo. En Jesús Dios entra en la carne humana, se hace cercano de modo único y nuevo. Y esta presencia alcanza su cumbre en el sacrificio que Jesús realiza en su Pascua de muerte y resurrección.

En el centro de esta oración de intercesión y de expiación en favor de los discípulos está la petición de consagración. Jesús dice al Padre: «No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados en la verdad» (Jn 17, 16-19). Pregunto: En este caso, ¿qué significa «consagrar»? Ante todo es necesario decir que propiamente «consagrado» o «santo» es sólo Dios. Consagrar, por lo tanto, quiere decir transferir una realidad —una persona o cosa— a la propiedad de Dios. Y en esto se presentan dos aspectos complementarios: por un lado, sacar de las cosas comunes, separar, «apartar» del ambiente de la vida personal del hombre para entregarse totalmente a Dios; y, por otro, esta separación, este traslado a la esfera de Dios, tiene el significado de «envío», de misión: precisamente porque al entregarse a Dios, la realidad, la persona consagrada existe «para» los demás, se entrega a los demás. Entregar a Dios quiere decir ya no pertenecerse a sí mismo, sino a todos. Es consagrado quien, como Jesús, es separado del mundo y apartado para Dios con vistas a una tarea y, precisamente por ello, está completamente a disposición de todos. Para los discípulos, será continuar la misión de Jesús, entregarse a Dios para estar así en misión para todos. La tarde de la Pascua, el Resucitado, al aparecerse a sus discípulos, les dirá: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20, 21).

El tercer acto de esta oración sacerdotal extiende la mirada hasta el fin de los tiempos. En esta oración Jesús se dirige al Padre para interceder en favor de todos aquellos que serán conducidos a la fe mediante la misión inaugurada por los apóstoles y continuada en la historia: «No sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos» (Jn 17, 20). Jesús ruega por la Iglesia de todos los tiempos, ruega también por nosotros. El Catecismo de la Iglesia católica comenta: «Jesús ha cumplido toda la obra del Padre, y su oración, al igual que su sacrificio, se extiende hasta la consumación de los siglos. La oración de la “Hora de Jesús” llena los últimos tiempos y los lleva a su consumación» (n. 2749).

La petición central de la oración sacerdotal de Jesús dedicada a sus discípulos de todos los tiempos es la petición de la futura unidad de cuantos creerán en él. Esa unidad no es producto del mundo, sino que proviene exclusivamente de la unidad divina y llega a nosotros del Padre mediante el Hijo y en el Espíritu Santo. Jesús invoca un don que proviene del cielo, y que tiene su efecto —real y perceptible— en la tierra. Él ruega «para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17, 21). La unidad de los cristianos, por una parte, es una realidad secreta que está en el corazón de las personas creyentes. Pero, al mismo tiempo esa unidad debe aparecer con toda claridad en la historia, debe aparecer para que el mundo crea; tiene un objetivo muy práctico y concreto, debe aparecer para que todos realmente sean uno. La unidad de los futuros discípulos, al ser unidad con Jesús —a quien el Padre envió al mundo—, es también la fuente originaria de la eficacia de la misión cristiana en el mundo.

«Podemos decir que en la oración sacerdotal de Jesús se cumple la institución de la Iglesia... Precisamente aquí, en el acto de la última Cena, Jesús crea la Iglesia. Porque, ¿qué es la Iglesia sino la comunidad de los discípulos que, mediante la fe en Jesucristo como enviado del Padre, recibe su unidad y se ve implicada en la misión de Jesús de salvar el mundo llevándolo al conocimiento de Dios? Aquí encontramos realmente una verdadera definición de la Iglesia.

La Iglesia nace de la oración de Jesús. Y esta oración no es solamente palabra: es el acto en que él se “consagra” a sí mismo, es decir, “se sacrifica” por la vida del mundo» (cf. Jesús de Nazaret, II, 123 s).

Jesús ruega para que sus discípulos sean uno. En virtud de esa unidad, recibida y custodiada, la Iglesia puede caminar «en el mundo» sin ser «del mundo» (cf. Jn 17, 16) y vivir la misión que le ha sido confiada para que el mundo crea en el Hijo y en el Padre que lo envió. La Iglesia se convierte entonces en el lugar donde continúa la misión misma de Cristo: sacar al «mundo» de la alienación del hombre de Dios y de sí mismo, es decir, sacarlo del pecado, para que vuelva a ser el mundo de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, hemos comentado sólo algún elemento de la gran riqueza de la oración sacerdotal de Jesús, que os invito a leer y a meditar, para que nos guíe en el diálogo con el Señor, para que nos enseñe a rezar. Así pues, también nosotros, en nuestra oración, pidamos a Dios que nos ayude a entrar, de forma más plena, en el proyecto que tiene para cada uno de nosotros; pidámosle que nos «consagre» a él, que le pertenezcamos cada vez más, para poder amar cada vez más a los demás, a los cercanos y a los lejanos; pidámosle que seamos siempre capaces de abrir nuestra oración a las dimensiones del mundo, sin limitarla a la petición de ayuda para nuestros problemas, sino recordando ante el Señor a nuestro prójimo, comprendiendo la belleza de interceder por los demás; pidámosle el don de la unidad visible entre todos los creyentes en Cristo —lo hemos invocado con fuerza en esta Semana de oración por la unidad de los cristianos—; pidamos estar siempre dispuestos a responder a quien nos pida razón de la esperanza que está en nosotros (cf. 1 P 3, 15). Gracias.

CALENDARIO

14 VIERNES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria 

Misa de feria (verde). 
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común. 
LECC.: vol. III-par. 
- 1 Sam 8, 4-7. 10-22a. Os quejaréis a causa del rey, pero el Señor no os responderá. 
- Sal 88. R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor. 
- Mc 2, 1-12. El Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados. 

Liturgia de las Horas: oficio de feria. 

Martirologio: elogs. del 15 de enero, pág. 111. 
CALENDARIOS: Valencia: San Juan de Ribera, obispo (F). Orihuela-Alicante: (MO). 
Orden Premonstratense: San Godefrido, religioso (MO). 
Cartujos: Beato Odón, monje (ML). 
OFM Conv.: Beato Odorico de Pordenone, presbítero (ML). 
Redentoristas: Beato Pedro Donders, presbítero (ML).
 
TEXTOS MISA

Misa de la feria:
de la I semana del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario)

Misa por la paz:
Por la paz y la justicia
Esta misa no puede decirse en la solemnidad de santa María, Madre de Dios, el día 1 de enero.
Puede utilizarse también la misa para fomentar la concordia.


Antífona de entrada Cf. Eclo 36, 15-16
Señor, da la paz a los que esperan en ti, escucha las súplicas de tus siervos y llévanos por el camino de la justicia.
Da pacem, Dómine, sustinéntibus te, et exáudi oratiónes servórum tuórum, et dírige nos in viam iustítiae.

Monición de entrada
La paz y la justicia son aspiraciones permanentes de los hombres de todos los tiempos. El cristiano, con el auxilio de Cristo, Príncipe de la paz, es llamado a ser constructor de la justicia e instrumento de paz en medio del mundo. Para ello, pidamos en esta eucaristía los dones de la justicia y la paz.
O bien:
Cristo vino a traer paz a este mundo, reconciliando con su muerte y resurrección a todos los hombres y eliminando todo tipo de discordia y enemistad. Pidámosle que, continuando su obra en el mundo, nos ayude a esforzarnos de manera personal y comunitaria, y cooperemos en su obra.

Oración colecta
Oh, Dios, que manifestaste que serán llamados hijos tuyos los amantes de la paz, concédenos instaurar sin descanso aquella justicia que puede garantizar una paz firme y verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui pacíficos revelásti fílios tuos esse vocándos, praesta, quaesumus, ut illam instaurémus sine intermissióne iustítiam, quae sola firmam pacem spóndeat et verácem. Per Dóminum.
O bien:
Oh, Dios, que cuidas de todos con amor paternal, concede, en tu bondad, que los hombres, a quienes diste un mismo origen, formen una sola familia en la paz y vivan siempre unidos por el amor fraterno. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui patérnam curam ómnium geris, concéde propítius, ut hómines, quibus unam oríginem dedísti, et unam in pace famíliam constítuant, et fratérno semper ánimo uniántur. Per Dóminum.

B. Otras oraciones por la paz
Oración colecta
Oh, Dios, creador del mundo, bajo cuyo gobierno se desarrolla el curso de la historia, muéstrate propicio a nuestras súplicas y concede a nuestro tiempo el sosiego de la paz, para que nos gocemos incesantemente en la alabanza de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, cónditor mundi, sub cuius arbítrio ómnium saeculórum ordo decúrrit, adésto propítius invocatiónibus nostris et tranquillitátem pacis praeséntibus concéde tempóribus, ut in láudibus misericórdiae tuae incessábili exsultatióne laetémur. Per Dóminum.
O bien:
Dios de la paz, tú eres la paz misma, a quien el espíritu violento no comprende ni el corazón cruel acepta, haz que perseveren en el bien los que conviven en concordia, y que recuperen la paz, olvidando el mal, los que están enfrentados. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus pacis, immo pax ipsa, quem discórdans ánimus non capit, quem mens cruénta non récipit, praesta, ut, qui concórdes sunt, boni perseverántiam téneant, qui discórdes sunt, mali oblivióne sanéntur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Viernes de la I semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 1 Sam 8, 4-7. 10-22a
Os quejaréis a causa del rey, pero el Señor no os responderá
Lectura del primer libro de Samuel.

En aquellos días, se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a Ramá, donde estaba Samuel.
Le dijeron:
«Tú eres ya un anciano, y tus hijos no siguen tus caminos. Nómbranos, por tanto, un rey, para que nos gobierne, corno se hace en todas las naciones».
A Samuel le pareció mal que hubieran dicho:
«Danos un rey para que nos gobierne».
Y oró al Señor.
El Señor dijo a Samuel:
«Escucha la voz del pueblo en todo cuanto te digan. No es a ti a quien rechazan, sino a mí, para que no reine sobre ellos».
Samuel transmitió todas las palabras del Señor al pueblo que le había pedido un rey.
Samuel explicó:
«Este es el derecho del rey que reinará sobre vosotros: se llevará a vuestros hijos los para destinarlos a su carroza y a su caballería, y correrán delante de su carroza. Los destinará a ser jefes de mil o jefes de cincuenta, a arar su labrantío y segar su mies, a fabricar sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros. Tomará a vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. Se apoderará de vuestros mejores campos, viñas y olivares, para dárselos a sus servidores. Cobrará el diezmo de vuestros olivares y viñas, para dárselo a sus eunucos y servidores. Se llevará a vuestros mejores servidores, siervas y jóvenes, así como a vuestros asnos, para emplearlos en sus trabajos. Cobrará el diezmo de vuestro ganado menor, y vosotros os convertiréis en esclavos suyos. Aquel día os quejaréis a causa del rey que os habéis escogido: Pero el Señor no os responderá».
El pueblo se negó a hacer caso a Samuel y contestó:
«No importa. Queremos que haya un rey sobre nosotros. Así seremos como todos los otros pueblos. Nuestro rey nos gobernará, irá al frente y conducirá nuestras guerras».
Samuel oyó todas las palabras del pueblo y las transmitió a oídos del Señor.
El Señor dijo a Samuel:
«Escucha su voz y nómbrales un rey».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 88, 16-17. 18-19 (R.: cf. 2a)
R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Misericórdias tuas, Domine, in ætérnum cantábo.

V. Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh, Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.
R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Misericórdias tuas, Domine, in ætérnum cantábo.

V. Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo
y el Santo de Israel nuestro rey.
R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Misericórdias tuas, Domine, in ætérnum cantábo.

Aleluya Lc 7, 16
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. R.
Prophéta magnus surréxit in nobis, et Deus visitábit plebem suam.

EVANGELIO Mc 2, 1-12
El Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados
 Lectura del santo Evangelio según San Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:
«¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:
«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralítico-:
“Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo:
«Nunca hemos visto una cosa igual».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, 30
Es de notar que no dijo la fe del paralítico, sino la de los que lo llevaban, pues a veces ocurre que alguno recobra la salud por la fe de otro.
Beda (Catena aurea)
Ciertamente es digno de meditación cuánto debe valer para Dios la propia fe de cada uno, cuando vale tanto la ajena, que por ella se levanta un hombre de repente curado interior y exteriormente, y por el mérito de unos se perdonan a otros sus pecados.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario IV
Nos hemos reunido aquí, hermanos, para conmemorar el misterio de nuestra redención; roguemos, por lo tanto, a Dios todopoderoso, para que todo el mundo se llene de bendiciones y de vida.
- Por todos los consagrados a Dios, para que con su ayuda puedan cumplir fielmente su propósito. Roguemos al Señor.
- Por la paz de los pueblos, para que, sin ninguna perturbación, puedan servirle en libertad de espíritu. Roguemos al Señor.
- Por los ancianos que viven en soledad o enfermedad, para que sean confortados por nuestra fraternal caridad. Roguemos al Señor
- Por nosotros, aquí congregados, para que sepamos usar de tal modo los bienes presentes, con los que Dios no deja de favorecernos, que merezcamos alcanzar los eternos. Roguemos al Señor.
Sé propicio, Señor, con tu pueblo suplicante, para que reciba con prontitud lo que te pide bajo tu inspiración. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Misa por la paz:
Oración de los fieles
A Dios Padre, fuente y origen de todo bien, elevemos hoy nuestras súplicas confiadas, en nombre de Jesucristo, el Príncipe de la paz.
- Por la Iglesia, para que sea, cada vez más, un vivo testimonio de paz y justicia, para que todos los hombres se animen con una nueva esperanza. Oremos.
- Por los cristianos, para que trabajemos sin desfallecer por establecer en el mundo cauces de justicia, cuyo fruto es la paz. Oremos.
- Por los gobiernos de las naciones, para que crezcan en solidaridad y justicia, olviden los recelos y fomenten la mutua confianza, depongan las armas y trabajen por el diálogo y la paz. Oremos.
- Por los que son víctimas de las injusticias, las guerras, el terrorismo y toda clase de violencia, para que, instaurada la paz, puedan recuperar una vida acorde con la dignidad de toda persona. Oremos.
- Por nosotros, congregados alrededor del altar, para que, por nuestra convivencia fraterna, seamos en nuestro entorno testigos de la verdadera paz y justicia que nos brinda el Evangelio y que solo Cristo nos puede dar. Oremos.
Concédenos, oh, Dios, que en todos los pueblos de la tierra se instaure el reino de justicia y de paz de tu Hijo. Él, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Señor, que el sacrificio salvador de tu Hijo, Rey pacífico, ofrecido bajo estos signos sacramentales que significan la paz y la unidad, sirva para fortalecer la concordia entre todos tus hijos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fílii tui, pacífici Regis, sacrifícium salutáre, his sacramentórum signis oblátum, quibus pax et únitas designántur, quaesumus, Dómine, ad concórdiam profíciat inter omnes fílios tuos confirmándam. Per Christum.

PLEGARIA EUCARÍSTICA DE LA RECONCILIACIÓN II.

Antífona de la comunión Mt 5, 9

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Beáti pacífici, quóniam fílii Dei vocabúntur.

Oración después de la comunión
Concédenos, Señor, tu espíritu de caridad para que, alimentados con el Cuerpo y Sangre de tu Unigénito, fomentemos con eficacia la paz entre todos que él mismo dejó. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Largíre nobis, quaesumus, Dómine, spíritum caritátis, ut, Córpore et Sánguine Unigéniti tui vegetáti, pacem inter omnes, quam ipse relíquit, efficáciter nutriámus. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 15 de enero

1. En la ciudad de Anagni, en la región italiana del Lacio, santa Secundina, virgen y mártir. (s. inc.)
2. En Constantinopla, hoy Estambul, en Turquía, san Juan Calibita, de quien se cuenta que durante un tiempo vivió en un rincón de la casa paterna, y después en una choza (kalyba), completamente dado a la contemplación, pasando desapercibido incluso ante sus propios padres, que después de su muerte solo le reconocieron por un ejemplar del Evangelio, adornado en oro, que ellos mismos le habían regalado. (s. V)
3*. En el monasterio de Clúain Creedla, en Hibernia, actual Irlanda, santa Ita, virgen y fundadora de este mismo cenobio. (570)
4. En la ciudad de Rieti, en la Sabina, hoy la región italiana del Lacio, conmemoración de san Probo, obispo, elogiado por el papa san Gregorio Magno. (c. 570)
5. En Glanfeuil, junto al río Loira, en el territorio de Angers, en la Galia, hoy Francia, san Mauro, abad(s. VI/VII)
6*. En la región de Rodez, también en la Galia, santa Tarsicia, virgen y mártir. (s. VI/VII)
7*. En la aldea de Hamme, en Brabante, actual Holanda, san Ableberto o Emeberto, obispo de Cambrai. (c. 645)
8*. En la ciudad de Chartres, en el territorio de Neustria, actualmente hoy Francia, san Malardo, obispo(c. 650)
9*. En Val de Non, en la actual región italiana de Trentino, san Romedio, anacoreta, quien, después de entregar a la Iglesia todos sus bienes, llevó vida penitente en el lugar que aún lleva su nombre. (c. s. VIII)
10. En Lyon, ciudad de la Galia, hoy Francia, muerte de san Bonito, obispo de Clermont-Ferrand. Era prefecto de Marsella en el momento de ser elevado al episcopado para ocupar el lugar de su hermano san Avito, pero diez años más tarde renunció a la sede, se retiró al monasterio de Manglieu y, después de peregrinar a Roma, al regreso murió en Lyon. (c. 710)
11*. En Armo, cerca de Reggio Calabria, en Italia, san Arsenio, eremita, célebre por su espíritu de oración y por su austeridad. (904)
12*. En Saint-Gilles-les-Boucheries, en la región de Provenza, en la actual Francia, beato Pedro de Castalnau, presbítero y mártir, que, habiendo ingresado en el monasterio cisterciense de Fontfroide, fue encargado por el papa Inocencio III para que anunciara en aquella región la paz e instruyera sobre la verdadera fe, pero murió herido por una lanza de algunos herejes. (1208)
13*. En Città della Pieve, en Umbría, en Italia, beato Jacobo, llamado “Limosnero”, que se mostró buen abogado de pobres y oprimidos. (c. s. XIII)
14*. En el territorio de Gualdo Tadino, también en Umbría, beato Ángel, eremita. (1325)
15. En la ciudad de Fu’an, en la provincia de Fujian, en China, san Francisco Fernández de Capillas, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, el cual anunció el nombre de Cristo primero en las Islas Filipinas y después en Fujian, donde durante la persecución bajo los tártaros fue encarcelado por largo tiempo y finalmente decapitado. (1648)
16*. En la aldea de Steyl, en Holanda, san Arnoldo Janssen, presbítero, quien, para difundir la fe en las misiones, fundó la Sociedad del Verbo Divino. (1909)
17*. En Berlín, en Alemania, beato Nicolás Gross, padre de familia y mártir, que, dedicado a las cuestiones sociales, se enfrentó con un régimen contrario a la dignidad humana y a la religión. Por no querer actuar en contra de los preceptos de Dios, fue encarcelado y ahorcado, y obtuvo, así, su participación en la victoria de Cristo. (1945)
- Beato Lazzaro Devasahayam Pillai (1712- Aral Kurusadi, India 1752). Laico, padre de familia y mártir, por haberse convertido al cristianismo.
- Beatos Valentín Palencia Marquina y compañeros* (Suances, Cantabria, España, 1937). Sacerdote diocesano, director, capellán y profesor del «Patronato de San José para la enseñanza y educación de niños pobres» y cuatro de los muchachos del colegio asesinados por odio a la fe.
* Donato Rodríguez García, Germán García García, Zacarías Cuesta Campo, Emilio Huidobro Corrales.

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