VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD EL PAPA A CHIPRE Y GRECIA (2-6 DE DICIEMBRE DE 2021))
ENCUENTRO CON LOS OBISPOS, SACERDOTES, RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS, SEMINARISTAS Y CATEQUISTAS
DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Catedral de San Dionisio, Atenas. Sábado, 4 de diciembre de 2021
Queridos hermanos obispos,
queridos sacerdotes, religiosas y religiosos, seminaristas,
queridos hermanos y hermanas: Kalispera sas! [¡Buenas tardes!]
Les agradezco de corazón la acogida y las palabras de saludo que me ha dirigido Mons. Rossolatos. Y gracias, hermana, por su testimonio. Es importante que los religiosos y las religiosas vivan su servicio con este espíritu, con un amor apasionado que se hace don para la comunidad donde son enviados. ¡Gracias! Gracias también a Rokos por el hermoso testimonio de fe vivido en la familia, en la vida cotidiana, junto a los hijos que, como tantos jóvenes, en un cierto momento se hacen preguntas, se interrogan, se vuelven un poco críticos sobre algunas cosas. Pero también eso está bien, porque nos ayuda como Iglesia a reflexionar y a cambiar.
Estoy contento de encontrarlos en una tierra que es un don, un patrimonio de la humanidad sobre el que se han construido los fundamentos de Occidente. Todos somos un poco hijos y deudores de su país: sin la poesía, la literatura, la filosofía y el arte que se desarrollaron aquí no podríamos conocer tantas facetas de la existencia humana, ni satisfacer tantas preguntas interiores sobre la vida, el amor, el dolor y también la muerte.
En el seno de este rico patrimonio, en los inicios del cristianismo se inauguró aquí un “taller” para la inculturación de la fe, dirigido por la sabiduría de muchos Padres de la Iglesia, que con su santa conducta de vida y sus escritos representan un faro luminoso para los creyentes de todas las épocas. Pero si nos preguntamos quién ha inaugurado el encuentro entre el cristianismo de los orígenes y la cultura griega, el pensamiento no puede ir más que al apóstol Pablo. Es él quien abrió el “taller de la fe” que sintetizó esos dos mundos; y lo hizo precisamente aquí, como relatan los Hechos de los Apóstoles. Llegó a Atenas, comenzó a predicar en la plaza y los eruditos de ese tiempo lo llevaron al Areópago (cf. Hch 17,16-34), que era el consejo de los ancianos, de los sabios que juzgaban cuestiones de interés público. Detengámonos en este episodio y dejémonos orientar, en nuestro camino como Iglesia, por dos actitudes del Apóstol que son útiles a nuestra actual elaboración de la fe.
La primera actitud es la confianza. Mientras Pablo predicaba, algunos filósofos comenzaron a preguntarse qué quería enseñar ese «charlatán» (v. 18). Lo llamaron así, charlatán, uno que inventa cosas aprovechándose de la buena fe de quien lo escucha, por eso lo condujeron al Areópago. Por tanto, no tenemos que imaginar que le abrieron el telón de un escenario. Al contrario, lo llevaron allí para interrogarlo: «¿Se puede saber qué doctrina nueva es esta que tú enseñas? Queremos saber qué significan estas cosas extrañas que te oímos decir» (vv. 19-20). Pablo, en definitiva, fue acorralado.
Estas circunstancias de su misión en Grecia también son importantes para nosotros hoy: el Apóstol fue arrinconado. Un poco antes, en Tesalónica, había sido obstaculizado en su predicación y, a causa de los tumultos suscitados en el pueblo, que lo acusaba de procurar desórdenes, tuvo que escapar durante la noche. Ahora, en Atenas, fue tomado por un charlatán y, como un huésped no deseado, lo condujeron al Areópago. Por lo tanto, no estaba viviendo un momento triunfante, sino que estaba llevando adelante la misión en condiciones difíciles. Quizá en muchos momentos de nuestro camino, también nosotros percibimos el cansancio y a veces la frustración de ser una comunidad pequeña o una Iglesia con poca fuerza que se mueve en un contexto no siempre favorable. Mediten la historia de Pablo en Atenas: estaba solo, superado en número y tenía escasas posibilidades de éxito, pero no se dejó vencer por el desánimo, no renunció a la misión ni se dejó atrapar por la tentación de lamentarse. Esto es muy importante, tengan cuidado con no estarse lamentando. Esta es la actitud del verdadero apóstol: seguir adelante con confianza, prefiriendo la inquietud de las situaciones inesperadas a la costumbre y a la repetición. Pablo tuvo esa valentía, ¿de dónde le nacía? De la confianza en Dios. Su valentía era la de la confianza, confianza en la grandeza de Dios, que ama obrar siempre en nuestra debilidad.
Queridos hermanos y hermanas, tenemos confianza, porque el ser Iglesia pequeña nos hace signo elocuente del Evangelio, del Dios anunciado por Jesús que elige a los pequeños y a los pobres, que cambia la historia con las proezas sencillas de los humildes. A nosotros, como Iglesia, no se nos pide el espíritu de la conquista y de la victoria, la magnificencia de los grandes números, el esplendor mundano. Todo eso es peligroso, es la tentación del triunfalismo. A nosotros se nos pide que sigamos el ejemplo del granito de mostaza, que es ínfimo, pero crece humilde y lentamente; es la más pequeña de todas las semillas —dice Jesús— pero cuando crece se convierte en un árbol (cf. Mt 13,32). A nosotros se nos pide que seamos levadura que fermenta en lo escondido, paciente y silenciosamente, dentro de la masa del mundo, gracias a la obra incesante del Espíritu Santo (cf. v. 33). El secreto del Reino de Dios está contenido en las pequeñas cosas, en lo que a menudo no se ve ni hace ruido. El apóstol Pablo, cuyo nombre remite a la pequeñez, vivió en la confianza porque acogió en el corazón estas palabras del Evangelio, hasta el punto de enseñarlas a los hermanos de Corinto: «lo que parece debilidad en Dios es más fuerte que todo lo humano», «escogió a los que el mundo tiene por débiles, para avergonzar a los fuertes» (1 Co 1,25.27).
Entonces, queridos amigos, quisiera decirles: bendigan la pequeñez y acójanla, los dispone a confiar en Dios y sólo en Él. Ser minoría —y en el mundo entero la Iglesia es minoritaria— no quiere decir ser insignificantes, sino recorrer el camino que abrió el Señor, que es el de la pequeñez, el de la kénosis, el abajamiento, de la condescendencia, de la synkatábasis de Dios en Jesucristo. Él descendió hasta llegar a esconderse en los pliegues de la humanidad y en las llagas de nuestra carne. Nos ha salvado, sirviéndonos. Él, en efecto —afirma Pablo—, «se despojó de sí mismo asumiendo la condición de esclavo» (Flp 2,7). Muchas veces tenemos la obsesión de querer aparecer, de llamar la atención, pero «el Reino de Dios no viene de manera que lo puedan detectar visiblemente» (Lc 17,20). Viene secretamente como la lluvia, lentamente, sobre la tierra. Ayudémonos a renovar esta confianza en la obra de Dios, a no perder el entusiasmo del servicio. ¡Ánimo y adelante por este camino de la humildad y la pequeñez!
Ahora quisiera destacar una segunda actitud de Pablo en el Areópago de Atenas: la acogida. Es la disposición interior necesaria para la evangelización, se trata de no querer ocupar el espacio y la vida de los demás, sino de sembrar la buena noticia en el terreno de su existencia, aprendiendo sobre todo a acoger y reconocer las semillas que Dios ya ha puesto en sus corazones, antes de nuestra llegada. Recordemos que Dios siempre nos precede, Dios siempre precede nuestra siembra. Evangelizar no es llenar un recipiente vacío, es ante todo dar a luz aquello que Dios ya ha empezado a realizar. Y esta extraordinaria pedagogía es la que el Apóstol demostró ante los atenienses. No les dijo “se están equivocando en todo” o “ahora les enseño la verdad”, sino que comenzó acogiendo su espíritu religioso: «Atenienses, veo que ustedes son, desde todo punto de vista, personas muy religiosas. Porque mientras paseaba y contemplaba sus monumentos sagrados encontré un altar en el que estaba escrito: “Al dios desconocido”» (Hch 17,22-23). Toma un elemento valioso de los atenienses. El Apóstol reconoció la dignidad de sus interlocutores y acogió su sensibilidad religiosa. Aun cuando las calles de Atenas estaban llenas de ídolos, que lo habían hecho “estremecerse dentro de sí” (cf. v. 16), Pablo acogió el deseo de Dios escondido en el corazón de esas personas y amablemente quiso transmitirles el asombro de la fe. Su estilo no fue impositivo, sino propositivo; no estaba fundado en el proselitismo, nunca, sino en la mansedumbre de Jesús. Y eso fue posible porque Pablo tenía una mirada espiritual sobre la realidad, creía que el Espíritu Santo trabaja en el corazón del hombre, más allá de las etiquetas religiosas. Hemos escuchado esto en el testimonio de Rokos. En un cierto momento, los hijos se alejan un poco de la práctica religiosa, pero el Espíritu Santo había obrado y continúa obrando, y de ese modo ellos creen mucho en la unidad y en la fraternidad con el prójimo. El Espíritu trabaja siempre, más allá de lo que se ve exteriormente, ¡acordémonos de esto! La actitud del apóstol en todo tiempo comienza, pues, por acoger al otro, no olvidemos que «la gracia supone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quien lo recibe» (Exhort ap. Evangelii gaudium, 115). No hay una gracia abstracta girando sobre nuestras cabezas, siempre la gracia esta encarnada en una cultura, ahí se encarna.
A propósito de la visita de Pablo al Areópago, Benedicto XVI dijo que debemos interesarnos mucho por las personas agnósticas o ateas, pero que tenemos que estar atentos porque «cuando hablamos de una nueva evangelización, estas personas tal vez se asustan. No quieren verse a sí mismas como objeto de misión, ni renunciar a su libertad de pensamiento y de voluntad» (Discurso a la Curia Romana, 21 diciembre 2009). También hoy a nosotros se nos pide la actitud de la acogida, el estilo de la hospitalidad, un corazón animado por el deseo de crear comunión en medio de las diferencias humanas, culturales o religiosas. El desafío es elaborar la pasión por el conjunto, que nos conduzca —católicos, ortodoxos, hermanos y hermanas de otros credos, así como hermanos agnósticos, todos— a escucharnos recíprocamente, a soñar y trabajar juntos, a cultivar la “mística” de la fraternidad (cf. Exhort ap. Evangelii gaudium, 87). La historia pasada permanece todavía como una herida abierta en el camino de este diálogo afable, pero abrazamos con valentía el desafío que hoy se nos presenta.
Queridos hermanos y hermanas, aquí en tierra griega, san Pablo manifestó su serena confianza en Dios y eso hizo que acogiera a los areopagitas que sospechaban de él. Con estas dos actitudes anunció a ese Dios que era desconocido para sus interlocutores, y llegó a presentarles el rostro de un Dios que en Cristo Jesús sembró el germen de la resurrección, el derecho universal a la esperanza, que es un derecho humano, el derecho a la esperanza. Cuando Pablo anunció esta buena noticia, la mayor parte lo ridiculizó y se fue. Sin embargo, «algunos hombres se unieron a él y abrazaron la fe, entre ellos Dionisio, el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más» (Hch 17,34). La mayoría se fue, un pequeño resto se unió a Pablo, entre ellos Dionisio, titular de esta Catedral. Era una pequeña porción, pero es así como Dios teje los hilos de la historia, desde entonces hasta hoy. Les deseo de corazón que prosigan la obra en su histórico taller de la fe, y que lo hagan con estos dos ingredientes: la confianza y la acogida, para saborear el Evangelio como experiencia de alegría y también como experiencia de fraternidad. Los llevo conmigo en el afecto y en la oración. Y ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí. O Theós na sas evloghi! [¡Que Dios los bendiga!]
CALENDARIO
11 MARTES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria
Misa de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- 1 Sam 1, 9-20. El Señor se acordó de Ana, y dio a luz a Samuel.
- Salmo: 1 Sam 2, 1. 4-8. R. Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
- Mc 1, 21b-28. Les enseñaba con autoridad.
Liturgia de las Horas: oficio de feria.
Martirologio: elogs. del 12 de enero, pág. 105.
CALENDARIOS: Urgell: Beata Ana María Janer, virgen (ML).
Dominicos: Beato Gonzalo de Amarante, presbítero, o beato Bernardo Scammaca, presbítero (ML).
TEXTOS MISA
Misa de la feria: de la I semana del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).
Misa al comienzo del año civil:
Al comienzo del Año civil
Esta misa puede decirse en los primeros días del año, con excepción del 1 de enero, solemnidad de Santa María, Madre de Dios.
Antífona de entrada Cf. SaI 64, 12
Coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia.
Benedíces corónae anni benignitátis tuae, et campi tui replebúntur ubertáte.
O bien: Mt 28, 30
Dice el Señor: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
Ecce ego vobíscum sum ómnibus diébus, dicit Dóminus, usque ad consummatiónem saeculi, alléluia.
Monición de entrada
Hemos comenzado un nuevo año con sus esperanzas y temores sus proyectos y preocupaciones, con sus interrogantes e incógnitas Pongámonos en manos de Dios y, con confianza de hijos, dejémonos llevar por la providencia del Padre, que nos ama y quiere siempre nuestro bien.
Oración colecta
Oh, Dios, que sin principio ni fin eres el origen de todo lo creado, concédenos que este año, cuyo comienzo te ofrecemos, transcurra de tal modo que abundemos en lo necesario, y nos distingamos por la santidad de nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui, sine inítio et sine fine, totíus es princípium creatúrae, da nobis ita hunc annum, cuius inítia tibi dedicámus, transígere, ut et substántiis abundémus, et sanctitátis opéribus fulgeámus. Per Dóminum.
Papa Francisco, Ángelus 28-enero-2018
El poder de Jesús confirma la autoridad de su enseñanza. Él no pronuncia solo palabras, sino que actúa. Así manifiesta el proyecto de Dios con las palabras y con el poder de las obras. En el Evangelio, de hecho, vemos que Jesús, en su misión terrena, revela el amor de Dios tanto con la predicación como con innumerables gestos de atención y socorro a los enfermos, a los necesitados, a los niños, a los pecadores. Jesús es nuestro Maestro, poderoso en palabras y obras. Jesús nos comunica toda la luz que ilumina las calles, a veces oscuras, de nuestra existencia; nos comunica también la fuerza necesaria para superar las dificultades, las pruebas, las tentaciones. ¡Pensemos en la gran gracia que es para nosotros haber conocido a este Dios tan poderoso y bueno! Un maestro y un amigo, que nos indica el camino y nos cuida, especialmente cuando lo necesitamos.
Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario II a
Hermanos, en esta oración pública y comunitaria que vamos a hacer, no se limite cada uno a orar por sí mismo o por sus necesidades, sino oremos a Cristo, el Señor, por todo el pueblo.
1a. Pidamos para todo el pueblo cristiano la abundancia de la bondad divina.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)
2a. Supliquemos la fortaleza del Señor para todos los que gobiernan las naciones.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)
3a. Roguemos al Señor por todos nuestros hermanos que no han podido venir a esta celebración.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)
4a. Pidamos la clemencia del Salvador para todos nosotros, que imploramos con fe la misericordia del Señor.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)
Atiende en tu bondad nuestras súplicas, Señor, y escucha las oraciones de tus fieles. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Misa al comienzo del Año civil:
Oración de los fieles
Dios nos ama y sabe lo que necesitamos. Con esta seguridad y con confianza de hijos, le presentamos nuestras súplicas.
- Por la Iglesia, que peregrina por el mundo en esta hora de la historia, para que, interpretando los signos de los tiempos, cumpla fielmente la misión que Cristo le encomendó. Oremos.
- Por todas las naciones, para que, superando toda clase de violencias y egoísmos, pongan sus riquezas al servicio de la gran familia humana. Oremos.
- Por los que trabajan por la paz, la reconciliación, el reconocimiento de los derechos humanos, para que sus esfuerzos logren las metas deseadas. Oremos.
- Por todos los hombres que comenzamos este año civil, para que, libres de todo peligro, sintamos, en todo momento, la protección del Padre, que está en los cielos. Oremos.
Concédenos, Dios y Padre nuestro, que nuestros años transcurran en tu amor y que podamos servirte con plena libertad y paz todos los días de nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre las ofrendas
El sacrificio que te ofrecemos, Señor, sea grato a tu mirada, para que todos los que celebramos con alegría el comienzo de este año merezcamos recorrer el resto, día a día, en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sacrifícia quae tibi offérimus ita tuis óculis, Dómine, sint accépta, ut omnes, qui inítia huius anni cum laetítia celebrámus, réliquum excúrsum eius in tua mereámur transígere caritáte. Per Christum.
PLEGARIA EUCARÍSTICA D 3.
Antífona de la comunión Heb 13, 8
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.
Iesus Christus heri et hódie, ipse et in saecula.
Oración después de la comunión
Acompaña, Señor, al pueblo que ha participado en estos santos misterios, para que, a lo largo de todo el año, no se vean afectados por ningún peligro los que confían en tu protección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Adésto, Dómine, pópulis, qui sacra mystéria contigérunt, ut in toto decúrsu huius anni nullis perículis affligántur, qui in tua semper protectióne confídunt. Per Christum.
Queridos hermanos obispos,
queridos sacerdotes, religiosas y religiosos, seminaristas,
queridos hermanos y hermanas: Kalispera sas! [¡Buenas tardes!]
Les agradezco de corazón la acogida y las palabras de saludo que me ha dirigido Mons. Rossolatos. Y gracias, hermana, por su testimonio. Es importante que los religiosos y las religiosas vivan su servicio con este espíritu, con un amor apasionado que se hace don para la comunidad donde son enviados. ¡Gracias! Gracias también a Rokos por el hermoso testimonio de fe vivido en la familia, en la vida cotidiana, junto a los hijos que, como tantos jóvenes, en un cierto momento se hacen preguntas, se interrogan, se vuelven un poco críticos sobre algunas cosas. Pero también eso está bien, porque nos ayuda como Iglesia a reflexionar y a cambiar.
Estoy contento de encontrarlos en una tierra que es un don, un patrimonio de la humanidad sobre el que se han construido los fundamentos de Occidente. Todos somos un poco hijos y deudores de su país: sin la poesía, la literatura, la filosofía y el arte que se desarrollaron aquí no podríamos conocer tantas facetas de la existencia humana, ni satisfacer tantas preguntas interiores sobre la vida, el amor, el dolor y también la muerte.
En el seno de este rico patrimonio, en los inicios del cristianismo se inauguró aquí un “taller” para la inculturación de la fe, dirigido por la sabiduría de muchos Padres de la Iglesia, que con su santa conducta de vida y sus escritos representan un faro luminoso para los creyentes de todas las épocas. Pero si nos preguntamos quién ha inaugurado el encuentro entre el cristianismo de los orígenes y la cultura griega, el pensamiento no puede ir más que al apóstol Pablo. Es él quien abrió el “taller de la fe” que sintetizó esos dos mundos; y lo hizo precisamente aquí, como relatan los Hechos de los Apóstoles. Llegó a Atenas, comenzó a predicar en la plaza y los eruditos de ese tiempo lo llevaron al Areópago (cf. Hch 17,16-34), que era el consejo de los ancianos, de los sabios que juzgaban cuestiones de interés público. Detengámonos en este episodio y dejémonos orientar, en nuestro camino como Iglesia, por dos actitudes del Apóstol que son útiles a nuestra actual elaboración de la fe.
La primera actitud es la confianza. Mientras Pablo predicaba, algunos filósofos comenzaron a preguntarse qué quería enseñar ese «charlatán» (v. 18). Lo llamaron así, charlatán, uno que inventa cosas aprovechándose de la buena fe de quien lo escucha, por eso lo condujeron al Areópago. Por tanto, no tenemos que imaginar que le abrieron el telón de un escenario. Al contrario, lo llevaron allí para interrogarlo: «¿Se puede saber qué doctrina nueva es esta que tú enseñas? Queremos saber qué significan estas cosas extrañas que te oímos decir» (vv. 19-20). Pablo, en definitiva, fue acorralado.
Estas circunstancias de su misión en Grecia también son importantes para nosotros hoy: el Apóstol fue arrinconado. Un poco antes, en Tesalónica, había sido obstaculizado en su predicación y, a causa de los tumultos suscitados en el pueblo, que lo acusaba de procurar desórdenes, tuvo que escapar durante la noche. Ahora, en Atenas, fue tomado por un charlatán y, como un huésped no deseado, lo condujeron al Areópago. Por lo tanto, no estaba viviendo un momento triunfante, sino que estaba llevando adelante la misión en condiciones difíciles. Quizá en muchos momentos de nuestro camino, también nosotros percibimos el cansancio y a veces la frustración de ser una comunidad pequeña o una Iglesia con poca fuerza que se mueve en un contexto no siempre favorable. Mediten la historia de Pablo en Atenas: estaba solo, superado en número y tenía escasas posibilidades de éxito, pero no se dejó vencer por el desánimo, no renunció a la misión ni se dejó atrapar por la tentación de lamentarse. Esto es muy importante, tengan cuidado con no estarse lamentando. Esta es la actitud del verdadero apóstol: seguir adelante con confianza, prefiriendo la inquietud de las situaciones inesperadas a la costumbre y a la repetición. Pablo tuvo esa valentía, ¿de dónde le nacía? De la confianza en Dios. Su valentía era la de la confianza, confianza en la grandeza de Dios, que ama obrar siempre en nuestra debilidad.
Queridos hermanos y hermanas, tenemos confianza, porque el ser Iglesia pequeña nos hace signo elocuente del Evangelio, del Dios anunciado por Jesús que elige a los pequeños y a los pobres, que cambia la historia con las proezas sencillas de los humildes. A nosotros, como Iglesia, no se nos pide el espíritu de la conquista y de la victoria, la magnificencia de los grandes números, el esplendor mundano. Todo eso es peligroso, es la tentación del triunfalismo. A nosotros se nos pide que sigamos el ejemplo del granito de mostaza, que es ínfimo, pero crece humilde y lentamente; es la más pequeña de todas las semillas —dice Jesús— pero cuando crece se convierte en un árbol (cf. Mt 13,32). A nosotros se nos pide que seamos levadura que fermenta en lo escondido, paciente y silenciosamente, dentro de la masa del mundo, gracias a la obra incesante del Espíritu Santo (cf. v. 33). El secreto del Reino de Dios está contenido en las pequeñas cosas, en lo que a menudo no se ve ni hace ruido. El apóstol Pablo, cuyo nombre remite a la pequeñez, vivió en la confianza porque acogió en el corazón estas palabras del Evangelio, hasta el punto de enseñarlas a los hermanos de Corinto: «lo que parece debilidad en Dios es más fuerte que todo lo humano», «escogió a los que el mundo tiene por débiles, para avergonzar a los fuertes» (1 Co 1,25.27).
Entonces, queridos amigos, quisiera decirles: bendigan la pequeñez y acójanla, los dispone a confiar en Dios y sólo en Él. Ser minoría —y en el mundo entero la Iglesia es minoritaria— no quiere decir ser insignificantes, sino recorrer el camino que abrió el Señor, que es el de la pequeñez, el de la kénosis, el abajamiento, de la condescendencia, de la synkatábasis de Dios en Jesucristo. Él descendió hasta llegar a esconderse en los pliegues de la humanidad y en las llagas de nuestra carne. Nos ha salvado, sirviéndonos. Él, en efecto —afirma Pablo—, «se despojó de sí mismo asumiendo la condición de esclavo» (Flp 2,7). Muchas veces tenemos la obsesión de querer aparecer, de llamar la atención, pero «el Reino de Dios no viene de manera que lo puedan detectar visiblemente» (Lc 17,20). Viene secretamente como la lluvia, lentamente, sobre la tierra. Ayudémonos a renovar esta confianza en la obra de Dios, a no perder el entusiasmo del servicio. ¡Ánimo y adelante por este camino de la humildad y la pequeñez!
Ahora quisiera destacar una segunda actitud de Pablo en el Areópago de Atenas: la acogida. Es la disposición interior necesaria para la evangelización, se trata de no querer ocupar el espacio y la vida de los demás, sino de sembrar la buena noticia en el terreno de su existencia, aprendiendo sobre todo a acoger y reconocer las semillas que Dios ya ha puesto en sus corazones, antes de nuestra llegada. Recordemos que Dios siempre nos precede, Dios siempre precede nuestra siembra. Evangelizar no es llenar un recipiente vacío, es ante todo dar a luz aquello que Dios ya ha empezado a realizar. Y esta extraordinaria pedagogía es la que el Apóstol demostró ante los atenienses. No les dijo “se están equivocando en todo” o “ahora les enseño la verdad”, sino que comenzó acogiendo su espíritu religioso: «Atenienses, veo que ustedes son, desde todo punto de vista, personas muy religiosas. Porque mientras paseaba y contemplaba sus monumentos sagrados encontré un altar en el que estaba escrito: “Al dios desconocido”» (Hch 17,22-23). Toma un elemento valioso de los atenienses. El Apóstol reconoció la dignidad de sus interlocutores y acogió su sensibilidad religiosa. Aun cuando las calles de Atenas estaban llenas de ídolos, que lo habían hecho “estremecerse dentro de sí” (cf. v. 16), Pablo acogió el deseo de Dios escondido en el corazón de esas personas y amablemente quiso transmitirles el asombro de la fe. Su estilo no fue impositivo, sino propositivo; no estaba fundado en el proselitismo, nunca, sino en la mansedumbre de Jesús. Y eso fue posible porque Pablo tenía una mirada espiritual sobre la realidad, creía que el Espíritu Santo trabaja en el corazón del hombre, más allá de las etiquetas religiosas. Hemos escuchado esto en el testimonio de Rokos. En un cierto momento, los hijos se alejan un poco de la práctica religiosa, pero el Espíritu Santo había obrado y continúa obrando, y de ese modo ellos creen mucho en la unidad y en la fraternidad con el prójimo. El Espíritu trabaja siempre, más allá de lo que se ve exteriormente, ¡acordémonos de esto! La actitud del apóstol en todo tiempo comienza, pues, por acoger al otro, no olvidemos que «la gracia supone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quien lo recibe» (Exhort ap. Evangelii gaudium, 115). No hay una gracia abstracta girando sobre nuestras cabezas, siempre la gracia esta encarnada en una cultura, ahí se encarna.
A propósito de la visita de Pablo al Areópago, Benedicto XVI dijo que debemos interesarnos mucho por las personas agnósticas o ateas, pero que tenemos que estar atentos porque «cuando hablamos de una nueva evangelización, estas personas tal vez se asustan. No quieren verse a sí mismas como objeto de misión, ni renunciar a su libertad de pensamiento y de voluntad» (Discurso a la Curia Romana, 21 diciembre 2009). También hoy a nosotros se nos pide la actitud de la acogida, el estilo de la hospitalidad, un corazón animado por el deseo de crear comunión en medio de las diferencias humanas, culturales o religiosas. El desafío es elaborar la pasión por el conjunto, que nos conduzca —católicos, ortodoxos, hermanos y hermanas de otros credos, así como hermanos agnósticos, todos— a escucharnos recíprocamente, a soñar y trabajar juntos, a cultivar la “mística” de la fraternidad (cf. Exhort ap. Evangelii gaudium, 87). La historia pasada permanece todavía como una herida abierta en el camino de este diálogo afable, pero abrazamos con valentía el desafío que hoy se nos presenta.
Queridos hermanos y hermanas, aquí en tierra griega, san Pablo manifestó su serena confianza en Dios y eso hizo que acogiera a los areopagitas que sospechaban de él. Con estas dos actitudes anunció a ese Dios que era desconocido para sus interlocutores, y llegó a presentarles el rostro de un Dios que en Cristo Jesús sembró el germen de la resurrección, el derecho universal a la esperanza, que es un derecho humano, el derecho a la esperanza. Cuando Pablo anunció esta buena noticia, la mayor parte lo ridiculizó y se fue. Sin embargo, «algunos hombres se unieron a él y abrazaron la fe, entre ellos Dionisio, el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más» (Hch 17,34). La mayoría se fue, un pequeño resto se unió a Pablo, entre ellos Dionisio, titular de esta Catedral. Era una pequeña porción, pero es así como Dios teje los hilos de la historia, desde entonces hasta hoy. Les deseo de corazón que prosigan la obra en su histórico taller de la fe, y que lo hagan con estos dos ingredientes: la confianza y la acogida, para saborear el Evangelio como experiencia de alegría y también como experiencia de fraternidad. Los llevo conmigo en el afecto y en la oración. Y ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí. O Theós na sas evloghi! [¡Que Dios los bendiga!]
CALENDARIO
11 MARTES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria
Misa de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- 1 Sam 1, 9-20. El Señor se acordó de Ana, y dio a luz a Samuel.
- Salmo: 1 Sam 2, 1. 4-8. R. Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
- Mc 1, 21b-28. Les enseñaba con autoridad.
Liturgia de las Horas: oficio de feria.
Martirologio: elogs. del 12 de enero, pág. 105.
CALENDARIOS: Urgell: Beata Ana María Janer, virgen (ML).
Dominicos: Beato Gonzalo de Amarante, presbítero, o beato Bernardo Scammaca, presbítero (ML).
TEXTOS MISA
Misa de la feria: de la I semana del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).
Misa al comienzo del año civil:
Al comienzo del Año civil
Esta misa puede decirse en los primeros días del año, con excepción del 1 de enero, solemnidad de Santa María, Madre de Dios.
Antífona de entrada Cf. SaI 64, 12
Coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia.
Benedíces corónae anni benignitátis tuae, et campi tui replebúntur ubertáte.
O bien: Mt 28, 30
Dice el Señor: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
Ecce ego vobíscum sum ómnibus diébus, dicit Dóminus, usque ad consummatiónem saeculi, alléluia.
Monición de entrada
Hemos comenzado un nuevo año con sus esperanzas y temores sus proyectos y preocupaciones, con sus interrogantes e incógnitas Pongámonos en manos de Dios y, con confianza de hijos, dejémonos llevar por la providencia del Padre, que nos ama y quiere siempre nuestro bien.
Oración colecta
Oh, Dios, que sin principio ni fin eres el origen de todo lo creado, concédenos que este año, cuyo comienzo te ofrecemos, transcurra de tal modo que abundemos en lo necesario, y nos distingamos por la santidad de nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui, sine inítio et sine fine, totíus es princípium creatúrae, da nobis ita hunc annum, cuius inítia tibi dedicámus, transígere, ut et substántiis abundémus, et sanctitátis opéribus fulgeámus. Per Dóminum.
LITURGIA DE LA PALABRA
Martes de la I semana del Tiempo Ordinario, año par, (Lec. III-par).
PRIMERA LECTURA 1 Sam 1, 9-20
El Señor se acordó de Ana, y dio a luz a Samuel
Lectura del primer libro de Samuel.
En aquellos días, se levantó Ana, después de comer y beber en Siló. El sacerdote Elí estaba sentado en el sitial junto a una de las jambas del templo del Señor. Ella se puso a implorar al Señor con el ánimo amargado,y lloró copiosamente. E hizo este voto:
«Señor del universo, si miras la aflicción de tu sierva y te acuerdas de mi y no olvidas a tu sierva, y concedes a tu sierva un retoño varón, lo ofreceré al Señor por todos los días de su vida, y la navaja no pasará por su cabeza».
Mientras insistía implorando ante el Señor, Elí observaba su boca. Ana hablaba para sí en su corazón; sólo sus labios se movían, mas su voz no se oía. Elí la creyó borracha. Entonces le dijo:
«¿Hasta cuándo vas a seguir borracha? Echa el vino que llevas dentro».
Pero Ana tomó la palabra y respondió:
«No, mi señor, yo soy una mujer de espíritu tenaz. No he bebido vino ni licor, sólo desahogaba mi alma ante el Señor. No trates a tu sierva como a una perdida, pues he hablado así por mi gran congoja y aflicción».
Elí le dijo:
«Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda el favor que le has pedido».
Ella respondió:
«Que tu sierva encuentre gracia a tus ojos».
Luego, la mujer emprendió su camino; comió y su semblante no fue ya el mismo.
Se levantaron de madrugada y se postraron ante el Señor. Después se volvieron y llegaron a su casa de Ramá.
Elcaná se unió a Ana, su mujer, y el Señor se acordó de ella.
Al cabo de los días Ana concibió y dio a luz un hijo, al que puso por nombre Samuel, diciendo:
«Se lo pedí al Señor».
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Salmo responsorial 1 Sam 2, 1. 4-5. 6-7. 8abcd (R.: cf. 1a)
R. Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
Exsultávit cor meum in Dómino salvatóre meo.
V. Mi corazón se regocija en el Señor,
mi poder se exalta por Dios.
Mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
R. Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
Exsultávit cor meum in Dómino salvatóre meo.
V. Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor.
Los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda baldía.
R. Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
Exsultávit cor meum in Dómino salvatóre meo.
V. El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.
R. Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
Exsultávit cor meum in Dómino salvatóre meo.
V. El levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria.
R. Mi corazón se regocija en el Señor, mi Salvador.
Exsultávit cor meum in Dómino salvatóre meo.
Aleluya Cf. 1 Tes 2, 13
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Acoged la palabra de Dios, no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios. R.
Accípite verbum Dei, non verbum hóminum, sed, sicut est vere, verbum Dei.
EVANGELIO Mc 1, 21b-28
Les enseñaba con autoridad
Les enseñaba con autoridad
╬ Lectura del santo Evangelio según San Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.
En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entra Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:
«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús lo increpó:
«¡Cállate y sal de él!».
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos:
«¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Papa Francisco, Ángelus 28-enero-2018
El poder de Jesús confirma la autoridad de su enseñanza. Él no pronuncia solo palabras, sino que actúa. Así manifiesta el proyecto de Dios con las palabras y con el poder de las obras. En el Evangelio, de hecho, vemos que Jesús, en su misión terrena, revela el amor de Dios tanto con la predicación como con innumerables gestos de atención y socorro a los enfermos, a los necesitados, a los niños, a los pecadores. Jesús es nuestro Maestro, poderoso en palabras y obras. Jesús nos comunica toda la luz que ilumina las calles, a veces oscuras, de nuestra existencia; nos comunica también la fuerza necesaria para superar las dificultades, las pruebas, las tentaciones. ¡Pensemos en la gran gracia que es para nosotros haber conocido a este Dios tan poderoso y bueno! Un maestro y un amigo, que nos indica el camino y nos cuida, especialmente cuando lo necesitamos.
Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario II a
Hermanos, en esta oración pública y comunitaria que vamos a hacer, no se limite cada uno a orar por sí mismo o por sus necesidades, sino oremos a Cristo, el Señor, por todo el pueblo.
1a. Pidamos para todo el pueblo cristiano la abundancia de la bondad divina.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)
2a. Supliquemos la fortaleza del Señor para todos los que gobiernan las naciones.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)
3a. Roguemos al Señor por todos nuestros hermanos que no han podido venir a esta celebración.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)
4a. Pidamos la clemencia del Salvador para todos nosotros, que imploramos con fe la misericordia del Señor.
R. Cristo, óyenos. (O bien: Cristo, escúchanos.)
Atiende en tu bondad nuestras súplicas, Señor, y escucha las oraciones de tus fieles. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Misa al comienzo del Año civil:
Oración de los fieles
Dios nos ama y sabe lo que necesitamos. Con esta seguridad y con confianza de hijos, le presentamos nuestras súplicas.
- Por la Iglesia, que peregrina por el mundo en esta hora de la historia, para que, interpretando los signos de los tiempos, cumpla fielmente la misión que Cristo le encomendó. Oremos.
- Por todas las naciones, para que, superando toda clase de violencias y egoísmos, pongan sus riquezas al servicio de la gran familia humana. Oremos.
- Por los que trabajan por la paz, la reconciliación, el reconocimiento de los derechos humanos, para que sus esfuerzos logren las metas deseadas. Oremos.
- Por todos los hombres que comenzamos este año civil, para que, libres de todo peligro, sintamos, en todo momento, la protección del Padre, que está en los cielos. Oremos.
Concédenos, Dios y Padre nuestro, que nuestros años transcurran en tu amor y que podamos servirte con plena libertad y paz todos los días de nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre las ofrendas
El sacrificio que te ofrecemos, Señor, sea grato a tu mirada, para que todos los que celebramos con alegría el comienzo de este año merezcamos recorrer el resto, día a día, en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sacrifícia quae tibi offérimus ita tuis óculis, Dómine, sint accépta, ut omnes, qui inítia huius anni cum laetítia celebrámus, réliquum excúrsum eius in tua mereámur transígere caritáte. Per Christum.
PLEGARIA EUCARÍSTICA D 3.
Antífona de la comunión Heb 13, 8
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.
Iesus Christus heri et hódie, ipse et in saecula.
Oración después de la comunión
Acompaña, Señor, al pueblo que ha participado en estos santos misterios, para que, a lo largo de todo el año, no se vean afectados por ningún peligro los que confían en tu protección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Adésto, Dómine, pópulis, qui sacra mystéria contigérunt, ut in toto decúrsu huius anni nullis perículis affligántur, qui in tua semper protectióne confídunt. Per Christum.
MARTIROLOGIO
Elogios del 12 de enero
1. En Cesarea de Mauritania, hoy Argelia, san Arcadio, mártir, que se ocultó en tiempo de persecución, pero al ser detenido en su lugar un familiar suyo, se presentó espontáneamente al juez y, por negarse a sacrificar a los dioses, sufrió dolorosos tormentos hasta consumar su martirio. (c. 304)
2. En Constantinopla, hoy Estambul, en Turquía, santos mártires Tigrio, presbítero, y Eutropio, lector, a los cuales, en tiempo del emperador Arcadio, se acusó falsamente de haber incendiado la iglesia principal y el palacio senatorial como reacción al destierro del obispo san Juan Crisóstomo, por lo cual fueron sometidos al martirio bajo Optato, prefecto de la ciudad, partidario del culto a los falsos dioses y contrario a la religión cristiana. (406)
3*. En Arlés, ciudad de la Provenza, en la Galia, hoy Francia, santa Cesárea, abadesa, hermana del obispo san Cesáreo, quien, para ella y para sus hermanas, escribió una Regla destinada a santas vírgenes. (c. 529)
4*. En Grenoble, en Burgundia, también en la actual Francia, san Ferreolo, obispo y mártir, que fue asesinado a golpes por un sicario, mientras predicaba a la multitud. (c. 659)
5. En Wearmouth, en Northumbria, actualmente Inglaterra, san Benito Biscop, abad, que en las cinco peregrinaciones que hizo a Roma se trajo consigo maestros y muchos libros para que los monjes reunidos en la clausura del monasterio, bajo la Regla de san Benito, progresaran en la ciencia del amor de Cristo, en bien de la Iglesia. (c. 690)
Elogios del 12 de enero
1. En Cesarea de Mauritania, hoy Argelia, san Arcadio, mártir, que se ocultó en tiempo de persecución, pero al ser detenido en su lugar un familiar suyo, se presentó espontáneamente al juez y, por negarse a sacrificar a los dioses, sufrió dolorosos tormentos hasta consumar su martirio. (c. 304)
2. En Constantinopla, hoy Estambul, en Turquía, santos mártires Tigrio, presbítero, y Eutropio, lector, a los cuales, en tiempo del emperador Arcadio, se acusó falsamente de haber incendiado la iglesia principal y el palacio senatorial como reacción al destierro del obispo san Juan Crisóstomo, por lo cual fueron sometidos al martirio bajo Optato, prefecto de la ciudad, partidario del culto a los falsos dioses y contrario a la religión cristiana. (406)
3*. En Arlés, ciudad de la Provenza, en la Galia, hoy Francia, santa Cesárea, abadesa, hermana del obispo san Cesáreo, quien, para ella y para sus hermanas, escribió una Regla destinada a santas vírgenes. (c. 529)
4*. En Grenoble, en Burgundia, también en la actual Francia, san Ferreolo, obispo y mártir, que fue asesinado a golpes por un sicario, mientras predicaba a la multitud. (c. 659)
5. En Wearmouth, en Northumbria, actualmente Inglaterra, san Benito Biscop, abad, que en las cinco peregrinaciones que hizo a Roma se trajo consigo maestros y muchos libros para que los monjes reunidos en la clausura del monasterio, bajo la Regla de san Benito, progresaran en la ciencia del amor de Cristo, en bien de la Iglesia. (c. 690)
6*. En el monasterio de Rievaulx, también en Northumbria, san Elredo, abad, el cual, educado en la corte del rey de Escocia, ingresó en la Orden Cisterciense. Fue maestro eximio de la vida monástica y promovió constante y suavemente, con su ejemplo y sus escritos, la vida espiritual y la amistad en Cristo. (c. 1166)
7*. En la ciudad de León, en España, san Martino de la Santa Cruz, presbítero y canónigo regular, que fue varón experto en Sagrada Escritura. (1203)
8. En Palermo, en la isla actualmente italiana de Sicilia, san Bernardo de Corleone, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, admirable por su caridad y eximio por su penitencia. (1667)
9. En Montreal, en la provincia de Quebec, en Canadá, santa Margarita Bourgeoys, virgen, que con gran voluntad reconfortó a los colonos y a los soldados, y trabajó asiduamente para asegurar la formación cristiana de las jóvenes, fundando para ello la Congregación de Nuestra Señora. (1700)
10*. En Avrillé, cerca de Angers, en Francia, beato Antonio Fournier, mártir, que, artesano de oficio, fue fusilado durante la Revolución Francesa por su fidelidad a la Iglesia. (1794)
11*. En la ciudad de Caen, también en Francia, beato Pedro Francisco Jamet, presbítero, que se distinguió por su ayuda a la religiosas Hermanas del Buen Salvador y por su trabajo para la restitución de la paz a la Iglesia, después de un tiempo de inestabilidad. (1845)
12. En Viareggio, en la región de Toscana, en Italia, san Antonio María Pucci, presbítero de la Orden de los Siervos de María, el cual, párroco durante casi cincuenta años, se dedicó sobre todo a atender a los niños pobres y enfermos. (1892)
13*. En el lugar llamado Tomhom, cerca de la ciudad de Bangkok, en Tailandia, beato Nicolás Bunkerd Kitbamrung, presbítero y mártir, predicador eximio del Evangelio, que fue encarcelado en tiempo de persecución contra la Iglesia y, a causa de la tisis, que contrajo ayudando a los enfermos, falleció de modo ejemplar. (1944)
7*. En la ciudad de León, en España, san Martino de la Santa Cruz, presbítero y canónigo regular, que fue varón experto en Sagrada Escritura. (1203)
8. En Palermo, en la isla actualmente italiana de Sicilia, san Bernardo de Corleone, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, admirable por su caridad y eximio por su penitencia. (1667)
9. En Montreal, en la provincia de Quebec, en Canadá, santa Margarita Bourgeoys, virgen, que con gran voluntad reconfortó a los colonos y a los soldados, y trabajó asiduamente para asegurar la formación cristiana de las jóvenes, fundando para ello la Congregación de Nuestra Señora. (1700)
10*. En Avrillé, cerca de Angers, en Francia, beato Antonio Fournier, mártir, que, artesano de oficio, fue fusilado durante la Revolución Francesa por su fidelidad a la Iglesia. (1794)
11*. En la ciudad de Caen, también en Francia, beato Pedro Francisco Jamet, presbítero, que se distinguió por su ayuda a la religiosas Hermanas del Buen Salvador y por su trabajo para la restitución de la paz a la Iglesia, después de un tiempo de inestabilidad. (1845)
12. En Viareggio, en la región de Toscana, en Italia, san Antonio María Pucci, presbítero de la Orden de los Siervos de María, el cual, párroco durante casi cincuenta años, se dedicó sobre todo a atender a los niños pobres y enfermos. (1892)
13*. En el lugar llamado Tomhom, cerca de la ciudad de Bangkok, en Tailandia, beato Nicolás Bunkerd Kitbamrung, presbítero y mártir, predicador eximio del Evangelio, que fue encarcelado en tiempo de persecución contra la Iglesia y, a causa de la tisis, que contrajo ayudando a los enfermos, falleció de modo ejemplar. (1944)
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