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sábado, 11 de diciembre de 2021

Sábado 15 enero 2022, Sábado de la I semana del Tiempo Ordinario o santa María en sábado, memoria libre.

SOBRE LITURGIA

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL

Sala Pablo VI. Miércoles 1 de febrero de 2012

La oración de Jesús en Getsemaní

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quiero hablar de la oración de Jesús en Getsemaní, en el Huerto de los Olivos. El escenario de la narración evangélica de esta oración es particularmente significativo. Jesús, después de la última Cena, se dirige al monte de los Olivos, mientras ora juntamente con sus discípulos. Narra el evangelista san Marcos: «Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos» (14, 26). Se hace probablemente alusión al canto de algunos Salmos del ’hallél con los cuales se da gracias a Dios por la liberación del pueblo de la esclavitud y se pide su ayuda ante las dificultades y amenazas siempre nuevas del presente. El recorrido hasta Getsemaní está lleno de expresiones de Jesús que hacen sentir inminente su destino de muerte y anuncian la próxima dispersión de los discípulos.

También aquella noche, al llegar a la finca del monte de los Olivos, Jesús se prepara para la oración personal. Pero en esta ocasión sucede algo nuevo: parece que no quiere quedarse solo. Muchas veces Jesús se retiraba a un lugar apartado de la multitud e incluso de los discípulos, permaneciendo «en lugares solitarios» (cf. Mc 1, 35) o subiendo «al monte», dice san Marcos (cf. Mc 6, 46). En Getsemaní, en cambio, invita a Pedro, Santiago y Juan a que estén más cerca. Son los discípulos que había llamado a estar con él en el monte de la Transfiguración (cf. Mc 9, 2-13). Esta cercanía de los tres durante la oración en Getsemaní es significativa. También aquella noche Jesús rezará al Padre «solo», porque su relación con él es totalmente única y singular: es la relación del Hijo Unigénito. Es más, se podría decir que, sobre todo aquella noche, nadie podía acercarse realmente al Hijo, que se presenta al Padre en su identidad absolutamente única, exclusiva. Sin embargo, Jesús, incluso llegando «solo» al lugar donde se detendrá a rezar, quiere que al menos tres discípulos no permanezcan lejos, en una relación más estrecha con él. Se trata de una cercanía espacial, una petición de solidaridad en el momento en que siente acercarse la muerte; pero es sobre todo una cercanía en la oración, para expresar, en cierta manera, la sintonía con él en el momento en que se dispone a cumplir hasta el fondo la voluntad del Padre; y es una invitación a todo discípulo a seguirlo en el camino de la cruz. El evangelista san Marcos narra: «Se llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y empezó a sentir espanto y angustia. Les dijo: “Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad”» (14, 33-34).

Jesús, en la palabra que dirige a los tres, una vez más se expresa con el lenguaje de los Salmos: «Mi alma está triste», una expresión del Salmo 43 (cf. Sal 43, 5). La dura determinación «hasta la muerte», luego, hace referencia a una situación vivida por muchos de los enviados de Dios en el Antiguo Testamento y expresada en su oración. De hecho, no pocas veces seguir la misión que se les encomienda significa encontrar hostilidad, rechazo, persecución. Moisés siente de forma dramática la prueba que sufre mientras guía al pueblo en el desierto, y dice a Dios: «Yo solo no puedo cargar con todo este pueblo, pues supera mis fuerzas. Si me vas a tratar así, hazme morir, por favor, si he hallado gracia a tus ojos» (Nm 11, 14-15). Tampoco para el profeta Elías es fácil realizar el servicio a Dios y a su pueblo. En el Primer Libro de los Reyes se narra: «Luego anduvo por el desierto una jornada de camino, hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo: “¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!”» (19, 4).

Las palabras de Jesús a los tres discípulos a quienes llamó a estar cerca de él durante la oración en Getsemaní revelan en qué medida experimenta miedo y angustia en aquella «Hora», experimenta la última profunda soledad precisamente mientras se está llevando a cabo el designio de Dios. En ese miedo y angustia de Jesús se recapitula todo el horror del hombre ante la propia muerte, la certeza de su inexorabilidad y la percepción del peso del mal que roza nuestra vida.

Después de la invitación dirigida a los tres a permanecer y velar en oración, Jesús «solo» se dirige al Padre. El evangelista san Marcos narra que él «adelantándose un poco, cayó en tierra y rogaba que, si era posible, se alejara de él aquella hora» (14, 35). Jesús cae rostro en tierra: es una posición de la oración que expresa la obediencia a la voluntad del Padre, el abandonarse con plena confianza a él. Es un gesto que se repite al comienzo de la celebración de la Pasión, el Viernes Santo, así como en la profesión monástica y en las ordenaciones diaconal, presbiteral y episcopal, para expresar, en la oración, también corporalmente, el abandono completo a Dios, la confianza en él. Luego Jesús pide al Padre que, si es posible, aparte de él aquella hora. No es sólo el miedo y la angustia del hombre ante la muerte, sino el desconcierto del Hijo de Dios que ve la terrible masa del mal que deberá tomar sobre sí para superarlo, para privarlo de poder.

Queridos amigos, también nosotros, en la oración debemos ser capaces de llevar ante Dios nuestros cansancios, el sufrimiento de ciertas situaciones, de ciertas jornadas, el compromiso cotidiano de seguirlo, de ser cristianos, así como el peso del mal que vemos en nosotros y en nuestro entorno, para que él nos dé esperanza, nos haga sentir su cercanía, nos proporcione un poco de luz en el camino de la vida.

Jesús continúa su oración: «¡Abbá! ¡Padre!: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres» (Mc 14, 36). En esta invocación hay tres pasajes reveladores. Al comienzo tenemos la duplicación del término con el que Jesús se dirige a Dios: «¡Abbá! ¡Padre!» (Mc 14, 36a). Sabemos bien que la palabra aramea Abbá es la que utilizaba el niño para dirigirse a su papá, y, por lo tanto, expresa la relación de Jesús con Dios Padre, una relación de ternura, de afecto, de confianza, de abandono. En la parte central de la invocación está el segundo elemento: la consciencia de la omnipotencia del Padre —«tú lo puedes todo»—, que introduce una petición en la que, una vez más, aparece el drama de la voluntad humana de Jesús ante la muerte y el mal: «Aparta de mí este cáliz». Hay una tercera expresión de la oración de Jesús, y es la expresión decisiva, donde la voluntad humana se adhiere plenamente a la voluntad divina. En efecto, Jesús concluye diciendo con fuerza: «Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres» (Mc 14, 36c). En la unidad de la persona divina del Hijo, la voluntad humana encuentra su realización plena en el abandono total del yo en el tú del Padre, al que llama Abbá. San Máximo el Confesor afirma que desde el momento de la creación del hombre y de la mujer, la voluntad humana está orientada a la voluntad divina, y la voluntad humana es plenamente libre y encuentra su realización precisamente en el «sí» a Dios. Por desgracia, a causa del pecado, este «sí» a Dios se ha transformado en oposición: Adán y Eva pensaron que el «no» a Dios sería la cumbre de la libertad, el ser plenamente uno mismo. Jesús, en el monte de los Olivos, reconduce la voluntad humana al «sí» pleno a Dios; en él la voluntad natural está plenamente integrada en la orientación que le da la Persona divina. Jesús vive su existencia según el centro de su Persona: su ser Hijo de Dios. Su voluntad humana es atraída por el yo del Hijo, que se abandona totalmente al Padre. De este modo, Jesús nos dice que el ser humano sólo alcanza su verdadera altura, sólo llega a ser «divino» conformando su propia voluntad a la voluntad divina; sólo saliendo de sí, sólo en el «sí» a Dios, se realiza el deseo de Adán, de todos nosotros, el deseo de ser completamente libres. Es lo que realiza Jesús en Getsemaní: conformando la voluntad humana a la voluntad divina nace el hombre auténtico, y nosotros somos redimidos.

El Compendio del Catecismo de la Iglesia católica enseña sintéticamente: «La oración de Jesús durante su agonía en el huerto de Getsemaní y sus últimas palabras en la cruz revelan la profundidad de su oración filial: Jesús lleva a cumplimiento el designio amoroso del Padre, y toma sobre sí todas las angustias de la humanidad, todas las súplicas e intercesiones de la historia de la salvación; las presenta al Padre, quien las acoge y escucha, más allá de toda esperanza, resucitándolo de entre los muertos» (n. 543). Verdaderamente «en ningún otro lugar de las Escrituras podemos asomarnos tan profundamente al misterio interior de Jesús como en la oración del monte de los Olivos» (Jesús de Nazaret II, 186).

Queridos hermanos y hermanas, cada día en la oración del Padrenuestro pedimos al Señor: «hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo» (Mt 6, 10). Es decir, reconocemos que existe una voluntad de Dios con respecto a nosotros y para nosotros, una voluntad de Dios para nuestra vida, que se ha de convertir cada día más en la referencia de nuestro querer y de nuestro ser; reconocemos, además, que es en el «cielo» donde se hace la voluntad de Dios y que la «tierra» solamente se convierte en «cielo», lugar de la presencia del amor, de la bondad, de la verdad, de la belleza divina, si en ella se cumple la voluntad de Dios. En la oración de Jesús al Padre, en aquella noche terrible y estupenda de Getsemaní, la «tierra» se convirtió en «cielo»; la «tierra» de su voluntad humana, sacudida por el miedo y la angustia, fue asumida por su voluntad divina, de forma que la voluntad de Dios se cumplió en la tierra. Esto es importante también en nuestra oración: debemos aprender a abandonarnos más a la Providencia divina, pedir a Dios la fuerza de salir de nosotros mismos para renovarle nuestro «sí», para repetirle que «se haga tu voluntad», para conformar nuestra voluntad a la suya. Es una oración que debemos hacer cada día, porque no siempre es fácil abandonarse a la voluntad de Dios, repetir el «sí» de Jesús, el «sí» de María. Los relatos evangélicos de Getsemaní muestran dolorosamente que los tres discípulos, elegidos por Jesús para que estuvieran cerca de él, no fueron capaces de velar con él, de compartir su oración, su adhesión al Padre, y fueron vencidos por el sueño. Queridos amigos, pidamos al Señor que seamos capaces de velar con él en la oración, de seguir la voluntad de Dios cada día incluso cuando habla de cruz, de vivir una intimidad cada vez mayor con el Señor, para traer a esta «tierra» un poco del «cielo» de Dios. Gracias.

CALENDARIO

15 SÁBADO. Hasta la Hora Nona: 
SÁBADO DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO o SANTA MARÍA EN SÁBADO, memoria libre

Misa
de sábado (verde) o de la memoria (blanco).
MISAL: para el sábado cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5) / para la memoria del común de la bienaventurada Virgen María o de las «Misas de la Virgen María», o de un domingo del T.O.; Pf. común o de la memoria.
LECC.: vol. III-par.
- 1 Sam 9, 1-4. 17-19; 10, 1a.
Ese es el hombre de quien habló el Señor; Saúl gobernará a su pueblo.
- Sal 20. R. Señor, el rey se alegra por tu fuerza.
- Mc 2, 13-17. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
o bien: cf. vol. IV, o bien cf. Leccionario de las «Misas de la Virgen María».

Liturgia de las Horas: oficio de sábado o de la memoria.

Martirologio: elogs. del 16 de enero, pág. 113.
CALENDARIOS: Misioneros del Verbo Divino y Siervas del Espíritu Santo: San Arnaldo Janssen (S).
Hijas de los Sagrados Corazones: Beato Luis Variara, presbítero (F). Salesianos: (MO). Salesianas: (ML).
Benedictinos, O. Cist. y OCSO: San Mauro y san Plácido, monjes (MO).
Dominicos: San Francisco Fernández de Capillas, presbítero (MO). Palencia y Valladolid: (ML).
Sevilla: Santos Berardo, presbítero, y compañeros, mártires (ML).
Servitas: Beato Santiago de Villa (ML).

15 SÁBADO. Después de la Hora Nona:
SEGUNDA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Segunda semana del Salterio
Misa
vespertina del II Domingo del tiempo ordinario (verde).
Liturgia de las Horas: I Vísp. del oficio dominical. Comp. Dom. I.

TEXTOS MISA

Misa del Sábado:
de la I semana del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Memoria de santa María:

Misa votiva de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia

Antífona de entrada Cf. Hch 1, 14
Los discípulos perseveraban unánimes en la oración con María, la madre de Jesús.
Erant discípuli perseverántes unanímiter in oratióne cum María, matre Iesu.

Monición de entrada
El titulo de Madre de la Iglesia, aplicado a la Virgen María, fue proclamado por el beato papa Pablo VI en el Concilio Vaticano II. Nos recuerda una verdad muy antigua, contenida en la tradición de la Iglesia: que María, por ser Madre de Cristo, es también verdadera Madre de todos los fieles, que, incorporados a Cristo en su Iglesia, formamos con él un solo cuerpo. Ella, como segunda Eva, nos dio a luz a nosotros, sus hijos, con dolores de parto al pie de la cruz. Y siempre que celebramos el memorial de la cruz en la eucaristía, está ella presente como nuestra madre y corredentora.

Oración colecta
Oh, Dios, Padre de misericordia, cuyo Unigénito, clavado en la cruz, proclamó a santa María Virgen, su Madre, como Madre también nuestra, concédenos, por su cooperación amorosa, que tu Iglesia, cada día más fecunda, se llene de gozo por la santidad de sus hijos y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, misericordiárum Pater, cuius Unigénitus, cruci affíxus, beátam Maríam Vírginem, Genetrícem suam, Matrem quoque nostram constítuit, concéde, quaesumus, ut, eius cooperánte caritáte, Ecclésia tua, in dies fecúndior, prolis sanctitáte exsúltet et in grémium suum cunctas áttrahat famílias populórum. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Sábado de la I semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 1 Sam 9, 1-4. 17-19; 10, 1a
Ese es el hombre de quien habló el Señor; Saúl gobernará a su pueblo
Lectura del primer libro de Samuel.

Había un hombre de Benjamín, de nombre Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorat, hijo de Afij, hijo de un benjaminita. Era un hombre de buena posición.
Tenía un hijo llamado Saúl, fornido y apuesto. No había entre los hijos de Israel nadie mejor que él. De hombros para arriba, sobre pasaba a todo el pueblo.
Las borricas de Quis, padre de Saúl, se habían extraviado; por ello ordenó a su hijo:
«Toma contigo a uno de los criados, ponte en camino y vete a buscar las borricas».
Atravesaron la montaña de Efraín y recorrieron la comarca de Salisá, sin encontrarlas. Atravesaron la comarca de Saalín y el territorio benjaminita, pero no dieron con ellas.
En cuanto Samuel vio a Saúl, el Señor le advirtió:
«Ese es el hombre de quien te hablé. Ese gobernará a mi pueblo».
Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta, y le dijo:
«Haz el favor de indicarme dónde está la casa del vidente».
Samuel respondió:
«Yo soy el vidente. Sube delante de mi al altozano y comeréis hoy conmigo. Mañana te dejaré marchar y te aclararé cuanto te preocupa».
Tomó entonces Samuel el frasco de óleo, lo derramó sobre su cabeza y le besó, diciendo:
«El Señor te unge como jefe sobre su heredad. Tú regirás al pueblo del Señor y lo librarás de la mano de los enemigos que lo rodean».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 20, 2-3. 4-5. 6-7 (R.: 2a)
R. Señor, el rey se alegra por tu fuerza.
Dómine, in virtúte tua lætábitur rex.

V. Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.
R. Señor, el rey se alegra por tu fuerza.
Dómine, in virtúte tua lætábitur rex.

V. Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.
R. Señor, el rey se alegra por tu fuerza.
Dómine, in virtúte tua lætábitur rex.

V. Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia.
R. Señor, el rey se alegra por tu fuerza.
Dómine, in virtúte tua lætábitur rex.

Aleluya Lc 4, 18
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad. R.
Evangelizáre paupéribus misit me Dóminus, prædicáre captivis remissiónem.

EVANGELIO Mc 2, 13-17
No he venido a llamar a justos, sino a pecadores
 Lectura del santo Evangelio según San Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Se levantó y lo siguió.
Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo seguían.
Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:
«¿Por qué come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y les dijo:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he ven do a llamar a justos, sino a pecadores».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Discurso 4-octubre-2015
Recuerdo a san Juan Pablo II cuando decía: El error y el mal deben ser condenados y combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado. Nosotros debemos amar nuestro tiempo y ayudar al hombre de nuestro tiempo. (Discurso a la Acción Católica italiana, 30 diciembre 1978). Y la Iglesia debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera: El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos (Hb 2, 11).


Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario V

Imploremos. hermanos, la piedad de Dios Padre todopoderoso, y pidámosle que escuche nuestra oración.
- Para que conceda a la Iglesia el gozo del Espíritu Santo. Roguemos al Señor.
- Para que dé a los gobernantes el sentido de la justicia, de la libertad y de la paz. Roguemos al Señor.
- Para que otorgue a los pueblos la concordia leal y pacifica. Roguemos al Señor-
- Para que dé a los desterrados el gozo del retorno. Roguemos al Señor.
- Para que a nosotros, su pueblo, nos haga crecer en la fe, nos purifique el corazón y nos abra la puerta del reino eterno. Roguemos al Señor.
Muestra, Padre celestial, tu bondad al pueblo que te suplica, para que reciba sin tardanza lo que pide confiadamente, siguiendo tu inspiración. Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Memoria de santa María:
Oración de los fieles

Unidos a María, figura e imagen de la Iglesia que un día será glorificada, presentemos nuestras oraciones a Dios Padre en favor de todos los hombres.
- Por la Iglesia, pueblo de los creyentes: para que en todos sus miembros sea llamada dichosa por haber creído que la Palabra de Dios se cumplirá. Roguemos al Señor.
- Por todos los que lo han dejado todo para seguir a Cristo: para que sepan, como María, escoger la mejor parte y entregarse totalmente a lo único necesario. Roguemos al Señor.
- Por los jóvenes y los adolescentes: para que aspiren siempre a realizar en su vida ideales de pureza y caridad, imitando a la siempre Virgen María. Roguemos al Señor.
- Por los que han perdido a los que aman: para que encuentren en María el afecto y la protección de una madre que recibió esta misión de su Hijo en la cruz. Roguemos al Señor.
- Por los matrimonios y las familias cristianas: para que sean escuela de amor y aprecio a la vida frente a quienes, como Herodes, quieren la muerte de los inocentes que todavía no han nacido. Roguemos al Señor.
- Por todos nosotros: para que sepamos conservar todo lo referente a Cristo y al reino de Dios, meditándolo en nuestro corazón. Roguemos al Señor.
Padre de bondad, que estos deseos que te presentamos encuentren eco en tu amor generoso, y que nos ayude la intercesión poderosa de la Madre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Acepta, Señor, nuestras ofrendas y conviértelas en sacramento de salvación que nos inflame en el amor de la Virgen María, Madre de la Iglesia, y nos asocie más estrechamente a ella en la obra de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe, Dómine, oblatiónes nostras et in mystérium salútis convérte, cuius virtúte et caritáte Vírginis Maríae, Ecclésiae Matris, inflammémur et óperi redemptiónis cum ea árctius sociári mereámur. Per Christum.

PREFACIO III DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA
MARÍA, MODELO Y MADRE DE LA IGLESIA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, y alabarte debidamente en esta celebración en honor de la Virgen María.
Ella, al aceptar a tu Verbo con inmaculado corazón, mereció concebirlo en su seno virginal, y, al dar a luz al Creador, preparó el nacimiento de la Iglesia. Ella, al recibir junto a la cruz el testamento de tu amor divino, tomó como hijos a todos los hombres, nacidos a la vida sobrenatural por la muerte de Cristo. Ella, esperando con los apóstoles la venida del Espíritu, al unir sus oraciones a las de los discípulos, se convirtió en el modelo de la Iglesia suplicante. Desde su asunción a los cielos, acompaña con amor materno a la Iglesia peregrina y protege sus pasos hacia la patria celeste, hasta la venida gloriosa del Señor.
Por eso, con los santos y todos los ángeles, te alabamos, proclamando sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: Et te in celebratióne beátae Maríae Vírginis débitis magnificáre praecóniis.
Quae Verbum tuum immaculáto corde suscípiens virgíneo méruit sinu concípere atque, páriens Conditórem, Ecclésiae fovit exórdia. Quae iuxta crucem testaméntum divínae caritátis accípiens, univérsos hómines in fílios assúmpsit, Christi morte ad supérnam vitam generátos. Quae, cum Apóstoli Promíssum exspectárent tuum, supplicatiónem suam discipulórum précibus iungens, exémplar éxstitit orántis Ecclésiae. Ad glóriam autem evécta caelórum, Ecclésiam peregrinántem matérno proséquitur amóre eiúsque gressus ad pátriam tuétur benígna, donec dies Dómini gloriósus advéniat.
Et ídeo cum Sanctis et Angelis univérsis te collaudámus, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de la comunión Cfr Jn 2, 1. 11

Había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; entonces Jesús comenzó sus signos y manifestó su gloria, y creyeron los discípulos en él.
Núptiae factae sunt in Cana Galilaeae, et erat mater Iesu ibi; tunc fecit inítium signórum Iesus et manifestávit glóriam suam, et credidérunt in eum discípuli eius.
O bien: Cfr Jn 19, 26-27
Jesús, desde la cruz, dijo al discípulo que tanto amaba: «Ahí tienes a tu madre».
Ex cruce pendens dixit Iesus discípulo, quem diligébat: Ecce mater tua.

Oración después de la comunión
Después de recibir la prenda de la redención y de la vida, te pedimos, Señor, que tu Iglesia, por la intercesión maternal de la Virgen, anuncie a todas las gentes el Evangelio y llene el mundo entero de la efusión del Espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sumpto, Dómine, pígnore redemptiónis et vitae, súpplices adprecámur, ut Ecclésia tua, matérna Vírginis ope, et Evangélii praecónio univérsas gentes erúdiat et Spíritus effusióne orbem terrárum adímpleat. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 16 de enero

1. En Roma, en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria Nueva, sepultura de san Marcelo I, papa, que, como atestigua san Dámaso, fue un verdadero pastor, por lo que sufrió mucho. Fue expulsado de su patria y murió en el destierro tras ser denunciado falsamente ante el tirano por algunos que despreciaban la penitencia que les había impuesto. (309)
2*. En la ciudad de Aulona, en Iliria, actual Albania, san Danacto, mártir(s. inc.)
3. En Rinocorurua, en Egipto, san Melas, obispo, que en tiempo del emperador arriano Valente sufrió el destierro por su adhesión a la fe ortodoxa, tras lo cual descansó en paz. (c. 390)
4. En Arlés, ciudad de la región de Provenza, en la Galia, hoy Francia, san Honorato, obispo, que fundó el célebre monasterio en la isla de Lérins y, después, aceptó regir la sede de Arlés. (429)
5*. En Moûtiers, en la Galia Vienense, también Francia en la actualidad, san Jacobo, obispo, discípulo de san Honorato de Lérins. (s. V)
6. En la ciudad de Oderzo, en la región hoy italiana de Venecia, san Tiziano, obispo(s. V)
7*. En el entorno de Tours, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, conmemoración de san Leobato, abad, a quien su maestro san Urso designó como superior del monasterio recién fundado de Sénevière, que gobernó santamente hasta su vejez. (s. V)
8*. En el lugar de Dombes, también en la Galia Lugdunense, san Triverio, presbítero, monje y finalmente eremita. (c. 550)
9. En Mazerolles, junto al río Alteia, en la Galia, de nuevo en la actual Francia, san Furseo, abad primero en Irlanda, después en Inglaterra y finalmente en la Galia, donde fundó el monasterio de Lagny. (c. 650)
10*. En Bagno di Romagna, en Italia, santa Juana, virgen, que, admitida en la Orden Camaldulense, se distinguió por su obediencia y humildad. (1105)
11. En Marrakech, en el Magreb, actual Marruecos, santos mártires Berardo, Otón y Pedro, presbíteros, Acursio y Aiuto, religiosos, todos de la Orden de los Hermanos Menores, que, enviados por san Francisco para anunciar el Evangelio a los musulmanes, fueron apresados en Sevilla y trasladados a Marrakech, donde les ajusticiaron con la espada por orden del príncipe de los sarracenos. (1226)
12*. En Kandy, ciudad de la isla de Ceilán, hoy Sri Lanka, en el Océano Índico, san José Vaz, presbítero de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, que se entregó con admirable ardor a predicar el Evangelio por aquellas tierras e incansablemente confirmó en la fe a los católicos que permanecían dispersos y escondidos. (1711) Canonizado 2015
13*. En Brescia, en Italia, beato José Antonio Tovini, el cual, siendo maestro, se ocupó en erigir numerosas escuelas cristianas y en promover la construcción de obras públicas, y en toda su actividad dejó testimonio de su oración y de sus virtudes. (1897)
14*. En Valencia, ciudad de España, beata Juana María Condesa Lluch, virgen, que, con solícita caridad y espíritu de sacrificio para con los pobres, niños y, especialmente, hacia las mujeres que trabajaban fuera de casa, se entregó completamente a su atención. Fundó para su tutela la Congregación de Esclavas de María Inmaculada. (1916)
- Beato Luis Antonio Rosa Ormières (1809- Gijón, Asturias, España 1890). Sacerdote francés, fundador de la Congregación de Hermanas del Ángel de la Guarda, para la educación de los niños.
- Beato Teresio Olivelli (1916- Hersbruck, Alemania 1945). Laico y mártir, muerto en un campo de concentración por odio a la fe.

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