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jueves, 16 de diciembre de 2021

Jueves 20 enero 2022, Jueves de la II semana del Tiempo Ordinario, feria o santos Fructuoso, obispo, y Augurio y Eulogio, diáconos, mártires, memoria libre o san Fabián , papa y mártir, memoria libre o san Sebastián, mártir, memoria libre.

SOBRE LITURGIA

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro. Miércoles 7 de marzo de 2012

Oración y silencio: Jesús maestro de oración

Queridos hermanos y hermanas:

En una serie de catequesis anteriores hablé de la oración de Jesús y no quiero concluir esta reflexión sin detenerme brevemente sobre el tema del silencio de Jesús, tan importante en la relación con Dios.

En la exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini hice referencia al papel que asume el silencio en la vida de Jesús, sobre todo en el Gólgota: «Aquí nos encontramos ante el “Mensaje de la cruz” (1 Co 1, 18). El Verbo enmudece, se hace silencio mortal, porque se ha “dicho” hasta quedar sin palabras, al haber hablado todo lo que tenía que comunicar, sin guardarse nada para sí» (n. 12). Ante este silencio de la cruz, san Máximo el Confesor pone en labios de la Madre de Dios la siguiente expresión: «Está sin palabra la Palabra del Padre, que hizo a toda criatura que habla; sin vida están los ojos apagados de aquel a cuya palabra y ademán se mueve todo lo que tiene vida» (La vida de María, n. 89: Testi mariani del primo millennio, 2, Roma 1989, p. 253).

La cruz de Cristo no sólo muestra el silencio de Jesús como su última palabra al Padre, sino que revela también que Dios habla a través del silencio: «El silencio de Dios, la experiencia de la lejanía del Omnipotente y Padre, es una etapa decisiva en el camino terreno del Hijo de Dios, Palabra encarnada. Colgado del leño de la cruz, se quejó del dolor causado por este silencio: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34; Mt 27, 46). Jesús, prosiguiendo hasta el último aliento de vida en la obediencia, invocó al Padre en la oscuridad de la muerte. En el momento de pasar a través de la muerte a la vida eterna, se confió a él: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”(Lc 23, 46)» (Exhort. ap. postsin. Verbum Domini, 21). La experiencia de Jesús en la cruz es profundamente reveladora de la situación del hombre que ora y del culmen de la oración: después de haber escuchado y reconocido la Palabra de Dios, debemos considerar también el silencio de Dios, expresión importante de la misma Palabra divina.

La dinámica de palabra y silencio, que marca la oración de Jesús en toda su existencia terrena, sobre todo en la cruz, toca también nuestra vida de oración en dos direcciones.

La primera es la que se refiere a la acogida de la Palabra de Dios. Es necesario el silencio interior y exterior para poder escuchar esa Palabra. Se trata de un punto particularmente difícil para nosotros en nuestro tiempo. En efecto, en nuestra época no se favorece el recogimiento; es más, a veces da la impresión de que se siente miedo de apartarse, incluso por un instante, del río de palabras y de imágenes que marcan y llenan las jornadas. Por ello, en la ya mencionada exhortación Verbum Domini recordé la necesidad de educarnos en el valor del silencio: «Redescubrir el puesto central de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia quiere decir también redescubrir el sentido del recogimiento y del sosiego interior. La gran tradición patrística nos enseña que los misterios de Cristo están unidos al silencio, y sólo en él la Palabra puede encontrar morada en nosotros, como ocurrió en María, mujer de la Palabra y del silencio inseparablemente» (n. 66). Este principio —que sin silencio no se oye, no se escucha, no se recibe una palabra— es válido sobre todo para la oración personal, pero también para nuestras liturgias: para facilitar una escucha auténtica, las liturgias deben tener también momentos de silencio y de acogida no verbal. Nunca pierde valor la observación de san Agustín: Verbo crescente, verba deficiunt - «Cuando el Verbo de Dios crece, las palabras del hombre disminuyen» (cf. Sermo 288, 5: pl 38, 1307; Sermo 120, 2: pl 38, 677). Los Evangelios muestran cómo con frecuencia Jesús, sobre todo en las decisiones decisivas, se retiraba completamente solo a un lugar apartado de la multitud, e incluso de los discípulos, para orar en el silencio y vivir su relación filial con Dios. El silencio es capaz de abrir un espacio interior en lo más íntimo de nosotros mismos, para hacer que allí habite Dios, para que su Palabra permanezca en nosotros, para que el amor a él arraigue en nuestra mente y en nuestro corazón, y anime nuestra vida. Por lo tanto, la primera dirección es: volver a aprender el silencio, la apertura a la escucha, que nos abre al otro, a la Palabra de Dios.

Además, hay también una segunda relación importante del silencio con la oración. En efecto, no sólo existe nuestro silencio para disponernos a la escucha de la Palabra de Dios. A menudo, en nuestra oración, nos encontramos ante el silencio de Dios, experimentamos una especie de abandono, nos parece que Dios no escucha y no responde. Pero este silencio de Dios, como le sucedió también a Jesús, no indica su ausencia. El cristiano sabe bien que el Señor está presente y escucha, incluso en la oscuridad del dolor, del rechazo y de la soledad. Jesús asegura a los discípulos y a cada uno de nosotros que Dios conoce bien nuestras necesidades en cualquier momento de nuestra vida. Él enseña a los discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis» (Mt 6, 7-8): un corazón atento, silencioso, abierto es más importante que muchas palabras. Dios nos conoce en la intimidad, más que nosotros mismos, y nos ama: y saber esto debe ser suficiente. En la Biblia, la experiencia de Job es especialmente significativa a este respecto. Este hombre en poco tiempo lo pierde todo: familiares, bienes, amigos, salud. Parece que Dios tiene hacia él una actitud de abandono, de silencio total. Sin embargo Job, en su relación con Dios, habla con Dios, grita a Dios; en su oración, no obstante todo, conserva intacta su fe y, al final, descubre el valor de su experiencia y del silencio de Dios. Y así, al final, dirigiéndose al Creador, puede concluir: «Te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos» (Jb 42, 5): todos nosotros casi conocemos a Dios sólo de oídas y cuanto más abiertos estamos a su silencio y a nuestro silencio, más comenzamos a conocerlo realmente. Esta confianza extrema que se abre al encuentro profundo con Dios maduró en el silencio. San Francisco Javier rezaba diciendo al Señor: yo te amo no porque puedes darme el paraíso o condenarme al infierno, sino porque eres mi Dios. Te amo porque Tú eres Tú.

Encaminándonos a la conclusión de las reflexiones sobre la oración de Jesús, vuelven a la mente algunas enseñanzas del Catecismo de la Iglesia católica: «El drama de la oración se nos revela plenamente en el Verbo que se ha hecho carne y que habita entre nosotros. Intentar comprender su oración, a través de lo que sus testigos nos dicen en el Evangelio, es aproximarnos a la santidad de Jesús nuestro Señor como a la zarza ardiendo: primero contemplándolo a él mismo en oración y después escuchando cómo nos enseña a orar, para conocer finalmente cómo acoge nuestra plegaria» (n. 2598). ¿Cómo nos enseña Jesús a rezar? En el Compendio del Catecismo de la Iglesia católica encontramos una respuesta clara: «Jesús nos enseña a orar no sólo con la oración del Padre nuestro» —ciertamente el acto central de la enseñanza de cómo rezar—, «sino también cuando él mismo ora. Así, además del contenido, nos enseña las disposiciones requeridas por una verdadera oración: la pureza del corazón, que busca el Reino y perdona a los enemigos; la confianza audaz y filial, que va más allá de lo que sentimos y comprendemos; la vigilancia, que protege al discípulo de la tentación» (n. 544).

Recorriendo los Evangelios hemos visto cómo el Señor, en nuestra oración, es interlocutor, amigo, testigo y maestro. En Jesús se revela la novedad de nuestro diálogo con Dios: la oración filial que el Padre espera de sus hijos. Y de Jesús aprendemos cómo la oración constante nos ayuda a interpretar nuestra vida, a tomar nuestras decisiones, a reconocer y acoger nuestra vocación, a descubrir los talentos que Dios nos ha dado, a cumplir cada día su voluntad, único camino para realizar nuestra existencia.

A nosotros, con frecuencia preocupados por la eficacia operativa y por los resultados concretos que conseguimos, la oración de Jesús nos indica que necesitamos detenernos, vivir momentos de intimidad con Dios, «apartándonos» del bullicio de cada día, para escuchar, para ir a la «raíz» que sostiene y alimenta la vida. Uno de los momentos más bellos de la oración de Jesús es precisamente cuando él, para afrontar enfermedades, malestares y límites de sus interlocutores, se dirige a su Padre en oración y, de este modo, enseña a quien está a su alrededor dónde es necesario buscar la fuente para tener esperanza y salvación. Ya recordé, como ejemplo conmovedor, la oración de Jesús ante la tumba de Lázaro. El evangelista san Juan relata: «Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Y dicho esto, gritó con voz potente: “Lázaro, sal afuera”» (Jn 11, 41-43). Pero Jesús alcanza el punto más alto de profundidad en la oración al Padre en el momento de la pasión y de la muerte, cuando pronuncia el «sí» extremo al proyecto de Dios y muestra cómo la voluntad humana encuentra su realización precisamente en la adhesión plena a la voluntad divina y no en la contraposición. En la oración de Jesús, en su grito al Padre en la cruz, confluyen «todas las angustias de la humanidad de todos los tiempos, esclava del pecado y de la muerte, todas las súplicas y las intercesiones de la historia de la salvación... He aquí que el Padre las acoge y, por encima de toda esperanza, las escucha al resucitar a su Hijo. Así se realiza y se consuma el drama de la oración en la economía de la creación y de la salvación» (Catecismo de la Iglesia católica, 2606).

Queridos hermanos y hermanas, pidamos con confianza al Señor vivir el camino de nuestra oración filial, aprendiendo cada día del Hijo Unigénito, que se hizo hombre por nosotros, cómo debe ser nuestro modo de dirigirnos a Dios. Las palabras de san Pablo sobre la vida cristiana en general, valen también para nuestra oración: «Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rm 8, 38-39).

CALENDARIO

20 JUEVES DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria o SANTOS FRUCTUOSO, obispo, y AUGURIO y EULOGIO, diáconos, mártires, memoria libre o SAN FABIÁN, papa y mártir, memoria libre o SAN SEBASTIÁN, mártir, memoria libre

Misa
de feria (verde) o de una de las memorias (rojo).
MISAL: para la feria cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5) / para la memoria de san Fructuoso y comp. ants. y orac. props. / para la memoria de san Fabián 1.ª orac. prop. y el resto del común de mártires (para un mártir) o de pastores (para un papa), o de un domingo del T.O. / para la memoria de san Sebastián 1.ª orac. prop. y el resto del común de mártires (para un mártir), o de un domingo del T.O.; Pf. común o de las memorias.
LECC.: vol. III-par.
- 1 Sam 18, 6-9; 19, 1-7.
Mi padre busca el modo de matarte.
- Sal 55. R. En Dios confío y no temo.
- Mc 3, 7-12. Los espíritus inmundos gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios», pero él les prohibía que lo diesen a conocer.
o bien:
cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de feria o de una de las memorias.

Martirologio: elogs. del 21 de enero, pág. 121.
CALENDARIOS: Ciudad Rodrigo-ciudad, Mallorca, Palma y San Sebastián-ciudad: San Sebastián, mártir (S). Huelva-ciudad y Ciudad Rodrigo-diócesis: (MO).
Mínimos: Nuestra Señora del Milagro (F).
Hospitalarios de san Juan de Dios: Conversión de san Juan de Dios, religioso (MO).
OCSO: Beato Cipriano Miguel Tansi, monje cisterciense (ML).
OFM Conv.: Beato Juan Bautista Triquerie, presbítero, mártir (ML).

TEXTOS MISA

Misa de la feria: del II Domingo del T. Ordinario (u otro Domingo del T. Ordinario).

Memoria de santos Fructuoso, Augurio y Eulogio:
20 de enero
San Fructuoso obispo y mártir, y sus diaconos, santos Augurio y Eulogio, mártires.

Antífona de entrada
Abrasados por el amor de Cristo más que por el fuego de las llamas, Fructuoso, Augurio y Eulogio, como los tres jóvenes arrojados al horno, daban con su alegría manifiesto testimonio de la resurrección que esperaban.

Monición de entrada
Celebramos la memoria de san Fructuoso, obispo, y sus diáconos Augurio y Eulogio, mártires. El año 259, en Tarragona, en tiempo de los emperadores Valeriano y Galieno, después de haber confesado su fe, fueron llevados al anfiteatro, y allí, en presencia de los fieles, el obispo oró por la paz de la Iglesia. Mientras oraban de rodillas, consumaron su martirio en la hoguera.

Oración colecta
Señor, que concediste al obispo san Fructuoso dar su vida por la Iglesia extendida de Oriente a Occidente y quisiste que sus diáconos, Augurio y Eulogio, lo acompañaran al martirio llenos de alegría, haz que tu Iglesia viva siempre gozosa en la esperanza y se consagre, sin vacilaciones, al bien de todos los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Memoria de san Fabián:
20 de enero
San Fabián, papa y mártir

La oración colecta es propia de la memoria. El resto está tomado del común de mártires: I. Fuera del Tiempo Pascual; B. Para un mártir 1

Antífona de entrada
Este santo luchó hasta la muerte en defensa de la ley de Dios y no temió las palabras de los malvados: estaba cimentado sobre roca firme.
Iste sanctus pro lege Dei sui certávit usque ad mortem, et a verbis impiórum non tímuit; fundátus enim erat supra firmam petram.
O bien: Cf. Sab 10, 12
El Señor lo puso en un duro combate, para que venciera, pues la sabiduría es más fuerte que todo.
Certámen forte dedit illi Dóminus, ut víncere sciret, quóniam ómnium poténtior est sapiéntia.

Monición de entrada
Celebramos la memoria de san Fabián, mártir, que fue elegido papa siendo laico. Durante la persecución de Decio, a mediados del siglo III, derramó su sangre por Cristo. Nos dejó el testimonio de haber regido la Iglesia de modo honesto e irreprochable. Su cuerpo fue sepultado tal día como hoy en el cementerio de san Calixto, en la vía Apia de Roma.

Oración colecta
Oh, Dios, gloria de tus sacerdotes, concédenos, por la intercesión del mártir san Fabián, progresar en la comunión de La misma fe y en la dignidad del servicio. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, tuórum glória sacerdótum, praesta, quaesumus, ut, beáti Fabiáni mártyris tui interveniénte suffrágio, eiúsdem proficiámus fídei consórtio dignóque servítio. Per Dóminum.

Memoria de san Sebastián:
20 de enero
San Sebastián, mártir

Oración colecta propia, el resto del común de mártires: I. Fuera del Tiempo Pascual; B. Para un mártir 2.

Antífona de entrada

Este es un verdadero mártir que derramó su sangre por el nombre de Cristo, no temió las amenazas de los jueces y así alcanzó el reino de los cielos.
Hic est vere martyr, qui pro Christi nómine sánguinem suum fudit, qui minas iúdicum non tímuit, sed ad caeléstia regna pervénit.
O bien: Flp 3, 8. 10
Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte.
Omnia detriméntum fecit ad cognoscéndum Christum, et communiónem passiónum illíus, confórmans se morti eius.

Monición de entrada
Conmemoramos en esta celebración a san Sebastián, mártir, oriundo de Milán, que se dirigió a Roma en tiempo de crueles persecuciones y sufrió allí el martirio a comienzos del siglo IV. Su imagen, muy popularizada, nos lo presenta asaeteado, sin embargo no murió a consecuencia de esas heridas. Finalmente fue de nuevo apresado y azotado hasta la muerte y, tal día como hoy, fue enterrado en las catacumbas de Roma.

Oración colecta
Concédenos, Señor, el espíritu de fortaleza para que, aleccionados por el ejemplo glorioso de tu mártir san Sebastián, aprendamos a obedecerle a ti antes que a los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo.
Praesta nobis, quaesumus, Dómine, spíritum fortitúdinis, ut, glorióso exémplo beáti Sebastiáni mártyris tui edócti, tibi magis quam homínibus obodíre discámus. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Jueves de la II semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 1 Sam 18, 6-9; 19, 1-7
Mi padre busca el modo de matarte
Lectura del primer libro de Samuel.

En aquellos días, cuando David volvía de haber matar al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel al encuentro del rey Saúl para cantar danzando con tambores, gritos de alborozo y címbalos.
Las mujeres cantaban y repetían al bailar:
«Saúl mató a mil,
David a diez mil».
A Saúl lo enojó mucho aquella copla, y le pareció mal, pues pensaba:
« Han asignado diez mil a David, y mil a mí. No le falta más que la realeza».
Desde aquel día Saúl vio con malos ojos a David.
Saúl manifestó a su hijo Jonatán y de sus servidores la intención de matar a David. Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David. Y le advirtió:
«Mi padre busca el modo de matarte. Mañana toma precauciones, quédate en lugar secreto y permanece allí oculto. Yo saldré y me colocaré al lado de mi padre en el campo donde te encuentres. Le hablaré de ti, veré lo que hay y te lo comunicaré».
Jonatán habló bien de David a su padre Saúl. Le dijo:
«No haga daño el rey a su siervo David, pues él no te ha hecho mal alguno, y su conducta ha sido muy favorable hacia ti. Expuso su vida, mató al filisteo y el Señor le concedió una gran victoria a todo Israel. Entonces te alegraste al verlo. ¿Por qué hacerte culpable de sangre inocente, matando a David sin motivo?».
Saúl escuchó lo que le decía Jonatán, y juró:
«Por vida del Señor, no morirá».
Jonatán llamó a David y le contó toda aquella conversación. Le trajo junto a Saúl y siguió a su servicio como antes.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Sal 55, 2-3. 9-10ab. 10c-11. 12-13 (R.: 5b)
R. En Dios confío y no temo.
In Deo sperávi, non timébo.

V. Misericordia, Dios mío, que me hostigan,
me atacan y me acosan todo el día;
todo el día me hostigan mis enemigos,
me atacan en masa, oh Altísimo.
R. En Dios confío y no temo.
In Deo sperávi, non timébo.

V. Anota en tu libro mi vida errante,
recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío,
mis fatigas en tu libro.
Que retrocedan mis enemigos
cuando te invoco.
R. En Dios confío y no temo.
In Deo sperávi, non timébo.

V. Así sabré que eres mi Dios.
En Dios, cuya promesa alabo,
en el Señor, cuya promesa alabo.
R. En Dios confío y no temo.
In Deo sperávi, non timébo.

V. En Dios confío y no temo;
¿qué podrá hacerme un hombre?
Te debo, Dios mío, los votos que hice,
los cumpliré con acción de gracias.
R. En Dios confío y no temo.
In Deo sperávi, non timébo.

Aleluya Cf. 2 Tm 1, 10
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Nuestro Salvador, Cristo Jesús, destruyó la muerte, e hizo brillar la vida por medio del Evangelio. R.
Salvator noster Iesus Christus destruxit mortem, et illuminavit vitam per Evangelium.

EVANGELIO Mc 3, 7-12
Los espíritus inmundos gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios», pero él les prohibía que lo diesen a conocer
 Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.
Al enterarse de las cosas que hacia, acudía mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón.
Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.
Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.

Palabra del Señor
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Beda (Catena aurea)
Esta barca, que sirve al Señor en el mar, es la Iglesia formada de la congregación de las gentes. Entra en la barca para que no lo sofoque la turba porque, alejándose de la muchedumbre agitada, se complace en ir a los que menosprecian la gloria del siglo y a estar junto a ellos.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario IX

Suba nuestra oración a Dios Padre todopoderoso, que quiere iluminar y salvar a todos los hombres.
- Por nuestro santo padre el papa N. y por todos los obispos, para que guíen fielmente al pueblo de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los que rigen los destinos de los pueblos: para que protejan la libertad de los ciudadanos y gobiernen con rectitud y justicia. Roguemos al Señor.
- Por los hambrientos y los enfermos, por los emigrantes y los que no tienen trabajo, por todos los que sufren: para que sean aliviados en su necesidad. Roguemos al Señor.
- Por los que estamos aquí reunidos: para que vivamos en amor fraterno y formemos una comunidad de fe, esperanza y amor en el seno de la Iglesia. Roguemos al Señor.
Escucha, Dios todopoderoso, las súplicas de tu pueblo; y concédenos lo que te pedimos, confiados en tu bondad. Por Jesucristo nuestro Señor.

Misa de san Fructuoso, Augurio y Eulogio:
Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, las ofrendas que te presentamos en la fiesta de los santos Fructuoso, Augurio y Eulogio, y haz que estos misterios, que dieron fortaleza a los mártires en la persecución, nos ayuden a nosotros a no desfallecer en las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO II DE LOS SANTOS MÁRTIRES
LAS MARAVILLAS DE DIOS EN LA VICTORIA DE LOS MÁRTIRES
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tú eres ensalzado en la alabanza de tus santos y, cuanto pertenece a su pasión, es obra admirable de tu poder: tú, bondadosamente, otorgas el ardor de su fe, das firmeza en la perseverancia y concedes la victoria en el combate, por Cristo, Señor nuestro.
Por eso, Señor, tus criaturas del cielo y de la tierra te adoran, cantando un cántico nuevo, y también nosotros, con todo el ejército de los ángeles, te aclamamos por siempre diciendo:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Quóniam tu magnificáris in tuórum laude Sanctórum, et quidquid ad eórum pértinet passiónem, tuae sunt ópera miránda poténtiae: qui huius fídei tríbuis cleménter ardórem, qui súggeris perseverántiae firmitátem, qui largíris in agóne victóriam, per Christum Dóminum nostrum.
Propter quod caeléstia tibi atque terréstria cánticum novum cóncinunt adorándo, et nos cum omni exércitu Angelórum proclamámus, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo....

PLEGARIA EUCARÍSTICA III.

Antífona de la comunión 2 Co 4, 11

Nos están entregando a la muerte por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
In mortem trádimur propter Iesum, ut et vita Iesu manifestétur in carne nostra mortáli.

Oración después de la comunión
Señor, que el sacramento recibido, memorial de la pasión de tu Hijo por la salvación de los hombres, avive el fuego de nuestra caridad, para que, a ejemplo de los santos Fructuoso, Augurio y Eulogio, no dudemos en ofrecer la vida por el bien de todos los pueblos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Misa de san Fabián:
Oración sobre las ofrendas

Santifica con la eficacia de tu bendición, Señor, estos dones que, por tu gracia, han de encender en nosotros aquel fuego de tu amor que dio fuerza a san N., para vencer todos los tormentos corporales. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Obláta múnera, quaesumus, Dómine, tua benedictióne sanctífica, quae, te donánte, nos illa flamma tuae dilectiónis accéndat, per quam sanctus N. torménta sui córporis univérsa devícit. Per Christum.
O bien:
Acepta, Señor, los dones que te presentamos en la memoria de tu mártir san N. para que sean ofrenda tan grata a tu majestad como preciosa fue su sangre derramada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Accépta tibi sint, quaesumus, Dómine, múnera, quae in commemoratióne beáti mártyris tui N. deférimus, ut eo maiestáti tuae sint plácita, sicut illíus effúsio sánguinis apud te éxstitit pretiósa. Per Christum.

PREFACIO I DE LOS SANTOS MÁRTIRES
SIGNIFICADO Y EJEMPLARIDAD DEL MARTIRIO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque la sangre del glorioso mártir san N., derramada, como la de Cristo, para confesar tu nombre, manifiesta las maravillas de tu poder; pues en su martirio, Señor, has sacado fuerza de lo débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio; por Cristo, Señor nuestro.
Por eso, con las virtudes del cielo te aclamamos continuamente en la tierra, alabando tu gloria sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Quóniam beáti mártyris N. pro confessióne nóminis tui, ad imitatiónem Christi, sanguis effúsus tua mirabília maniféstat, quibus pérficis in fragilitáte virtútem, et vires infírmas ad testimónium róboras, per Christum Dóminum nostrum.
Et ídeo, cum caelórum Virtútibus, in terris te iúgiter celebrámus, maiestáti tuae sine fine clamántes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III.

Antífona de comunión Cf. Mt 16, 24

Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga, dice el Señor.
Qui vult veníre post me, ábneget semetípsum, et tollat crucem suam, et sequátur me, dicit Dóminus.
O bien: Cf. Mt 10, 39
El que pierda su vida por mí, la encontrará para siempre, dice el Señor.
Qui perdíderit ánimam suam propter me, dicit Dóminus, invéniet eam in aetérnum

Oración después de la comunión
Te pedimos, Señor, que los sacramentos recibidos nos den aquella fortaleza de espíritu que hizo a tu mártir san N. fiel en tu servicio y victorioso en el martirio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Praestent nobis, quaesumus, Dómine, sacra mystéria quae súmpsimus eam ánimi fortitúdinem, quae beátum N. mártyrem tuum réddidit in tuo servítio fidélem et in passióne victórem. Per Christum.

Misa de san Sebastián:
Oración sobre las ofrendas

Dios clementísimo, derrama tu bendición sobre estos dones y fortalécenos en la fe que confirmó san N. con el derramamiento de su sangre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Obláta múnera, quaesumus, Dómine, tua benedictióne sanctífica, quae, te donánte, nos illa flamma tuae dilectiónis accéndat, per quam sanctus N. torménta sui córporis univérsa devícit. Per Christum.
O bien:
Te presentamos, Señor, estas ofrendas en la fiesta de tu mártir san N., a quien ninguna tentación pudo separar de la unidad del Cuerpo de Cristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Hóstias tibi, Dómine, pro commemoratióne beáti mártyris tui N. offérimus, quem a Christi córporis unitáte nulla tentátio separávit. Per Christum.

PREFACIO I DE LOS SANTOS MÁRTIRES
SIGNIFICADO Y EJEMPLARIDAD DEL MARTIRIO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque la sangre del glorioso mártir san N., derramada, como la de Cristo, para confesar tu nombre, manifiesta las maravillas de tu poder; pues en su martirio, Señor, has sacado fuerza de lo débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio; por Cristo, Señor nuestro.
Por eso, con las virtudes del cielo te aclamamos continuamente en la tierra, alabando tu gloria sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Quóniam beáti mártyris N. pro confessióne nóminis tui, ad imitatiónem Christi, sanguis effúsus tua mirabília maniféstat, quibus pérficis in fragilitáte virtútem, et vires infírmas ad testimónium róboras, per Christum Dóminum nostrum.
Et ídeo, cum caelórum Virtútibus, in terris te iúgiter celebrámus, maiestáti tuae sine fine clamántes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III.

Antífona de comunión Cf. Jn 15, 1. 5

Yo soy la verdadera vid y vosotros los sarmientos, dice el Señor; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante.
Ego sum vitis vera et vos pálmites, dicit Dóminus; qui manet in me et ego in eo, hic fert fructum multum.
O bien: Cf. Jn 8,12
El que me sigue no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida, dice el Señor.
Qui séquitur me, non ámbulat in ténebris, sed habébit lumen vitae, dicit Dóminus.

Oración después de la comunión
Renovados por estos santos misterios te rogamos, Señor, que, imitando la admirable fortaleza de san N., merezcamos conseguir el premio eterno a la perseverancia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sacris, Dómine, recreáti mystériis, quaesumus, ut, miram beáti N. constántiam aemulántes, patiéntiae praemium cónsequi mereámur aetérnum. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 21 de enero
M
emoria de santa Inés, virgen y mártir, que, siendo aún adolescente, ofreció en Roma el supremo testimonio de la fe y consagró con el martirio el título de la castidad. Victoriosa sobre su edad y sobre el tirano, suscitó una gran admiración ante el pueblo y adquirió una mayor gloria ante el Señor. Hoy se celebra el día de su sepultura. (s. III/IV)
2. Conmemoración de san Publio, obispo de Atenas, en Grecia, que dio testimonio de Cristo con su martirio. (s. II)
3. Pasión de los santos mártires Fructuoso, obispo, y Augurio y Eulogio, sus diáconos, en Tarragona, ciudad de la Hispania Citerior. En España se celebra su conmemoración el día de ayer.
4. En Troyes, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, san Patroclo, mártir. (c. s. III)
5. En Pavía, en la región italiana de Liguria, san Epifanio, obispo, que en tiempo de las invasiones bárbaras trabajó esforzadamente a favor de la reconciliación de los pueblos, así como en la redención de los cautivos y en la reconstrucción de la ciudad arruinada. (496)
6. En los montes  cercanos al lago de Zürich, en el territorio de Helvecia, actualmente Suiza, san Meinrado, presbítero, que dedicado primero a la vida cenobítica y después a la eremítica, fue asesinado por unos desalmados. (c. 861)
7*. En el monte Mercurio, en la antigua región de Lucania, hoy en Italia, san Zacarías, llamado “Angélico”, maestro de la vida cenobítica. (c. 950)
8*. En la ciudad de Londres, en Inglaterra, beatos Eduardo Stransham y Nicolás Wheeler, presbíteros y mártires, que durante el reinado de Isabel I fueron condenados a muerte por ser sacerdotes, y sufrieron el martirio en Tyburn. (1586)
9. También en Londres, en Inglaterra, san Albano Roe, de la Orden de San Benito, y beato Tomás Green, ambos presbíteros y mártires, los cuales, ya ancianos, durante el reinado de Carlos I dieron su vida por Cristo al ser ahorcados en Tyburn, después de haber pasado en la cárcel diecisiete años el primero y catorce el segundo. (1642)
10*. En el monasterio de Benigamin, en la región de Valencia, en España, beata Josefa María de santa Inés, virgen de la Orden de Agustinas Descalzas. (1696)
11*. En la ciudad de Laval, en Francia, beatos presbíteros Juan Bautista Turpín du Comier y otros trece compañeros*, mártires, que por su constante fidelidad a la Iglesia católica fueron guillotinados durante la Revolución Francesa. (1794)
* Sus nombres son: beatos Juan Bautista Triquerie, de la Orden de Hermanos Menores Conventuales, Juan María Gallot, José Pellé, Renato Luis Ambroise, Julián Francisco Morvin de la Gérardière, Francisco Duchesne, Jacobo André, Andrés Duliou, Luis Gastineau, Francisco Migoret Lambardière, Julián Moulé, Agustín Manuel Philippot y Pedro Thomas.
12. En la aldea de Daegu, en Corea, san Juan Yi Yun-il, mártir, que, siendo padre de familia, campesino y catequista, soportó azotes y luxación de todos sus miembros, a pesar de lo cual se mantuvo constante en la fe cristiana, y culminó con sereno espíritu el martirio al ser decapitado. Fue la última víctima de la gran persecución sufrida en esta nación. (1867)

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