SOBRE LITURGIA
VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD EL PAPA A CHIPRE Y GRECIA (2-6 DE DICIEMBRE DE 2021)
ENCUENTRO CON SACERDOTES, RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS, DIÁCONOS, CATEQUISTAS, ASOCIACIONES Y MOVIMIENTOS ECLESIALES DE CHIPRE
DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD EL PAPA A CHIPRE Y GRECIA (2-6 DE DICIEMBRE DE 2021)
ENCUENTRO CON SACERDOTES, RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS, DIÁCONOS, CATEQUISTAS, ASOCIACIONES Y MOVIMIENTOS ECLESIALES DE CHIPRE
DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Catedral maronita de Nuestra Señora de las Gracias. Jueves, 2 de diciembre de 2021
Beatitudes, queridos hermanos obispos,
queridos sacerdotes, religiosas y religiosos,
queridos catequistas, hermanos y hermanas: Χαίρετε! [¡Hola!]
Me siento contento de estar entre ustedes. Deseo expresar mi gratitud al Cardenal Béchara Boutros Raï por las palabras que me ha dirigido y saludar con afecto al Patriarca Pierbattista Pizzaballa. Gracias a todos ustedes por su ministerio y su servicio; en particular a ustedes, hermanas, por la obra educativa que llevan adelante en la escuela, a la que asisten tantos jóvenes de la isla, lugar de encuentro, de diálogo y aprendizaje del arte de construir puentes. ¡Gracias! Gracias a todos por su cercanía a las personas, especialmente en los contextos sociales y laborales donde es más difícil.
Comparto mi alegría de visitar esta tierra, caminando como peregrino tras las huellas del gran apóstol Bernabé, hijo de este pueblo, discípulo enamorado de Jesús, intrépido anunciador del Evangelio que, pasando por las nacientes comunidades cristianas, veía cómo actuaba la gracia de Dios y se alegraba de ello, exhortando «a todos para que permanecieran unidos al Señor con firmeza de corazón» (Hch 11,23). Y yo vengo con el mismo deseo: ver la gracia de Dios obrando en su Iglesia y en su tierra, alegrándome con ustedes por las maravillas que el Señor obra y exhortándolos a perseverar siempre, sin cansarse, sin desanimarse nunca. ¡Dios es más grande! Dios es más grande que nuestras contradicciones. ¡Adelante!
Los miro y veo la riqueza de su diversidad. Es cierto, ¡una hermosa “macedonia”! Todos diferentes. Saludo a la Iglesia maronita, que en el curso de los siglos ha llegado en varias ocasiones a la isla y que, a menudo atravesando muchas pruebas, ha perseverado en la fe. Cuando pienso en el Líbano siento mucha preocupación por la crisis en la que se encuentra y noto el sufrimiento de un pueblo cansado y probado por la violencia y el dolor. Llevo a mi oración el deseo de paz que sube desde el corazón de ese país. Les agradezco lo que hacen en la Iglesia, por Chipre. Los cedros del Líbano se citan numerosas veces en la Escritura como modelos de belleza y grandeza. Pero incluso un gran cedro surge desde las raíces y crece lentamente. Ustedes son estas raíces, trasplantadas en Chipre para difundir la fragancia y la belleza del Evangelio. ¡Gracias!
Saludo también a la Iglesia latina, presente aquí por milenios, que ha visto crecer en el tiempo, junto a sus hijos, el entusiasmo de la fe y que hoy, gracias a la presencia de tantos hermanos y hermanas migrantes, se presenta como un pueblo “multicolor”, un auténtico lugar de encuentro entre etnias y culturas diferentes. Este rostro de la Iglesia refleja el rol de Chipre en el continente europeo: una tierra de campos dorados, una isla acariciada por las olas del mar, pero sobre todo una historia que es cruce de pueblos y mosaico de encuentros. Así es también la Iglesia: católica, es decir, universal, espacio abierto en el que todos son acogidos y alcanzados por la misericordia de Dios y su invitación a amar. No hay ni debe haber muros en la Iglesia católica. Y esto no lo olvidemos. Ninguno de nosotros ha sido llamado aquí para hacer proselitismo como predicadores, eso jamás. El proselitismo es estéril, no da vida. Todos hemos sido llamados por la misericordia de Dios, que nunca se cansa de llamar, nunca se cansa de estar cerca, nunca se cansa de perdonar. ¿Dónde están las raíces de nuestra vocación cristiana? En la misericordia de Dios. Nunca debemos olvidar eso. El Señor no defrauda; su misericordia no defrauda. Siempre nos espera. No hay y no debe haber muros en la Iglesia católica, por favor. Es una casa común, es el lugar de las relaciones, es la convivencia de la diversidad: ese rito, ese otro rito; uno lo piensa así, esa monja lo vio así, la otra lo vio de otro modo. La diversidad de todos y, en esa diversidad, la riqueza de la unidad. ¿Y quién hace la unidad? El Espíritu Santo. ¿Y quién hace la diversidad? El Espíritu Santo. Quien puede entender que entienda. Él es el autor de la diversidad y el autor de la armonía. San Basilio solía decirlo: “Ipse harmonia est”. Él es quien hace la diversidad de dones y la unidad armoniosa de la Iglesia.
Queridos amigos, ahora quisiera compartir algo con ustedes a propósito de san Bernabé, su hermano y patrono, inspirándome en dos palabras de su vida y de su misión.
La primera palabra es paciencia. Se habla de Bernabé como de un gran hombre de fe y de equilibrio, que fue elegido por la Iglesia de Jerusalén —se puede decir de la Iglesia madre— como la persona más idónea para visitar una nueva comunidad, la de Antioquía, que estaba compuesta por diversas personas que se habían convertido recientemente del paganismo. Fue enviado para ir y ver qué estaba sucediendo, casi como un explorador. Allí encontró personas que provenían de otro mundo, de otra cultura y sensibilidad religiosa; personas que acababan de cambiar de vida y por eso tenían una fe llena de entusiasmo, pero todavía frágil, como al inicio. En toda esta situación, la actitud de Bernabé fue de gran paciencia. Sabe esperar. Sabe esperar que el árbol crezca. Es la paciencia de estar dispuesto a salir constantemente de viaje, la paciencia de entrar en la vida de personas hasta ese momento desconocidas, la paciencia de acoger la novedad sin juzgarla apresuradamente, la paciencia del discernimiento, que sabe captar los signos de la obra de Dios en todas partes, la paciencia de “estudiar” otras culturas y tradiciones. Bernabé tuvo sobre todo la paciencia del acompañamiento, deja crecer, acompañando. No sofocó la fe frágil de los recién llegados con actitudes estrictas, inflexibles, o con requerimientos demasiado exigentes en cuanto a la observancia de los preceptos. No. Los dejaba crecer, los acompañaba, los tomaba de la mano, dialogaba con ellos. Bernabé no se escandaliza, como un padre y una madre no se escandalizan de sus hijos, sino que los acompañan, los ayudan a crecer. Tengan en cuenta esto: las divisiones, el proselitismo dentro de la Iglesia no van. Deja crecer y acompaña; y si tienes que regañar a alguien, regaña, pero con amor, con paz. Es el hombre de la paciencia.
Necesitamos una Iglesia paciente, queridos hermanos y hermanas. Una Iglesia que no se deja turbar y desconcertar por los cambios, sino que acoge serenamente la novedad y discierne las situaciones a la luz del Evangelio. En esta isla es precioso el trabajo que llevan adelante en la acogida de nuevos hermanos y hermanas que llegan desde otros lugares del mundo. Como Bernabé, también ustedes están llamados a cultivar una mirada paciente y atenta, a ser signos visibles y creíbles de la paciencia de Dios que nunca deja a nadie fuera de casa, nadie privado de su tierno abrazo. La Iglesia en Chipre tiene estos brazos abiertos: acoge, integra y acompaña. Es un mensaje importante también para la Iglesia en toda Europa, marcada por la crisis de fe. No sirve ser impulsivos, no sirve ser agresivos, nostálgicos o quejumbrosos, es mejor seguir adelante leyendo los signos de los tiempos y también los signos de la crisis. Es necesario volver a comenzar y anunciar el Evangelio con paciencia, tomar en mano las Bienaventuranzas, sobre todo anunciarlas a las nuevas generaciones. A ustedes, hermanos obispos, quisiera decirles: sean pastores pacientes en la cercanía, no se cansen nunca de buscar a Dios en la oración; busquen a los sacerdotes en el encuentro; a los hermanos de otras confesiones cristianas con respeto y solicitud; y a los fieles allí donde viven. Y a ustedes, queridos sacerdotes que están aquí, quisiera decirles: sean pacientes con los fieles, siempre dispuestos a animarlos, sean ministros incansables del perdón y de la misericordia de Dios. Nunca jueces severos, siempre padres amorosos.
Cuando leo la Parábola del hijo pródigo: el hermano mayor era un juez riguroso, pero el padre era misericordioso, la imagen del Padre que siempre perdona, es más, que siempre está esperando para perdonar. El año pasado un grupo de jóvenes que hacen espectáculos de música pop, quisieron representar la parábola del hijo pródigo, cantada con música pop y diálogos. ¡Hermoso! Pero lo más lindo fue el diálogo final, cuando el hijo pródigo se acercó a un amigo y le dijo: “No puedo seguir así. Quiero irme a casa, pero tengo miedo de que papá me cierre la puerta en la cara, que me eche. Tengo ese miedo y no sé cómo hacer. —Pero, ¡tu papá es bueno! —Sí, pero ya sabes... mi hermano está ahí calentándole la cabeza”. Hacia el final de la obra sobre el hijo pródigo, su amigo le dice: “Haz una cosa, escribe a tu papá y dile que quieres volver, pero tienes miedo de que no te reciba bien. Dile a tu papá que, si quiere darte la bienvenida, ponga un pañuelo en la ventana más alta de la casa, así tu papá te dirá primero si te dará la bienvenida o te rechazará”. Ese acto termina. En el acto siguiente, el hijo se dirige a la casa de su padre. Y cuando está en camino, se vuelve y ve la casa de su padre, que estaba llena de pañuelos blancos. ¡Llena! Este es Dios para nosotros. Nunca se cansa de perdonar. Y cuando el hijo empieza a hablar: “Ah, señor, yo hice…”, le dice “cállate”, y le tapa la boca.
A ustedes sacerdotes: por favor, no sean rigurosos en la confesión. Cuando ves que alguien está en problemas, di: “Entiendo, entiendo”. Esto no significa “manga ancha”, no. Significa corazón de padre, como corazón de padre tiene Dios. La obra que el Señor realiza en la vida de cada persona es una historia sagrada, dejémonos apasionar por ella. En la multiforme variedad de su pueblo, paciencia significa también tener oídos y corazón para acoger sensibilidades espirituales diferentes, modos de expresar la fe distintos y culturas diversas. La Iglesia no quiere uniformar, por favor, no, sino integrar todas las culturas, todas las psicologías de las personas, con paciencia materna, porque la Iglesia es madre. Es lo que deseamos hacer con la gracia de Dios en el itinerario sinodal: la oración paciente, la escucha paciente de una Iglesia dócil a Dios y abierta al hombre. La paciencia era uno de los aspectos de Bernabé.
En la historia de Bernabé hay un segundo aspecto importante que quisiera subrayar: su encuentro con Pablo de Tarso y la amistad fraterna entre ellos, que los conducirá a vivir juntos la misión. Después de la conversión de Pablo —que antes había sido un encarnizado perseguidor de los cristianos— «todos le temían, porque no creían que él también fuera discípulo» (Hch 9,26). Aquí el libro de los Hechos de los Apóstoles dice algo muy hermoso: Bernabé lo tomó consigo, lo presentó a la comunidad, contó lo que le había sucedido y respondió por él (cf. v. 27). Escuchemos este “lo tomó consigo”. La expresión hace referencia a la misma misión de Jesús, que tomó consigo a los discípulos por los caminos de Galilea, que tomó sobre sí nuestra humanidad herida por el pecado. Es una actitud de amistad, una actitud de compartir la vida. “Tomar consigo”, “tomar sobre sí” significa hacerse cargo de la historia del otro, darse tiempo para conocerlo sin etiquetarlo —cuidado con el pecado de etiquetar a la gente—, cargarlo sobre los hombros cuando está cansado o herido, como hace el buen samaritano (cf. Lc 10,25-37). Esto se llama fraternidad, y es la segunda palabra que quiero decirles. La primera es paciencia y la segunda, fraternidad.
Bernabé y Pablo, como hermanos, viajaron juntos para anunciar el Evangelio, aun en medio de persecuciones. En la Iglesia de Antioquía «estuvieron juntos todo un año e instruyeron a mucha gente» (Hch 11,26). Luego ambos tenían reservada una misión más grande y, enviados por el Espíritu Santo, «se embarcaron para Chipre» (Hch 13,4). Y la Palabra de Dios corría y crecía no sólo por sus cualidades humanas, sino sobre todo porque eran hermanos en el nombre de Dios y esta fraternidad entre ellos hacía resplandecer el mandamiento del amor. Hermanos distintos, como los dedos de una mano, todos diversos, pero todos con la misma dignidad. Hermanos. Después, como sucede en la vida, pasó algo inesperado. Los Hechos cuentan que los dos tuvieron un fuerte desacuerdo y sus caminos se separaron (cf. Hch 15,39). También entre los hermanos se discute, a veces hay disputas. Pero Pablo y Bernabé no se separaron por motivos personales, sino que estaban discutiendo acerca de su ministerio, sobre cómo llevar adelante la misión, y tenían visiones diferentes. Bernabé también quería llevar a la misión al joven Marcos, y Pablo no quería. Discutieron, pero por algunas cartas sucesivas se intuye que no quedó rencor entre ellos. Incluso a Timoteo, que tenía que alcanzarlo más adelante, Pablo le escribió: «Ven a verme cuanto antes […] Recoge a Marcos [¡justamente a él!] y tráelo contigo, pues será de gran ayuda en mi ministerio» (2 Tm 4,9.11). Esta es la fraternidad en la Iglesia, se puede discutir sobre puntos de vista, es bueno hacerlo, un poco de discusión es siempre bueno; en particular sobre diferentes sensibilidades e ideas, no discutir nunca tampoco es bueno. Cuando hay una paz demasiado rígida, no es de Dios. En una familia los hermanos discuten, intercambian puntos de vista. Sospecho de los que nunca discuten, porque todo el tiempo tienen “agendas” ocultas. Esta es la fraternidad de la Iglesia: se pueden discutir visiones, sensibilidades, ideas diferentes, y en algunos casos decir cosas con franqueza, esto ayuda, y no decirlas por detrás con una crítica que no hace bien a nadie. La discusión es una oportunidad para el crecimiento y el cambio. Pero recordemos siempre que no se discute para hacerse la guerra, para imponerse, sino para expresar y vivir la vitalidad del Espíritu, que es amor y comunión. Se discute, pero seguimos siendo hermanos. Recuerdo que cuando era niño éramos cinco. Discutíamos entre nosotros, a veces con fuerza, no todos los días, y luego estábamos todos juntos en la mesa. La discusión de la familia que tiene una madre, la madre Iglesia: los hijos discuten.
Queridos hermanos y hermanas, necesitamos una Iglesia fraterna que sea instrumento de fraternidad para el mundo. Aquí en Chipre existen muchas sensibilidades espirituales y eclesiales, varias historias de procedencia, de ritos y de tradiciones diferentes; pero no debemos sentir la diversidad como una amenaza contra la identidad, ni debemos recelar y preocuparnos de los respectivos espacios. Si caemos en esta tentación crece el miedo, el miedo genera desconfianza, la desconfianza conduce a la sospecha y, antes o después, lleva a la guerra. Somos hermanos amados por un único Padre. Ustedes están inmersos en el Mediterráneo, un mar con diferentes historias, un mar que ha mecido numerosas civilizaciones, un mar del que todavía hoy desembarcan personas, pueblos y culturas de todas partes del mundo. Con su fraternidad pueden recordar a todos, a toda Europa, que para construir un futuro digno del hombre es necesario trabajar juntos, superar las divisiones, derribar los muros y cultivar el sueño de la unidad. Necesitamos acogernos e integrarnos, caminar juntos, ser todos hermanos y hermanas.
Les agradezco lo que son y lo que hacen, la alegría con la que anuncian el Evangelio, las fatigas y renuncias con las que lo sostienen y lo hacen avanzar. Este es el camino trazado por los santos apóstoles Pablo y Bernabé. Les deseo que sean siempre una Iglesia paciente, que discierne, que no se asusta nunca, que acompaña y que integra; y una Iglesia fraterna, que hace espacio al otro, que discute pero permanece unida y crece en la discusión. Los bendigo a cada uno de ustedes. Y, por favor, sigan rezando por mí, porque lo necesito. Efcharistó! [¡Gracias!]
CALENDARIO
8 SÁBADO. Hasta la Hora Nona:
SÁBADO, FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD
Misa de sábado (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Epif. o Nav.
LECC.: vol. II.
- 1 Jn 4, 7-10. Dios es amor.
- Sal 71. R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
- Mc 6, 34-44. Al multiplicar los panes Jesús se manifiesta como profeta.
Liturgia de las Horas: oficio de sábado-8 de enero.
Martirologio: elog. prop. de la fiesta del Bautismo del Señor, pág. 43, y elogs. del 9 de enero, pág. 100.
CALENDARIOS: Canonesas de la Orden Justiniana: San Lorenzo Justiniani, obispo (S). Canónigos Regulares de Letrán: (MO).
Carmelitas: San Pedro Tomás, obispo (F). Carmelitas Descalzos: (ML).
Sevilla: San Raimundo de Peñafort, presbítero (MO).
Salesianos: Beato Tito Zeman, sacerdote y mártir (ML).
Tortosa: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Enrique Benavent Vidal, obispo (2005).
Lugo: Aniversario de la muerte de Mons. José Higinio Gómez González, obispo, emérito (2008).
8 SÁBADO. Después de la Hora Nona:
Misa vespertina de la fiesta del Bautismo del Señor (blanco).
Liturgia de las Horas: I Vísp. de la fiesta. Comp. Dom. I.
TEXTOS MISA
Sábado del tiempo de Navidad, después de Epifanía
Antífona de entrada Gal 4, 4-5
Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, para que recibiéramos la adopción filial.
Misit Deus Fílium suum, factum ex mulíere, ut adoptiónem filiórum reciperémus.
Oración colecta
Después de la solemnidad de Epifanía
Dios todopoderoso y eterno, que por tu Unigénito nos hiciste para ti nuevas criaturas, concédenos, por tu gracia, ser semejantes a aquel, en quien nuestra naturaleza está unida a la tuya. Por nuestro Señor Jesucristo.
Omnípotens sempitérne Deus, qui per Unigénitum tuum novam creatúram nos tibi esse fecísti, praesta, quaesumus, ut per grátiam tuam in illíus inveniámur forma, in quo tecum est nostra substántia. Qui tecum.
Beatitudes, queridos hermanos obispos,
queridos sacerdotes, religiosas y religiosos,
queridos catequistas, hermanos y hermanas: Χαίρετε! [¡Hola!]
Me siento contento de estar entre ustedes. Deseo expresar mi gratitud al Cardenal Béchara Boutros Raï por las palabras que me ha dirigido y saludar con afecto al Patriarca Pierbattista Pizzaballa. Gracias a todos ustedes por su ministerio y su servicio; en particular a ustedes, hermanas, por la obra educativa que llevan adelante en la escuela, a la que asisten tantos jóvenes de la isla, lugar de encuentro, de diálogo y aprendizaje del arte de construir puentes. ¡Gracias! Gracias a todos por su cercanía a las personas, especialmente en los contextos sociales y laborales donde es más difícil.
Comparto mi alegría de visitar esta tierra, caminando como peregrino tras las huellas del gran apóstol Bernabé, hijo de este pueblo, discípulo enamorado de Jesús, intrépido anunciador del Evangelio que, pasando por las nacientes comunidades cristianas, veía cómo actuaba la gracia de Dios y se alegraba de ello, exhortando «a todos para que permanecieran unidos al Señor con firmeza de corazón» (Hch 11,23). Y yo vengo con el mismo deseo: ver la gracia de Dios obrando en su Iglesia y en su tierra, alegrándome con ustedes por las maravillas que el Señor obra y exhortándolos a perseverar siempre, sin cansarse, sin desanimarse nunca. ¡Dios es más grande! Dios es más grande que nuestras contradicciones. ¡Adelante!
Los miro y veo la riqueza de su diversidad. Es cierto, ¡una hermosa “macedonia”! Todos diferentes. Saludo a la Iglesia maronita, que en el curso de los siglos ha llegado en varias ocasiones a la isla y que, a menudo atravesando muchas pruebas, ha perseverado en la fe. Cuando pienso en el Líbano siento mucha preocupación por la crisis en la que se encuentra y noto el sufrimiento de un pueblo cansado y probado por la violencia y el dolor. Llevo a mi oración el deseo de paz que sube desde el corazón de ese país. Les agradezco lo que hacen en la Iglesia, por Chipre. Los cedros del Líbano se citan numerosas veces en la Escritura como modelos de belleza y grandeza. Pero incluso un gran cedro surge desde las raíces y crece lentamente. Ustedes son estas raíces, trasplantadas en Chipre para difundir la fragancia y la belleza del Evangelio. ¡Gracias!
Saludo también a la Iglesia latina, presente aquí por milenios, que ha visto crecer en el tiempo, junto a sus hijos, el entusiasmo de la fe y que hoy, gracias a la presencia de tantos hermanos y hermanas migrantes, se presenta como un pueblo “multicolor”, un auténtico lugar de encuentro entre etnias y culturas diferentes. Este rostro de la Iglesia refleja el rol de Chipre en el continente europeo: una tierra de campos dorados, una isla acariciada por las olas del mar, pero sobre todo una historia que es cruce de pueblos y mosaico de encuentros. Así es también la Iglesia: católica, es decir, universal, espacio abierto en el que todos son acogidos y alcanzados por la misericordia de Dios y su invitación a amar. No hay ni debe haber muros en la Iglesia católica. Y esto no lo olvidemos. Ninguno de nosotros ha sido llamado aquí para hacer proselitismo como predicadores, eso jamás. El proselitismo es estéril, no da vida. Todos hemos sido llamados por la misericordia de Dios, que nunca se cansa de llamar, nunca se cansa de estar cerca, nunca se cansa de perdonar. ¿Dónde están las raíces de nuestra vocación cristiana? En la misericordia de Dios. Nunca debemos olvidar eso. El Señor no defrauda; su misericordia no defrauda. Siempre nos espera. No hay y no debe haber muros en la Iglesia católica, por favor. Es una casa común, es el lugar de las relaciones, es la convivencia de la diversidad: ese rito, ese otro rito; uno lo piensa así, esa monja lo vio así, la otra lo vio de otro modo. La diversidad de todos y, en esa diversidad, la riqueza de la unidad. ¿Y quién hace la unidad? El Espíritu Santo. ¿Y quién hace la diversidad? El Espíritu Santo. Quien puede entender que entienda. Él es el autor de la diversidad y el autor de la armonía. San Basilio solía decirlo: “Ipse harmonia est”. Él es quien hace la diversidad de dones y la unidad armoniosa de la Iglesia.
Queridos amigos, ahora quisiera compartir algo con ustedes a propósito de san Bernabé, su hermano y patrono, inspirándome en dos palabras de su vida y de su misión.
La primera palabra es paciencia. Se habla de Bernabé como de un gran hombre de fe y de equilibrio, que fue elegido por la Iglesia de Jerusalén —se puede decir de la Iglesia madre— como la persona más idónea para visitar una nueva comunidad, la de Antioquía, que estaba compuesta por diversas personas que se habían convertido recientemente del paganismo. Fue enviado para ir y ver qué estaba sucediendo, casi como un explorador. Allí encontró personas que provenían de otro mundo, de otra cultura y sensibilidad religiosa; personas que acababan de cambiar de vida y por eso tenían una fe llena de entusiasmo, pero todavía frágil, como al inicio. En toda esta situación, la actitud de Bernabé fue de gran paciencia. Sabe esperar. Sabe esperar que el árbol crezca. Es la paciencia de estar dispuesto a salir constantemente de viaje, la paciencia de entrar en la vida de personas hasta ese momento desconocidas, la paciencia de acoger la novedad sin juzgarla apresuradamente, la paciencia del discernimiento, que sabe captar los signos de la obra de Dios en todas partes, la paciencia de “estudiar” otras culturas y tradiciones. Bernabé tuvo sobre todo la paciencia del acompañamiento, deja crecer, acompañando. No sofocó la fe frágil de los recién llegados con actitudes estrictas, inflexibles, o con requerimientos demasiado exigentes en cuanto a la observancia de los preceptos. No. Los dejaba crecer, los acompañaba, los tomaba de la mano, dialogaba con ellos. Bernabé no se escandaliza, como un padre y una madre no se escandalizan de sus hijos, sino que los acompañan, los ayudan a crecer. Tengan en cuenta esto: las divisiones, el proselitismo dentro de la Iglesia no van. Deja crecer y acompaña; y si tienes que regañar a alguien, regaña, pero con amor, con paz. Es el hombre de la paciencia.
Necesitamos una Iglesia paciente, queridos hermanos y hermanas. Una Iglesia que no se deja turbar y desconcertar por los cambios, sino que acoge serenamente la novedad y discierne las situaciones a la luz del Evangelio. En esta isla es precioso el trabajo que llevan adelante en la acogida de nuevos hermanos y hermanas que llegan desde otros lugares del mundo. Como Bernabé, también ustedes están llamados a cultivar una mirada paciente y atenta, a ser signos visibles y creíbles de la paciencia de Dios que nunca deja a nadie fuera de casa, nadie privado de su tierno abrazo. La Iglesia en Chipre tiene estos brazos abiertos: acoge, integra y acompaña. Es un mensaje importante también para la Iglesia en toda Europa, marcada por la crisis de fe. No sirve ser impulsivos, no sirve ser agresivos, nostálgicos o quejumbrosos, es mejor seguir adelante leyendo los signos de los tiempos y también los signos de la crisis. Es necesario volver a comenzar y anunciar el Evangelio con paciencia, tomar en mano las Bienaventuranzas, sobre todo anunciarlas a las nuevas generaciones. A ustedes, hermanos obispos, quisiera decirles: sean pastores pacientes en la cercanía, no se cansen nunca de buscar a Dios en la oración; busquen a los sacerdotes en el encuentro; a los hermanos de otras confesiones cristianas con respeto y solicitud; y a los fieles allí donde viven. Y a ustedes, queridos sacerdotes que están aquí, quisiera decirles: sean pacientes con los fieles, siempre dispuestos a animarlos, sean ministros incansables del perdón y de la misericordia de Dios. Nunca jueces severos, siempre padres amorosos.
Cuando leo la Parábola del hijo pródigo: el hermano mayor era un juez riguroso, pero el padre era misericordioso, la imagen del Padre que siempre perdona, es más, que siempre está esperando para perdonar. El año pasado un grupo de jóvenes que hacen espectáculos de música pop, quisieron representar la parábola del hijo pródigo, cantada con música pop y diálogos. ¡Hermoso! Pero lo más lindo fue el diálogo final, cuando el hijo pródigo se acercó a un amigo y le dijo: “No puedo seguir así. Quiero irme a casa, pero tengo miedo de que papá me cierre la puerta en la cara, que me eche. Tengo ese miedo y no sé cómo hacer. —Pero, ¡tu papá es bueno! —Sí, pero ya sabes... mi hermano está ahí calentándole la cabeza”. Hacia el final de la obra sobre el hijo pródigo, su amigo le dice: “Haz una cosa, escribe a tu papá y dile que quieres volver, pero tienes miedo de que no te reciba bien. Dile a tu papá que, si quiere darte la bienvenida, ponga un pañuelo en la ventana más alta de la casa, así tu papá te dirá primero si te dará la bienvenida o te rechazará”. Ese acto termina. En el acto siguiente, el hijo se dirige a la casa de su padre. Y cuando está en camino, se vuelve y ve la casa de su padre, que estaba llena de pañuelos blancos. ¡Llena! Este es Dios para nosotros. Nunca se cansa de perdonar. Y cuando el hijo empieza a hablar: “Ah, señor, yo hice…”, le dice “cállate”, y le tapa la boca.
A ustedes sacerdotes: por favor, no sean rigurosos en la confesión. Cuando ves que alguien está en problemas, di: “Entiendo, entiendo”. Esto no significa “manga ancha”, no. Significa corazón de padre, como corazón de padre tiene Dios. La obra que el Señor realiza en la vida de cada persona es una historia sagrada, dejémonos apasionar por ella. En la multiforme variedad de su pueblo, paciencia significa también tener oídos y corazón para acoger sensibilidades espirituales diferentes, modos de expresar la fe distintos y culturas diversas. La Iglesia no quiere uniformar, por favor, no, sino integrar todas las culturas, todas las psicologías de las personas, con paciencia materna, porque la Iglesia es madre. Es lo que deseamos hacer con la gracia de Dios en el itinerario sinodal: la oración paciente, la escucha paciente de una Iglesia dócil a Dios y abierta al hombre. La paciencia era uno de los aspectos de Bernabé.
En la historia de Bernabé hay un segundo aspecto importante que quisiera subrayar: su encuentro con Pablo de Tarso y la amistad fraterna entre ellos, que los conducirá a vivir juntos la misión. Después de la conversión de Pablo —que antes había sido un encarnizado perseguidor de los cristianos— «todos le temían, porque no creían que él también fuera discípulo» (Hch 9,26). Aquí el libro de los Hechos de los Apóstoles dice algo muy hermoso: Bernabé lo tomó consigo, lo presentó a la comunidad, contó lo que le había sucedido y respondió por él (cf. v. 27). Escuchemos este “lo tomó consigo”. La expresión hace referencia a la misma misión de Jesús, que tomó consigo a los discípulos por los caminos de Galilea, que tomó sobre sí nuestra humanidad herida por el pecado. Es una actitud de amistad, una actitud de compartir la vida. “Tomar consigo”, “tomar sobre sí” significa hacerse cargo de la historia del otro, darse tiempo para conocerlo sin etiquetarlo —cuidado con el pecado de etiquetar a la gente—, cargarlo sobre los hombros cuando está cansado o herido, como hace el buen samaritano (cf. Lc 10,25-37). Esto se llama fraternidad, y es la segunda palabra que quiero decirles. La primera es paciencia y la segunda, fraternidad.
Bernabé y Pablo, como hermanos, viajaron juntos para anunciar el Evangelio, aun en medio de persecuciones. En la Iglesia de Antioquía «estuvieron juntos todo un año e instruyeron a mucha gente» (Hch 11,26). Luego ambos tenían reservada una misión más grande y, enviados por el Espíritu Santo, «se embarcaron para Chipre» (Hch 13,4). Y la Palabra de Dios corría y crecía no sólo por sus cualidades humanas, sino sobre todo porque eran hermanos en el nombre de Dios y esta fraternidad entre ellos hacía resplandecer el mandamiento del amor. Hermanos distintos, como los dedos de una mano, todos diversos, pero todos con la misma dignidad. Hermanos. Después, como sucede en la vida, pasó algo inesperado. Los Hechos cuentan que los dos tuvieron un fuerte desacuerdo y sus caminos se separaron (cf. Hch 15,39). También entre los hermanos se discute, a veces hay disputas. Pero Pablo y Bernabé no se separaron por motivos personales, sino que estaban discutiendo acerca de su ministerio, sobre cómo llevar adelante la misión, y tenían visiones diferentes. Bernabé también quería llevar a la misión al joven Marcos, y Pablo no quería. Discutieron, pero por algunas cartas sucesivas se intuye que no quedó rencor entre ellos. Incluso a Timoteo, que tenía que alcanzarlo más adelante, Pablo le escribió: «Ven a verme cuanto antes […] Recoge a Marcos [¡justamente a él!] y tráelo contigo, pues será de gran ayuda en mi ministerio» (2 Tm 4,9.11). Esta es la fraternidad en la Iglesia, se puede discutir sobre puntos de vista, es bueno hacerlo, un poco de discusión es siempre bueno; en particular sobre diferentes sensibilidades e ideas, no discutir nunca tampoco es bueno. Cuando hay una paz demasiado rígida, no es de Dios. En una familia los hermanos discuten, intercambian puntos de vista. Sospecho de los que nunca discuten, porque todo el tiempo tienen “agendas” ocultas. Esta es la fraternidad de la Iglesia: se pueden discutir visiones, sensibilidades, ideas diferentes, y en algunos casos decir cosas con franqueza, esto ayuda, y no decirlas por detrás con una crítica que no hace bien a nadie. La discusión es una oportunidad para el crecimiento y el cambio. Pero recordemos siempre que no se discute para hacerse la guerra, para imponerse, sino para expresar y vivir la vitalidad del Espíritu, que es amor y comunión. Se discute, pero seguimos siendo hermanos. Recuerdo que cuando era niño éramos cinco. Discutíamos entre nosotros, a veces con fuerza, no todos los días, y luego estábamos todos juntos en la mesa. La discusión de la familia que tiene una madre, la madre Iglesia: los hijos discuten.
Queridos hermanos y hermanas, necesitamos una Iglesia fraterna que sea instrumento de fraternidad para el mundo. Aquí en Chipre existen muchas sensibilidades espirituales y eclesiales, varias historias de procedencia, de ritos y de tradiciones diferentes; pero no debemos sentir la diversidad como una amenaza contra la identidad, ni debemos recelar y preocuparnos de los respectivos espacios. Si caemos en esta tentación crece el miedo, el miedo genera desconfianza, la desconfianza conduce a la sospecha y, antes o después, lleva a la guerra. Somos hermanos amados por un único Padre. Ustedes están inmersos en el Mediterráneo, un mar con diferentes historias, un mar que ha mecido numerosas civilizaciones, un mar del que todavía hoy desembarcan personas, pueblos y culturas de todas partes del mundo. Con su fraternidad pueden recordar a todos, a toda Europa, que para construir un futuro digno del hombre es necesario trabajar juntos, superar las divisiones, derribar los muros y cultivar el sueño de la unidad. Necesitamos acogernos e integrarnos, caminar juntos, ser todos hermanos y hermanas.
Les agradezco lo que son y lo que hacen, la alegría con la que anuncian el Evangelio, las fatigas y renuncias con las que lo sostienen y lo hacen avanzar. Este es el camino trazado por los santos apóstoles Pablo y Bernabé. Les deseo que sean siempre una Iglesia paciente, que discierne, que no se asusta nunca, que acompaña y que integra; y una Iglesia fraterna, que hace espacio al otro, que discute pero permanece unida y crece en la discusión. Los bendigo a cada uno de ustedes. Y, por favor, sigan rezando por mí, porque lo necesito. Efcharistó! [¡Gracias!]
CALENDARIO
8 SÁBADO. Hasta la Hora Nona:
SÁBADO, FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD
Misa de sábado (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Epif. o Nav.
LECC.: vol. II.
- 1 Jn 4, 7-10. Dios es amor.
- Sal 71. R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
- Mc 6, 34-44. Al multiplicar los panes Jesús se manifiesta como profeta.
Liturgia de las Horas: oficio de sábado-8 de enero.
Martirologio: elog. prop. de la fiesta del Bautismo del Señor, pág. 43, y elogs. del 9 de enero, pág. 100.
CALENDARIOS: Canonesas de la Orden Justiniana: San Lorenzo Justiniani, obispo (S). Canónigos Regulares de Letrán: (MO).
Carmelitas: San Pedro Tomás, obispo (F). Carmelitas Descalzos: (ML).
Sevilla: San Raimundo de Peñafort, presbítero (MO).
Salesianos: Beato Tito Zeman, sacerdote y mártir (ML).
Tortosa: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Enrique Benavent Vidal, obispo (2005).
Lugo: Aniversario de la muerte de Mons. José Higinio Gómez González, obispo, emérito (2008).
8 SÁBADO. Después de la Hora Nona:
Misa vespertina de la fiesta del Bautismo del Señor (blanco).
Liturgia de las Horas: I Vísp. de la fiesta. Comp. Dom. I.
TEXTOS MISA
Sábado del tiempo de Navidad, después de Epifanía
Antífona de entrada Gal 4, 4-5
Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, para que recibiéramos la adopción filial.
Misit Deus Fílium suum, factum ex mulíere, ut adoptiónem filiórum reciperémus.
Oración colecta
Después de la solemnidad de Epifanía
Dios todopoderoso y eterno, que por tu Unigénito nos hiciste para ti nuevas criaturas, concédenos, por tu gracia, ser semejantes a aquel, en quien nuestra naturaleza está unida a la tuya. Por nuestro Señor Jesucristo.
Omnípotens sempitérne Deus, qui per Unigénitum tuum novam creatúram nos tibi esse fecísti, praesta, quaesumus, ut per grátiam tuam in illíus inveniámur forma, in quo tecum est nostra substántia. Qui tecum.
LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del 8 de enero, feria de Navidad (Lec. II).
PRIMERA LECTURA 1 Jn 4, 7- 10
Dios es amor
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Salmo responsorial Sal 71, 1-2. 3-4ab. 7-8 (R.: cf. 11)
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ.
V. Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ.
V. Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre.
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ.
V. En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ.
Aleluya Lc 4, 18
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad. R.
Evangelizáre paupéribus misit me Dóminus, prædicáre captivis remissiónem.
EVANGELIO Mc 6, 34-44
Al multiplicar los panes Jesús se manifiesta como profeta
╬ Lectura del santo evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle:
«Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer».
Elles replicó:
«Dadles vosotros de comer».
Ellos le preguntaron:
«¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?».
Él les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis? Id a ver».
Cuando lo averiguaron le dijeron:
«Cinco, y dos peces».
Él les mandó que la gente se recostara sobre la hierba verde en grupos. Ellos se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.
Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces.
Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de peces.
Los que comieron eran cinco mil hombres.
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Papa Francisco, Ángelus 22-julio-2018
Dado que Jesús se conmovió al ver a toda aquella gente necesitada de guía y de ayuda, podríamos esperar de Él que obrara algún milagro. Sin embargo, se puso a enseñarles muchas cosas. He aquí el primer pan que el Mesías ofrece a la multitud hambrienta y perdida: el pan de la Palabra. Todos nosotros tenemos necesidad de palabras de verdad que nos guíen y que iluminen nuestro camino. Sin la verdad, que es Cristo mismo, no es posible encontrar la orientación correcta en la vida.
Cuando nos alejamos de Jesús y de su amor, nos perdemos y la existencia se transforma en desilusión e insatisfacción. Con Jesús al lado, se puede proceder con seguridad, se pueden superar las pruebas, avanzar en el amor hacia Dios y hacia el prójimo. Jesús se hizo don para los demás, convirtiéndose así en modelo de amor y de servicio para cada uno de nosotros.
Oración de los fieles
Oremos al Señor.
- Para que la Iglesia manifieste a todo el mundo el rostro compasivo de Cristo. Roguemos al Señor.
- Para que Dios conceda al rey y a todos los que ejercen autoridad que puedan gobernar con justicia y rectitud, con una atención particular hacia los más pobres. Roguemos al Señor.
- Para que todos los hombres nos hagamos más sensibles a los problemas de los demás. Roguemos al Señor.
- Para que cada uno de nosotros, en su propia situación, cumpla el mandato de Jesús: «Dadles vosotros de comer». Roguemos al Señor.
Venga sobre nosotros, Señor, el reino de tu Hijo, reina de justicia, de amor y de paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lecturas del 8 de enero, feria de Navidad (Lec. II).
PRIMERA LECTURA 1 Jn 4, 7- 10
Dios es amor
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.
Salmo responsorial Sal 71, 1-2. 3-4ab. 7-8 (R.: cf. 11)
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ.
V. Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ.
V. Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre.
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ.
V. En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.
R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Adorábunt te, Dómine, omnes gentes terræ.
Aleluya Lc 4, 18
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad. R.
Evangelizáre paupéribus misit me Dóminus, prædicáre captivis remissiónem.
EVANGELIO Mc 6, 34-44
Al multiplicar los panes Jesús se manifiesta como profeta
╬ Lectura del santo evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle:
«Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer».
Elles replicó:
«Dadles vosotros de comer».
Ellos le preguntaron:
«¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?».
Él les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis? Id a ver».
Cuando lo averiguaron le dijeron:
«Cinco, y dos peces».
Él les mandó que la gente se recostara sobre la hierba verde en grupos. Ellos se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.
Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces.
Comieron todos y se saciaron, y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de peces.
Los que comieron eran cinco mil hombres.
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Papa Francisco, Ángelus 22-julio-2018
Dado que Jesús se conmovió al ver a toda aquella gente necesitada de guía y de ayuda, podríamos esperar de Él que obrara algún milagro. Sin embargo, se puso a enseñarles muchas cosas. He aquí el primer pan que el Mesías ofrece a la multitud hambrienta y perdida: el pan de la Palabra. Todos nosotros tenemos necesidad de palabras de verdad que nos guíen y que iluminen nuestro camino. Sin la verdad, que es Cristo mismo, no es posible encontrar la orientación correcta en la vida.
Cuando nos alejamos de Jesús y de su amor, nos perdemos y la existencia se transforma en desilusión e insatisfacción. Con Jesús al lado, se puede proceder con seguridad, se pueden superar las pruebas, avanzar en el amor hacia Dios y hacia el prójimo. Jesús se hizo don para los demás, convirtiéndose así en modelo de amor y de servicio para cada uno de nosotros.
Oración de los fieles
Oremos al Señor.
- Para que la Iglesia manifieste a todo el mundo el rostro compasivo de Cristo. Roguemos al Señor.
- Para que Dios conceda al rey y a todos los que ejercen autoridad que puedan gobernar con justicia y rectitud, con una atención particular hacia los más pobres. Roguemos al Señor.
- Para que todos los hombres nos hagamos más sensibles a los problemas de los demás. Roguemos al Señor.
- Para que cada uno de nosotros, en su propia situación, cumpla el mandato de Jesús: «Dadles vosotros de comer». Roguemos al Señor.
Venga sobre nosotros, Señor, el reino de tu Hijo, reina de justicia, de amor y de paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre las ofrendas
Oh, Dios, autor de la piedad sincera y de la paz, te pedimos que con esta ofrenda veneremos dignamente tu grandeza y nuestra unión se haga más fuerte por la participación en este sagrado misterio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Deus, auctor sincérae devotiónis et pacis, da, quaesumus, ut et maiestátem tuam conveniénter hoc múnere venerémur, et sacri participatióne mystérii fidéliter sénsibus uniámur. Per Christum.
PLEGARIA EUCARÍSTICA IV.
Antífona de comunión Jn 1, 16
De su plenitud hemos recibido gracia tras gracia.
De plenitúdine eius nos omnes accépimus, et grátiam pro grátia.
Oración después de la comunión
Que tu pueblo, Señor, dirigido por tu abundante ayuda, reciba los auxilios presentes y futuros de tu amor, para que, sostenido por el consuelo necesario de las cosas temporales, aspire con más confianza a los bienes eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Divérsis plebs tua, Dómine, gubernáta subsídiis, et praeséntia pietátis tuae remédia cápiat et futúra, ut, transeúntium rerum necessária consolatióne fovénte, fiduciálius ad aetérna conténdat. Per Christum.
MARTIROLOGIO
Elogio propio de la fiesta del Bautismo del Señor
Fiesta del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo, en el que maravillosamente es proclamado como Hijo amado de Dios, las aguas son santificadas, el hombre es purificado y se alegra toda la tierra.
Oh, Dios, autor de la piedad sincera y de la paz, te pedimos que con esta ofrenda veneremos dignamente tu grandeza y nuestra unión se haga más fuerte por la participación en este sagrado misterio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Deus, auctor sincérae devotiónis et pacis, da, quaesumus, ut et maiestátem tuam conveniénter hoc múnere venerémur, et sacri participatióne mystérii fidéliter sénsibus uniámur. Per Christum.
PLEGARIA EUCARÍSTICA IV.
Antífona de comunión Jn 1, 16
De su plenitud hemos recibido gracia tras gracia.
De plenitúdine eius nos omnes accépimus, et grátiam pro grátia.
Oración después de la comunión
Que tu pueblo, Señor, dirigido por tu abundante ayuda, reciba los auxilios presentes y futuros de tu amor, para que, sostenido por el consuelo necesario de las cosas temporales, aspire con más confianza a los bienes eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Divérsis plebs tua, Dómine, gubernáta subsídiis, et praeséntia pietátis tuae remédia cápiat et futúra, ut, transeúntium rerum necessária consolatióne fovénte, fiduciálius ad aetérna conténdat. Per Christum.
MARTIROLOGIO
Elogio propio de la fiesta del Bautismo del Señor
Fiesta del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo, en el que maravillosamente es proclamado como Hijo amado de Dios, las aguas son santificadas, el hombre es purificado y se alegra toda la tierra.
Elogios del 9 de enero
En Córdoba, ciudad de la región hispánica de Andalucía, san Eulogio, presbítero y mártir. (859)
2. En Ancona, en el Piceno, actual región italiana de Las Marcas, san Marcelino, obispo, que, según escribió el papa san Gregorio Magno, por gracia de Dios libró a la ciudad de un incendio. (s. VI)
3*. En Cantorbery, en Inglaterra, san Adriano, abad, el cual, nacido en África, desde Nápoles viajó a Inglaterra, donde, muy preparado en ciencias eclesiásticas y civiles, educó egregiamente a gran número de discípulos. (710)
3*. En Cantorbery, en Inglaterra, san Adriano, abad, el cual, nacido en África, desde Nápoles viajó a Inglaterra, donde, muy preparado en ciencias eclesiásticas y civiles, educó egregiamente a gran número de discípulos. (710)
4*. En Escocia, san Felano, abad del monasterio de San Andrés, notable por su vida austera y por haber vivido en la soledad. (c. 710)
5*. En el monte Olimpo, en Bitinia, en la Turquía actual, san Eustracio, llamado “Taumaturgo”, abad del monasterio de Abgaro. (s. IX)
6*. En Thénézay, en la región de Poitiers, en Aquitania, hoy Francia, san Honorato de Buzançais, que, mercader de ganado, repartía su dinero entre los pobres, y pereció asesinado por unos ladrones a los que reprendía. (1250)
7*. En Certaldo, lugar de la región italiana de Toscana, beata Julia de la Rena, de la Tercera Orden de San Agustín, que permaneció encerrada en una pequeña celda junto a la iglesia, en la que vivió sólo para Dios. (1367)
8*. En Ancona, en el Piceno, actual región italiana de Las Marcas, beato Antonio Fatati, obispo, que en todas las misiones que le encomendaron los Romanos Pontífices se mostró prudente y ecuánime, austero para sí y generoso para con los pobres. (1484)
9*. En la ciudad de Nancy, en Francia, beata María Teresa de Jesús (Alexia) Le Clerc, virgen, que junto con san Pedro Fourier, fundó la Congregación de Canonesas Regulares de Nuestra Señora, bajo la Regla de san Agustín, para la educación de las jóvenes. (1622)
10. En Seúl, en Corea, santas mártires Agata Yi, virgen, cuyos padres murieron también mártires, y Teresa Kim, viuda, que, encerradas en la cárcel, primero fueron azotadas y después degolladas. (1840)
11*. En el campo de concentración de Dachau, cercano a la ciudad de Munich, en Alemania, beatos José Pawlowski y Casimiro Grelewski, presbíteros y mártires, los cuales, al ser invadida Polonia en tiempo de la guerra, fueron deportadosa este campo de concentración y consumaron su martirio en la horca. (1942)
5*. En el monte Olimpo, en Bitinia, en la Turquía actual, san Eustracio, llamado “Taumaturgo”, abad del monasterio de Abgaro. (s. IX)
6*. En Thénézay, en la región de Poitiers, en Aquitania, hoy Francia, san Honorato de Buzançais, que, mercader de ganado, repartía su dinero entre los pobres, y pereció asesinado por unos ladrones a los que reprendía. (1250)
7*. En Certaldo, lugar de la región italiana de Toscana, beata Julia de la Rena, de la Tercera Orden de San Agustín, que permaneció encerrada en una pequeña celda junto a la iglesia, en la que vivió sólo para Dios. (1367)
8*. En Ancona, en el Piceno, actual región italiana de Las Marcas, beato Antonio Fatati, obispo, que en todas las misiones que le encomendaron los Romanos Pontífices se mostró prudente y ecuánime, austero para sí y generoso para con los pobres. (1484)
9*. En la ciudad de Nancy, en Francia, beata María Teresa de Jesús (Alexia) Le Clerc, virgen, que junto con san Pedro Fourier, fundó la Congregación de Canonesas Regulares de Nuestra Señora, bajo la Regla de san Agustín, para la educación de las jóvenes. (1622)
10. En Seúl, en Corea, santas mártires Agata Yi, virgen, cuyos padres murieron también mártires, y Teresa Kim, viuda, que, encerradas en la cárcel, primero fueron azotadas y después degolladas. (1840)
11*. En el campo de concentración de Dachau, cercano a la ciudad de Munich, en Alemania, beatos José Pawlowski y Casimiro Grelewski, presbíteros y mártires, los cuales, al ser invadida Polonia en tiempo de la guerra, fueron deportadosa este campo de concentración y consumaron su martirio en la horca. (1942)
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