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martes, 21 de diciembre de 2021

Martes 25 enero 2022, Conversión de san Pablo, apóstol, fiesta.

SOBRE LITURGIA

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro. Miércoles 2 de mayo de 2012

La oración del primer mártir cristiano (Hch 7, 53-60)

Queridos hermanos y hermanas:

En las últimas catequesis hemos visto cómo, en la oración personal y comunitaria, la lectura y la meditación de la Sagrada Escritura abren a la escucha de Dios que nos habla e infunden luz para comprender el presente. Hoy quiero hablar del testimonio y de la oración del primer mártir de la Iglesia, san Esteban, uno de los siete elegidos para el servicio de la caridad con los necesitados. En el momento de su martirio, narrado por los Hechos de los Apóstoles, se manifiesta, una vez más, la fecunda relación entre la Palabra de Dios y la oración.

Esteban es llevado al tribunal, ante el Sanedrín, donde se le acusa de haber declarado que «Jesús... destruirá este lugar, [el templo], y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés» (Hch 6, 14). Durante su vida pública, Jesús efectivamente anunció la destrucción del templo de Jerusalén: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré» (Jn 2, 19). Sin embargo, como anota el evangelista san Juan, «él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron en la Escritura y en la Palabra que había dicho Jesús» (Jn 2, 21-22).

El discurso de Esteban ante el tribunal, el más largo de los Hechos de los Apóstoles, se desarrolla precisamente sobre esta profecía de Jesús, el cual es el nuevo templo, inaugura el nuevo culto y sustituye, con la ofrenda que hace de sí mismo en la cruz, lo sacrificios antiguos. Esteban quiere demostrar que es infundada la acusación que se le hace de cambiar la ley de Moisés e ilustra su visión de la historia de la salvación, de la alianza entre Dios y el hombre. Así, relee toda la narración bíblica, itinerario contenido en la Sagrada Escritura, para mostrar que conduce al «lugar» de la presencia definitiva de Dios, que es Jesucristo, en particular su pasión, muerte y resurrección. En esta perspectiva Esteban lee también el hecho de que es discípulo de Jesús, siguiéndolo hasta el martirio. La meditación sobre la Sagrada Escritura le permite de este modo comprender su misión, su vida, su presente. En esto lo guía la luz del Espíritu Santo, su relación íntima con el Señor, hasta el punto de que los miembros del Sanedrín vieron su rostro «como el de un ángel» (Hch 6, 15). Ese signo de asistencia divina remite al rostro resplandeciente de Moisés cuando bajó el monte Sinaí después de haberse encontrado con Dios (cf. Ex 34, 29-35; 2 Co 3, 7-8).

En su discurso, Esteban parte de la llamada de Abrahán, peregrino hacia la tierra indicada por Dios y que tuvo en posesión sólo a nivel de promesa; pasa luego a José, vendido por sus hermanos, pero asistido y liberado por Dios, para llegar a Moisés, que se transforma en instrumento de Dios para liberar a su pueblo, pero también encuentra en varias ocasiones el rechazo de su propia gente. En estos acontecimientos narrados por la Sagrada Escritura, de la que Esteban muestra que está en religiosa escucha, emerge siempre Dios, que no se cansa de salir al encuentro del hombre a pesar de hallar a menudo una oposición obstinada. Y esto en el pasado, en el presente y en el futuro. Por consiguiente, en todo el Antiguo Testamento él ve la prefiguración de la vida de Jesús mismo, el Hijo de Dios hecho carne, que —como los antiguos Padres— afronta obstáculos, rechazo, muerte. Esteban se refiere luego a Josué, a David y a Salomón, puestos en relación con la construcción del templo de Jerusalén, y concluye con las palabras del profeta Isaías (66, 1-2): «Mi trono es el cielo; la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa me vais a construir o qué lugar para que descanse? ¿No ha hecho mi mano todo esto?» (Hch 7, 49-50). En su meditación sobre la acción de Dios en la historia de la salvación, evidenciando la perenne tentación de rechazar a Dios y su acción, afirma que Jesús es el Justo anunciado por los profetas; en él Dios mismo se hizo presente de modo único y definitivo: Jesús es el «lugar» del verdadero culto. Esteban no niega la importancia del templo durante cierto tiempo, pero subraya que «Dios no habita en edificios construidos por manos humanas» (Hch 7, 48). El nuevo verdadero templo, en el que Dios habita, es su Hijo, que asumió la carne humana; es la humanidad de Cristo, el Resucitado que congrega a los pueblos y los une en el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. La expresión sobre el templo «no construido por manos humanas» se encuentra también en la teología de san Pablo y de la Carta a los Hebreos: el cuerpo de Jesús, que él asumió para ofrecerse a sí mismo como víctima sacrificial a fin de expiar los pecados, es el nuevo templo de Dios, el lugar de la presencia del Dios vivo; en él Dios y el hombre, Dios y el mundo están realmente en contacto: Jesús toma sobre sí todo el pecado de la humanidad para llevarlo en el amor de Dios y para «quemarlo» en este amor. Acercarse a la cruz, entrar en comunión con Cristo, quiere decir entrar en esta transformación. Y esto es entrar en contacto con Dios, entrar en el verdadero templo.

La vida y el discurso de Esteban improvisamente se interrumpen con la lapidación, pero precisamente su martirio es la realización de su vida y de su mensaje: llega a ser uno con Cristo. Así su meditación sobre la acción de Dios en la historia, sobre la Palabra divina que en Jesús encontró su plena realización, se transforma en una participación en la oración misma de la cruz. En efecto, antes de morir exclama: «Señor Jesús, recibe mi espíritu» (Hch 7, 59), apropiándose las palabras del Salmo 31 (v. 6) y recalcando la última expresión de Jesús en el Calvario: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23, 46); y, por último, como Jesús, exclama con fuerte voz ante los que lo estaban apedreando: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7, 60). Notemos que, aunque por una parte la oración de Esteban recoge la de Jesús, el destinatario es distinto, porque la invocación se dirige al Señor mismo, es decir, a Jesús, a quien contempla glorificado a la derecha del Padre: «Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios» (v. 56).

Queridos hermanos y hermanas, el testimonio de san Esteban nos ofrece algunas indicaciones para nuestra oración y para nuestra vida. Podemos preguntarnos: ¿De dónde sacó este primer mártir cristiano la fortaleza para afrontar a sus perseguidores y llegar hasta el don de sí mismo? La respuesta es sencilla: de su relación con Dios, de su comunión con Cristo, de su meditación sobre la historia de la salvación, de ver la acción de Dios, que en Jesucristo llegó al culmen. También nuestra oración debe alimentarse de la escucha de la Palabra de Dios, en la comunión con Jesús y su Iglesia.

Un segundo elemento: san Esteban ve anunciada, en la historia de la relación de amor entre Dios y el hombre, la figura y la misión de Jesús. Él —el Hijo de Dios— es el templo «no construido con manos humanas» en el que la presencia de Dios Padre se ha hecho tan cercana que ha entrado en nuestra carne humana para llevarnos a Dios, para abrirnos las puertas del cielo. Nuestra oración, por consiguiente, debe ser contemplación de Jesús a la derecha de Dios, de Jesús como Señor de nuestra existencia diaria, de mi existencia diaria. En él, bajo la guía del Espíritu Santo, también nosotros podemos dirigirnos a Dios, tomar contacto real con Dios, con la confianza y el abandono de los hijos que se dirigen a un Padre que los ama de modo infinito. Gracias.

CALENDARIO

25 MARTES. CONVERSIÓN DE SAN PABLO, apóstol, fiesta


Fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol. Viajando hacia Damasco, en la actual Siria, cuando aún maquinaba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, el mismo Jesús glorioso se le reveló en el camino y lo eligió para que, lleno del Espíritu Santo, anunciase el Evangelio de la salvación a los gentiles. Sufrió muchas dificultades a causa del nombre de Cristo (elog. del Martirologio Romano).

Misa de la fiesta (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Pf. I Apóstoles.
LECC.: vol. IV.
- Hch 22, 3-16.
Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando el nombre de Jesús.
o bien: Hch 9, 1-22. Allí se te dirá lo que tienes que hacer.
- Sal 116. R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
- Mc 16, 15-18. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

* Finaliza el Octavario de oración por la unidad de los cristianos.
* Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial.

Liturgia de las Horas: oficio de la fiesta. Te Deum.

Martirologio: elogs. del 26 de enero, pág. 129.
CALENDARIOS: Tarragona, Sevilla, en la ciudad de Écija, y HH. Angélicas de san Pablo: Conversión de san Pablo, apóstol (S).
Solsona: Aniversario de la muerte de Mons. Jaume Traserra Cunillera, obispo, emérito (2019).

TEXTOS MISA

25 de enero
LA CONVERSIÓN DEL APÓSTOL SAN PABLO
Fiesta

Antífona de entrada 2 Tm 1, 12; 4, 8
Sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que el juez justo tiene poder para velar hasta aquel día por el depósito que se me confió.
Scio cui crédidi, et certus sum quia potens est depósitum meum serváre in illum diem, iustus iudex.

Monición de entrada
Hoy celebramos la fiesta de la conversión del apóstol san Pablo. En torno al año 31 o 32 de nuestra era, viajando hacia Damasco, en la actual Siria, cuando aún perseguía a muerte a los discípulos del Señor, el mismo Jesús glorioso se le reveló en el camino y lo eligió para que, lleno del Espíritu Santo, anunciase el Evangelio de la salvación a los gentiles. Para san Pablo lo sucedido significó el vuelco de su vida: fue alcanzado por Cristo hasta el punto de que cuanto para él había sido una ganancia, se convirtió en pérdida. Su conversión hizo de él un cristiano y su existencia pasó a ser la de un apóstol apasionado que se hizo todo para todos.

Se dice Gloria

Oración colecta
Oh, Dios, que has instruido al mundo entero con la predicación de san Pablo, apóstol, concede a cuantos celebramos hoy su conversión, avanzar hacia ti, siguiendo su ejemplo, y ser en el mundo testigos de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui univérsum mundum beáti Pauli apóstoli praedicatióne docuísti, da nobis, quaesumus, ut, cuius conversiónem hódie celebrámus, per eius ad te exémpla gradiéntes, tuae simus mundo testes veritátis. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas de la fiesta de la Conversión de San Pablo (Lec. IV).

PRIMERA LECTURA (opción 1) Hch 22, 3-16
Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando el nombre de Jesús
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles.

«Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad; me formé a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto celo como vosotros mostráis hoy. Yo perseguí a muerte este Camino, encadenando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres, como pueden atestiguar en favor mío el sumo sacerdote y todo el consejo de los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y me puse en camino con el propósito de traerme encadenados a Jerusalén a los que encontrase allí, para que los castigaran.
Pero yendo de camino, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor; caí por tierra y oí una voz que me decía:
“Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?
Yo pregunté:
“¿Quién eres, Señor?”.
Y me dijo:
“Yo soy Jesús el Nazareno a quien tú persigues”.
Mis compañeros vieron el resplandor, pero no oyeron la voz que me hablaba.
Yo pregunté:
¿Qué debo hacer, Señor?
El Señor me respondió:
“Levántate, continúa el camino hasta Damasco, y allí te dirán todo lo que está determinado que hagas”.
Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco.
Un cierto Ananías, hombre piadoso según la ley, recomendado por el testimonio de todos los judíos residentes en la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo:
“Saúl, hermano, recobra la vista”.
Inmediatamente recobré la vista y lo vi.
Él me dijo:
“El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz de sus labios, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Ahora, ¿qué te detiene? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre”».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

PRIMERA LECTURA (opción 2) Hch 9, 1-22
Allí se te dirá lo que tienes que hacer
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles

En aquellos días, Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres. Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:
«Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?».
Dijo él:
«¿Quién eres, Señor?».
Respondió:
«Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer».
Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.
Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías.
El Señor lo llamó en una visión:
«Ananías».
Respondió él:
«Aquí estoy, Señor».
El Señor le dijo:
«Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, y ha visto en visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista».
Ananías contestó:
«Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre».
El Señor le dijo:
«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre».
Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:
«Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo».
Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado.
Comió, y recobró las fuerzas.
Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a anunciar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.
Los oyentes quedaban pasmados y comentaban:
«¿No es este el que hacía estragos en Jerusalén con los que invocan ese nombre? Y ¿no había venido aquí precisamente para llevárselos encadenados a los sumos sacerdotes?».
Pero Pablo cobraba cada vez más ánimo y tenía confundidos a los judíos de Damasco, demostrando que Jesús es el Mesías.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 116, 1. 2 (R.: 16, 15)
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Eúntes in mundum univŕrsum, praedicáte Evangélium.

V. Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Eúntes in mundum univŕrsum, praedicáte Evangélium.

V. Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Eúntes in mundum univŕrsum, praedicáte Evangélium.

Aleluya Cf. Jn 15, 16
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo os he elegido del mundo —dice el Señor— para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. R.
Ego vos elegi de mundo ut eatis et fructum afferatis, et fructus vester maneat, dicit Dóminus

EVANGELIO Mc 16, 15-18
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
 Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Benedicto XVI, Audiencia general 22 de noviembre de 2006
La adhesión de Pablo a la Iglesia se realizó por una intervención directa de Cristo, quien al revelársele en el camino de Damasco, se identificó con la Iglesia y le hizo comprender que perseguir a la Iglesia era perseguirlo a él, el Señor. En efecto, el Resucitado dijo a Pablo, el perseguidor de la Iglesia: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" (Hch 9, 4). Al perseguir a la Iglesia, perseguía a Cristo. Entonces, Pablo se convirtió, al mismo tiempo, a Cristo y a la Iglesia. Así se comprende por qué la Iglesia estuvo tan presente en el pensamiento, en el corazón y en la actividad de san Pablo.

Oración de los fieles
En esta festividad de san Pablo, convertido a Cristo y elegido apóstol suyo, oremos al Señor.
- Para que, como san Pablo, todos los cristianos se sientan en comunión con la Iglesia universal y particular. Roguemos al Señor.
- Para que también nosotros, siguiendo el ejemplo de san Pablo, conozcamos mejor a Cristo y lo sigamos. Roguemos al Señor.
- Para que, leyendo y meditando las cartas de san Pablo, crezca nuestra fe y se traduzca en obras. Roguemos al Señor.
- Para que nosotros también, como san Pablo, testigo fiel de Jesucristo, sepamos dar buen testimonio del nombre de Cristo. Roguemos al Señor.
Para el último día del Octavario por la unidad de los cristianos:
- Para que pronto llegue el día en el que todos cuantos creemos en Cristo podamos compartir el pan y el cáliz de una misma eucaristía. Roguemos al Señor
Acoge, Padre bueno, las oraciones de tu pueblo, que celebra la conversión del apóstol san Pablo; te pedimos que sus enseñanzas iluminen siempre a la Iglesia, y a nosotros nos ayude a ser fieles a tu Evangelio. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Al celebrar estos divinos misterios, te pedimos, Señor, que el Espíritu nos ilumine con aquella luz de la fe que alumbró al apóstol san Pablo para propagar siempre tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Illo nos, quaesumus, Dómine, divína tractántes, fídei lúmine Spíritus perfúndat, quo beátum Paulum apóstolum ad glóriae tuae propagatiónem iúgiter collustrávit. Per Christum.

PREFACIO I DE LOS APÓSTOLES
LOS APÓSTOLES, PASTORES DEL PUEBLO DE DIOS
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tú, Pastor eterno, no abandonas nunca a tu rebaño, sino que por medio de los santos apóstoles lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guías a los mismos pastores a quienes tu Hijo estableció como enviados suyos.
Por eso, con los ángeles y arcángeles, tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Qui gregem tuum, Pastor aetérne, non déseris, sed per beátos Apóstolos contínua protectióne custódis, ut iísdem rectóribus gubernétur, quos Fílii tui vicários eídem contulísti praeésse pastóres.
Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia caeléstis exércitus, hymnum glóriae tuae cánimus, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Ga 2, 20
Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.
In fide vivo Fílii Dei, qui diléxit me, et trádidit semetípsum pro me.

Oración después de la comunión
Señor Dios nuestro, que los sacramentos recibidos acrecienten en nosotros aquel ardor de la caridad que abrasó al apóstol san Pablo y le impulsó al cuidado de todas las Iglesias. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sacraménta quae súmpsimus, Dómine Deus noster, in nobis fóveant caritátis ardórem, quo beátus apóstolus Paulus veheménter accénsus, ómnium pértulit sollicitúdinem Ecclesiárum. Per Christum.

Se puede decir la fórmula de la bendición solemne. Apóstoles
Dios que os ha edificado sobre el cimiento de los apóstoles, por la intercesión gloriosa de san N., apóstol, os llene de sus bendiciones.
Deus, qui vos in apostólicis tríbuit consístere fundaméntis, benedícere vobis dignétur beáti Apóstoli N. méritis intercedéntibus gloriósis.
R. Amén.
Quien os ha enriquecido con la palabra y el ejemplo de los apóstoles os conceda su ayuda para que seáis testigos de la verdad ante el mundo.
Et apostólicis praesídiis vos pro cunctis fáciat testes veritátis, qui vos eórum munerári documéntis vóluit et exémplis.
R. Amén.
Para que así obtengáis la heredad del reino eterno, por la intercesión de los apóstoles, por cuya palabra os mantenéis firmes en la fe.
Ut eórum intercessióne ad aetérnae pátriae hereditátem perveníre possítis, per quorum doctrínam fídei firmitátem possidétis.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo  y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
Et benedíctio Dei omnipoténtis, Patris, et Fílii, + et Spíritus Sancti, descéndat super vos et máneat semper.
R. Amén.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 26 de enero
Memoria de san Timoteo y san Tito, obispos, que, discípulos del apóstol san Pablo y colaboradores suyos en el ministerio, presidieron las Iglesias de Éfeso, el primero, y de Creta, el segundo. su maestro les dirigió cartas con sabias advertencias para la formación de los pastores y de los fieles. (s. I)
2. En la ciudad de Hipona, en Numidia, hoy Argelia, san Teógenes, mártir, sobre quien san Agustín predicó un sermón. (c. 257)
3. En Belén de Judea, muerte de santa Paula, viuda, que pertenecía a una noble familia senatorial. Renunció a todo, distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró con la beata virgen Eustoquio, su hija, junto al pesebre del Señor. (404)
4*. En Jerusalén, santos Jenofonte y María, con sus hijos Juan y Arcadio, los cuales, renunciando a la dignidad senatorial y a sus posesiones, abrazaron todos con gran devoción la vida monástica en la Ciudad Santa. (s. VI)
5*. En Citeaux, en Borgoña, en la actual Francia, san Alberico, abad, que, siendo monje en Molesmes, fue uno de los primeros religiosos que fundaron el nuevo cenobio. Ya abad del monasterio, sobresalió por su celo en procurar la formación de sus monjes, como verdadero amante de la Regla y de los hermanos. (1109)
6*. En Trondheim, en Noruega, san Agustín (Eystein) Erlandsön, obispo, que rigió la Iglesia que le había sido encomendada como primer obispo; procuró su crecimiento y la defendió ante los príncipes. (1188)
7*. En la región de Angers, en Francia, beata María de la Dive, mártir, que, siendo viuda, fue guillotinada durante la Revolución Francesa por su fidelidad a la Iglesia. (1794)
8*. Cerca de la ciudad de Munich, en Alemania, beato Miguel Kozal, mártir, obispo auxiliar de Wloclawek, en Polonia, quien bajo el régimen nazi, por defender la fe y la libertad de la Iglesia, pasó con gran paciencia tres años en el campo de concentración de Dachau, hasta consumar su martirio en aquel lugar. (1943)
- Beato Gabriele María Allegra (1907- Hong Kong 1976). Presbítero de la Orden de los Hermanos Menores de San Francisco, misionero en China, para cuyo idioma realizó la primera versión completa de las Sagradas Escrituras.
- San José Gabriel del Rosario Brochero (1840- Villa del Tránsito, Córdoba, Argentina, 1914). Sacerdote diocesano, párroco de una extensa zona rural se entregó totalmente a la pastoral y a la promoción humana de sus feligreses. Por su atención a los enfermos murió contagiado de lepra y ciego.

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