Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Miércoles 19 enero 2022, Miércoles de la II semana del Tiempo Ordinario, feria (o misa votiva de San José).

SOBRE LITURGIA

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL

Sala Pablo VI. Miércoles 22 de febrero de 2012

Miércoles de Ceniza y Cuaresma

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis quiero hablar brevemente del tiempo de Cuaresma, que comienza hoy con la liturgia del Miércoles de Ceniza. Se trata de un itinerario de cuarenta días que nos conducirá al Triduo pascual, memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor, el corazón del misterio de nuestra salvación. En los primeros siglos de vida de la Iglesia este era el tiempo en que los que habían oído y acogido el anuncio de Cristo iniciaban, paso a paso, su camino de fe y de conversión para llegar a recibir el sacramento del Bautismo. Se trataba de un acercamiento al Dios vivo y de una iniciación en la fe que debía realizarse gradualmente, mediante un cambio interior por parte de los catecúmenos, es decir, de quienes deseaban hacerse cristianos, incorporándose así a Cristo y a la Iglesia.

Sucesivamente, también a los penitentes y luego a todos los fieles se les invitaba a vivir este itinerario de renovación espiritual, para conformar cada vez más su existencia a la de Cristo. La participación de toda la comunidad en los diversos pasos del itinerario cuaresmal subraya una dimensión importante de la espiritualidad cristiana: la redención, no de algunos, sino de todos, está disponible gracias a la muerte y resurrección de Cristo. Por tanto, sea los que recorrían un camino de fe como catecúmenos para recibir el Bautismo, sea quienes se habían alejado de Dios y de la comunidad de la fe y buscaban la reconciliación, sea quienes vivían la fe en plena comunión con la Iglesia, todos sabían que el tiempo que precede a la Pascua es un tiempo de metánoia, es decir, de cambio interior, de arrepentimiento; el tiempo que identifica nuestra vida humana y toda nuestra historia como un proceso de conversión que se pone en movimiento ahora para encontrar al Señor al final de los tiempos.

Con una expresión que se ha hecho típica en la liturgia, la Iglesia denomina el período en el que hemos entrado hoy «Quadragesima», es decir, tiempo de cuarenta días y, con una clara referencia a la Sagrada Escritura, nos introduce así en un contexto espiritual preciso. De hecho, cuarenta es el número simbólico con el que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento representan los momentos más destacados de la experiencia de la fe del pueblo de Dios. Es una cifra que expresa el tiempo de la espera, de la purificación, de la vuelta al Señor, de la consciencia de que Dios es fiel a sus promesas. Este número no constituye un tiempo cronológico exacto, resultado de la suma de los días. Indica más bien una paciente perseverancia, una larga prueba, un período suficiente para ver las obras de Dios, un tiempo dentro del cual es preciso decidirse y asumir las propias responsabilidades sin más dilaciones. Es el tiempo de las decisiones maduras.

El número cuarenta aparece ante todo en la historia de Noé. Este hombre justo, a causa del diluvio, pasa cuarenta días y cuarenta noches en el arca, junto a su familia y a los animales que Dios le había dicho que llevara consigo. Y espera otros cuarenta días, después del diluvio, antes de tocar la tierra firme, salvada de la destrucción (cf. Gn 7, 4.12; 8, 6). Luego, la próxima etapa: Moisés permanece en el monte Sinaí, en presencia del Señor, cuarenta días y cuarenta noches, para recibir la Ley. En todo este tiempo ayuna (cf. Ex 24, 18). Cuarenta son los años de viaje del pueblo judío desde Egipto hasta la Tierra prometida, tiempo apto para experimentar la fidelidad de Dios: «Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años... Tus vestidos no se han gastado ni se te han hinchado los pies durante estos cuarenta años», dice Moisés en el Deuteronomio al final de estos cuarenta años de emigración (Dt 8, 2.4). Los años de paz de los que goza Israel bajo los Jueces son cuarenta (cf. Jc 3, 11.30), pero, transcurrido este tiempo, comienza el olvido de los dones de Dios y la vuelta al pecado. El profeta Elías emplea cuarenta días para llegar al Horeb, el monte donde se encuentra con Dios (cf. 1 R 19, 8). Cuarenta son los días durante los cuales los ciudadanos de Nínive hacen penitencia para obtener el perdón de Dios (cf. Gn 3, 4). Cuarenta son también los años de los reinos de Saúl (cf. Hch 13, 21), de David (cf. 2 Sm 5, 4-5) y de Salomón (1 R 11, 41), los tres primeros reyes de Israel. También los Salmos reflexionan sobre el significado bíblico de los cuarenta años, como por ejemplo el Salmo 95, del que hemos escuchado un pasaje: «Ojalá escuchéis hoy su voz: “No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto, cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras”. Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: “Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino”» (vv. 7c-10).

En el Nuevo Testamento Jesús, antes de iniciar su vida pública, se retira al desierto durante cuarenta días, sin comer ni beber (cf. Mt 4, 2): se alimenta de la Palabra de Dios, que usa como arma para vencer al diablo. Las tentaciones de Jesús evocan las que el pueblo judío afrontó en el desierto, pero que no supo vencer. Cuarenta son los días durante los cuales Jesús resucitado instruye a los suyos, antes de ascender al cielo y enviar el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 3).

Con este número recurrente —cuarenta— se describe un contexto espiritual que sigue siendo actual y válido, y la Iglesia, precisamente mediante los días del período cuaresmal, quiere mantener su valor perenne y hacernos presente su eficacia. La liturgia cristiana de la Cuaresma tiene como finalidad favorecer un camino de renovación espiritual, a la luz de esta larga experiencia bíblica y sobre todo aprender a imitar a Jesús, que en los cuarenta días pasados en el desierto enseñó a vencer la tentación con la Palabra de Dios. Los cuarenta años de la peregrinación de Israel en el desierto presentan actitudes y situaciones ambivalentes. Por una parte, son el tiempo del primer amor con Dios y entre Dios y su pueblo, cuando él hablaba a su corazón, indicándole continuamente el camino por recorrer. Dios, por decirlo así, había puesto su morada en medio de Israel, lo precedía dentro de una nube o de una columna de fuego, proveía cada día a su sustento haciendo que bajara el maná y que brotara agua de la roca. Por tanto, los años pasados por Israel en el desierto se pueden ver como el tiempo de la elección especial de Dios y de la adhesión a él por parte del pueblo: tiempo del primer amor. Por otro lado, la Biblia muestra asimismo otra imagen de la peregrinación de Israel en el desierto: también es el tiempo de las tentaciones y de los peligros más grandes, cuando Israel murmura contra su Dios y quisiera volver al paganismo y se construye sus propios ídolos, pues siente la exigencia de venerar a un Dios más cercano y tangible. También es el tiempo de la rebelión contra el Dios grande e invisible.

Esta ambivalencia, tiempo de la cercanía especial de Dios —tiempo del primer amor—, y tiempo de tentación —tentación de volver al paganismo—, la volvemos a encontrar, de modo sorprendente, en el camino terreno de Jesús, naturalmente sin ningún compromiso con el pecado. Después del bautismo de penitencia en el Jordán, en el que asume sobre sí el destino del Siervo de Dios que renuncia a sí mismo y vive para los demás y se mete entre los pecadores para cargar sobre sí el pecado del mundo, Jesús se dirige al desierto para estar cuarenta días en profunda unión con el Padre, repitiendo así la historia de Israel, todos los períodos de cuarenta días o años a los que he aludido. Esta dinámica es una constante en la vida terrena de Jesús, que busca siempre momentos de soledad para orar a su Padre y permanecer en íntima comunión, en íntima soledad con él, en exclusiva comunión con él, y luego volver en medio de la gente. Pero en este tiempo de «desierto» y de encuentro especial con el Padre, Jesús se encuentra expuesto al peligro y es asaltado por la tentación y la seducción del Maligno, el cual le propone un camino mesiánico diferente, alejado del proyecto de Dios, porque pasa por el poder, el éxito, el dominio, y no por el don total en la cruz. Esta es la alternativa: un mesianismo de poder, de éxito, o un mesianismo de amor, de entrega de sí mismo.

Esta situación de ambivalencia describe también la condición de la Iglesia en camino por el «desierto» del mundo y de la historia. En este «desierto» los creyentes, ciertamente, tenemos la oportunidad de hacer una profunda experiencia de Dios que fortalece el espíritu, confirma la fe, alimenta la esperanza y anima la caridad; una experiencia que nos hace partícipes de la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte mediante el sacrificio de amor en la cruz. Pero el «desierto» también es el aspecto negativo de la realidad que nos rodea: la aridez, la pobreza de palabras de vida y de valores, el laicismo y la cultura materialista, que encierran a la persona en el horizonte mundano de la existencia sustrayéndolo a toda referencia a la trascendencia. Este es también el ambiente en el que el cielo que está sobre nosotros se oscurece, porque lo cubren las nubes del egoísmo, de la incomprensión y del engaño. A pesar de esto, también para la Iglesia de hoy el tiempo del desierto puede transformarse en tiempo de gracia, pues tenemos la certeza de que incluso de la roca más dura Dios puede hacer que brote el agua viva que quita la sed y restaura.

Queridos hermanos y hermanas, en estos cuarenta días que nos conducirán a la Pascua de Resurrección podemos encontrar nuevo valor para aceptar con paciencia y con fe todas las situaciones de dificultad, de aflicción y de prueba, conscientes de que el Señor hará surgir de las tinieblas el nuevo día. Y si permanecemos fieles a Jesús, siguiéndolo por el camino de la cruz, se nos dará de nuevo el claro mundo de Dios, el mundo de la luz, de la verdad y de la alegría: será el alba nueva creada por Dios mismo. ¡Feliz camino de Cuaresma a todos vosotros!

CALENDARIO

19 MIÉRCOLES DE LA II SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria

Misa
de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- 1 Sam 17, 32-33. 37. 40-51.
Venció David al filisteo con una honda y una piedra.
- Sal 143. R. ¡Bendito el Señor, mi alcázar!
- Mc 3, 1-6. ¿Está permitido en sábado salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 20 de enero, pág. 119.
CALENDARIOS: Esclavas del Divino Corazón: Beato Marcelo Spínola y Maestre (F). Asidonia-Jerez y Huelva: (MO). Cádiz, Coria-Cáceres, Málaga y Sevilla: (ML).
Cataluña: Santa Inés, virgen y mártir (MO).
Córdoba: Santos Columba y compañeros, mártires (MO).
Mérida-Badajoz y Salamanca: San Juan Ribera, obispo (MO).
Franciscanos: Santa Eustaquia Calafato, virgen (MO).
Hijas de la Sabiduría: Hallazgo del Niño Jesús en el Templo (MO).
San Sebastián-ciudad: Santos Fructuoso, obispo, y Augurio y Eulogio, diáconos, mártires, o san Fabián, papa y mártir (ML).
Dominicos: Beato Andrés de Peschiera, presbítero (ML).
Jesuitas: Santos Juan Ogilvie, presbítero; Esteban Pongrácz, Melchor Grodziecki, presbíteros, y Marco Križevcanin, canónigo de Esztergom; Beatos Ignacio de Azevedo, presbítero, y compañeros; Santiago Salès, presbítero, y Guillermo Saultemouche, religioso, mártires (ML).
Madrid: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar (2008).

TEXTOS MISA

Misa de la feria:
del II Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Misa votiva:

De San José
Esta misa dice con vestiduras de color blanco.

Antífona de entrada Lc 12, 42
Este es el siervo fiel y prudente a quien el Señor puso al frente de su servidumbre.
Ecce fidélis servus et prudens, quem constítuit Dóminus super famíliam suam.

Monición de entrada
En el misterio de la redención humana, san José tuvo una misión única, personal e irrepetible. Fiel y obediente a los designios de Dios, estuvo al frente de la sagrada familia y ejerció con Jesucristo las funciones de padre, por su condición de verdadero esposo de la Madre de Dios. En la celebración de hoy, unámonos a la veneración que la Iglesia, desde antiguo, profesa a san José por este ministerio tan valiente y de tan enorme responsabilidad.

Oración colecta
Oh, Dios, que con inefable providencia elegiste a san José como esposo de la santísima Madre de tu Hijo, concédenos que merezcamos tener como intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui ineffábili providéntia beátum Ioseph sanctíssimae Genetrícis Fílii tui sponsum elígere dignátus es, praesta, quaesumus, ut, quem protectórem venerámur in terris, intercessórem habére mereámur in caelis. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Miércoles de la II semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 1 Sam 17, 32-33. 37. 40-51
Venció David al filisteo con una honda y una piedra
Lectura del primer libro de Samuel.

En aquellos días, Saúl mandó llamar a David, y éste le dijo:
«Que no desmaye el corazón de nadie por causa de ese hombre. Tu siervo irá a luchar contra ese filisteo».
Pero Saúl respondió:
«No puedes ir a luchar con ese filisteo. Tú eres todavía un joven y él es un guerrero desde su mocedad».
David añadió:
«El Señor, que me ha librado de las garras del león y del oso, me librará también de la mano de ese filisteo».
Entonces Saúl le dijo:
«Vete, y que el Señor esté contigo».
Agarró el bastón, se escogió cinco piedras lisas del torrente y las puso en su zurrón de pastor y en el morral, y avanzó hacie el filisteo con la honda en mano. El filisteo se fue acercando a David, precedido de su escudero. Fijó su mirada en David y lo despreció, viendo que era un muchacho, rubio y de hermoso aspecto.
El filisteo le dijo:
«¿me has tomado por un perro, para que vengas a mí con palos?».
Y maldijo a David por sus dioses.
El filisteo siguió diciéndole:
«Acércate y echaré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo».
David le respndió:
«Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. En cambio, yo voy contra ti en nombre del Señor del universo, Dios de los escuadrones de Israel al que has insultado. El Señor te va a entregar hoy en mis manos, te mataré, te arrancaré la cabeza y hoy mismo entregaré tu cadáver y los del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra. Y toda la tierra sabrá que hay un Dios de Israel. Todos los aquí reunidos sabrán que el Señor no salva con espada ni lanzas, porque la guerra es del Señor y os va a entregar en nuestras manos».
Cuando el filisteo se puso en marcha, avanzando hacia David, este corrió veloz a la línea de combate frente a él. David metió la mano en el zurrón, cogió una piedra, la lanzó con la honda e hirió al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente y cayó de bruces en tierra.
Así venció David al filisteo con una honda y una piedra. Lo golpeó y lo mató sin espada en la mano.
David echó a correr y se detuvo junto al filisteo. Cogió su espada, la sacó de la vaina y lo remató con ella, cortándole la cabeza. Los filisteos huyeron, al ver muerto a su campeón.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 143, 1. 2. 9-10 (R.: cf. 1a)
R. ¡Bendito el Señor, mí alcázar!
Benedíctus Dóminus, præsídium meum.

V. Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea.
R. ¡Bendito el Señor, mí alcázar!
Benedíctus Dóminus, præsídium meum.

V. Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y refugio,
que me somete los pueblos.
R. ¡Bendito el Señor, mí alcázar!
Benedíctus Dóminus, præsídium meum.

V. Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo, de la espada maligna.
R. ¡Bendito el Señor, mí alcázar!
Benedíctus Dóminus, præsídium meum.

Aleluya Cf. Mt 4, 23
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Jesús proclamaba el evangelio del reino, y curaba toda dolencia del pueblo. R.
Prædicabat Iesus Evangelium regni, et sanabat omnem infirmitatem in populo.

EVANGELIO Mc 3, 1-6
¿Está permitido en sábado salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?
 Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.
Entonces le dice al hombre que tenia la mano paralizada:
«Levántate y ponte ahí en medio».
Y a ellos les pregunta:
«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?».
Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre:
«Extiende la mano».
La extendió y su mano quedó restablecida.
En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Discurso a obispos 14-septiembre 2017
El discernimiento es un remedio contra la inmovilidad del «siempre se ha hecho así» o del «tomemos tiempo». Es un proceso creativo que no se limita a aplicar esquemas. Es un antídoto contra la rigidez, porque las mismas soluciones no son válidas en todas partes. Es siempre el perenne hoy del Resucitado, que nos impone que no nos resignemos a la repetición del pasado y tengamos el valor de preguntarnos si las propuestas de ayer siguen siendo evangélicamente válidas. No os dejéis aprisionar por la nostalgia de tener una sola respuesta para aplicar en todos los casos. Esto tal vez calmaría nuestra ansiedad de rendimiento, pero dejaría relegadas a los márgenes y «secas» vidas que necesitan ser regadas por la gracia que custodiamos (Mc 3, 1-6; Ez 37, 4).

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario VIII

Al celebrar estos sagrados misterios, pidamos al Dios de la salvación que escuche misericordiosamente nuestras plegarias.
- Para que conceda a la Iglesia la libertad y la paz. Roguemos al Señor.
- Para que se digne establecer y conservar la justicia en todas las naciones. Roguemos al Señor.
- Para que descubra a los poderosos que mandar es servir. Roguemos al Señor.
- Para que dé a los súbditos una obediencia sin servilismo. Roguemos al Señor.
- Para que perdone a los pecadores, proteja a los justos, consuele a los que sufren y dé la salud a los enfermos. Roguemos al Señor.
- Para que despierte en nosotros el amor a los pobres y el deseo del cielo. Roguemos al Señor.
Oh, Dios, que derramas sobre los corazones de tus fieles el don de la caridad; concede a tus siervos la salud del alma y del cuerpo para que vivan en tu amor, cumpliendo tus mandatos. Por Jesucristo nuestro Señor.

Misa votiva:
Oración de los fieles

Oremos a Dios Padre, por la intercesión de san José, a quien puso al frente del hogar de su Hijo, en Nazaret.
- Por la Iglesia, la gran familia de los hijos de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los gobernantes, responsables de la institución familiar y de la convivencia de todos los ciudadanos. Roguemos al Señor.
- Por todos los hogares del mundo, en especial por los hogares cristianos y por los padres de familia que han de ser ejemplo de fe y santidad para sus hijos. Roguemos al Señor.
- Por los enfermos y los agonizantes, por los que se sienten angustiados. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, llamados a vivir en la oscuridad, iluminados por la luz de la fe, que contemplamos el ejemplo de san José, cuya vida estuvo con Cristo escondida en Dios. Roguemos al Señor.
Dios, Padre bueno, que encomendaste a san José el cuidado de Jesús y María; haz que siga cuidando de tu familia en la tierra para que lleguemos a heredar tus promesas. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Al ofrecerte este sacrificio de alabanza, te rogamos humildemente, Padre santo, que nos proteja en nuestro servicio la intercesión de san José, a quien confiaste la misión de custodiar, como padre, a tu Unigénito. El, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Laudis hóstiam immolatúri, Pater sancte, supplíciter postulámus, ut in ministério nostro beáti Ioseph précibus foveámur, cui dedísti Unigénitum tuum vice in terris custodíre patérna. Qui vivit et regnat in saecula saeculórum.

PREFACIO DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA
LA MISIÓN DE SAN JOSÉ
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria en la [solemnidad, conmemoración, al venerar a] de san José.
Porque él es el hombre justo que diste por esposo a la Virgen Madre de Dios; el servidor fiel y prudente que pusiste al frente de tu familia para que, haciendo las veces de padre, cuidara a tu Unigénito, concebido por obra del Espíritu Santo, Jesucristo, Señor nuestro.
Por él, los ángeles alaban tu gloria, te adoran las dominaciones y tiemblan las potestades, los cielos, sus virtudes y los santos serafines te celebran unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: Et te in (solemnitate, commemoratione, veneratióne) beáti Ioseph débitis magnificáre praecóniis, benedícere et praedicáre.
Qui et vir iustus, a te Deíparae Vírgini Sponsus est datus, et fidélis servus ac prudens, super Famíliam tuam est constitútus, ut Unigénitum tuum, Sancti Spíritus obumbratióne concéptum, patérna vice custodíret, Iesum Christum Dóminum nostrum.
Per quem maiestátem tuam laudant Angeli, adórant Dominatiónes, tremunt Potestátes. Caeli caelorúmque Virtútes, ac beáta Séraphim, sócia exsultatióne concélebrant. Cumquibus et nostras voces, ut admítti iúbeas, deprecámur, súpplici confessióne dicéntes:

Santo, Santo, Santo...
Antífona de comunión Mt 25, 21
Siervo bueno y fiel: entra en el gozo de tu Señor.
Euge, serve bone et fidélis: intra in gáudium Dómini tui.

Oración después de la comunión
Renovados con este sacramento de vida, concédenos, Señor, vivir siempre para ti en justicia y santidad, a ejemplo y por la intercesión de san José, tu servidor fiel y obediente en la realización de tus grandes misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor.
His recreáti, Dómine, vivíficis sacraméntis, in iustítia tibi semper et sanctitáte vivámus, beáti Ioseph exémplo et intercessióne, qui magnis tuis perficiéndis mystériis vir iustus et obo´ diens ministrávit. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 20 de enero
San Fructuoso, obispo, y sus diáconos Augurio y Eulogio, mártires, todos los cuales, en Tarragona, ciudad de la Hispania Citerior, en tiempo de los emperadores Valeriano y Galieno, después de haber confesado su fe en presencia del procurador Emiliano, fueron llevados al anfiteatro, y allí, en presencia de los fieles y con voz clara, el obispo oró por la paz de la Iglesia, y consumaron los tres su martirio en medio del fuego, puestos de rodillas y en oración. (259)
San Fabián, papa y mártir, que, siendo simple laico, fue llamado al pontificado por indicación divina y, después de dar ejemplo de fe y virtud, sufrió el martirio en la persecución bajo el emperador Decio. San Cipriano, al hacer el elogio de su combate, afirma que dejó el testimonio de haber regido la Iglesia de modo irreprochable e ilustre. Su cuerpo fue sepultado en este día en el cementerio de Calixto, en la vía Apia de Roma. (250)
San Sebastián, mártir, oriundo de Milán, que, como narra san Ambrosio, se dirigió a Roma en tiempo de crueles persecuciones, y sufrió allí el martirio. En la ciudad a la que había llegado como huésped obtuvo el definitivo domicilio de la eterna inmortalidad, y fue enterrado en este día en las catacumbas de Roma. (s. IV in.)
4. En Antinoe, en la región de Tebaida, en Egipto, san Ascla, mártir, que, llevado ante el gobernador, no temió sus amenazas dado que le causaba mucha mayor preocupación renegar de Cristo, y después de ser sometido a variados tormentos, fue arrojado al río. (s. IV)
5. En Nicea, en Bitinia, hoy Turquía, san Neófito, mártir. (s. IV)
6. En la región de Palestina, san Eutimio, abad, el cual, nacido en Armenia y consagrado a Dios desde la infancia, fue a Jerusalén, y transcurridos muchos años en la soledad, al final de su vida, fiel y esforzado en la humildad y en la caridad, murió dejando ejemplo de observancia y disciplina. (473)
7. En la ciudad de Worchester, en Inglaterra, san Wulfstano, obispo, que pasó del claustro a la sede, donde mantuvo las costumbres monásticas dentro de su celo pastoral. Visitó incansablemente las parroquias de su diócesis, ocupándose en erigir iglesias, fomentar los estudios y condenar los abusos. (1095)
8*. En el monasterio de Coltibuono, en la región italiana de Toscana, beato Benito Ricasoli, eremita de la congregación benedictina de Valumbrosa. (c. 1107)
9*. En Finlandia, san Enrique, obispo y mártir, que, originario de Inglaterra, se le confió la tarea de regir la Iglesia de Upsala, donde se dedicó con empeño a la evangelización de los finlandeses. Fue herido de muerte por un homicida, al que había tratado de corregir según la disciplina eclesiástica. (c. 1157)
10. En la ciudad de Mesina, en la isla italiana de Sicilia, santa Eustoquia Calafato, virgen, abadesa de la Orden de las Clarisas, que se dedicó con todas sus fuerzas a restaurar la primitiva disciplina de la vida regular, en el seguimiento de Cristo según el ejemplo de san Francisco. (1485)
11. En Seúl, en Corea, san Esteban Min Kuk-ka, mártir, catequista, que fue decapitado en la cárcel por su fe cristiana. (1840)
12*. En la ciudad de Casoria, cerca de Nápoles, en Italia, beata María Cristina de la Inmaculada (Adalheides) Brando, virgen, que dedicó su existencia a la formación cristiana de los niños y fundó la Congregación de Religiosas Víctimas Expiadoras de Jesús Sacramentado, con la cual promovió intensamente la adoración a la Sagrada Eucaristía. (1906)
13*. En el monasterio de Mount Saint Bernard, cerca de Leicester, en Inglaterra, beato Cipriano (Miguel) Iwene Tansi, presbítero de la Orden Cisterciense, que nació en el territorio de Onitsha, en Nigeria, y, siendo aún niño, en contra de su familia, abrazó la fe cristiana. Llegço a ser ordenado sacerdote y se dedicó con gran celo a la cura pastoral hasta que, hecho monje, mereció coronar con una santa muerte una vida santa. (1964)
Beato Basilio Antonio María Moreau ( 1979- Le Mans, Francia 1873). Sacerdote, fundador de la Congregación de la Santa Cruz.
- Beato Angelo Paoli (1642- Roma 1720). Sacerdote profeso de la Orden Carmelita de la antigua observancia. Se distinguió por llevar la dirección espiritual de muchas personas de todos los sectores sociales y por ser “padre de los pobres”. La fuente de su espiritualidad y de su actividad caritativa era su ardiente celo eucarístico unido a la devoción mariana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.