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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

Miércoles 26 enero 2022, Santos Timoteo y Tito, obispos, memoria obligatoria.

SOBRE LITURGIA

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro. Miércoles 9 de mayo de 2012

La oración de la Iglesia por Pedro encarcelado (Hch 12, 1-17)

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quiero reflexionar sobre el último episodio de la vida de san Pedro narrado en los Hechos de los Apóstoles: su encarcelamiento por orden de Herodes Agripa y su liberación por la intervención prodigiosa del ángel del Señor, en la víspera de su proceso en Jerusalén (cf. Hch 12, 1-17).

El relato está marcado, una vez más, por la oración de la Iglesia. De hecho, san Lucas escribe: «Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él» (Hch 12, 5). Y, después de salir milagrosamente de la cárcel, con ocasión de su visita a la casa de María, la madre de Juan llamado Marcos, se afirma que «había muchos reunidos en oración» (Hch 12, 12). Entre estas dos importantes anotaciones que explican la actitud de la comunidad cristiana frente al peligro y a la persecución, se narra la detención y la liberación de Pedro, que comprende toda la noche. La fuerza de la oración incesante de la Iglesia se eleva a Dios y el Señor escucha y realiza una liberación inimaginable e inesperada, enviando a su ángel.

El relato alude a los grandes elementos de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, la Pascua judía. Como sucedió en aquel acontecimiento fundamental, también aquí realiza la acción principal el ángel del Señor que libera a Pedro. Y las acciones mismas del Apóstol —al que se le pide que se levante de prisa, que se ponga el cinturón y que se envuelva en el manto— reproducen las del pueblo elegido en la noche de la liberación por intervención de Dios, cuando fue invitado a comer deprisa el cordero con la cintura ceñida, las sandalias en los pies y un bastón en la mano, listo para salir del país (cf. Ex 12, 11). Así Pedro puede exclamar: «Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes» (Hch 12, 11). Pero el ángel no sólo recuerda al de la liberación de Israel de Egipto, sino también al de la Resurrección de Cristo. De hecho, los Hechos de los Apóstoles narran: «De repente se presentó el ángel del Señor y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó» (Hch 12, 7). La luz que llena la celda de la prisión, la acción misma de despertar al Apóstol, remiten a la luz liberadora de la Pascua del Señor que vence las tinieblas de la noche y del mal. Por último, la invitación: «Envuélvete en el manto y sígueme» (Hch 12, 8), hace resonar en el corazón las palabras de la llamada inicial de Jesús (cf. Mc 1, 17), repetida después de la Resurrección junto al lago de Tiberíades, donde el Señor dice dos veces a Pedro: «Sígueme» (Jn 21, 19.22). Es una invitación apremiante al seguimiento: sólo saliendo de sí mismos para ponerse en camino con el Señor y hacer su voluntad, se vive la verdadera libertad.

Quiero subrayar también otro aspecto de la actitud de Pedro en la cárcel: de hecho, notamos que, mientras la comunidad cristiana ora con insistencia por él, Pedro «estaba durmiendo» (Hch 12, 6). En una situación tan crítica y de serio peligro, es una actitud que puede parecer extraña, pero que en cambio denota tranquilidad y confianza; se fía de Dios, sabe que está rodeado por la solidaridad y la oración de los suyos, y se abandona totalmente en las manos del Señor. Así debe ser nuestra oración: asidua, solidaria con los demás, plenamente confiada en Dios, que nos conoce en lo más íntimo y cuida de nosotros de manera que —dice Jesús— «hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo» (Mt 10, 30-31). Pedro vive la noche de la prisión y de la liberación de la cárcel como un momento de su seguimiento del Señor, que vence las tinieblas de la noche y libra de la esclavitud de las cadenas y del peligro de muerte. Su liberación es prodigiosa, marcada por varios pasos descritos esmeradamente: guiado por el ángel, a pesar de la vigilancia de los guardias, atraviesa la primera y la segunda guardia, hasta el portón de hierro que daba a la ciudad, el cual se abre solo ante ellos (cf. Hch 12, 10). Pedro y el ángel del Señor avanzan juntos un tramo del camino hasta que, vuelto en sí, el Apóstol se da cuenta de que el Señor lo ha liberado realmente y, después de reflexionar, se dirige a la casa de María, la madre de Marcos, donde muchos de los discípulos se hallan reunidos en oración; una vez más la respuesta de la comunidad a la dificultad y al peligro es ponerse en manos de Dios, intensificar la relación con él.

Aquí me parece útil recordar otra situación no fácil que vivió la comunidad cristiana de los orígenes. Nos habla de ella Santiago en su Carta. Es una comunidad en crisis, en dificultad, no tanto por las persecuciones, cuanto porque en su seno existen celos y disputas (cf. St 3, 14-16). Y el Apóstol se pregunta el porqué de esta situación. Encuentra dos motivos principales: el primero es el dejarse dominar por las pasiones, por la dictadura de sus deseos de placer, de su egoísmo (cf. St 4, 1-2a); el segundo es la falta de oración —«no pedís» (St 4, 2b)— o la presencia de una oración que no se puede definir como tal –«pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras pasiones» (St 4, 3). Esta situación cambiaría, según Santiago, si la comunidad unida hablara con Dios, si orara realmente de modo asiduo y unánime. Incluso hablar sobre Dios, de hecho, corre el riesgo de perder su fuerza interior y el testimonio se desvirtúa si no están animados, sostenidos y acompañados por la oración, por la continuidad de un diálogo vivo con el Señor. Una advertencia importante también para nosotros y para nuestras comunidades, sea para las pequeñas, como la familia, sea para las más grandes, como la parroquia, la diócesis o la Iglesia entera. Y me hace pensar que oraban en esta comunidad de Santiago, pero oraban mal, sólo por sus propias pasiones. Debemos aprender siempre de nuevo a orar bien, orar realmente, orientarse hacia Dios y no hacia el propio bien.

La comunidad, en cambio, que acompaña a Pedro mientras se halla en la cárcel, es una comunidad que ora verdaderamente, durante toda la noche, unida. Y es una alegría incontenible la que invade el corazón de todos cuando el Apóstol llama inesperadamente a la puerta. Son la alegría y el asombro ante la acción de Dios que escucha. Así, la Iglesia eleva su oración por Pedro; y a la Iglesia vuelve él para narrar «cómo el Señor lo sacó de la cárcel» (Hch 12, 17). En aquella Iglesia en la que está puesto como roca (cf. Mt 16, 18), Pedro narra su «Pascua» de liberación: experimenta que en seguir a Jesús está la verdadera libertad, que nos envuelve la luz deslumbrante de la Resurrección y por esto se puede testimoniar hasta el martirio que el Señor es el Resucitado y «realmente el Señor ha mandado a su ángel para librarlo de las manos de Herodes» (cf. Hch 12, 11). El martirio que sufrirá después en Roma lo unirá definitivamente a Cristo, que le había dicho: cuando seas viejo, otro te llevará adonde no quieras, para indicar con qué muerte iba a dar gloria a Dios (cf. Jn 21, 18-19).

Queridos hermanos y hermanas, el episodio de la liberación de Pedro narrado por san Lucas nos dice que la Iglesia, cada uno de nosotros, atraviesa la noche de la prueba, pero lo que nos sostiene es la vigilancia incesante de la oración. También yo, desde el primer momento de mi elección a Sucesor de san Pedro, siempre me he sentido sostenido por vuestra oración, por la oración de la Iglesia, sobre todo en los momentos más difíciles. Lo agradezco de corazón. Con la oración constante y confiada el Señor nos libra de las cadenas, nos guía para atravesar cualquier noche de prisión que pueda atenazar nuestro corazón, nos da la serenidad del corazón para afrontar las dificultades de la vida, incluso el rechazo, la oposición y la persecución. El episodio de Pedro muestra esta fuerza de la oración. Y el Apóstol, aunque esté en cadenas, se siente tranquilo, con la certeza de que nunca está solo: la comunidad está orando por él, el Señor está cerca de él; más aún, sabe que «la fuerza de Cristo se manifiesta plenamente en la debilidad» (2 Co 12, 9). La oración constante y unánime es un instrumento valioso también para superar las pruebas que puedan surgir en el camino de la vida, porque estar unidos a Dios es lo que nos permite estar también profundamente unidos los unos a los otros. Gracias.

CALENDARIO

26 MIÉRCOLES. SANTOS TIMOTEO y TITO, obispos, memoria obligatoria 

Misa de la memoria (blanco). 
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. común o de la memoria. 
LECC.: vol. IV para la 1.ª lectura y vol. III-par para el Evangelio. 
- 2 Tim 1, 1-8. Evoco el recuerdo de tu fe sincera. 
o bien: Tit 1, 1-5. A Tito, verdadero hijo en la fe que compartimos. 
- Sal 95. R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. 
- Mc 4, 1-20. Salió el sembrador a sembrar. 
o bien: cf. vol. IV. 

Liturgia de las Horas: oficio de la memoria. 

Martirologio: elogs. del 27 de enero, pág. 130. 
CALENDARIOS: Jerónimos: Santa Paula (S). 
O. Cist. y OCSO: San Roberto, san Alberico y san Esteban, abades de Citeaux (S). Benedictinos: (ML). 
HH. de las Escuelas Cristianas: Traslación de las reliquias de san Juan Bautista de La Salle (ML).
 
TEXTOS MISA

26 de enero
Santos Timoteo y Tito, obispos
Memoria

Antífona de entrada Sal 95, 3-4
Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones; porque es grande el Señor y muy digno de alabanza.
Annuntiáte inter gentes glóriam eius, in ómnibus pópulis mirabília eius, quóniam magnus Dóminus et laudábilis nimis.

Monición de entrada
Hoy celebramos la memoria de los santos Timoteo y Tito, obispos que, discípulos del apóstol san Pablo y colaboradores suyos en el ministerio, presidieron las Iglesias de Éfeso, el primero, y de Creta, el segundo. Su maestro les dirigió cartas con sabias advertencias para la formación de los pastores y de los fieles. Vivieron en el siglo I de la era cristiana.

Oración colecta
Oh, Dios, que hiciste brillar con virtudes apostólicas a los santos Timoteo y Tito, concédenos, por su intercesión, que, viviendo en este mundo con piedad y justicia, merezcamos llegar a la patria celestial. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui beátos Timótheum et Titum apostólicis virtútibus decorásti, utriúsque intercessióne concéde, ut, iuste et pie vivéntes in hoc saeculo, ad caeléstem mereámur pátriam perveníre. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
1ª Lectura y salmo de San Timoteo y San Tito (Lec. IV). Aleluya y Evangelio del  de la III semana del Tiempo Ordinario (Lec III-par).

PRIMERA LECTURA (opción 1) 2 Tim 1, 1-8
Evoco el recuerdo de tu fe sincera

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo.

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido; te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.
Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia, como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día.
Al acordarme de tus lágrimas, ansío verte, para llenarme de alegría, refrescando la memoria de tu fe sincera, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice, y que estoy seguro que tienes también tú.
Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio.
No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mi, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

PRIMERA LECTURA (opción 2) Tit 1, 1-5.
A Tito, verdadero hijo en la fe que compartimos.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito.

Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, para suscitar la fe de los elegidos de Dios y el conocimiento de la verdad, que, de acuerdo con la piedad, lleva a la esperanza de la vida eterna; esta fue prometida antes de los siglos por Dios, que nunca miente; al llegar el tiempo apropiado, él manifestó su palabra por la predicación que me fue confiada según el mandato de Dios nuestro Salvador, a Tito, verdadero hijo en la fe que compartimos: gracia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Salvador nuestro.
Mi intención al dejarte en Creta era que acabaras de organizar lo que aún faltaba por hacer y constituyeses presbíteros en cada ciudad, siguiendo las instrucciones que te di.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 95, 1-2a. 2b-3, 7-8a. 10 (R.: 3)
R. 
Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
Annuntiáte in ómnibus pópulis mirabília Dómini.

V. Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre.
R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
Annuntiáte in ómnibus pópulis mirabília Dómini.

V. Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
Annuntiáte in ómnibus pópulis mirabília Dómini.

V. Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor.
R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
Annuntiáte in ómnibus pópulis mirabília Dómini.

V. Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente».
R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
Annuntiáte in ómnibus pópulis mirabília Dómini.

Aleluya
R.
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. La semilla es la palabra de Dios, y el sembrador es Cristo; todo el que lo encuentra vive para siempre. R.
Semen est verbum Dei, sator autem Christus; omnis qui ínvenit eum, manébit in ætérnum.

EVANGELIO Mc 4, 1-20
Salió el sembrador a sembrar
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó, y el gentío se quedó en tierra junto al mar.
Les enseñó muchas cosas con parábolas y les decía instruyéndolos:
«Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron y no dio grano. El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
Y añadió:
«El que tenga oídos para oír, que oiga».
Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
Él les dijo:
«A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”».
Y añadió:
«¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a conocer todas las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Audiencia general 31 enero 2018
¿Cómo podremos afrontar nuestra peregrinación terrena, con sus cansancios y sus pruebas, sin ser regularmente nutridos e iluminados por la Palabra de Dios que resuena en la liturgia? Ciertamente no basta con escuchar con los oídos, sin acoger en el corazón la semilla de la divina Palabra, permitiéndole dar fruto. Recordemos la parábola del sembrador y de los diferentes resultados según los distintos tipos de terreno (cf. Mc 4, 14-20). La acción del Espíritu, que hace eficaz la respuesta, necesita de corazón que se dejen trabajar y cultivar, de forma que lo escuchado en misa pase en la vida cotidiana, según la advertencia del apóstol Santiago: «Poned por obra la Palabra y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos» (St 1, 22). La Palabra de Dios hace un camino dentro de nosotros. La escuchamos con las oídos y pasa al corazón; no permanece en los oídos, debe ir al corazón; y del corazón pasa a las manos, a las buenas obras. Este es el recorrido que hace la Palabra de Dios: de los oídos al corazón y a las manos. Aprendamos estas cosas.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XIV

Reunidos, hermanos, para recordar los beneficios de nuestro Dios, pidámosle que inspire nuestras plegarias para que merezcan ser atendidas.
- Por el papa N. por nuestro obispo N. por todo el clero y el pueblo a ellos encomendado. Roguemos al Señor.
- Por todos los gobernantes y sus ministros, encargados de velar por bien común. Roguemos al Señor
- Por los navegantes, por los que están de viaje, por los cautivos y por los encarcelados. Roguemos al Señor.
- Por todos nosotros, reunidos en este santo templo en la fe, devoción, amor y temor de Dios. Roguemos al Señor.
Que te sean gratos, Señor, los deseos de tu Iglesia suplicante, para que tu misericordia nos conceda lo que no podemos esperar por nuestros méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, los dones de tu pueblo ofrecidos en la festividad de tus santos Timoteo y Tito y concédenos agradarte con sincero corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe, quaesumus, Dómine, múnera pópuli tui, pro beatórum tuórum Timóthei et Titi festivitáte deláta, et sincéro nos corde pérfice benígnus accéptos. Per Christum.

PREFACIO DE LOS SANTOS PASTORES
LA PRESENCIA DE LOS SANTOS PASTORES EN LA IGLESIA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque nos concedes la alegría de celebrar hoy la fiesta de san N., fortaleciendo a tu Iglesia con el ejemplo de su vida santa, instruyéndola con su palabra y protegiéndola con su intercesión.
Por eso, con los ángeles y la multitud de los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Quia sic tríbuis Ecclésiam tuam sancti N. festivitáte gaudére, ut eam exémplo piae conversatiónis corróbores, verbo praedicatiónis erúdias, gratáque tibi supplicatióne tueáris.
Et ídeo, cum Angelórum atque Sanctórum turba, hymnum laudis tibi cánimus, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

Antífona de la comunión Cf. Mc 16, 15; Mt 28, 20

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio; yo estoy con vosotros todos los días, dice el Señor.
Eúntes in mundum univérsum, praedicáte Evangélium: ego vobíscum sum ómnibus diébus, dicit Dóminus.

Oración después de la comunión
Señor, Dios nuestro, que los sacramentos que hemos recibido alimenten en nosotros aquella fe que nos enseñó la predicación apostólica y conservaron celosamente los santos Timoteo y Tito. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sacraménta quae súmpsimus, Dómine Deus noster, illam nobis fidem innútriant, quam et apostólica dócuit praedicátio, et beatórum Timóthei et Titi sollicitúdo custodívit. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 27 de enero
S
anta Ángela Merici
, virgen, que vistió primero el hábito de la Tercera Orden Regular de San Francisco y reunió a varias jóvenes para instruirlas en obras de caridad. Más tarde, instituyó una orden de mujeres, llamada de Santa Úrsula, con la finalidad de vivir una vida de perfección en el mundo y enseñar los caminos del Señor a las adolescentes. Murió en Brescia, ciudad de Lombardía, en Italia. (1540)
2. En el lugar de Sora, en la región también italiana del Lacio, conmemoración de san Julián, mártir, el cual, según la tradición, padeció el sacrificio en tiempo del emperador Antonino. (c. s. II)
3. En Cenomanum, en la Galia Lugdunense, hoy Le Mans, en Francia, san Julián, considerado como el primer obispo de este lugar. (s. III)
4*. En Mariana, en la isla de Córcega, conmemoración de santa Devota, virgen y mártir. (c. 300)
5. En el monasterio de Beuvoux, en la región de Sisteron, en la Galia, actualmente Francia, san Marino, abad. (c. 550)
6. En Roma, en la basílica de San Pedro, sepultura de san Vitaliano, papa, que trabajó incansable por la salvación del pueblo de los anglos. (672)
7*. En Tonnerre, en Borgoña, actual Francia, tránsito de san Teodorico, obispo de Orleans, que falleció mientras viajaba a Roma, en peregrinación a la basílica de los apóstoles. (1022)
8*. Cerca de la ciudad de Chartres, también en Francia, tránsito de san Gilduino, diácono de la iglesia de Dol, en la Bretaña Menor, que designado obispo cuando era aún muy joven, se consideró indigno y renunció a este honor ante el papa san Gregorio VII, y a su regreso de Roma, enfermo al llegar a esta región, dando término a su peregrinación terrestre. (1077)
9*. En la ciudad de Thérouanne, de nuevo en Francia, beato Juan, obispo, quien, siendo canónigo regular, asumió la sede morinense, la cual gobernó por más de treinta años. Resistió a los simoníacos y fundó ocho monasterios de canónigos y de monjes. (1130)
10*. En Riva San Vitale, cerca de Como, en la región italiana de Lombardía, beato Manfredo Settala, presbítero y eremita. (1217)
11*. En Angers, en Francia, beata Rosalía du Verdier de la Sorinière, virgen del monasterio del Calvario de la misma ciudad y mártir, que fue guillotinada durante la Revolución Francesa, por odio a la religión cristiana. (1794)
12. Cerca de Mengo, en Uganda, pasión de san Juan María, llamado “Muzeo” o “Anciano” por razón de su madurez espiritual. Era servidor del rey y, convertido al cristianismo, en tiempo de persecución, no quiso huir, sino que confesó espontáneamente su fe en Cristo ante el primer ministro del rey Mwenga, por lo cual murió decapitado. Fue la última víctima de aquella persecución. (1887)
13. En la villa de Gilet, en la provincia de Valencia, en España, san Enrique de Ossó y Cervelló, presbítero, que fundó la Compañía de Santa Teresa de Jesús, para la formación de las jóvenes, pero, obligado después a dejar dicha institución, pasó el resto de sus años en un convento de los Hermanos Menores. (1896)
14*. En la ciudad de Kaunas, en Lituania, beato Jorge Matulaitis, obispo de Vilna y después enviado apostólico en Lituania, fundador de la Congregación de Clérigos Marianos y la Congregación de Hermanas Pobres de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. (1927)
Beato Pablo José Nardini (Speyer, Alemania 1821-1862). Sacerdote diocesano, fundador de la Congregación de las Franciscanas pobres de la Sagrada Familia.
- Beata María di Gesú (Carolina) Santocanale (1852- Cinisi de Palermo, Italia 1923). Religiosa italiana fundadora de la Congregación de las Hermanas Capuchinas de Lourdes.
- Beato Giovanni Schiavo (1903- Caxias do Sul, Brasil 1967). Sacerdote profeso de la Congregación de San José (Josefinos de Murialdo). Misionero en Brasil.

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