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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

viernes, 18 de marzo de 2022

Viernes 22 abril 2022, Viernes de la Octava de Pascua.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Biblioteca del Palacio Apostólico. Miércoles, 3 de marzo de 2021

Catequesis 25. La oración y la Trinidad. 1

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro camino de catequesis sobre la oración, hoy y la próxima semana queremos ver cómo, gracias a Jesucristo, la oración nos abre de par en par a la Trinidad —al Padre, al Hijo y al Espíritu—, al mar inmenso de Dios que es Amor. Jesús es quien nos ha abierto el Cielo y nos ha proyectado en la relación con Dios. Ha sido Él quien ha hecho esto: nos ha abierto esta relación con el Dios Trino: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es lo que afirma el apóstol Juan, en la conclusión del prólogo de su Evangelio: «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado» (1,18). Jesús nos ha revelado la identidad, esta identidad de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Nosotros realmente no sabíamos cómo se podía rezar: qué palabras, qué sentimientos y qué lenguajes eran apropiados para Dios. En esa petición dirigida por los discípulos al Maestro, que a menudo hemos recordado durante estas catequesis, está todo el tanteo del hombre, sus repetidos intentos, a menudo fracasados, de dirigirse al Creador: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11,1).

No todas las oraciones son iguales, y no todas son convenientes: la Biblia misma nos atestigua el mal resultado de muchas oraciones, que son rechazadas. Quizá Dios a veces no está contento con nuestras oraciones y nosotros ni siquiera nos damos cuenta. Dios mira las manos de quien reza: para hacerlas puras no es necesario lavarlas, si acaso es necesario abstenerse de acciones malvadas. San Francisco rezaba: «Nullu homo ène dignu te mentovare», es decir “ningún hombre es digno de nombrarte” (Cántico del hermano sol).

Pero quizá el reconocimiento más conmovedor de la pobreza de nuestra oración floreció de la boca de ese centurión romano que un día suplicó a Jesús que sanara a su siervo enfermo (cf. Mt 8,5-13). Él se sentía completamente inadecuado: no era judío, era oficial del odiado ejército de ocupación. Pero la preocupación por el siervo le hace osar, y dice: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano» (v. 8). Es la frase que también nosotros repetimos en cada liturgia eucarística. Dialogar con Dios es una gracia: nosotros no somos dignos, no tenemos ningún derecho que reclamar, nosotros “cojeamos” con cada palabra y cada pensamiento… Pero Jesús es la puerta que nos abre a este diálogo con Dios.

¿Por qué el hombre debería ser amado por Dios? No hay razones evidentes, no hay proporción… Tanto es así que en gran parte de las mitologías no está contemplado el caso de un dios que se preocupe por las situaciones humanas; es más, estas son molestas y aburridas, completamente insignificantes. Recordemos la frase de Dios a su pueblo, repetida en el Deuteronomio: “Piensa, ¿qué pueblo tiene a sus dioses cerca de sí, como vosotros me tenéis a mí cerca de vosotros?”. ¡Esta cercanía de Dios es la revelación! Algunos filósofos dicen que Dios puede pensar solo en sí mismo. En todo caso, somos los humanos los que intentamos impresionar a la divinidad y resultar agradables a sus ojos. De aquí el deber de “religión”, con la procesión de sacrificios y devociones a ofrecer continuamente para congraciarse con un Dios mudo, un Dios indiferente. No hay diálogo. Solo ha sido Jesús, solo ha sido la revelación de Dios antes de Jesús a Moisés, cuando Dios se presentó; solo ha sido la Biblia la que nos ha abierto el camino del diálogo con Dios. Recordemos: “¿Qué pueblo tiene a sus dioses cerca de sí como tú me tienes a mí cerca de ti?”. Esta cercanía de Dios que nos abre al diálogo con Él.

Un Dios que ama al hombre, nosotros nunca hubiéramos tenido la valentía de creerlo, si no hubiéramos conocido a Jesús. El conocimiento de Jesús nos ha hecho entender esto, nos ha revelado esto. Es el escándalo que encontramos grabado en la parábola del padre misericordioso, o en la del pastor que va en busca de la oveja perdida (cfr Lc 15). Historias de este tipo no hubiéramos podido concebirlas, ni siquiera comprenderlas, si no hubiéramos encontrado a Jesús. ¿Qué Dios está dispuesto a morir por los hombres? ¿Qué Dios ama siempre y pacientemente, sin pretender ser amado a cambio? ¿Qué Dios acepta la tremenda falta de reconocimiento de un hijo que pide un adelanto de la herencia y se va de casa malgastando todo? (cf. Lc 15,12-13).

Es Jesús que nos revela el corazón de Dios. Así Jesús nos cuenta con su vida en qué medida Dios es Padre. Tam Pater nemo: Nadie es Padre cómo Él. La paternidad que es cercanía, compasión y ternura. No olvidemos estas tres palabras que son el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Es el modo de expresar su paternidad con nosotros. Nosotros imaginamos con dificultad y muy de lejos el amor del que la Santísima Trinidad está llena, y qué abismo de mutua benevolencia existe entre Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los iconos orientales nos dejan intuir algo de este misterio que es el origen y la alegría de todo el universo.

Sobre todo, estaba lejos de nosotros creer que este amor divino se expandiría, alcanzando nuestra orilla humana: somos el fin de un amor que no tiene igual en la tierra. El Catecismo explica: «La santa humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre» (n. 2664). Y esta es la gracia de nuestra fe. Realmente no podíamos esperar vocación más alta: la humanidad de Jesús —Dios se ha hecho cercano en Jesús— ha hecho disponible para nosotros la vida misma de la Trinidad, ha abierto, ha abierto de par en par esta puerta del misterio del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

CALENDARIO

22 VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Misa
del viernes de la Octava (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., sin Cr., Pref. Pasc. I «en este día», embolismos props. en las PP. EE. No se puede decir la PE IV. Despedida con doble «Aleluya».
LECC.: vol. II.
- Hch 4, 1-12.
No hay salvación en ningún otro.
- Sal 117. R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
- Secuencia (opcional). Ofrezcan los cristianos.
- Jn 21, 1-14. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

* Hoy no se permiten otras celebraciones, excepto la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio del viernes de la Octava. Te Deum. Comp. Dom. I o II.

Martirologio: elogs. del 23 de abril, pág. 270.
CALENDARIOS: Osma-Soria: Aniversario de la muerte de Mons. Saturnino Rubio Montiel, obispo (1971).
Tarragona: Aniversario de la muerte de Mons. Ramón Torrella Cascante, arzobispo, emérito (2004).

TEXTOS MISA

VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Antífona de entrada Cf. Sal 77, 53
El Señor condujo a su pueblo seguro, mientras el mar cubría a sus enemigos. Aleluya.
Edúxit Dóminus pópulum suum in spe, et inimícos eórum opéruit mare, allelúia.

Se dice Gloria.

Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, que por el Misterio pascual has restablecido tu alianza con los hombres, concédenos imitar en la vida lo que celebramos en la fe. Por nuestro Señor Jesucristo.
Omnípotens sempitérne Deus, qui paschále sacraméntum in reconciliatiónis humánae fodere contulísti, da méntibus nostris, ut, quod professióne celebrámus, imitémur efféctu. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Viernes de la Octava de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 4, 1-12
No hay salvación en ningún otro
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, después de que el paralítico fuese sanado, se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de los muertos. Los apresaron y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente, pues ya era tarde. Muchos de los que habían oído el discurso creyeron; eran unos cinco mil hombres.
Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, junto con el sumo sacerdote Anás, y con Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes, Hicieron comparecer en medio de ellos a Pedro y a Juan y se pusieron a interrogarlos:
«¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros?».
Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo:
«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros. Él es “la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 117, 1-2 y 4. 22-24. 25-27a (R.: 22)
R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Lápidem, quem reprobavérunt ædificántes, hic factus est in caput ánguli.
O bien: Aleluya.

V. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Lápidem, quem reprobavérunt ædificántes, hic factus est in caput ánguli.

V. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Lápidem, quem reprobavérunt ædificántes, hic factus est in caput ánguli.

V. Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina.
R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Lápidem, quem reprobavérunt ædificántes, hic factus est in caput ánguli.

SECUENCIA (opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Victimae Pascháli laudes
immolent Christiáni.

Agnus redémit oves:
Christus ínnocens Patri
reconciliávit
peccatores.

Mors et vita duello
conflixére mirándo:
dux vitae mórtuus,
regnat vivus.

Dic nobis María,
Quid vidísti in via?

Sepúlcrum Christi vivéntis,
et glóriam vidi resurgéntis:
Angélicos testes,
sudárium et vestes.

Surréxit Christus spes mea:
praecédet suos in Galilaéam.

Scimus Christum surrexísse
a mórtuis vere:
Tu nobis, victor Rex miserére.
Amen. Allelúia.

Aleluya Sal 117, 24
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Éste es el día que hizo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Hæc dies quam fecit Dóminus; exsultémus et lætémur in ea.

EVANGELIO Jn 21, 1-14
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado
╬ Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque rio distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios 267
Los demás discípulos vinieron en la barca, tirando de la red llena de peces, pues no estaban lejos de tierra, sino como a unos doscientos codos (Jn 21, 8). Enseguida ponen la pesca a los pies del Señor, porque es suya. Para que aprendamos que las almas son de Dios, que nadie en esta tierra puede atribuirse esa propiedad, que el apostolado de la Iglesia -su anuncio y su realidad de salvación- no se basa en el prestigio de unas personas, sino en la gracia divina.

Oración de los fieles
Jesucristo, el Señor, vive para siempre e intercede por nosotros ante el Padre. Oremos con toda confianza.
- Para que el Señor Jesús disipe todo miedo de su Iglesia y le otorgue la valentía para predicar en todo el mundo la Buena Noticia. Oremos.
- Para que ilumine a los gobernantes y los empuje a buscar siempre soluciones que lleven a la justicia y a la paz. Oremos.
- Para que los que buscan la luz de la fe la encuentren en Jesús resucitado y en el testimonio de sus discípulos. Oremos.
- Para que todos nosotros, que celebramos con gozo la Pascua del Señor, seamos testigos de su presencia entre nosotros. Oremos.
Acoge, Padre, la oración que te presenta tu Iglesia, confiando en que intercede por nosotros ante ti Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Realiza, Señor, en nosotros lo que significa el intercambio de esta ofrenda pascual, para que pasemos del apego a las cosas de la tierra, al deseo de los bienes del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pérfice, Dómine, benígnus in nobis paschálium múnerum votíva commércia, ut a terrénis afféctibus ad caeléste desidérium transferámur. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL I
EL MISTERIO PASCUAL
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este día glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hac potíssimum die gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Ipse enim verus est Agnus qui ábstulit peccáta mundi. Qui mortem nostram moriéndo destrúxit, et vitam resurgéndo reparávit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA III. Intercesión y Recuerdo propio de la Octava de Pascua

Antífona de comunión Cf. Jn 21, 12-13
Jesús dijo a sus discípulos: «Vamos, almorzad». Y tomó el pan y se lo dio. Aleluya.
Dixit Iesus discípulis suis: Veníte, prandéte. Et accépit panem, et dedit eis, allelúia.

Oración después de la comunión
Guarda, Señor, con tu amor constante a los que has salvado, para que los redimidos por la pasión de tu Hijo se alegren con su resurrección. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Contínua, quaesumus, Dómine, quos salvásti pietáte custódi, ut, qui Fílii tui passióne sunt redémpti, eius resurrectióne laeténtur. Qui vivit et regnat in saecula saeculórum.

Bendición solemne como el día de Pascua.
Que os bendiga Dios todopoderoso en la solemnidad pascual que hoy celebramos y, compasivo, os defienda de toda asechanza del pecado.
Benedícat vos omnípotens Deus, hodiérna interveniénte sollemnitáte pascháli, et ab omni miserátus deféndat incursióne peccáti.
R. Amén.
El que os ha renovado para la vida eterna, en la resurrección de su Unigénito, os colme con el premio de la inmortalidad.
Et qui ad aetérnam vitam in Unigéniti sui resurrectióne vos réparat, vos praemiis immortalitátis adímpleat.
R. Amén.
Y quienes, terminados los días de la pasión del Señor, habéis participado en los gozos de la fiesta de Pascua, podáis llegar, por su gracia, con espíritu exultante a aquellas fiestas que se celebran con alegría eterna.
Et qui, explétis passiónis domínicae diébus, paschális festi gáudia celebrátis, ad ea festa, quae laetítiis peragúntur aetérnis, ipso opitulánte, exsultántibus ánimis veniátis.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
Benedícat vos omnípotens Deus, Pater, et Fílius, + et Spíritus Sanctus.
R. Amén.

Para despedir al pueblo, el diácono o el mismo sacerdote, dice:
Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.
Ite, missa est, allelúia, allelúia.
R. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.
Deo grátias, allelúia, allelúia.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 23 de abril
S
an Jorge, mártir
, cuyo glorioso combate, que tuvo lugar en Dióspolis o Lidda, en Palestina, actual Israel, celebran desde muy antiguo todas las Iglesias, desde Oriente hasta Occidente. (s. IV)
San Adalberto (Vojtech), obispo de Praga y mártir, que aguantó dificultades en bien de aquella iglesia, y por Cristo llevó a cabo muchos viajes, trabajando para extirpar costumbres paganas, aunque ante el poco fruto obtenido se dirigió a Roma, donde se hizo monje. Vuelto al fin a Polonia, e intentando atraer a la fe a los prusianos, fue asesinado por unos paganos en la aldea de Tenkitten, junto al golfo de Gdansk. (997)
3. En Edesa, ciudad de la antigua Siria, en la actual Turquía, san Eulogio, obispo, que, según la tradición, falleció un Viernes Santo o Parasceve. (387)
4. En Milán, en la región de Liguria, actualmente en Italia, san Marolo, obispo, amigo del papa san Inocencio I. (s. V)
5. En Toul, en el territorio de Lotaringia, Francia en la actualidad, san Gerardo, obispo, que durante treinta y un años legisló sabiamente para la ciudad, atendió a los pobres, intercedió por el pueblo con ayunos y plegarias en tiempo de peste, dedicó la iglesia catedral y ayudó a los monasterios con bienes materiales y con la instrucción de los discípulos. (994)
6*. En Suelli, en Cerdeña, en la actual Italia, conmemoración de san Jorge, obispo. (1117)
7*. En Perugia, en la región de Umbría, de nuevo en Italia, beato Egidio de Asís, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que fue compañero de san Francisco y mostró en sus peregrinaciones una fe intrépida y una gran simplicidad. (1262)
8*. En Udine, en la región de Venecia, igualmente en Italia, beata Elena Valentini, viuda, que, para servir únicamente a Dios, abrazó la orden seglar de san Agustín, y se distinguió por la oración, la lectura del Evangelio y las obras de misericordia. (1458)
9*. En Campi Bisenzio, lugar de Toscana, asimismo en Italia, beata Teresa María de la Cruz Manetti, virgen, fundadora del Instituto de Terciarias Carmelitas de Santa Teresa. (1910)
10*. En el monasterio cisterciense de Grottaferrata, en las inmediaciones de Frascati, cerca de Roma, beata María Gabriela Sagheddu, virgen, que murió a los veinticinco años, tras haber ofrecido generosamente su vida por la unión de los cristianos. (1939)

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