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miércoles, 30 de marzo de 2022

Miércoles 4 mayo 2022, Miércoles de la III semana de Pascua, feria.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Patio de San Dámaso. Miércoles, 26 de mayo de 2021

Catequesis 35. La certeza de ser escuchados

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hay una contestación radical a la oración, que deriva de una observación que todos hacemos: nosotros rezamos, pedimos, sin embargo, a veces parece que nuestras oraciones no son escuchadas: lo que hemos pedido – para nosotros o para otros – no sucede. Nosotros tenemos esta experiencia, muchas veces. Si además el motivo por el que hemos rezado era noble (como puede ser la intercesión por la salud de un enfermo, o para que cese una guerra), el incumplimiento nos parece escandaloso. Por ejemplo, por las guerras: nosotros estamos rezando para que terminen las guerras, estas guerras en tantas partes del mundo, pensemos en Yemen, pensemos en Siria, países que están en guerra desde hace años, ¡años! Países atormentados por las guerras, nosotros rezamos y no terminan. ¿Pero cómo puede ser esto? «Hay quien deja de orar porque piensa que su oración no es escuchada» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.2734) Pero si Dios es Padre, ¿por qué no nos escucha? Él que ha asegurado que da cosas buenas a los hijos que se lo piden (cfr. Mt 7,10), ¿por qué no responde a nuestras peticiones? Todos nosotros tenemos experiencia de esto: hemos rezado, rezado, por la enfermedad de este amigo, de este papá, de esta mamá y después se han ido, Dios no nos ha escuchado. Es una experiencia de todos nosotros.

El Catecismo nos ofrece una buena síntesis sobre la cuestión. Nos advierte del riesgo de no vivir una auténtica experiencia de fe, sino de transformar la relación con Dios en algo mágico. La oración no es una varita mágica: es un diálogo con el Señor. De hecho, cuando rezamos podemos caer en el riesgo de no ser nosotros quienes servimos a Dios, sino pretender que sea Él quien nos sirva a nosotros (cfr. n. 2735). He aquí, pues, una oración que siempre reclama, que quiere dirigir los sucesos según nuestro diseño, que no admite otros proyectos si no nuestros deseos. Jesús sin embargo tuvo una gran sabiduría poniendo en nuestros labios el “Padre nuestro”. Es una oración solo de peticiones, como sabemos, pero las primeras que pronunciamos están todas del lado de Dios. Piden que se cumpla no nuestro proyecto, sino su voluntad en relación con el mundo. Mejor dejar hacer a Él: «Sea santificado tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad» (Mt 6,9-10).

Y el apóstol Pablo nos recuerda que nosotros no sabemos ni siquiera qué sea conveniente pedir (cfr. Rm 8,26). Nosotros pedimos por nuestras necesidades, las cosas que nosotros queremos, “¿pero esto es más conveniente o no?”. Pablo nos dice: nosotros ni siquiera sabemos qué es conveniente pedir. Cuando rezamos debemos ser humildes: esta es la primera actitud para ir a rezar. Así como está la costumbre en muchos lugares que, para ir a rezar a la iglesia, las mujeres se ponen el velo o se toma el agua bendita para empezar a rezar, así debemos decirnos, antes de la oración, lo que sea más conveniente, que Dios me dé lo que sea más conveniente: Él sabe. Cuando rezamos tenemos que ser humildes, para que nuestras palabras sean efectivamente oraciones y no un vaniloquio que Dios rechaza. Se puede también rezar por motivos equivocados: por ejemplo, derrotar el enemigo en guerra, sin preguntarnos qué piensa Dios de esa guerra. Es fácil escribir en un estandarte “Dios está con nosotros”; muchos están ansiosos por asegurar que Dios está con ellos, pero pocos se preocupan por verificar si ellos están efectivamente con Dios. En la oración, es Dios quien nos debe convertir, no somos nosotros los que debemos convertir a Dios. Es la humildad. Yo voy a rezar pero Tú, Señor, convierte mi corazón para que pida lo que es conveniente, pida lo que sea mejor para mi salud espiritual.

Sin embargo, un escándalo permanece: cuando los hombres rezan con corazón sincero, cuando piden bienes que corresponden al Reino de Dios, cuando una madre reza por el hijo enfermo, ¿por qué a veces parece que Dios no escucha? Para responder a esta pregunta, es necesario meditar con calma los Evangelios. Los pasajes de la vida de Jesús están llenos de oraciones: muchas personas heridas en el cuerpo y en el espíritu le piden ser sanadas; está quien le pide por un amigo que ya no camina; hay padres y madres que le llevan hijos e hijas enfermos… Todas son oraciones impregnadas de sufrimiento. Es un coro inmenso que invoca: “¡Ten piedad de nosotros!”.

Vemos que a veces la respuesta de Jesús es inmediata, sin embargo, en otros casos esta se difiere en el tiempo: parece que Dios no responde. Pensemos en la mujer cananea que suplica a Jesús por la hija: esta mujer debe insistir mucho tiempo para ser escuchada (cfr. Mt 15,21-28). Tiene también la humildad de escuchar una palabra de Jesús que parece un poco ofensiva: no tenemos que tirar el pan a los perros, a los perritos. Pero a esta mujer no le importa la humillación: le importa la salud de la hija. Y va adelante: “Sí, también los perritos comen de lo que cae de la mesa”, y esto le gusta a Jesús. La valentía en la oración. O pensemos también en el paralítico llevado por sus cuatro amigos: inicialmente Jesús perdona sus pecados y tan solo en un segundo momento lo sana en el cuerpo (cfr. Mc 2,1-12). Por tanto, en alguna ocasión la solución del drama no es inmediata. También en nuestra vida, cada uno de nosotros tiene esta experiencia. Tenemos un poco de memoria: cuántas veces hemos pedido una gracia, un milagro, digámoslo así, y no ha sucedido nada. Después, con el tiempo, las cosas se han arreglado, pero según el modo de Dios, el modo divino, no según lo que nosotros queríamos en ese momento. El tiempo de Dios no es nuestro tiempo.

Desde este punto de vista, merece atención sobre todo la sanación de la hija de Jairo (cfr. Mc 5,21-33). Hay un padre que corre sin aliento: su hija está mal y por este motivo pide la ayuda de Jesús. El Maestro acepta enseguida, pero mientras van hacia la casa tiene lugar otra sanación, y después llega la noticia de que la niña está muerta. Parece el final, pero Jesús dice al padre: «No temas; solamente ten fe» (Mc 5,36). “Sigue teniendo fe”: porque la fe sostiene la oración. Y de hecho, Jesús despertará a esa niña del sueño de la muerte. Pero por un cierto tiempo, Jairo ha tenido que caminar a oscuras, con la única llama de la fe. ¡Señor, dame la fe! ¡Que mi fe crezca! Pedir esta gracia, de tener fe. Jesús, en el Evangelio, dice que la fe mueve montañas. Pero, tener la fe en serio. Jesús, delante de la fe de sus pobres, de sus hombres, cae vencido, siente una ternura especial, delante de esa fe. Y escucha.

También la oración que Jesús dirige al Padre en el Getsemaní parece permanecer sin ser escuchada: “Padre, si es posible, aleja de mí esto que me espera”. Parece que el Padre no lo ha escuchado. El Hijo tendrá que beber hasta el fondo el cáliz de la Pasión. Pero el Sábado Santo no es el capítulo final, porque al tercer día, es decir el domingo, está la resurrección. El mal es señor del penúltimo día: recordad bien esto. El mal nunca es un señor del último día, no: del penúltimo, el momento donde es más oscura la noche, precisamente antes de la aurora. Allí, en el penúltimo día está la tentación donde el mal nos hace entender que ha vencido: “¿has visto?, ¡he vencido yo!”. El mal es señor del penúltimo día: el último día está la resurrección. Pero el mal nunca es señor del último día: Dios es el Señor del último día. Porque ese pertenece solo a Dios, y es el día en el que se cumplirán todos los anhelos humanos de salvación. Aprendamos esta paciencia humilde de esperar la gracia del Señor, esperar el último día. Muchas veces, el penúltimo día es muy feo, porque los sufrimientos humanos son feos. Pero el Señor está y en el último día Él resuelve todo.

CALENDARIO

4 MIÉRCOLES DE LA III SEMANA DE PASCUA, feria

Misa
de feria (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Pasc.
LECC.: vol. II.
- Hch 8, 1b-8.
Iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra.
- Sal 65. R. Aclamad al Señor, tierra entera.
- Jn 6, 35-40. Esta es la voluntad del Padre: que todo el que ve al Hijo tenga vida eterna.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 5 de mayo, pág. 293.
CALENDARIOS: Mínimos: San Francisco de Paula, ermitaño (S).
Brígidas: San Ricardo Reynolds, mártir (F).
Servitas: San Peregrín Laziosi, religioso (F).
Alcalá de Henáres, Almería, Getafe y Madrid: San José María Rubio, presbítero (MO). Jesuitas: (ML).
Ávila: San Atanasio, obispo y doctor (MO).
Carmelitas y Carmelitas Descalzos: Beatos Ángel María Prat Hostench, Lucas de San José Tristany Pujol, presbíteros, y compañeros, mártires (MO).
Barbastro-Monzón: Beato Ceferino Jiménez, mártir (ML).
Cartujos: Beatos Juan, Agustín y Roberto, mártires (ML).
Dominicos: Beata Emilia Bilchieri, virgen (ML).

TEXTOS MISA

Miércoles de la III Semana de Pascua.

Antífona de entrada Cf. Sal 70, 8. 23
Llena estaba mi boca de tu alabanza para poder cantar. Te aclamarán mis labios, Señor. Aleluya.
Repleátur os meum laude tua, ut possim cantáre; gaudébunt lábia mea, dum cantávero tibi, allelúia.

Oración colecta
Atiende, Señor, a tu familia y ayúdala como conviene, y concede participar en la resurrección de tu Unigénito a quienes has dado la gracia de la fe. Él, que vive y reina contigo.
Adésto, quaesumus, Dómine, famíliae tuae, et dignánter impénde, ut, quibus fídei grátiam contulísti, in resurrectióne Unigéniti tui portiónem largiáris aetérnam. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Miércoles de la III semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 8, 1b-8
Iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaría.
Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron gran duelo por él.
Saulo, por su parte, se ensañaba con la Iglesia, penetrando en las casas y arrastrando a la cárcel a hombres y mujeres.
Los que habían sido dispersados iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo:
de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 65, 1b-3a. 4-5. 6-7a (R.: 1b)
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.
O bien: Aleluya.

V. Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!».
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

V. «Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre».
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

V. Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él,
que con su poder gobierna enteramente.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

Aleluya Cf. Jn 6, 40
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Todo el que cree en el Hijo tiene vida eterna –dice el Señor–; y yo lo resucitaré en el último día. R.
Omnis qui credit in Fílium habet vitam ætérnam; et ego resuscitábo eum in novíssimo die, dicit Dóminus.

EVANGELIO Jn 6, 35-40
Ésta es la voluntad del Padre: que todo el que ve al Hijo tenga vida eterna
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Agustín, In Ioann. Evang., 25, 15 y 16.
¡Qué misterio hay aquí tan grande! (...). Yo he venido humilde, Yo he venido a enseñar la humildad; Yo soy el maestro de la humildad. El que viene a Mí, se incorpora a Mi; el que viene a Mí se hace humilde, y el que se adhiere a Mi será humilde, porque no hace su voluntad, sino la de Dios.

Oración de los fieles.
Jesús, el Señor, se ha hecho presente entre nosotros a través de su Palabra. Ahora se hace nuestro mediador ante el Padre. Oremos, pues, confiadamente.
- Para que la Iglesia difunda con valentía en todo el mundo el mensaje de Cristo. Roguemos al Señor.
- Para que todas las comunidades cristianas cuiden con esmero la educación en la fe de sus miembros. Roguemos al Señor.
- Para que los países pobres encuentren la ayuda necesaria en los países ricos. Roguemos al Señor.
- Para que todos los que participamos en la mesa del Señor realicemos en la vida lo que la eucaristía significa. Roguemos al Señor.
Escúchanos, Padre de bondad, para que todos los que creemos en Cristo tengamos la vida eterna y la resurrección gloriosa. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor

Oración sobre las ofrendas
Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales, y que la actualización continua de tu obra redentora sea para nosotros fuente de gozo incesante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concéde, quaesumus, Dómine, semper nos per haec mystéria paschália gratulári, ut contínua nostrae reparatiónis operátio perpétuae nobis fiat causa laetítiae. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL III
CRISTO VIVO E INTERCESOR PERPETUO EN FAVOR NUESTRO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él no cesa de ofrecerse por nosotros, intercediendo continuamente ante ti; inmolado, ya no vuelve a morir; sacrificado, vive para siempre.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Qui se pro nobis offérre non désinit, nosque apud te perénni advocatióne deféndit; qui immolátus iam non móritur, sed semper vivit occísus. Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión
Ha resucitado el Señor e ilumina a los que hemos sido redimidos con su sangre. Aleluya.
Surréxit Dóminus et illúxit nobis, quos redémit sánguine suo, allelúia.

Oración después de la comunión
Escucha, Señor, nuestras oraciones para que el santo intercambio de nuestra redención nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Exáudi, Dómine, preces nostras, ut redemptiónis nostrae sacrosáncta commércia et vitae nobis cónferant praeséntis auxílium et gáudia sempitérna concílient. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 5 de mayo
1. En Auxerre, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, san Joviniano, lector y mártir. (s. III)
2. En Alejandría de Egipto, san Eutimio, diácono y mártir. (c. 305)
3. Conmemoración de san Máximo, obispo de Jerusalén, que fue condenado por el césar Maximino Daya a trabajos forzados en las minas, después de haberle arrancado un ojo y quemado un pie con hierros candentes. Alcanzada la libertad, pudo marchar de allí y fue nombrado obispo de la Iglesia de Jerusalén, en donde, con el prestigio de su gloriosa confesión, descansó en paz. (c. 350)
4*. En Tréveris, en la Galia Bélgica, actualmente Alemania, san Britón, obispo, quien defendió a su grey de los errores del priscilianismo, aunque junto con san Ambrosio, obispo de Milán, y san Martín, obispo de Tours, trató en vano de detener la violencia de quienes reclamaban la ejecución de Prisciliano y de sus seguidores. (386)
5. En Arlés, en la región de Provenza, en la Francia actual, san Hilario, obispo, que, después de llevar vida eremítica en Lérins, fue promovido, muy a su pesar, al episcopado, en donde trabajando con sus propias manos, vistiendo una sola túnica tanto en verano como en invierno, y viajando a pie, manifestó a todos su amor a la pobreza. Entregado a la oración, los ayunos y las vigilias, y perseverando en una predicación continua, mostró la misericordia de Dios a los pecadores, acogió a los huérfanos y no dudó en destinar para la redención de los cautivos todos los objetos de plata que se conservaban en la basílica de la ciudad. (449)
6. En Vienne, en la Galia Lugdunense, de nuevo en Francia, san Nicecio, obispo. (s. V)
7. En Milán, ciudad de la región italiana de Liguria, san Geroncio, obispo. (c. 472)
8*. En Marchiennes, en la Galia Bélgica, hoy Francia, san Mauronto, abad y diácono, que fue discípulo de san Amando. (702)
9. En Limoges, población de Aquitania, también en la actual Francia, san Sacerdote, obispo, que primero fue monje y abad, y más tarde designado obispo, si bien al final de su vida quiso volver de nuevo a la vida monástica. (s. VIII)
10. En Hildesheim, en el territorio de Sajonia, en Alemania, san Gotardo, obispo, que, primero abad del monasterio de Niederaltaich, visitó y renovó otros monasterios, y al morir san Bernardo le sucedió en la sede episcopal, donde promovió la vida cristiana de su Iglesia, restableció en el clero la disciplina regular y abrió diversas escuelas. (1038)
11*. En Calabria, en Italia, san León, eremita, que, entregado a la oración y a las obras de beneficencia en favor de los pobres, murió en el monasterio de Africo, cercano a la ciudad de Reggio, cenobio que él mismo había fundado. (c. s. XIII)
12*. En Vençay, cerca de Tours, en Francia, san Avertino, diácono, que acompañó a santo Tomás Becket al destierro, y a la muerte de éste volvió a dicho lugar, donde vivió como eremita. (1189)
13. En Licata, en la isla de Sicilia, en Italia, santo Ángel, presbítero carmelita y mártir. (1225)
14*. En Recanati, en el Piceno, hoy región italiana de Las Marcas, beato Bienvenido Mareni, religioso de la Orden de los Hermanos Menores. (1289)
15*. En Nápoles, en la región de Campania, también en Italia, san Nuncio Sulpricio, quien, después de haber quedado huérfano, con una pierna infectada por la caries y el cuerpo exhausto, soportó sus sufrimientos con ánimo sereno y alegre. Dispuesto siempre a ayudar a todos, y pobre entre los pobres, consoló en gran manera a los demás enfermos y alivió sus miserias. (1836) Canonizado 2018
16*. En Somasca, cerca de Bérgamo, nuevamente en Italia, beata Catalina Cittadini, virgen, que, privada de sus padres desde la más tierna edad, llegó a ser una paciente y competente maestra, que cuidó con esmero una institución dedicada a la educación cristiana de niñas pobres, y con esta misma finalidad, fundó el Instituto de las Hermanas Ursulinas de Somasca. (1857)
17*. En Dresde, en Alemania, beato Gregorio Frackowiak, religioso de la Sociedad del Verbo Divino y mártir, el cual, encarcelado en tiempo de guerra, después de sufrir por Cristo fue degollado por los enemigos de la fe. (1943)

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