Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

martes, 15 de marzo de 2022

Martes 19 abril 2022, Martes de la Octava de Pascua.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Biblioteca del Palacio Apostólico. Miércoles, 27 de enero de 2021

Catequesis 22. La oración con las Sagradas Escrituras

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy quisiera detenerme sobre la oración que podemos hacer a partir de un pasaje de la Biblia. Las palabras de la Sagrada Escritura no han sido escritas para quedarse atrapadas en el papiro, en el pergamino o en el papel, sino para ser acogidas por una persona que reza, haciéndolas brotar en su corazón. La palabra de Dios va al corazón. El Catecismo afirma: «A la lectura de la sagrada Escritura debe acompañar la oración —la Biblia no puede ser leída como una novela— para que se realice el diálogo de Dios con el hombre» (n. 2653). Así te lleva la oración, porque es un diálogo con Dios. Ese versículo de la Biblia ha sido escrito también para mí, hace siglos, para traerme una palabra de Dios. Ha sido escrito para cada uno de nosotros. A todos los creyentes les sucede esta experiencia: una pasaje de la Escritura, escuchado ya muchas veces, un día de repente me habla e ilumina una situación que estoy viviendo. Pero es necesario que yo, ese día, esté ahí, en la cita con esa Palabra, esté ahí, escuchando la Palabra. Todos los días Dios pasa y lanza una semilla en el terreno de nuestra vida. No sabemos si hoy encontrará suelo árido, zarzas, o tierra buena, que hará crecer esa semilla (cf. Mc 4,3-9). Depende de nosotros, de nuestra oración, del corazón abierto con el que nos acercamos a las Escrituras para que se conviertan para nosotros en Palabra viviente de Dios. Dios pasa, continuamente, a través de la Escritura. Y retomo lo que dije la semana pasada, que decía san Agustín: “Tengo temor del Señor cuando pasa”. ¿Por qué temor? Que yo no le escuche, que no me dé cuenta de que es el Señor.

A través de la oración sucede como una nueva encarnación del Verbo. Y somos nosotros los “tabernáculos” donde las palabras de Dios quieren ser acogidas y custodiadas, para poder visitar el mundo. Por eso es necesario acercarse a la Biblia sin segundas intenciones, sin instrumentalizarla. El creyente no busca en las Sagradas Escrituras el apoyo para la propia visión filosófica o moral, sino porque espera en un encuentro; sabe que estas, estas palabras, han sido escritas en el Espíritu Santo y que por tanto en ese mismo Espíritu deben ser acogidas, ser comprendidas, para que el encuentro se realice.

A mí me molesta un poco cuando escucho cristianos que recitan versículos de la Biblia como los loros. “Oh, sí, el Señor dice…, quiere así…” ¿Pero tú te has encontrado con el Señor, con ese versículo? No es un problema solo de memoria: es un problema de la memoria del corazón, la que te abre para el encuentro con el Señor. Y esa palabra, ese versículo, te lleva al encuentro con el Señor.

Nosotros, por tanto, leemos las Escrituras para que estas “nos lean a nosotros”. Y es una gracia poder reconocerse en este o aquel personaje, en esta o esa situación. La Biblia no está escrita para una humanidad genérica, sino para todos nosotros, para mí, para ti, para hombres y mujeres en carne y hueso, hombres y mujeres que tienen nombre y apellidos, como yo, como tú. Y la Palabra de Dios, impregnada del Espíritu Santo, cuando es acogida con un corazón abierto, no deja las cosas como antes, nunca, cambia algo. Y esta es la gracia y la fuerza de la Palabra de Dios.

La tradición cristiana es rica de experiencias y de reflexiones sobre la oración con la Sagrada Escritura. En particular, se ha consolidado el método de la “lectio divina”, nacido en ambiente monástico, pero ya practicado también por los cristianos que frecuentan las parroquias. Se trata ante todo de leer el pasaje bíblico con atención, es más, diría con “obediencia” al texto, para comprender lo que significa en sí mismo. Sucesivamente se entra en diálogo con la Escritura, de modo que esas palabras se conviertan en motivo de meditación y de oración: permaneciendo siempre adherente al texto, empiezo a preguntarme sobre qué “me dice a mí”. Es un paso delicado: no hay que resbalar en interpretaciones subjetivistas, sino entrar en el surco vivo de la Tradición, que une a cada uno de nosotros a la Sagrada Escritura. Y el último paso de la lectio divina es la contemplación. Aquí las palabras y los pensamientos dejan lugar al amor, como entre enamorados a los cuales a veces les basta con mirarse en silencio. El texto bíblico permanece, pero como un espejo, como un icono para contemplar. Y así se tiene el diálogo.

A través de la oración, la Palabra de Dios viene a vivir en nosotros y nosotros vivimos en ella. La Palabra inspira buenos propósitos y sostiene la acción; nos da fuerza, nos da serenidad, y también cuando nos pone en crisis nos da paz. En los días “torcidos” y confusos, asegura al corazón un núcleo de confianza y de amor que lo protege de los ataques del maligno.

Así la Palabra de Dios se hace carne —me permito usar esta expresión: se hace carne— en aquellos que la acogen en la oración. En algunos textos antiguos surge la intuición de que los cristianos se identifican tanto con la Palabra que, incluso si quemaran todas las Biblias del mundo, se podría salvar el “calco” a través de la huella que ha dejado en la vida de los santos. Esta es una bonita expresión.

La vida cristiana es obra, al mismo tiempo, de obediencia y de creatividad. Un buen cristiano debe ser obediente, pero debe ser creativo. Obediente, porque escucha la Palabra de Dios; creativo, porque tiene el Espíritu Santo dentro que le impulsa a practicarla, a llevarla adelante. Jesús lo dice al final de un discurso suyo pronunciado en parábolas, con esta comparación: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas —del corazón— lo nuevo y lo viejo» (Mt 13,52). Las Sagradas Escrituras son un tesoro inagotable. Que el Señor nos conceda, a todos nosotros, tomar de ahí cada vez más, mediante la oración. Gracias.

CALENDARIO


19 MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Misa
del martes de la Octava (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., sin Cr., Pref. Pasc. I «en este día», embolismos props. en las PP. EE. No se puede decir la PE IV. Despedida con doble «Aleluya».
LECC.: vol. II.
- Hch 2, 36-41.
Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús.
- Sal 32. R. La misericordia del Señor llena la tierra.
- Secuencia (opcional). Ofrezcan los cristianos.
- Jn 20, 11-18. He visto al Señor y ha dicho esto.

*
Hoy no se permiten otras celebraciones, excepto la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio del martes de la Octava. Te Deum. Comp. Dom. I o II.

Martirologio: elogs. del 20 de abril, pág. 265.

TEXTOS MISA

MARTES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Antífona de entrada Cf. Eclo 15, 3-4
Les dio a beber agua de sabiduría; si se apoyan en ella, no vacilarán; los ensalzará para siempre. Aleluya.
Aqua sapiéntiae potávit eos; firmábitur in illis, et non flectétur, exaltábit eos in aetérnum, allelúia.

Se dice Gloria.

Oración colecta
Oh, Dios, que nos entregaste los auxilios pascuales, continúa favoreciendo a tu pueblo con estos dones celestes, para que, habiendo alcanzado la libertad verdadera, pueda gozar en el cielo de la alegría que ya ha empezado a gustar en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui paschália nobis remédia contulísti, pópulum tuum caelésti dono proséquere, ut, perféctam libertátem assecútus, in caelis gáudeat, unde nunc in terris exsúltat. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Martes de la Octava de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 2, 36-41
Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos:
«Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».
Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?».
Pedro les contestó:
«Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro».
Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo:
«Salvaos de esta generación perversa».
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22 (R.: 5b)
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
Misericórdia Dómini plena est terra.
O bien: Aleluya.

V. La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
Misericórdia Dómini plena est terra.

V. Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
Misericórdia Dómini plena est terra.

V. Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperarnos de ti.
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
Misericórdia Dómini plena est terra.

SECUENCIA (opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Victimae Pascháli laudes
immolent Christiáni.

Agnus redémit oves:
Christus ínnocens Patri
reconciliávit
peccatores.

Mors et vita duello
conflixére mirándo:
dux vitae mórtuus,
regnat vivus.

Dic nobis María,
Quid vidísti in via?

Sepúlcrum Christi vivéntis,
et glóriam vidi resurgéntis:
Angélicos testes,
sudárium et vestes.

Surréxit Christus spes mea:
praecédet suos in Galilaéam.

Scimus Christum surrexísse
a mórtuis vere:
Tu nobis, victor Rex miserére.
Amen. Allelúia.

Aleluya Sal 117, 24
Éste es el día que hizo el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Haec dies quam fecit Dóminus; exsultémus et laetémur in ea.

EVANGELIO 20, 11-18
He visto al Señor y ha dicho esto
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando, Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«María!».
Ella se vuelve y le dice:
«Rabbuní!», que significa: «Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Gregorio, In Evang. hom. 25
Tal vez esta mujer, ni aún equivocándose erró, creyendo a Jesús un hortelano. ¿Acaso no lo era espiritualmente para ella, en cuyo corazón sembraba por la fuerza del amor las semillas fecundas de las virtudes? ¿Pero qué significa el que, habiendo visto al que creía hortelano, y a quien ella no había dicho aún lo que buscaba, le pregunta si él lo ha tomado? Pero la fuerza del amor suele producir en el ánimo la idea de creer que nadie ignora lo que él está pensando siempre. Después que el Señor le nombró con el vocablo común de su sexo, y no fue reconocido, la llama por su propio nombre. Por eso sigue: "Y le dice Jesús: María", como si dijera: reconoce a aquel que te conoce a ti. María, pues, oyéndose llamada por su nombre, reconoce exteriormente al que ella buscaba interiormente. 

Oración de los fieles
Jesucristo el Señor resucitado, vive para siempre e intercede por nosotros ante el Padre. Dirijámonos a Él con toda confianza.
- Para que por el poder de la resurrección, la Iglesia alcance en todo el mundo la libertad verdadera. Oremos.
- Para que cuantos hemos sido bautizados en Cristo vivamos la vida nueva según el Espíritu. Oremos.
- Para que las mujeres cristianas de hoy, a semejanza de María Magdalena, sepan anunciar con la palabra y con las obras que Cristo está vivo entre nosotros Oremos.
- Para que nosotros, que celebramos alegres la Pascua del Señor vivamos una vida nueva como testigos de la resurrección.
Todo esto te lo pedimos, Padre, por la intercesión de Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Acoge, Señor, con bondad las ofrendas de tu familia, para que, bajo tu protección, no pierda los dones ya recibidos y alcance los eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Super oblata
Oblatiónes famíliae tuae, quaesumus, Dómine, súscipe miserátus, ut, sub tuae protectiónis auxílio, et colláta non perdat, et ad aetérna dona pervéniat. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL I
EL MISTERIO PASCUAL
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este día glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hac potíssimum die gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Ipse enim verus est Agnus qui ábstulit peccáta mundi. Qui mortem nostram moriéndo destrúxit, et vitam resurgéndo reparávit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO. Cuando se utiliza el Canon romano, se dicen Reunidos en comunión, y Acepta, Señor, en tu bondad propios.

Antífona de comunión Col 3, 1-2
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba. Aleluya.
Si consurrexístis cum Christo, quae sursum sunt quaerite, ubi Christus est in déxtera Dei sedens; quae sursum sunt sápite, allelúia.

Oración después de la comunión
Escúchanos, Dios todopoderoso, y, para merecer la felicidad eterna, prepara los corazones de tu familia a la que otorgaste la gracia incomparable del bautismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Exáudi nos, omnípotens Deus, et famíliae tuae corda, cui perféctam baptísmatis grátiam contulísti, ad promeréndam beatitúdinem aptes aetérnam. Per Christum.

Bendición solemne como el día de Pascua.
Que os bendiga Dios todopoderoso en la solemnidad pascual que hoy celebramos y, compasivo, os defienda de toda asechanza del pecado.
Benedícat vos omnípotens Deus, hodiérna interveniénte sollemnitáte pascháli, et ab omni miserátus deféndat incursióne peccáti.
R. Amén.
El que os ha renovado para la vida eterna, en la resurrección de su Unigénito, os colme con el premio de la inmortalidad.
Et qui ad aetérnam vitam in Unigéniti sui resurrectióne vos réparat, vos praemiis immortalitátis adímpleat.
R. Amén.
Y quienes, terminados los días de la pasión del Señor, habéis participado en los gozos de la fiesta de Pascua, podáis llegar, por su gracia, con espíritu exultante a aquellas fiestas que se celebran con alegría eterna.
Et qui, explétis passiónis domínicae diébus, paschális festi gáudia celebrátis, ad ea festa, quae laetítiis peragúntur aetérnis, ipso opitulánte, exsultántibus ánimis veniátis.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
Benedícat vos omnípotens Deus, Pater, et Fílius, + et Spíritus Sanctus.
R. Amén.

Para despedir al pueblo, el diácono o el mismo sacerdote, dice:
Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.
Ite, missa est, allelúia, allelúia.
R. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.
Deo grátias, allelúia, allelúia.

MARTIROLOGIO

Elogios del 20 de abril
1. 
En Roma, san Aniceto, papa, que recibió fraternalmente como huésped insigne a san Policarpo, para determinar juntos acerca de la fecha de la Pascua. (c. 166)
2. También en Roma, santos Sulpicio y Serviano, mártires, enterrados en la segunda milla de la vía Latina. (s. inc.)
3. En Córdoba, en la Hispania Bética, san Secundino, mártir (s. IV)
4. En Embrún, lugar de la Galia, hoy Francia, san Marcelino, primer obispo de esta ciudad, el cual, oriundo de África, convirtió a la fe de Cristo la mayor parte de la población de los Alpes Marítimos y fue ordenado obispo por san Eusebio de Vercelli. (c. 374)
5. En Auxerre, en la Galia Lugdunense, también Francia en la actualidad, san Marciano, monje(c. 488)
6. En Constantinopla, hoy Estambul, en Turquía, san Teodoro, que fue llamado “Triquino” por el áspero cilicio con que se cubría, y llevó una admirable existencia en la soledad. (s. V)
7. En Antioquía de Siria, igualmente en la actual Turquía, san Anastasio, obispo y mártir, que durante el reinado del emperador Focas fue asesinado cruelmente por unos sicarios. (609)
8*. En la región de Laurino, cerca de Pesto, en la región italiana de Campania, santa Heliena, virgen, la cual, firme en el seguimiento de Cristo, abrazó una vida solitaria, en la que sirvió constantemente a Dios en las necesidades de los religiosos y de los enfermos. (s. VII)
9*. En Osnabrück, población de Sajonia, hoy Alemania, san Vihón, obispo, oriundo de Frisia, que fue enviado por el emperador Carlomagno como abad para evangelizar la región y, ordenado obispo de esta Iglesia, tuvo que sufrir mucho por Cristo. (804)
10*. En el monasterio de Châteliers, en la región de Poitiers, en Francia, beato Geraldo de Salles, que, dedicado a la vida penitente, fue un canónigo pobre y un eremita más pobre aún, ejemplo con el cual atrajo a muchos al amor de Dios y a la vida eremítica, y además fundó varias casas de canónigos regulares. (1120)
11*. En Pisa, ciudad de Toscana, en Italia, beato Domingo Vernagalli, presbítero de la Orden de los Camaldulenses, constructor de un orfanato. (1218)
12. En Montepulciano, también en Toscana, santa Inés, virgen, que vistió el hábito de las vírgenes a los nueve años, y a los quince, muy a su pesar, fue elegida superiora de las monjas de Procene. Más tarde fundó un monasterio sometido a la disciplina de santo Domingo, donde dio muestras de una profunda humildad. (1317)
13*. En Bolonia, en la región de Emilia-Romaña, nuevamente en Italia, beato Simón Rinalducci de Todi, presbítero de la Orden de Eremitas de San Agustín, que con su enseñanza y ejemplo edificó a los jóvenes estudiantes y a todo el pueblo de Dios. (1322)
14*. En Lancaster, en Inglaterra, beatos Jacobo Bell y Juan Finch, mártires. El primero de ellos era sacerdote, aunque vivió durante veinte años en otra confesión hasta que se reconcilió con la Iglesia católica a instancias de una piadosa mujer, y el segundo, padre de familia, agricultor y catequista, por su fe estuvo encarcelado durante varios años y sufrió hambre y otras pruebas. Finalmente, ambos, en tiempo de la reina Isabel I, alcanzaron el premio de la gloria con su martirio. (1584)
15*. En Londres, también en Inglaterra, beatos Ricardo Sageant y Guillermo Thompson, presbíteros y mártires, que condenados a muerte por haber entrado y permanecido en el país siendo sacerdotes, cumpliendo su martirio en Tyburn. (1584)
16*. En Clone, en Irlanda, beato Mauricio MacKenraghty, presbítero y mártir, que tras dos años encerrado en la cárcel por negarse a reconocer la autoridad de Isabel I sobre la Iglesia, fue llevado al suplicio del patíbulo. (1584)
17*. En York, en Inglaterra, beato Antonio Page, presbítero y mártir, hombre manso y honesto, que por ser sacerdote fue condenado a crueles suplicios. (1593)
18*. En Londres, de nuevo en Inglaterra, beatos Francisco Page, de la orden de la Compañía de Jesús, y Roberto Watkinson, presbíteros y mártires. Este último había sido ordenado apenas un mes antes, y ambos, por su condición de sacerdotes, fueron ajusticiados en Tyburn, en tiempo de Isabel I. (1602)
19*. En Pianello, cerca del lago de Como, en Italia, beata Clara (Dina) Bosatta, virgen, que, con la ayuda del beato Luis Guanella, fundó la Pequeña Casa de la Divina Providencia. (1887)
20*. En el lugar de Hartheim, cerca de Linz, en Austria, mientras era conducido al campo de concentración de Dachau, beato Anastasio Pankiewicz, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, que contra un régimen opresor de la dignidad cristiana dio fiel testimonio de su fe hasta la muerte. (1942)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.