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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

martes, 8 de marzo de 2022

Miércoles 13 abril 2022, Miércoles Santo, feria.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Biblioteca del Palacio Apostólico. Miércoles, 30 de diciembre de 2020

Catequesis 20. La oración de acción de gracias

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Quisiera detenerme hoy en la oración de acción de gracias. Y hago referencia a un episodio del evangelista Lucas. Mientras Jesús estaba en camino, se le acercaron diez leprosos que imploran: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» (17,13). Sabemos que, para los enfermos de lepra, al sufrimiento físico se le unía la marginación social y la marginación religiosa. Eran marginados. Jesús no rehúye el encuentro con ellos. A veces va más allá de los límites impuestos por la ley y toca al enfermo —que no se podía hacer —, lo abraza, lo sana. En este caso no hay contacto. A distancia, Jesús les invita a presentarse donde los sacerdotes (v. 14), los cuales estaban encargados, según la ley, de certificar la sanación. Jesús no dice otra cosa. Ha escuchado su oración, ha escuchado su grito de piedad, y les manda enseguida donde los sacerdotes.

Los diez se fían, no se quedan ahí hasta el momento de ser sanados, no: se fían y van enseguida, y mientras están yendo se curan, los diez. Los sacerdotes habrían por tanto podido constatar su sanación y devolverles a la vida normal. Pero aquí viene el punto más importante: de ese grupo, solo uno, antes de ir donde los sacerdotes, vuelve atrás a dar las gracias a Jesús y alabar a Dios por la gracia recibida. Solo uno, los otros nueve siguen el camino. Y Jesús nota que ese hombre era un samaritano, una especie de “hereje” para los judíos de la época. Jesús comenta: «¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» (17,18). ¡Es conmovedora la historia!

Este pasaje, por así decir, divide el mundo en dos: quien no da las gracias y quien da las gracias; quien toma todo como si se le debiera, y quien acoge todo como don, como gracia. El Catecismo escribe: «Todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias» (n. 2638). La oración de acción de gracias comienza siempre desde aquí: del reconocerse precedidos por la gracia. Hemos sido pensados antes de que aprendiéramos a pensar; hemos sido amados antes de que aprendiéramos a amar; hemos sido deseados antes de que en nuestro corazón surgiera un deseo. Si miramos la vida así, entonces el “gracias” se convierte en el motivo conductor de nuestras jornadas. Muchas veces olvidamos también decir “gracias”.

Para nosotros cristianos el dar las gracias ha dado nombre al Sacramento más esencial que hay: la Eucaristía. La palabra griega, de hecho, significa precisamente esto: acción de gracias. Los cristianos, como todos los creyentes, bendicen a Dios por el don de la vida. Vivir es ante todo haber recibido la vida. Todos nacemos porque alguien ha deseado para nosotros la vida. Y esto es solo la primera de una larga serie de deudas que contraemos viviendo. Deudas de reconocimiento. En nuestra existencia, más de una persona nos ha mirado con ojos puros, gratuitamente. A menudo se trata de educadores, catequistas, personas que han desempeñado su rol más allá de la medida pedida por el deber. Y han hecho surgir en nosotros la gratitud. También la amistad es un don del que estar siempre agradecidos.

Este “gracias” que debemos decir continuamente, este gracias que el cristiano comparte con todos, se dilata en el encuentro con Jesús. Los Evangelios testifican que el paso de Jesús suscita a menudo alegría y alabanza a Dios en aquellos que lo encontraban. Las narraciones de la Navidad están llenas de orantes con el corazón ensanchado por la llegada del Salvador. Y también nosotros hemos sido llamados a participar en esta inmensa exultación. Lo sugiere también el episodio de los diez leprosos sanados. Naturalmente todos estaban felices por haber recuperado la salud, pudiendo así salir de esa interminable cuarentena forzada que les excluía de la comunidad. Pero entre ellos hay uno que a la alegría añade alegría: además de la sanación, se alegra por el encuentro sucedido con Jesús. No solo está libre del mal, sino que ahora también posee la certeza de ser amado. Este es el núcleo: cuando tú das gracias, expresas la certeza de ser amado. Y este es un paso grande: tener la certeza de ser amado. Es el descubrimiento del amor como fuerza que gobierna el mundo. Dante diría: el Amor «que mueve el sol y las otras estrellas» (Paraíso, XXXIII, 145). Ya no somos viajeros errantes que vagan por aquí y por allá, no: tenemos una casa, vivimos en Cristo, y desde esta “casa” contemplamos el resto del mundo, y este nos aparece infinitamente más bello. Somos hijos del amor, somos hermanos del amor. Somos hombres y mujeres de gracia.

Por tanto, hermanos y hermanas, tratemos de estar siempre en la alegría del encuentro con Jesús. Cultivemos la alegría. Sin embargo el demonio, después de habernos engañado —con cualquier tentación—, nos deja siempre tristes y solos. Si estamos en Cristo, ningún pecado y ninguna amenaza nos podrán impedir nunca continuar con alegría el camino, junto a tantos compañeros de viaje.

Sobre todo, no dejemos de agradecer: si somos portadores de gratitud, también el mundo se vuelve mejor, quizá solo un poco, pero es lo que basta para transmitirle un poco de esperanza. El mundo necesita esperanza y con la gratitud, con esta actitud de decir gracias, nosotros transmitimos un poco de esperanza. Todo está unido, todo está conectado y cada uno puede hacer su parte allá donde se encuentra. El camino de la felicidad es el que San Pablo ha descrito al final de una de sus cartas: «Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros. No extingáis el Espíritu» (1Ts 5,17-19). No apagar el Espíritu, ¡buen programa de vida! No apagar el Espíritu que tenemos dentro que nos lleva a la gratitud.

CALENDARIO

13 MIÉRCOLES SANTO, feria

Misa
de feria (morado).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. II de la Pasión del Señor.
LECC.: vol. II.
- Is 50, 4-9a.
No escondí el rostro ante ultrajes.
- Sal 68. R. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
- Mt 26, 14-25. El Hijo del hombre se va como está escrito; pero, ¡ay de aquel por quien es entregado!

* Hoy no se permiten otras celebraciones, excepto la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 14 de abril, pág. 255.

TEXTOS MISA

MIÉRCOLES SANTO


Antífona de entrada Cf. Flp 2, 10. 8. 11
Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo: porque él se ha hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz; por eso es Señor, para gloria de Dios Padre.
In nómine Iesu omne genu flectátur, caeléstium, terréstrium et infernórum: quia Dóminus factus est oboédiens usque ad mortem, mortem autem crucis: ídeo Dóminus Iesus Christus in glória est Dei Patris.

Acto penitencial
Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las invocaciones que se proponen a continuación.
Recordando la pasión de Cristo, pedimos perdón por nuestros pecados:
- Señor Jesús, azotado y coronado de espinas. Señor, ten piedad.
R. Señor ten piedad.
- Jesús, condenado a muerte y cargado con el peso de la cruz. Cristo, ten piedad
R. Cristo, ten piedad.
- Jesús, crucificado en el Calvario, que atraes a todos hacia ti. Señor ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Oración colecta
Oh, Dios que, para libramos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo soportase por nosotros el suplicio de la cruz, concédenos a tus siervos alcanzar la gracia de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui pro nobis Fílium tuum crucis patíbulum subíre voluísti, ut inimíci a nobis expélleres potestátem, concéde nobis fámulis tuis, ut resurrectiónis grátiam consequámur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Miércoles Santo (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Is 50,4-9a
No escondí el rostro ante ultrajes

Lectura del libro de Isaías.

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo;
para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído;
yo no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda,
por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
Mi defensor está cerca,
¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos,
¿quién me acusará?
Que se acerque.
Mirad, el Señor Dios me ayuda,
¿quién me condenará?

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 68, 8-10. 21-22. 31 y 33-34 (R.: 14c y b)
R. 
Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
In multitúdine misericórdiae tuae, Dómine, exáudi me, témpore grátiae.

V. Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre.
Porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mi.
R. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
In multitúdine misericórdiae tuae, Dómine, exáudi me, témpore grátiae.

V. La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.
R. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
In multitúdine misericórdiae tuae, Dómine, exáudi me, témpore grátiae.

V. Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos;
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
R. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.
In multitúdine misericórdiae tuae, Dómine, exáudi me, témpore grátiae.

Versículo antes del Evangelio (Opción 1)
Salve, Rey nuestro, sólo tu te has compadecido de nuestros errores

Versículo antes del Evangelio (Opción 2)
Salve, Rey nuestro, obediente al Padre; fuiste llevado a la crucifixión, como manso cordero a la matanza.
Ave, Rex noster, Patri oboédiens: ductus es ad crucifigéndum, ut agnus mansuétus ad occisiónem.

EVANGELIO Mt 26, 14-25
El Hijo del hombre se va como está escrito; pero, ¡ay de aquel por quien es entregado!
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
«¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?».
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». Él contestó:
«Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle:
“El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
«En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
«¿Soy yo acaso, Señor?».
Él respondió:
«El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
«¿Soy yo acaso, Maestro?».
Él respondió:
«Tú lo has dicho».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Benedicto XVI, Audiencia general 18-octubre-2006
Recordemos dos cosas. La primera:  Jesús respeta nuestra libertad. La segunda:  Jesús espera que queramos arrepentirnos y convertirnos; es rico en misericordia y perdón. Por lo demás, cuando pensamos en el papel negativo que desempeñó Judas, debemos enmarcarlo en el designio superior de Dios que guía los acontecimientos. Su traición llevó a la muerte de Jesús, quien transformó este tremendo suplicio en un espacio de amor salvífico y en entrega de sí mismo al Padre (cf. Ga 2, 20; Ef 5, 2. 25). El verbo "traicionar" es la versión de una palabra griega que significa "entregar". A veces su sujeto es incluso Dios en persona:  él mismo por amor "entregó" a Jesús por todos nosotros (cf. Rm 8, 32). En su misterioso plan de salvación, Dios asume el gesto injustificable de Judas como ocasión de la entrega total del Hijo por la redención del mundo.

Oración de los fieles
El Señor Jesús instituyó el sacramento de su entrega a nosotros, cuando uno de sus discípulos se preparaba para traicionarlo. Reconociendo el amor del Padre manifestado en la entrega de Cristo en la pasión y en la eucaristía, dirijamos a él nuestra oración.
- Para que la Iglesia, con la mirada puesta en Cristo, no se gloríe sino en la cruz de su Señor. Roguemos al Señor.
- Para que Jesús, que con su sangre salvó al mundo, se muestre amigo y defensor de todos los hombres. Roguemos al Señor.
- Para que los cristianos seamos siempre capaces de decir al abatido una palabra de aliento. Roguemos al Señor.
- Para que nuestro arrepentimiento y penitencia sean camino de gracia y redención, que se actualice en la próxima Pascua. Roguemos al Señor.
Señor, Dios nuestro, escucha con amor nuestras súplicas y concédenos ser siempre fieles discípulos de Jesucristo, tu Hijo, con sus mismos sentimientos y actitudes de entrega sin reservas a ti y a los hombres. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, las ofrendas que te presentamos, y muestra la eficacia de tu poder, para que, al celebrar sacramentalmente la pasión de tu Hijo, consigamos sus frutos saludables. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe, quaesumus, Dómine, munus oblátum, et dignánter operáre, ut, quod gérimus Fílii tui mystério passiónis, piis efféctibus consequámur. Per Christum.

PREFACIO II DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
LA VICTORIA DE LA PASIÓN
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque se acercan los días de su pasión salvadora y de su resurrección gloriosa; en ellos se actualiza su triunfo sobre la soberbia del antiguo enemigo y celebramos el misterio de nuestra redención.
Por él, los coros de los ángeles adoran tu gloria eternamente, gozosos en tu presencia. Permítenos asociamos a sus voces cantando con ellos tu alabanza:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Cuius salutíferae passiónis et gloriósae resurrectiónis dies appropinquáre noscúntur, quibus et de antíqui hostis supérbia triumphátur, et nostrae redemptiónis recólitur sacraméntum. Per quem maiestátem tuam adórat exércitus Angelórum, ante conspéctum tuum in aeternitáte laetántium.
Cum quibus et nostras voces ut admítti iúbeas, deprecámur, sócia exsultatióne dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III.

Antífona de comunión Mt 20, 28

El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.
Fílius hóminis non venit ministrári, sed ministráre, et dare ánimam suam redemptiónem pro multis.

Oración después de la comunión
Dios todopoderoso, concédenos sentir vivamente que, por la muerte de tu Hijo en el tiempo manifestada en estos santos misterios, confiemos en que tú nos has dado la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Largíre sénsibus nostris, omnípotens Deus, ut per temporálem Fílii tui mortem, quam mystéria veneránda testántur, vitam te nobis dedísse perpétuam confidámus. Per Christum.

Oración sobre el pueblo
Se puede añadir ad libitum
V. 
El Señor esté con vosotros. R.
V. 
Inclinaos para recibir la bendición.
Concede, Señor, a tus fieles recibir pronto los sacramentos pascuales y esperar, con vivo deseo, los dones futuros, para que, perseverando en los santos misterios que los hicieron renacer, se sientan impulsados por ellos hacia una nueva vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Da, quaesumus, Dómine, fidélibus tuis et sine cessatióne cápere paschália sacraménta, et desideránter exspectáre dona ventúra, ut, mystériis quibus renáti sunt permanéntes, ad novam vitam his opéribus perducántur. Per Christum.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre. R.

MARTIROLOGIO

Elogios del 14 de abril

1. En Roma, en el cementerio de Pretextato, en la vía Apia, santos Tiburcio, Valeriano y Máximo, mártires. (s. inc.)
2. En Antioquía de Siria, hoy Turquía, santas mártires Bernice y Prosdoca, vírgenes, y su madre Domnina, que en tiempo de persecución, para evitar a los que querían atentar contra su pureza, buscaron remedio en la fuga, pero hallaron finalmente el martirio al ser arrojadas a un río. (s. IV)
3. En el desierto de Nitria, en Egipto, san Frontón, abad, que, junto con setenta compañeros, se retiró a aquel lugar inhóspito. (c. s. IV)
4. En Elphin, lugar de Irlanda, san Asaco, obispo, considerado como discípulo de san Patricio y primer obispo de esta Iglesia. (s. V)
5. En Alejandría, en Egipto, santa Tomáide, mártir. (476)
6. En Lyon, en Francia, san Lamberto, obispo, que antes había sido monje y abad del monasterio de Fontanelle. (c. 688)
7*. En Montemarano, en Campania, actual región de Italia, san Juan, obispo, que se dedicó con empeño y pasión a ayudar a los pobres y a la santificación del clero. (s. XI/XII)
8*. En el monasterio de Tiron, junto a Chartres, en Francia, san Bernardo, abad, que llevó vida eremítica en bosques y en la isla Chausey, y fue maestro insigne de los discípulos que acudían a él en gran número, a los cuales encaminaba hacia la perfección evangélica. (1117)
9*. En Aviñón, en Francia, san Benito, joven pastor, que siendo adolescente se trasladó a esta ciudad y gracias a él, con la ayuda de Dios, se construyó un puente sobre el Ródano, muy útil para los ciudadanos. (1184)
10*. En Tui, en la región de Galicia, en España, beato Pedro González “Telmo”, presbítero de la Orden de Predicadores, que trató de ser tan humilde como en el pasado había deseado la gloria, y se entregó a ayudar a los más menesterosos, sobre todo a marineros y pescadores. (1246)
11*. En Schiedam, en Gueldres, en la actual Holanda, santa Lidvina o Liduina, virgen, que, por la conversión de los pecadores y la liberación de las almas, soportó durante toda la vida enfermedades del cuerpo, confiada sólo en Dios. (1433)
12*. En el pueblo Cuevas de Vinromá, en la provincia de Castallón de la Región Valenciana, en España, beata Isabel Calduch Rovira, virgen de la Orden de Clarisas Capuchinas y mártir, que en tiempo de persecución contra la fe entregó la vida por confesar a Cristo. (1936)

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