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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

martes, 8 de marzo de 2022

Martes 12 abril 2022, Martes Santo, feria.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Biblioteca del Palacio Apostólico. Miércoles, 16 de diciembre de 2020

Catequesis 19. La oración de intercesión

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Quien reza no deja nunca el mundo a sus espaldas. Si la oración no recoge las alegrías y los dolores, las esperanzas y las angustias de la humanidad, se convierte en una actividad “decorativa”, una actitud superficial, de teatro, una actitud intimista. Todos necesitamos interioridad: retirarnos en un espacio y en un tiempo dedicado a nuestra relación con Dios. Pero esto no quiere decir evadirse de la realidad. En la oración, Dios “nos toma, nos bendice, y después nos parte y nos da”, para el hambre de todos. Todo cristiano está llamado a convertirse, en las manos de Dios, en pan partido y compartido. Es decir una oración concreta, que no sea una evasión.

Así los hombres y las mujeres de oración buscan la soledad y el silencio, no para no ser molestados, sino para escuchar mejor la voz de Dios. A veces se retiran del mundo, en lo secreto de la propia habitación, como recomendaba Jesús (cfr. Mt 6,6), pero, allá donde estén, tienen siempre abierta la puerta de su corazón: una puerta abierta para los que rezan sin saber que rezan; para los que no rezan en absoluto pero llevan dentro un grito sofocado, una invocación escondida; para los que se han equivocado y han perdido el camino… Cualquiera puede llamar a la puerta de un orante y encontrar en él o en ella un corazón compasivo, que reza sin excluir a nadie. La oración es nuestro corazón y nuestra voz, y se hace corazón y voz de tanta gente que no sabe rezar o no reza, o no quiere rezar o no puede rezar: nosotros somos el corazón y la voz de esta gente que sube a Jesús, sube al Padre, como intercesores. En la soledad quien reza —ya sea la soledad de mucho tiempo o la soledad de media hora para rezar— se separa de todo y de todos para encontrar todo y a todos en Dios. Así el orante reza por el mundo entero, llevando sobre sus hombros dolores y pecados. Reza por todos y por cada uno: es como si fuera una “antena” de Dios en este mundo. En cada pobre que llama a la puerta, en cada persona que ha perdido el sentido de las cosas, quien reza ve el rostro de Cristo.

El Catecismo escribe: «Interceder, pedir en favor de otro es […] lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios» (n. 2635). Esto es muy bonito. Cuando rezamos estamos en sintonía con la misericordia de Dios: misericordia en relación con nuestros pecados —que es misericordioso con nosotros—, pero también misericordia hacia todos aquellos que han pedido rezar por ellos, por los cuales queremos rezar en sintonía con el corazón de Dios. Esta es la verdadera oración. En sintonía con la misericordia de Dios, ese corazón misericordioso. «En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos» (ibid.). ¿Qué quiere decir que se participa en la intercesión de Cristo, cuando yo intercedo por alguien o rezo por alguien? Porque Cristo delante del Padre es intercesor, reza por nosotros, y reza haciendo ver al Padre las llagas de sus manos; porque Jesús físicamente, con su cuerpo está delante del Padre. Jesús es nuestro intercesor, y rezar es un poco hacer como Jesús; interceder en Jesús al Padre, por los otros. Esto es muy bonito.

A la oración le importa el hombre. Simplemente el hombre. Quien no ama al hermano no reza seriamente. Se puede decir: en espíritu de odio no se puede rezar; en espíritu de indiferencia no se puede rezar. La oración solamente se da en espíritu de amor. Quien no ama finge rezar, o él cree que reza, pero no reza, porque falta precisamente el espíritu que es el amor. En la Iglesia, quien conoce la tristeza o la alegría del otro va más en profundidad de quien indaga los “sistemas máximos”. Por este motivo hay una experiencia del humano en cada oración, porque las personas, aunque puedan cometer errores, no deben ser nunca rechazadas o descartadas.

Cuando un creyente, movido por el Espíritu Santo, reza por los pecadores, no hace selecciones, no emite juicios de condena: reza por todos. Y reza también por sí mismo. En ese momento sabe que no es demasiado diferente de las personas por las que reza: se siente pecador, entre los pecadores, y reza por todos. La lección de la parábola del fariseo y del publicano es siempre viva y actual (cfr. Lc 18,9-14): nosotros no somos mejores que nadie, todos somos hermanos en una comunidad de fragilidad, de sufrimientos y en el ser pecadores. Por eso una oración que podemos dirigir a Dios es esta: “Señor, no es justo ante ti ningún viviente (cfr. Sal 143,2) —esto lo dice un salmo: ‘Señor, no es justo ante ti ningún viviente’, ninguno de nosotros: todos somos pecadores—, todos somos deudores que tienen una cuenta pendiente; no hay ninguno que sea impecable a tus ojos. ¡Señor ten piedad de nosotros!”. Y con este espíritu la oración es fecunda, porque vamos con humildad delante de Dios a rezar por todos. Sin embargo, el fariseo rezaba de forma soberbia: “Te doy gracias, Señor, porque yo no soy como esos pecadores; yo soy justo, hago siempre…”. Esta no es la oración: esto es mirarse al espejo, a la realidad propia, mirarse al espejo maquillado de la soberbia.

El mundo va adelante gracias a esta cadena de orantes que interceden, y que son en su mayoría desconocidos… ¡pero no para Dios! Hay muchos cristianos desconocidos que, en tiempo de persecución, han sabido repetir las palabras de nuestro Señor: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

El buen pastor permanece fiel también delante de la constatación del pecado de la propia gente: el buen pastor continúa siendo padre también cuando sus hijos se alejan y lo abandonan. Persevera en el servicio de pastor también en relación con quien lo lleva a ensuciarse las manos; no cierra el corazón delante de quien quizá lo ha hecho sufrir.

La Iglesia, en todos sus miembros, tiene la misión de practicar la oración de intercesión, intercede por los otros. En particular tiene el deber quien está en un rol de responsabilidad: padres, educadores, ministros ordenados, superiores de comunidad… Como Abraham y Moisés, a veces deben “defender” delante de Dios a las personas encomendadas a ellos. En realidad, se trata de mirar con los ojos y el corazón de Dios, con su misma invencible compasión y ternura. Rezar con ternura por los otros.

Hermanos y hermanas, todos somos hojas del mismo árbol: cada desprendimiento nos recuerda la gran piedad que debemos nutrir, en la oración, los unos por los otros. Recemos los unos por los otros: nos hará bien a nosotros y hará bien a todos. ¡Gracias!

CALENDARIO

12 MARTES SANTO, feria

Misa
de feria (morado).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. II de la Pasión del Señor.
LECC.: vol. II.
- Is 49, 1-6.
Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.
- Sal 70. R. Mi boca contará tu salvación, Señor.
- Jn 13, 21-33. 36-38. Uno de vosotros me va a entregar… No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.

* Hoy no se permiten otras celebraciones, excepto la misa exequial. Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 13 de abril, pág. 253.
CALENDARIOS: Burgos: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, arzobispo (2008).
Oviedo: Aniversario de la muerte de Mons. Francisco Javier Lauzurica Torralba, arzobispo (1964).

TEXTOS MISA

MARTES SANTO

Antífona de entrada Cf. Sal 26, 12
No me entregues, Señor, a la saña de mis adversarios, porque se levantan contra mí testigos falsos, que respiran violencia.
Ne tradíderis me, Dómine, in ánimas persequéntium me: quóniam insurrexérunt in me testes iníqui, et mentíta est iníquitas sibi.

Acto penitencial
Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las invocaciones que se proponen a continuación.

Recordando la pasión de Cristo, pedimos perdón por nuestros pecados:
- Señor Jesús, traicionado por Judas y prendido en Getsemaní. Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Jesús, humillado, deshonrado y condenado a muerte. Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Jesús, conducido al Calvario y clavado en la cruz. Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar de tal modo en las celebraciones de la pasión del Señor, que merezcamos tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo.
Omnípotens sempitérne Deus, da nobis ita domínicae passiónis sacraménta perágere, ut indulgéntiam percípere mereámur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Martes Santo (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Is 49, 1-6
Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra

Lectura del libro de Isaías.

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:
El Señor me llamó desde el vientre materno,
de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre.
Hizo de mi boca una espada afilada,
me escondió en la sombra de su mano;
me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba
y me dijo: «Tú eres mi siervo, Israel,
por medio de ti me glorificaré».
Y yo pensaba: «En vano me he cansado,
en viento y en nada he gastado mis fuerzas».
En realidad el Señor defendía mi causa,
mi recompensa la custodiaba Dios.
Y ahora dice el Señor,
el que me formó desde el vientre como siervo suyo,
para que le devolviese a Jacob,
para que le reuniera a Israel;
he sido glorificado a los ojos de Dios.
Y mi Dios era mi fuerza:
«Es poco que seas mi siervo
para restablecer las tribus de Jacob
y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.
Te hago luz de las naciones,
para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 70. 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17 (R.: cf. 15ab)
R. 
Mi boca contará tu salvación, Señor.
Os meum annuntiábit salutáre tuum, Dómine.

V. A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame.
R. Mi boca contará tu salvación, Señor.
Os meum annuntiábit salutáre tuum, Dómine.

V. Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa.
R. Mi boca contará tu salvación, Señor.
Os meum annuntiábit salutáre tuum, Dómine.

V. Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías.
R. Mi boca contará tu salvación, Señor.
Os meum annuntiábit salutáre tuum, Dómine.

V. Mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas.
R. Mi boca contará tu salvación, Señor.
Os meum annuntiábit salutáre tuum, Dómine.

Versículo antes del Evangelio
Salve, Rey nuestro, obediente al Padre; fuiste llevado a la crucifixión, como manso cordero a la matanza.
Ave, Rex noster, Patri obóediens: ductus es ad crucifigéndum, ut agnus mansuétus ad occisiónem.

EVANGELIO Jn 13, 21-33. 36-38
Uno de vosotros me va a entregar... No cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:
«En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
«Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
«Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:
«Lo que vas a hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.
Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió, dijo Jesús:
«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros:
“Donde yo voy no podéis venir vosotros”».
Simón Pedro le dijo:
«Señor, ¿adónde vas?».
Jesús le respondió:
«Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».
Pedro replicó:
«Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti». Jesús le contestó:
«¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Benedicto XVI, Jesús de Nazaret 2.
Pedro entiende que Jesús habla de su muerte inminente e intenta subrayar su fidelidad radical hasta la muerte con su pregunta: «Por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti» (Jn 13, 37). De hecho, después, en el Monte de los Olivos, decidido a poner en práctica su propósito, se comprometerá desenvainando la espada. Pero tiene que aprender que el martirio tampoco es un acto heroico, sino un don gratuito de la disponibilidad para sufrir por Jesús. Tiene que olvidarse de la heroicidad de sus propias acciones y aprender la humildad del discípulo. Su voluntad de llegar a las manos en la reyerta, su heroísmo, termina en su renegar de Jesús. Para lograr un puesto cercano al fuego en el patio del palacio del sumo sacerdote, y obtener posiblemente información de las últimas novedades sobre lo que ocurría con Jesús, dice que no lo conoce. Su heroísmo se ha derrumbado en una mezquina forma de táctica. Tiene que aprender a esperar su hora; tiene que aprender la espera, la perseverancia. Tiene que aprender el camino del seguimiento, para ser llevado después, a su hora, donde él no quiere (cf. Jn 21, 18), y recibir la gracia del martirio.

Oración de los fieles
Jesucristo, el Señor, ha sido glorificado por el Padre con la resurrección de la muerte. Confiados en su mediación, oremos.
- Por la Iglesia, que acompaña a Cristo en el camino de la pasión. Roguemos al Señor
- Por los que deciden impunemente la muerte de tantos inocentes. Roguemos al Señor.
- Por los que dan su vida por Cristo al servicio de los pobres, de los enfermos. Roguemos al Señor.
- Por nosotros y por todos los cristianos, que queremos ser cada día más fieles a Cristo Jesús. Roguemos al Señor.
Concédenos, Señor, Dios nuestro, participar en los frutos de la pasión gloriosa de tu Hijo mientras nos disponemos a celebrar el memorial de su Pascua. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor

Oración sobre las ofrendas
Mira, Señor, con bondad las ofrendas de esta familia tuya a la que haces partícipe de tus dones santos, y concédele llegar a poseerlos plenamente. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Hóstias famíliae tuae, quaesumus, Dómine, placátus inténde, et, quam sacris munéribus facis esse partícipem, tríbuas ad eórum plenitúdinem perveníre. Per Christum.

PREFACIO II DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
LA VICTORIA DE LA PASIÓN
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque se acercan los días de su pasión salvadora y de su resurrección gloriosa; en ellos se actualiza su triunfo sobre la soberbia del antiguo enemigo y celebramos el misterio de nuestra redención.
Por él, los coros de los ángeles adoran tu gloria eternamente, gozosos en tu presencia. Permítenos asociamos a sus voces cantando con ellos tu alabanza:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Cuius salutíferae passiónis et gloriósae resurrectiónis dies appropinquáre noscúntur, quibus et de antíqui hostis supérbia triumphátur, et nostrae redemptiónis recólitur sacraméntum. Per quem maiestátem tuam adórat exércitus Angelórum, ante conspéctum tuum in aeternitáte laetántium.
Cum quibus et nostras voces ut admítti iúbeas, deprecámur, sócia exsultatióne dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO.

Antífona de comunión Cf. Rom 8, 32

Dios no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros.
Próprio Fílio suo non pepércit Deus, sed pro nobis ómnibus trádidit illum.

Oración después de la comunión
Saciados con el don de la salvación, invocamos, Señor, tu misericordia, para que este sacramento, con el que quisiste que fuésemos alimentados en nuestra vida temporal, nos haga participar de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Satiáti múnere salutári, tuam, Dómine, misericórdiam deprecámur, ut hoc eódem sacraménto, quo nos voluísti temporáliter vegetári, perpétuae vitae fácias esse partícipes. Per Christum.

Oración sobre el pueblo
Se puede añadir ad libitum
V. 
El Señor esté con vosotros. R.
V. 
Inclinaos para recibir la bendición.
Que tu misericordia, oh, Dios, limpie al pueblo fiel del engaño del viejo pecado y le haga capaz de la novedad de una vida santa. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Tua misericórdia, Deus, pópulum tibi súbditum et ab omni subreptióne vetustátis expúrget, et capácem sanctae novitátis effíciat. Per Christum.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre. R.

MARTIROLOGIO

Elogios del 13 de abril
S
an Martín I, papa y mártir
, que tras condenar la herejía de los monotelitas en el Concilio de Letrán, por orden del emperador Constante II, fue arrancado de su sede por el exarca Calíopa, que entró por la fuerza en la basílica de Letrán, y lo envió a Constantinopla, donde primero encerró en una dura mazmorra bajo estrecha vigilancia y después fue desterrado al Quersoneso, actual Crimea, lugar en el que, pasados unos dos años, concluyeron sus tribulaciones y alcanzó la corona eterna. (656)
En Tarragona, ciudad de Hispania, san Hermenegildo, mártir, que siendo hijo de Leovigildo, rey arriano de los visigodos, se convirtió a la fe católica por mediación de san Leandro, obispo de Sevilla. Recluido en la cárcel por disposición del rey, al haberse negado a recibir la comunión de manos de un obispo arriano, el día de la fiesta de Pascua fue degollado por mandato de su propio padre. (586)
3. En Pérgamo, en la provincia romana de Asia, hoy Turquía, santos mártires Carpo, obispo de Tiatira, Pápilo, diácono, Agatónica, hermana de Pápilo, y otros muchos, que, por la dicha de expresar su confesión cristiana, fueron coronados con el martirio. (s. II)
3. En Rávena, población de la región de Emilia-Romaña, en Italia, san Urso, obispo, que trasladó la sede episcopal desde Classe a esta ciudad y dedicó la iglesia catedral, en la fiesta de Pascua bajo el título de la santa Anástasis. En este mismo día, pasados algunos años, emigró a la gloria de la resurrección. (c. 425)
5*. En el monasterio de Santa María de Capelle, cerca de Wast, en la región de Boulogne, en Francia, beata Ida, quien, viuda de Eustaquio, conde de Boulogne, brilló por su liberalidad hacia los pobres y por su celo en el decoro de la casa de Dios. (1113)
6*. En Saint-David, en el territorio de Cambria, en Gales, hoy Reino Unido, san Carádoco, presbítero y ermitaño, que siendo tañedor de arpa en el palacio real, al constatar que allí se quería más a los perros que a los hombres, decidió servir a Dios bajo la dirección del abad Teliavo. (1124)
7*. En el monasterio cisterciense de Roosendaal, en Brabante, en la actual Holanda, beata Ida, virgen, que desde joven sufrió por parte de su padre antes de entrar en la vida religiosa, y con la austeridad cotidiana imitó en su cuerpo a Cristo sufriente. (c. 1290)
8*. En el monasterio de Fonte Avellana, en la región italiana de Umbría, beato Albertini, ermitaño y prior de un grupo de eremitas, que antepuso la soledad a los honores y procuró conciliar las ciudades enemistadas entre sí. (1294)
9*. En Città di Castello, de nuevo en Umbría, santa Margarita, virgen de las Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, la cual, ciega de nacimiento, deforme y abandonada por sus progenitores, siempre confió en su corazón, sin embargo, en el nombre de Jesús. (1320) Canonizada 2021
10*. En Rochester, en Inglaterra, beatos Francisco Dickenson y Milón Gerard, presbíteros y mártires que, tras haberse formado en el Colegio de Reims de los Ingleses, regresaron a su patria para ejercer clandestinamente el ministerio sacerdotal, a causa de lo cual, durante el reinando Isabel I ambos fueron condenados a la horca y después descuartizados. (1590)
11*. En York, también en Inglaterra, beatos Juan Lockwood y Eduardo Catherick, presbíteros y mártires en tiempo del rey Carlos I. El primero, de ochenta y siete años, que ya había sido condenado dos veces a la pena capital por ser sacerdote, quiso preceder en el patíbulo a su compañero más joven, que estaba algo angustiado ante la muerte, para animarle a culminar el glorioso martirio. (1642)
12*. En la isla francesa de La Reunion, en el Océano Índico, beato Scubilión (Juan Bernardo), religioso del Instituto de las Escuelas Cristianas, que enseñó incansablemente a los niños y ofreció ayuda a los pobres y esperanza a los esclavos. (1867)
13*. En la aldea de Totoclán, en la región de Guadalajara, en México, san Sabas Reyes Salazar, presbítero y mártir, que fue ejecutado durante la persecución mexicana por su fe en Cristo Sacerdote y Rey del Universo. (1927)
- Beato Serafino Morazzone (1747- Chiuso, Lecco, Italia 1822). Sacerdote diocesano, párroco di Chiuso (Lecco). Ejemplar en los 49 años del ejercicio de ministerio pastoral en esa parroquia.
- Beato Rolando Rivi (1931- Piane di Monchio, Módena, Italia 1945). Seminarista asesinado por odio a la fe.

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