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martes, 22 de marzo de 2022

Martes 26 abril 2022, San Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia, fiesta.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Biblioteca del Palacio Apostólico. Miércoles, 7 de abril de 2021

Catequesis 28. Rezar en comunión con los santos

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy quisiera reflexionar sobre la relación entre la oración y la comunión de los santos. De hecho, cuando rezamos, nunca lo hacemos solos: aunque no lo pensemos, estamos inmersos en un majestuoso río de invocaciones que nos precede y continúa después de nosotros.

En las oraciones que encontramos en la Biblia, y que a menudo resuenan en la liturgia, vemos la huella de historias antiguas, de liberaciones prodigiosas, de deportaciones y tristes exilios, de regresos conmovidos, de alabanzas derramadas ante las maravillas de la creación... Y así estas voces se difunden de generación en generación, en una relación continua entre la experiencia personal y la del pueblo y la humanidad a la que pertenecemos. Nadie puede desprenderse de su propia historia, de la historia de su propio pueblo, siempre llevamos esta herencia en nuestras costumbres y también en la oración. En la oración de alabanza, especialmente en la que brota del corazón de los pequeños y los humildes, resuena algo del cántico del Magnificat que María elevó a Dios ante su pariente Isabel; o de la exclamación del anciano Simeón que, tomando al Niño Jesús en sus brazos, dijo así: «Ahora Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz» (Lc 2,29).

Las oraciones —las buenas— son “difusivas”, se propagan continuamente, con o sin mensajes en las redes sociales: desde las salas del hospital, desde las reuniones festivas y hasta desde los momentos en que se sufre en silencio... El dolor de cada uno es el dolor de todos, y la felicidad de uno se derrama sobre el alma de los demás. El dolor y la felicidad son parte de la única historia: son historias que se convierten en historia en la propia vida. Se revive la historia con palabras propias, pero la experiencia es la misma.

Las oraciones siempre renacen: cada vez que juntamos las manos y abrimos nuestro corazón a Dios, nos encontramos en compañía de santos anónimos y santos reconocidos que rezan con nosotros, y que interceden por nosotros, como hermanos y hermanas mayores que han pasado por nuestra misma aventura humana. En la Iglesia no hay duelo solitario, no hay lágrima que caiga en el olvido, porque todo respira y participa de una gracia común. No es una casualidad que en las iglesias antiguas las sepulturas estuvieran en el jardín alrededor del edificio sagrado, como para decir que la multitud de los que nos precedieron participa de alguna manera en cada Eucaristía. Están nuestros padres y abuelos, nuestros padrinos y madrinas, los catequistas y otros educadores… Esa fe transmitida, que hemos recibido: con la fe se ha transmitido también la forma de orar, la oración.

Los santos todavía están aquí, no lejos de nosotros; y sus representaciones en las iglesias evocan esa “nube de testigos” que siempre nos rodea (cf. Hb 12, 1). Hemos escuchado al principio la lectura del pasaje de la Carta a los Hebreos. Son testigos que no adoramos —por supuesto, no adoramos a estos santos—, pero que veneramos y que de mil maneras diferentes nos remiten a Jesucristo, único Señor y Mediador entre Dios y el hombre. Un santo que no te remite a Jesucristo no es un santo, ni siquiera cristiano. El Santo te recuerda a Jesucristo porque recorrió el camino de la vida como cristiano. Los santos nos recuerdan que también en nuestra vida, aunque débil y marcada por el pecado, la santidad puede florecer. Leemos en los Evangelios que el primer santo “canonizado” fue un ladrón y fue “canonizado” no por un Papa, sino por el mismo Jesús. La santidad es un camino de vida, de encuentro con Jesús, ya sea largo, corto, o un instante, pero siempre es un testimonio. Un santo es el testimonio de un hombre o una mujer que han conocido a Jesús y han seguido a Jesús. Nunca es tarde para convertirse al Señor, bueno y grande en el amor (cf. Sal 102, 8).

El Catecismo explica que los santos «contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquéllos que han quedado en la tierra. […] Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero» (CCE, 2683). En Cristo hay una solidaridad misteriosa entre los que han pasado a la otra vida y nosotros los peregrinos en esta: nuestros seres queridos fallecidos continúan cuidándonos desde el Cielo. Rezan por nosotros y nosotros rezamos por ellos, y rezamos con ellos.

Este vínculo de oración entre nosotros y los santos, es decir, entre nosotros y personas que han alcanzado la plenitud de la vida, este vínculo de oración lo experimentamos ya aquí, en la vida terrena: oramos los unos por los otros, pedimos y ofrecemos oraciones... La primera forma de rezar por alguien es hablar con Dios de él o de ella. Si lo hacemos con frecuencia, todos los días, nuestro corazón no se cierra, permanece abierto a los hermanos. Rezar por los demás es la primera forma de amarlos y nos empuja a una cercanía concreta. Incluso en los momentos de conflicto, una forma de resolver el conflicto, de suavizarlo, es rezar por la persona con la que estoy en conflicto. Y algo cambia con la oración. Lo primero que cambia es mi corazón, es mi actitud. El Señor lo cambia para hacer posible un encuentro, un nuevo encuentro y para evitar que el conflicto se convierta en una guerra sin fin.

La primera forma de afrontar un momento de angustia es pedir a los hermanos, a los santos sobre todo, que recen por nosotros. ¡El nombre que nos dieron en el Bautismo no es una etiqueta ni una decoración! Suele ser el nombre de la Virgen, de un santo o de una santa, que no desean más que “echarnos una mano” en la vida, echarnos una mano para obtener de Dios las gracias que más necesitamos. Si en nuestra vida las pruebas no han superado el colmo, si todavía somos capaces de perseverar, si a pesar de todo seguimos adelante con confianza, quizás todo esto, más que a nuestros méritos, se lo debemos a la intercesión de tantos santos, unos en el Cielo, otros peregrinos como nosotros en la tierra, que nos han protegido y acompañado porque todos sabemos que aquí en la tierra hay gente santa, hombres y mujeres santos que viven en santidad. Ellos no lo saben, nosotros tampoco lo sabemos, pero hay santos, santos de todos los días, santos escondidos o como me gusta decir los “santos de la puerta de al lado”, los que viven con nosotros en la vida, que trabajan con nosotros y llevan una vida de santidad.

Bendito sea Jesucristo, único Salvador del mundo, junto con este inmenso florecimiento de santos y santas, que pueblan la tierra y que han hecho de su vida una alabanza a Dios. Porque —como afirmaba san Basilio— «el santo es para el Espíritu un lugar propio, ya que se ofrece a habitar con Dios y es llamado templo suyo» (Liber de Spiritu Sancto, 26, 62: PG 32, 184A; cf. CCE, 2684).

CALENDARIO

26 MARTES. SAN ISIDORO, obispo y doctor de la Iglesia, fiesta


Fiesta de san Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia, que, discípulo de su hermano Leandro y sucesor suyo en la sede de Sevilla, en la Hispania Bética, escribió con erudición, convocó y presidió varios concilios, y trabajó con celo y sabiduría por la fe católica y por la observancia de la disciplina eclesiástica (elog. del Martirologio Romano).

Misa de la fiesta (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. IV.
- 1 Cor 2, 1-10.
Vuestra fe se apoye en el poder de Dios.
- Sal 118. R. Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.
- Mt 5, 13-16. Vosotros sois la luz del mundo.

* Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial.

Liturgia de las Horas: oficio de la fiesta. Te Deum.

Martirologio: elogs. del 27 de abril, pág. 277.
CALENDARIOS: Arzobispado Castrense-Cuerpo de Intervención Militar, Franciscanas de Nuestra Señora del Buen Consejo y Heraldos del Evangelio: Nuestra Señora, Madre del Buen Consejo (S). Agustinos: (F). HH. de las Escuelas Cristianas: (MO). Asuncionistas y Hospitalarios de San Juan de Dios: (ML).
León y Sevilla: San Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia (S).
Pamplona: Dedicación de la iglesia-catedral (F).
Orden Premonstratense: San Ludolfo, obispo y mártir (MO).
Canónigos Regulares de Letrán: Beatos Bonifacio y Emérito, obispos (ML).
Paúles e Hijas de la Caridad: Traslación de las reliquias de san Vicente de Paúl (ML).

TEXTOS MISA

26 de abril
SAN ISIDORO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA
Fiesta

Antífona de entrada Sb 6, 13
Radiante e inmarcesible es la sabiduría, la ven con facilidad los que la aman y quienes la buscan la encuentran. Aleluya.

Monición de entrada
Celebramos hoy la fiesta de san Isidoro de Sevilla, obispo y doctor de la Iglesia. Nació alrededor del año 560. Fue discípulo de su hermano Leandro y sucesor suyo en la sede de Sevilla. En su abundante obra literaria nos ha dejado no solo su magisterio episcopal sino también un compendio de todo el saber de su tiempo. Pastor celoso, infatigable, ordena la sagrada liturgia, preside concilios desviviéndose por todos. Murió en Sevilla el año 636. El año 1063 fue trasladado su cuerpo a León, donde hoy recibe culto en la basílica de su nombre.

Se dice Gloria.

Oración colecta
Señor, Dios todopoderoso, tú elegiste a San Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia, para que fuese testimonio y fuente del humano saber; concédenos, por su intercesión, una búsqueda atenta y una aceptación generosa de tu eterna verdad. Por nuestro Señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas propias de San Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia, fiesta (Lec. IV).

PRIMERA LECTURA 1 Cor 2, 1-10
Vuestra fe se apoye en el poder de Dios

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado.
También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Sabiduría, sí, hablamos, entre los perfectos, pero una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, condenados a perecer, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria.
Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
Sino que, como está escrito:
«Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman».
Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 118, 99-100. 101-102. 103-104 (R.: 105)
R.
 Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.
O bien: Aleluya.

V. Soy más docto que todos mis maestros,
porque medito tus preceptos.
Soy más sagaz que los ancianos,
porque cumplo tus leyes. 
R. Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.

V. Aparto mí pie de toda senda mala,
para guardar tu palabra.
No me aparto de tus mandamientos,
porque tú me has instruido. 
R. Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.

V. ¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!
Considero tus decretos,
y odio el camino de la mentira. 
R. Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.

Aleluya Mt 5, 16
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre. R.

EVANGELIO Mt 5, 13-16
Vosotros sois la luz del mundo
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Santa Teresa del Niño Jesús, Historia de un alma, cap. 9.
Ahora adivino que la verdadera caridad consiste en soportar todos los defectos del prójimo, en no extrañar sus debilidades, en edificarse con sus menores virtudes; pero he aprendido especialmente que la caridad no debe permanecer encerrada en el fondo del corazón pues 'no se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa'. Me parece que esta antorcha representa la caridad que debe iluminar y alegrar no sólo a aquellos que más quiero, sino a todos los que están en la casa.

Oraciones de los fieles
Oremos a Dios Padre, fuente de toda verdad, en esta fiesta de san Isidoro.
- Por el Papa y los obispos, pastores y maestros en la fe del pueblo de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los teólogos, que profundizan en la fe de la Iglesia para exponerla con claridad. Roguemos al Señor.
- Por los gobernantes, responsables de la educación y la cultura de sus pueblos. Roguemos al Señor.
- Por los que tienen dudas de fe o prejuicios que les impiden creer. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que nos alimentamos en la mesa abundante de la palabra de Dios. Roguemos al Señor.
Dios Padre nuestro, que nos has enviado a Jesucristo, camino, verdad y vida, escucha la oración de tu Iglesia, en esta celebración de san Isidoro, intercesor nuestro. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Que estas ofrendas, Señor, fruto del trabajo del hombre, atraigan tus bendiciones y nos hagan dóciles al Espíritu de la verdad. Por Jesucristo nuestro Señor.

Prefacio: El magisterio de san Isidoro
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque nos concedes la alegría de celebrar hoy la fiesta de san Isidoro, y fortaleces a tu Iglesia con el ejemplo de su vida, la abundancia de su doctrina y la luz de su saber. De este modo la instruyes con su palabra y la proteges con su intercesión.
Por eso, nos asociamos al júbilo de los coros celestiales y, llenos de su misma alegría, proclamamos tu gloria, diciendo:

Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

Antífona de la comunión Sb 7, 13-14

Sin engaño aprendí la sabiduría, sin envidia la comparto y no escondo sus riquezas; porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que lo adquieren se ganan la amistad de Dios, pues los dones de la instrucción los recomienda. Aleluya.

Oración después de la comunión
A los que has alimentado con Cristo, pan de vida, ilumínalos, Señor, con las enseñanzas de Cristo, Maestro, para que en la fiesta de san Isidoro aprendan tu verdad y la hagan vida propia en la práctica del amor. Por Jesucristo nuestro Señor.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 27 de abril

1. En Jerusalén, conmemoración de san Simeón, obispo y mártir, que, según la tradición, era hijo de Cleofás y pariente del Salvador según la carne. Ordenado obispo de Jerusalén después de Santiago, el hermano del Señor, en la persecución bajo el emperador Trajano fue sometido a varios suplicios, hasta que, ya anciano, murió en la cruz. (107)
2. En Cibali, lugar de Panonia, hoy Winkovitz en Croacia, san Polión, lector y mártir, que detenido durante la persecución bajo el emperador Diocleciano e interrogado por el prefecto Probo, como confesase insistentemente a Cristo y se negase sacrificar a los ídolos, fue quemado vivo en las afueras de la ciudad. (c. 303)
3. En Tabennesi, en la región de Tebaida, en Egipto, san Teodoro, abad, discípulo de san Pacomio y padre de una comunidad monástica. (s. IV)
4*. En Altino, en el territorio de Venecia, en la actual Italia, san Liberal, eremita. (c. 400)
5*. En la isla de Man, en la costa septentrional de Cambria, en el actual Reino Unido, san Macaldo o Maughold, obispo, célebre por su santidad. (s. VII)
6. En la isla de Afusia, en la Propontide, actualmente Turquía, san Juan, abad de Catari, que en tiempo del emperador León el Armenio, por defender el culto de las santas imágenes, tuvo que luchar con firmeza. (s. IX)
7*. En Lucca, en la región italiana de Toscana, santa Zita, virgen, quien, nacida en hogar humilde, a los doce años entró a servir a la familia de los Fatinelli, y perseveró hasta la muerte, con admirable paciencia, en este servicio doméstico. (1278)
8*. En Tarragona, ciudad de la corona de Aragón, san Pedro Ermengol, que durante un tiempo fue cabecilla de bandolero y, convertido después a Dios, entró en la Orden de Nuestra Señora de la Merced, dedicándose con todas sus energías a rescatar cautivos en África. (1304)
9*. En Bitetto, en la región de Apulia, beato Jacobo Varinguer de Zara, religioso de la Orden de los Hermanos Menores. (c. 1485)
10*. En Kotor, población de Montenegro, beata Catalina, virgen, la cual, bautizada en la Iglesia ortodoxa, ingresó en la Orden de Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo asumiendo el nombre de Hosanna y vivió recluida a lo largo de cincuenta y un años, inmersa en la divina contemplación, e intercediendo por el pueblo cristiano durante el asedio de los turcos. (1565)
11*. En Reims, en Francia, beato Nicolás Roland, presbítero, que, preocupado por la formación cristiana de la infancia, estableció escuelas para las niñas pobres, entonces excluidas de cualquier forma de instrucción, y fundó la Institución de Hermanas del Niño Jesús. (1678)
12. En la ciudad de Ninh-Binh, en Tonquín, hoy Vietnam, san Lorenzo Nguyen Van Huong, presbítero y mártir, que, detenido al visitar de noche a un moribundo, por no querer pisotear la Cruz fue azotado y decapitado en tiempo del emperador Tu Duc (1856).
13*. En Salamanca, en España, beata María Antonia Bandrés y Elósegui, virgen de la Congregación de las Hijas de Jesús, que concluyó en breve tiempo su vida consagrada a Dios, con ánimo sereno y sin descorazonarse. (1919)

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