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jueves, 31 de marzo de 2022

Jueves 5 mayo 2022, Jueves de la III semana de Pascua, feria.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Patio de San Dámaso. Miércoles, 2 de junio de 2021

Catequesis 36. Jesús, modelo y alma de toda oración

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Los Evangelios nos muestran cuanto era fundamental la oración en la relación de Jesús con sus discípulos. Ya se aprecia en la elección de los que luego se convertirían en los apóstoles. Lucas sitúa la elección en un contexto preciso de oración y dice así: «Sucedió que por aquellos días se fue Él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles» (6,12-13). Jesús los elige después de una noche de oración. Parece que no haya otro criterio en esta elección si no es la oración, el diálogo de Jesús con el Padre. A juzgar por cómo se comportarán después esos hombres, parecería que la elección no fue de las mejores porque todos huyeron, lo dejaron solo antes de la Pasión; pero es precisamente esto, especialmente la presencia de Judas, el futuro traidor, lo que demuestra que esos nombres estaban escritos en el plan de Dios.

La oración en favor de sus amigos reaparece continuamente en la vida de Jesús. A veces los apóstoles se convierten en motivo de preocupación para Él, pero Jesús, así como los recibió del Padre, después de la oración, así los lleva en su corazón, incluso en sus errores, incluso en sus caídas. En todo ello descubrimos cómo Jesús fue maestro y amigo, siempre dispuesto a esperar pacientemente la conversión del discípulo. El punto culminante de esta paciente espera es la “tela” de amor que Jesús teje en torno a Pedro. En la Última Cena le dice: «¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos» (Lc 22,31-32). Es impresionante saber que, en el tiempo del desfallecimiento, el amor de Jesús no cesa. “Pero Padre, si estoy en pecado mortal, ¿el amor de Jesús sigue ahí? — Sí, ¿y Jesús sigue rezando por mí? — Sí — Pero si he hecho cosas muy malas y muchos pecados, ¿sigue amándome Jesús? — Sí”. El amor y la oración de Jesús por cada uno de nosotros no cesa, es más, se hace más intenso y somos el centro de su oración. Debemos recordar siempre esto: Jesús está rezando por mí, está rezando ahora ante el Padre y le está mostrando las heridas que trajo consigo, para que el Padre pueda ver el precio de nuestra salvación, es el amor que nos tiene. Y en este momento que uno de nosotros piense: ¿Jesús está rezando ahora por mí? Sí. Es una gran seguridad que debemos tener.

La oración de Jesús vuelve puntualmente en un momento crucial de su camino, el de la verificación de la fe de los discípulos. Escuchemos de nuevo al evangelista Lucas: «Y sucedió que mientras Él estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y Él les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos respondieron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado” Les dijo: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Pedro le contestó en nombre de todos: “El Cristo de Dios”. Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie» (9,18-21). Las grandes decisiones en la misión de Jesús están siempre precedidas de la oración, pero no de una oración, así, en passant, sino de la oración intensa y prolongada. Siempre en esos momentos hay una oración. Esta prueba de fe parece una meta, pero en cambio es un punto de partida renovado para los discípulos, porque, a partir de entonces, es como si Jesús subiera un tono en su misión, hablándoles abiertamente de su pasión, muerte y resurrección.

En esta perspectiva, que despierta instintivamente la repulsión, tanto en los discípulos como en nosotros que leemos el Evangelio, la oración es la única fuente de luz y fuerza. Es necesario rezar más intensamente, cada vez que el camino se empina.

Y en efecto, tras anunciar a los discípulos lo que le espera en Jerusalén, tiene lugar el episodio de la Transfiguración. Jesús «tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con Él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén» (Lc 9,28-31), es decir de su Pasión. Por tanto, esta manifestación anticipada de la gloria de Jesús tuvo lugar en la oración, mientras el Hijo estaba inmerso en la comunión con el Padre y consentía plenamente en su voluntad de amor, en su plan de salvación. Y de esa oración salió una palabra clara para los tres discípulos implicados: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle» (Lc 9,35). De la oración viene la invitación a escuchar a Jesús, siempre de la oración.

De este rápido recorrido por el Evangelio, deducimos que Jesús no sólo quiere que recemos como Él reza, sino que nos asegura que, aunque nuestros tentativos de oración sean completamente vanos e ineficaces, siempre podemos contar con su oración. Debemos ser conscientes: Jesús reza por mí. Una vez, un buen obispo me contó que en un momento muy malo de su vida y de una gran prueba, un momento de oscuridad, miró a lo alto de la basílica y vio escrita esta frase: “Yo Pedro rezaré por ti”. Y eso le dio fuerza y consuelo. Y esto sucede cada vez que cada uno de nosotros sabe que Jesús reza por él. Jesús reza por nosotros. Ahora mismo, en este momento. Haced este ejercicio de memoria repitiéndolo. Cuando hay alguna dificultad, cuando estáis en la órbita de las distracciones: Jesús está rezando por mí. Pero, padre ¿eso es verdad? Es verdad, lo dijo Él mismo. No olvidemos que lo que nos sostiene a cada uno de nosotros en la vida es la oración de Jesús por cada uno de nosotros, con nombre, apellido, ante el Padre, enseñándole las heridas que son el precio de nuestra salvación.

Aunque nuestras oraciones fueran solamente balbuceos, si se vieran comprometidas por una fe vacilante, nunca debemos dejar de confiar en Él. Yo no sé rezar, pero Él reza por mí. Sostenidas por la oración de Jesús, nuestras tímidas oraciones se apoyan en alas de águila y suben al cielo. No os olvidéis: Jesús está rezando por mí — ¿Ahora? — Ahora. En el momento de la prueba, en el momento del pecado, incluso en ese momento, Jesús está rezando por mí con tanto amor.

CALENDARIO

5 JUEVES DE LA III SEMANA DE PASCUA, feria

Misa
de feria (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Pasc.
LECC.: vol. II.
- Hch 8, 26-40. Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?
- Sal 65. R. Aclamad al Señor, tierra entera.
- Jn 6, 44-51. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 6 de mayo, pág. 295.
CALENDARIOS: Albacete: Dedicación de la iglesia-catedral (F).
Jaén: San Amador, presbítero y mártir (MO).
Lleida: Beato Salvio Huix Miralpéix, obispo y mártir (MO).
Carmelitas (excepto Carmelitas Descalzos): San Ángel de Sicilia, presbítero y mártir (MO).
Dominicos: San Vicente Ferrer, presbítero (MO).
León: Beato José Ricardo Díez, religioso y mártir (ML).
Calahorra y La Calzada-Logroño: Beato Julián Benigno Moreno, presbítero y mártir (ML).
Granada: Beatos Manuel Sierra y compañeros, mártires (ML).
Tarazona y Agustinos: Beatos Vicente Soler y compañeros, mártires (ML).
Canónigos Regulares de Letrán: Beato Estanislao Casamiritano, presbítero (ML).
Clérigos Regulares de Somasca: Beata Catalina Cittadini, religiosa (ML).

TEXTOS MISA

Jueves de la III Semana de Pascua.

Antífona de entrada Cf. Ex 15, 1-2
Cantemos al Señor; gloriosa es su victoria. Mi fuerza y mi alabanza es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.
Cantémus Dómino: glorióse enim magnificátus est. Fortitúdo mea et laus mea Dóminus, et factus est mihi in salútem, allelúia.

Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, concédenos experimentar más de cerca tu amor, que, por tu bondad, hemos conocido con mayor profundidad en estos días de Pascua, y afianza en el testimonio de la verdad a quienes has librado de las tinieblas del error. Por nuestro Señor Jesucristo.
Omnípotens sempitérne Deus, propénsius his diébus tuam pietátem consequámur, quibus eam plénius te largiénte cognóvimus, ut, quos ab erróris calígine liberásti, veritátis tuae fírmius inhaerére fácias documéntis. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Jueves de la III semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 8, 26-40
Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo:
«Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto».
Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías.
El Espíritu dijo a Felipe:
«Acércate y pégate a la carroza».
Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó:
«¿Entiendes lo que estás leyendo?».
Contestó:
«Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?».
E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era este:
«Como cordero fue llevado al matadero,
como oveja muda ante el esquilador,
así no abre su boca.
En su humillación no se le hizo justicia.
¿Quién podrá contar su descendencia?
Pues su vida ha sido arrancada de la tierra».
El eunuco preguntó a Felipe:
«Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?».
Felipe se puso a hablarle y, tomando píe de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco:
«Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?». Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría.
Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 65, 8-9. 16-17. 20 (R.: 1b)
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.
O bien: Aleluya.

V. Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

V. Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

V. Bendito sea Dios,
que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

Aleluya Jn 6, 51
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo – dice el Señor–; el que coma de este pan vivirá para siempre. R.
Ego sum panis vivus, qui de caelo descéndi, dicit Dóminus; si quis manducáverit ex hoc pane, vivet in aetérnum.

EVANGELIO Jn 6, 44-51
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”.
Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo:
el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 18-junio-2017
Alimentarnos con Jesús Eucaristía significa también abandonarnos con confianza a Él y dejarnos guiar por Él. Se trata de acoger a Jesús en lugar del propio "yo". De esta forma, el amor gratuito recibido por Jesús en la comunión eucarística, con la obra del Espíritu Santo alimenta el amor por Dios y por los hermanos y las hermanas que encontramos en el camino de cada día. Alimentados con el Cuerpo de Cristo, nosotros nos hacemos cada vez más y concretamente el Cuerpo místico de Cristo. Nos lo recuerda el apóstol Pablo: «La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1Co 10, 16-17). La Virgen María, que siempre ha estado unida a Jesús Pan de vida, nos ayude a redescubrir la belleza de la Eucaristía, a alimentarnos con fe, para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.

Oración de los fieles
Jesús es el camino para llegar al Padre. Apoyados en su mediación oremos confiadamente.
- Por la Iglesia, para que aumente el número de los llamados a consagrar sus vidas al servicio de Dios y de los hermanos. Roguemos al Señor.
- Por los diáconos de la Iglesia, para que el Espíritu Santo los colme de fe y sabiduría y sean servidores fieles de la Palabra y de la caridad. Roguemos al Señor.
- Por los organismos internacionales que trabajan por solucionar el problema del hambre en el mundo, para que encuentren el apoyo y la colaboración de todos. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que participamos en la eucaristía, para que vivamos también en comunión plena con todos los que creen en Jesucristo. Roguemos al Señor.
Escúchanos benigno, Señor y Dios nuestro. Atráenos hacia tu Hijo para que, en él, consigamos la vida eterna. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Oh, Dios, que nos haces partícipes de tu única y suprema divinidad por el admirable intercambio de este sacrificio, concédenos alcanzar en una vida santa la realidad que hemos conocido en ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Deus, qui nos, per huius sacrifícii veneránda commércia, uníus summaeque divinitátis partícipes effecísti, praesta, quaesumus, ut, sicut tuam cognóvimus veritátem, sic eam dignis móribus assequámur. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL II
LA NUEVA VIDA EN CRISTO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Por él, los hijos de la luz amanecen a la vida eterna, y se abren a los fieles las puertas del reino de los cielos; porque en la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida, y en su gloriosa resurrección hemos resucitado todos.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus. Per quem in aetérnam vitam fílii lucis oriúntur, et regni caeléstis átria fidélibus reserántur.
Quia mors nostra est eius morte redémpta, et in eius resurrectióne vita ómnium resurréxit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión 2 Cor 5, 15
Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. Aleluya.
Pro ómnibus mórtuus est Christus, ut et qui vivunt iam non sibi vivant, sed ei qui pro ipsis mórtuus est et resurréxit, allelúia.

Oración después de la comunión
Asiste, Señor, a tu pueblo y haz que pasemos del antiguo pecado a la vida nueva los que hemos sido alimentados con los sacramentos del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pópulo tuo, quaesumus, Dómine, adésto propítius, et, quem mystériis caeléstibus imbuísti, fac ad novitátem vitae de vetustáte transíre. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 6 de mayo
1. Conmemoración de san Lucio de Cirene, que en el libro de los Hechos de los Apóstoles es nombrado entre los profetas y doctores de la Iglesia de Antioquía. (s. I)
2. En Lambesa, de Numidia, actualmente Argelia, santos mártires Mariano, lector, y Jacobo, diácono. El primero, tras haber superado, por su fe en Cristo, diversas pruebas durantr la persecución desencadenada por Decio, fue detenido de nuevo junto con su querido compañero, y ambos, después de soportar crueles suplicios, fueron muertos a espada en compañía de otros muchos, confortados con la gracia de Dios. (c. 259)
3. En Milán, en la región italiana de Liguria, san Venerio, obispo, discípulo y diácono de san Ambrosio, que acudió en ayuda de los obispos africanos enviándoles clérigos, y favoreció a san Juan Crisóstomo en su destierro. (409)
4. En Roma, santa Benita, virgen y monja romana, de quien san Gregorio Magno cuenta que descansó en el Señor, tal como ella misma había pedido con insistencia, a los treinta días de la muerte de santa Gala, de la cual era amada más que cualquier otra. (s. VI)
5. En Lindisfarne, población de Northumbria, en Inglaterra, san Eadberto, obispo, sucesor de san Cutberto, que brilló por su conocimiento de las Escrituras, por su observancia de los preceptos divinos y, especialmente, por sus generosas limosnas. (698)
6. En Barcelona, en España, san Pedro Nolasco, presbítero, que, según la tradición, junto con san Ramón de Penyafort y el rey Jaime I de Aragón fundó la Orden de Nuestra Señora de la Merced, para la redención de los cautivos. Se entregó ardientemente, con trabajo y esfuerzo, a procurar la paz y a liberar del yugo de la esclavitud a los cristianos que habían caído cautivos de los infieles. (1258)
7*. En Montepulciano, en la región italiana de Toscana, beato Bartolomé Pucci-Franceschi, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, quien, impulsado por su amor a Dios, dejó a su mujer, hijos y riquezas, y se hizo pobre de Cristo. (1330)
8*. En Londres, en Inglaterra, beatos Eduardo Jones y Antonio Middleton, presbíteros y mártires, los cuales, en tiempo de la reina Isabel I, por su condición de sacerdotes fueron apresados ante su propia casa y después descuartizados a espada. (1590)
9*. En Quebec, en el dominio de Canadá, san Francisco de Montmorency-Laval, obispo, que estableció su sede episcopal en esta ciudad, y desde allí, durante casi cincuenta años, se dedicó con todas sus fuerzas a confirmar y acrecentar la Iglesia desde esta vasta región de América del Norte hasta el golfo de México. (1708) Canonizado 2014
10*. En la ciudad de El Cairo, en Egipto, beata María Catalina Troiani, virgen de la Tercera Orden Regular de San Francisco, que desde Italia fue enviada a ese país africano, donde fundó una nueva familia de Hermanas Franciscanas Misioneras. (1887)
11*. En Roma, beata Ana Rosa Gattorno, religiosa, que, siendo madre de familia, al quedar viuda lo dejó todo y se entregó por completo a Dios y al prójimo. Fundó la Congregación de Hijas de Santa Ana, Madre de María Inmaculada, donde brilló por la gran labor realizada a favor de los enfermos, los débiles y los niños desamparados, en cuyo rostro contemplaba a Cristo pobre. (1900)
12*. Cerca de Munich, en la región de Baviera, en Alemania, beatos Enrique Kaczorowski y Casimiro Gostynski, presbíteros y mártires, que durante la invasión de Polonia en tiempo de guerra fueron hechos prisioneros por los perseguidores de la dignidad humana y conducidos al campo de concentración de Dachau, donde, por su fe en Cristo, exhalaron el último suspiro en las cámaras de gas. (1942)

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