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miércoles, 16 de marzo de 2022

Miércoles 20 abril 2022, Miércoles de la Octava de Pascua.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Biblioteca del Palacio Apostólico. Miércoles, 3 de febrero de 2021

Catequesis 23. Rezar en la liturgia

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la historia de la Iglesia, se ha registrado en más de una ocasión, la tentación de practicar un cristianismo intimista, que no reconoce a los ritos litúrgicos públicos su importancia espiritual. A menudo esta tendencia reivindicaba la presunta mayor pureza de una religiosidad que no dependiera de las ceremonias exteriores, consideradas una carga inútil o dañina. En el centro de las críticas terminaba no una particular forma ritual, o una determinada forma de celebrar, sino la liturgia misma, la forma litúrgica de rezar.

De hecho se pueden encontrar en la Iglesia ciertas formas de espiritualidad que no han sabido integrar adecuadamente el momento litúrgico. Muchos fieles, incluso participando asiduamente en los ritos, especialmente en la Misa dominical, han obtenido alimento para su fe y su vida espiritual más bien de otras fuentes, de tipo devocional.

En los últimos decenios, se ha caminado mucho. La Constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II representa el eje de este largo viaje. Esta reafirma de forma completa y orgánica la importancia de la divina liturgia para la vida de los cristianos, los cuales encuentran en ella esa mediación objetiva solicitada por el hecho de que Jesucristo no es una idea o un sentimiento, sino una Persona viviente, y su Misterio un evento histórico. La oración de los cristianos pasa a través de mediaciones concretas: la Sagrada Escritura, los Sacramentos, los ritos litúrgicos, la comunidad. En la vida cristiana no se prescinde de la esfera corpórea y material, porque en Jesucristo esta se ha convertido en camino de salvación. Podemos decir que debemos rezar también con el cuerpo: el cuerpo entra en la oración.

Por tanto, no existe espiritualidad cristiana que no tenga sus raíces en la celebración de los santos misterios. El Catecismo escribe: «La misión de Cristo y del Espíritu Santo que, en la liturgia sacramental de la Iglesia, anuncia, actualiza y comunica el Misterio de la salvación, se continúa en el corazón que ora» (n. 2655). La liturgia, en sí misma, no es solo oración espontánea, sino algo más y más original: es acto que funda la experiencia cristiana por completo y, por eso, también la oración es evento, es acontecimiento, es presencia, es encuentro. Es un encuentro con Cristo. Cristo se hace presente en el Espíritu Santo a través de los signos sacramentales: de aquí deriva para nosotros los cristianos la necesidad de participar en los divinos misterios. Un cristianismo sin liturgia, yo me atrevería a decir que quizá es un cristianismo sin Cristo. Sin el Cristo total. Incluso en el rito más despojado, como el que algunos cristianos han celebrado y celebran en los lugares de prisión, o en el escondite de una casa durante los tiempos de persecución, Cristo se hace realmente presente y se dona a sus fieles.

La liturgia, precisamente por su dimensión objetiva, pide ser celebrada con fervor, para que la gracia derramada en el rito no se disperse sino que alcance la vivencia de cada uno. El Catecismo lo explica muy bien y dice así: «La oración interioriza y asimila la liturgia durante y después de la misma» (ibid.). Muchas oraciones cristianas no proceden de la liturgia, pero todas, si son cristianas, presuponen la liturgia, es decir la mediación sacramental de Jesucristo. Cada vez que celebramos un Bautismo, o consagramos el pan y el vino en la Eucaristía, o ungimos con óleo santo el cuerpo de un enfermo, ¡Cristo está aquí! Es Él que actúa y está presente como cuando sanaba los miembros débiles de un enfermo, o entregaba en la Última Cena su testamento para la salvación del mundo.

La oración del cristiano hace propia la presencia sacramental de Jesús. Lo que es externo a nosotros se convierte en parte de nosotros: la liturgia lo expresa incluso con el gesto tan natural del comer. La Misa no puede ser solo “escuchada”: no es una expresión justa, “yo voy a escuchar Misa”. La Misa no puede ser solo escuchada, como si nosotros fuéramos solo espectadores de algo que se desliza sin involucrarnos. La Misa siempre es celebrada, y no solo por el sacerdote que la preside, sino por todos los cristianos que la viven. ¡Y el centro es Cristo! Todos nosotros, en la diversidad de los dones y de los ministerios, todos nos unimos a su acción, porque es Él, Cristo, el Protagonista de la liturgia.

Cuando los primeros cristianos empezaron a vivir su culto, lo hicieron actualizando los gestos y las palabras de Jesús, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, para que su vida, alcanzada por esa gracia, se convirtiera en sacrificio espiritual ofrecido a Dios. Este enfoque fue una verdadera “revolución”. Escribe San Pablo en la Carta a los Romanos: «Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual» (12,1). La vida está llamada a convertirse en culto a Dios, pero esto no puede suceder sin la oración, especialmente la oración litúrgica. Que este pensamiento nos ayude cuando se vaya a Misa: voy a rezar en comunidad, voy a rezar con Cristo que está presente. Cuando vamos a la celebración de un Bautismo, por ejemplo, Cristo está ahí, presente, que bautiza. “Pero, Padre, esta es una idea, una forma de hablar”: no, no es una forma de hablar. Cristo está presente y en la liturgia tú rezas con Cristo que está junto a ti.

CALENDARIO

20 MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Misa
del miércoles de la Octava (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., sin Cr., Pref. Pasc. I «en este día», embolismos props. en las PP. EE. No se puede decir la PE IV. Despedida con doble «Aleluya».
LECC.: vol. II.
- Hch 3, 1-10.
Te doy lo que tengo: en nombre de Jesús, levántate y anda.
- Sal 104. R. Que se alegren los que buscan al Señor.
- Secuencia (opcional). Ofrezcan los cristianos.
- Lc 24, 13-35. Lo reconocieron al partir el pan.

* Hoy no se permiten otras celebraciones, excepto la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio del miércoles de la Octava. Te Deum. Comp. Dom. I o II.

Martirologio: elogs. del 21 de abril, pág. 268.
CALENDARIOS: Sevilla: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Juan José Asenjo Pelegrina, arzobispo, emérito (1997).

TEXTOS MISA

MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Antífona de entrada Mt 25, 34
Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Aleluya.
Veníte, benedícti Patris mei, percípite regnum, quod vobis parátum est ab orígine mundi, allelúia.

Se dice Gloria.

Oración colecta
Oh, Dios, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la resurrección del Señor, concédenos propicio llegar a la alegría eterna mediante las fiestas que celebramos en el tiempo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui nos resurrectiónis domínicae ánnua sollemnitáte laetíficas, concéde propítius, ut, per temporália festa quae ágimus, perveníre ad gáudia aetérna mereámur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Miércoles de la Octava de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 3, 1-10
Te doy lo que tengo: en nombre de Jesús, levántate y anda
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Pedro y Juan subían al templo, a la oración de la hora de nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9 (R.: 3b)
R. Que se alegren los que buscan al Señor.
Laetétur cor quaeréntium Dóminum.
O bien: Aleluya.

V. Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas.
R. Que se alegren los que buscan al Señor.
Laetétur cor quaeréntium Dóminum.

V. Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
R. Que se alegren los que buscan al Señor.
Laetétur cor quaeréntium Dóminum.

V. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra.
R. Que se alegren los que buscan al Señor.
Laetétur cor quaeréntium Dóminum.

V. Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac.
R. Que se alegren los que buscan al Señor.
Laetétur cor quaeréntium Dóminum.

SECUENCIA (opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Victimae Pascháli laudes
immolent Christiáni.

Agnus redémit oves:
Christus ínnocens Patri
reconciliávit
peccatores.

Mors et vita duello
conflixére mirándo:
dux vitae mórtuus,
regnat vivus.

Dic nobis María,
Quid vidísti in via?

Sepúlcrum Christi vivéntis,
et glóriam vidi resurgéntis:
Angélicos testes,
sudárium et vestes.

Surréxit Christus spes mea:
praecédet suos in Galilaéam.

Scimus Christum surrexísse
a mórtuis vere:
Tu nobis, victor Rex miserére.
Amen. Allelúia.

Aleluya Sal 117, 24
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Éste es el día que hizo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Haec dies quam fecit Dóminus; exsultémus et laetémur in ea.

EVANGELIO Lc 24, 13-35
Lo reconocieron al partir el pan
 Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, ylo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Discurso 22-junio-2019
Tampoco los discípulos de Emaús querían que su "huésped misterioso" se fuera… «Quédate con nosotros», decían, intentando convencerlo de que se quedara con ellos. En otros episodios del Evangelio también aflora este mismo sentimiento. Recordemos, por ejemplo, la transfiguración, cuando Pedro, Santiago y Juan querían hacer tiendas, carpas, y quedarse en el monte. O cuando María Magdalena se encontró con el Resucitado y quería retenerlo. Pero «su Cuerpo resucitado no es un tesoro para retener, sino un Misterio para compartir» (Documento Final del Sínodo, 115). A Jesús lo encontramos, sobre todo, en la comunidad y por los caminos del mundo. Cuanto más lo llevemos a los demás, más lo sentiremos presente en nuestras vidas. Y estoy seguro de que ustedes lo harán cuando vuelvan a sus lugares de origen. El texto de Emaús dice que Jesús encendió un fuego en los corazones de los discípulos (cf. Lc 24, 32). Como saben, el fuego, para que no se apague, tiene que expandirse, sino se convierte en cenizas, tiene que propagarse. Por ello, ¡alimenten y propaguen el fuego de Cristo que tienen en ustedes!

Oración de los fieles
El Señor Jesús vive para siempre e intercede por nosotros ante el Padre. Oremos confiados.
- Por la Iglesia, para que sepa llevar al mundo la Buena Noticia de la salvación. Roguemos al Señor.
- Por todas las naciones de la tierra y por sus gobernantes, para que se consiga en el mundo una paz duradera, fruto de la justicia y de la solidaridad entre los hombres. Roguemos al Señor.
- Por los enfermos, los marginados y todos los que han perdido la esperanza, para que la resurrección de Jesús les dé la seguridad de la victoria final del bien sobre el mal. Roguemos al Señor.
- Por todos nosotros, que con alegría celebramos la Pascua del Señor, para que comuniquemos a los hombres la esperanza que nos da la victoria de Cristo. Roguemos al Señor.
Escucha, Padre, nuestra oración. Te la presentamos por medio de tu Hijo, que, sentado a tu derecha, vive y reina por los siglos de los siglos

Oración sobre las ofrendas
Acepta, Señor, las ofrendas de la redención humana y concédenos, complacido, la salud del alma y del cuerpo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe, quaesumus, Dómine, hóstias redemptiónis humánae, et salútem nobis mentis et córporis operáre placátus. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL I
EL MISTERIO PASCUAL
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este día glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hac potíssimum die gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Ipse enim verus est Agnus qui ábstulit peccáta mundi. Qui mortem nostram moriéndo destrúxit, et vitam resurgéndo reparávit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA III. Intercesión y Recuerdo propio de la Octava de Pascua.

Antífona de comunión Lc 24, 35
Los discípulos reconocieron al Señor Jesús al partir el pan. Aleluya.
Cognovérunt discípuli Dóminum Iesum in fractióne panis, allelúia.

Oración después de la comunión
Liberados de la vieja condición de pecado, te pedimos, Señor, que la devota participación en el sacramento de tu Hijo nos transforme en nuevas criaturas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Ab omni nos, quaesumus, Dómine, vetustáte purgátos, sacraménti Fílii tui veneránda percéptio in novam tránsferat creatúram. Per Christum.

Bendición solemne como el día de Pascua.
Que os bendiga Dios todopoderoso en la solemnidad pascual que hoy celebramos y, compasivo, os defienda de toda asechanza del pecado.
Benedícat vos omnípotens Deus, hodiérna interveniénte sollemnitáte pascháli, et ab omni miserátus deféndat incursióne peccáti.
R. Amén.
El que os ha renovado para la vida eterna, en la resurrección de su Unigénito, os colme con el premio de la inmortalidad.
Et qui ad aetérnam vitam in Unigéniti sui resurrectióne vos réparat, vos praemiis immortalitátis adímpleat.
R. Amén.
Y quienes, terminados los días de la pasión del Señor, habéis participado en los gozos de la fiesta de Pascua, podáis llegar, por su gracia, con espíritu exultante a aquellas fiestas que se celebran con alegría eterna.
Et qui, explétis passiónis domínicae diébus, paschális festi gáudia celebrátis, ad ea festa, quae laetítiis peragúntur aetérnis, ipso opitulánte, exsultántibus ánimis veniátis.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
Benedícat vos omnípotens Deus, Pater, et Fílius, + et Spíritus Sanctus.
R. Amén.

Para despedir al pueblo, el diácono o el mismo sacerdote, dice:
Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.
Ite, missa est, allelúia, allelúia.
R. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.
Deo grátias, allelúia, allelúia.

MARTIROLOGIO

Elogios del 21 de abril
S
an Anselmo, obispo y doctor de la Iglesia
, originario de Aosta, que fue monje y abad del monasterio de Bec, en el territorio de Normandía, en Francia, donde enseñaba a los hermanos a caminar por la vía de la perfección y a buscar a Dios por la comprensión de la fe. Promovido a la insigne sede de Canterbury, en Inglaterra, trabajó denodadamente por la libertad de la Iglesia, y por ello sufrió dificultades y destierros. (1109)
2. En Roma, conmemoración de san Apolonio, filósofo y mártir, que en tiempo del emperador Cómodo, ante el prefecto Perenio y el Senado, defendió con aguda palabra la causa de la fe cristiana, y la confirmó con el testimonio de su sangre al ser condenado a la pena capital. (185)
3. En Alejandría de Egipto, san Aristo, presbítero y mártir(s. inc.)
4. En el monte Sinaí, en Egipto, san Anastasio, abad, que defendió incansablemente la fe ortodoxa ante los monofisitas y escribió muchos sermones útiles para la salvación de las almas. (c. 700)
5*. En el monasterio de Applecroos, en Escocia, san Maelrubo, abad, que, oriundo de Irlanda y monje de Bangor, fundó un monasterio de misioneros, desde el cual, durante cincuenta años, difundió la luz de la fe a la población de aquellas regiones. (722)
6*. En la ciudad de Cagli, en el Piceno, actual región italiana de Las Marcas, beato Juan Saziari, religioso de la Tercera Orden Regular de San Francisco. (c. 1372)
7*. En Cervere, cerca de Fossano, en el Piamonte, también en Italia, beato Bartolomé Cerveri, presbítero de la Orden de Predicadores y mártir, que luchó por defender la fe católica y confirmó su entrega al morir alanceado por unos herejes. (1466)
8. En Altötting, en la región de Baviera, en Alemania, san Conrado (Juan) Birndorfer de Parzham, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que durante más de cuarenta años ejerció el humilde oficio de portero, siempre generoso con los pobres, y que jamás despidió a un menesteroso sin haberle ofrecido una ayuda cristiana con sus amables palabras. (1891)
9. En Nochistlán, en el territorio de Guadalajara, en México, san Román Adame, presbítero y mártir, que durante la persecución contra la Iglesia fue martirizado por confesar a Cristo Rey. (1927)

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