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domingo, 27 de marzo de 2022

Lunes 2 mayo 2022, San Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Patio de San Dámaso. Miércoles, 12 de mayo de 2021

Catequesis 33. El combate de la oración

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Estoy contento de retomar este encuentro cara a cara, porque os digo algo: no es bonito hablar delante de la nada, de una cámara. No es bonito. Y ahora, después de tantos meses, gracias a la valentía de monseñor Sapienza —que ha dicho: “¡No, lo hacemos allí!”— estamos aquí reunidos. ¡Es bueno monseñor Sapienza! Y encontrar la gente, y encontraros a vosotros, cada uno con su propia historia, gente que viene de todas las partes, de Italia, de Estados Unidos, de Colombia, después ese pequeño equipo de fútbol de cuarto hermanos suizos —creo— que están allí… cuatro. Falta la hermana, esperemos que llegue… Y veros a cada uno de vosotros a mí me alegra, porque somos todos hermanos en el Señor y mirarnos nos ayuda a rezar el uno por el otro. También la gente que está lejos pero siempre se hace cercana. La hermana sor Geneviève, que no puede faltar, que viene del Lunapark, gente que trabaja: son muchos y están aquí todos. Gracias por vuestra presencia y vuestra visita. Llevad el mensaje del Papa a todos. El mensaje del Papa es que yo rezo por todos, y pido rezar por mí unidos en la oración.

Y hablando de la oración, la oración cristiana, como toda la vida cristiana, no es “como dar un paseo”. Ninguno de los grandes orantes que encontramos en la Biblia y en la historia de la Iglesia ha tenido una oración “cómoda”. Sí, se puede rezar como los loros —bla, bla, bla, bla, bla— pero esto no es oración. La oración ciertamente dona una gran paz, pero a través de un combate interior, a veces duro, que puede acompañar también periodos largos de la vida. Rezar no es algo fácil y por eso nosotros escapamos de la oración. Cada vez que queremos hacerlo, enseguida nos vienen a la mente muchas otras actividades, que en ese momento parecen más importantes y más urgentes. Esto me sucede también a mí: voy a rezar un poco… Y no, debo hacer esto y lo otro… Nosotros huimos de la oración, no sé por qué, pero es así. Casi siempre, después de haber pospuesto la oración, nos damos cuenta de que esas cosas no eran en absoluto esenciales, y que quizá hemos perdido el tiempo. El Enemigo nos engaña así.

Todos los hombres y las mujeres de Dios mencionan no solamente la alegría de la oración, sino también la molestia y la fatiga que puede causar: en algunos momentos es una dura lucha mantener la fe en los tiempos y en las formas de la oración. Algún santo la ha llevado adelante durante años sin sentir ningún gusto, sin percibir la utilidad. El silencio, la oración, la concentración son ejercicios difíciles, y alguna vez la naturaleza humana se rebela. Preferiríamos estar en cualquier otra parte del mundo, pero no ahí, en ese banco de la iglesia rezando. Quien quiere rezar debe recordar que la fe no es fácil, y alguna vez procede en una oscuridad casi total, sin puntos de referencia. Hay momentos de la vida de fe que son oscuros y por esto algún santo los llama: “La noche oscura”, porque no se siente nada. Pero yo sigo rezando.

El Catecismo enumera una larga serie de enemigos de la oración, los que hacen difícil rezar, que ponen dificultades (cfr. nn. 2726-2728). Algunos dudan de que esta pueda alcanzar verdaderamente al Omnipotente: ¿pero por qué está Dios en silencio? Si Dios es Omnipotente, podría decir dos palabras y terminar la historia. Ante lo inaprensible de lo divino, otros sospechan que la oración sea una mera operación psicológica; algo que quizá es útil, pero no verdadera ni necesaria: y se podría incluso ser practicantes sin ser creyentes. Y así sucesivamente, muchas explicaciones.

Los peores enemigos de la oración están dentro de nosotros. El Catecismo los llama así: «desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos “muchos bienes”, decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad; herida de nuestro orgullo que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, difícil aceptación de la gratuidad de la oración, etc.» (n. 2728). Se trata claramente de una lista resumida, que podría ser ampliada.

¿Qué hacer en el tiempo de la tentación, cuando todo parece vacilar? Si exploramos la historia de la espiritualidad, notamos enseguida cómo los maestros del alma tenían bien clara la situación que hemos descrito. Para superarla, cada uno de ellos ofreció alguna contribución: una palabra de sabiduría, o una sugerencia para afrontar los tiempos llenos de dificultad. No se trata de teorías elaboradas en la mesa, no, sino consejos nacidos de la experiencia, que muestran la importancia de resistir y de perseverar en la oración.

Sería interesante repasar al menos algunos de estos consejos, porque cada uno merece ser profundizado. Por ejemplo, los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola son un libro de gran sabiduría, que enseña a poner en orden la propia vida. Hace entender que la vocación cristiana es militancia, es decisión de estar bajo la bandera de Jesucristo y no bajo la del diablo, tratando de hacer el bien también cuando se vuelve difícil.

En los tiempos de prueba está bien recordar que no estamos solos, que alguien vela a nuestro lado y nos protege. También San Antonio abad, el fundador del monacato cristiano, en Egipto, afrontó momentos terribles, en los que la oración se transformaba en dura lucha. Su biógrafo San Atanasio, obispo de Alejandría, narra que uno de los peores episodios le sucedió al Santo ermitaño en torno a los treinta y cinco años, mediana edad que para muchos conlleva una crisis. Antonio fue turbado por esa prueba, pero resistió. Cuando finalmente volvió a la serenidad, se dirigió a su Señor con un tono casi de reproche: «¿Dónde estabas? ¿Por qué no viniste enseguida a poner fin a mis sufrimientos?». Y Jesús respondió: «Antonio, yo estaba allí. Pero esperaba verte combatir» (Vida de Antonio, 10).

Combatir en la oración. Y muchas veces la oración es un combate. Me viene a la memoria una cosa que viví de cerca, cuando estaba en la otra diócesis. Había una pareja que tenía una hija de nueve años, con una enfermedad que los médicos no sabían lo que era. Y al final, en el hospital, el médico dijo a la madre: “Señora, llame a su marido”. Y el marido estaba en el trabajo; eran obreros, trabajando todos los días. Y dijo al padre: “La niña no pasará de esta noche. Es una infección, no podemos hacer nada”. Ese hombre, quizá no iba todos los domingos a misa, pero tenía una fe grande. Salió llorando, dejó a la mujer allí con la niña en el hospital, tomó el tren e hizo los setenta kilómetros de distancia hacia la Basílica de la Virgen de Luján, la patrona de Argentina. Y allí —la basílica estaba ya cerrada, eran casi las diez de la noche— él se aferró a las rejas de la Basílica y toda la noche rezando a la Virgen, combatiendo por la salud de la hija. Esta no es una fantasía, ¡yo lo he visto! Lo he vivido yo. Combatiendo ese hombre allí. Al final, a las seis de la mañana, se abrió la iglesia y él entró a saludar a la Virgen: toda la noche “combatiendo”, y después volvió a casa. Cuando llegó, buscó a su mujer, pero no la encontró y pensó: “Se ha ido. No, la Virgen no puede hacerme esto”. Después la encontró, sonriente que decía: “No sé qué ha pasado; los médicos dicen que ha cambiado así y que ahora está curada”. Ese hombre luchando con la oración ha obtenido la gracia de la Virgen. La Virgen le ha escuchado. Y esto lo he visto yo: la oración hace milagros, porque la oración va precisamente al centro de la ternura de Dios que nos ama como un padre. Y cuando no se cumple la gracia, hará otra que después veremos con el tiempo. Pero siempre es necesario el combate en la oración para pedir la gracia. Sí, a veces nosotros pedimos una gracia que necesitamos, pero la pedimos así, sin ganas, sin combatir, pero no se piden así las cosas serias. La oración es un combate y el Señor siempre está con nosotros.

Si en un momento de ceguera no logramos ver su presencia, lo lograremos en un futuro. Nos sucederá también a nosotros repetir la misma frase que dijo un día el patriarca Jacob: «¡Así pues, está Yahveh en este lugar y yo no lo sabía!» (Gen 28,16). Al final de nuestra vida, mirando hacia atrás, también nosotros podremos decir: “Pensaba que estaba solo, pero no, no lo estaba: Jesús estaba conmigo”. Todos podremos decir esto.

CALENDARIO

2 LUNES. SAN ATANASIO, obispo y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria

Misa
de la memoria (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Pasc. o de la memoria.
LECC.: vol. II.
- Hch 6, 8-15.
No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
- Sal 118. R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
- Jn 6, 22-29. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el que perdura para la vida eterna.
o bien:
cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de la memoria.

Martirologio: elogs. del 3 de mayo, pág. 290.
CALENDARIOS: RR. Reparadoras: María Reparadora (S).
Ávila: San Segundo, obispo y mártir (F).
Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei: Dedicación de la Iglesia Prelaticia de Santa María de la Paz (F).

TEXTOS MISA

2 de mayo
San Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia
Memoria

Antífona de entrada Cf. Eclo 15, 5
En medio de la asamblea le abrirá la boca, y el Señor lo llenará del espíritu de sabiduría y de inteligencia; lo revestirá con un vestido de gloria. Aleluya.
In médio Ecclésiae apéruit os eius, et implévit eum Dóminus spíritu sapiéntiae et intelléctus, stolam glóriae índuit eum, allelúia.

Monición de entrada
Hacemos hoy memoria de san Atanasio, obispo de Alejandría en Egipto en el siglo IV y doctor de la Iglesia. Con su palabra y sus escritos defendió tenazmente la naturaleza divina y humana de Jesucristo, contra la doctrina de Arrio, según la cual Cristo no era Dios como el Padre. Por ello tuvo que soportar persecuciones por parte de los arrianos y ser desterrado en varias ocasiones. Finalmente, regresó a la Iglesia que se le había confiado, donde, después de haber luchado y sufrido mucho, murió en el año 373.

Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, que hiciste de tu obispo san Atanasio un preclaro defensor de la divinidad de tu Hijo, concédenos, en tu bondad, que, gozando de su enseñanza y protección, crezcamos sin cesar en tu conocimiento y amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Omnípotens sempitérne Deus, qui beátum Athanásium epíscopum divinitátis Fílii tui propugnatórem exímium suscitásti, concéde propítius, ut, eius doctrína et protectióne gaudéntes, in tui cognitióne et amóre sine intermissióne crescámus. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Lunes de la III Semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 6, 8-15
No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
Entonces indujeron a unos que asegurasen:
«Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios».
Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:
«Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés».
Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 118, 23-24. 26-27. 29-30 (R.: 1b)
R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
Beáti qui ámbulant in lege Dómine.
O bien: Aleluya.

V. Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus decretos;
tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros.
R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
Beáti qui ámbulant in lege Dómine.

V. Te expliqué mi camino, y me escuchaste:
enséñame tus mandamientos;
instrúyeme en el camino de tus mandatos,
y meditaré tus maravillas.
R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
Beáti qui ámbulant in lege Dómine.

V. Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu ley;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos.
R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
Beáti qui ámbulant in lege Dómine.

Aleluya Mt 4, 4b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. R.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

EVANGELIO Jn 6, 22-29
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el que perdura para la vida eterna
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 5-agosto-2018
la multitud quiere saber de Jesús qué acciones debe hacer para contentar a Dios. Pero Jesús da una respuesta inesperada: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado» (Jn 6, 29). Estas palabras están dirigidas, hoy, también a nosotros: la obra de Dios no consisten tanto en el «hacer» cosas, sino en el «creer» en Aquel que Él ha mandado. Esto significa que la fe en Jesús nos permite cumplir las obras de Dios. Si nos dejamos implicar en esta relación de amor y de confianza con Jesús, seremos capaces de realizar buenas obras que perfumen a Evangelio, por el bien y las necesidades de los hermanos.
El Señor nos invita a no olvidar que, si es necesario preocuparse por el pan, todavía más importante es cultivar la relación con Él, reforzar nuestra fe en Él que es el «pan de la vida», venido para saciar nuestra hambre de verdad, nuestra hambre de justicia, nuestra hambre de amor.

Oración de los fieles
Jesucristo es el pan bajado del cielo. Él intercede por nosotros ante el Padre.
- Por la Iglesia, para que sus miembros den en todo momento testimonio de su fe. Roguemos al Señor.
- Por los diáconos de la Iglesia, para que, como san Esteban, sean colmados de la sabiduría y de la gracia del Espíritu Santo. Roguemos al Señor.
- Por los catequistas, que preparan a los niños que recibirán la comunión por vez primera, para que perseveren fielmente en su importante tarea. Roguemos al Señor.
- Por los aquí reunidos, para que se fortalezca nuestra fe recibiendo frecuentemente el pan de la eucaristía. Roguemos al Señor.
Concédenos, Padre santo, descubrir y valorar el don de tu Hijo en la eucaristía. Él, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Mira, Señor, los dones que te presentamos en la conmemoración de san Atanasio, y haz que, a cuantos profesamos su fe íntegra, nos aproveche para la salvación el testimonio de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Réspice, Dómine, múnera quae tibi in commemoratióne beáti Athanásii perhibémus, eiúsque fidem profiténtibus illibátam tuae testificátio veritátis prosit ad salútem. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL III
CRISTO VIVO E INTERCESOR PERPETUO EN FAVOR NUESTRO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él no cesa de ofrecerse por nosotros, intercediendo continuamente ante ti; inmolado, ya no vuelve a morir; sacrificado, vive para siempre.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Qui se pro nobis offérre non désinit, nosque apud te perénni advocatióne deféndit; qui immolátus iam non móritur, sed semper vivit occísus. Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de la comunión 1 Cor 3, 11
Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. Aleluya.
Fundaméntum áliud nemo potest pónere, praeter id quod pósitum est, quod est Christus Iesus, allelúia.

Oración después de la comunión
Concédenos, Dios todopoderoso, que la verdadera divinidad de tu Unigénito, que confesamos firmemente con san Atanasio, por este sacramento nos vivifique y nos defienda siempre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Da nobis, quaesumus, omnípotens Deus, ut Unigéniti tui vera divínitas, quam cum beáto Athanásio fírmiter confitémur, per hoc sacraméntum vivíficet nos semper et múniat. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 3 de mayo
F
iesta de san Felipe y Santiago, apóstoles. Felipe, que, al igual que Pedro y Andrés, había nacido en Betsaida, era discípulo de Juan Bautista y fue llamado por el Señor para que lo siguiera. por su parte, Santiago, de sobrenombre “Justo”, hijo de Alfeo, considerado en Occidente como el pariente del Señor, fue el primero que rigió la Iglesia de Jerusalén. Al suscitarse la controversia sobre la circuncisión, se adhirió al criterio de Pedro, a fin de que no se impusiese a los discípulos venidos de la gentilidad aquel antiguo yugo. Muy pronto coronó su apostolado con el martirio. (s. I)
2. En Antinoe, en la región de Tebaida, en Egipto, santos Timoteo y Maura, mártires. (286)
3. En Roma, en la séptima milla de la vía Nomentana, santos Evencio, Alejandro y Teódulo (s. III/IV).
4. En Narni, lugar de Umbría, en la actual Italia, san Juvenal, venerado como el primer obispo de la diócesis. (s. IV)
5*. En Kildare, en Irlanda, san Conleto, obispo, que fue colaborador de santa Brígida en la asistencia espiritual del monasterio que ella dirigía y de otros puestos bajo su jurisdicción, y debido a su autoridad ejerció una gran ascendencia sobre los prelados de su país. (c. 520)
6*. En Argo, en Grecia, san Pedro, obispo, que mostró una inmensa caridad hacia los pobres y trabajó, incansable, poniendo paz en los litigios para bien de las almas. (c. 922)
7*. En el monasterio de Fohorst, en Flandes, hoy Bélgica, tránsito de san Ansfrido, obispo de Utrecht, el cual, afectado por la ceguera, se retiró a este lugar. (c. 1008)
8*. En Kiev, ciudad antiguamente de Rusia pero hoy en Ucrania, san Teodosio, abad, que, según la tradición, fundó el monasterio conocido con el nombre de Las Grutas e instituyó en él la vida cenobítica. (1074)
9*. En Vercelli, en la región del Piamonte, en Italia, beata Emilia Bicchieri, virgen de la Orden de Santo Domingo, que, a pesar de haber ejercido a menudo el cargo de priora, realizaba muy contenta en la vida de comunidad los servicios más humildes de la casa. (1314)
10*. En Kazimierz, en Polonia, san Estanislao, presbítero y canónigo regular, que, impulsado por su caridad pastoral, fue ministro diligente de la palabra de Dios, maestro de la vida espiritual y confesor muy solicitado. (1489) Canonizado 2010
11*. En Susa, en la región del Piamonte, en Italia, beato Eduardo José Rosaz, obispo, que durante veinticinco años asistió pastoralmente la diócesis que se le había confiado, con una dedicación especial hacia los pobres. Fundó la Congregación de Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco. (1903)
12*. En la ciudad de Sherbrooke, en la provincia de Quebec, en Canadá, beata María Leonia (Elodia) Paradis, virgen, que fundó la Congregación de Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia, dedicadas al servicio doméstico de los sacerdotes. (1912)

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