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martes, 1 de febrero de 2022

Martes 8 marzo 2022, Martes de la I semana de Cuaresma, feria o san Juan de Dios, religioso, conmemoración.

SOBRE LITURGIA

VISITA AL PONTIFICIO SEMINARIO ROMANO MAYOR CON OCASIÓN DE LA FIESTA DE LA VIRGEN DE LA CONFIANZA
LECTIO DIVINA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Capilla del Seminario. Viernes 8 de febrero de 2013

Eminencia,
queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos amigos:

Cada año es para mí una gran alegría estar aquí con vosotros, ver a tantos jóvenes que caminan hacia el sacerdocio, que están atentos a la voz del Señor, que quieren seguir esta voz y buscan el camino para servir al Señor en este tiempo nuestro.

Hemos escuchado tres versículos de la Primera Carta de San Pedro (cf. 1, 3-5). Antes de entrar en este texto, me parece importante estar atentos precisamente al hecho de que es Pedro quien habla. Las dos primeras palabras de la Carta son «Petrus apostolus» (cf. v. 1): él habla, y habla a las Iglesias en Asia y llama a los fieles «elegidos y extranjeros en la diáspora» (ibidem). Reflexionemos un poco sobre esto. Es Pedro quien habla, y habla —como se escucha al final de la Carta— desde Roma, a la que ha llamado «Babilonia» (cf. 5, 13). Pedro habla: es casi una primera encíclica, con la cual el primer apóstol, vicario de Cristo, habla a la Iglesia de todos los tiempos.

Pedro, apóstol. Habla entonces aquél que encontró en Cristo Jesús al Mesías de Dios, que habló el primero en nombre de la Iglesia futura: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (cf. Mt 16, 16). Habla aquél que nos ha introducido en esta fe. Habla aquél a quien dijo el Señor: : «Te entrego las llaves del reino de los cielos» (cf. Jn 16, 19), a quien confió su rebaño después de la Resurrección, diciéndole tres veces: «Apacienta mi rebaño, mis ovejas» (cf. Jn 21, 15-17). Habla también el hombre que cayó, que negó a Jesús y que tuvo la gracia de contemplar la mirada de Jesús, de ser tocado en su corazón y de haber encontrado el perdón y una renovación de su misión. Pero es sobre todo importante que este hombre, lleno de pasión, de deseo de Dios, de deseo del reino de Dios, del Mesías, que este hombre que encontró a Jesús, el Señor y el Mesías, es también el hombre que pecó, que cayó, y sin embargo permaneció bajo la mirada del Señor y así permaneció el responsable de la Iglesia de Dios, encargado por Cristo, portador de su amor.

Habla Pedro el apóstol, pero los exegetas nos dicen: no es posible que esta carta sea de Pedro, porque el griego es tan bueno que no puede ser el griego de un pescador del Lago de Galilea. Y no sólo el lenguaje, la estructura de la lengua es óptima, sino también el pensamiento es ya bastante maduro, pues existen ya fórmulas concretas en la cuales se condensa la fe y la reflexión de la Iglesia. Por lo tanto, ellos dicen: se trata de un estado de desarrollo que no puede ser el de Pedro. ¿Cómo responder? Hay dos posiciones importantes: primero, Pedro mismo —es decir, la Carta— nos da una clave de por qué al final del Escrito dice: «Os escribo por medio de Silvano —dia Silvano». Este por medio [dia] puede significar cosas diversas: puede significar que él [Silvano] transporta, transmite; puede querer decir que él ayudó en la redacción; que él realmente era el escritor práctico. En todo caso, podemos concluir que la Carta misma nos indica que Pedro no escribió solo esta Carta, sino que expresa la fe de una Iglesia que ya está en camino de fe, en una fe cada vez más madura. No escribe solo, como individuo aislado, escribe con la ayuda de la Iglesia, de las personas que ayudan a profundizar la fe, a entrar en la profundidad de su pensamiento, razonabilidad y profundidad. Y esto es muy importante: no habla Pedro como individuo, habla ex persona Ecclesiae, habla como hombre de la Iglesia, ciertamente como persona, con su responsabilidad personal, pero también como persona que habla en nombre de la Iglesia: no sólo ideas privadas, no como un genio del siglo XIX que quería expresar sólo ideas personales, originales, que nadie habría podido decir antes. No. No habla como genio individualista, sino que habla precisamente en la comunión de la Iglesia. En el Apocalipsis, en la visión inicial de Cristo se dice que la voz de Cristo es la voz de muchas aguas (cf. Ap 1, 15). Esto quiere decir: la voz de Cristo reúne todas las aguas del mundo, lleva en sí todas las aguas vivas que dan vida al mundo. Es Persona, pero precisamente ésta es la grandeza del Señor, que lleva en sí todo el río del Antiguo Testamento, es más, de la sabiduría de los pueblos. Y cuanto se dice aquí sobre el Señor vale, en otro modo, también para el apóstol, que no quiere decir sólo una palabra suya, sino que lleva en sí realmente las aguas de la fe, las aguas de toda la Iglesia; y justamente de este modo da fertilidad, da fecundidad, y precisamente así es un testigo personal que se abre al Señor, y se convierte en alguien abierto y amplio. Por lo tanto, esto es importante.

Luego me parece también importante que en esta conclusión de la Carta se nombren a Silvano y a Marcos, dos personas que pertenecen también a las amistades de san Pablo. De este modo, a través de esa conclusión, los mundos de san Pedro y de san Pablo van juntos: no es una teología exclusivamente petrina contra una teología paulina, sino que es una teología de la Iglesia, de la fe de la Iglesia, donde —ciertamente— hay diversidad de temperamento, de pensamiento, de estilo al hablar entre Pablo y Pedro. Es un bien, también hoy, que existan tales diversidades, diversos carismas, diversos temperamentos, que sin embargo no son contrastantes y se unen en la fe común.

Quisiera decir otra cosa: san Pedro escribe desde Roma. Es importante: aquí ya tenemos al Obispo de Roma, tenemos el inicio de la sucesión, tenemos ya el inicio del primado concreto situado en Roma, no sólo entregado por el Señor, sino ubicado aquí, en esta ciudad, en esta capital del mundo. ¿Cómo llegó Pedro a Roma? Esta es una pregunta seria. Los Hechos de los Apóstoles nos relatan que, tras la fuga de la cárcel de Herodes, fue a otro lugar (cf. 12, 17) —eis eteron topon—, no se sabe a qué otro lugar; algunos dicen Antioquía, otros dicen Roma. En todo caso, en este capítulo, se dice también que, antes de huir, confió la Iglesia judeo-cristiana, la Iglesia de Jerusalén, a Santiago; y, confiándola a Santiago, él permanece sin embargo Primado de la Iglesia universal, de la Iglesia de los paganos, pero también de la Iglesia judeo-cristiana. Y aquí en Roma encontró una gran comunidad judeo-cristiana. Los liturgistas nos dicen que en el Canon romano hay rastros de un lenguaje típicamente judeo-cristiano. De este modo vemos que en Roma se encuentran ambas partes de la Iglesia: la judeo-cristiana y la pagano-cristiana, unidas, expresión de la Iglesia universal. Para Pedro, ciertamente, el paso de Jerusalén a Roma es el paso a la universalidad de la Iglesia, el paso a la Iglesia de los paganos y de todos los tiempos, a la Iglesia siempre también de los judíos. Y pienso que, viniendo a Roma, san Pedro no sólo pensó en este paso: Jerusalén/Roma, Iglesia judeo-cristiana/Iglesia universal. Ciertamente se acordó también de las últimas palabras de Jesús dirigidas a él, recogidas por san Juan: «Al final, tú irás adonde no quieras ir. Te ceñirán, extenderán tus manos» (cf. Jn 21, 18). Es una profecía de la crucifixión. Los filólogos nos muestran que es una expresión precisa, técnica, este «extender las manos», para la crucifixión. San Pedro sabía que su final sería el martirio, que habría sido la cruz. Y así, se encontrará en el completo seguimiento de Cristo. Por lo tanto, al venir a Roma fue ciertamente también al martirio: en Babilonia lo esperaba el martirio. Por lo tanto, el primado tiene este contenido de la universalidad, pero también un contenido martiriológico. Desde el comienzo, Roma es también lugar del martirio. Pedro, al venir a Roma, acepta de nuevo esta palabra del Señor: va hacia la Cruz; y nos invita a que también nosotros aceptemos el aspecto martiriológico del cristianismo, que puede tener formas muy distintas. Y la cruz puede tener formas muy distintas, pero nadie puede ser cristiano sin seguir al Crucificado, sin aceptar incluso el momento martiriológico.

Después de estas palabras sobre el remitente, unas breves palabras también sobre las personas a las cuales escribió. He dicho ya que san Pedro define a aquellos a quienes escribe con las palabras «eklektois parepidemois», «a los elegidos que son extranjeros en la diáspora» (cf. 1 P 1, 1). Tenemos nuevamente esta paradoja de gloria y cruz: elegidos, pero dispersos y extranjeros. Elegidos: este era el título de gloria de Israel: nosotros somos los elegidos, Dios eligió a este pequeño pueblo no porque somos grandes —dice el Deuteronomio— sino porque Él nos ama (cf. 7, 7-8). Somos elegidos: esto, ahora san Pedro lo traslada a todos los bautizados, y el contenido propio de los primeros capítulos de su Primera Carta es que los bautizados entran en los privilegios de Israel, son el nuevo Israel. Elegidos: me parece que vale la pena reflexionar sobre esta palabra. Somos elegidos. Dios nos conoce desde siempre, antes de nuestro nacimiento, de nuestra concepción; Dios me quiso cristiano, católico, me quiso sacerdote. Dios ha pensado en mí, me ha buscado a mí entre millones, entre muchos, me ha visto y ha elegido, no por mis méritos que no existían, sino por su bondad. Ha querido que yo sea portador de su elección, que es siempre también misión, sobre todo misión, y responsabilidad por los demás. Elegidos: debemos estar agradecidos y alegres por este hecho. Dios ha pensado en mí, me ha elegido como católico, a mí como portador de su Evangelio, como sacerdote. Me parece que vale la pena reflexionar muchas veces sobre esto, y volver a entrar en este hecho de su elección: me eligió, me quiso; ahora yo respondo.

Tal vez hoy nos tienta decir: no queremos estar contentos por haber sido elegidos, sería triunfalismo. Triunfalismo sería si nosotros pensáramos que Dios me eligió porque soy grande. Esto sería realmente triunfalismo equivocado. Pero estar contentos porque Dios me ha querido no es triunfalismo, es gratitud. Pienso que debemos volver a aprender esta alegría: Dios ha querido que yo nazca así, en una familia católica, que haya conocido desde el comienzo a Jesús. ¡Qué gran don ser amado por Dios, de tal modo que he podido conocer su rostro, he podido conocer a Jesucristo, el rostro humano de Dios, la historia humana de Dios en este mundo! Estar alegres porque me ha elegido para ser católico, para estar en esta Iglesia suya, donde subsistit Ecclesia unica; debemos estar alegres porque Dios me ha dado esta gracia, esta belleza de conocer la plenitud de la verdad de Dios, la alegría de su amor.

Elegidos: una palabra de privilegio y de humildad al mismo tiempo. Pero «elegidos» —como decía— está acompañado de «parapidemois», dispersos, extranjeros. Como cristianos estamos dispersos y somos extranjeros: vemos que hoy en el mundo los cristianos son el grupo más perseguido porque no son conformistas, porque es un estímulo, porque están contra las tendencias del egoísmo, del materialismo, de todas estas cosas.

Ciertamente los cristianos no son sólo extranjeros; somos también naciones cristianas, estamos orgullosos de haber contribuido a la formación de la cultura. Hay un sano patriotismo, una sana alegría de pertenecer a una nación que tiene una gran historia de cultura, de fe. Pero, como cristianos, somos también siempre extranjeros, —la historia de Abrahán, descrita en la Carta a los Hebreos. Somos, como cristianos, precisamente hoy, siempre también extranjeros. En los lugares de trabajo los cristianos son una minoría, se encuentran en una situación de extrañeza; asombra que uno hoy pueda aún creer y vivir así. Esto pertenece también a nuestra vida: es la forma de ser con Cristo Crucificado; este ser extranjeros, viviendo no según el mundo en el que viven todos, sino viviendo —o tratando al menos de vivir— según su Palabra, en una gran diversidad respecto a lo que dicen todos. Y precisamente esto es característico para los cristianos. Todos dicen: «Pero todos hacen así, ¿por qué yo no?». No, yo no, porque quiero vivir según Dios. San Agustín dijo una vez: «Los cristianos son aquellos que no tienen las raíces hacia abajo como los árboles, sino que tienen las raíces hacia arriba, y viven esta gravitación no en la gravitación natural hacia abajo». Roguemos al Señor para que nos ayude a aceptar esta misión de vivir, en cierto sentido, como dispersos, como minoría; de vivir como extranjeros y ser incluso responsables de los demás y, precisamente así, dando fuerza al bien en nuestro mundo.

Llegamos finalmente a los tres versículos de hoy. Quisiera sólo subrayar, o digamos interpretar un poco, por lo que puedo, tres palabras: la palabra regenerados, la palabra herencia y la palabra custodiados por la fe. Regenerados —anaghennesas, dice el texto griego— quiere decir: ser cristiano no es simplemente una decisión de mi voluntad, una idea mía; yo veo un grupo que me gusta, me hago miembro de este grupo, comparto sus objetivos, etc. No: ser cristiano no es entrar en un grupo para hacer algo, no es un acto sólo de mi voluntad, no primariamente de mi voluntad, de mi razón: es un acto de Dios. Regenerado no concierne sólo al ámbito de la voluntad, del pensar, sino del ser. He renacido: esto quiere decir que llegar a ser cristiano es sobre todo pasivo; yo no puedo hacerme cristiano, sino que me hacen renacer, el Señor me rehace en la profundidad de mi ser. Y yo entro en este proceso del renacer, me dejo transformar, renovar, regenerar. Esto me parece muy importante: como cristiano no me hago sólo una idea mía que comparto con otros, y si dejan de gustarme puedo salir. No: concierne precisamente a la profundidad del ser, es decir, llegar a ser cristiano comienza con una acción de Dios, sobre todo una acción suya, y yo me dejo formar y transformar.

Me parece que es materia de reflexión, precisamente en un año en el que reflexionamos sobre los Sacramentos de la iniciación cristiana, meditar esto: este pasivo y activo profundo del ser regenerado, del devenir de toda una vida cristiana, del dejarme transformar por su Palabra, por la comunión de la Iglesia, por la vida de la Iglesia, por los signos con los que el Señor trabaja en mí, trabaja conmigo y para mí. Y renacer, ser regenerados, indica también que entro en una nueva familia: Dios, mi Padre; la Iglesia, mi Madre; los demás cristianos, mis hermanos y hermanas. Ser regenerados, dejarse regenerar implica, por lo tanto, dejarse voluntariamente introducir en esta familia, vivir para Dios Padre y desde Dios Padre, vivir desde la comunión con Cristo su Hijo, que me regenera mediante su Resurrección, como dice la Carta (cf. 1 P 1, 3), vivir con la Iglesia dejándome formar por la Iglesia en muchos sentidos, en tantos caminos, y estar abierto a mis hermanos, reconocer en los demás realmente a mis hermanos, que junto a mí son regenerados, transformados, renovados; uno lleva la responsabilidad por el otro. Una responsabilidad, por lo tanto, del Bautismo, que es un proceso de toda una vida.

Segunda palabra: herencia. Es una palabra muy importante en el Antiguo Testamento, donde se dice a Abrahán que su descendencia heredará la tierra. Y esta fue siempre la promesa para los suyos: Vosotros tendréis la tierra, seréis herederos de la tierra. En el Nuevo Testamento, esta palabra se convierte en una palabra para nosotros: nosotros somos herederos, no de un determinado país, sino de la tierra de Dios, del futuro de Dios. Herencia es una cosa del futuro, y así esta palabra dice sobre todo que como cristianos tenemos el futuro: el futuro es nuestro, el futuro es de Dios. Y así, siendo cristianos, sabemos que el futuro es nuestro y el árbol de la Iglesia no es un árbol moribundo, sino el árbol que crece siempre de nuevo. Por lo tanto, tenemos motivo para no dejarnos persuadir —como dijo el Papa Juan XXIII— por los profetas de desventuras, que dicen: la Iglesia, bien, es un árbol nacido del grano de mostaza, creció en dos milenios, ahora tiene el tiempo tras de sí, ahora es el tiempo en el cual muere. No. La Iglesia se renueva siempre, renace siempre. El futuro es nuestro. Naturalmente, existe un falso optimismo y un falso pesimismo. Un falso pesimismo que dice: el tiempo del cristianismo se acabó. No: ¡comienza de nuevo! El falso optimismo era el posterior al Concilio, cuando los conventos cerraban, los seminarios cerraban, y decían: pero... nada, está todo bien... ¡No! No está todo bien. Hay también caídas graves, peligrosas, y debemos reconocer con sano realismo que así no funciona, no funciona donde se hacen cosas equivocadas. Pero también debemos estar seguros, al mismo tiempo, de que si aquí y allá la Iglesia muere por causa de los pecados de los hombres, por causa de su falta de fe, al mismo tiempo, nace de nuevo. El futuro es realmente de Dios: esta es la gran certeza de nuestra vida, el grande y verdadero optimismo que conocemos. La Iglesia es el árbol de Dios que vive eternamente y lleva en sí la eternidad y la verdadera herencia: la vida eterna.

Y, finalmente, custodiados por la fe. El texto del Nuevo Testamento, de la Carta de San Pedro, usa aquí una palabra rara, phrouroumenoi, que quiere decir: están «los vigilantes», y la fe es como «el vigilante» que custodia la integridad de mi ser, de mi fe. Esta palabra interpreta sobre todo a los «vigilantes» de las puertas de una ciudad, donde ellos están y custodian la ciudad, a fin de que no la invadan los poderes de destrucción. Así la fe es «vigilante» de mi ser, de mi vida, de mi herencia. Debemos estar agradecidos por esta vigilancia de la fe que nos protege, nos ayuda, nos guía, nos da la seguridad: Dios no me deja caer de sus manos. Custodiados por la fe: así concluyo. Hablando de la fe pienso siempre en aquella mujer siro-fenicia enferma, que, en medio de la multitud, logra llegar a Jesús, lo toca para ser sanada, y es curada. El Señor dice: «¿Quién me ha tocado?». Le dicen: «Pero Señor, todos te tocan, ¿cómo puedes preguntar: quién me ha tocado?» (cf. Mc 7, 24-30). Pero el Señor sabe: existe un modo de tocarlo, superficial, exterior, que no tiene realmente nada que ver con un verdadero encuentro con Él. Y existe un modo de tocarlo profundamente. Y esta mujer le tocó verdaderamente: le tocó no sólo con la mano, sino con su corazón, y así recibió la fuerza sanadora de Cristo, tocándolo realmente desde dentro, desde la fe. Esta es la fe: tocar a Cristo con la mano de la fe, con nuestro corazón, y así entrar en la fuerza de su vida, en la fuerza sanadora del Señor. Pidamos al Señor que podamos tocarle cada vez más de este modo para ser sanados. Pidamos que no nos deje caer, que también ella nos tome siempre de la mano y, de este modo, nos custodie para la verdadera vida. Gracias.

CALENDARIO

8 MARTES DE LA I SEMANA DE CUARESMA, feria o SAN JUAN DE DIOS, religioso, conmemoración

Misa
de feria (morado).
MISAL: ants. y oracs. props. [para la conm.: 1.ª orac. prop. y el resto de la feria], Pf. Cuaresma.
LECC.: vol. II.
La Cuaresma: Hacer la voluntad de Dios.
- Is 55, 10-11. Mi palabra cumplirá mi deseo.
- Sal 33. R. Dios libra a los justos de sus angustias.
- Mt 6, 7-15. Vosotros orad así.

Liturgia de la Horas: oficio de feria. Se puede hacer conmemoración del santo.

Martirologio: elogs. del 9 de marzo, pág. 198.
CALENDARIOS: Granada-ciudad y Hospitalarios de San Juan de Dios: San Juan de Dios, religioso (S).
Calasancias: San Faustino Míguez, presbítero (F). Getafe, Asidonia-Jerez y Escolapios: (conm.).
Pamplona y Tudela: San Veremundo de Irache, abad (conm.).
O. Cist.: San Esteban de Obazine, abad cisterciense (conm.).
Orihuela-Alicante: Aniversario de la muerte de Mons. Rafael Palmero Ramos, obispo, emérito (2021).

TEXTOS MISA

Martes de la I Semana de Cuaresma.

Antífona de entrada Sal 89, 1-2
Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Desde siempre y por siempre tú eres Dios.
Dómine, refúgium factus es nobis a generatióne et progénie; a saeculo, et in saeculum tu es.

Oración colecta
Señor, mira a tu familia y haz que nuestro espíritu brille junto a ti con el deseo de poseerte, al mortificarnos mediante la penitencia corporal. Por nuestro Señor Jesucristo.
Réspice, Dómine, famíliam tuam, et praesta, ut apud te mens nostra tuo desidério fúlgeat, quae se corporálium moderatióne castígat. Per Dóminum.

En la conmemoración:
8 de marzo
San Juan de Dios, religioso

Oración colecta propia, el resto de la feria de Cuaresma.

Monición de entrada

Conmemoramos hoy a san Juan de Dios, religioso, nacido en Portugal el año 1495. Después de su conversión, pasó su vida en Granada. dedicado al servicio a los enfermos; su admirable solicitud por ellos, a imitación del mismo Cristo, que vino a curar toda enfermedad y dolencia, perdura en la Orden Hospitalaria San Juan de Dios, por el fundada. Tal día como hoy, en la ciudad de Granada, murió en 1550.

Oración colecta
Oh, Dios, que colmaste a san Juan de Dios de espíritu de misericordia, te pedimos que, practicando las obras de caridad, merezcamos encontrarnos entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui beátum Ioánnem misericórdiae spíritu perfudísti, da, quaesumus, ut, caritátis ópera exercéntes, inter eléctos in regno tuo inveníri mereámur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Martes de la I semana de Cuaresma (Lec. II)

PRIMERA LECTURA Is 55, 10-11
Mi palabra cumplirá mi deseo
Lectura del libro de Isaías.

Esto dice el Señor: 
«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, 
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, 
de fecundarla y hacerla germinar, 
para que dé semilla al sembrador 
y pan al que come, 
así será mi palabra que sale de mi boca: 
no volverá a mí vacía, 
sino que cumplirá mi deseo 
y llevará a cabo mi encargo».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 33, 4-5. 6-7. 16-17. 18-19 (R.: cf. 18b)
R. Dios libra a los justos de sus angustias.
Ex ómnibus tribulatiónibus eórum Deus salvávit iustos.

V. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
R. Dios libra a los justos de sus angustias.
Ex ómnibus tribulatiónibus eórum Deus salvávit iustos.

V. Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
R. Dios libra a los justos de sus angustias.
Ex ómnibus tribulatiónibus eórum Deus salvávit iustos.

V. Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
R. Dios libra a los justos de sus angustias.
Ex ómnibus tribulatiónibus eórum Deus salvávit iustos.

V. Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
R. Dios libra a los justos de sus angustias.
Ex ómnibus tribulatiónibus eórum Deus salvávit iustos.

Versículo antes del Evangelio Mt 4, 4b
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

EVANGELIO Mt 6, 7-15
Vosotros orad así
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así: 
“Padre nuestro que estás en el cielo, 
santificado sea tu nombre, 
venga a nosotros tu reino, 
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, 
danos hoy nuestro pan de cada día, 
perdona nuestras ofensas, 
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación, 
y líbranos del mal”. 
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Audiencia general, Miércoles, 22 de mayo de 2019.
Podemos decir que la oración cristiana nace de la audacia de llamar a Dios con el nombre de «Padre». Esta es la raíz de la oración cristiana: llamar «Padre» a Dios. ¡Hace falta valor! No se trata tanto de una fórmula, como de una intimidad filial en la que somos introducidos por gracia: Jesús es el revelador del Padre y nos da familiaridad con Él. «No nos deja una fórmula para repetirla de modo mecánico (cf Mt 6, 7; 1R 18, 26-29). Como en toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre». (Catecismo de la Iglesia Católica, 2766). Jesús mismo usó diferentes expresiones para rezar al Padre. Si leemos con atención los Evangelios descubrimos que estas expresiones de oración que emergen en los labios de Jesús recuerdan el texto del Padre Nuestro.

Oración de los fieles
Oremos al Señor, nuestro Dios. Él sabe lo que nos hace falta, antes que se lo pidamos.
- Por la Iglesia, para que en esta Cuaresma intensifique la escucha de la Palabra de Dios y el espíritu de auténtica oración. Roguemos al Señor.
- Por todos los pueblos de la tierra, para que comprendan que no pueden resolver completamente sus problemas humanos sin la ayuda de la providencia de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los creyentes de todas las religiones, para que, orando sinceramente, encuentren la plenitud de la verdad en Cristo. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, para que vivamos la confianza en Dios y la solidaridad con los hombres, que nos permitan rezar sinceramente el Padrenuestro. Roguemos al Señor.
Escucha, Señor, nuestras súplicas; danos cada día el pan que sostiene nuestra vida corporal, y el Pan eucarístico; y enséñanos a perdonar a nuestros hermanos para que podamos recibir tu perdón. Por Jesucristo, nuestro Señor

Oración sobre las ofrendas
Dios, creador todopoderoso, acepta los dones que recibimos de tu abundante generosidad y convierte en auxilio para la vida eterna los bienes temporales que nos has dado. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe, creátor omnípotens Deus, quae de tuae munificéntiae largitáte deférimus, et temporália nobis colláta praesídia ad vitam convérte propitiátus aetérnam. Per Christum.

PREFACIO I DE CUARESMA
SIGNIFICACIÓN ESPIRITUAL DE LA CUARESMA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Por él concedes a tus fieles anhelar, año tras año, con el gozo de habernos purificado, los sacramentos pascuales, para que, dedicados con mayor entrega a la oración y a la caridad fraterna, por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios.
Por eso, con los ángeles y arcángeles, tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Quia fidélibus tuis dignánter concédis quotánnis paschália sacraménta in gáudio purificátis méntibus exspectáre: ut, pietátis offícia et ópera caritátis propénsius exsequéntes, frequentatióne mysteriórum, quibus renáti sunt, ad grátiae filiórum plenitúdinem perducántur.
Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia caeléstis exércitus, hymnum glóriae tuae cánimus, sine fine dicéntes:

Santo, santo Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

Antífona de comunión Sal 4, 2
Escúchame cuando te invoco, Dios de mi justicia; tú que en el aprieto me diste anchura ten piedad de mí y escucha mi oración.
Cum invocárem te, exaudísti me, Deus iustítiae meae, in tribulatióne dilatásti me; miserére mihi, Dómine, et exáudi oratiónem meam.

Oración después de la comunión
Señor, que este sacramento nos ayude a estimar los bienes del cielo a la vez que calmamos la tendencia a los de la tierra. Por Jesucristo, nuestro Señor.
His nobis, Dómine, mystériis conferátur, quo, terréna desidéria mitigántes, discámus amáre caeléstia. Per Christum.

Oración sobre el pueblo
V. El Señor esté con vosotros. R.
V. Inclinaos para recibir la bendición.
Oh, Dios, que tus fieles, se fortalezcan con tu bendición; sé para ellos consuelo en la tristeza, paciencia en la tribulación y defensa en el peligro. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fidéles tui, Deus, benedictióne tua firméntur, sis eis in maeróre solátium, in tribulatióne patiéntia, in perículo praesídium. Per Christum.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre. R.

MARTIROLOGIO

Elogios del 9 de marzo
S
anta Francisca, religiosa
, que casada aún adolescente, vivió cuarenta años en matrimonio y fue excelente esposa y madre de familia, admirable por su piedad, humildad y paciencia. En tiempos calamitosos distribuyó sus bienes entre los pobres, asistió a los atribulados y, al quedar viuda, se retiró a vivir entre las oblatas que ella había reunido bajo la Regla de san Benito, en Roma. (1440)
2. En Sebaste, en la antigua Armenia, hoy Turquía, pasión de los santos cuarenta soldados de Capadocia, que, en tiempo del emperador Licinio se mostraron compañeros, no por razón de sangre, sino por la fe común y la obediencia a la voluntad del Padre celestial. Tras cárceles y crueles tormentos, como el tener que pernoctar desnudos al aire libre sobre un estanque helado en el más frío invierno, consumaron el martirio con el quebrantamiento de sus piernas. (320)
3. En Barcelona, en la Hispania Tarraconense, san Paciano, obispo, que, al exponer su fe, proclamaba que “cristiano” era su nombre y “católico” su apellido. (390)
4*. En el lugar de Rapolla, en Lucania, en la actual Italia, san Vital de Castronovo, monje. (993)
5. En Moravia oriental, actualmente Alemania, san Bruno, obispo de Querfurt y mártir, el cual, acompañando a Italia al emperador Otón III, movido por la autoridad de san Romualdo abrazó la disciplina monástica, y recibió el nombre de Bonifacio. Vuelto a Moravia y nombrado obispo por el papa Juan X, durante una expedición apostólica fue despedazado, junto con dieciocho compañeros, por unos idólatras. (1009)
6. En Bolonia, en la región de Emilia-Romaña, en Italia, santa Catalina, virgen de la Orden de las Clarisas, quien, notable por sus dotes naturales, fue aún más ilustre por sus virtudes místicas, así como por la vida de penitencia y humildad, y se convirtió en guía de vírgenes consagradas. (1463)
7. En Mondonio, lugar del Piamonte, de nuevo en Italia, santo Domingo Savio, que, dulce y jovial desde la infancia, todavía adolescente consumó con resuelto el camino de la perfección cristiana. (1857)
8. En la aldea de Nei-Co-Ri, en Corea, santos Pedro Ch’oe Hyong y Juan Bautista Chon Chang-un, mártires, los cuales, siendo padres de familia, se distinguieron por administrar el bautismo y publicar escritos cristianos, razón por la que fueron entregados al suplicio, en el transcurso del cual se mantuvieron tan constantes en la fe que suscitaron la admiración de sus mismos perseguidores. (1866)

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