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lunes, 28 de febrero de 2022

Lunes 4 abril 2022, Lunes de la V semana de Cuaresma, feria.

SOBRE LITURGIA

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL SIMPOSIO "POR UNA TEOLOGÍA FUNDAMENTAL DEL SACERDOCIO"

Aula Pablo VI. Jueves, 17 de febrero de 2022

(4)
Ahora pasamos a la cuarta cercanía, la última, la cercanía al Pueblo de Dios, al santo Pueblo fiel de Dios. Nos hará bien leer la Lumen gentium, números 8 y 12.

Cercanía al pueblo

Muchas veces he señalado como la relación con el Pueblo Santo de Dios no es para cada uno de nosotros un deber sino una gracia. «El amor a la gente es una fuerza espiritual que facilita el encuentro pleno con Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 272). Es por eso que el lugar de todo sacerdote está en medio de la gente, en una relación de cercanía con el pueblo. He señalado en la Evangelii gaudium que «para ser evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene, pero allí mismo, si no somos ciegos, empezamos a percibir que esa mirada de Jesús se amplía y se dirige llena de cariño y de ardor hacia todo su pueblo fiel. Así redescubrimos que Él nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado.Jesús quiere servirse de los sacerdotes para estar más cerca del santo Pueblo fiel de Dios. Nos toma de en medio del pueblo y nos envía al pueblo, de tal modo que nuestra identidad no se entiende sin esta pertenencia» (n. 268).La identidad sacerdotal no se puede comprender sin la pertenencia al santo Pueblo fiel de Dios.

Estoy convencido que, para comprender de nuevo la identidad del sacerdocio, hoy es importante vivir en estrecha relación con la vida real de la gente, junto a ella, sin ninguna vía de escape. «A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo» (ibíd, 270).Y el pueblo no es una categoría lógica, no, sino es una categoría mítica, para entenderlo hay que acercarse a él como se acerca uno a una categoría mítica.

Cercanía al Pueblo de Dios. Una cercanía que, enriquecida con las “otras cercanías”, las otras tres, invita y en cierta medida exige desarrollar el estilo del Señor, que es estilo de cercanía, de compasión y de ternura porque capaz de caminar no como un juez sino como el Buen Samaritano que reconoce las heridas de su pueblo, el sufrimiento vivido en silencio, la abnegación y sacrificios de tantos padres y madres por llevar adelante sus familias, y también las consecuencias de la violencia, la corrupción y de la indiferencia que a su paso intenta silenciar toda esperanza. Cercanía que permite ungir las heridas y proclamar un año de gracia en el Señor (cf. Is 61,2). Es clave recordar que el Pueblo de Dios espera encontrar “pastores” al estilo de Jesús ―y no tanto “clérigos de estado” —recordemos aquella época en Francia, en la que vivía el cura de Ars, el cura, pero estaba también “monsieur l'abbé”, el “reverendo sacerdote”, clérigos de Estado—. También hoy, el pueblo nos pide pastores del pueblo y no clérigos de Estado o “profesionales de lo sagrado”; pastores que sepan de compasión, de oportunidad; hombres con coraje capaces de detenerse ante el caído y tender su mano; hombres contemplativos que en la cercanía con su pueblo puedan anunciar en las llagas del mundo la fuerza operante de la Resurrección.

Una de las características cruciales de nuestra sociedad de “redes” es que abunda el sentimiento de orfandad, este es un fenómeno actual. Conectados a todo y a todos falta la experiencia de “pertenencia” que es mucho más que una conexión. Con la “cercanía” del pastor se puede convocar a la comunidad y ayudar a crecer el sentimiento de pertenencia; pertenecemos al Santo Pueblo fiel de Dios que está llamado a ser signo de la irrupción del Reino de Dios en el hoy de la historia. Si el pastor anda disperso, si el pastor se aleja, las ovejas también se dispersarán y quedarán al alcance de cualquier lobo.

Esta pertenencia, a su vez, proporcionará el “antídoto” contra una deformación de la vocación que nace precisamente de olvidarse que la vida sacerdotal se debe a los otros ―al Señor y a las personas por él encomendadas―. Este olvido está en las raíces del clericalismo —de lo que ha hablado el Cardenal Ouellet— y sus consecuencias. El clericalismo es una perversión, y también uno de sus signos, la rigidez, es otra perversión. El clericalismo es una perversión porque se constituye con “lejanías”. Es curioso, no se constituye sobre cercanías, todo lo contrario. Cuando pienso en el clericalismo, pienso también en la clericalización del laicado, esa promoción de una pequeña élite que entorno al cura termina también por desnaturalizar su misión fundamental (cf. Gaudium et spes, 44), la del laico. Hay muchos laicos clericalizados, muchos, “Yo pertenezco a esa asociación, estamos ahí en la parroquia, somos…”. Los “elegidos”, laicos clericalizados, es una fuerte tentación. Recordemos que «la misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser sacerdotal si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 273).

Me gustaría relacionar esta cercanía al Pueblo de Dios a la cercanía con Dios, ya que la oración del Pastor, se nutre y encarna en el corazón del Pueblo de Dios. Cuando reza, el pastor lleva las marcas de las heridas y las alegrías de su gente a la que presenta desde el silencio al Señor para que las unja con el don del Espíritu Santo. Es la esperanza del pastor que confía y lucha para que el Señor los bendiga.

Siguiendo la enseñanza de San Ignacio «porque no el mucho saber harta y satisface al ánima, más el sentir y gustar de las cosas internamente» (Ejercicios Espirituales, Anotaciones, 2), a los Obispos y sacerdotes hará bien preguntarse “cómo están mis cercanías”, cómo estoy viviendo estas cuatro dimensiones que configuran mi ser sacerdotal de manera transversal y que me permiten “gestionar” las tensiones y “desequilibrios” que a diario tenemos que manejar. Estas cuatro cercanías son una buena escuela para “jugar en la cancha grande” a la que el sacerdote es convocado sin miedos, sin rigidez, sin reducir ni empobrecer la misión. Un corazón sacerdotal sabe de cercanías porque el primero que quiso ser cercano fue el Señor. Que Él visite a sus sacerdotes en la oración, en el obispo, en los hermanos presbíteros y en su pueblo. Que Él altere las rutinas e incomode un poco, despierte la inquietud - como en el tiempo del primer amor - ponga en movimiento todas las capacidades para que nuestros pueblos tengan vida y vida en abundancia (cf. Jn 10,10). Las cercanías del Señor no son una carga más sino son un regalo que Él hace para mantener viva y fecunda la vocación. La cercanía a Dios, la cercanía al obispo, la cercanía entre nosotros sacerdotes y la cercanía al santo Pueblo fiel de Dios.

Frente a la tentación de encerrarnos en discursos y discusiones interminables sobre la teología del sacerdocio o sobre teorías de lo que debería ser, el Señor mira con ternura y compasión y ofrece a los sacerdotes las coordenadas desde donde discernir y mantener vivo el ardor por la misión: cercanía, que es tierna y compasiva, cercanía a Dios, al obispo, a los hermanos presbíteros y al pueblo que le fue confiado. Cercanía con el estilo de Dios que es cercano, compasivo y tierno.

Gracias a todos ustedes por la cercanía y la paciencia, ¡muchas gracias! Buen trabajo. Yo voy ahora a la biblioteca porque tengo muchos encuentros esta mañana. Recen por mí y yo rezaré por ustedes. ¡Buen trabajo!

CALENDARIO

4 LUNES DE LA V SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa
de feria (morado).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Cuaresma.
LECC.: vol. II.
La Cuaresma: Dios salva, no condena.
- Dan 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62. Ahora tengo que morir, siendo inocente.
- Sal 22. R. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.
- Jn 8, 1-11. El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.
o bien:
Jn 8, 12-20. Yo soy la luz del mundo.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 5 de abril, pág. 239.

TEXTOS MISA

Lunes de la V Semana de Cuaresma.


Antífona de entrada Sal 55, 2
Misericordia, Dios mío, que me hostigan, me atacan y me acosan todo el día.
Miserére mihi, Dómine, quóniam conculcávit me homo, tota die bellans tribulávit me.

Oración colecta
Oh, Dios, por tu gracia inefable nos sentimos enriquecidos con toda bendición; haz que pasemos de la corrupción del hombre viejo a la novedad de vida, de modo que nos preparemos para la gloria del reino celestial. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, per cuius ineffábilem grátiam omni benedictióne ditámur, praesta nobis ita in novitátem a vetustáte transíre, ut regni caeléstis glóriae praeparémur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Lunes de la V semana de Cuaresma (Lec. II).

PRIMERA LECTURA (forma larga) Dan 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62
Ahora tengo que morir, siendo inocente

Lectura de la profecía de Daniel.

En aquellos días, vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Jelcias, mujer muy bella y temerosa del Señor.
Sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un jardín junto a su casa; y como era el más respetado de todos, los judíos solían reunirse allí.
Aquel año fueron designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos que el Señor denuncia diciendo:
«En Babilonia la maldad ha brotado de los viejos jueces, que pasan por guías del pueblo». Solían ir a casa de Joaquín, y los que tenían pleitos que resolver acudían a ellos.
A mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana salía a pasear por el jardín de su marido. Los dos ancianos la veían a diario, cuando salía a pasear, y sintieron deseos de ella.
Pervirtieron sus pensamientos y desviaron los ojos para no mirar al cielo, ni acordarse de sus justas leyes.
Sucedió que, mientras aguardaban ellos el día conveniente, salió ella como los tres días anteriores sola con dos criadas, y tuvo ganas de bañarse en el jardín, porque hacía mucho calor. No había allí nadie, excepto los dos ancianos escondidos y acechándola.
Susana dijo a las criadas:
«Traedme el perfume y las cremas y cerrad la puerta del jardín mientras me baño».
Apenas salieron las criadas, se levantaron los dos ancianos, corrieron hacia ella y le dijeron:
«Las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve, y nosotros sentimos deseos de ti; así que consiente y acuéstate con nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo y que por eso habías despachado a las criadas».
Susana lanzó un gemido y dijo:
«No tengo salida: si hago eso, mereceré la muerte; si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero no hacerlo y caer en vuestras manos antes que pecar delante del Señor».
Susana se puso a gritar, y los dos ancianos, por su parte, se pusieron también a gritar contra ella. Uno de ellos fue corriendo y abrió la puerta del jardín.
Al oír los gritos en el jardín, la servidumbre vino corriendo por la puerta lateral a ver qué le había pasado. Cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque Susana nunca había dado que hablar.
Al día siguiente, cuando la gente vino a casa de Joaquín, su marido, vinieron también los dos ancianos con el propósito criminal de hacer morir a Susana. En presencia del pueblo ordenaron:
«Id a buscar a Susana, hija de Jelcías, mujer de Joaquín».
Fueron a buscarla, y vino ella con sus padres, hijos y parientes. Toda su familia y cuantos la veían lloraban.
Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron las manos sobre la cabeza de Susana.
Ella, llorando, levantó la vista al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor.
Los ancianos declararon:
«Mientras paseábamos nosotros solos por el jardín, salió esta con dos criadas, cerró la puerta del jardín y despidió a las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella.
Nosotros estábamos en un rincón del jardín y, al ver aquella maldad, corrimos hacia ellos. Los vimos abrazados, pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros, y, abriendo la puerta, salió corriendo.
En cambio, a esta le echamos mano y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decírnoslo. Damos testimonio de ello».
Como eran ancianos del pueblo y jueces, la asamblea los creyó y la condenó a muerte.
Susana dijo gritando:
«Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí».
Y el Señor escuchó su voz.
Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios suscitó el espíritu santo en un muchacho llamado Daniel; y este dio una gran voz:
«Yo soy inocente de la sangre de esta».
Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron:
«Qué es lo que estás diciendo?».
Él, plantado en medio de ellos, les contestó:
«Pero ¿estáis locos, hijos de Israel? ¿Conque, sin discutir la causa ni conocer la verdad condenáis a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque esos han dado falso testimonio contra ella».
La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron:
«Ven, siéntate con nosotros e infórmanos, porque Dios mismo te ha dado la ancianidad».
Daniel les dijo:
«Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar».
Cuando estuvieron separados el uno del otro, él llamó a uno de ellos y le dijo:
«¡Envejecido en días y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: “No matarás al inocente ni al justo”. Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados».
Él contestó:
«Debajo de una acacia».
Respondió Daniel:
«Tu calumnia se vuelve contra ti. Un ángel de Dios ha recibido ya la sentencia divina y te va a partir por medio».
Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo:
«Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con ¡as mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad. Ahora dime:
¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?».
Él contestó:
«Debajo de una encina».
Replicó Daniel:
«Tu calumnia también se vuelve contra ti. el ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros».
Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos, a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión, e hicieron con ellos lo mismo que ellos habían tramado contra el prójimo. Les aplicaron la ley de Moisés y los ajusticiaron.
Aquel día se salvó una vida inocente.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

PRIMERA LECTURA (forma breve) Dan 13, 41c-62
Ahora tengo que morir, siendo inocente

Lectura de la profecía de Daniel.

En aquellos días, la asamblea condenó a Susana a muerte. Susana dijo gritando:
«Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí».
Y el Señor escuchó su voz.
Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios suscitó el espíritu santo en un muchacho llamado Daniel; y este dio una gran voz:
«Yo soy inocente de la sangre de esta».
Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron:
«¿Qué es lo que estás diciendo?».
Él, plantado en medio de ellos, les contestó:
«Pero ¿estáis locos, hijos de Israel? ¿Conque, sin discutir la causa ni conocer la verdad condenáis a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque esos han dado falso testimonio contra ella».
La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron:
«Ven, siéntate con nosotros e infórmanos, porque Dios mismo te ha dado la ancianidad».
Daniel les dijo:
«Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar».
Cuando estuvieron separados el uno del otro, él llamó a uno de ellos y le dijo:
«¡Envejecido en días y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: “No matarás al inocente ni al justo”. Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados».
Él contestó:
«Debajo de una acacia».
Respondió Daniel:
«Tu calumnia se vuelve contra ti. Un ángel de Dios ha recibido ya la sentencia divina y te va a partir por medio».
Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo:
«Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y ¡a pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad. Ahora dime:
¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?».
Él contestó:
«Debajo de una encina».
Replicó Daniel:
«Tu calumnia también se vuelve contra ti. El ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros».
Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos, a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión, e hicieron con ellos lo mismo que ellos habían tramado contra el prójimo. Les aplicaron la ley de Moisés y los ajusticiaron.
Aquel día se salvó una vida inocente.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 22, 1b-3a. 3bc-4. 5. 6 (R.: 4ab)
R. 
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.
Si ambulávero in valle umbrae mortis, non timébo mala, quóniam tu mecum es.

V. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
R. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.
Si ambulávero in valle umbrae mortis, non timébo mala, quóniam tu mecum es.

V. Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
R. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.
Si ambulávero in valle umbrae mortis, non timébo mala, quóniam tu mecum es.

V. Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mí copa rebosa.
R. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.
Si ambulávero in valle umbrae mortis, non timébo mala, quóniam tu mecum es.

V. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
R. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.
Si ambulávero in valle umbrae mortis, non timébo mala, quóniam tu mecum es.

Versículo antes del Evangelio Ez 33, 11
No me complazco en la muerte del malvado –dice el Señor–, sino en que se convierta y viva.
Nolo mortem ímpii, dicit Dóminus, sed ut convertátur et vivat.

EVANGELIO Jn 8, 1 -11
El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 7-abril-2019
Al final solo quedan Jesús y la mujer, allí en el medio: «la mísera y la misericordia», dice San Agustín (In Joh 33, 5). Jesús es el único sin culpa, el único que podría arrojar la piedra contra ella, pero no lo hace, porque Dios «no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva» (ver Ez 33, 11). Y Jesús despide a la mujer con estas estupendas palabras: «Vete, y en adelante no peques más» (Jn 8, 11). Y así, Jesús le abre un nuevo camino, creado por la misericordia, un camino que requiere su compromiso de no pecar más. Es una invitación válida para cada uno de nosotros: cuando Jesús nos perdona, nos abre siempre un nuevo camino para que avancemos. En este tiempo de Cuaresma, estamos llamados a reconocernos como pecadores y a pedir perdón a Dios. Y el perdón, a su vez, al reconciliarnos y darnos paz, nos hace comenzar una historia renovada. Toda conversión verdadera está encaminada a un futuro nuevo, a una vida nueva, a una vida hermosa, a una vida libre de pecado, a una vida generosa. No temamos pedir perdón a Jesús porque Él nos abre la puerta a esta vida nueva. ¡Qué la Virgen María nos ayude a testimoniar ante todos amor misericordioso de Dios que, en Jesús, nos perdona y hace nueva nuestra existencia, ofreciéndonos siempre nuevas posibilidades!

EVANGELIO (opcional para el año C) Jn 8, 12-20
Yo soy la luz del mundo
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús habló a los fariseos, diciendo:
«Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida».
Le dijeron los fariseos:
«Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero». Jesús les contestó:
«Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio, vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino yo y e! que me ha enviado, el Padre; y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me ha enviado, el Padre».
Ellos le preguntaban:
«Dónde está tu Padre?».
Jesús contestó:
«Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre».
Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Benedicto XVI, Ángelus 3-abril-2011
La vida cristiana es una continua configuración con Cristo, imagen del hombre nuevo, para alcanzar la plena comunión con Dios. El Señor Jesús es "la luz del mundo" (Jn 8, 12), porque en él "resplandece el conocimiento de la gloria de Dios" (2Co 4, 6) que sigue revelando en la compleja trama de la historia cuál es el sentido de la existencia humana. En el rito del Bautismo, la entrega de la vela, encendida en el gran cirio pascual, símbolo de Cristo resucitado, es un signo que ayuda a comprender lo que ocurre en el Sacramento. Cuando nuestra vida se deja iluminar por el misterio de Cristo, experimenta la alegría de ser liberada de todo lo que amenaza su plena realización. En estos días que nos preparan para la Pascua revivamos en nosotros el don recibido en el Bautismo, aquella llama que a veces corre peligro de apagarse. Alimentémosla con la oración y la caridad hacia el prójimo.

Oración de los fieles
Oremos a Dios, nuestro Padre, confiando en su misericordia.
- Para que guíe a su Iglesia por el sendero justo, por el honor de su nombre. Roguemos al Señor.
- Para que salve a los inocentes condenados injustamente por la sociedad. Roguemos al Señor.
- Para que muestre su amor compasivo a los pecadores tratados con dureza. Roguemos al Señor.
- Para que nos juzgue con misericordia, y así caminemos en paz. Roguemos al Señor.
Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo, tu Hijo, que no vino a condenarnos, sino a salvarnos. Él vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Te pedimos, Señor, que, al disponemos a celebrar los santos misterios, te presentemos, como fruto de la penitencia corporal, una gozosa pureza de corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concéde nobis, Dómine, quaesumus, ut, celebratúri sancta mystéria, tamquam paeniténtiae corporális fructum, laetam tibi exhibeámus méntium puritátem. Per Christum.

PREFACIO I DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
LA FUERZA DE LA CRUZ
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque en la pasión salvadora de tu Hijo el universo aprende a proclamar tu grandeza y, por la fuerza inefable de la cruz, se hace patente el juicio del mundo y el poder del Crucificado.
Por eso, Señor, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y con todos los santos, diciendo:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Quia per Fílii tui salutíferam passiónem sensum confiténdae tuae maiestátis totus mundus accépit, dum ineffábili crucis poténtia iudícium mundi et potéstas émicat Crucifíxi.
Unde et nos, Dómine, cum Angelis et Sanctis univérsis, tibi confitémur, in exsultatióne dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II.

Antífona de comunión Jn 8, 10-11

Mujer, ¿ninguno te ha condenado? Ninguno, Señor. Tampoco yo te condeno. En adelante no peques más.
Nemo te condemnávit, múlier? Nemo, Dómine. Nec ego te condemnábo: iam ámplius noli peccáre.
Cuando se lee otro evangelio: Jn 8, 12
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Ego sum lux mundi, dicit Dóminus: qui séquitur me non ámbulat in ténebris, sed habébit lumen vitae.

Oración después de la comunión
Fortalecidos con la gracia de tus sacramentos, te pedimos, Señor, ser purificados siempre por ellos de nuestros pecados, y avanzar presurosos hacia ti en el seguimiento de Cristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Sacramentórum tuórum benedictióne roboráti, quaesumus, Dómine, ut per haec semper emundémur a vítiis, et per sequélam Christi ad te festinánter gradiámur. Qui vivit et regnat in saecula saeculórum.

Oración sobre el pueblo
Se puede añadir ad libitum
V. 
El Señor esté con vosotros. R.
V.
 Inclinaos para recibir la bendición.
Libra, Señor, de sus pecados al pueblo que te suplica, para que, llevando una vida santa, no se vea afligido por adversidad alguna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Líbera, Dómine, quaesumus, a peccátis tibi pópulum supplicántem, ut in sancta conversatióne vivens nullis affligátur advérsis. Per Christum.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre. R.

MARTIROLOGIO

Elogios del 5 de abril
San Vicente Ferrer, presbítero de la Orden de Predicadores, de origen español, que recorrió incansablemente ciudades y caminos de Occidente en favor de la paz y la unidad de la Iglesia, predicando a pueblos innumerables el Evangelio de la penitencia y la venida del Señor, hasta que en Vannes, lugar de Bretaña Menor, en Francia, entregó su espíritu a Dios. (1419)
2. En Tesalónica, ciudad de Macedonia, hoy Grecia, santa Irene, virgen y mártir, que por haber ocultado los libros sagrados en contra de la prohibición del emperador Diocleciano, fue conducida a un lupanar público y después quemada por orden del prefecto Dulcecio, bajo cuyo mandato también sus hermanas, Ágape y Cionia, habían padecido, poco antes el martirio. (204)
3. En Seleucia, en Persia, actual Irak, santa Ferbuta, viuda, hermana de san Simeón, obispo, que, junto con su acompañante fue martirizada en tiempo del rey Sapor II. (c. 342)
4. También en la misma ciudad de Seleucia, conmemoración de ciento once varones y nueve mujeres, mártires, procedentes de varias ciudades regias de Persia, que habiendo rehusado firmemente renegar de Cristo y adorar el fuego, por mandato del mismo rey fueron quemados vivos. (344)
5. En Regie, en Mauritania, actualmente Argelia, pasión de los santos mártires, que en la persecución bajo Genserico, rey arriano, recibieron la muerte en la iglesia el día de Pascua; entre ellos, estaba el lector, que, mientras cantaba el “Aleluya” en el púlpito, fue traspasado con una saeta en la garganta. (s. V)
6. En el monasterio de Grande-Sauve, en Aquitania, hoy Francia, san Geraldo, abad, que, habiendo ingresado en el monasterio de Corbie, fue elegido después abad de Laon, pero, pasado un tiempo, tras varias peregrinaciones santas, se retiró a la espesura del bosque. (1095)
7*. En Montecorvino, en la región italiana de Apulia, san Alberto, obispo, que dedicó su vida a la oración continua y a buscar el bien de los pobres. (1127)
8*. En el lugar de Fosses, en Brabante, hoy Francia, santa Juliana, virgen de la Orden de San Agustín, que fue priora de Mont-Cornillon, junto a Liège, y llevó después vida recluida, en la cual, fortalecida con gracias especiales, promovió la solemnidad del Cuerpo de Cristo. (1258)
9. En la ciudad de Palma, en la isla de Mallorca, en España, santa Catalina Thomas, virgen, que, habiendo ingresado en la Orden de Canonesas Regulares de San Agustín, destacó por su humildad y la abnegación de la voluntad. (1574)
10. En Kaufbeuren, junto al río Iller, en Baviera, actual Alemania, santa María Crescencia (Ana) Höss, virgen, que ingresó en la Tercera Orden Regular de San Francisco y procuró comunicar a los demás el fervor del Espíritu Santo con el que ella misma ardía. (1744)
- Beato Mariano de la Mata Aparicio (Sao Paulo, Brasil 1905-1983). Sacerdote agustino y misionero.
- Beata Catalina de María, en el siglo Josefa Saturnina Rodríguez de Zavalía (1823- Córdoba, Argentina 1896). Cuando quedó viuda, fundó la congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.

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