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viernes, 25 de febrero de 2022

Viernes 1 abril 2022, Viernes de la IV semana de Cuaresma, feria.

SOBRE LITURGIA

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL SIMPOSIO "POR UNA TEOLOGÍA FUNDAMENTAL DEL SACERDOCIO"

Aula Pablo VI. Jueves, 17 de febrero de 2022

Queridos hermanos, buenos días:
(1)
Agradezco la oportunidad de poder compartir con ustedes esta reflexión que nace de lo que el Señor me fue mostrando a lo largo de estos más de 50 años de sacerdocio. No quiero excluir de este recuerdo agradecido a aquellos sacerdotes que, con su vida y testimonio, desde mi niñez me mostraron lo que configura el rostro del Buen Pastor. He meditado sobre qué compartir de la vida del sacerdote hoy y llegué a la conclusión de que la mejor palabra nace del testimonio que recibí de tantos sacerdotes a lo largo de los años. Lo que ofrezco es fruto del ejercicio de pensar en ellos, discernir y contemplar cuáles eran las notas que los distinguían y les brindaban una fuerza, alegría y esperanza singular en su misión pastoral.

A su vez, tengo que decir lo mismo, de aquellos hermanos sacerdotes que tuve que acompañar porque habían perdido el fuego del primer amor y su ministerio se había vuelto estéril, rutinario y casi sin sentido. El sacerdote durante su vida pasa por distintos estados y momentos; personalmente he pasado por distintos estados y momentos y rumiando las mociones del espíritu constaté que en algunas situaciones, inclusive en momentos de pruebas, dificultades y desolación, cuando vivía y compartía la vida de determinada manera, permanecía la paz. Soy consciente de que mucho se podría hablar y teorizar sobre el sacerdocio, hoy quiero compartirles esta “pequeña cosecha” para que el sacerdote de hoy, sea cual sea el momento que esté viviendo pueda vivir la paz y la fecundidad que el Espíritu quiere regalar. No sé si estas reflexiones son el “canto del cisne” de mi vida sacerdotal, pero sí puedo asegurar que vienen de mi experiencia. No es ninguna teoría, aquí hablo de lo que me ha tocado vivir.

El tiempo que vivimos es un tiempo que nos pide no solo detectar el cambio, sino acogerlo con la consciencia de que nos encontramos ante un cambio de época, esto lo he repetido ya varias veces. Si teníamos dudas sobre esto, el Covid lo hizo más que evidente ya que su irrupción es mucho más que una cuestión sanitaria, mucho más que un resfriado.

El cambio siempre nos presenta diferentes modos de afrontarlo; el problema es que muchas acciones y actitudes pueden ser útiles y buenas, pero no todas tienen sabor a Evangelio. El centro de la cuestión está en esto, en discernir si el cambio y las acciones tienen o no sabor a Evangelio. Por ejemplo, buscar formas codificadas, ancladas en el pasado y que nos “garantizan” una forma de protección contra los riesgos, “refugiándonos” en un mundo o en una sociedad que no existe más (si es que alguna vez existió), como si ese determinado orden sería capaz de poner fin a los conflictos que la historia nos presenta. Es la crisis de ir hacia atrás, para refugiarnos.

Otra actitud puede ser la de un optimismo exacerbado ―“todo estará bien”―; ir demasiado lejos sin discernimiento y sin las decisiones necesarias. Este optimismo termina por ignorar los heridos de esta transformación y no logra asumir las tensiones, complejidades y ambigüedades propias del tiempo presente y “consagra” la última novedad como lo verdaderamente real, despreciando así la sabiduría de los años. (Son dos tipos de huidas, son las actitudes del asalariado que ve venir al lobo y huye: huye hacia el pasado o huye hacia el futuro). Ninguna de estas actitudes lleva a soluciones maduras. En lo concreto del hoy, es allí donde debemos detenernos, en lo concreto del hoy.

En cambio, me gusta esa actitud que nace de hacerse cargo con confianza de la realidad anclada en la sabia Tradición viva y viviente de la Iglesia, que puede permitirse remar mar adentro sin miedo. Siento que en este momento histórico, Jesús nos invita, una vez más, a “remar mar adentro” (cf. Lc 5,4) con la confianza de que Él es el Señor de la historia y que, de su mano, podremos discernir el horizonte a transitar. Nuestra salvación no es una salvación aséptica, salvación de laboratorio, no, o de espiritualismos desencarnados ―la tentación del gnosticismo, sigue presente, es moderna, es actual―; discernir la voluntad de Dios es aprender a interpretar la realidad con los ojos del Señor, sin necesidad de evadirnos de lo que acontece a nuestros pueblos y sin la ansiedad que lleva a querer encontrar una salida rápida y tranquilizadora de la mano de una ideología de turno o una respuesta prefabricada, ambas incapaces de asumir los momentos más difíciles e inclusive oscuros de nuestra historia. Por estos dos caminos terminaríamos por negar «nuestra historia de Iglesia, que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa» (Exort. ap. Evangelii gaudium, 96).

En este contexto, la vida sacerdotal también se ve afectada por este desafío, y un síntoma de ello es la crisis vocacional que en distintos lugares aflige a nuestras comunidades. Sin embargo, es cierto que esto se ha debido frecuentemente a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico contagioso, por lo que no inspiran entusiasmo ni atracción, como por ejemplo las comunidades funcionales, bien organizadas, pero carentes de entusiasmo, donde todo está bien, pero falta el fuego del espíritu. Donde hay vida, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas. Incluso en parroquias donde los sacerdotes no están muy comprometidos ni son alegres, es la vida fraterna y fervorosa de la comunidad la que suscita el deseo de consagrarse completamente a Dios y a la evangelización, sobre todo si esta comunidad activa reza insistentemente por las vocaciones y tiene el valor de proponer a sus jóvenes un camino de especial consagración. Cuando caemos en el funcionalismo, en la organización pastoral —y sólo en eso— ahí no existe en absoluto ninguna atracción vocacional; en cambio, cuando encontramos un sacerdote o una comunidad con fervor cristiano, bautismal, entonces hay atracción de nuevas vocaciones.

La vida de un sacerdote es ante todo la historia de salvación de un bautizado. El cardenal Ouellet ha hecho la distinción entre sacerdocio ministerial y bautismal. Nosotros a veces olvidamos el Bautismo, y el sacerdocio se convierte en una función, se cae en el funcionalismo, y esto es peligroso. No debemos nunca olvidar que toda vocación específica, incluida la del Orden sagrado, es cumplimiento del Bautismo. Constituye siempre una gran tentación vivir un sacerdocio sin el Bautismo, —y hay sacerdotes “sin Bautismo”—, es decir, sin acordarnos que nuestra primera llamada es a la santidad. Ser santos significa conformarse a Jesús y dejar que nuestra vida palpite con sus mismos sentimientos (cf. Flp 2,15). Sólo cuando buscamos amar como Jesús amó, hacemos también visible a Dios y realizamos así nuestra vocación a la santidad. Con cuánta razón san Juan Pablo II nos recordaba que «el sacerdote, como la Iglesia, debe crecer en la conciencia de su permanente necesidad de ser evangelizado» (Exort. ap. post sinodal, Pastores dabo vobis, 25 marzo 1992, 26). Y ve tú a decirle a algún obispo, algún sacerdote que necesitan ser evangelizados; no lo entienden. Y esto sucede, este es el drama de hoy.

Toda vocación específica se debe someter a este tipo de discernimiento. Nuestra vocación es en primer lugar una respuesta a Aquel que nos amó primero (cf. 1 Jn 4,19). Y esta es la fuente de esperanza ya que, aun en medio de la crisis, el Señor no deja de amar y, por tanto, de llamar. Y de esto cada uno de nosotros es testigo: un día el Señor nos encontró allí donde estábamos y como estábamos, en ambientes contradictorios o con situaciones familiares complejas. A mí me gusta releer Ezequiel 16 y a veces me siento identificado, porque también a mí Dios me encontró aquí, me encontró así y, sin embargo, me llevó adelante. Y habernos encontrado así no lo detuvo para querer escribir, por medio de cada uno de nosotros, la historia de salvación. Desde el comienzo fue así pensemos en Pedro y en Pablo, en Mateo, por nombrar algunos. Su elección no nace de una opción ideal sino de un compromiso concreto con cada uno de ellos. Cada uno, mirando su propia humanidad, su propia historia, su propio carácter, no se debe preguntar si una opción vocacional es conveniente o no, sino si en conciencia esa vocación abre en él ese potencial de amor que hemos recibido en el día de nuestros Bautismo.

Durante estos períodos de cambio son muchas las preguntas a afrontar y también las tentaciones que vendrán. Por eso, en mi intervención, quisiera referirme simplemente en lo que me parece decisivo para la vida de una sacerdote hoy, teniendo en cuenta lo que dice Pablo: «en Él —es decir en Cristo— todo el edificio bien cohesionado va creciendo hasta formar un templo consagrado al Señor» (Ef 2,21). Crecer bien ordenado quiere decir crecer en armonía, y hacer crecer en armonía sólo puede hacerlo el Espíritu Santo, como san Basilio lo definía tan hermosamente: “Ipse harmonia est”, número 38 del Tratado [“Sobre el Espíritu Santo”]. Pienso que cada construcción, para mantenerse en pie, necesita unos cimientos sólidos; por eso quiero compartir las actitudes que dan solidez a la persona del sacerdote, deseo compartirlas —ustedes ya lo escucharon, pero lo repito una vez más—, las cuatro columnas constitutivas de nuestra vida sacerdotal y que llamaremos las “cuatro cercanías”, porque siguen el estilo de Dios, que fundamentalmente es un estilo de cercanía. Él mismo da al pueblo esta definición de Sí: “¿Díganme, qué nación tiene sus dioses tan cercanos como tú me tienes a mí?” (cf. Dt 4,7). El estilo de Dios es cercanía, es una cercanía especial, compasiva y tierna. Las tres palabras que definen la vida de un sacerdote, y también la de un cristiano, porque están tomadas precisamente del estilo de Dios, son cercanía, compasión y ternura.

Ya en el pasado he hecho referencia de esto, pero hoy quisiera detenerme de forma más extensa ya que el sacerdote más que recetas o teorías necesita herramientas concretas con las que confrontar su ministerio, su misión y su cotidianeidad. San Pablo exhortaba a Timoteo a mantener vivo el don de Dios que recibió por la imposición de sus manos, que no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad (cf. 2 Tm 1,6-7). Creo que estas cuatro columnas, estas cuatro “cercanías” de las que hablaré ahora pueden ayudar de manera práctica, concreta y esperanzadora a reavivar el don y la fecundidad que un día se nos prometió, a mantener vivo ese don.

CALENDARIO

MES DE ABRIL

1 VIERNES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA, feria
Abstinencia

Misa
de feria (morado).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Cuaresma.
LECC.: vol. II.
La Cuaresma: Elegir el camino: el del justo perseguido o el de los perseguidores.
- Sab 2, 1a. 12-22. Lo condenaremos a muerte ignominiosa.
- Sal 33. R. El Señor está cerca de los atribulados.
- Jn 7, 1-2. 10. 25-30. Intentaban agarrarlo, pero todavía no había llegado su hora.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 2 de abril, pág. 233.
CALENDARIOS: Orden de San Juan de Jerusalén: San Nuño Álvares Pereira, religioso (conm.).

TEXTOS MISA

Viernes de la IV Semana de Cuaresma.

Antífona de entrada Sal 53, 3-4
Oh, Dios, sálvame por tu nombre, líbrame con tu poder. Oh, Dios, escucha mi súplica, atiende mis palabras.
Deus, in nómine tuo salvum me fac, et in virtúte tua líbera me. Deus, exáudi oratiónem meam, áuribus pércipe verba oris mei.

Oración colecta
Oh, Dios que has preparado el remedio adecuado para nuestra fragilidad, concédenos recibir con alegría la salvación que nos otorgas y manifestarla en nuestra propia conducta. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui fragilitáti nostrae cóngrua subsídia praeparásti, concéde, quaesumus, ut suae reparatiónis efféctum et cum exsultatióne suscípiat, et pia conversatióne recénseat. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Viernes de la IV semana de Cuaresma (Lec. II).

PRIMERA LECTURA 2, 1a. 12-22
Lo condenaremos a muerte ignominiosa
Lectura del libro de la Sabiduría

Se decían los impíos, razonando equivocadamente:
«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso:
se opone a nuestro modo de actuar,
nos reprocha las faltas contra la ley
y nos reprende contra la educación recibida;
presume de conocer a Dios
y se llama a sí mismo hijo de Dios.
Es un reproche contra nuestros criterios,
su sola presencia nos resulta insoportable.
Lleva una vida distinta de todos los demás
y va por caminos diferentes.
Nos considera moneda falsa
y nos esquiva como a impuros.
Proclama dichoso el destino de los justos,
y presume de tener por padre a Dios.
Veamos si es verdad lo que dice,
comprobando cómo es su muerte.
Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará
y lo librará de las manos de sus enemigos.
Lo someteremos a ultrajes y torturas,
para conocer su temple y comprobar su resistencia.
Lo condenaremos a muerte ignominiosa,
pues, según dice, Dios lo salvará».
Así discurren, pero se equivocan,
pues los ciega su maldad.
Desconocen los misterios de Dios,
no esperan el premio de la santidad,
ni creen en la recompensa de una vida intachable.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 33, 17-18. 19-20. 21 y 23 (R.: 19a)
R. El Señor está cerca de los atribulados.
Iuxta est Dóminus iis qui contríto sunt corde.

V. El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.
R. El Señor está cerca de los atribulados.
Iuxta est Dóminus iis qui contríto sunt corde.

V. El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor.
R. El Señor está cerca de los atribulados.
Iuxta est Dóminus iis qui contríto sunt corde.

V. Él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
R. El Señor está cerca de los atribulados.
Iuxta est Dóminus iis qui contríto sunt corde.

Versículo antes del Evangelio Mt 4, 4b
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

EVANGELIO Jn 7, 1-2. 10. 25-30
Intentaban agarrarlo, pero todavía no había llegado su hora
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas.
Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron:
«¿No es este el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».
Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó:
«A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado».
Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Agustín, in Ioanem tract. 31
¿De dónde nace ahora esta opinión entre los judíos, de que cuando venga el Cristo nadie sabrá de dónde procede? Porque las Escrituras habían dicho lo uno y lo otro; en cuanto hombre, predijeron de dónde nacería; pero en cuanto Dios, se ocultaba a los impíos y buscaba a los buenos. Sin duda formaron esta idea porque habían leído en Isaías: "¿Quién podrá contar su generación?" ( Is 53). Pero el Señor contestó a una y a otra cosa, tanto a los que sabían de dónde había venido, cuanto a los que no lo sabían. Por esto sigue: "Y Jesús alzaba la voz en el templo, enseñando y diciendo: vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy". Lo cual quiere decir: sabéis de dónde he venido, pero no sabeis de dónde procedo, sabéis de dónde he venido porque soy Jesús de Nazaret, cuyos padres también conocéis. En este asunto sólo se les ocultaba el parto de la Virgen, a excepción de lo cual sabían todo lo que afectaba a Jesús en cuanto hombre. Por esto dijo, con mucha razón: "Y vosotros me conocéis, y sabéis de dónde soy"; esto es, en cuanto a la humanidad y a la forma de hombre que tenía. Pero en cuanto a la Divinidad, dijo el Salvador: "Empero, yo no vine de mí mismo, mas es veraz el que me envió".

Oración de los fieles
Presentemos al Señor nuestras súplicas. Él está cerca de los atribulados.
- Por los que no lo conocen, para que, por la gracia del Espíritu y el testimonio de la Iglesia, lleguen a la fe verdadera. Roguemos al Señor.
- Por los que no valoran la fuerza de la Palabra de Dios, para que la vean traducida en las obras de los creyentes. Roguemos al Señor.
- Por los que aún hoy se obstinan en condenar a Cristo en todos los oprimidos, los indefensos, los marginados, para que sean iluminados con la luz de la fe y con la gracia de la conversión. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, para que tengamos mayor interés en conocer a Jesucristo y en dar testimonio convincente de él. Roguemos al Señor.
Padre Dios, muéstrate a nosotros, muéstrate a todos los que te buscan y quieren conocerte. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Dios Todopoderoso, que este sacrificio nos purifique con su eficacia, para que lleguemos más limpios a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Haec sacrifícia nos, omnípotens Deus, poténti virtúte mundátos, ad suum fáciant purióres veníre princípium. Per Christum.

PREFACIO III DE CUARESMA
LOS FRUTOS DE LA ABSTINENCIA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Tú has querido que te diésemos gracias mediante la abstinencia, para que nosotros pecadores, dominásemos con ella nuestro orgullo e imitásemos tu generosidad, dando de comer a los necesitados.
Por eso, con los innumerables ángeles, proclamamos tu grandeza y te alabamos con una sola voz:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Qui nos per abstinéntiam tibi grátias reférre voluísti, ut ipsa et nos peccatóres ab insoléntia mitigáret, et, egéntium profíciens aliménto, imitatóres tuae benignitátis effíceret.
Et ídeo, cum innúmeris Angelis, una te magnificámus laudis voce dicéntes:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Cf. Ef 1, 7
En Cristo, por su sangre, tenemos la redención, el perdón de los pecados, conforme a la riqueza de su gracia.
In Christo habémus redemptiónem per sánguinem eius, remissiónem peccatórum, secúndum divítias grátiae eius.

Oración después de la comunión
Señor, así como pasamos de lo antiguo a lo nuevo, haz que, abandonada la vieja condición de pecado, nos renovemos con un espíritu santificado. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Praesta, quaesumus, Dómine, ut, sicut de praetéritis ad nova transímus, ita, vetustáte depósita, sanctificátis méntibus innovémur. Per Christum.

Oración sobre el pueblo
Se puede añadir ad libitum
V. El Señor esté con vosotros. R.
V. Inclinaos para recibir la bendición.
Mira, Señor, a tus siervos, y a los que ponen su confianza en tu misericordia, protégelos generosamente con tu celestial auxilio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Réspice, Dómine, super fámulos tuos, et in tua misericórdia confiténtes caelésti prótege benígnus auxílio. Per Christum.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre. R.

MARTIROLOGIO

Elogios del 2 de abril
San Francisco de Paula, ermitaño, fundador de la Orden de los Mínimos en Calabria. Prescribió a sus discípulos que viviesen de limosnas, que no tuvieran propiedad ni tocasen nunca dinero, y que utilizasen sólo alimentos cuaresmales. Llamado a Francia por el rey Luis XI, le asistió en el lecho de muerte, y, célebre por la austeridad de vida, murió a su vez en Plessis-les-Tours, junto a la ciudad francesa de Tours. (1507)
2. En Cesarea de Palestina, hoy en Israel,  san Affiano o Anfiano, mártir, que, viendo como en tiempo del emperador Maximino se obligaba al pueblo a sacrificar públicamente a los dioses, se acercó intrépido al prefecto Urbano y, asiéndole por el brazo, quiso impedir el rito, por lo cual, con los pies envueltos en lino empapado con aceite, le prendieron fuego y, aún vivo, fue arrojado al mar por los soldados. (306)
3. En la misma ciudad de Cesarea de Palestina, pasión de santa Teodora, virgen, natural de Tiro, que en la misma mencionada persecución, por haber saludado a los confesores de la fe que estaban de pie ante el tribunal, rogándoles que al llegar ante el Señor se acordasen de ella, fue detenida por los soldados y llevada al mismo prefecto, por mandato del cual fue torturada con atroces tormentos y arrojada finalmente al mar. (307)
4. En Como, en la región italiana de Liguria, san Abundio, obispo, que enviado a Constantinopla por san León Magno, con gran celo defendió la fe ortodoxa. (468)
5. En Capua, ciudad de Campania, también en Italia, san Víctor, obispo, conspicuo por su erudición y su santidad. (554)
6. En Lyon, en la Galia, hoy Francia, san Nicecio, obispo, que se distinguió por su dedicación a los pobres y su benignidad para con los sencillos, y enseñó en esta Iglesia a seguir una norma en la recitación de la salmodia. (573)
7. En el monasterio de Luxeuil, en Burgundia, también en la Francia actual, san Eustasio, abad, discípulo de san Columbano, que fue padre de casi seiscientos monjes. (629)
8. En Chelmsford, en Inglaterra, san Juan Payne, presbítero y mártir, que en tiempo de la reina Isabel I fue ahorcado, acusado falsamente de sedición. (1582)
9*. En el pueblo de Tomhom, en la isla de Guam, en Oceanía, perteneciente en la actualida a los Estados Unidos de América, beatos mártires Diego Luis de San Vitores, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, y Pedro Calungsod, catequista, que por odio a la fe cristiana fueron cruelmente precipitados al mar por algunos apóstatas y nativos seguidores del paganismo. (1672)
10*. En Spoleto, ciudad de Umbría, en Italia, beato Leopoldo de Gaiche, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, que estableció el santuario de Monte Luco. (1815)
11. En el pueblo Xuong Dien, en Tonkín, actual Vietnam, santo Domingo Tuoc, presbítero de la Orden de Predicadores, mártir en tiempo del emperador Minh Mang. (1839)
12*. En Padua, en el territorio de Venecia, en Italia,  beata Isabel Vendramini, virgen, que dedicó su vida a los pobres y, tras superar muchas adversidades, fundó el Instituto de Hermanas Terciarias Franciscanas Isabelinas de Padua. (1860)
13*. En Vic, en la región de Cataluña, en España, san Francisco Coll, presbítero de la Orden de Predicadores, que al ser injustamente exclaustrado, prosiguió su firme vocación y anunció por toda la región el nombre del Señor Jesucristo. (1875) Canonizado 2009
14*. En Györ, en Hungría, beato Guillermo Apor, obispo y mártir, que en tiempo de guerra abrió su casa a unos trescientos prófugos, y por defender a unas muchachas de manos de los soldados, la tarde del Viernes Santo de la Pasión del Señor fue herido, y tres días más tarde expiró. (1945)
15*. En Lwiw, en Ucrania, beato Nicolás Carneckyj, obispo, que, ejerciendo como exarca apostólico de Volyn’ y Pidljashja, en tiempo de persecución contra la fe siguió como pastor fiel las huellas de Cristo y, por su gracia, llegó al reino de los cielos. (1959)
16*. En Maracay, población de Venezuela, beata María de San José (Laura) Alvarado, virgen, que fundó la Congregación de Hermanas Agustinas Recoletas del Sagrado Corazón de Jesús, siempre solícita en su caridad a favor de las jóvenes huérfanas, de los ancianos y de los pobres abandonados. (1967)

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