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jueves, 3 de febrero de 2022

Jueves 10 marzo 2022, Jueves de la I semana de Cuaresma, feria.

SOBRE LITURGIA

ENCUENTRO CON LOS PÁRROCOS Y EL CLERO DE ROMA
DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Sala Pablo VI. Jueves 14 de febrero 2013

Señor Cardenal,
queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio

(1) Para mí es un don especial de la Providencia el poder ver aún a mi clero, el clero de Roma, antes de abandonar el ministerio petrino. Es siempre una gran alegría ver que la Iglesia vive, cómo está viva en Roma; hay pastores que guían la grey del Señor en el espíritu del Pastor Supremo. Es un clero realmente católico, universal, y esto se corresponde con la esencia de la Iglesia de Roma: llevar en sí misma la universalidad, la catolicidad de todas las naciones, de todas las razas, de todas las culturas. Al mismo tiempo, estoy muy agradecido al Cardenal Vicario, que ayuda a despertar, a encontrar las vocaciones en la misma Roma, puesto que, si por un lado Roma debe ser la la ciudad de la universalidad, también debe ser una ciudad con una fe fuerte y robusta, de la cual surgen también vocaciones. Y estoy convencido de que, con la ayuda del Señor, podemos encontrar las vocaciones que él mismo nos da, guiarlas y ayudarlas a madurar, para que puedan así servir en el trabajo en la viña del Señor.

Hoy habéis profesado el Credo ante la tumba de San Pedro: me parece un acto muy apropiado en el Año de la fe, tal vez necesario, que el clero de Roma se reúna en la tumba del apóstol al que el Señor le dijo: «Te encomiendo mi Iglesia. Sobre ti edifico mi Iglesia» (cf. Mt 16,18-19). Ante el Señor, y junto con Pedro, habéis confesado: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (cf. Mt 16,15-16). Así es como crece la Iglesia: junto a Pedro, confesando a Cristo, siguiendo a Cristo. Y hagamos siempre así. Estoy muy agradecido por vuestras oraciones, que he sentido— como dije el miércoles— casi físicamente. Aunque ahora me retiro, estoy siempre cerca de todos vosotros en la oración, y estoy seguro de que también vosotros estaréis cercanos a mí, aunque para el mundo estaré oculto.

Dadas las condiciones de mi edad, no he podido preparar un grande y verdadero discurso, como podría esperarse; pienso más bien en una pequeña charla sobre el Concilio Vaticano II, tal como yo lo he visto. Comienzo con una anécdota: en el año 59, yo había sido nombrado profesor de la Universidad de Bonn, donde asisten los estudiantes, los seminaristas de la diócesis de Colonia y de otras diócesis vecinas. Por tanto, tuve contactos con el arzobispo de Colonia, el cardenal Frings. El Cardenal Siri, de Génova —en el año 61, creo— organizó una serie de conferencias de diversos cardenales sobre el Concilio, e invitó también al arzobispo de Colonia a dar una de las conferencias, con el título: El Concilio y el mundo del pensamiento moderno.

El cardenal me invitó —al más joven de los profesores— a que le escribiera un borrador; el proyecto le gustó, y presentó al público de Génova el texto tal como yo lo había escrito. Poco después, el Papa Juan le llamó para que fuera a verle, y el cardenal estaba lleno de miedo, porque tal vez había dicho algo incorrecto, falso, y se le llamaba para un reproche, incluso para retirarle la púrpura. Sí, cuando su secretario le vestía para la audiencia, dijo el cardenal: «Tal vez llevo ahora esta vestimenta por última vez». Después entró, y el Papa Juan se acerca, lo abraza, y le dice: «Gracias, Eminencia, usted ha dicho lo que yo quería decir, pero no encontraba las palabras apropiadas». Así, el cardenal sabía que estaba en el camino correcto y me invitó a ir con él al Concilio; primero como su experto personal y después, durante el primer periodo —en noviembre de 1962, me parece—, fui nombrado también perito oficial del Concilio.

Así pues, fuimos al Concilio no sólo con alegría, sino con entusiasmo. Había una expectativa increíble. Esperábamos que todo se renovase, que llegara verdaderamente un nuevo Pentecostés, una nueva era de la Iglesia, porque la Iglesia era aún bastante robusta en aquel tiempo, la práctica dominical todavía buena, las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa ya se habían reducido algo, pero aún eran suficientes. No obstante, se sentía que la Iglesia no avanzaba, se reducía; que parecía una realidad del pasado y no la portadora del futuro. Y, en aquel momento, esperábamos que esta relación se renovara, cambiara; que la Iglesia fuera de nuevo una fuerza del mañana y una fuerza del hoy. Y sabíamos que la relación entre la Iglesia y el periodo moderno, desde el principio, era un poco contrastante, comenzando con el error de la Iglesia en el caso de Galileo Galilei; se pensaba corregir este comienzo equivocado y encontrar de nuevo la unión entre la Iglesia y las mejores fuerzas del mundo, para abrir el futuro de la humanidad, para abrir el verdadero progreso. Estábamos, pues, llenos de esperanza, de entusiasmo, y también de ganas de hacer nuestra parte para ello. Me acuerdo que se consideraba el Sínodo Romano como un modelo negativo. Se decía —no sé si era cierto— que habían leído en la Basílica de San Juan los textos ya preparados, y que los miembros del Sínodo habían aclamado, aprobado aplaudiendo, y así se había celebrado el Sínodo. Los obispos dijeron: «No, no hagamos así. Somos obispos, y somos nosotros mismos el sujeto del Sínodo; no queremos únicamente aprobar lo que se ha hecho, sino que queremos ser el sujeto, los portadores del Concilio. Así, hasta el cardenal Frings, famoso por su fidelidad absoluta al Santo Padre, casi escrupulosa, dijo en este caso: «Estamos aquí con otra función. El Papa nos ha convocado para ser como Padres, para ser Concilio ecuménico, un sujeto que renueve la Iglesia. Así queremos asumir este encargo nuestro».

Esta actitud se manifestó inmediatamente en el primer momento, el primer día. En este primer día estaba prevista la elección de las Comisiones, y se habían preparado las listas y los nombres, de manera —se intentaba— imparcial; y se debían votar estas listas. Pero los Padres dijeron inmediatamente: «No, no queremos simplemente votar listas ya preparadas. Nosotros somos el sujeto». Entonces se tuvieron que aplazar las elecciones, porque los Padres mismos querían conocerse un poco, querían preparar ellos mismos las listas. Y así se hizo. El cardenal Lienart de Lille, el cardenal Frings de Colonia, habían dicho públicamente: «Así no. Queremos hacer nuestras listas y elegir a nuestros candidatos». No era un acto revolucionario, sino un acto de conciencia, de responsabilidad por parte de los Padres Conciliares.

Comenzó así una intensa actividad para conocerse unos a otros, horizontalmente, algo que no se dejó al azar. En el «Collegio dell’Anima», donde me alojaba, tuvimos muchas visitas. El Cardenal era muy conocido, y vimos cardenales de todo el mundo. Me acuerdo bien de la figura alta y delgada de monseñor Etchegaray, que era Secretario de la Conferencia Episcopal Francesa, de los encuentros con los cardenales, etc. Después, esto se hizo típico durante todo el Concilio: pequeños encuentros transversales. Así conocí a grandes figuras, como el Padre de Lubac, Daniélou, Congar, y otros. Conocimos diversos obispos; recuerdo particularmente al obispo Elchinger, de Estrasburgo, y así sucesivamente. Esta fue una experiencia de la universalidad de la Iglesia y de la realidad concreta de la Iglesia, que no recibe simplemente imperativos desde arriba, sino que crece y va adelante, naturalmente bajo la dirección del Sucesor de Pedro.

Como ya he dicho, todos venían con grandes expectativas; pero nunca se había celebrado un Concilio de estas dimensiones, y no todos sabían cómo proceder. Los más preparados —aquellos, digamos, con intenciones más definidas—, eran el episcopado francés, alemán, belga, holandés: la llamada «alianza renana».Y, en la primera parte del Concilio, eran ellos los que indicaban el rumbo; después se amplió rápidamente la actividad y todos participaban cada vez más en la creatividad del Concilio. Los franceses y los alemanes tenían diversos intereses en común, aunque con matices bastante diferentes. El primer objetivo, inicial, simple —aparentemente simple— era la reforma de la liturgia, que había comenzado ya con el Papa Pío XII, reformando la Semana Santa; el segundo, la eclesiología; el tercero, la Palabra de Dios, la Revelación y, finalmente, también el ecumenismo. Mucho más que los alemanes, los franceses tenían también el problema de tratar la situación de las relaciones entre la Iglesia y el mundo.

CALENDARIO

10 JUEVES DE LA I SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa
de feria (morado).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Cuaresma.
LECC.: vol. II.
La Cuaresma: Renovar la fe en la oración.
- Est 4, 17k. l-z. No tengo más defensor que tú.
- Sal 137. R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
- Mt 7, 7-12. Todo el que pide recibe.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 11 de marzo, pág. 201.
CALENDARIOS: Religiosas de la Asunción: Santa María Eugenia Milleret de Brou (S). Asuncionistas: (conm.).

TEXTOS MISA

Jueves de la I Semana de Cuaresma.

Antífona de entrada Sal 5, 2-3
Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos, haz caso mis gritos de auxilio, Rey mío y Dios mío.
Verba mea áuribus pércipe, Dómine, intéllege clamórem meum. Inténde voci oratiónis meae, Rex meus et Deus meus.

Oración colecta
Concédenos, Señor, la gracia de conocer siempre lo que es recto y practicarlo con diligencia, para que vivamos siempre según tu voluntad los que sin ti no podemos ni siquiera existir. Por nuestro Señor Jesucristo.
Largíre nobis, quaesumus, Dómine, semper spíritum cogitándi quae recta sunt, prómptius et agéndi, ut, qui sine te esse non póssumus, secúndum te vívere valeámus. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Jueves de la I semana de Cuaresma (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Est, 17k. L-z
No tengo más defensor que tú
Lectura del libro de Ester.

En aquellos días, la reina Ester, presa de un temor mortal, se refugió en el Señor.
Y se postró en tierra con sus doncellas desde la mañana a la tarde, diciendo:
«¡Bendito seas, Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob! Ven en mi ayuda, que estoy sola y no tengo otro socorro fuera de ti, Señor, porque me acecha un gran peligro.
Yo he escuchado en los libros de mis antepasados, Señor, que tú libras siempre a los que cumplen tu voluntad. Ahora, Señor, Dios mío, ayúdame, que estoy sola y no tengo a nadie fuera de ti. Ahora, ven en mi ayuda, pues estoy huérfana, y pon en mis labios una palabra oportuna delante del león, y hazme grata a sus ojos. Cambia su corazón para que aborrezca al que nos ataca, para su ruina y la de cuantos están de acuerdo con él.
Líbranos de la mano de nuestros enemigos, cambia nuestro luto en gozo y nuestros sufrimientos en salvación».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 137, 1bcd-2a. 2bcd-3. 7c-8 (R.: 3a)
R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
In quacúmque die invocávero te, exáudi me, Dómine.

V. Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario.
R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
In quacúmque die invocávero te, exáudi me, Dómine.

V. Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.
R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
In quacúmque die invocávero te, exáudi me, Dómine.

V. Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.
R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
In quacúmque die invocávero te, exáudi me, Dómine.

Versículo antes del Evangelio Sal 50, 12a. 14a
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro; y devuélveme la alegría de tu salvación.
Cor mundum crea in me, Deus, et redde mihi laetítiam salutáris tui.

EVANGELIO Mt 7, 7-12
Todo el que pide recibe
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Josemaría Escrivá, Camino 893
Perseverar. –Un niño que llama a una puerta, llama una y dos veces, y muchas veces..., y fuerte y largamente, ¡con desvergüenza! Y quien sale a abrir ofendido, se desarma ante la sencillez de la criaturita inoportuna... –Así tú con Dios.

Oración de los fieles
Oremos a Dios, nuestro Padre del cielo, que da siempre cosas buenas a los que le piden.
- Para que proteja y guíe a toda la Iglesia. Roguemos al Señor.
- Para que inspire trabajar acertadamente por la justicia y la paz a los que gobiernan. Roguemos al Señor.
- Para que consuele a los que sufren cualquier clase de tribulación. Roguemos al Señor.
- Para que escuche la oración de los que le suplicamos. Roguemos al Señor.
Señor, Dios nuestro, te invocamos con fe y confianza; escúchanos, y haz que experimentemos tu poder y tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Atiende, Señor, los deseos de los que te suplican, y, al aceptar nuestras ofrendas y plegarias, convierte hacia ti los corazones de todos nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súpplicum votis, Dómine, esto propítius, et, pópuli tui oblatiónibus precibúsque suscéptis, ómnium nostrum ad te corda convérte. Per Christum.

PREFACIO I DE CUARESMA
SIGNIFICACIÓN ESPIRITUAL DE LA CUARESMA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Por él concedes a tus fieles anhelar, año tras año, con el gozo de habernos purificado, los sacramentos pascuales, para que, dedicados con mayor entrega a la oración y a la caridad fraterna, por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios.
Por eso, con los ángeles y arcángeles, tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Quia fidélibus tuis dignánter concédis quotánnis paschália sacraménta in gáudio purificátis méntibus exspectáre: ut, pietátis offícia et ópera caritátis propénsius exsequéntes, frequentatióne mysteriórum, quibus renáti sunt, ad grátiae filiórum plenitúdinem perducántur.
Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia caeléstis exércitus, hymnum glóriae tuae cánimus, sine fine dicéntes:

Santo, santo Santo...


Antífona de comunión Mt 7, 8
Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Omnis qui petit áccipit, et qui quaerit ínvenit, et pulsánti aperiétur.

Oración después de la comunión
Señor, Dios nuestro, haz de estos santos misterios que nos entregaste como prenda de nuestra salvación, auxilio en el presente y para el futuro. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Quaesumus, Dómine Deus noster, ut sacrosáncta mystéria, quae pro reparatiónis nostrae munímine contulísti, et praesens nobis remédium esse fácias et futúrum. Per Christum.

Oración sobre el pueblo
Se puede añadir ad libítum.
V. El Señor esté con vosotros. R.
V. Inclinaos para recibir la bendición.
Te rogamos, Señor, que la misericordia esperada descienda sobre los que te suplican, y concédeles la abundancia de los bienes del cielo, de modo que sepan bien lo que han de pedir y obtengan lo que han solicitado. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Advéniat, quaesumus, Dómine, misericórdia speráta supplícibus, et eísdem caeléstis munificéntia tribuátur, qua et recte poscénda cognóscant et postuláta percípiant. Per Christum.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre. R.

MARTIROLOGIO

Elogios del 11 de marzo

1. En Esmirna de Asia, en la actual Turquía, san Pionio, presbítero y mártir, el cual, según la tradición, fue encarcelado por haber hecho una apología de la fe cristiana ante el pueblo. Allí, en prisión, con sus exhortaciones animó a muchos hermanos a soportar el martirio y, después de sufrir varios tormentos, por medio del fuego alcanzó la muerte por Cristo. (c. 250)
2. En Laodicea, en Siria, santos Trófimo y Talo, mártires, que en la persecución desencadenada bajo el emperador Diocleciano, después de muchos y crueles tormentos consiguieron la corona de la gloria. (s. IV)
3*. En Escocia, san Constantino, rey, discípulo de san Columba y mártir(s. VI)
4. En Jerusalén, san Sofronio, obispo, que tuvo como maestro y amigo a Juan Mosco, con quien visitó diversos lugares monásticos. Fue elegido, a la muerte de Modesto, para la sede de la Ciudad Santa, y en ella, cuando cayó en manos de los sarracenos, defendió valientemente la fe y la seguridad del pueblo. (639)
5*. En la región de Hainaut, en Neustria, actualmente Francia, san Vidiciano, obispo de Cambrai y Arras, que invitó al rey Teodorico III a expiar con la penitencia el crimen que cometió con la muerte de san Leodegario. (c. 712)
6. En la ciudad de Milán, en Italia, sepultura de san Benito, obispo. (725)
7. En el monasterio de Tallaght, en Hibernia, hoy Irlanda, san Oengo, de sobrenombre “Cúldeo”, monje, que compuso el catálogo de los santos de aquel país. (c. 824)
8. En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, san Eulogio, presbítero y mártir, cuya memoria en España se celebra el nueve de enero.
9*. En el lugar de Cupramontana, en el Piceno, actual región italiana de Las Marcas, beato Juan Bautista Righi de Fabriano, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores. (1539)
10*. En York, en Inglaterra, beato Tomás Atkinson, presbítero y mártir, que en tiempo del rey Jacobo I fue martirizado por ser sacerdote. (1616)
11*. En Clonnel, en Irlanda, beato Juan Kearney, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, el cual, condenado a la pena capital en Inglaterra por ejercer el sacerdocio, con la huida evitó la sentencia, pero después, al regresar a la patria, bajo el régimen de Oliverio Cromwell fue acusado nuevamente de ser sacerdote y ajusticiado en la horca. (1653)
12. En la ciudad de Hung Yên, en Tonquín, actual Vietnam, santo Domingo Câm, presbítero y mártir, que durante muchos años, a escondidas y con peligro de la vida, ejerció el ministerio, pero finalmente, abrazando la cruz del Señor que con firmeza había rechazado pisotear, fue condenado a muerte por el emperador Tu Duc. (1859)
13. En el lugar de Sai-Nam-Hte, en Corea, santos mártires Marcos Chong Ui-bae, catequista, y Alejo U Se-yong, que a causa de su fe cristiana, fueron sometidos por sus mismos familiares a insultos y azotes. (1866)

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