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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

lunes, 14 de noviembre de 2022

Lunes 19 diciembre 2022, 19 de diciembre, Lunes de la IV semana de Adviento, feria.

SOBRE LITURGIA

AUDIENCIA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN UN CURSO PARA RECTORES Y FORMADORES DE SEMINARIOS LATINOAMERICANOS

Sala Clementina. Jueves, 10 de noviembre de 2022

DISCURSO ENTREGADO

Estimado Señor Cardenal,
queridos hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio,
¡buenos días!


Me es grato saludarlos a todos ustedes, participantes en el Curso para Rectores y Formadores de Seminarios Latinoamericanos, venidos de casi todos los países del Continente y del Caribe. Extiendo mi saludo a los colaboradores del Dicasterio para el Clero, el cual ha organizado el curso.

Toda la formación sacerdotal, particularmente la de los futuros pastores, está en el corazón de la evangelización, pues en las próximas décadas ellos, respondiendo a una genuina vocación específica, animarán y conducirán al santo Pueblo de Dios, para que sea “en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano”. ¡Cuán necesaria es una formación de calidad para los que serán presencia sacramental del Señor en medio de su rebaño, alimentándolo y sanándolo con la Palabra y con los Sacramentos!

En este sentido, quisiera subrayar que la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis “El don de la vocación presbiteral” conserva el gran aporte hecho por la Exhortación apostólica Pastores dabo vobis, que este año conmemora el 30 aniversario de su publicación por san Juan Pablo II, tras la VIII Asamblea General Ordinaria de Obispos, que trató “La formación de los sacerdotes en las circunstancias actuales”. Esta ofrece de manera explícita una visión antropológica integral, que tiene en cuenta simultánea y equilibradamente las cuatro dimensiones presentes en la persona del seminarista: humana, intelectual, espiritual y pastoral. Por otro lado, la misma Ratio fundamentalis reafirma la perspectiva de mi apreciado predecesor el Papa Benedicto XVI, quien con el Motu proprio Ministrorum institutio ha puesto en evidencia que la formación de los seminaristas prosigue, naturalmente, en la formación permanente de los sacerdotes, constituyendo ambas una sola realidad.

Por otra parte, quisiera destacar que uno de los grandes aportes de la actual Ratio fundamentalis es que describe el proceso formativo de los sacerdotes, desde los años del Seminario, a partir de cuatro notas características de la formación, que es presentada como única, integral, comunitaria y misionera.

Al respecto, deseo detenerme para enfatizar que la formación sacerdotal «tiene un carácter eminentemente comunitario desde su mismo origen. La vocación al presbiterado, de hecho, es un don de Dios a la Iglesia y al mundo, es una vía para santificarse y santificar a los demás, que no se recorre de manera individual, sino teniendo siempre como referencia una porción concreta del Pueblo de Dios» (RFIS, Introducción 3).

En este contexto, me permito hacerles notar que uno de los desafíos más relevantes que hoy enfrentan las casas de formación sacerdotal es que ellas sean verdaderas comunidades cristianas, lo que implica no sólo un proyecto formativo coherente, sino también un número adecuado de seminaristas y formadores que asegure una experiencia realmente comunitaria en todas las dimensiones de la formación. Este desafío exige en no pocas ocasiones empeñarse en crear o consolidar Seminarios interdiocesanos, provinciales o regionales. Se trata de una tarea que los Obispos deben asumir sinodalmente, especialmente a nivel de las Conferencias Episcopales regionales o nacionales, en la cual ustedes están llamados a colaborar con lealtad y proactividad.

Para ello, queridos sacerdotes formadores, es necesario dejar inercias y protagonismos e iniciar a soñar juntos, no añorando el pasado, no solos, sino unidos y abiertos a lo que el Señor hoy desea como formación para las próximas generaciones de presbíteros inspirados por las actuales orientaciones de la Iglesia.

Me alegro que, durante estos días, ustedes estén reflexionando sobre distintos aspectos de la formación inicial, deteniéndose en la dimensión humana y cómo esta se integra a las otras dimensiones, a saber, espiritual, intelectual y pastoral.

En efecto, en el seno de la comunidad cristiana el Señor llama a algunos de sus discípulos a ser sacerdotes, esto es, elige a algunas ovejas de su rebaño y les invita a ser pastores de sus hermanos y hermanas. No debemos olvidar que los sacerdotes hemos sido “sacados de entre los hombres… para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios” (cf. Hb 5,1). Somos “con-discípulos” de los demás fieles cristianos y, por lo mismo, compartimos las mismas necesidades humanas y espirituales, como también estamos sujetos a las mismas fragilidades, límites y errores.

En los seminaristas, como en cada uno de nosotros, interactúan y coexisten dos aspectos que deben integrarse recíprocamente, los dones de la gracia y los rasgos de la naturaleza herida; el servicio que ustedes han de desempeñar es precisamente el unir ambas realidades en un camino de fe y maduración integral (cf. RFIS, 28).

Es necesario estar atentos, ya que su misión no es formar “súper hombres” que pretendan saber y controlar todo y ser autosuficientes, sino lo contrario, es formar hombres que con humildad sigan el proceso elegido por el Hijo de Dios, que es el camino de la encarnación.

Sí, en virtud de la Encarnación del Hijo de Dios encontramos en nuestro Maestro, Dios y hombre verdadero, no sólo ejemplos de humanidad renovada a imitar, sino también la posibilidad de entrar en comunión vital con Él, desde la cual nuestra existencia es sanada y elevada a una humanidad nueva. El Señor hace posible que lo imitemos y sigamos sus huellas, porque nos comunica el don de su gracia, que es capaz de transformar todo lo que somos: “alma, cuerpo y espíritu” (cf. 1 Ts 5,23), según su plan de plenitud para cada uno de nosotros.

La dimensión humana de la formación sacerdotal, por tanto, no es una mera escuela de virtudes, de crecimiento de la propia personalidad o de desarrollo personal, implica, principalmente, una maduración integral de la persona potenciada por la gracia de Dios que, aun suponiendo los condicionamientos biológicos, psicológicos y sociales de cada uno, es capaz de transformarlos y elevarlos, sobre todo cuando la persona y las comunidades se esfuerzan en colaborar con ella de modo transparente y veraz. En definitiva, las motivaciones vocacionales auténticas, esto es, el seguimiento del Señor y la instauración del Reino de Dios están a la base de un proceso que es a la vez humano y espiritual.

En este sentido, una de las tareas más relevantes en el proceso formativo de un sacerdote es la gradual lectura creyente de la propia historia. Esta visión providencial del propio camino es la materia principal del discernimiento personal y eclesial de la propia vocación. En efecto, cada seminarista, primero, y cada sacerdote después, con acentos y matices distintos debe ir actualizándola constantemente, especialmente en las coyunturas más significativas del propio camino sacerdotal (cf. RFIS, 59 y 69). El contraste con quienes lo acompañan en este proceso, tanto en el fuero interno como en el fuero externo, le permitirá vencer cualquier tentación de autoengaño subjetivista y abrirán la valoración a perspectivas muchos más amplias y objetivas.

Debemos ser conscientes también del impacto formativo que la vida y ministerio de los formadores tiene en los seminaristas. Los formadores educan con su vida, más que con sus palabras.

Por cierto, una sana maduración humana coherente con la consolidación de la propia vocación y misión, que incluye la normal superación de dificultades y períodos de crisis, permite al sacerdote formador renovar constantemente la base sobre la que se sustenta su configuración con Cristo, Siervo y Buen Pastor, y, además, le confieren la herramienta más eficaz para el ejercicio de su servicio en el Seminario, tanto con los candidatos en relación a su proceso de discernimiento, como respecto de los demás formadores del equipo formativo y los otros agentes de la formación. En efecto, la armonía humana y espiritual de los formadores, particularmente del Rector del Seminario, es una de las mediaciones más importantes en el acompañamiento formativo.

Uno de los indicadores de maduración humana y espiritual es el desarrollo y la consolidación de la capacidad de escucha y del arte del diálogo, que naturalmente están anclados en una vida de oración, donde el sacerdote cotidianamente entra en diálogo con el Señor, incluso en momentos de aridez o de confusión. Para el servicio que un presbítero presta a sus hermanas y hermanos, en particular para la labor de un formador, la disposición a escuchar y a empatizar con los demás más que un instrumento de evangelización, es precisamente el ambiente donde esta germina, florece y da frutos.

En síntesis, la vida del formador, su constante crecimiento humano y espiritual como discípulo-misionero de Cristo y como sacerdote, sostenido y promovido por la gracia de Dios, es sin duda el factor fundamental de que dispone para dar eficacia a su servicio a los seminaristas y a otros sacerdotes en su configuración con Cristo, Siervo y Buen Pastor. De hecho, su propia vida testifica aquello que sus palabras y gestos intentan trasmitir en el diálogo e interacción con sus interlocutores en la formación.

Queridos sacerdotes, soy consciente de que el servicio que prestan a la Iglesia no es simple y no pocas veces desafía la propia humanidad, porque el formador tiene un corazón cien por ciento humano y que no pocas veces puede sentir frustración, cansancio, rabia e impotencia, de ahí la importancia de recurrir cada día a Jesús, ponerse de rodillas y ante su presencia aprender de Él que es manso y humilde de corazón, de modo que poco a poco nuestro corazón aprenda a latir al ritmo del corazón del Maestro.

Las páginas del Evangelio, sobre todo aquellas que narran pinceladas de la vida de Jesús con sus discípulos, nos permiten ver cómo Jesús sabía hacerse presente y ausente, sabía el momento de corregir y el momento para elogiar, el momento de acompañar y la ocasión para enviar y dejar que los apóstoles afrontaran el reto misionero. Es en medio de estas que podríamos llamar “intervenciones formativas” de Cristo que Pedro, Andrés, Santiago, Juan y el resto de los llamados, se fueron convirtiendo en verdaderos discípulos y configurando su corazón, poco a poco, con el del Señor.

Hace un momento destacaba el rol formativo del Rector del Seminario respecto de sus hermanos del equipo formativo y en la corresponsabilidad de todos ellos en la propia formación sacerdotal. El Rector debe manifestar una preocupación constante por cada uno de los formadores, manteniendo un diálogo abierto y sincero respecto de su vida y servicio, sin descuidar de hacerse eco de aquellos aspectos más personales de los que muchas veces depende la superación de los problemas que pueden surgir al interno del equipo formativo. Tengan presente que los formadores son para el Rector del Seminario sus hermanos más próximos, hacia los cuales debe estar dirigido de modo privilegiado el ejercicio de la caridad pastoral.

Por otra parte, la formación sacerdotal tiene por medio privilegiado el acompañamiento formativo y espiritual de todos y cada uno de los formadores del Seminario respecto de todos y cada uno de los seminaristas, de modo de asegurar que ellos tengan una amplia y variada ayuda de parte de la comunidad de formadores, sin exclusivismos o particularismos, pudiendo ser apoyados por sacerdotes de diferentes edades y sensibilidades distintas, según las competencias específicas de cada uno de ellos, a fin de que cada futuro pastor pueda ir discerniendo y consolidando no sólo una genuina vocación al presbiterado, sino también el modo personal e irrepetible que el Señor ha trazado para que lo viva y ejerza.

Contribuyen con el acompañamiento formativo otras personas que ayudan a los seminaristas en su crecimiento humano y espiritual. Cabe señalar a los agentes responsables de las experiencias pastorales que desarrollan a lo largo de la formación inicial, de modo particular los párrocos, como así mismo los especialistas que son llamados a colaborar cuando es necesario (cf. RFIS, 145-147).

Queridos formadores, vuelvo a expresarles la gratitud de la Iglesia por dedicar su vida y ministerio a los futuros pastores, que serán sus hermanos en el Presbiterio y que, unidos y bajo la guía del Obispo, tirarán las redes del Evangelio como auténticos pescadores de hombres. Que María Santísima, Madre de los sacerdotes, los anime y cuide en su misión.

Buenas tardes y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí. Muchas gracias.

CALENDARIO

19 LUNES DE LA IV SEMANA DE ADVIENTO, feria

Misa de feria-19 de diciembre (morado). 
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. II o IV Adv. 
LECC.: vol. II. 
- Jue 13, 2-7. 24-25a. El nacimiento de Sansón fue anunciado por el ángel. 
- Sal 70. R. Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria. 
- Lc 1, 5-25. Gabriel anuncia el nacimiento de Juan Bautista. 

Liturgia de las Horas: oficio de feria-19 de diciembre, ant. Mag. «Oh, Renuevo». 

Martirologio: elogs. del 20 de diciembre, pág. 727. 
CALENDARIOS: Toledo: Solemnidad (trasladada) de Santa María en el Rito Hispano-Mozárabe. Se recomienda celebrar la misa en este venerable rito.

TEXTOS MISA

19 de diciembre. Feria de Adviento

Antífona de entrada Cf. Heb 10, 37
El que viene llegará sin retraso y ya no habrá temor en nuestra tierra, porque él es nuestro Salvador.
Qui ventúrus est véniet et non tardábit, et iam non erit timor in fínibus nostris, quóniam ipse est Salvátor noster.

Oración colecta
Oh, Dios, que has querido revelar al mundo el resplandor de tu gloria por el parto de la Virgen santa, concédenos proclamar con fe íntegra y celebrar con piedad sincera el gran misterio de la Encarnación. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui splendórem glóriae tuae per sacrae Vírginis partum mundo dignátus es reveláre, tríbue, quaesumus, ut tantae incarnatiónis mystérium et fídei integritáte colámus, et devóto semper obséquio frequentémus. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del 19 de diciembre. Feria de Adviento (Lec. II)

PRIMERA LECTURA Jue 13, 2-7. 24-25a
El nacimiento de Sansón fue anunciado por el ángel

Lectura del libro de los Jueces.

En aquellos días, había en Sorá un hombre de estirpe danita, llamado Manoj. Su esposa era estéril y no tenía hijos.
El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo:
«Eres estéril y no has engendrado. Pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora guárdate de beber vino o licor, y no comas nada impuro, pues concebirás y darás a luz un hijo. La navaja no pasará por su cabeza, porque el niño será un nazir de Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos».
La mujer dijo al esposo:
«Ha venido a verme un hombre de Dios. Su semblante era como el semblante de un ángel de Dios, muy terrible. No le pregunté de dónde era, ni me dio a conocer su nombre. Me dijo: “He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino o licor, y no comas nada impuro; porque el niño será nazir de Dios desde el seno materno hasta el día de su muerte”».
La mujer dio a luz un hijo, al que puso de nombre Sansón. El niño creció, y el Señor lo bendijo. El espíritu del Señor comenzó a agitarlo.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 70, 3-4a. 5-6ab. 16-17 (R.: cf. 8a)
R.
 Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
Repleátur os meum laude, ut cantem glóriam tuam.

V. Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa.
R. Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
Repleátur os meum laude, ut cantem glóriam tuam.

V. Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías.
R. Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
Repleátur os meum laude, ut cantem glóriam tuam.

V. Contaré tus proezas, Señor mío;
narraré tu justicia, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas.
R. Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
Repleátur os meum laude, ut cantem glóriam tuam.

Aleluya
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Raíz de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ven a librarnos, no tardes más. R.
Radix Iesse, stans in signum populórum: veni ad liberándum nos, iam noli tardáre.

EVANGELIO Lc 1, 5-25
Gabriel anuncia el nacimiento de Juan Bautista
 Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel.
Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada.
Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según la constumbre de los sacerdotes, le tocó a en suerte a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso.
Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.
Pero el ángel le dijo:
«No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y gozo, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, “para convertir los corazones de los padres hacía los hijos”, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».
Zacarías replicó al ángel:
«¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.»
Respondiendo el ángel le dijo:
«Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento oportuno».
El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se sorprendía de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo.
Al cumplirse los días de su servicio en el templo volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir de casa cinco meses, diciendo:
«Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mi para quitar mi oprobio ante la gente».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía en santa Marta 19-diciembre-2017
La fecundidad es un signo de Dios. Los profetas escogen símbolos bellísimos, como el desierto. Qué hay más estéril que un desierto; sin embargo, dicen que hasta el desierto florecerá, la aridez se llenará de agua. Es precisamente la promesa de Dios. Dio es fecundo. Es verdad, el diablo quiere la esterilidad, quiere que cada uno de nosotros no viva para dar vida, ni física ni espiritual, a los demás; que viva para sí mismo: el egoísmo, la soberbia, la vanidad. Engrasar el alma sin vivir para los demás. El diablo es el que hace crecer la cizaña del egoísmo y no nos hace fecundos.
Es una gracia tener hijos que nos cierren los ojos en nuestra muerte. Un anciano misionero de la Patagonia, con noventa años, decía que su vida se le había pasado en un soplo, pero tenía muchos hijos espirituales junto a sí en su última enfermedad.
Aquí hay una cuna vacía, la podemos ver. Puede ser símbolo de esperanza porque vendrá el Niño, o puede ser un objeto de museo, vacía toda la vida. Nuestro corazón es una cuna. ¿Cómo es mi corazón? ¿Está vacío, siempre vacío, o está abierto para recibir continuamente vida y dar vida? ¿Para recibir y ser fecundo? ¿O será un corazón conservado como un objeto de museo que nunca estuvo abierto a la vida ni a dar la vida?
Os sugiero mirar esta cuna vacía y decir: "Ven Señor, llena la cuna, llena mi corazón y empújame a dar vida, a ser fecundo".

Oración de los fieles
Invoquemos a Dios Padre, que ha enviado a su Hijo para salvar al mundo, y digamos:
R. Muéstranos, Señor, su misericordia.
- Para que la Iglesia pueda alegrarse por la venida de Jesucristo. Roguemos al Señor. R.
- Para que la sabiduría y la fuerza de Dios alienten a los que gobiernan las naciones y los pueblos en la búsqueda del verdadero bien común. Roguemos al Señor. R.
- Para que el Señor Jesús, en su nuevo nacimiento, tenga compasión de los que sufren cualquier forma de marginación. Roguemos al Señor. R.
- Para que, con María, nos preparemos también nosotros a celebrar el misterio de la encarnación de Cristo. Roguemos al Señor. R.
Te pedimos todo esto, Padre, en nombre de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas

Señor, mira con bondad las ofrendas que presentamos sobre tu altar y consagra con tu poder lo que nuestra debilidad te presenta. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Propítius intuére múnera, Dómine, quaesumus, quae tuis altáribus exhibémus, ut, quod nostra fragilitáte defértur, tua virtúte sacrétur. Per Christum.

PREFACIO II DE ADVIENTO
LA DOBLE EXPECTACIÓN DE CRISTO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
A quien todos los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres.
El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza.
Por eso, con los ángeles y arcángeles, tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Quem praedixérunt cunctórum praecónia prophetárum, Virgo Mater ineffábili dilectióne sustínuit, Ioánnes cécinit affutúrum et adésse monstrávit. Qui suae nativitátis mystérium tríbuit nos praeveníre gaudéntes, ut et in oratióne pervígiles et in suis invéniat láudibus exsultántes.
Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia caeléstis exércitus, hymnum glóriae tuae cánimus, sine fine dicéntes:

Santo, santo Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de la comunión Lc 1, 78-79

Nos visitará el Sol que nace de lo alto, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Visitábit nos Oriens ex alto, ad dirigéndos pedes nostros in viam pacis.

Oración después de la comunión
Dios todopoderoso, sé propicio con nosotros y, al darte gracias por los dones recibidos, haz que de tal modo deseemos los que están por llegar, que recibamos con el corazón purificado el nacimiento admirable de nuestro Salvador. El, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Grátias de collátis munéribus referéntes, fac nobis propítius, omnípotens Deus, quae ventúra sunt desideráre praestánda, ut nativitátem Salvatóris nostri purificátis suscipiámus méntibus honorándam. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 20 de diciembre
1. En Roma, junto al cementerio de Calixto, en la vía Apia, sepultura de san Zeferino, papa, el cual gobernó la Iglesia durante dieciocho años y mandó a su diácono san Calixto construir el citado cementerio para la Iglesia Romana. (217/218)
2. También en Roma, en la vía Salaria Antigua, en el cementerio junto a las Siete Palomas, san Liberal, mártir, quien, según se dice, ejerció el oficio de cónsul. (s. inc.)
3. En Antioquía de Siria, actual Turquía, san Filogonio, obispo, que, por voluntad de Dios, siendo abogado fue llamado a regir esta Iglesia, y junto con el obispo san Alejandro y demás compañeros fue el primero en luchar contra Arrio por la fe católica, tras lo cual descansó en el Señor lleno de méritos. San Juan Crisóstomo le celebra con gran encomio. (324)
4*. En el macizo del Jura, en la ribera del Duby, en la región helvética, hoy Suiza, san Ursicino, discípulo de san Columbano, que primero llevó vida eremítica en la soledad, y después de ser descubierto, indujo a muchos a abrazar este género de vida. (c. 620)
5. En el monasterio de Silos, en la región de Castilla, en España, san Domingo, abad, el cual, siendo ermitaño, restauró después este monasterio que estaba relajado, introdujo allí la disciplina y favoreció día y noche la alabanza divina. (1073)
6*. En Torre del Greco, cerca de Nápoles, en Italia, san Vicente Romano, presbítero, que, siendo párroco, se dedicó esforzadamente a la educación de los niños y a las necesidades de los obreros y pescadores. (1831) Canonizado 2018
7*. En el campo de concentración de Sachsenhuse, en Alemania, beato Miguel Piaszczynski, presbítero y mártir, el cual, polaco de origen, fue encarcelado en ese lugar a causa de la fe, y, soportados los tormentos, pasó a la gloria celeste. (1940)
- Beato Anton Durcovici (1888- cárcel de Sighetu Marmatiei, Bucarest, Rumanía 1951). Obispo de Iasi, Rumanía, y mártir asesinado por odio a la fe, durante el régimen comunista.

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