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domingo, 7 de febrero de 2021

Domingo 14 marzo 2021, IV Domingo de Cuaresma "Laetare", Lecturas ciclo B.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del IV Domingo del Cuaresma, ciclo B (Lec. I B).
Este domingo, sobre todo cuando hay catecúmenos, pueden leerse las lecturas del año A.

PRIMERA LECTURA 2 Crón 36, 14-16. 19-23
La ira y la misericordia del Señor serán manifestadas en el exilio y en la liberación del pueblo

Lectura del segundo libro de las Crónicas.

En aquellos días, todos los jefes, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando las aberraciones de los pueblos y profanando el templo del Señor, que él había consagrado en Jerusalén.
El Señor, Dios de sus padres, les enviaba mensajeros a diario porque sentía lástima de su pueblo y de su morada; pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, se reían de sus palabras y se burlaban de sus profetas, hasta que la ira del Señor se encendió irremediablemente contra su pueblo.
Incendiaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, incendiaron todos sus palacios y destrozaron todos los objetos valiosos. Deportó a Babilonia a todos los que habían escapado de la espada. Fueron esclavos suyos y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. Así se cumplió lo que había dicho Dios por medio de Jeremías:
«Hasta que la tierra pague los sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta cumplirse setenta años».
En el año primero de Ciro, rey de Persia, para cumplir lo que había dicho Dios por medio de Jeremías, el Señor movió a Ciro, rey de Persia, a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino:
«Así dice Ciro, rey de Persia: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a ese pueblo, puede volver. ¡Que el Señor, su Dios, esté con él!».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 136, 1-2. 3. 4-5. 6 (R.: 6ab)
R.
Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
Adhaéreat lingua mea fáucibus meis, si non memínero tui.

V. Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar
con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.
R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
Adhaéreat lingua mea fáucibus meis, si non memínero tui.

V. Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión».
R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
Adhaéreat lingua mea fáucibus meis, si non memínero tui.

V. ¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha.
R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
Adhaéreat lingua mea fáucibus meis, si non memínero tui.

V. Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías.
R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
Adhaéreat lingua mea fáucibus meis, si non memínero tui.

SEGUNDA LECTURA Ef 2, 4-10
Muertos por los pecados, estáis salvados por pura gracia

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

Hermanos:
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo —estáis salvados por pura gracia—; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir.
Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Versículo antes del Evangelio Cf. Jn 3, 16
V.
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito; todo el que cree en él tiene vida eterna. R.
Sic Deus diléxis mundum, ut Fílium suum unigénitum daret; omnis qui credit in eum habet vitam aeténam.

EVANGELIO Jn 3, 14-21
Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco
ÁNGELUS, Domingo 11 de marzo de 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este cuarto domingo de Cuaresma llamado domingo laetare, o sea “alégrate”, la antífona de entrada de la liturgia eucarística nos invita a la alegría: “Alégrate Jerusalén, alegraos y regocijaos los que estáis tristes”. Así comienza la misa. ¿Cuál es el motivo de esta alegría? Es el gran amor de Dios por la humanidad, como nos lo indica el Evangelio de hoy: “Porque tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único para que todo el que crea en él, no perezca sino que tenga vida eterna”. (Jn 3, 16). Estas palabras, pronunciadas por Jesús durante su diálogo con Nicodemo, sintetizan un tema que es el centro del anuncio cristiano: incluso cuando la situación parece desesperada, Dios interviene, ofreciendo al hombre la salvación y la alegría.
Dios en efecto, no se quedará apartado, sino más bien entra en la historia de la humanidad para animarla con su gracia y salvarla.
Estamos llamados a escuchar este anuncio, rechazando la tentación de estar seguros de nosotros mismos, de querer prescindir de Dios, de reclamar la libertad absoluta de Él y su Palabra. Cuando encontramos el coraje de reconocernos tal como somos, nos damos cuenta que estamos llamados a lidiar con nuestra fragilidad y nuestros límites y es necesario tener mucho coraje.
Entonces puede pasar que nos agobie la angustia, la ansiedad por el mañana, el miedo a la enfermedad y a la muerte. Esto explica por qué muchas personas, en busca de una salida, a veces toman atajos peligrosos como el túnel de las drogas o de supersticiones o de rituales ruinosos de magia. Es bueno conocer los propios límites, las propias fragilidades, no para desesperar, sino para ofrecerlas al Señor; Él nos ayuda en el camino de la curación y nos lleva de la mano, nunca nos deja solos y por esto nos alegramos hoy, porque Dios está con nosotros.
Tenemos la verdadera y gran esperanza en Dios Padre rico en misericordia, que nos ha dado a su Hijo para salvarnos, y esa es nuestra alegría. También tenemos muchas tristezas, pero cuando somos verdaderos cristianos, existe esta esperanza que es una pequeña alegría que crece y te da seguridad. No debemos desanimarnos cuando vemos nuestros límites, nuestros pecados, nuestras debilidades: Dios está allí, próximo, cercano, Jesús está en la cruz para curarnos. Es el amor de Dios. Mira el crucifijo y di: «Dios me ama». Es cierto, que existen estos límites, estas debilidades, estos pecados, pero Él es mayor que los límites, que las debilidades y los pecados. No olvidéis esto: Dios es mayor que nuestras debilidades, que nuestras infidelidades, que nuestros pecados. Y tomemos al Señor de la mano, miremos al Crucifijo y avancemos.
Que María Madre de la Misericordia nos ponga en el corazón la certeza de que somos amados por Dios. Que ella esté cerca de nosotros en los momentos en los cuales nos sentimos solos, cuando estamos tentados de capitular ante las dificultades de la vida. Que ella nos comunique los sentimientos de su Hijo Jesús, para que nuestro camino de cuaresma se convierta en una experiencia de perdón, de acogida y de caridad.
ÁNGELUS. IV Domingo de Cuaresma, 15 de marzo de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos vuelve a proponer las palabras que Jesús dirigió a Nicodemo: "Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito" (Jn 3, 16). Al escuchar estas palabras, dirijamos la mirada de nuestro corazón a Jesús Crucificado y sintamos dentro de nosotros que Dio nos ama, nos ama de verdad, y nos ama en gran medida. Esta es la expresión más sencilla que resume todo el Evangelio, toda la fe, toda la teología: Dios nos ama con amor gratuito y sin medida.
Así nos ama Dios y este amor Dios lo demuestra ante todo en la creación, como proclama la liturgia, en la Plegaria eucarística IV: "A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador, dominara todo lo creado". En el origen del mundo está sólo el amor libre y gratuito del Padre. San Ireneo un santo de los primeros siglos escribe: "Dios no creó a Adán porque tenía necesidad del hombre, sino para tener a alguien a quien donar sus beneficios" (Adversus haereses, IV, 14, 1). Es así, el amor de Dios es así.
Continúa así la Plegaria eucarística IV: "Y cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos". Vino con su misericordia. Como en la creación, también en las etapas sucesivas de la historia de la salvación destaca la gratuidad del amor de Dios: el Señor elige a su pueblo no porque se lo merezca, sino porque es el más pequeño entre todos los pueblos, como dice Él. Y cuando llega "la plenitud de los tiempos", a pesar de que los hombres en más de una ocasión quebrantaron la alianza, Dios, en lugar de abandonarlos, estrechó con ellos un vínculo nuevo, en la sangre de Jesús –el vínculo de la nueva y eterna alianza–, un vínculo que jamás nada lo podrá romper.
San Pablo nos recuerda: "Dios, rico en misericordia, –nunca olvidarlo, es rico en misericordia– por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo" (Ef 2, 4-5). La Cruz de Cristo es la prueba suprema de la misericordia y del amor de Dios por nosotros: Jesús nos amó "hasta el extremo" (Jn 13, 1), es decir, no sólo hasta el último instante de su vida terrena, sino hasta el límite extremo del amor. Si en la creación el Padre nos dio la prueba de su inmenso amor dándonos la vida, en la pasión y en la muerte de su Hijo nos dio la prueba de las pruebas: vino a sufrir y morir por nosotros. Así de grande es la misericordia de Dios: Él nos ama, nos perdona; Dios perdona todo y Dios perdona siempre.
Que María, que es Madre de misericordia, nos ponga en el corazón la certeza de que somos amados por Dios; nos sea cercana en los momentos de dificultad y nos done los sentimientos de su Hijo, para que nuestro itinerario cuaresmal sea experiencia de perdón, acogida y caridad.

Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS. Domingo 18 de marzo de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
En nuestro itinerario hacia la Pascua, hemos llegado al cuarto domingo de Cuaresma. Es un camino con Jesús a través del "desierto", es decir, un tiempo para escuchar más la voz de Dios y también para desenmascarar las tentaciones que hablan dentro de nosotros. En el horizonte de este desierto se vislumbra la cruz. Jesús sabe que la cruz es el culmen de su misión: en efecto, la cruz de Cristo es la cumbre del amor, que nos da la salvación. Lo dice él mismo en el Evangelio de hoy: "Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna" (Jn 3, 14-15). Se hace referencia al episodio en el que, durante el éxodo de Egipto, los judíos fueron atacados por serpientes venenosas y muchos murieron; entonces Dios ordenó a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la pusiera sobre un estandarte: si alguien era mordido por las serpientes, al mirar a la serpiente de bronce, quedaba curado (cf. Nm 21, 4-9). También Jesús será levantado sobre la cruz, para que todo el que se encuentre en peligro de muerte a causa del pecado, dirigiéndose con fe a él, que murió por nosotros, sea salvado. "Porque Dios –escribe san Juan– no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él" (Jn 3, 17).
San Agustín comenta: "El médico, en lo que depende de él, viene a curar al enfermo. Si uno no sigue las prescripciones del médico, se perjudica a sí mismo. El Salvador vino al mundo... Si tú no quieres que te salve, te juzgarás a ti mismo" (Sobre el Evangelio de Juan, 12, 12: PL 35, 1190). Así pues, si es infinito el amor misericordioso de Dios, que llegó al punto de dar a su Hijo único como rescate de nuestra vida, también es grande nuestra responsabilidad: cada uno, por tanto, para poder ser curado, debe reconocer que está enfermo; cada uno debe confesar su propio pecado, para que el perdón de Dios, ya dado en la cruz, pueda tener efecto en su corazón y en su vida. Escribe también san Agustín: "Dios condena tus pecados; y si también tú los condenas, te unes a Dios... Cuando comienzas a detestar lo que has hecho, entonces comienzan tus buenas obras, porque condenas tus malas obras. Las buenas obras comienzan con el reconocimiento de las malas obras" (ib., 13: PL 35, 1191). A veces el hombre ama más las tinieblas que la luz, porque está apegado a sus pecados. Sin embargo, la verdadera paz y la verdadera alegría sólo se encuentran abriéndose a la luz y confesando con sinceridad las propias culpas a Dios. Es importante, por tanto, acercarse con frecuencia al sacramento de la Penitencia, especialmente en Cuaresma, para recibir el perdón del Señor e intensificar nuestro camino de conversión.
Queridos amigos, mañana celebraremos la fiesta de san José. Agradezco de corazón a todos aquellos que me recordarán en la oración, en el día de mi onomástico. En especial, os pido que oréis por el viaje apostólico a México y a Cuba, que realizaré a partir del viernes próximo. Encomendémoslo a la intercesión de la santísima Virgen María, tan amada y venerada en estos dos países que me dispongo a visitar.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica
Ciclo B. Cuarto domingo de Cuaresma
Cristo, el Salvador
389
La doctrina del pecado original es, por así decirlo, "el reverso" de la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los hombres, que todos necesitan salvación y que la salvación es ofrecida a todos gracias a Cristo. La Iglesia, que tiene el sentido de Cristo (cf. 1Co 2, 16) sabe bien que no se puede lesionar la revelación del pecado original sin atentar contra el Misterio de Cristo.
457 El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: "Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1Jn 4, 10). "El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo" (1Jn 4, 14). "El se manifestó para quitar los pecados" (1Jn 3, 5):
Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdida la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacia falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado? (San Gregorio de Nisa, or. catech. 15).
458 El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: "En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él" (1Jn 4, 9). "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).
846 "Fuera de la Iglesia no hay salvación" ¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia? Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo - Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo:
El santo Sínodo… basado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único Mediador y camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella (LG 14).
1019 Jesús, el Hijo de Dios, sufrió libremente la muerte por nosotros en una sumisión total y libre a la voluntad de Dios, su Padre. Por su muerte venció a la muerte, abriendo así a todos los hombres la posibilidad de la salvación.
1507 El Señor resucitado renueva este envío ("En mi nombre… impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien"; Mc 16, 17-18) y lo confirma con los signos que la Iglesia realiza invocando su nombre (cf. Hch 9, 34; Hch 14, 3). Estos signos manifiestan de una manera especial que Jesús es verdaderamente "Dios que salva" (cf Mt 1, 21; Hch 4, 12).
Cristo es el Señor de la vida eterna
679
Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. "Adquirió" este derecho por su Cruz. El Padre también ha entregado "todo juicio al Hijo" (Jn 5, 22;cf. Jn 5, 27; Mt 25, 31; Hch 10, 42; Hch 17, 31; 2Tm 4, 1). Pues bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar (cf. Jn 3, 17) y para dar la vida que hay en él (cf. Jn 5, 26). Es por el rechazo de la gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a sí mismo (cf. Jn 3, 18; Jn 12, 48); es retribuido según sus obras (cf. 1Co 3, 12-15) y puede incluso condenarse eternamente al rechazar el Espíritu de amor (cf. Mt 12, 32; Hb 6, 4-6; Hb 10, 26-31).
Dios quiere dar a los hombres la vida eterna
55
Esta revelación no fue interrumpida por el pecado de nuestros primeros padres. Dios, en efecto, "después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras" (DV 3).
Cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte… Reiteraste, además, tu alianza a los hombres (MR, Plegaria eucarística 4, 118).
El exilio de Israel presagio de la Pasión
710
El olvido de la Ley y la infidelidad a la Alianza llevan a la muerte: el Exilio, aparente fracaso de las Promesas, es en realidad fidelidad misteriosa del Dios Salvador y comienzo de una restauración prometida, pero según el Espíritu. Era necesario que el Pueblo de Dios sufriese esta purificación (cf. Lc 24, 26); el Exilio lleva ya la sombra de la Cruz en el Designio de Dios, y el Resto de pobres que vuelven del Exilio es una de la figuras más transparentes de la Iglesia.


Se dice Credo.

Oración de los fieles
Año B

Oremos a Dios Padre. Él es rico en misericordia y nos muestra su bondad en Cristo Jesús.
- Por la Iglesia, que camina por el desierto de la Cuaresma hacia la plena luz de la Pascua. Roguemos al Señor.
- Por los que buscan sinceramente una luz en su vida, para que la encuentren en Jesucristo. Roguemos al Señor.
- Por los que se alejan de la luz de Cristo a causa del mal ejemplo de los cristianos. Roguemos al Señor.
- Por los que, sin fe, presumen salvarse por sí mismos con sus obras. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que fijamos nuestros ojos en Cristo, luz del mundo, y queremos realizar la verdad con nuestras obras, hechas según Dios. Roguemos al Señor.
Señor, Dios nuestro, que quieres que todos se conviertan y tengan la vida eterna; escucha nuestras súplicas. Por Jesucristo nuestro Señor.

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