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viernes, 5 de febrero de 2021

Consagración de Vírgenes unida a la profesión perpetua.

Ritual de la consagración de vírgenes (31-mayo 1970).
Ed. española 1979.

CAPÍTULO II

CONSAGRACIÓN DE VÍRGENES UNIDA A LA PROFESIÓN PERPETUA

39.
La consagración de vírgenes unida al rito de la profesión perpetua conviene celebrarla en los días de la octava de Pascua, o bien en las solemnidades, especialmente en las dedicadas a la conmemoración de los misterios de la Encarnación, en los domingos, en las fiestas de la Virgen María, de la santas vírgenes o de aquellos santos que más sobresalieron en la vida religiosa.

40. En un día oportuno, próximo a la consagración, o si no ha podido ser antes, por lo menos en la víspera de la consagración, el Obispo debe recibir a las vírgenes que serán consagradas y, como Padre de la diócesis, entablar con ellas un diálogo pastoral.

41. La consagración habitualmente tiene lugar en la iglesia del monasterio.

42. Procúrese anunciar a los fieles, con la debida antelación, el dia y hora de esta celebración para que sean numerosos los que puedan asistir.

43. En el dia, en que se celebra la consagración de vírgenes se dice la Misa que corresponde al día, o bien, si las rúbricas lo permiten, la Misa ritual de la consagración de vírgenes (cf. «Observaciones previas», núms. 8-10).

44. La consagración de vírgenes se hace habitualmente en la sede; pero si parece más oportuno, puede colocarse otra sede para el Obispo delante del altar. En un lugar apropiado del presbiterio, prepárese también una sede para la Superiora que ha de recibir la profesión de las vírgenes; los asientos para las vírgenes que han de recibir la consagración se colocan también en el presbiterio, pero de tal forma, que los fieles puedan ver bien toda la acción litúrgica.

45. Como lo pide la naturaleza de esta celebración toda la acción litúrgica debe ser expresiva y solemne; pero hay que evitar aquella suntuosidad que desdice de la pobreza religiosa.

46. Prepárese pan y vino en tal cantidad que sea suficiente para la comunión de los ministros, de los virgenes que han de recibir la consagración, de sus padres y familiares, de los miembros de la comunidad y de los demás fieles. Por ello, si se usa un solo cáliz, éste deberá ser de capacidad suficiente.

47. Además de lo necesario para la celebración de la Misa, debe prepararse: a) el Pontifical Romano; b) los velos, anillos u otras insignias de la consagración virginal o de la profesión religiosa, según las leyes de cada lugar o las costumbres de cada congregación religiosa.

RITO DE ENTRADA

48.
Congregado el pueblo y dispuestas todas las cosas necesarias, la procesión avanza por el medio de la iglesia hasta el altar, mientras el coro con el pueblo canta el introito de la Misa. La procesión se hace del modo acostumbrado y en la misma es recomendable que participen las vírgenes que han de ser consagradas, la Superiora y la Maestra de novicias.

49. Al llegar al presbiterio, y hecha la debida reverencia al altar, las vírgenes se sitúan en lugares especialmente designados para ellas en la nave de la iglesia y se continúa la Misa.

LITURGIA DE LA PALABRA

50.
En la liturgia de la Palabra se hace todo como de costumbre, excepto lo que sigue:

a) Las lecturas se pueden tomar o bien de la Misa del dia, o bien de los textos que se indican en el Leccionario, p. 191 (cf. 
«Observaciones previas», núm. 8-10).

b) Puede omitirse el Credo aunque lo prescriban las rúbricas del día.

c) Se omite también la oración de los fieles, pues tiene ya lugar en las letanías.


PROFESIÓN RELIGIOSA Y CONSAGRACIÓN VIRGINAL

Llamada de las Vírgenes

51.
Proclamado el Evangelio, si la consagración de vírgenes se hace delante del altar, el Obispo se dirige a la sede preparada en este lugar y se sienta. Mientras tanto el coro canta la siguiente antifona u otra parecida:

Vírgenes prudentes, preparad vuestras lámparas
mirad que llega el esposo,
salid a recibirlo.

En este momento las vírgenes que han de ser consagrados encienden sus lámparas y, acompañadas de la Maestra y de otra religiosa a la que se haya confiado esta misión, se acercan al presbiterio pero sin entrar en el mismo.

52. Entonces el Obispo llama a las vírgenes, cantando o diciendo en voz alta:

Venid, hijas, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor.

Y las vírgenes responden cantando la siguiente antífona:

Queremos seguirte de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro;
no nos dejes defraudadas;
trátanos según tu clemencia
y tu abundante misericordia.

Mientras cantan las antífonas entran en el presbiterio y allí se colocan de tal manera que todos pueden ver fácilmente la celebración. Luego colocan los cirios en un candelabro, o bien los entregan a los ministros de quienes los vuelven a recibir al final de la celebración, y se acomodan en los asientos preparados para ellas.

53. Otra forma distinta de hacer la llamada puede verse en los números 81-82.

Homilía o exhortación


54.
Entonces el Obispo se dirige a las vírgenes que han de ser consagradas y a todo el pueblo y, comentando las lecturas bíblicas, les habla brevemente de lo que representa el don de la virginidad y del papel de la vida religiosa, tanto para la santidad de las elegidas como para el bien de la Iglesia.

Escrutinio

55.
Terminada la homilía las vírgenes se levantan y el Obispo les pregunta si están dispuestas a consagrarse a Dios y a avanzar por la senda de la caridad, según la Regla o las Constituciones de su congregación religiosa, Las preguntas que aquí se indican pueden cambiarse u omitirse en parte según la naturaleza o indole de cada congregación. El Obispo las interroga con estas palabras u otras semejantes:

Queridas hijas,
ya que por el bautismo habéis muerto al pecado
y estáis consagradas al Señor,
queréis ahora consagraros más íntimamente a Dios
con la profesión perpetua?

Las vírgenes que han de profesar responden:

Sí, quiero.

Obispo:

Confiando en la fidelidad del Señor,
¿queréis esforzaros por alcanzar la caridad perfecta
para con Dios y el prójimo,
siguiendo fielmente el Evangelio
y observando vuestra Regla?

Virgenes:

Sí, quiero.

Obispo:

Queréis vivir únicamente para Dios
en la soledad y en el silencio,
en la oración asidua y en la penitencia alegre,
en el trabajo humilde y en las obras santas?

Virgenes:

Sí, quiero.

Obispo:

Queréis ser consagradas a nuestro Señor Jesucristo
y ante la Iglesia
ser desposadas con el Hijo del Dios altísimo?

Virgenes:

Si, quiero.

56. Entonces el Obispo confirma la voluntad de las vírgenes, diciendo estas palabras u otras semejantes:

Dios, que comenzó en vosotras (en ti) la obra buena,
él mismo la lleve a término
hasta el día de Cristo Jesús.

Todos:

Amén.

Oración litánica

57.
Todos se ponen de pie. El Obispo, también de pie y con las manos juntas dice, de cara al pueblo:

Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso,
por Jesucristo, su Hijo y Señor nuestro,
y pidámosle que,
por la intercesión de Santa Maria, la Virgen,
y de todos los santos,
derrame abundantemente los dones del Espíritu
sobre estas hijas suyas,
que van a ser consagradas virgenes.

58. El diácono advierte:

Pongámonos de rodillas.

El Obispo, las vírgenes que han de ser consagradas y todo el pueblo se postradas durante las letanias. En el tiempo pascual y en los domingos excepto arrodillan. Si hay costumbre, las vírgenes pueden postrarse y permanecer las vírgenes que han de ser consagradas, permanecen de pie.

59. Los cantores entonan las letanías de la consagración de vírgenes y todos responden. En estas letanías pueden introducirse, en su lugar correspondiente, algunas invocaciones a santos especialmente venerados por la familia religiosa o por el pueblo, y también, si se cree oportuno, algunas peticiones especiales.

Señor, ten piedad
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad
Señor, ten piedad
Santa María. Ruega por nosotros
Santa Virgen de las vírgenes. Ruega por nosotros
San Miguel. Ruega por nosotros
Santos ángeles de Dios. Rogad por nosotros
San Juan Bautista. Ruega por nosotros
San José. Ruega por nosotros
Santos Pedro y Pablo. Rogad por nosotros
San Juan. Ruega por nosotros
Santa Maria Magdalena. Ruega por nosotros
Santos Esteban y Lorenzo. Rogad por nosotros
Santas Perpetua y Felicidad. Rogad por nosotros
Santa Inés. Ruega por nosotros
Santa Maria Goretti. Ruega por nosotros
San Atanasio. Ruega por nosotros
San Ambrosio. Ruega por nosotros
San Agustín. Ruega por nosotros
San Jerónimo. Ruega por nosotros
San Benito. Ruega por nosotros
Santos Domingo y Francisco. Rogad por nosotros
Santa Marina. Ruega por nosotros
Santas Clara y Catalina. Rogad por nosotros
Santa Escolástica. Ruega por nosotros
Santa Teresa de Ávila. Ruega por nosotros
Santa Rosa de Lima. Ruega por nosotros
Santa Luisa de Marillac. Ruega por nosotros
Santa Margarita Maria de Alacoque. Ruega por nosotros
Santos y Santas de Dios. Rogad por nosotros
Muéstrate propicio. Líbranos, Señor
De todo mal. Líbranos, Señor
De todo pecado. Líbranos, Señor
De la muerte eterna. Líbranos, Señor
Por tu encarnación. Líbranos, Señor
Por tu muerte y resurrección. Líbranos, Señor
Por el envío del Espíritu Santo. Líbranos, Señor
Nosotros, que somos pecadores. Te rogamos, Señor
Para que nuestro Papa N. y todos los obispos de la Iglesia 
sean imagen de Cristo, Esposo de la Iglesia. Te rogamos, Señor
Para que conserves y acrecientes en la Iglesia 
el amor a la virginidad. Te rogamos, Señor 
Para que robustezcas en todos los fieles la esperanza 
en la resurrección y en la vida del mundo futuro. Te rogamos, Señor
Para que concedas a todas las naciones una paz verdadera 
y una concordia estable. Te rogamos, Señor
Para que aumenten en número y santidad las comunidades que siguen 
a Cristo por la senda de los consejos evangélicos. Te rogamos, óyenos
Para que compenses con tus dones el sacrificio que representa para
los padres la consagración virginal de sus hijos. Te rogamos, óyenos
Para que bendigas, santifiques y consagres 
a estas hijas tuyas. Te rogamos, óyenos
Jesús, Hijo de Dios vivo. Te rogamos, óyenosCristo, óyenos
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Cristo, escúchanos

60. Seguidamente se levanta sólo el Obispo y con las manos juntas dice:

Escucha, Señor, la oración de tu Iglesia
y vuelve tu mirada sobre estas hijas tuyas
que has llamado a la virginidad:
ayúdalas a caminar por la senda del Evangelio,
a desear siempre lo que te es grato
y a realizarlo con todo su corazón.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:

Amén.

Diácono:


Podéis levantaros.

Y todos se levantan.

Profesión

61.
Terminadas las letanias dos religiosas profesas, si es costumbre en la congregación, se acercan a la sede de la Superiora y allí, de pie, actúan como testigos. Cada una de las vírgenes que han de profesar se acerca a la Superiora y lee la fórmula de la profesión, escrita de antemano, con su puño y letra.

62. Luego, si es posible, la virgen que ha profesado se acerca al altar y coloca sobre el mismo la fórmula de su profesión; si puede hacerse fácilmente firma sobre el mismo altar el documento de su profesión y vuelve a su lugar.

63. Desde su sitio las vírgenes que acaban de profesar, de pie, cantan, si se cree oportuno, la siguiente antifona u otro canto que exprese, de manera poética, la alegría y la entrega:

Recíbeme según tu promesa y viviré;
Señor, no defraudes mi esperanza.

Solemne oración consecratoria

64.
Luego las vírgenes se arrodillan y el Obispo, con las manos juntas ante el pecho, dice la oración consecratoria, en la que pueden omitirse las frases que aparecen entre paréntesis.

Oh Dios,
que moras complacido en los cuerpos castos
y amas con predilección las almas vírgenes,
Oh Dios,
que en tu Hijo, por quien todo fue hecho,
has restaurado la naturaleza humana,
dañada en nuestros primeros padres por fraude del maligno;
tú no sólo has devuelto al hombre la santidad original,
sino que le llevas a experimentar, ya en esta vida,
los dones reservados para el mundo futuro;
y así haces a quienes viven aún en la tierra
semejantes a los ángeles del cielo.

Mira, Señor, a estas hijas tuyas
que, poniendo en tu mano su deseo de continencia,
te ofrecen aquella virginidad
que tú mismo les hiciste desear.
(¿Cómo, Señor, un alma,
que vive aún en carne mortal,
podría dominar las leyes de la naturaleza,
limitar la libertad de escoger lo que es lícito,
elegir una vida no común
y vencer los estímulos de la edad,
si tú, Señor, no enciendes en ella
el amor a la virginidad,
si tú no alimentas continuamente este deseo,
y no la fortaleces en su propósito ?)
Pero tú, Señor,
al derramar tu gracia sobre todos los pueblos,
suscitaste de entre todas las naciones
herederos del Nuevo Testamento,
innumerables como las estrellas del cielo.

Entre los dones que concedistes a tus hijos,
nacidos no de la sangre ni del amor carnal,
sino de tu Espíritu,
quisiste otorgar a algunos
el don de la virginidad.
Así, sin menoscabo del valor del matrimonio
y sin pérdida de la bendición
que ya al principio del mundo
diste a la unión del hombre y la mujer,
algunos de tus hijos, inspirados por ti,
renuncian a esa legítima unión, 
y, sin embargo, apetecen lo que en el matrimonio se significa;
no imitan lo que en las nupcias se realiza,
pero aman lo que en ellas se prefigura.

(La virginidad ha reconocido a su Autor
y, aspirando a la integridad angélica,
se entrega al tálamo y al amor de aquel
que es, del mismo modo,
Hijo y Esposo de la virginidad.)

Te pedimos, pues, Señor,
que protejas con tu auxilio y guíes con tu luz
a estas hijas tuyas
que desean que tu bendición
confirme y consagre su propósito.
Líbralas del antiguo enemigo,
más sutil en sus engaños
con aquellas que tienen aspiraciones más altas.

Que no las sorprenda nunca adormecidas
para empañar el brillo de su perfecta castidad,
no sea que arrebate de estas vírgenes
aquello que honra a la mujer casada.
Que brille en ellas, Señor,
por el don de tu Espíritu,
una modestia prudente,
una afabilidad juiciosa,
una dulzura grave,
una libertad casta;
que sean fervientes en el amor
y nada amen fuera de ti.
Que sean dignas de alabanza,
pero no busquen ser alabadas;
que te glorifiquen, Señor,
por la santidad de su cuerpo
y por la pureza de su espíritu;
que por amor te teman
y con amor te sirvan.

Que tú seas su honor, su gozo, su deseo;
encuentren en ti
descanso en la aflicción,
consejo en la duda,
fuerza en la debilidad,
paciencia en la tribulación,
abundancia en la pobreza,
alimento en el ayuno,
remedio en la enfermedad.

Que en ti, Señor, lo encuentren todo
y sepan preferirte sobre todas las cosas.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:

Amén.

Entrega de las insignias de la virginidad consagrada

65.
Terminada la oración consecratoria, el Obispo y el pueblo se sientan.

Las vírgenes se levantan y, acompañadas por la Maestra y por otra religiosa a la que se haya confiado esta misión, se acercan al Obispo, quien dice una sola vez para todas:

Recibid, hijas amadas,
el velo y el anillo, signos de vuestra consagración;
guardad siempre fidelidad plena a vuestro esposo
y no olvidéis nunca que habéis sido consagradas a Cristo
y dedicadas al servicio de su Cuerpo, que es la Iglesia.

Las vírgenes, todas juntas, responden:

Amén.

66. Cuando no se entrega el velo, sino solamente el anillo, el Obispo, dice, una sola vez para todas:

Recibid el anillo, signo de vuestro desposorio con Cristo;
guardad siempre fidelidad plena a vuestro Esposo
para que os pueda admitir un día
en las bodas de su reino.

Las vírgenes, todas juntas, responden:

Amén.

67. Entonces cada una de las vírgenes se acerca al Obispo y se arrodilla ante él; el Obispo la entrega el anillo, y, si es costumbre también el velo u otras insignias de la virginidad consagrada. Mientras tanto el coro, junto con el pueblo, canta la siguiente antifona con el salmo 44 u otro canto oportuno.

La antifona se repite cada dos versículos.

Antif.:

A ti, Señor, levanto mi alma;
ven, Señor, y líbrame,
que me refugio en ti.

Salmo 44

2. Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un Rey:
mi lengua es ágil pluma de escribano.

3. Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.

4. Cíñete flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo.

5. Cabalga victorioso, por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseña a realizar proezas.

6. Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del Rey.

7.
Tu trono, oh Dios, permanece para siempre,
cetro de rectitud en tu cetro real.

8. Has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.

9. A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.

10. Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina
enjoyada con oro de Ofir.

11. Escucha, hija, mira, inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna:

12. Prendado está el Rey de tu belleza,
póstrate ante él, que él es tu Señor.

13. La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.

14. Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocados;

15. La llevan ante el Rey, con séquito de vírgenes;
la siguen sus compañeras.

16. Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.

17. «A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarán príncipes por toda la tierra».

18. Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán,
por los siglos de los siglos.

Al final del salmo no se dice «Gloria al Padre», sino que se repite la antifona. Si la entrega de las insignias acaba antes de concluir el salmo, se interrumpe este y se repite la antifona. En los números 83-93 se proponen otras antífonas.

68. A continuación, si se cree oportuno, el Obispo entrega a las vírgenes recién consagradas, el libro de la oración de la Iglesia, diciendo la fórmula siguiente u otra parecida:

Recibid el libro de la oración de la Iglesia:
con él cantaréis siempre las alabanzas del Padre
y oraréis a Dios por el bien del mundo entero.

Las vírgenes, todas a la vez, responden:

Amén.

Y se acercan al Obispo, quien les entrega el libro del Oficio. Recibido el libro del Oficio vuelven a su lugar y alli permanecen de pie.

69. Entonces, si se cree oportuno, puede cantarse la antifona siguiente u otra parecida:

Estoy desposada con aquél, a quien sirven los ángeles
y cuya belleza admiran el sol y la luna.

Si es posible, esta antifona la cantan las mismas vírgenes consagradas; pero si ello resulta difícil, la canta el coro.

70. Luego, donde parezca oportuno, por costumbre o porque lo pidan las circunstancias, se puede significar de un modo visible que las religiosas que acaban de profesar han sido admitidas definitivamente en la comunidad, con unas palabras de la Superiora, o con el abrazo de paz.

a) La Superiora dice estas palabras u otras semejantes:

Públicamente ratifico
que formáis parte de nuestra comunidad
y sois miembros de esta congregación de N.,
para que desde ahora todo lo tengáis en común con nosotras.

Y todas las hermanas de la congregación religiosa asienten diciendo:

Amén.

b) O también, omitido lo anterior, el Obispo da la paz. La Superiora demuestra su amor fraterno a las religiosas recién consagradas con el abrazo de paz, o de otra manera adaptada a las costumbres de la congregación o del Monasterio. Entretanto el coro con el pueblo canta la antifona:

Qué deseables son tus moradas, Señor de los Ejércitos.
Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor.

con el salmo 83 u otro canto apropiado.

Si el abrazo de paz se da en este momento, se omite antes de la comunión.

71. Otra forma de entregar las insignias de la virginidad consagrada se describe en los números 94-97.

72. Terminado esto, las vírgenes vuelven a sus lugares en el presbiterio y continúa la Misa.

LITURGIA EUCARÍSTICA

73.
Es conveniente que mientras se canta el ofertorio algunas de las vírgenes recién consagradas lleven al altar el pan, vino y agua que servirán para el sacrificio eucarístico.

74. En las preces eucarísticas es oportuno hacer mención especial de la oblación virginal según las fórmulas que se encuentren en sus respectivos lugares.

75. Si no se ha dado antes el abrazo de paz (cf. núm. 70) ahora da la paz el Obispo, convenientemente, a cada una de las vírgenes recién consagradas.

76. Después que el Obispo ha comulgado el Cuerpo y la Sangre del Señor, las vírgenes se acercan al altar y reciben el sacramento del Señor bajo las dos especies.

También pueden comulgar bajo las dos especies los padres y familiares de las vírgenes consagradas y todas sus hermanas en religión.


DESPEDIDA

77.
Terminada la oración después de la comunión, las vírgenes recién consagradas se acercan al altar y el Obispo, de cara a ellas, dice:

Dios, Padre todopoderoso,
que ha hecho germinar en vuestros corazones
el propósito de la virginidad,
os lo conserve íntegro con su protección.

Todos:

Amén.

Obispo:

Jesucristo, el Esposo,
que se ha unido hoy a vosotras en alianza nupcial,
haga fecunda vuestra vida con su divina palabra.

Todos:

Amén.

Obispo:

El Espíritu Santo, fuente de vida,
que cubrió con su sombra a la Virgen,
y que hoy, con su venida,
ha consagrado vuestros corazones,
os llene con su fuerza
para que viváis entregadas
al servicio de Dios y de la Iglesia.

Todos:

Amén.

78. Finalmente bendice a todo el pueblo, diciendo:

Y a todos vosotros,
que habéis estado presentes en esta celebración,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre Hijo + y Espíritu Santo.

Todos:

Amén.

79. En los números 98-99 se propone otra fórmula de bendición.

80. Después de la bendición episcopal, si es oportuno, las vírgenes vuelven a tomar sus cirios; el coro, junto con el pueblo, entona un himno apto o un canto de acción de gracias y se organiza la procesión de salida, como en el rito de entrada.

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