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lunes, 3 de enero de 2022

Lunes 7 febrero 2022, Lunes de la V semana del Tiempo Ordinario, feria (o misa por los Difuntos).

SOBRE LITURGIA

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro. Miércoles 3 de octubre de 2012

¿Reservo en mi vida un espacio suficiente a la oración?

Queridos hermanos y hermanas:

En la última catequesis comencé a hablar de una de las fuentes privilegiadas de la oración cristiana: la sagrada liturgia, que —como afirma el Catecismo de la Iglesia católica— es «participación en la oración de Cristo, dirigida al Padre en el Espíritu Santo. En la liturgia toda oración cristiana encuentra su fuente y su término» (n. 1073). Hoy quiero que nos preguntemos: ¿reservo en mi vida un espacio suficiente a la oración? Y, sobre todo, ¿qué lugar ocupa en mi relación con Dios la oración litúrgica, especialmente la santa misa, como participación en la oración común del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia?

Al responder a esta pregunta debemos recordar ante todo que la oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo (cf. ibid., 2565). Por lo tanto, la vida de oración consiste en estar de manera habitual en presencia de Dios y ser conscientes de ello, vivir en relación con Dios como se viven las relaciones habituales de nuestra vida, con los familiares más queridos, con los verdaderos amigos. Es más, la relación con el Señor es la que dona luz al resto de todas nuestras relaciones. Esta comunión de vida con Dios, uno y trino, es posible porque por medio del Bautismo hemos sido injertados en Cristo, hemos comenzado a ser una sola cosa con él (cf. Rm 6, 5).

Sólo en Cristo, en efecto, podemos dialogar con Dios Padre como hijos, de lo contrario no es posible, pero en comunión con el Hijo podemos incluso decir nosotros como dijo él: «Abbá». En comunión con Cristo podemos conocer a Dios como verdadero Padre (cf. Mt 11, 27). Por esto, la oración cristiana consiste en mirar constantemente y de manera siempre nueva a Cristo, hablar con él, estar en silencio con él, escucharlo, obrar y sufrir con él. El cristiano redescubre su verdadera identidad en Cristo, «primogénito de toda criatura», en quien residen todas las cosas (cf. Col 1, 15ss). Al identificarme con él, al ser una cosa sola con él, redescubro mi identidad personal, la de hijo auténtico que mira a Dios como a un Padre lleno de amor.

No olvidemos que a Cristo lo descubrimos, lo conocemos como Persona viva, en la Iglesia. La Iglesia es «su Cuerpo». Esa corporeidad puede ser comprendida a partir de las palabras bíblicas sobre el hombre y sobre la mujer: los dos serán una sola carne (cf. Gn 2, 24; Ef 5, 30ss.; 1 Co 6, 16s). El vínculo inseparable entre Cristo y la Iglesia, a través de la fuerza unificadora del amor, no anula el «tú» y el «yo», sino que los eleva a su unidad más profunda. Encontrar la propia identidad en Cristo significa llegar a la comunión con él, que no me anula, sino que me eleva a una dignidad más alta, la dignidad de hijo de Dios en Cristo: «La historia de amor entre Dios y el hombre consiste precisamente en que esta comunión de voluntad crece en la comunión del pensamiento y del sentimiento, de modo que nuestro querer y la voluntad de Dios coinciden cada vez más» (Deus caritas est, 17). Rezar significa elevarse a la altura de Dios mediante una transformación necesaria y gradual de nuestro ser.

Así, participando en la liturgia, hacemos nuestra la lengua de la madre Iglesia, aprendemos a hablar en ella y por ella. Esto sucede, naturalmente, como ya he dicho, de modo gradual, poco a poco. Debo sumergirme progresivamente en las palabras de la Iglesia, con mi oración, con mi vida, con mi sufrimiento, con mi alegría, con mi pensamiento. Es un camino que nos transforma.

Pienso, entonces, que estas reflexiones nos permiten responder a la pregunta que nos hemos planteado al comienzo: ¿cómo aprendo a rezar? ¿Cómo crezco en mi oración? Mirando el modelo que nos enseñó Jesús, el Padrenuestro, vemos que la primera palabra es «Padre» y la segunda es «nuestro». La respuesta, por lo tanto, es clara: aprendo a rezar, alimento mi oración, dirigiéndome a Dios como Padre y orando-con-otros, orando con la Iglesia, aceptando el don de sus palabras, que poco a poco llegan a ser para mí familiares y ricas de sentido. El diálogo que Dios establece en la oración con cada uno de nosotros, y nosotros con él, incluye siempre un «con»; no se puede rezar a Dios de modo individualista. En la oración litúrgica, sobre todo en la Eucaristía, y —formados por la liturgia— en toda oración, no hablamos sólo como personas individuales, sino que entramos en el «nosotros» de la Iglesia que ora. Debemos transformar nuestro «yo» entrando en este «nosotros».

Quiero poner de relieve otro aspecto importante. En el Catecismo de la Iglesia católica leemos: «En la Liturgia de la Nueva Alianza, toda acción litúrgica, especialmente la celebración de la Eucaristía y de los sacramentos es un encuentro entre Cristo y la Iglesia» (n. 1097); por lo tanto, quien celebra es el «Cristo total», toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza. La liturgia, entonces, no es una especie de «auto-manifestación» de una comunidad, sino que es, en cambio, salir del simple «ser-uno-mismo», estar encerrado en sí mismo, y acceder al gran banquete, entrar en la gran comunidad viva, en la cual Dios mismo nos alimenta. La liturgia implica universalidad y este carácter universal debe entrar siempre de nuevo en la conciencia de todos. La liturgia cristiana es el culto del templo universal que es Cristo resucitado, cuyos brazos están extendidos en la cruz para atraer a todos en el abrazo del amor eterno de Dios. Es el culto del cielo abierto. Nunca es sólo el acontecimiento de una sola comunidad, con su ubicación en el tiempo y en el espacio. Es importante que cada cristiano se sienta y esté realmente insertado en este «nosotros» universal, que proporciona la base y el refugio al «yo» en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.

En esto debemos tener presente y aceptar la lógica de la Encarnación de Dios: él se hizo cercano, presente, entrando en la historia y en la naturaleza humana, haciéndose uno de nosotros. Y esta presencia continúa en la Iglesia, su Cuerpo. La liturgia, entonces, no es el recuerdo de acontecimientos pasados, sino que es la presencia viva del Misterio pascual de Cristo que trasciende y une los tiempos y los espacios. Si en la celebración no emerge la centralidad de Cristo no tendremos la liturgia cristiana, totalmente dependiente del Señor y sostenida por su presencia creadora. Dios obra por medio de Cristo y nosotros no podemos obrar sino por medio de él y en él. Cada día debe crecer en nosotros la convicción de que la liturgia no es un «hacer» nuestro o mío, sino que es acción de Dios en nosotros y con nosotros.

Por lo tanto, no es la persona sola —sacerdote o fiel— o el grupo quien celebra la liturgia, sino que la liturgia es primariamente acción de Dios a través de la Iglesia, que tiene su historia, su rica tradición y su creatividad. Esta universalidad y apertura fundamental, que es propia de toda la liturgia, es una de las razones por la cual no puede ser ideada o modificada por la comunidad o por los expertos, sino que deber ser fiel a las formas de la Iglesia universal.

Incluso en la liturgia de la más pequeña comunidad está siempre presente toda la Iglesia. Por ello, no existen «extranjeros» en la comunidad litúrgica. En cada celebración litúrgica participa junta toda la Iglesia, cielo y tierra, Dios y los hombres. La liturgia cristiana, incluso si se celebra en un lugar y un espacio concreto, y expresa el «sí» de una determinada comunidad, es católica por naturaleza, procede del todo y conduce al todo, en unidad con el Papa, con los obispos, con los creyentes de todas las épocas y de todos los lugares. Cuanto más una celebración está animada por esta conciencia, tanto más fructuosamente se realiza en ella el sentido auténtico de la liturgia.

Queridos amigos, la Iglesia se hace visible de muchas maneras: en la acción caritativa, en los proyectos de misión y en el apostolado personal que cada cristiano debe realizar en el propio ambiente. Pero el lugar donde se la experimenta plenamente como Iglesia es en la liturgia: la liturgia es el acto en el cual creemos que Dios entra en nuestra realidad y nosotros lo podemos encontrar, lo podemos tocar. Es el acto en el cual entramos en contacto con Dios: él viene a nosotros, y nosotros somos iluminados por él. Por ello, cuando en las reflexiones sobre la liturgia sólo centramos nuestra atención en cómo hacerla atrayente, interesante y bella, corremos el riesgo de olvidar lo esencial: la liturgia se celebra para Dios y no para nosotros mismos; es su obra; él es el sujeto; y nosotros debemos abrirnos a él y dejarnos guiar por él y por su Cuerpo, que es la Iglesia.

Pidamos al Señor aprender cada día a vivir la sagrada liturgia, especialmente la celebración eucarística, rezando en el «nosotros» de la Iglesia, que dirige su mirada no a sí misma, sino a Dios, y sintiéndonos parte de la Iglesia viva de todos los lugares y de todos los tiempos. Gracias.

CALENDARIO

7 LUNES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa
de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- 1 Re 8, 1-7. 9-13.
Acarrearon el Arca de la Alianza al Santo de los Santos, y la nube llenó el templo del Señor.
- Sal 131. R. ¡Levántate, Señor, ven a tu mansión!
- Mc 6, 53-56. Los que lo tocaban se curaban.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 8 de febrero, pág. 154.
CALENDARIOS: Teruel y Albarracín: Beatos Anselmo Polanco, obispo, y Felipe Ripoll, presbítero, mártires y todos los beatos mártires de la diócesis (F).
Canónigos Regulares de Letrán: San Guarino, obispo (MO).
Agustinos: Beato Anselmo Polanco, obispo y mártir (ML).
Familia Franciscana: Santa Coleta de Corbie, virgen (ML).
Familia Salesiana: Beato Pío IX (ML).
Paúles e Hijas de la Caridad: Beata Rosalía Rendu, virgen (ML).
Dominicos: Aniversario de los padres difuntos.
Santiago de Compostela: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Julián Barrio Barrio, arzobispo (1993).

TEXTOS MISA

Misa de la feria:
del V Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Misa de difuntos:
III. EN DIVERSAS CONMEMORACIONES.
B. Por varios o por todos los difuntos 2


Antífona de entrada Jn 3, 16
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Sic Deus diléxit mundum, ut Fílium suum Unigénitum daret; ut omnis qui credit in ipsum, non péreat, sed hábeat vitam aetérnam.

Monición de entrada
La Iglesia siempre ha mantenido una gran veneración por los difuntos, orando por ellos, especialmente en la celebración de la eucaristía, donde rogamos al Señor de la Vida que tenga misericordia de ellos y los admita en el banquete del reino de los cielos. Por eso, en esta eucaristía, imploramos humildemente a Dios, que mire benignamente a nuestros hermanos, para que gocen eternamente de la compañía del Señor.

Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, vida de los mortales y gozo de los santos, escucha nuestra oración en favor de tus siervos [N. y N.], para que, libres de las cadenas de la muerte, formen parte de tu reino en la gloria eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Omnípotens sempitérne Deus, vita mortálium et exsultátio Sanctórum, te súpplices exorámus pro fámulis tuis (N. et N.), ut, mortalitátis néxibus expedíti, regnum tuum in glória possídeant sempitérna. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Lunes de la V semana de Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 1 Re 8, 1-7. 9-13
Acarrearon el Arca de la Alianza al Santo de los Santos, y la nube llenó el templo del Señor
Lectura del primer libro de los Reyes.

En aquellos días, congregó Salomón a los ancianos de Israel en Jerusalén —todos los jefes de las tribus y los cabezas de familia de los hijos de Israel ante el rey—, para hacer subir el Arca de la Alianza del Señor desde la ciudad de David, Sion. En torno al rey Salomón se congregaron todos los varones de Israel. En el mes de Etanín, el mes séptimo, por la fiesta, vinieron todos los ancianos de Israel y los sacerdotes condujeron el Arca e hicieron subir el Arca del Señor y la Tienda del Encuentro, con todos los objetos sagrados que había en ella.
El rey Salomón y todo Israel, la comunidad de Israel reunida en torno a él ante el Arca, sacrificaron ovejas y bueyes en número no calculable ni contable.
Los sacerdotes acarrearon el Arca de la Alianza del Señor al santuario del templo, el Santo de los Santos, a su lugar propio bajo las alas de los querubines. Estos extendían sus alas sobre el lugar del Arca, cubriendo el Arca y sus varales.
No había en el Arca más que las dos tablas de piedra que Moisés depositó allí en el Horeb: las tablas de la alianza que estableció el Señor con los hijos de Israel cuando salieron de la tierra de Egipto.
Cuando salieron los sacerdotes del santuario —pues ya la nube había llenado el templo del Señor—, no pudieron permanecer ante la nube para completar el servicio, ya que la gloria del Señor llenaba el templo del Señor.
Dijo entonces Salomón:
«El Señor puso el sol en los cielos,
mas ha decidido habitar en densa nube.
He querido erigirte una casa para morada tuya,
un lugar donde habites para siempre».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 131, 6-7. 8-10 (R.: 8a)
R. ¡Levántate, Señor, ven a tu mansión!
Surge, Dómine, in réquiem tuam.

V. Oímos que estaba en Efratá,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.
R. ¡Levántate, Señor, ven a tu mansión!
Surge, Dómine, in réquiem tuam.

V. Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de justicia,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.
R. ¡Levántate, Señor, ven a tu mansión!
Surge, Dómine, in réquiem tuam.

Aleluya Cf. Mt 4, 23
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Jesús proclamaba el evangelio del reino, y curaba toda dolencia del pueblo. R.
Prædicábat Iesus Evangélium regni, et sanábat omnem infirmitatem in pópulo.

EVANGELIO Mc 6, 53-56
Los que lo tocaban se curaban
 Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron.
Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas. En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Beda, in Marcum, 2, 28
Lo conocieron por su nombre, no por el rostro; o acaso lo conocieron muchos por la grandeza de sus milagros y por su rostro. Observemos cuánta era la fe de los hombres de la tierra de Genesaret, que no se contentan con tener ellos la salud, sino que avisan a otros pueblos de las inmediaciones, para que se apresuren a venir al médico.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XXIV

Presentemos a Dios nuestras plegarias.
- Por la santa Iglesia de Dios, para que el poder de la cruz salvadora y la fuerza de la resurrección de Jesucristo la purifique de todas sus faltas y le conceda el don de la unidad y la alegría de la fe. Roguemos al Señor.
- Por los hombres y mujeres que se han consagrado a Dios en la vida monástica, para que el Señor los bendiga y los llene con su gracia. Roguemos al Señor.
- Por los gobernantes y los políticos de todos los países, para que Dios mueva sus corazones y les inspire sentimientos de fraternidad, y todo lo que se gasta en armas e instrumentos de destrucción pueda emplearse en combatir el hambre y la pobreza. Roguemos al Señor.
- Por nuestro país, para que mejore la situación económica y tengamos prosperidad en la agricultura, la industria y los demás trabajos. Roguemos al Señor.
- Por todos nuestros hermanos difuntos, para que el Señor les conceda la bienaventuranza eterna.
- Por todos los presentes, para que Dios nos conceda su perdón y haga de nosotros fieles seguidores de Jesucristo. Roguemos al Señor.
Escucha, Padre, las oraciones que te dirigimos, míranos bondadoso, y no rechaces a los que en ti confían. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, en tu bondad, la ofrenda que te presentamos por tus siervos [N. y N.] y por todos los que descansan en Cristo, para que, rotos los lazos de la muerte por este sacrificio singular, merezcan alcanzar la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pro fámulis tuis (N. et N.) et ómnibus in Christo dormiéntibus hóstiam, Dómine, súscipe benígnus oblátam, ut, per hoc sacrifícium singuláre vínculis mortis exúti, vitam mereántur aetérnam. Per Christum.

PREFACIO II DE DIFUNTOS
CRISTO HA MUERTO PARA NUESTRA VIDA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque él aceptó la muerte, uno por todos, para librarnos del morir eterno; es más, quiso entregar su vida para que todos tuviéramos vida eterna.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te alabamos proclamando llenos de alegría:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Ipse enim mortem unus accépit, ne omnes nos morerémur; immo unus mori dignátus est, ut omnes tibi perpétuo viverémus.
Et ídeo, choris angélicis sociáti, te laudámus in gáudio confiténtes:

Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de comunión Flp 3, 20-21

Aguardamos un Salvador: nuestro Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.
Salvatórem exspectámus Dóminum nostrum Iesum Christum, qui reformábit corpus humilitátis nostrae configurátum córpori claritátis suae.

Oración después de la comunión
Te pedimos, Dios todopoderoso, que la participación en los divinos misterios nos sirva a nosotros de salvación y a las almas de tus siervos, por las que imploramos tu clemencia, les alcance tu perdón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Divína participántes mystéria, quaesumus, omnípotens Deus, ut haec éadem nobis profíciant ad salútem, et animábus famulórum tuórum, pro quibus tuam deprecámur cleméntiam, prosint ad véniam. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 8 de febrero
S
an Jerónimo Emiliani
, que en su juventud se dejó llevar por la cólera y la lujuria, pero tras ser encarcelado por sus enemigos se convirtió a Dios, entregándose al cuidado de los más necesitados, especialmente los huérfanos y enfermos. Junto con los compañeros que logró reunir, dio inicio a la Congregación llamada de los Clérigos Regulares de Somasca, y tiempo después, mientras atendía a los enfermos en esa misma población de Somasca, cerca de Bérgamo, en la región italiana de Lombardía, contrajo la peste y falleció piadosamente. (1537)
Santa Josefina Bakhita, virgen, nacida en la región de Darfur, en Sudán, que, siendo aún niña fue raptada y vendida en diversos mercados africanos de esclavos, sufriendo dura cautividad. Al obtener la libertad, abrazó la fe cristiana e ingresó en el Instituto de la Hijas de la Caridad (Canosianas), y pasó el resto de su vida en Schio, en el territorio italiano de Vicenza, entregada a Cristo y al servicio del prójimo. (1947)
3. En Alejandría de Egipto, conmemoración de santa Cointa o Quinta, mártir, a quien los paganos, durante la persecución llevada a cabo bajo el emperador Decio, querían obligar a adorar a los ídolos, pero ella lo rechazó firmemente y, atada de pies y manos, fue arrastrada por calles y plazas, sufriendo un horrendo suplicio. (249)
4. En Pavía, en la región italiana de Liguria, san Jovencio o Evencio, obispo, que trabajó denodadamente en favor del Evangelio. (397)
5. Conmemoración de los santos monjes mártires del monasterio de San Dio, en Constantinopla, hoy Estambul, en Turquía, que fueron asesinados cruelmente por su defensa de la fe católica, con ocasión del envío de la carta del papa san Félix III contra el patriarca Acacio. (c. 485)
6*. En Bretaña Menor, hoy Francia, san Iacuto, abad, hermano de los santos Winwaldo y Guethnoc, que construyó cerca del mar el monasterio que después llevó su nombre. (s. VI)
7. En Milán, en la región Italiana de Lombardía, memoria de san Honorato, obispo, que, ante el inminente ataque de los lombardos, puso a salvo a una buena parte de la población trasladándola a Génova. (c. 570)
8*. En Besanzon, en Burgundia, actualmente Francia, san Nicecio, obispo. (c. 610)
9. En Verdún, en la Galia, también Francia en la actualidad, san Pablo, obispo, que, habiendo abrazado la vida monástica, fue después elevado a la sede episcopal de esta ciudad, en la que promovió el culto divino y la vida regular de los canónigos. (c. 647)
10*. En Albano, lugar del Lacio, en la actual Italia, beato Pedro, llamado “Igneo” por haber pasado ileso por el fuego, que fue monje de Valumbrosa y después obispo de Albano, trabajando siempre sin tregua para restaurar la disciplina eclesiástica. (1089)
11. En Muret, en la región aquitana de Limoges, hoy Francia, san Esteban, abad y fundador de la Orden de Grandmont, que confió a los clérigos la alabanza divina y la contemplación, dejando la administración de los asuntos temporales a la caridad de los hermanos legos. (1124)
12*. En Savigliano, localidad del Piamonte, en Italia, beata Josefina Gabriela Bonino, virgen, que fundó una congregación religiosa bajo la protección de la Sagrada Familia de Nazaret, para educar a los huérfanos y asistir a los enfermos pobres. (1906)
- Beata Esperanza de Jesús (1893- Collevalenza, Perugia, Italia 1983). En el siglo María Josefa Alhama Valera, española. Fundadora de las Congregaciones de las Siervas del Amor Misericordioso y de los Hijos del Amor Misericordioso.

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