Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

lunes, 24 de enero de 2022

Lunes 28 febrero 2022, Lunes de la VIII semana del Tiempo Ordinario, feria (o misa votiva de la santísima Trinidad).

SOBRE LITURGIA

SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Basílica de San Juan de Letrán. Jueves 7 de junio de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

Esta tarde quiero meditar con vosotros sobre dos aspectos, relacionados entre sí, del Misterio eucarístico: el culto de la Eucaristía y su sacralidad. Es importante volverlos a tomar en consideración para preservarlos de visiones incompletas del Misterio mismo, como las que se han dado en el pasado reciente.

Ante todo, una reflexión sobre el valor del culto eucarístico, en particular de la adoración del Santísimo Sacramento. Es la experiencia que también esta tarde viviremos nosotros después de la misa, antes de la procesión, durante su desarrollo y al terminar. Una interpretación unilateral del concilio Vaticano II había penalizado esta dimensión, restringiendo en la práctica la Eucaristía al momento celebrativo. En efecto, ha sido muy importante reconocer la centralidad de la celebración, en la que el Señor convoca a su pueblo, lo reúne en torno a la doble mesa de la Palabra y del Pan de vida, lo alimenta y lo une a sí en la ofrenda del Sacrificio. Esta valorización de la asamblea litúrgica, en la que el Señor actúa y realiza su misterio de comunión, obviamente sigue siendo válida, pero debe situarse en el justo equilibrio. De hecho —como sucede a menudo— para subrayar un aspecto se acaba por sacrificar otro. En este caso, la justa acentuación puesta sobre la celebración de la Eucaristía ha ido en detrimento de la adoración, como acto de fe y de oración dirigido al Señor Jesús, realmente presente en el Sacramento del altar. Este desequilibrio ha tenido repercusiones también sobre la vida espiritual de los fieles. En efecto, concentrando toda la relación con Jesús Eucaristía en el único momento de la santa misa, se corre el riesgo de vaciar de su presencia el resto del tiempo y del espacio existenciales. Y así se percibe menos el sentido de la presencia constante de Jesús en medio de nosotros y con nosotros, una presencia concreta, cercana, entre nuestras casas, como «Corazón palpitante» de la ciudad, del país, del territorio con sus diversas expresiones y actividades. El Sacramento de la caridad de Cristo debe permear toda la vida cotidiana.

En realidad, es un error contraponer la celebración y la adoración, como si estuvieran en competición una contra otra. Es precisamente lo contrario: el culto del Santísimo Sacramento es como el «ambiente» espiritual dentro del cual la comunidad puede celebrar bien y en verdad la Eucaristía. La acción litúrgica sólo puede expresar su pleno significado y valor si va precedida, acompañada y seguida de esta actitud interior de fe y de adoración. El encuentro con Jesús en la santa misa se realiza verdadera y plenamente cuando la comunidad es capaz de reconocer que él, en el Sacramento, habita su casa, nos espera, nos invita a su mesa, y luego, tras disolverse la asamblea, permanece con nosotros, con su presencia discreta y silenciosa, y nos acompaña con su intercesión, recogiendo nuestros sacrificios espirituales y ofreciéndolos al Padre.

En este sentido, me complace subrayar la experiencia que viviremos esta tarde juntos. En el momento de la adoración todos estamos al mismo nivel, de rodillas ante el Sacramento del amor. El sacerdocio común y el ministerial se encuentran unidos en el culto eucarístico. Es una experiencia muy bella y significativa, que hemos vivido muchas veces en la basílica de San Pedro, y también en las inolvidables vigilias con los jóvenes; recuerdo por ejemplo las de Colonia, Londres, Zagreb y Madrid. Es evidente a todos que estos momentos de vigilia eucarística preparan la celebración de la santa misa, preparan los corazones al encuentro, de manera que este resulta incluso más fructuoso. Estar todos en silencio prolongado ante el Señor presente en su Sacramento es una de las experiencias más auténticas de nuestro ser Iglesia, que va acompañado de modo complementario con la de celebrar la Eucaristía, escuchando la Palabra de Dios, cantando, acercándose juntos a la mesa del Pan de vida. Comunión y contemplación no se pueden separar, van juntas. Para comulgar verdaderamente con otra persona debo conocerla, saber estar en silencio cerca de ella, escucharla, mirarla con amor. El verdadero amor y la verdadera amistad viven siempre de esta reciprocidad de miradas, de silencios intensos, elocuentes, llenos de respeto y veneración, de manera que el encuentro se viva profundamente, de modo personal y no superficial. Y lamentablemente, si falta esta dimensión, incluso la Comunión sacramental puede llegar a ser, por nuestra parte, un gesto superficial. En cambio, en la verdadera comunión, preparada por el coloquio de la oración y de la vida, podemos decir al Señor palabras de confianza, como las que han resonado hace poco en el Salmo responsorial: «Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza invocando el nombre del Señor» (Sal 115, 16-17).

Ahora quiero pasar brevemente al segundo aspecto: la sacralidad de la Eucaristía. También aquí, en el pasado reciente, de alguna manera se ha malentendido el mensaje auténtico de la Sagrada Escritura. La novedad cristiana respecto al culto ha sufrido la influencia de cierta mentalidad laicista de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Es verdad, y sigue siendo siempre válido, que el centro del culto ya no está en los ritos y en los sacrificios antiguos, sino en Cristo mismo, en su persona, en su vida, en su misterio pascual. Y, sin embargo, de esta novedad fundamental no se debe concluir que lo sagrado ya no exista, sino que ha encontrado su cumplimiento en Jesucristo, Amor divino encarnado. La Carta a los Hebreos, que hemos escuchado esta tarde en la segunda lectura, nos habla precisamente de la novedad del sacerdocio de Cristo, «sumo sacerdote de los bienes definitivos» (Hb 9, 11), pero no dice que el sacerdocio se haya acabado. Cristo «es mediador de una alianza nueva» (Hb 9, 15), establecida en su sangre, que purifica «nuestra conciencia de las obras muertas» (Hb 9, 14). Él no ha abolido lo sagrado, sino que lo ha llevado a cumplimiento, inaugurando un nuevo culto, que sí es plenamente espiritual pero que, sin embargo, mientras estamos en camino en el tiempo, se sirve todavía de signos y ritos, que sólo desaparecerán al final, en la Jerusalén celestial, donde ya no habrá ningún templo (cf. Ap 21, 22). Gracias a Cristo, la sacralidad es más verdadera, más intensa, y, como sucede con los mandamientos, también más exigente. No basta la observancia ritual, sino que se requiere la purificación del corazón y la implicación de la vida.

Me complace subrayar también que lo sagrado tiene una función educativa, y su desaparición empobrece inevitablemente la cultura, en especial la formación de las nuevas generaciones. Si, por ejemplo, en nombre de una fe secularizada y no necesitada ya de signos sacros, fuera abolida esta procesión ciudadana del Corpus Christi, el perfil espiritual de Roma resultaría «aplanado», y nuestra conciencia personal y comunitaria quedaría debilitada. O pensemos en una madre y un padre que, en nombre de una fe desacralizada, privaran a sus hijos de toda ritualidad religiosa: en realidad acabarían por dejar campo libre a los numerosos sucedáneos presentes en la sociedad de consumo, a otros ritos y otros signos, que más fácilmente podrían convertirse en ídolos. Dios, nuestro Padre, no obró así con la humanidad: envió a su Hijo al mundo no para abolir, sino para dar cumplimiento también a lo sagrado. En el culmen de esta misión, en la última Cena, Jesús instituyó el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, el Memorial de su Sacrificio pascual. Actuando de este modo se puso a sí mismo en el lugar de los sacrificios antiguos, pero lo hizo dentro de un rito, que mandó a los Apóstoles perpetuar, como signo supremo de lo Sagrado verdadero, que es él mismo. Con esta fe, queridos hermanos y hermanas, celebramos hoy y cada día el Misterio eucarístico y lo adoramos como centro de nuestra vida y corazón del mundo. Amén.

CALENDARIO

28 LUNES DE LA VIII SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria

Misa
de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- 1 Pe 1, 3-9.
Sin haber visto a Cristo lo amáis y creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable.
- Sal 110. R. El Señor recuerda siempre su alianza.
- Mc 10, 17-27. Vende lo que tienes y sígueme.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 1 de marzo, pág. 186.
CALENDARIOS: Espiritanos: Beato Daniel Britter (ML).

TEXTOS MISA

Misa de la feria: del VIII Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Misa votiva:
De la santísima Trinidad

Antífona de entrada
Bendito sea Dios Padre, y su Hijo unigénito de Dios, y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros.
Benedíctus sit Deus Pater, Unigenitúsque Dei Fílius, Sanctus quoque Spíritus, quia fecit nobíscum misericórdiam suam.

Monición de entrada
Dios, al revelarnos el misterio de su Trinidad, nos ha concedido penetrar en los secretos de su vida íntima y ha querido que esta vida suya fuera una realidad participada en nosotros, creados de nuevo por Cristo a imagen y semejanza del Dios Uno y Trino. Nuestra vida comunitaria de unión y de amor en la Iglesia será para el mundo como una revelación y un testimonio de la Trinidad divina, comunidad perfecta de amor, que en la eucaristía nos invita a su mesa.

Oración colecta
Dios Padre, que, al enviar al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación, revelaste a los hombres tu admirable misterio, concédenos, al profesar la fe verdadera, reconocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar la Unidad en su poder y grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus Pater, qui, Verbum veritátis et Spíritum sanctificatiónis mittens in mundum, admirábile mystérium tuum homínibus declárasti, da nobis, in confessióne verae fídei, aetérnae glóriam Trinitátis agnóscere, et Unitátem adoráre in poténtia maiestátis. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Lunes de la VIII semana de Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 1 Pe 1, 3-9
Sin haber visto a Cristo lo amáis y creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia,
mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,
nos ha regenerado
para una esperanza viva;
para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible,
reservada en el cielo a vosotros,
que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios;
para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final.
Por ello os alegráis,
aunque ahora sea preciso padecer
un poco en pruebas diversas;
así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego,
merecerá premio, gloria y honor
en la revelación de Jesucristo;
sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía,
creéis en él
y así os alegráis con un gozo inefable y radiante,
alcanzando así la meta de vuestra fe:
la salvación de vuestras almas.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 110, 1b-2. 5-6. 9 y 10c (R.: cf. 5b)
R. El Señor recuerda siempre su alianza.
Memor erit Dóminus in sáeculum testaménti sui.

V. Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.
R. El Señor recuerda siempre su alianza.
Memor erit Dóminus in sáeculum testaménti sui.

V. Él da alimento a los que lo temen
recordando siempre su alianza.
Mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles.
R. El Señor recuerda siempre su alianza.
Memor erit Dóminus in sáeculum testaménti sui.

V. Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza.
Su nombre es sagrado y temible.
La alabanza del Señor dura por siempre.
R. El Señor recuerda siempre su alianza.
Memor erit Dóminus in sáeculum testaménti sui.

Aleluya 2 Cor 8, 9
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza. R.
Iesus Christus egénus factus est, cum esset dives, ut illíus inópia vos dívites essétis.

EVANGELIO Mc 10, 17-27
Vende lo que tienes y sígueme
 Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:
«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».
Jesús le contestó:
«¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».
Él replicó:
«Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
«Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!».
Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:
«Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».
Ellos se espantaron y comentaban:
«Entonces, ¿quién puede salvarse?».
Jesús se les quedó mirando y les dijo:
«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo Puede todo».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Del Papa Francisco, Ángelus 11-octubre-2015
Jesús intuye este deseo que el joven lleva en su corazón; por eso su respuesta se traduce en una mirada intensa, llena de ternura y cariño. Así dice el Evangelio: «Jesús se lo quedó mirando, lo amó» (Mc 10, 21). Se dio cuenta de que era un buen joven. Pero Jesús comprende también cuál es el punto débil de su interlocutor y le hace una propuesta concreta: dar todos sus bienes a los pobres y seguirlo. Pero ese joven tiene el corazón dividido entre dos dueños: Dios y el dinero, y se va triste. Esto demuestra que no pueden convivir la fe y el apego a las riquezas. Así, al final, el empuje inicial del joven se desvanece en la infelicidad de un seguimiento naufragado.
En la segunda escena, el evangelista enfoca los ojos de Jesús y esta vez se trata de una mirada pensativa, de advertencia: «Mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas?» (Mc 10, 23). Ante el estupor de los discípulos, que se preguntan: «Entonces, ¿quién puede salvarse?» (Mc 10, 26), Jesús responde con una mirada de aliento –es la tercera mirada– y dice: la salvación, sí, es «imposible para los hombres, no para Dios» (Mc 10, 27). Si nos encomendamos al Señor, podemos superar todos los obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe. Encomendarse al Señor. Él nos dará la fuerza, Él nos da la salvación, Él nos acompaña en el camino.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XLII

Oremos, hermanos, y pidamos al Padre que inspire Él mismo nuestra oración.
- Por la santa Iglesia de Dios. Roguemos al Señor.
- Por el papa N., por nuestro obispo N., por el clero y por todo el pueblo fiel. Roguemos al Señor. 
- Por los que gobiernan los pueblos y trabajan por la paz y el bien común. Roguemos al Señor.
- Por los que sufren, los presos, por los emigrantes, los parados y por cuantos se sienten marginados. Roguemos al Señor.
- Por todos los que nos encontramos aquí, reunidos en la fe, la devoción y el temor de Dios. Roguemos al Señor.
Que te sean gratos, Padre nuestro, los deseos de tu Iglesia suplicante; para que tu misericordia nos conceda lo que no podemos esperar de nuestros méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Misa votiva:
Oración de los fieles
Oremos al Padre, por Jesucristo, su Hijo, en la unidad del Espíritu Santo.
- Por la unión de las Iglesias, para que los cristianos dispersos seamos reunidos en la unidad de la Iglesia de Cristo. Roguemos al Señor.
- Por los gobernantes de todas las naciones, para que promuevan la honradez y la justicia. Roguemos al Señor.
- Por los no cristianos, para que reconozcan en el hombre Jesús al Dios vivo y verdadero. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, para que seamos uno y así el mundo crea. Roguemos al Señor.
Dios único y verdadero, omnipotente y misericordioso tú nos has llamado a compartir tu vida en la comunidad de las tres Personas. Escucha, Padre nuestro, la oración de tu Iglesia, que ora en el Espíritu Santo, en nombre de tu Hijo, Jesucristo, Señor nuestro, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Por la invocación de tu nombre, santifica, Señor y Dios nuestro, estos dones de nuestra docilidad y transfórmanos, por ellos, en ofrenda permanente. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sanctífica, quaesumus, Dómine Deus noster, per tui nóminis invocatiónem, haec múnera nostrae servitútis, et per ea nosmetípsos tibi pérfice munus aetérnum. Per Christum.

Prefacio: El misterio de la Santísima Trinidad.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que con tu Hijo unigénito y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no en la singularidad de una sola Persona, sino en la Trinidad de una sola naturaleza.
Y lo que creemos de tu gloria porque tú lo revelaste lo afirmamos sin diferencia de tu Hijo y del Espíritu Santo. De modo que, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna Divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en dignidad.
A quien alaban los ángeles y los arcángeles, los querubines y serafines, que no cesan de aclamarte, diciendo a una sola voz:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Qui cum Unigénito Fílio tuo et Spíritu Sancto unus es Deus, unus es Dóminus: non in uníus singularitáte persónae, sed in uníus Trinitáte substántiae.
Quod enim de tua glória, revelánte te, crédimus, hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto, sine discretióne sentímus. Ut, in confessióne verae sempiternaeque Deitátis, et in persónis propríetas, et in esséntia únitas, et in maiestáte adorétur aequálitas.
Quem laudant Angeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim, qui non cessant clamáre cotídie, una voce dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de la comunión Ga 4, 6

Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abbá! Padre».
Quóniam autem estis fílii, misit Deus Spíritum Fílii sui in corda vestra clamántem: Abba, Pater.

Oración después de la comunión
Señor y Dios nuestro, la recepción de este sacramento y la profesión de fe en la santa y eterna Trinidad y en su Unidad indivisible nos aprovechen para la salvación del alma y del cuerpo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Profíciat nobis ad salútem córporis et ánimae, Dómine Deus noster, huius sacraménti suscéptio, et sempitérnae sanctae Trinitátis eiusdémque indivíduae Unitátis conféssio. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 1 de marzo

1. En la basílica de San Pablo de Roma, en la vía Ostiense, san Félix III, papa, que fue antepasado del papa san Gregorio Magno. (492)
2. En Angers, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, san Albino, obispo, que censuró con vehemencia las altaneras costumbres de los poderosos y, para renovar la Iglesia, promovió con tesón el III Concilio de Orleans. (c. 550)
3. En Saint David, en Cambria, actualmente Gales, en el Reino Unido, san David, obispo, que, imitando los ejemplos y virtudes de los Padres orientales, fundó un monasterio, del que procedieron muchos monjes que evangelizaron Cambria, Irlanda, Cornualles y Armórica. (c. 601)
4. Cerca de Cenomanum, en Neustria, hoy Le Mans, en Francia, san Siviardo, abad de Anille. (c. 680)
5. En Kaiserswerth, en Sajonia, actual Alemania, san Suitberto, obispo, que primero fue monje en Northumbria, siendo compañero de san Willibrordo y, después, ordenado obispo por san Wifrido, predicó el Evangelio a los bátavos, frisios y otros pueblos de Germania. Falleció piadosamente, ya anciano, en el monasterio que había fundado. (713)
6. En la región de Vasconia, en España, san León, obispo y mártir. (s. IX)
7*. En el monasterio de Avena, en las espesuras del monte Mercurio, en la región italiana de Calabria, san León Luca, abad de Monte Mula, que, ajustándose a las instituciones de los monjes orientales, destacó en la vida eremítica y cenobítica. (c. 900)
8*. En Celanova, en la región de Galicia, en España, san Rosendo, que primero fue obispo de Dumio, trabajando en promover o instaurar la vida monástica en esta región, y después, tras renunciar a la función episcopal, tomó el hábito monacal en el monasterio de Celanova, que llegó a presidir como abad. (977)
9*. En Taggia, en el territorio de Liguria, conmemoración del beato Cristóbal de Milán, presbítero de la Orden de Predicadores, entregado al culto de Dios y a la doctrina sagrada. (1484)
10*. En el monasterio de Bassano, en la región de Venecia, también en Italia, beata Juana María Bonomo, abadesa de la Orden de San Benito, que, dotada de místicos carismas, experimentó en el cuerpo y en el alma los dolores de la Pasión del Señor. (1670)
11. En la ciudad de Xilinxian, en la provincia china de Guangxi, santa Inés Cao Kuiying, mártir, quien casada con un marido violento, tras la muerte de éste se entregó, por encargo del obispo a la enseñanza de la doctrina cristiana, lo que la llevó a ser recluida en una cárcel y sufrir crudelísimos tormentos, tras lo cual, confiando siempre en el Señor, pasó a los festines eternos. (1856)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.