Pontifical Romano (2ª ed típica, España 1997)
ORDENACIÓN DEL OBISPO
FORMULARIO I
RITO DE LA ORDENACIÓN DEL OBISPO
RITOS INICIALES Y LITURGIA DE LA PALABRA
31. Estando todo dispuesto, se inicia la procesión por la iglesia hacia el altar según el modo acostumbrado. Precede el diácono portador del libro de los Evangelios que ha de utilizarse en la Misa y en la Ordenación, con los demás diáconos, si los hay; siguen los presbíteros concelebrantes; a continuación, el elegido, entre sus presbíteros asistentes; después, los Obispos ordenantes y, finalmente, el Obispo ordenante principal, con sus dos diáconos asistentes ligeramente detrás de él. Llegados al altar, y hecha la debida reverencia, se dirigen todos a su respectivo lugar. Procúrese, sin embargo, que la distinción entre Obispos y presbíteros sea patente incluso en la disposición misma de sus puestos respectivos.
Mientras tanto, se entona la antífona de entrada con su salmo, u otro canto apropiado.
Antífona de entrada Lc 4, 18
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres
y curar a los contritos de corazón [T. P. Aleluya].
Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero;
lo juro y lo cumpliré:
guardaré tus justos mandamientos;
(Se repite la antífona)
¡estoy tan afligido!
Señor, dame vida según tu promesa.
Acepta, Señor, los votos que pronuncio,
enséñame tus mandatos.
(Se repite la antífona)
Mi vida está siempre en peligro,
pero no olvido tu voluntad;
los malvados me tendieron un lazo,
pero no me desvié de tus decretos.
(Se repite la antífona)
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón;
inclino mi corazón a cumplir tus leyes,
siempre y cabalmente.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona de entrada Lc 4, 18
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres
y curar a los contritos de corazón [T. P. Aleluya].
32. Los ritos iniciales y la liturgia de la palabra se realizan del modo acostumbrado, hasta el Evangelio, inclusive.
Oración colecta
Oh, Dios, que por pura generosidad de tu gracia,
has querido poner hoy al frente de tu Iglesia de N.,
a tu siervo, el presbítero N.,
concédele ejercer dignamente el ministerio episcopal
y guiar con la palabra y el ejemplo, bajo tu amparo,
la grey que le has confiado.
Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien, especialmente si se ordena un obispo no residencial:
Oh, Dios, Pastor eterno,
que gobiernas a tu grey con protección constante,
y has querido incorporar hoy al colegio episcopal
a tu siervo, el presbítero N.,
concédele ser auténtico testigo de Cristo en todas partes
con una vida santa.
Por nuestro Señor Jesucristo.
33. Si el Obispo es ordenado en su iglesia catedral, después del saludo al pueblo, uno de los diáconos o de los presbíteros concelebrantes muestra las Letras apostólicas al Colegio de consultores, estando presente el Canciller de la Curia, quien levantará acta de ello, y las lee después desde el ambón; escuchan todos sentados, diciendo al final: Demos gracias a Dios, u otra aclamación apropiada.
Mas en las diócesis recién erigidas se dan a conocer dichas Letras al clero y al pueblo presentes en la iglesia catedral, levantando acta de ello el presbítero de más edad entre los presentes.
34. Después de la lectura del Evangelio, el diácono deposita nuevamente y con toda reverencia el libro de los Evangelios sobre el altar, donde permanece hasta el momento de ponerlo sobre la cabeza del ordenado.
ORDENACIÓN
35. Comienza, seguidamente, la Ordenación del Obispo. Estando todos de pie, puede cantarse el himno VENI, CREATOR SPIRITUS, u otro himno análogo, según las costumbres del lugar.
1. Veni, creátor Spíritus,
mentes tuórum vísita,
imple supérna grátia,
quae tu creásti, péctora.
2. Qui díceris Paráclitus,
donum Dei altíssimi,
fons vivus, ignis, cáritas
et spiritális únctio.
3. Tu septifórmis múnere,
déxteræ Dei tu dígitus,
tu rite promíssum Patris
sermóne ditans gúttura.
4. Accénde lumen sénsibus,
infúnde amórem córdíbus,
infirma nostri córporis,
virtúte firmans pérpeti.
5. Hostem repéllas lóngius
pacémque dones prótinus;
ductóre sic te previo
vitémus omne nóxium.
6. te sciámus da Patrem
noscámus atque Fílium,
te utriúsque Spíritum
credámus omni témpore. Amen.
1. Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
2. Ven, dulce huésped del alma.
descanso de nuestro esfuerzo.
tregua en el duro trabajo
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
3. Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
4. Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
5. Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito.
Salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.
36. Después el Obispo ordenante principal y los otros Obispos ordenantes se acercan, si es necesario, a las sedes preparadas para la Ordenación.
Presentación del elegido
37. El elegido es acompañado por sus presbíteros asistentes hasta el Obispo ordenante principal, a quien hace una reverencia.
38. Uno de los presbíteros asistentes se dirige al Obispo ordenante principal con estas palabras:
Reverendísimo Padre, la Iglesia de N. pide que ordenes Obispo al presbítero N.
Mas si se trata de ordenar a un Obispo no residencial:
Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia católica pide que ordenes Obispo al presbítero N.
El Obispo ordenante principal pregunta:
¿Tenéis el mandato apostólico?
Y el responde:
Lo tenemos.
El Obispo ordenante principal:
Léase.
Y se lee ahora el mandato, estando todos sentados. Terminada su lectura, prestan todos su asentimiento a la elección del Obispo, diciendo:
Demos gracias a Dios.
O de cualquier otra forma, según lo establecido en el número 11 de la Introducción general.
Homilía
39. Seguidamente, el Obispo ordenante principal, estando todos sentados, hace la homilía, en la que, partiendo del texto de las lecturas proclamadas en la liturgia de la palabra, amonesta al clero, al pueblo y al Obispo electo sobre el ministerio episcopal Pueden utilizarse, para dicha amonestación, las siguientes o parecidas palabras, adaptando, sin embargo, su texto cuando se ordena un Obispo no residencial.
Queridos hijos:
Vamos a considerar atentamente a qué ministerio en la Iglesia accede hoy nuestro hermano. Jesucristo, Señor nuestro, enviado por el Padre para redimir al género humano, envió a su vez por el mundo a los doce Apóstoles para que, llenos de la fuerza del Espíritu Santo, anunciaran el Evangelio, gobernaran y santificaran a todos los pueblos, agrupándoles en un solo rebaño.
Para que este servicio continuara hasta el fin de los siglos, los Apóstoles eligieron colaboradores, a quienes comunicaron el don del Espíritu Santo que habían recibido de Cristo, por la imposición de manos, mediante la cual se confiere la plenitud del sacramento del Orden. De esta manera, a través de los tiempos, se ha ido transmitiendo, por la sucesión continua de los Obispos, este tan importante ministerio, y permanece y se acrecienta hasta nuestros días la obra del Salvador.
En la persona del Obispo, rodeado de sus presbíteros, está presente entre vosotros el mismo Jesucristo, Señor y Pontífice eterno. Él es quien, por medio del Obispo, continúa anunciando el Evangelio y ofreciendo a los creyentes los sacramentos de la fe. Él es quien, por medio del ministerio paternal del Obispo, agrega nuevos miembros a la Iglesia, su Cuerpo. Él es quien, valiéndose de la predicación y solicitud pastoral del Obispo, os lleva, a través del peregrinar terreno, a la felicidad eterna.
Recibid, pues, con alegría y acción de gracias a nuestro hermano. Nosotros, los Obispos aquí presentes, por la imposición de manos, lo agregamos a nuestro Colegio Episcopal. Debéis honrarlo como ministro de Cristo y dispensador de los misterios de Dios: a él se le ha confiado dar testimonio del verdadero Evangelio y administrar la vida del Espíritu y la santidad.
Recordad las palabras de Cristo a los Apóstoles: «Quien a vosotros os escucha a mi me escucha; quien a vosotros os rechaza a mi me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado».
Y tu, querido hermano elegido por el Señor, recuerda que has sido escogido entre los hombres y puesto al servicio de ellos en las cosas de Dios. El Episcopado es un servicio, no un honor; por ello el Obispo debe ante todo vivir para los fieles y no solamente presidirlos. El primero, según el mandato del Señor, debe ser como el menor, y el que gobierna, como el que sirve. Proclama la Palabra de Dios a tiempo y a destiempo; exhorta con toda paciencia y deseo de instruir. En la oración y en el sacrificio eucarístico pide abundancia y diversidad de gracias, para que el pueblo a ti encomendado participe de la plenitud de Cristo.
Cuida y dirige la Iglesia que se te confía, y se fiel dispensador de los misterios de Cristo. Elegido por el Padre para el cuidado de su familia, ten siempre ante tus ojos al buen Pastor, que conoce a sus ovejas y es conocido por ellas, y no dudó en dar su vida por el rebaño.
Ama con amor de padre y de hermano a cuantos Dios pone bajo tu cuidado, especialmente a los presbiteros y diáconos colaboradores tuyos en el ministerio sagrado, a los pobres, a los débiles a los que no tienen hogar y a los inmigrantes. Exhorta a los fieles a trabajar contigo en la obra apostólica, y procura siempre atenderlos y escucharlos. De aquéllos que aun no están incorporados al rebaño de Cristo, cuida sin desmayo, porque ellos también te han sido encomendados en el Señor. No olvides que formas parte del Colegio episcopal en el seno de la Iglesia católica, que es una por el vinculo del amor. Por tanto, tu solicitud pastoral debe extenderse a todas las comunidades cristianas, dispuesto siempre a acudir en ayuda de las más necesitadas. Cuida, pues, de todo el rebaño que el Espíritu Santo te encarga guardar, como pastor de la Iglesia de Dios en el nombre del Padre, cuya imagen representas en la asamblea, en el nombre del Hijo, cuyo oficio de Maestro Sacerdote y Pastor ejerces y en el nombre del Espíritu Santo, que da vida a la Iglesia de Cristo y fortalece nuestra debilidad.
Promesa del elegido
40. Después de la homilía, solamente el Obispo electo se pone de pie ante el Obispo ordenante principal, quien lo interroga con estas palabras:
La antigua regla de los Santos Padres establece que quien ha sido elegido para el Orden episcopal sea, ante el pueblo, previamente examinado sobre su fe y sobre su futuro ministerio.
Por tanto, querido hermano: ¿Quieres consagrarte, hasta la muerte, al ministerio episcopal que hemos heredado de los Apóstoles, y que por la imposición de nuestras manos te va a ser confiado con la gracia del Espíritu Santo?
El elegido responde:
Sí, quiero.
El Obispo ordenante principal:
¿Quieres anunciar con fidelidad y constancia el Evangelio de Jesucristo?
El elegido:
Sí, quiero.
El Obispo ordenante principal:
¿Quieres conservar integro y puro el depósito de la fe, tal como fue recibido de los Apóstoles y conservado en la Iglesia y en todo lugar?
El elegido:
Sí, quiero.
El Obispo ordenante principal:
¿Quieres edificar la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y permanecer en su unidad con el Orden de los Obispos, bajo la autoridad del sucesor de Pedro?
El elegido:
Sí, quiero.
El Obispo ordenante principal:
¿Quieres obedecer fielmente al sucesor de Pedro?
El elegido:
Si, quiero.
El Obispo ordenante principal:
Con amor de padre, ayudado de tus presbíteros y diáconos, ¿quieres cuidar del pueblo santo de Dios y dirigirlo por el camino de la salvación?
El elegido:
Si, quiero.
El Obispo ordenante principal:
Con los pobres, con los inmigrantes, con todos los necesitados ¿quieres ser siempre bondadoso y comprensivo?
El elegido:
Si, quiero.
El Obispo ordenante principal:
Como buen pastor, ¿quieres buscar las ovejas dispersas y conducirlas al aprisco del Señor?
El elegido:
Si, quiero.
El Obispo ordenante principal:
¿Quieres rogar continuamente a Dios todopoderoso por el pueblo santo y cumplir de manera irreprochable las funciones del sumo sacerdocio?
El elegido:
Si, quiero, con la ayuda de Dios.
El Obispo ordenante principal:
Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término.
Suplica litánica
41. Seguidamente, los Obispos deponen la mitra, y todos se levantan. EI Obispo ordenante principal, de pie, con las manos juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:
Oremos, hermanos, para que, en bien de la santa Iglesia,
el Dios de todo poder y bondad,
derrame sobre este elegido
la abundancia de su gracia.
42. Entonces el elegido se postra en tierra, y se cantan las letanías, respondiendo todos; en los domingos y durante el tiempo pascual, se hace estando todos de pie, y en los demás días de rodillas, en cuyo caso el diácono dice:
Pongámonos de rodillas.
En las letanías pueden añadirse, en su lugar respectivo, otros nombres de santos, por ejemplo, del patrono, del titular de la iglesia, del fundador, del patrono de quien recibe la Ordenación, o algunas invocaciones más apropiadas a cada circunstancia.
Señor, ten piedad.
Kyrie, eleison.
Cristo, ten piedad.
Christe, eleison.
Señor, ten piedad.
Kyrie, eleison.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
San Miguel, ruega por nosotros.
Santos Ángeles de Dios, rogad por nosotros.
San Juan Bautista, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
San Pedro, ruega por nosotros.
San Pablo, ruega por nosotros.
San Andrés, ruega por nosotros.
Santiago, ruega por nosotros.
San Juan, ruega por nosotros.
Santo Tomás, ruega por nosotros.
Santiago, ruega por nosotros.
San Felipe, ruega por nosotros.
San Bartolomé, ruega por nosotros.
San Mateo, ruega por nosotros.
San Simón, ruega por nosotros.
San Tadeo, ruega por nosotros.
San Matías, ruega por nosotros.
Santa María Magdalena, ruega por nosotros.
San Esteban, ruega por nosotros.
San Ignacio de Antioquía, ruega por nosotros.
San Lorenzo, ruega por nosotros.
Santas Perpetua y Felicidad, rogad por nosotros.
Santa Inés, ruega por nosotros.
San Gregorio, ruega por nosotros.
San Agustín, ruega por nosotros.
San Atanasio, ruega por nosotros.
San Basilio, ruega por nosotros.
San Martín, ruega por nosotros.
San Benito, ruega por nosotros.
Santos Francisco y Domingo, rogad por nosotros.
San Francisco Javier, ruega por nosotros.
San Juan María Vianney, ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena, ruega por nosotros.
Santa Teresa de Jesús, ruega por nosotros.
Santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
Muéstrate propicio, líbranos, Señor.
De todo mal, líbranos, Señor.
De todo pecado, líbranos, Señor.
De la muerte eterna, líbranos, Señor.
Por tu encarnación, líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección, líbranos, Señor.
Por el envío del Espíritu Santo, líbranos, Señor.
Nosotros que somos pecadores, te rogamos, óyenos.
Para que gobiernes y conserves a tu santa Iglesia, te rogamos, óyenos.
Para que asistas al Papa y a todos los miembros del clero en tu servicio santo, te rogamos, óyenos.
Para que bendigas a este elegido (estos elegidos), te rogamos, óyenos.
Para que bendigas y santifiques a este elegido (estos elegidos), te rogamos, óyenos.
Para que bendigas, santifiques y consagres a este elegido (estos elegidos), te rogamos, óyenos.
Para que concedas paz y concordia a todos los pueblos de la tierra, te rogamos, óyenos.
Para que tengas misericordia de todos los que sufren, te rogamos, óyenos.
Para que nos fortalezcas y asistas en tu servicio santo, te rogamos, óyenos.
Jesús, Hijo de Dios vivo, te rogamos, óyenos.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
43. Concluido el canto de las letanías, el Obispo ordenante principal, en pie y con las manos extendidas, dice:
Escucha, Señor, nuestra oración,
para que al derramar sobre este siervo tuyo
la plenitud de la gracia sacerdotal,
descienda sobre él la fuerza de tu bendición.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
El diácono, si el caso lo requiere, dice:
Podéis levantaros.
Y todos se levantan.
Imposición de manos y Plegaria de Ordenación
44. El Obispo electo se levanta, se acerca al Obispo ordenante principal, que sigue en pie delante de la sede y con mitra, y se arrodilla ante él.
45. El Obispo ordenante principal impone en silencio las manos sobre la cabeza del elegido. A continuación, acercándose sucesivamente, lo hacen los demás Obispos, también en silencio.
Tras la imposición de manos, los Obispos permanecen junto al Obispo ordenante principal hasta finalizar la Plegaria de Ordenación, pero de modo que los fieles puedan ver bien la ceremonia.
46. Seguidamente, el Obispo ordenante principal recibe de un diácono el libro de los Evangelios y lo impone abierto sobre la cabeza del elegido; dos diáconos, a derecha e izquierda del elegido, sostienen el libro de los Evangelios sobre la cabeza de aquél, hasta que finaliza la Plegaria de Ordenación.
47. Con el elegido de rodillas ante él, el Obispo ordenante principal, sin mitra, y con los demás Obispos ordenantes a su lado, también sin mitra, pronuncia, con las manos extendidas, la Plegaria de Ordenación:
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
Padre de misericordia y Dios de todo consuelo,
que habitas en el cielo
y te fijas en los humildes;
que lo conoces todo antes de exista.
Tú estableciste normas en tu Iglesia
con tu palabra bienhechora.
Desde el principio tú predestinaste
un linaje justo de Abrahán;
nombraste príncipes y sacerdotes
y no dejaste sin ministros tu santuario.
Desde el principio del mundo te agrada
ser glorificado por tus elegidos.
Esta parte de la oración es dicha por todos los Obispos ordenantes, con las manos juntas y en voz baja para que se oiga claramente la del Obispo ordenante principal:
INFUNDE AHORA SOBRE ÉSTE TU ELEGIDO
LA FUERZA QUE DE TI PROCEDE:
EL ESPÍRITU DE GOBIERNO
QUE DISTE A TU AMADO HIJO JESUCRISTO,
Y ÉL, A SU VEZ, COMUNICÓ A LOS SANTOS APÓSTOLES,
QUIENES ESTABLECIERON LA IGLESIA
COMO SANTUARIO TUYO
EN CADA LUGAR,
PARA GLORIA Y ALABANZA INCESANTE DE TU NOMBRE.
Prosigue solamente el Obispo ordenante principal:
Padre santo, tú que conoces los corazones,
concede a este servidor tuyo,
a quien elegiste para el episcopado,
que sea un buen pastor de tu santa grey
y ejercite ante ti el sumo sacerdocio
sirviéndote sin tacha día y noche;
que atraiga tu favor sobre tu pueblo
y ofrezca los dones de tu santa Iglesia;
que por la fuerza del Espíritu,
que recibe como sumo sacerdote
y según tu mandato,
tenga el poder de perdonar pecados;
que distribuya los ministerios
y los oficios según tu voluntad,
y desate todo vínculo conforme al poder
que diste a los Apóstoles;
que por la mansedumbre y la pureza de corazón
te sea grata su vida como sacrificio de suave olor,
por medio de tu Hijo Jesucristo,
por quien recibes la gloria, el poder y el honor,
con el Espíritu, en la santa Iglesia,
ahora y por los siglos de los siglos.
R. Amén.
48. Concluida la Plegaria de Ordenación, los diáconos retiran el libro de los Evangelios que sostenían sobre la cabeza del ordenado; uno de ellos continúa con el libro hasta el momento de entregarlo al ordenado. Se sientan todos. El Obispo ordenante principal y los demás Obispos ordenantes se ponen la mitra.
Unción de la cabeza y entrega del libro de los Evangelios y de las insignias
49. El Obispo ordenante principal se pone el gremial, recibe de un diácono el santo crisma y unge la cabeza del ordenado, que está arrodillado ante él, diciendo:
Dios, que te ha hecho partícipe
del sumo sacerdocio de Cristo,
derrame sobre ti el bálsamo de la unción,
y con sus bendiciones te haga abundar en frutos.
Después el Obispo ordenante principal se lava las manos.
50. El Obispo ordenante principal, recibiendo de un diácono el libro de los Evangelios, se lo entrega al ordenado diciendo:
Recibe el Evangelio,
y proclama la Palabra de Dios
con deseo de instruir y con toda paciencia.
El diácono toma nuevamente el libro de los Evangelios y lo deposita en su lugar.
51.
El Obispo ordenante principal pone el anillo en el dedo anular de la mano derecha del ordenado, diciendo:
Recibe este anillo, signo de fidelidad,
y permanece fiel a la Iglesia, Esposa santa de Dios.
52. Si el ordenado goza de palio, el Obispo ordenante principal lo recibe del diácono y lo pone sobre los hombros del ordenado, diciendo:
Recibe el palio traído del sepulcro de san Pedro,
que te entregamos en nombre del Romano Pontífice,
el Papa N.,
como signo de autoridad metropolitana,
para que lo uses dentro de los límites
de tu provincia eclesiástica;
que sea para ti símbolo de unidad
y señal de comunión con la Sede Apostólica,
vínculo de caridad y estímulo de fortaleza.
53. Seguidamente, el Obispo ordenante principal pone la mitra al ordenado, diciendo:
Recibe la mitra,
brille en ti el resplandor de la santidad,
para que, cuando aparezca el Príncipe de los pastores,
merezcas recibir la corona de gloria
que no se marchita.
54. Y, finalmente, entrega al ordenado el báculo pastoral, diciendo:
Recibe el báculo,
signo del ministerio pastoral,
y cuida de todo el rebaño
que el Espíritu Santo te ha encargado guardar,
como pastor de la Iglesia de Dios.
55. Se levantan todos. Si la Ordenación se ha hecho en la iglesia propia del ordenado, el Obispo ordenante principal lo invita a sentarse en la cátedra, sentándose el mismo Obispo ordenante principal a su derecha.
Pero, si el Obispo ha sido ordenado fuera de su propia iglesia, es invitado por el Obispo ordenante principal a sentarse en el primer puesto entre los Obispos concelebrantes.
56. Finalmente, el ordenado, dejando el báculo, se levanta y va recibiendo del Obispo ordenante principal y de todos los Obispos un beso.
57. Mientras tanto, y hasta finalizar el rito, puede cantarse la antífona siguiente con el salmo 95 (96)
, u otro canto apropiado de idénticas características que concuerde con la antífona, sobre todo cuando el salmo 95 (96)
se hubiere utilizado como salmo responsorial en la liturgia de la palabra.
Antífona
Id al mundo, aleluya, y haced
discípulos de todos los pueblos, aleluya.
Tiempo de Cuaresma:
Id al mundo, y haced
discípulos de todos los pueblos.
Salmo 95 (96)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
(Se repite la antífona)
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.
(Se repite la antífona)
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
(Se repite la antífona)
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.
(Se repite la antífona)
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
(Se repite la antífona)
No se dice Gloria al Padre. Pero se interrumpe el salmo y se repite la antífona, una vez que los Obispos hayan besado al ordenado.
58. Prosigue la Misa al modo acostumbrado. Se dice o no el Símbolo de la fe, según las rúbricas. Se omite la oración universal.
LITURGIA EUCARÍSTICA
Oración sobre las ofrendas
Si preside la liturgia eucarística el obispo recién ordenado:
Te ofrecemos, Señor,
este sacrificio de alabanza
para que aumentes en mí
el espíritu de servicio
y lleves a término
lo que me has entregado sin méritos propios.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Si preside la liturgia eucarística el obispo ordenante principal:
Señor, acepta complacido
la ofrenda que te presentamos por tu Iglesia
y por tu siervo N., obispo,
y dígnate enriquecer con virtudes apostólicas,
para bien de tu grey,
al que pusiste como pontífice
al frente de tu pueblo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
EL SACERDOCIO DE CRISTO Y EL MINISTERIO DE LOS SACERDOTES
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que constituiste a tu Unigénito pontífice de la alianza nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinaste, en tu designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.
Él no solo confiere el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, elige a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión.
Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparan a tus hijos el banquete pascual, preceden a tu pueblo santo en el amor, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con los sacramentos.
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y han de darte testimonio constante de fidelidad y amor.
Por eso, Señor, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y con todos los santos, diciendo:
R. Santo, santo Santo…
59. En la Plegaria eucarística se hace mención del obispo recién ordenado.
I. Cuando se utiliza el Canon romano se dice Acepta, Señor, en tu bondad propio:
A. Si lo dice el obispo recién ordenado:
Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus siervos
y de toda tu familia santa;
te la ofrecemos también por mí,
indigno siervo tuyo,
a quien te has dignado promover al orden episcopal;
conserva en mí tus dones
para que fructifique
lo que he recibido de tu bondad.
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]
B. Si lo dice otro obispo:
Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus siervos
y de toda tu familia santa;
te la ofrecemos también por tu siervo N.,
a quien te has dignado promover al orden episcopal;
conserva en él tus dones
para que fructifique
lo que ha recibido de tu bondad.
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]
II. Cuando se utiliza la Plegaria eucarística II la mención se intercala en la intercesión Acuérdate, Señor.
A. Si lo dice el obispo recién ordenado:
Acuérdate, Señor,
de tu Iglesia extendida por toda la tierra;
y con el papa N.,
[con mi hermano N., obispo de esta Iglesia de N.,
o bien, si lo dice un obispo auxiliar: con nuestro obispo N.,]
y conmigo, indigno siervo tuyo,
a quien has constituido hoy pastor de la Iglesia [de N.],
y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de nuestros hermanos
que durmieron en la esperanza de la resurrección...
B. Si lo dice otro obispo:
Acuérdate, Señor,
de tu Iglesia extendida por toda la tierra;
y con el papa N.,
♦ Si el recién ordenado es el obispo residencial:
con mi hermano N.,
(o bien, si lo dice un obispo auxiliar: con nuestro obispo N.,)
a quien has constituido hoy pastor de esta Iglesia de N.,*
♦♦ Si el recién ordenado no es el obispo residencial:
con mi hermano N., obispo de esta Iglesia de N.,
(o bien, si lo dice un obispo auxiliar: con nuestro obispo N.,)
y con tu siervo N.,
a quien has constituido hoy pastor de la Iglesia [de N.],*
* y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de nuestros hermanos
que durmieron en la esperanza de la resurrección...
III. Cuando se utiliza la Plegaria eucarística III la mención se intercala en la intercesión Te pedimos, Padre, que esta Víctima.
A. Si lo dice el obispo recién ordenado:
Te pedimos, Padre,
que esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor, el papa N.,
[a mi hermano N., obispo de esta Iglesia de N.,
o bien, si lo dice un obispo auxiliar: a nuestro obispo N.,]
a mí, indigno siervo tuyo,
que he sido ordenado hoy pastor de la Iglesia [de N.],
al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas...
B. Si lo dice otro obispo:
Te pedimos, Padre,
que esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor, el papa N.,
♦ Si el recién ordenado es el obispo residencial:
con mi hermano N.,
(o bien, si lo dice un obispo auxiliar: con nuestro obispo N.,)
a quien ha sido ordenado hoy pastor de esta Iglesia de N.,*
♦♦ Si el recién ordenado no es el obispo residencial:
con mi hermano N., obispo de esta Iglesia de N.,
(o bien, si lo dice un obispo auxiliar: con nuestro obispo N.,)
y con tu siervo N.,
que ha sido ordenado hoy pastor de la Iglesia [de N.],*
* al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas...
IV. Cuando no se utiliza el prefacio propio se puede emplear la Plegaria eucarística IV. La mención se intercala en la intercesión Y ahora, Señor, acuérdate.
A. Si lo dice el obispo recién ordenado:
Y ahora, Señor, acuérdate
de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio:
de tu servidor el papa N.,
[de mi hermano N., obispo de esta Iglesia de N.,
o bien, si lo dice un obispo auxiliar: de nuestro obispo N.,]
y de mí, indigno siervo tuyo,
a quien te has dignado elegir hoy para el servicio de tu pueblo,
del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos;
acuérdate también de los oferentes y de los aquí reunidos,
de todo tu pueblo santo
y de aquellos que te buscan con sincero corazón.
Acuérdate también de los que murieron...
B. Si lo dice otro obispo:
Y ahora, Señor, acuérdate
de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio:
de tu servidor el papa N.,
♦ Si el recién ordenado es el obispo residencial:
de mi hermano N.,
(o bien, si lo dice un obispo auxiliar: de nuestro obispo N.,)
a quien te has dignado elegir hoy para el servicio de tu pueblo,*
♦♦ Si el recién ordenado no es el obispo residencial:
de mi hermano N., obispo de esta Iglesia de N.,
(o bien, si lo dice un obispo auxiliar: de nuestro obispo N.,)
y de este siervo tuyo N.,
a quien te has dignado elegir hoy para el servicio de tu pueblo,*
* del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos;
acuérdate también de los oferentes y de los aquí reunidos,
de todo tu pueblo santo
y de aquellos que te buscan con sincero corazón.
Acuérdate también de los que murieron...
60. Los padres y familiares del Obispo ordenado pueden comulgar bajo ambas especies.
Antífona de la comunión Cf. Jn 17, 17-18
Padre santo, santifícalos en la verdad.
Como tú me enviaste al mundo,
así los envío yo también al mundo,
dice el Señor [T. P. Aleluya].
Oración después de la comunión
Si preside la liturgia eucarística el obispo recién ordenado:
Te pedimos, Señor,
que realices plenamente en nosotros
el auxilio de tu misericordia,
y nos hagas ser compasivos de tal modo
que en todas nuestras obras podamos agradarte.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Si preside la liturgia eucarística el obispo ordenante principal:
Señor, por la eficacia de este misterio
multiplica en tu siervo N., obispo,
los dones de tu gracia,
para que ejerza dignamente el ministerio pastoral
y consiga los premios eternos
por su fidelidad en tu servicio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
RITO DE CONCLUSIÓN
61. Terminada la oración después de la comunión, se canta el Te Deum laudamus
u otro himno parecido, según las costumbres del lugar. Mientras tanto, el ordenado recibe la mitra y el báculo y, acompañado por dos de los Obispos ordenantes, recorre la iglesia bendiciendo a todos.
Te Deum
Te Deum laudámus: te Dóminum confitémur.
Te ætérnum Patrem, omnis terra venerátur.
Tibi omnes ángeli, tibi cæli, et univérsæ potestátes.
Tibi chérubim et séraphim incessábili voce proclámant: Sanctus, Sanctus, Sanctus Dóminus Deus Sábaoth.
Pleni sunt cæli et terra maiestátis glóriæ tuæ.
Te gloriósus Apostolórum chorus, te prophetárum laudábilis númerus, te mártyrum candidátus laudat exércitus.
Te per orbem terrárum sancta confitétur Ecclésia: Patrem imménsæ maiestátis, venerádum tuum verum et únicum Fílium: Sanctum quoque Paráclitum Spíritum.
Tu rex glóriæ, Christe. Tu Patris sempitérnus es Fílius.
Tu, ad liberándum susceptúrus hóminem, non horruísti Vírginis uterum.
Tu, devícto mortis acúleo, aperuísti credéntibus regna cælórum.
Tu ad déxteram Dei sedes in glória Patris.
Iudex créderis esse ventúrus.
Te ergo quæsumus, tuis fámulis súbveni, quos pretióso sánguine redemisti.
Ætérna fac cum Sanctis tuis in glória numerári.
Salvum fac pópulum tuum, Dómine, et bénedic hereditáti tuæ. Et rege eos, et extólle illos usque in ætérnum.
Per síngulos dies benedícimus te; et laudámus nomen tuum in sæculum, et in sæculum sæculi.
Dignáre, Dómine, die isto sine peccáto nos custodire.
Miserére nostri, Dómine, miserére nostri.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, quemádmodum sperávimus in te.
In te, Dómine, sperávi: non confúndar in ætérnum.
A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.
Lo que sigue puede omitirse:
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.
62. Concluido el himno, el ordenado puede hablar brevemente al pueblo, desde el altar, o desde la cátedra si está en su propia Iglesia.
63. Seguidamente, el Obispo que ha presidido la liturgia eucarística imparte la bendición. En vez de la acostumbrada, puede darse una bendición más solemne, como la siguiente. El diácono puede hacer la invitación con éstas u otras palabras:
Inclinaos para recibir la bendición.
Bendición solemne al final de la misa
A. Si preside la liturgia eucarística el obispo recién ordenado, él mismo imparte esta bendición con las manos extendidas sobre el pueblo.
Oh, Dios,
que cuidas a tu pueblo con misericordia
y lo diriges con amor,
concede el Espíritu de la sabiduría
a quienes confiaste la misión del gobierno en tu Iglesia,
para que el progreso de los fieles santos
sea el gozo eterno de sus pastores.
R. Amén.
Tú que, con el poder de tu gloria
ordenas el número de nuestros días
y la duración de los tiempos,
dirige benévolo tu mirada sobre nuestro humilde ministerio
y concede a nuestro tiempo la abundancia de tu paz.
R. Amén.
Ayúdame también con los dones
que, por tu gracia, has puesto en mí,
y pues me has elevado al orden episcopal
concédeme agradarte con la perfección de las obras;
que el corazón del pueblo y del obispo
tenga un mismo querer,
de tal manera que al pastor
no le falte la obediencia de su grey,
y a la grey no le falte el cuidado del pastor.
R. Amén.
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre ✠, Hijo ✠, y Espíritu ✠ Santo.
R. Amén.
B. Si preside la liturgia eucarística el obispo ordenante principal, él mismo imparte esta bendición con las manos extendidas sobre el obispo recién ordenado.
Que el Señor te bendiga y te guarde,
y pues te hizo pontífice de su pueblo,
te conceda felicidad en este mundo
y te haga partícipe del gozo eterno.
R. Amén.
Que el Señor te conceda por muchos años
gobernar felizmente,
con su providencia y bajo su cuidado,
al clero y al pueblo
que, por su voluntad,
ha querido reunir en torno a ti.
R. Amén.
Y, obedientes a los preceptos divinos,
libres de toda adversidad,
abundando en todos los bienes
y respetando fielmente tu ministerio,
gocen de paz en este mundo
y merezcan reunirse contigo
en la asamblea de los santos.
R. Amén.
Y bendice a todo el pueblo, añadiendo:
Y a todos vosotros,
que estáis aquí presentes,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre ✠, Hijo ✠, y Espíritu ✠ Santo.
R. Amén.
64. Dada la bendición y despedido el pueblo por el diácono, se vuelve procesionalmente a la sacristía al modo acostumbrado.