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Domingo 31 enero 2021, IV Domingo del Tiempo Ordinario, Lecturas ciclo B.

TEXTOS MISA

IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Monición de entrada
Año B

Comenzamos la celebración de la eucaristía en el domingo cuarto del tiempo ordinario. Hoy, una vez más, el Señor nos habla y nos muestra su amor por cada uno de nosotros. Él quiere que todos los hombres se salven y lo conozcan. Escucharemos en el Evangelio cómo la gente quedaba impresionada tras el encuentro con Jesús. Eso es lo que hoy pedimos al Señor al comienzo de esta celebración: que el encuentro con el Señor nos llene de su gracia y renueve en nosotros la salvación.

Acto penitencial
Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las siguientes invocaciones:
Año B

- Líbranos de todo mal: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Sálvanos con tu poder: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, que eres el Santo de Dios: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
En lugar del acto penitencial, se puede celebrar el rito de la bendición y de la aspersión del agua bendita.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del IV Domingo del Tiempo ordinario, ciclo B (Lec. I B).

PRIMERA LECTURA Dt 18, 15-20
Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca

Lectura del libro del Deuteronomio.

Moisés habló al pueblo diciendo:
«El Señor, tu Dios, te suscitará de entre los tuyos, de entre tus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb el día de la asamblea: “No quiero volver a escuchar la voz del Señor mi Dios, ni quiero ver más ese gran fuego, para no morir”.
El Señor me respondió: “Está bien lo que han dicho. Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá todo lo que yo le mande. Yo mismo pediré cuentas a quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá”».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 94, 1-2. 6-7c. 7d-9 (R.: cf. 7d-8a)
R.
Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Utinam hódie vocem Dómini audiátis: "Nolíte obduráre corda vestra".

V. Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Utinam hódie vocem Dómini audiátis: "Nolíte obduráre corda vestra".

V. Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Utinam hódie vocem Dómini audiátis: "Nolíte obduráre corda vestra".

V. Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras».
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
Utinam hódie vocem Dómini audiátis: "Nolíte obduráre corda vestra".

SEGUNDA LECTURA 1 Cor 7, 32-35
La soltera se preocupa de los asuntos del Señor, de ser santa

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el no casado se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. También la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, de ser santa en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido.
Os digo todo esto para vuestro bien; no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Aleluya Mt 4, 16
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V.
El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló. R.
Pópulus qui sedébat in ténebris lucem vidit magnam, et sedéntibus in regióne et umbra mortis lux orta est eis.

EVANGELIO Mc 1, 21b-28
Les enseñaba con autoridad
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como
los escribas.
Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:
«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús lo increpó:
«¡Cállate y sal de él!».
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos:
«¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco
ÁNGELUS. Domingo, 28 de enero de 2018.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio de este domingo (cf. Mc 1, 21-28) forma parte de la narración más amplia conocida como la «jornada de Cafarnaúm». En el centro del pasaje de hoy está el evento del exorcismo, a través del cual Jesús es presentado como profeta poderoso en palabras y en obras.
Él entra en la sinagoga de Cafarnaúm en sábado y se pone a enseñar; las personas permanecen sorprendidas por sus palabras, porque no son palabras comunes, no se parecen a lo que escuchan normalmente. Los escribas, de hecho, enseñan pero sin tener una autoridad propia. Y Jesús enseña con autoridad. Jesús, sin embargo, enseña como uno que tiene autoridad, revelándose así como el Enviado de Dios, y no como un simple hombre que debe fundar la propia enseñanza solo sobre las tradiciones precedentes. Jesús tiene una autoridad plena. Su doctrina es nueva y el Evangelio dice que la gente comentaba: «Una doctrina nueva, expuesta con autoridad» (Mc 1, 27).
Al mismo tiempo, Jesús se revela poderoso también en las obras. En la sinagoga de Cafarnaúm hay un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se manifiesta gritando estas palabras: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios» (Mc 1, 24). El diablo dice la verdad: Jesús ha venido para destruir al diablo, para destruir al demonio, para vencerlo. Este espíritu inmundo conoce el poder de Jesús y proclama también la santidad. Jesús lo grita, diciéndole: «Cállate y sale de él» (Mc 1, 25). Estas pocas palabras de Jesús bastan para obtener la victoria de Satanás, el cual sale de ese hombre «agitándole violentamente», dice el Evangelio (Mc 1, 26).
Este hecho impresiona mucho a los presentes; todos se quedaron pasmados y se preguntan: «¿Qué es esto? […] Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen» (Mc 1, 27). El poder de Jesús confirma la autoridad de su enseñanza. Él no pronuncia solo palabras, sino que actúa. Así manifiesta el proyecto de Dios con las palabras y con el poder de las obras. En el Evangelio, de hecho, vemos que Jesús, en su misión terrena, revela el amor de Dios tanto con la predicación como con innumerables gestos de atención y socorro a los enfermos, a los necesitados, a los niños, a los pecadores. Jesús es nuestro Maestro, poderoso en palabras y obras. Jesús nos comunica toda la luz que ilumina las calles, a veces oscuras, de nuestra existencia; nos comunica también la fuerza necesaria para superar las dificultades, las pruebas, las tentaciones. ¡Pensemos en la gran gracia que es para nosotros haber conocido a este Dios tan poderoso y bueno! Un maestro y un amigo, que nos indica el camino y nos cuida, especialmente cuando lo necesitamos.
Que la Virgen María, mujer de escucha, nos ayude a hacer silencio alrededor y dentro de nosotros, para escuchar, en el estruendo de los mensajes del mundo, la palabra con más autoridad que hay: la de su Hijo Jesús, que anuncia el sentido de nuestra existencia y nos libera de toda esclavitud, también de la del Maligno.
ÁNGELUS. Domingo 1 de febrero de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasaje evangélico de este domingo (cf. Mc 1, 21-28) presenta a Jesús que, con su pequeña comunidad de discípulos, entra en Cafarnaún, la ciudad donde vivía Pedro y que en esa época era la más grande de Galilea. Y Jesús entró en esa ciudad.
El evangelista san Marcos relata que Jesús, al ser sábado, fue inmediatamente a la sinagoga y comenzó a enseñar (cf. v. 21). Esto hace pensar en el primado de la Palabra de Dios, Palabra que se debe escuchar, Palabra que se debe acoger, Palabra que se debe anunciar. Al llegar a Cafarnaún, Jesús no posterga el anuncio del Evangelio, no piensa en primer lugar en la ubicación logística, ciertamente necesaria, de su pequeña comunidad, no se demora con la organización. Su preocupación principal es comunicar la Palabra de Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Y la gente en la sinagoga queda admirada, porque Jesús "les enseñaba con autoridad y no como los escribas" (v. 22).
¿Qué significa "con autoridad"? Quiere decir que en las palabras humanas de Jesús se percibía toda la fuerza de la Palabra de Dios, se percibía la autoridad misma de Dios, inspirador de las Sagradas Escrituras. Y una de las características de la Palabra de Dios es que realiza lo que dice. Porque la Palabra de Dios corresponde a su voluntad. En cambio, nosotros, a menudo, pronunciamos palabras vacías, sin raíz o palabras superfluas, palabras que no corresponden con la verdad. En cambio, la Palabra de Dios corresponde a la verdad, está unida a su voluntad y realiza lo que dice. En efecto, Jesús, tras predicar, muestra inmediatamente su autoridad liberando a un hombre, presente en la sinagoga, que estaba poseído por el demonio (cf. Mc 1, 23-26). Precisamente la autoridad divina de Cristo había suscitado la reacción de Satanás, oculto en ese hombre; Jesús, a su vez, reconoció inmediatamente la voz del maligno y le "ordenó severamente: "Cállate y sal de él"" (v. 25). Con la sola fuerza de su palabra, Jesús libera a la persona del maligno. Y una vez más los presentes quedan asombrados: "Incluso manda a los espíritus inmundos y le obedecen" (v. 27). La Palabra de Dios crea asombro en nosotros. Tiene el poder de asombrarnos.
El Evangelio es palabra de vida: no oprime a las personas, al contrario, libera a quienes son esclavos de muchos espíritus malignos de este mundo: el espíritu de la vanidad, el apego al dinero, el orgullo, la sensualidad... El Evangelio cambia el corazón, cambia la vida, transforma las inclinaciones al mal en propósitos de bien. El Evangelio es capaz de cambiar a las personas. Por lo tanto, es tarea de los cristianos difundir por doquier la fuerza redentora, convirtiéndose en misioneros y heraldos de la Palabra de Dios. Nos lo sugiere también el pasaje de hoy que concluye con una apertura misionera y dice así: "Su fama –la fama de Jesús– se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea" (v. 28). La nueva doctrina enseñada con autoridad por Jesús es la que la Iglesia lleva al mundo, juntamente con los signos eficaces de su presencia: la enseñanza autorizada y la acción liberadora del Hijo de Dios se convierten en palabras de salvación y gestos de amor de la Iglesia misionera. Recordad siempre que el Evangelio tiene la fuerza de cambiar la vida. No os olvidéis de esto. Se trata de la Buena Noticia, que nos transforma sólo cuando nos dejamos transformar por ella. Por eso os pido siempre tener un contacto cotidiano con el Evangelio, leerlo cada día, un trozo, un pasaje, meditarlo y también llevarlo con vosotros adondequiera que vayáis: en el bolsillo, en la cartera... Es decir, nutrirse cada día en esta fuente inagotable de salvación. ¡No os olvidéis! Leed un pasaje del Evangelio cada día. Es la fuerza que nos cambia, que nos transforma: cambia la vida, cambia el corazón.
Invoquemos la maternal intercesión de la Virgen María, quien acogió la Palabra y la engendró para el mundo, para todos los hombres. Que ella nos enseñe a ser oyentes asiduos y anunciadores autorizados del Evangelio de Jesús.

Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS. Domingo 29 de enero de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este domingo (Mc 1, 21-28) nos presenta a Jesús que, un sábado, predica en la sinagoga de Cafarnaún, la pequeña ciudad sobre el lago de Galilea donde habitaban Pedro y su hermano Andrés. A su enseñanza, que despierta la admiración de la gente, sigue la liberación de "un hombre que tenía un espíritu inmundo" (Mc 1, 23), el cual reconoce en Jesús "al santo de Dios", es decir, al Mesías. En poco tiempo su fama se difunde por toda la región, que él recorre anunciando el reino de Dios y curando a los enfermos de todo tipo: palabra y acción. San Juan Crisóstomo pone de relieve cómo el Señor "alterna el discurso en beneficio de los oyentes, en un proceso que va de los prodigios a las palabras y pasando de nuevo de la enseñanza de su doctrina a los milagros" (Hom. in Matthæum 25, 1: pg 57, 328).
La palabra que Jesús dirige a los hombres abre inmediatamente el acceso a la voluntad del Padre y a la verdad de sí mismos. En cambio, no sucedía lo mismo con los escribas, que debían esforzarse por interpretar las Sagradas Escrituras con innumerables reflexiones. Además, a la eficacia de la palabra Jesús unía la de los signos de liberación del mal. San Atanasio observa que "mandar a los demonios y expulsarlos no es obra humana sino divina"; de hecho, el Señor "alejaba de los hombres todas las enfermedades y dolencias. ¿Quién, viendo su poder... hubiera podido aún dudar de que él era el Hijo, la Sabiduría y el Poder de Dios?" (Oratio de Incarnatione Verbi 18.19: pg 25, 128 bc. 129 b). La autoridad divina no es una fuerza de la naturaleza. Es el poder del amor de Dios que crea el universo y, encarnándose en el Hijo unigénito, abajándose a nuestra humanidad, sana al mundo corrompido por el pecado. Romano Guardini escribe: "Toda la vida de Jesús es una traducción del poder en humildad..., es la soberanía que se abaja a la forma de siervo" (Il Potere, Brescia 1999, pp. 141-142).
A menudo, para el hombre la autoridad significa posesión, poder, dominio, éxito. Para Dios, en cambio, la autoridad significa servicio, humildad, amor; significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina para lavar los pies de los discípulos (cf. Jn 13, 5), que busca el verdadero bien del hombre, que cura las heridas, que es capaz de un amor tan grande como para dar la vida, porque es Amor. En una de sus cartas santa Catalina de Siena escribe: "Es necesario que veamos y conozcamos, en verdad, con la luz de la fe, que Dios es el Amor supremo y eterno, y no puede desear otra cosa que no sea nuestro bien" (Ep. 13 en: Le Lettere, vol. 3, Bolonia 1999, p. 206).
Queridos amigos, el próximo jueves 2 de febrero, celebraremos la fiesta de la Presentación del Señor en el templo, Jornada mundial de la vida consagrada. Invoquemos con confianza a María santísima, para que guíe nuestro corazón a recurrir siempre a la misericordia divina, que libera y cura nuestra humanidad, colmándola de toda gracia y benevolencia, con el poder del amor.
ÁNGELUS. Domingo 1 de febrero de 2009
Queridos hermanos y hermanas:
Este año, en las celebraciones dominicales, la liturgia propone a nuestra meditación el evangelio de san Marcos, una de cuyas características es el así llamado "secreto mesiánico", es decir, el hecho de que Jesús no quiere que por el momento se sepa, fuera del grupo restringido de sus discípulos, que él es el Cristo, el Hijo de Dios. Por eso, en varias ocasiones, tanto a los Apóstoles como a los enfermos que cura, les advierte de que no revelen a nadie su identidad.
Por ejemplo, el pasaje evangélico de este domingo (Mc 1, 21-28) habla de un hombre poseído por el demonio, que repentinamente se pone a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios". Y Jesús le ordena: "Cállate y sal de él". E inmediatamente –constata el evangelista– el espíritu maligno, con gritos desgarradores, salió de aquel hombre.
Jesús no sólo expulsa los demonios de las personas, liberándolas de la peor esclavitud, sino que también impide a los demonios mismos que revelen su identidad. E insiste en este "secreto", porque está en juego el éxito de su misma misión, de la que depende nuestra salvación. En efecto, sabe que para liberar a la humanidad del dominio del pecado deberá ser sacrificado en la cruz como verdadero Cordero pascual. El diablo, por su parte, trata de distraerlo para desviarlo, en cambio, hacia la lógica humana de un Mesías poderoso y lleno de éxito. La cruz de Cristo será la ruina del demonio; y por eso Jesús no deja de enseñar a sus discípulos que, para entrar en su gloria, debe padecer mucho, ser rechazado, condenado y crucificado (cf. Lc 24, 26), pues el sufrimiento forma parte integrante de su misión.
Jesús sufre y muere en la cruz por amor. De este modo, bien considerado, ha dado sentido a nuestro sufrimiento, un sentido que muchos hombres y mujeres de todas las épocas han comprendido y hecho suyo, experimentando profunda serenidad incluso en la amargura de duras pruebas físicas y morales. Y precisamente "la fuerza de la vida en el sufrimiento" es el tema que los obispos italianos han elegido para su tradicional Mensaje con ocasión de esta Jornada por la vida. Me uno de corazón a sus palabras, en las que se percibe el amor de los pastores por la gente y la valentía de anunciar la verdad, la valentía de decir con claridad, por ejemplo, que la eutanasia es una falsa solución para el drama del sufrimiento, una solución que no es digna del hombre. En efecto, la verdadera respuesta no puede ser provocar la muerte, por "dulce" que sea, sino testimoniar el amor que ayuda a afrontar de modo humano el dolor y la agonía. Estemos seguros de que ninguna lágrima, ni de quien sufre ni de quien está a su lado, se pierde delante de Dios.
La Virgen María guardó en su corazón de madre el secreto de su Hijo y compartió con él la hora dolorosa de la pasión y la crucifixión, sostenida por la esperanza de la resurrección. A ella le encomendamos a las personas que sufren y a quienes se esfuerzan cada día por sostenerlas, sirviendo a la vida en cada una de sus fases: padres, profesionales de la salud, sacerdotes, religiosos, investigadores, voluntarios y muchos otros más. Oramos por todos.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica
Ciclo B. Cuarto domingo del Tiempo Ordinario.
Jesús acompaña sus palabras con los milagros
547
Jesús acompaña sus palabras con numerosos "milagros, prodigios y signos" (Hch 2, 22) que manifiestan que el Reino está presente en El. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado (cf, Lc 7, 18-23).
548 Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado (cf. Jn 5, 36; Jn 10, 25). Invitan a creer en Jesús (cf. Jn 10, 38). Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe (cf. Mc 5, 25-34; Mc 10, 52; etc.). Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquél que hace las obras de su Padre: éstas testimonian que él es Hijo de Dios (cf. Jn 10, 31-38). Pero también pueden ser "ocasión de escándalo" (Mt 11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos (cf. Jn 11, 47-48); incluso se le acusa de obrar movido por los demonios (cf. Mc 3, 22).
549 Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre (cf. Jn 6, 5-15), de la injusticia (cf. Lc 19, 8), de la enfermedad y de la muerte (cf. Mt 11, 5), Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (cf. Lc 12, 13. 14; Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado (cf. Jn 8, 34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.
550 La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás (cf. Mt 12, 26): "Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios" (Mt 12, 28). Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios (cf Lc 8, 26-39). Anticipan la gran victoria de Jesús sobre "el príncipe de este mundo" (Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios: "Regnavit a ligno Deus" ("Dios reinó desde el madero de la Cruz", himno "Vexilla Regis").
El poder de Jesús sobre los demonios
447
El mismo Jesús se atribuye de forma velada este título cuando discute con los fariseos sobre el sentido del Salmo 109 (cf. Mt 22, 41-46; cf. también Hch 2, 34 - 36; Hb 1, 13), pero también de manera explícita al dirigirse a sus apóstoles (cf. Jn 13, 13). A lo largo de toda su vida pública sus actos de dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades, sobre los demonios, sobre la muerte y el pecado, demostraban su soberanía divina.
438 La consagración mesiánica de Jesús manifiesta su misión divina. "Por otra parte eso es lo que significa su mismo nombre, porque en el nombre de Cristo está sobre entendido El que ha ungido, El que ha sido ungido y la Unción misma con la que ha sido ungido: El que ha ungido, es el Padre. El que ha sido ungido, es el Hijo, y lo ha sido en el Espíritu que es la Unción" (S. Ireneo de Lyon, haer. 3, 18, 3). Su eterna consagración mesiánica fue revelada en el tiempo de su vida terrena en el momento de su bautismo por Juan cuando "Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder"(Hch 10, 38) "para que él fuese manifestado a Israel" (Jn 1, 31) como su Mesías. Sus obras y sus palabras lo dieron a conocer como "el santo de Dios" (Mc 1, 24; Jn 6, 69; Hch 3, 14).
550 La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás (cf. Mt 12, 26): "Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios" (Mt 12, 28). Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios (cf Lc 8, 26-39). Anticipan la gran victoria de Jesús sobre "el príncipe de este mundo" (Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios: "Regnavit a ligno Deus" ("Dios reinó desde el madero de la Cruz", himno "Vexilla Regis").
La función de Profeta
64
Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres (cf. Is 2, 2-4), y que será grabada en los corazones (cf. Jr 31, 31-34; Hb 10, 16). Los profetas anuncian una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades (cf. Ez 36), una salvación que incluirá a todas las naciones (cf. Is 49, 5-6; Is 53, 11). Serán sobre todo los pobres y los humildes del Señor (cf. So 2, 3) quienes mantendrán esta esperanza. Las mujeres santas como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora, Ana, Judit y Ester conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel. De ellas la figura más pura es María (cf. Lc 1, 38).
762 La preparación lejana de la reunión del pueblo de Dios comienza con la vocación de Abraham, a quien Dios promete que llegará a ser Padre de un gran pueblo (cf Gn 12, 2; Gn 15, 5-6). La preparación inmediata comienza con la elección de Israel como pueblo de Dios (cf Ex 19, 5-6; Dt 7, 6). Por su elección, Israel debe ser el signo de la reunión futura de todas las naciones (cf Is 2, 2-5; Mi 4, 1-4). Pero ya los profetas acusan a Israel de haber roto la alianza y haberse comportado como una prostituta (cf Os 1; Is 1, 2-4; Jr 2; etc.). Anuncian, pues, una Alianza nueva y eterna (cf. Jr 31, 31-34; Is 55, 3). "Jesús instituyó esta nueva alianza" (LG 9).
2595 Los profetas llaman a la conversión del corazón y, buscando siempre el rostro de Dios, como Elías, interceden por el pueblo.
La virginidad por el Reino de Dios
922
Desde los tiempos apostólicos, vírgenes (Cf. 1Co 7, 34-36) y viudas cristianas (Cf. Vita consecrata, 7) llamadas por el Señor para consagrarse a El enteramente (cf. 1Co 7, 34-36) con una libertad mayor de corazón, de cuerpo y de espíritu, han tomado la decisión, aprobada por la Iglesia, de vivir en estado de virginidad o de castidad perpetua "a causa del Reino de los cielos" (Mt 19, 12).
1618 Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con El ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales (cf Lc 14, 26; Mc 10, 28-31). Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya (cf Ap 14, 4), para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle (cf 1Co 7, 32), para ir al encuentro del Esposo que viene (cf Mt 25, 6). Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que El es el modelo:
"Hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda" (Mt 19, 12).
1619 La virginidad por el Reino de los Cielos es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo poderoso de la preeminencia del vínculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio es una realidad que manifiesta el carácter pasajero de este mundo (cf 1Co 7, 31; Mc 12, 25).
1620 Estas dos realidades, el sacramento del Matrimonio y la virginidad por el Reino de Dios, vienen del Señor mismo. Es él quien les da sentido y les concede la gracia indispensable para vivirlos conforme a su voluntad (cf Mt 19, 3-12). La estima de la virginidad por el Reino (cf LG 42; PC 12; OT 10) y el sentido cristiano del Matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente:
"Denigrar el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad… " (S. Juan Crisóstomo, virg. 10, 1; cf FC, 16).


Se dice Credo.

Oración de los fieles
Año B

Oremos al Señor, nuestro Dios.
- Por todos los que ejercen en la Iglesia el ministerio de la predicación y la enseñanza, para que su autoridad provenga del contacto asiduo con la Palabra de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los que tienen autoridad en este mundo, para que la ejerzan desde la verdad y el bien. Roguemos al Señor.
- Por los que buscan la verdad, para que no se endurezca su corazón y puedan escuchar la enseñanza nueva de Cristo. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que cada domingo escuchamos la palabra autorizada de Jesús, el Santo de Dios. Roguemos al Señor.
Señor, Dios nuestro, tu nos has dado la Buena Noticia de la salvación por medio de tu Hijo, el Profeta anunciado; escucha nuestras súplicas. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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