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martes, 1 de junio de 2021

Martes 6 julio 2021, Lecturas Martes XIV semana del Tiempo Ordinario, año impar.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Martes de la XIV semana del Tiempo Ordinario, año impar (Lec. III-impar).

PRIMERA LECTURA Gén 32, 23-32
Te llamarás Israel, porque has luchado con Dios y has vencido
Lectura del libro del Génesis.

En aquellos días, todavía de noche, se levantó Jacob, tomó a las dos mujeres, las dos criadas y los once hijos, y cruzó el vado de Yaboc. Después de tomarlos y hacerles pasar el torrente, hizo pasar cuanto poseía.
Y Jacob se quedó solo.
Un hombre luchó con él hasta la aurora. Y viendo que no podía a Jacob, le tocó la articulación del muslo y se la dejó tiesa mientras peleaba con él.
El hombre le dijo:
«Suéltame, que llega la aurora».
Jacob respondió:
«No te soltaré hasta que me bendigas».
Él le preguntó:
«¿Cómo te llamas?».
Contestó: «Jacob».
Le replicó:
«Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido».
Jacob, a su vez, preguntó:
«Dime tu nombre».
Respondió:
«¿Por qué me preguntas mi nombre?».
Y le bendijo.
Jacob llamó aquel lugar Penuel, pues se dijo:
«He visto a Dios cara a cara y he quedado vivo».
Cuando atravesaba Penuel, salía el sol y él iba cojeando del muslo. Por eso los hijos de Israel hasta hoy no comen el tendón de la articulación del muslo, porque Jacob fue herido en dicho tendón del muslo.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 16, 1. 2-3. 6-7. 8 y 15 (R.: 15a)
R. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, Señor.
Ego in iustítia vidébo fáciem tuam, Dómine.

V. Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño.
R. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, Señor.
Ego in iustítia vidébo fáciem tuam, Dómine.

V. Emane de ti la sentencia,
miren tus ojos la rectitud.
Aunque sondees mi corazón, visitándolo de noche,
aunque me pruebes al fuego,
no encontrarás malicia en mí.
R. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, Señor.
Ego in iustítia vidébo fáciem tuam, Dómine.

V. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha.
R. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, Señor.
Ego in iustítia vidébo fáciem tuam, Dómine.

V. Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante.
R. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, Señor.
Ego in iustítia vidébo fáciem tuam, Dómine.

Aleluya Jn 10, 14
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el buen Pastor -dice el Señor-, que conozco a mis ovejas, y las mías me conocen. R.
Ego sum pastor bonus, dicit Dóminus; et cognósco oves meas, et cognóscunt me meæ.

EVANGELIO Mt 9, 32-38
La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, le llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Y después de echar al demonio, el mudo habló. La gente decía admirada:
«Nunca se ha visto en Israel cosa igual».
En cambio, los fariseos decían:
«Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios 272.
Si admitieras la tentación de preguntarte, ¿quién me manda a mí meterme en esto?, Habría de contestarte: te lo manda -te lo pide- el mismo Cristo. La mies es mucha, y los obreros son pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe operarios a su mies (Mt 9, 37-38). No concluyas cómodamente: yo para esto no sirvo, para esto ya hay otros; esas tareas me resultan extrañas. No, para esto, no hay otros; si tú pudieras decir eso, todos podrían decir lo mismo. El ruego de Cristo se dirige a todos y a cada uno de los cristianos. Nadie está dispensado: ni por razones de edad, ni de salud, ni de ocupación. No existen excusas de ningún género. O producimos frutos de apostolado, o nuestra fe será estéril.

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