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miércoles, 30 de junio de 2021

Martes 3 agosto 2021, Lecturas Martes XVIII semana del Tiempo Ordinario, año impar.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Martes de la XVIII semana del Tiempo Ordinario, año impar (Lec. III-impar).

PRIMERA LECTURA Núm 12, 1-13
No hay otro profeta como Moisés ¿cómo os habéis atrevido a hablar contra él?
Lectura del libro de los Números.

En aquellos días, María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado por esposa.
Decían:
«¿Ha hablado el Señor solo a través de Moisés? ¿No ha hablado también a través de nosotros?».
El Señor lo oyó.
Moisés era un hombre muy humilde, más que nadie sobre la faz de la tierra.
De repente, el Señor habló a Moisés, Aarón y María:
«Salid los tres hacia la Tienda del Encuentro».
Y los tres salieron.
El Señor bajó en la columna de nube y se colocó a la entrada de la Tienda, y llamó a Aarón y a María. Ellos se adelantaron y el Señor les habló:
«Escuchad mis palabras: si hay entre vosotros un profeta del Señor, me doy a conocer a él en visión y le hablo en sueños; no así a mi siervo Moisés, el más fiel de todos mis siervos. A él le hablo cara a cara; abiertamente y no por enigmas; Y contempla la figura del Señor. ¿Cómo os habéis atrevido a hablar contra mi siervo Moisés?».
La ira del Señor se encendió contra ellos, y el Señor se marchó. Al apartarse la Nube de la Tienda, María estaba leprosa, Con la piel como la nieve. Aarón se volvió hacia ella y vio que estaba leprosa. Entonces Aarón dijo a Moisés:
«Perdón, señor. No nos exijas cuentas del pecado que hemos cometido insensatamente. No dejes a María como un aborto que sale del vientre con la mitad de la carne consumida».
Moisés suplicó al Señor:
«Por favor, cúrala».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 50, 3-4. 5-6. 12-13
R. 
Misericordia, Señor, hemos pecado.
Miserére, Dómine, quia peccávimus.

V.
 Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. 
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Miserére, Dómine, quia peccávimus.

V. Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces. 
R.Misericordia, Señor, hemos pecado.
Miserére, Dómine, quia peccávimus.

Mira, en la culpa nací,
V. En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
pecador me concibió mi madre. 
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Miserére, Dómine, quia peccávimus.

V. 
Oh, Dios, crea en mi un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. 
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Miserére, Dómine, quia peccávimus.

Aleluya
 Jn 1, 49b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. R.
Rabbi, tu es Filius Dei, tu es Rex Israel.

EVANGELIO
 (opción 1 para todos los años) Mt 14, 22-36
Mándame ir a ti sobre el agua
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

Después que la gente se hubo saciado, enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua».
Él le dijo:
«Ven».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
«Señor, sálvame».
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».
En cuanto subieron a la barca amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y lo hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le trajeron a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Del Papa Benedicto XVI, Ángelus 7-agosto-2011
Pedro camina sobre las aguas no por su propia fuerza, sino por la gracia divina, en la que cree; y cuando lo asalta la duda, cuando no fija su mirada en Jesús, sino que tiene miedo del viento, cuando no se fía plenamente de la palabra del Maestro, quiere decir que se está alejando interiormente de él y entonces corre el riesgo de hundirse en el mar de la vida. Lo mismo nos sucede a nosotros: si sólo nos miramos a nosotros mismos, dependeremos de los vientos y no podremos ya pasar por las tempestades, por las aguas de la vida. El gran pensador Romano Guardini escribe que el Señor "siempre está cerca, pues se encuentra en la razón de nuestro ser. Sin embargo, debemos experimentar nuestra relación con Dios entre los polos de la lejanía y de la cercanía. La cercanía nos fortifica, la lejanía nos pone a prueba" (Accettare se stessi, Brescia 1992, p. 71).

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario VIII

Al celebrar estos sagrados misterios, pidamos al Dios de la salvación que escuche misericordiosamente nuestras plegarias.
- Para que conceda a la Iglesia la libertad y la paz. Roguemos al Señor.
- Para que se digne establecer y conservar la justicia en todas las naciones. Roguemos al Señor.
- Para que descubra a los poderosos que mandar es servir. Roguemos al Señor.
- Para que dé a los súbditos una obediencia sin servilismo. Roguemos al Señor.
- Para que perdone a los pecadores, proteja a los justos, consuele a los que sufren y dé la salud a los enfermos. Roguemos al Señor.
- Para que conceda el descanso eterno a nuestros hermanos difuntos. Roguemos al Señor.
- Para que despierte en nosotros el amor a los pobres y el deseo del cielo. Roguemos al Señor.
Oh, Dios, que derramas sobre los corazones de tus fieles el don de la caridad; concede a tus siervos la salud del alma y del cuerpo para que vivan en tu amor, cumpliendo tus mandatos. Por Jesucristo nuestro Señor.

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