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miércoles, 29 de enero de 2020

Introducción a la Dedicación de una iglesia.

Ritual de la dedicación de iglesias y altares (3ª edición). 

INTRODUCCIÓN A LA DEDICACIÓN DE UNA IGLESIA

I. NATURALEZA Y DIGNIDAD DE LAS IGLESIAS

1. Cristo, por su muerte y resurrección, se convirtió en el verdadero y perfecto templo de la nueva Alianza (1) y reunió al pueblo adquirido por Dios. Este pueblo santo, unificado por virtud y a imagen del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es la Iglesia (2), o sea, el templo de Dios edificado con piedras vivas, donde se da culto al Padre con espíritu y verdad (3).

Con razón, pues, desde muy antiguo se llamó «iglesia» el edificio en el cual la comunidad cristiana se reúne para escuchar la palabra de Dios, para orar unida, para recibir los sacramentos y celebrar la eucaristía.

2. Por el hecho de ser un edificio visible, esta casa es un signo peculiar de la Iglesia que peregrina en la tierra e imagen de la Iglesia celestial.

Y porque la iglesia se construye como edificio destinado de manera fija y exclusiva a reunir al pueblo de Dios y celebrar los sagrados misterios, conviene dedicarla al Señor con un rito solemne, según la antiquísima costumbre de la Iglesia.

3. La iglesia, como lo exige su naturaleza, debe ser apta para las celebraciones sagradas, hermosa, con una noble belleza que no consista únicamente en la suntuosidad, y ha de ser un auténtico símbolo y signo de las realidades sobrenaturales. «La disposición general del edificio sagrado conviene que se haga de tal manera que sea como una imagen de la asamblea reunida, que consienta un proporcionado orden de todas sus partes y que favorezca la perfecta ejecución de cada uno de los ministerios.» En lo que se refiere al presbiterio, el altar, la sede, el ambón y el lugar de la reserva del Santísimo Sacramento, se observará lo prescrito por las normas que establece la Ordenación general del Misal romano (4).

Se observará también cuidadosamente lo pertinente a las cosas y lugares destinados a los demás sacramentos, especialmente al bautismo y la penitencia (6).

1 Cf. Jn 2, 21.
2 Cf. S. Cipriano, Sobre la oración del Señor, 23: PL 4, 553; Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, ntm, 4.
3 Cf. Jn 4, 23.
4 Cf. Ordenación general del Misal romano, núms. 253. 257. 258. 259-267. 271. 272. 276-277. Cf. Ritual romano: La sagrada comunión y el culto del misterio eucarístico fuera de la misa, núms. 6 y 9-11.
5 Cf. Ritual romano: Bautismo de los niños, núm. 25; Ritual romano: Penitencia, núm. 12.

II. TITULAR DE LA IGLESIA Y LAS RELIQUIAS DE SANTOS QUE EN ELLA SE COLOCAN

4. Toda iglesia que se dedica debe tener un titular. Pueden figurar, para ello: la Santísima Trinidad; nuestro Señor Jesucristo, bajo la invocación de un misterio de su vida o de un nombre ya introducido en la liturgia; el Es­píritu Santo; la Virgen María, bajo una de las advocaciones admitidas en la liturgia; los santos ángeles; finalmente, los santos que figuran en el Martirologio romano o en su Apéndice debidamente aprobado. Para los bea­tos se requiere indulto de la Sede apostólica. El titular de la iglesia será uno solo, a no ser que se trate de santos que aparecen unidos en el calen­dario.

5. Es oportuno conservar la tradición de la liturgia romana de colocar reli­quias de mártires o de otros santos debajo del altar (7). Pero se tendrá en cuenta lo siguiente:

a) Las reliquias deben evidenciar, por su tamaño, que se trata de par­tes de un cuerpo humano. Se evitará, por tanto, colocar partículas pequeñas.

b) Debe averiguarse, con la mayor diligencia, la autenticidad de dichas reliquias. Es preferible dedicar el altar sin reliquias que colocar reliquias dudosas.

c) El cofre con las reliquias no se colocará ni sobre el altar, ni dentro de la mesa del mismo, sino debajo de la mesa; teniendo en cuenta la forma del altar.

6 Cf. Ordenación general del Misal romano, núm. 266. 

III. CELEBRACIÓN DE LA DEDICACIÓN

Ministro del rito


6. Es competencia del obispo, que tiene encomendado el cuidado pastoral de la Iglesia particular, dedicar a Dios las nuevas iglesias construidas en su diócesis.

Pero, si él no puede presidir el rito, confiará este oficio a otro obispo, en particular a quien tuviere como asociado y colaborador en el cuidado pastoral de los fieles para quienes se construye la nueva iglesia; en circunstancias especialísimas, puede dar un mandato especial para ello a un presbítero.

Elección del día

7. Para dedicar una nueva iglesia se elegirá un día en que sea posible gran asistencia de fieles, sobre todo el domingo. Y, puesto que en este rito el sentido de la dedicación lo invade todo, no se puede realizar aquellos días en que no conviene en modo alguno dejar de lado el misterio que se conmemora: Semana santa, Natividad del Señor, Epifanía, Ascensión, Pentecostés, Miércoles de ceniza y Conmemoración de todos los fieles difuntos.

Misa de la dedicación

8. La celebración de la misa está íntimamente ligada al rito de la dedicación; por lo tanto, en lugar de los textos del día, se utilizarán los textos propios, tanto para la liturgia de la palabra como para la liturgia eucarística.

9. Conviene que el obispo concelebre con los presbíteros que con él cooperan en la ejecución de los ritos de la dedicación y con los responsables de la parroquia o de la comunidad para la cual se ha construido la iglesia.

Oficio de la dedicación

10.
El día de la dedicación de una iglesia se ha de considerar como solemnidad en la misma iglesia que se dedica.

Se celebra el Oficio de la dedicación de la iglesia, que empieza con las primeras Vísperas. Si se van a colocar reliquias debajo del altar, es muy conveniente celebrar una Vigilia junto á las reliquias del mártir o santo, lo cual se puede hacer muy bien celebrando el Oficio de lectura, tomado del Común o del Propio conveniente. Para favorecer la participación del pueblo, se adaptará la Vigilia, según las normas de la Ordenación general de la Liturgia de las Horas (8).

8 Cf. Ordenación general de la liturgia de las Horas, núms. 70-73.

Partes del rito de la dedicación

A. Entrada en la iglesia

11.
El rito empieza con la entrada en la iglesia, la cual puede hacerse de tres maneras, de acuerdo con las circunstancias de tiempo y lugar:
a) Procesión a la iglesia que se va a dedicar: Se hace la reunión en una iglesia cercana, o en otro lugar apropiado, desde donde el obispo, los ministros y los fieles se dirigen orando y cantando hacia la iglesia que se va a dedicar.
b) Entrada solemne: Si no hay la procesión, la comunidad se reúne en la entrada de la iglesia.
c) Entrada sencilla: Los fieles se reúnen en la misma iglesia; el obispo, los concelebrantes y los ministros salen de la sacristía en la forma acostumbrada.

Dos ritos sobresalen en la entrada a la nueva iglesia:
a) Entrega de la iglesia: Los delegados de quienes edificaron la iglesia la entregan al obispo.
b) Aspersión de la iglesia: El obispo bendice agua y asperja con ella al pueblo, que es el templo espiritual, y asperja también los muros de la iglesia y el altar.

B. Liturgia de la palabra

12. En la liturgia de la palabra se hacen tres lecturas, escogidas de entre las que propone el Leccionario para la celebración de la dedicación de una iglesia.

Con todo, en la primera lectura se lee siempre, incluso en tiempo pascual, el texto de Nehemías que nos muestra al pueblo de Jerusalén congregado alrededor del escriba Esdras para escuchar la proclamación de la ley de Dios (Ne 8, 2-4a. 5-6. 8-10).

13. Después de las lecturas, el obispo hace la homilía, en la cual explica los textos bíblicos y el significado de la dedicación de la iglesia.

Se dice siempre el Credo. La oración universal o de los fieles se omite, ya que en su lugar se cantan las letanías de los santos.

C. Oración de dedicación y unción de la iglesia y del altar

Colocación de las reliquias de los santos

14. Después del canto de las letanías, se colocan, si es del caso, las reliquias de un mártir para significar que el sacrificio de los miembros tuvo principio en el sacrificio de la Cabeza (9). Si no se dispone de reliquias de mártir, puede colocarse en el altar reliquias de otro santo.

La oración de dedicación

15. La celebración de la eucaristía es el rito máximo y el único necesario para dedicar una iglesia; no obstante, de acuerdo con la común tradición de la Iglesia, tanto oriental como occidental, se dice también una peculiar oración de dedicación, en la que se expresa la voluntad de dedicar para siempre la iglesia al Señor y se pide su bendición.

Unción, incensación, revestimiento e iluminación del altar

16. Los ritos de unción, incensación, revestimiento e iluminación del altar expresan con signos visibles algo de aquella acción invisible que Dios realiza por medio de la Iglesia cuando ésta celebra los sagrados misterios, en especial la eucaristía.

a) Unción del altar y de las paredes de la iglesia:

En virtud de la unción con el crisma, el altar se convierte en símbolo de Cristo, que es llamado y es, por excelencia, el «Ungido», puesto que el Padre lo ungió con el Espíritu Santo y lo constituyó sumo Sacerdote para que, en el altar de su cuerpo, ofreciera el sacrificio de su vida por la salvación de todos.

La unción de la iglesia significa que ella está dedicada toda entera y para siempre al culto cristiano. Se hacen doce unciones, según la tradición litúrgica, o cuatro, según las circunstancias, para significar que la iglesia es imagen de la ciudad santa de Jerusalén.

b) Se quema incienso sobre el altar para significar que el sacrificio de Cristo, que se perpetúa allí sacramentalmente, sube hasta Dios como suave aroma y también para expresar que las oraciones de los fieles llegan agradables y propiciatorias hasta el trono de Dios (10).

La incensación de la nave de la iglesia indica, por su parte, que ésta, por la dedicación, llega a ser casa de oración; pero se inciensa primero al pueblo de Dios, ya que él es el templo vivo en el que cada uno de los fieles es un altar espiritual (11).

c) El revestimiento del altar indica que el altar cristiano es ara del sacrificio eucarístico y al mismo tiempo la mesa del Señor, alrededor de la cual los sacerdotes y los fieles, en una misma acción pero con funciones diversas, celebran el memorial de la muerte y resurrección de Cristo y comen la Cena del Señor. Por eso el altar, como mesa del banquete sacrificial, se viste y adorna festivamente. Ello significa claramente que es la mesa del Señor, a la cual todos los fieles se acercan alegres para nutrirse con el alimento celestial que es el cuerpo y la sangre de Cristo inmolado.

d) La iluminación del altar, seguida de la iluminación de la iglesia, nos advierte que Cristo es la «luz para alumbrar a las naciones» (12) con cuya claridad brilla la Iglesia y por ella toda la familia humana.

D. Celebración de la eucaristía

17. Una vez preparado el altar, el obispo celebra la eucaristía, que es la parte principal y más antigua del rito (13). La celebración eucarística se relaciona íntimamente con él. En efecto:

— Con la celebración del sacrificio eucarístico se alcanza el fin principal de la construcción de una iglesia y de un altar y se manifiesta con signos preclaros.

— Además, la eucaristía, que santifica los corazones de quienes la reciben, consagra en cierta manera el altar y el lugar de la celebración, como lo afirman repetidas veces los antiguos Padres de la Iglesia: «Este altar es admirable porque, siendo piedra por su naturaleza, ha llegado a ser cosa santa después que recibió el cuerpo de Cristo» (13).

— También se hace evidente el nexo profundo que relaciona la dedicación de una iglesia con la celebración eucarística por el hecho de que la misa de dedicación tiene prefacio propio, estrechamente vinculado al rito.

8 Cf. Misal romano, Común de mártires 8, oración sobre las ofrendas; S. Ambrosio, Carta 22, 13: PL 16, 1023: «Vengan luego las víctimas triunfales al lugar en que la víctima que se ofrece es Cris­to; pero él sobre el altar, ya que padeció por todos, ellos bajo el altar, ya que han sido redimidos por su pasión.» Cf. Pseudo Máximo de TurIn, Sermón 78: PL 57, 689-690. Ap 6, 9: «Vi al pie del altar ¡as almas de los asesinados por proclamar la palabra de Dios y por el testimonio que mantenían.»
9 Cf. Ap. 8, 3-4.
10 Cf. Rm 12, 1.
11 Lc 2, 32.
12 Cf. Vigilio, papa, Carta al obispo Profuturo, 4: PL 84, 832.
13 S. Juan Crisóstomo, Homilías sobre la segunda carta a los Corintios, 20, 3: PG 61, 540.


IV. ADAPTACIÓN DEL RITO

Adaptaciones que competen a las Conferencias episcopales


18. Las Conferencias episcopales pueden adaptar este ritual a las costumbres de cada país, pero sin quitarle nada de su nobleza y solemnidad.

Con todo, se observarán estas normas:
a) Nunca se omitirá la celebración de la misa, con su prefacio propio, ni la oración de dedicación.
b) Se conservarán aquellos ritos que, por tradición litúrgica, tienen un peculiar significado y fuerza expresiva (cf. núm. 16), a no ser que obsten graves razones, adaptando adecuadamente las fórmulas, si el caso lo requiere.

Al hacer las adaptaciones, la competente autoridad eclesiástica consultará a la Sede apostólica y con su aprobación introducirá las adaptaciones (14).

Acomodaciones que competen a los ministros

19. Concierne al obispo y a quienes preparan la celebración del rito lo siguiente:
a) Establecer el modo de realizar la entrada en la iglesia (cf. núm. 11).
b) Determinar la manera de hacer la entrega de la nueva iglesia al obispo (cf. núm. 11).
c) Resolver sobre la oportunidad de colocar o no reliquias de santos, buscando ante todo el bien espiritual de los fieles y observando lo prescrito en el número 5.

Corresponde al rector de la iglesia que se va a dedicar, con la ayuda de los que cooperan en la actuación pastoral, determinar y preparar todo lo referente a las lecturas y cantos, así como los recursos encaminados a fomentar una provechosa participación del pueblo y a promover una decorosa celebración.

14 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, núm. 40. 

V. PREPARACIÓN PASTORAL

20. Para que los fieles participen con fruto en el rito de la dedicación, es necesario que el rector de la iglesia que se va a dedicar y los peritos en pastoral los instruyan sobre el contenido de la celebración y sobre su eficacia espiritual, eclesial y misional.

Por tanto, conviene explicar a los fieles las diversas partes de la iglesia y sus usos, el rito de la dedicación y los principales símbolos litúrgicos en él empleados, para que, con ayuda de los recursos oportunos, a través de los ritos y plegarias entiendan claramente el sentido de la dedicación de la iglesia, y así participen de la acción litúrgica en forma consciente, piadosa y activa.

VI. LO QUE DEBE PREPARARSE PARA LA DEDICACIÓN DE UNA IGLESIA

21. Para la dedicación de una iglesia, se preparará lo siguiente:
a) En el lugar donde se reúne la comunidad:
- el Pontifical romano;
- la cruz que se llevará en la procesión;
- si se han de llevar procesionalmente las reliquias de los santos, se tendrá en cuenta lo que se dice en el número 24a.
b) En la sacristía o en el presbiterio o en la nave de la iglesia, según el caso:
- el Misal romano y el Leccionario;
- agua para bendecir y el hisopo;
- recipiente con el santo crisma;
- toallas para secar la mesa del altar;
- si es del caso, un mantel de lino encerado o un lienzo impermeable a la medida del altar;
- jarra y palangana con agua, toallas y todo lo necesario para lavar las manos del obispo y de los presbíteros que ungirán los muros de la iglesia;
- un gremial;
- un brasero para quemar incienso o aromas; o granos de incienso y cerillas para quemar sobre el altar;
- incensarios y la naveta con la cucharilla;
- cáliz, corporal, purificadores y manutergio;
- pan, vino y agua para la misa;
- la cruz del altar, a no ser que ya haya una cruz situada en el presbiterio o que la cruz que se llevará en la procesión de entrada sea colocada luego cerca del altar;
- manteles, cirios, candelabros;
- si se quiere, flores.

22. Conviene conservar la antigua costumbre de colocar cruces de piedra o de bronce o de otra materia conveniente, o de esculpirlas en los muros de la iglesia. Así pues, se prepararán doce o cuatro cruces, según el número de las unciones (cf. núm. 16) y se distribuirán por las paredes de la iglesia armónicamente y a una altura conveniente. Debajo de cada cruz se colocará un pequeño candelabro con su cirio, el cual se encenderá oportunamente.

23. En la misa de la dedicación de una iglesia se usarán vestiduras litúrgicas de color blanco o festivo. Se preparará:
a) Para el obispo: alba, estola, casulla, mitra, báculo pastoral y palio, si tiene facultad de usarlo.
b) Para los presbíteros concelebrantes: las vestiduras para concelebrar la misa.
c) Para los diáconos: albas, estolas y, si se quiere, dalmáticas.
d) Para los demás ministros: albas u otras vestiduras legítimamente aprobadas.

24. Si se van a colocar debajo del altar reliquias de santos, se preparará lo siguiente:

a) En el lugar donde se reúne la asamblea:
- el cofre con las reliquias, rodeado de flores y antorchas; si se hace la entrada sencilla, se puede colocar el cofre en un lugar apropiado del presbiterio, antes de comenzar el rito;
- para los diáconos que llevarán las reliquias: alba, estola de color rojo, si se trata de reliquias de mártires, o de color blanco, en los demás casos, y dalmáticas, si las hay disponibles; si las reliquias las llevan presbíteros, en lugar de las dalmáticas, se les prepararán casullas.

Pueden llevar las reliquias también otros ministros, revestidos con albas u otras vestiduras legítimamente aprobadas.

b) En el presbiterio: una mesa pequeña para colocar las reliquias mientras se realiza la primera parte del rito de la dedicación.

c) En la sacristía: mezcla de cemento para tapar la cavidad; ha de haber también un albañil que, a su tiempo, tapará el sepulcro de las reliquias.

25. Se escribirán las actas de la dedicación de la iglesia en dos ejemplares, firmados por el obispo, el rector de la iglesia y delegados de la comunidad local. Un ejemplar se guardará en el archivo diocesano, otro en el de la iglesia dedicada. Cuando se colocan reliquias, se hará un tercer ejemplar,
que se guardará en el mismo cofre de las reliquias.

En las actas se mencionarán el día, mes y año de la dedicación de la iglesia, el nombre del obispo que preside la celebración, el titular de la iglesia y, si es del caso, los nombres de los mártires o santos cuyas reliquias se colocan bajo el altar.

Además, en un sitio apropiado de la iglesia, se colocará una inscripción que mencione el día, mes y año de la celebración, el titular de la iglesia y el nombre del obispo que celebró el rito.

VII ANIVERSARIO DE LA DEDICACIÓN

A. Aniversario de la dedicación de la iglesia catedral

26. Para manifestar la importancia y dignidad de la Iglesia particular, se celebrará cada año el día aniversario de la dedicación de su iglesia catedral, como solemnidad en la misma iglesia catedral, como fiesta en las de­ más iglesias de la diócesis (15). Si el mismo día aniversario está perpetuamente
impedido, se asignará su celebración para el día libre más cercano.

Conviene que en este día aniversario el obispo concelebre la eucaristía en la iglesia catedral con el capítulo de los canónigos o el consejo presbiteral y con la mayor participación posible de fieles.

B. Aniversario de la dedicación de la iglesia propia

27. Se celebra el día aniversario de la dedicación de la iglesia como solemnidad (16)

15 Cf. Calendario romano, Tabla de los días litúrgicos, I 4 b y II 8 b.
16 Cf. ibid., I 4 b.

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