COLOCACIÓN DE LA PRIMERA PIEDRA O COMIENZO DE LA CONSTRUCCIÓN DE UNA IGLESIA
NORMAS GENERALES
Cuando se empieza la construcción de una nueva iglesia conviene celebrar un rito para implorar la bendición de Dios sobre la obra y para recordar a los fieles que el edificio de piedras materiales es signo visible de aquella Iglesia viva o edificación de Dios formada por ellos mismos (1).
Según el uso litúrgico, este rito consta de bendición del terreno de la nueva iglesia y de bendición y colocación de la primera piedra.
Si por alguna razón de tipo artístico o estructural no se coloca la primera piedra, conviene, con todo, celebrar el rito de bendición del terreno de la nueva iglesia, para consagrar a Dios el comienzo de la obra.
El rito de colocación de la primera piedra o del comienzo de la nueva iglesia puede realizarse en cualquier día y hora, excepto en el Triduo pascual, pero se escogerá un día de gran afluencia de fieles.
Conviene que el obispo diocesano celebre el rito. Si él no puede hacerlo, encomendará este oficio a otro obispo o presbítero, sobre todo al que tenga como asociado y colaborador en el cuidado pastoral de la diócesis o de la comunidad para la cual se edifica la Iglesia.
Se avisará con tiempo a los fieles el día y la hora de la celebración, y el párroco u otros encargados de ello los instruirán sobre el sentido del rito y sobre la veneración que merece la iglesia que para ellos se construye. Conviene invitar también a los fieles a que ayuden gustosamente en la construcción de la iglesia.
En cuanto sea posible, procúrese que el terreno de la futura iglesia esté bien delimitado y que se pueda circundar.
En el lugar del futuro altar se clavará una cruz de madera de altura conveniente.
Para este rito se preparará lo siguiente: a) el Pontifical romano y el Leccionario; b) la sede para el obispo; c) la primera piedra, si es del caso, la cual, según costumbre, será cuadrada y angular; además el cemento y las herramientas para colocar la piedra en los cimientos; d) agua bendita con el hisopo; e) el incensario y la naveta; f) la cruz procesional y los ciriales para los ministros.
Se utilizará un buen equipo de sonido, para que el pueblo congregado pueda oír fácilmente las lecturas, oraciones y moniciones.
Se usarán vestiduras de color blanco o festivo: a) para el obispo: alba, estola, capa pluvial, mitra y báculo; b) para el presbítero, si es él quien preside la celebración: alba, estola y capa pluvial; c) para los diáconos: alba, estola y, si se quiere, la dalmática ; d) para los demás ministros: alba u otras vestiduras legítimamente aprobadas.
(1) Cf, I Co 3, 9; Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, num. 6.
ACCESO AL LUGAR EN QUE SE CONSTRUIRÁ LA IGLESIA
La reunión del pueblo y el acceso al lugar donde se celebrará el rito se hace, teniendo en cuenta los tiempos y lugares, según una de las siguientes formas:
1.ª forma:
Procesión
A la hora conveniente se hace la reunión en algún lugar apropiado, desde donde los fieles irán procesionalmente al lugar designado.
El obispo, con mitra y báculo, se dirige con los ministros al lugar donde se haya reunido el pueblo. Allí deja el báculo y la mitra y saluda a los fieles con estas u otras palabras tomadas preferentemente de la sagrada Escritura:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros.
El pueblo contesta:
Y con tu espíritu.
O bien otras palabras adecuadas.
Después, el obispo habla brevemente a los fieles para prepararlos a la celebración e ilustrar el sentido de la misma.
Terminada la monición, el obispo dice:
Oremos.
Todos oran, por unos instantes, en silencio.
Luego, el obispo prosigue:
Padre celestial,
tú fundaste la Iglesia
edificada sobre el cimiento de los apóstoles
y con el mismo Cristo Jesús por piedra angular;
haz que tu pueblo, reunido en tu nombre,
te venere, te ame, te siga
y vaya creciendo hasta formar un templo donde habite tu gloria,
y así, llevado por ti, llegue finalmente a la ciudad celestial.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Terminada la oración, el obispo recibe la mitra y el báculo; el diácono, si es el caso, se dirige a los fieles con estas u otras palabras:
Iniciemos nuestra procesión al sitio de la nueva iglesia, cantando las alabanzas del Señor.
Y se ordena la procesión en la forma acostumbrada. Precede el crucífero entre dos ministros con los ciriales; sigue el clero, luego el obispo con los diáconos acompañantes y demás ministros y finalmente los fieles. Durante la procesión, se canta la antífona siguiente, con el salmo 83 (sin Gloria al Padre), u otro canto adecuado:
R. Mi alma anhela los atrios del Señor. (T. P. Aleluya.)
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor del universo!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío. R.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichoso el que encuentra en ti su fuerza
y tiene tus caminos en su corazón. R.
Cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones;
caminan de baluarte en baluarte
hasta ver al Dios de los dioses en Sión. R.
2.ª forma:
Reunión en el sitio de la futura iglesia
Si no se puede hacer la procesión o no parece conveniente, los fieles se reúnen en el sitio de la futura iglesia. Una vez reunido el pueblo, se canta la siguiente aclamación u otro canto adecuado:
La paz eterna venga sobre esta asamblea
de parte del eterno Padre,
la paz perenne, que es el Verbo del Padre,
sea paz para el pueblo de Dios,
y que el Espíritu consolador
conceda la paz a todos los hombres.
Mientras tanto, el obispo, con mitra y báculo, se dirige al lugar donde se haya reunido el pueblo. Allí deja el báculo y la mitra y saluda a los fieles con estas u otras palabras tomadas preferentemente de la sagrada Escritura:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros.
El pueblo contesta:
Y con tu espíritu.
O bien otras palabras adecuadas.
Después, el obispo habla brevemente a los fieles para prepararlos a la celebración e ilustrar el sentido de la misma.
Terminada la monición, el obispo dice:
Oremos.
Todos oran, por unos instantes, en silencio.
Luego, el obispo prosigue :
Padre celestial,
tú fundaste la Iglesia
edificada sobre el cimiento de los apóstoles
y con el mismo Cristo Jesús por piedra angular;
haz que tu pueblo, reunido en tu nombre,
te venere, te ame, te siga
y vaya creciendo hasta formar un templo donde habite tu gloria,
y así, llevado por ti, llegue finalmente a la ciudad celestial.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
Entonces se leen uno o varios textos de la sagrada Escritura entre los que se proponen en el Leccionario para la dedicación de una iglesia, intercalando oportunamente el salmo responsorial u otro canto apropiado. Conviene leer, sobre todo si se coloca la primera piedra, uno de los textos que se hallan en el Leccionario.
Terminadas las lecturas se hace la homilía, en la cual se ilustran las lecturas bíblicas y se explica el sentido de la celebración: que Cristo es la piedra angular de la Iglesia y que el edificio que la Iglesia viva de los fieles va a construir habrá de ser la casa de Dios y también del pueblo de Dios.
Después de la homilía, si es costumbre del lugar, se puede leer el documento de la bendición de la primera piedra y del comienzo de la construcción, que será firmado por el obispo y por los delegados de quienes van a construir la iglesia, y será incluido en los cimientos junto con la primera piedra.
BENDICIÓN DEL TERRENO DE LA NUEVA IGLESIA
Terminada la homilía, el obispo deja la mitra, se levanta y bendice el terreno de la nueva iglesia, diciendo:
Oremos.
Dios, Padre nuestro,
que llenas de tal manera el universo
que tu nombre es glorificado en todas partes,
bendice + a estos hijos tuyos
que, con su generosidad y su trabajo, han dispuesto este terreno
con la intención de edificar en él una iglesia para ti;
haz que, con los mismos sentimientos de unidad y de alegría
con que celebran hoy esta ceremonia inaugural,
puedan luego celebrar en tu templo los sagrados misterios
y alabarte para siempre en el cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Luego, con la mitra puesta, el obispo asperja el sitio de la nueva iglesia con agua bendita, sea desde el centro o recorriendo procesionalmente el circuito de los cimientos con los ministros. En este caso, se canta la antífona siguiente, con el salmo 47, 2-4. 9-11. 13-15 (sin Gloria al Padre), u otro canto adecuado:
R. Las murallas de Jerusalén serán adornadas con piedras preciosas y sus torres serán construidas con perlas (T. P. Aleluya.)
Grande es el Señor
y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra. R.
El monte Sión, confín del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar. R.
Una vez terminada la bendición del sitio, si se va a colocar la primera piedra, ésta se bendice y se coloca como se indica más adelante. En caso contrario, se termina con la conclusión del rito.
BENDICIÓN Y COLOCACIÓN DE LA PRIMERA PIEDRA
El obispo va al sitio donde se ha de colocar la primera piedra, deja la mitra y bendice la piedra diciendo:
Oremos.
Señor, Padre santo,
por el profeta Daniel prefiguraste a tu Hijo,
nacido de la Virgen María,
como la piedra desprendida de la montaña
sin intervención humana
y por el Apóstol lo designaste como único cimiento de tu Iglesia;
dígnate bendecir + esta primera piedra
que vamos a colocar en su nombre
y concédenos que el mismo Jesucristo,
a quien constituiste principio y fin de todas las cosas,
asegure el comienzo, el progreso y el término de esta obra.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
A continuación, si se juzga oportuno, el obispo rocía la piedra con agua bendita y la inciensa. Luego, toma de nuevo la mitra.
Después, el obispo coloca la primera piedra en los cimientos; puede mientras tanto permanecer en silencio o decir estas u otras palabras:
Por nuestra fe en Jesucristo
colocamos la primera piedra en el cimiento de esta construcción,
para que, en la iglesia que aquí se levantará,
recibamos la fuerza y la gracia de los sacramentos celestiales,
y sea invocado y alabado el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Luego, un obrero fija la piedra con cemento. Mientras tanto, se puede cantar la siguiente antífona u otro canto adecuado:
La casa del Señor está construida sólidamente sobre roca firme. (T. P. Aleluya.)
CONCLUSIÓN DEL RITO
Terminado el canto, el obispo deja la mitra. Sigue la oración universal o de los fieles, usando la siguiente fórmula u otra adecuada:
El obispo invita a los fieles a orar, diciendo:
Queridos hermanos, invoquemos a Dios, Padre todopoderoso, para que él, que nos ha reunido aquí para edificarle una nueva iglesia, haga de nosotros templo vivo de su gloria, edificado sobre su Hijo Jesucristo, piedra angular del mismo. Digámosle: Señor, bendice y guarda a tu Iglesia.
Todos:
R. Señor, bendice y guarda a tu Iglesia.
Se prosigue con las invocaciones siguientes, después de cada una de las cuales, la asamblea repite la respuesta indicada.
- Para que reúna en torno a sí a todos sus hijos que el pecado ha dispersado, roguemos al Señor. R.
- Para que se digne cimentar sobre la roca firme de su Iglesia a todos los que con sus dádivas o con su trabajo contribuirán a la construcción de este edificio, roguemos al Señor. R.
- Por aquellos de nuestros hermanos a quienes unas circunstancias adversas impiden la construcción de iglesias dedicadas al nombre del Señor; que se esfuercen en edificarse a sí mismos como templo vivo, en testimonio de su fe y de su espíritu de alabanza, roguemos al Señor. R.
- Por todos los aquí presentes; para que, pulimentados por el divino Artífice, nos hagamos dignos de participar en los sagrados misterios que aquí se celebrarán, roguemos al Señor. R.
Luego, el obispo puede introducir la oración dominical con estas palabras u otras semejantes:
Unamos la voz de la Iglesia orante a la voz de Cristo y supliquemos al Padre celestial con las palabras que su Hijo nos enseñó.
Todos recitan la oración dominical.
El obispo prosigue:
Señor, Padre santo, te glorificamos,
porque a tus fieles,
construidos por el bautismo como templos a ti consagrados,
les concedes edificar santuarios dedicados a tu gloria;
mira propicio a tus hijos
que comienzan alegres la construcción de una nueva iglesia,
y concédeles crecer para formar un templo para tu gloria,
hasta que, perfeccionados con tu gracia,
lleguen a la ciudad celestial.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
El obispo recibe la mitra y el báculo y bendice al pueblo como de costumbre.
El diácono despide a la asamblea, diciendo:
Podéis ir en paz.
Todos:
Demos gracias a Dios.
NORMAS GENERALES
Cuando se empieza la construcción de una nueva iglesia conviene celebrar un rito para implorar la bendición de Dios sobre la obra y para recordar a los fieles que el edificio de piedras materiales es signo visible de aquella Iglesia viva o edificación de Dios formada por ellos mismos (1).
Según el uso litúrgico, este rito consta de bendición del terreno de la nueva iglesia y de bendición y colocación de la primera piedra.
Si por alguna razón de tipo artístico o estructural no se coloca la primera piedra, conviene, con todo, celebrar el rito de bendición del terreno de la nueva iglesia, para consagrar a Dios el comienzo de la obra.
El rito de colocación de la primera piedra o del comienzo de la nueva iglesia puede realizarse en cualquier día y hora, excepto en el Triduo pascual, pero se escogerá un día de gran afluencia de fieles.
Conviene que el obispo diocesano celebre el rito. Si él no puede hacerlo, encomendará este oficio a otro obispo o presbítero, sobre todo al que tenga como asociado y colaborador en el cuidado pastoral de la diócesis o de la comunidad para la cual se edifica la Iglesia.
Se avisará con tiempo a los fieles el día y la hora de la celebración, y el párroco u otros encargados de ello los instruirán sobre el sentido del rito y sobre la veneración que merece la iglesia que para ellos se construye. Conviene invitar también a los fieles a que ayuden gustosamente en la construcción de la iglesia.
En cuanto sea posible, procúrese que el terreno de la futura iglesia esté bien delimitado y que se pueda circundar.
En el lugar del futuro altar se clavará una cruz de madera de altura conveniente.
Para este rito se preparará lo siguiente: a) el Pontifical romano y el Leccionario; b) la sede para el obispo; c) la primera piedra, si es del caso, la cual, según costumbre, será cuadrada y angular; además el cemento y las herramientas para colocar la piedra en los cimientos; d) agua bendita con el hisopo; e) el incensario y la naveta; f) la cruz procesional y los ciriales para los ministros.
Se utilizará un buen equipo de sonido, para que el pueblo congregado pueda oír fácilmente las lecturas, oraciones y moniciones.
Se usarán vestiduras de color blanco o festivo: a) para el obispo: alba, estola, capa pluvial, mitra y báculo; b) para el presbítero, si es él quien preside la celebración: alba, estola y capa pluvial; c) para los diáconos: alba, estola y, si se quiere, la dalmática ; d) para los demás ministros: alba u otras vestiduras legítimamente aprobadas.
(1) Cf, I Co 3, 9; Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, num. 6.
ACCESO AL LUGAR EN QUE SE CONSTRUIRÁ LA IGLESIA
La reunión del pueblo y el acceso al lugar donde se celebrará el rito se hace, teniendo en cuenta los tiempos y lugares, según una de las siguientes formas:
1.ª forma:
Procesión
A la hora conveniente se hace la reunión en algún lugar apropiado, desde donde los fieles irán procesionalmente al lugar designado.
El obispo, con mitra y báculo, se dirige con los ministros al lugar donde se haya reunido el pueblo. Allí deja el báculo y la mitra y saluda a los fieles con estas u otras palabras tomadas preferentemente de la sagrada Escritura:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros.
El pueblo contesta:
Y con tu espíritu.
O bien otras palabras adecuadas.
Después, el obispo habla brevemente a los fieles para prepararlos a la celebración e ilustrar el sentido de la misma.
Terminada la monición, el obispo dice:
Oremos.
Todos oran, por unos instantes, en silencio.
Luego, el obispo prosigue:
Padre celestial,
tú fundaste la Iglesia
edificada sobre el cimiento de los apóstoles
y con el mismo Cristo Jesús por piedra angular;
haz que tu pueblo, reunido en tu nombre,
te venere, te ame, te siga
y vaya creciendo hasta formar un templo donde habite tu gloria,
y así, llevado por ti, llegue finalmente a la ciudad celestial.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Terminada la oración, el obispo recibe la mitra y el báculo; el diácono, si es el caso, se dirige a los fieles con estas u otras palabras:
Iniciemos nuestra procesión al sitio de la nueva iglesia, cantando las alabanzas del Señor.
Y se ordena la procesión en la forma acostumbrada. Precede el crucífero entre dos ministros con los ciriales; sigue el clero, luego el obispo con los diáconos acompañantes y demás ministros y finalmente los fieles. Durante la procesión, se canta la antífona siguiente, con el salmo 83 (sin Gloria al Padre), u otro canto adecuado:
R. Mi alma anhela los atrios del Señor. (T. P. Aleluya.)
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor del universo!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío. R.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichoso el que encuentra en ti su fuerza
y tiene tus caminos en su corazón. R.
Cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones;
caminan de baluarte en baluarte
hasta ver al Dios de los dioses en Sión. R.
Señor del universo, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, oh Dios, escudo nuestro,
mira el rostro de tu Ungido. R.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R.
Porque el Señor Dios es sol y escudo,
el Señor da la gracia y la gloria;
y no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
¡Señor del universo, dichoso el hombre
que confía en ti! R.
Reunión en el sitio de la futura iglesia
Si no se puede hacer la procesión o no parece conveniente, los fieles se reúnen en el sitio de la futura iglesia. Una vez reunido el pueblo, se canta la siguiente aclamación u otro canto adecuado:
La paz eterna venga sobre esta asamblea
de parte del eterno Padre,
la paz perenne, que es el Verbo del Padre,
sea paz para el pueblo de Dios,
y que el Espíritu consolador
conceda la paz a todos los hombres.
Mientras tanto, el obispo, con mitra y báculo, se dirige al lugar donde se haya reunido el pueblo. Allí deja el báculo y la mitra y saluda a los fieles con estas u otras palabras tomadas preferentemente de la sagrada Escritura:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros.
El pueblo contesta:
Y con tu espíritu.
O bien otras palabras adecuadas.
Después, el obispo habla brevemente a los fieles para prepararlos a la celebración e ilustrar el sentido de la misma.
Terminada la monición, el obispo dice:
Oremos.
Todos oran, por unos instantes, en silencio.
Luego, el obispo prosigue :
Padre celestial,
tú fundaste la Iglesia
edificada sobre el cimiento de los apóstoles
y con el mismo Cristo Jesús por piedra angular;
haz que tu pueblo, reunido en tu nombre,
te venere, te ame, te siga
y vaya creciendo hasta formar un templo donde habite tu gloria,
y así, llevado por ti, llegue finalmente a la ciudad celestial.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS
Entonces se leen uno o varios textos de la sagrada Escritura entre los que se proponen en el Leccionario para la dedicación de una iglesia, intercalando oportunamente el salmo responsorial u otro canto apropiado. Conviene leer, sobre todo si se coloca la primera piedra, uno de los textos que se hallan en el Leccionario.
Terminadas las lecturas se hace la homilía, en la cual se ilustran las lecturas bíblicas y se explica el sentido de la celebración: que Cristo es la piedra angular de la Iglesia y que el edificio que la Iglesia viva de los fieles va a construir habrá de ser la casa de Dios y también del pueblo de Dios.
Después de la homilía, si es costumbre del lugar, se puede leer el documento de la bendición de la primera piedra y del comienzo de la construcción, que será firmado por el obispo y por los delegados de quienes van a construir la iglesia, y será incluido en los cimientos junto con la primera piedra.
BENDICIÓN DEL TERRENO DE LA NUEVA IGLESIA
Terminada la homilía, el obispo deja la mitra, se levanta y bendice el terreno de la nueva iglesia, diciendo:
Oremos.
Dios, Padre nuestro,
que llenas de tal manera el universo
que tu nombre es glorificado en todas partes,
bendice + a estos hijos tuyos
que, con su generosidad y su trabajo, han dispuesto este terreno
con la intención de edificar en él una iglesia para ti;
haz que, con los mismos sentimientos de unidad y de alegría
con que celebran hoy esta ceremonia inaugural,
puedan luego celebrar en tu templo los sagrados misterios
y alabarte para siempre en el cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Luego, con la mitra puesta, el obispo asperja el sitio de la nueva iglesia con agua bendita, sea desde el centro o recorriendo procesionalmente el circuito de los cimientos con los ministros. En este caso, se canta la antífona siguiente, con el salmo 47, 2-4. 9-11. 13-15 (sin Gloria al Padre), u otro canto adecuado:
R. Las murallas de Jerusalén serán adornadas con piedras preciosas y sus torres serán construidas con perlas (T. P. Aleluya.)
Grande es el Señor
y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra. R.
El monte Sión, confín del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar. R.
Lo que habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor del universo,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre. R.
Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu nombre, oh Dios,
tu alabanza llega al confín de la tierra.
Tu diestra está llena de justicia. R.
Dad la vuelta en torno a Sión,
contando sus torreones;
14 fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios. R.
Para poder decirle a la próxima generación:
«Porque este es Dios, nuestro Dios
eternamente y por siempre».
Él nos guiará por siempre jamás. R.
BENDICIÓN Y COLOCACIÓN DE LA PRIMERA PIEDRA
El obispo va al sitio donde se ha de colocar la primera piedra, deja la mitra y bendice la piedra diciendo:
Oremos.
Señor, Padre santo,
por el profeta Daniel prefiguraste a tu Hijo,
nacido de la Virgen María,
como la piedra desprendida de la montaña
sin intervención humana
y por el Apóstol lo designaste como único cimiento de tu Iglesia;
dígnate bendecir + esta primera piedra
que vamos a colocar en su nombre
y concédenos que el mismo Jesucristo,
a quien constituiste principio y fin de todas las cosas,
asegure el comienzo, el progreso y el término de esta obra.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
A continuación, si se juzga oportuno, el obispo rocía la piedra con agua bendita y la inciensa. Luego, toma de nuevo la mitra.
Después, el obispo coloca la primera piedra en los cimientos; puede mientras tanto permanecer en silencio o decir estas u otras palabras:
Por nuestra fe en Jesucristo
colocamos la primera piedra en el cimiento de esta construcción,
para que, en la iglesia que aquí se levantará,
recibamos la fuerza y la gracia de los sacramentos celestiales,
y sea invocado y alabado el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Luego, un obrero fija la piedra con cemento. Mientras tanto, se puede cantar la siguiente antífona u otro canto adecuado:
La casa del Señor está construida sólidamente sobre roca firme. (T. P. Aleluya.)
CONCLUSIÓN DEL RITO
Terminado el canto, el obispo deja la mitra. Sigue la oración universal o de los fieles, usando la siguiente fórmula u otra adecuada:
El obispo invita a los fieles a orar, diciendo:
Queridos hermanos, invoquemos a Dios, Padre todopoderoso, para que él, que nos ha reunido aquí para edificarle una nueva iglesia, haga de nosotros templo vivo de su gloria, edificado sobre su Hijo Jesucristo, piedra angular del mismo. Digámosle: Señor, bendice y guarda a tu Iglesia.
Todos:
R. Señor, bendice y guarda a tu Iglesia.
Se prosigue con las invocaciones siguientes, después de cada una de las cuales, la asamblea repite la respuesta indicada.
- Para que reúna en torno a sí a todos sus hijos que el pecado ha dispersado, roguemos al Señor. R.
- Para que se digne cimentar sobre la roca firme de su Iglesia a todos los que con sus dádivas o con su trabajo contribuirán a la construcción de este edificio, roguemos al Señor. R.
- Por aquellos de nuestros hermanos a quienes unas circunstancias adversas impiden la construcción de iglesias dedicadas al nombre del Señor; que se esfuercen en edificarse a sí mismos como templo vivo, en testimonio de su fe y de su espíritu de alabanza, roguemos al Señor. R.
- Por todos los aquí presentes; para que, pulimentados por el divino Artífice, nos hagamos dignos de participar en los sagrados misterios que aquí se celebrarán, roguemos al Señor. R.
Luego, el obispo puede introducir la oración dominical con estas palabras u otras semejantes:
Unamos la voz de la Iglesia orante a la voz de Cristo y supliquemos al Padre celestial con las palabras que su Hijo nos enseñó.
Todos recitan la oración dominical.
El obispo prosigue:
Señor, Padre santo, te glorificamos,
porque a tus fieles,
construidos por el bautismo como templos a ti consagrados,
les concedes edificar santuarios dedicados a tu gloria;
mira propicio a tus hijos
que comienzan alegres la construcción de una nueva iglesia,
y concédeles crecer para formar un templo para tu gloria,
hasta que, perfeccionados con tu gracia,
lleguen a la ciudad celestial.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
El obispo recibe la mitra y el báculo y bendice al pueblo como de costumbre.
El diácono despide a la asamblea, diciendo:
Podéis ir en paz.
Todos:
Demos gracias a Dios.
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