Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

martes, 31 de mayo de 2016

Lecturas para las exequias por un niño bautizado.

Difuntos y exequias

PRIMERA LECTURA DEL ANTIGUO TESTAMENTO
FUERA DEL TIEMPO PASCUAL

1
Leccionario V, pág. 529.
I   Is 25, 6a. 7-9
El Señor aniquilará la muerte para siempre
Lectura de libro de Isaías.

En aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos,
en este monte, un festín de manjares suculentos.
Y arrancará en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos,
el lienzo extendido sobre todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros,
y alejará del país el oprobio de su pueblo
—lo ha dicho el Señor—.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios.
Esperábamos en él y nos ha salvado.
Este es el Señor en quien esperamos.
Celebremos y gocemos con su salvación».

Palabra de Dios.

2
Leccionario V, pág. 530.
II   Lam 3, 17-26
Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor
Lectura del libro de las Lamentaciones.

He perdido la paz,
me he olvidado de la dicha;
me dije: «Ha sucumbido mi esplendor
y mi esperanza en el Señor».
Recordar mi aflicción y mi vida errante
es ajenjo y veneno;
no dejo de pensar en ello,
estoy desolado;
hay algo que traigo a la memoria,
por eso esperaré:
Que no se agota la bondad del Señor,
no se acaba su misericordia;
se renuevan cada mañana,
¡que grande es tu fidelidad!;
me digo: «Mi lote es el Señor,
por eso esperaré en él!».
El Señor es bueno para quien espera en él,
para quien lo busca;
es bueno esperar en silencio
la salvación del Señor.

Palabra de Dios.

PRIMERA LECTURA DEL NUEVO TESTAMENTO
PARA EL TIEMPO PASCUAL

1
Leccionario V, pág. 531.
I    Ap 7, 9-10. 15-17
Dios enjugará toda lágrima de sus ojos
Lectura del libro del Apocalipsis.

Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con voz potente:
«¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!».
Están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo.
El que se sienta en el trono acampará entre ellos.
Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono los apacentará y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.

Palabra de Dios.

2
Leccionario V, pág. 532.
II   Ap 21, 1a. 3-5a
Ya no habrá muerte
Lectura del libro del Apocalipsis.

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva.
Y oí una gran voz desde el trono que decía:
«He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el "Dios con ellos" será su Dios».
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.
Y dijo el que está sentado en el trono:
«Mira, hago nuevas todas las cosas».

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL
Lec. V, págs. 533-535.

1
 Sal 22, 1b-3. 4. 5. 6 (R.: 1b)

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R.

V. Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tu vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

V. Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.

V. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.

2
II   Sal 24, 4-5a. 6 y 7cd. 20-21 (R.: 1b)

R. A ti, Señor, levanto mi alma.

V. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tu eres mi Dios y Salvador. R.

V. Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mi con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.

V. Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R.

3
III   Sal 41, 2. 3. 5cde; 42, 3. 4. 5 (R.: 41, 3a)

R. Mi alma tiene sed del Dios vivo.

V. Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. R.

V. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entrare a ver el rostro de Dios? R.

V. Como entraba en el recinto santo,
cómo avanzaba hacia la casa de Dios
entre cantos de jubilo y alabanza. R.

V. Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R.

V. Me acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
y te daré gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R.

V. ¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué gimes dentro de mí?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío». R.

4
IV   Sal 148, 1bc-2. 11-13ab. 13c-14 (R.: cf. 13a)

R. Alaben el nombre del Señor.
O bien:
R. Aleluya.

V. Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo todos sus ejércitos. R.

V. Reyes del orbe y todos pueblos,
príncipes y jefes del mundo,
los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños,
alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime. R.

V. Su majestad sobre el cielo y la tierra.
Él acrece el vigor de su pueblo.
Alabanza de todos sus fieles,
de Israel, su pueblo escogido. R.

SEGUNDA LECTURA DEL NUEVO TESTAMENTO

1
Leccionario V, pág. 536.
I    Rom 6, 3-4. 8-9
Creemos que también viviremos con Cristo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
¿Es que no sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con el en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Palabra de Dios.

2
Leccionario V, pág. 536.
II   Rom 14, 7-9
Ya vivamos ya muramos, somos del Señor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos-

Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.
Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor.
Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.

Palabra de Dios.

3
Leccionario V, pág. 537.
III    1 Cor 15, 20-23.
En Cristo todos serán vivificados
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida.

Palabra de Dios.

4
Leccionario V, pág. 537.
IV  Ef 1, 3-5
Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

BENDITO sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo
para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por medio de Jesucristo,
según el beneplácito de su voluntad,
a ser sus hijos.

Palabra de Dios.

5
Leccionario V, pág. 538.
 1 Tes 4, 13-14. 18
Estaremos siempre con el Señor
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.

No queremos que ignoréis, hermanos, la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza.
Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

Palabra de Dios.

ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO
Lec. V, pág. 539

1
I   Cf. Mt 11, 25
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R.

2
II   Cf. Jn 6, 39
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Ésta es la voluntad de mi Padre —dice el Señor—:
que no pierda nada de lo que me dio,
sino que lo resucite en el ultimo día. R.

3
III   2 Co 1, 3b-4a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bendito sea el Padre de las misericordias
y Dios de todo consuelo,
que nos consuela en cualquier tribulación nuestra. R.

EVANGELIO

1
Leccionario V, pág. 540
II   Mt 11, 25-30
Has escondido estas cosas a los sabios, y se las has revelado a los pequeños
+ Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

2
El que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él
+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 13-16

En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:
—«Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor.

3
Leccionario V, pág. 541.
II (forma larga)  Jn 6, 37-40
Ésta es la voluntad de mi Padre, que no pierda nada de lo que me dio
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echare afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el ultimo día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitare en el ultimo día».

Palabra del Señor.

Leccionario V, pág. 541.
II (forma breve)  Jn 6, 37-39
Ésta es la voluntad de mi Padre, que no pierda nada de lo que me dio
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echare afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el ultimo día».

Palabra del Señor.


Leccionario V, págs. 542.
III (para un niño que ya había participado en la eucaristía)   Jn 6, 51-58
El que come este pan tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
Disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitare en el ultimo día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

Palabra del Señor.

5
Leccionario V, págs. 543.
IV   Jn 11, 32-38. 40
Si crees verás la gloria de Dios
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, cuando llegó María, la hermana de Lázaro, adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano».
Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó:
«¿Dónde lo habéis enterrado?».
Le contestaron:
«Señor, ven a verlo».
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
«¡Cómo lo quería!».
Pero algunos dijeron:
«Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que este muriera?».
Jesús, conmovido de nuevo en su interior, llega a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa.
Jesús le dijo:
«¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?».

Palabra del Señor.

6
Leccionario V, págs. 544.
V   Jn 19, 25-30
Ahí tienes a tu madre
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Luego, dijo al discípulo:
«Ahí tienes a tu madre».
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido a su término, para que se cumpliera la Escritura, dijo:
«Tengo sed».
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
«Está cumplido».
E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Palabra del Señor.

lunes, 30 de mayo de 2016

EXEQUIAS CON MISA por un hijo joven difunto, celebradas íntegramente en una iglesia.

Difuntos y exequias

FORMULARIO PARA LAS EXEQUIAS DE UN DIFUNTO MUY JOVEN


1. Recibimiento del difunto en el atrio de la iglesia

1. El ministro, junto a la puerta de la iglesia, saluda a los familiares del difunto con las siguientes palabras u otras parecidas.
Queridos padres, familiares y amigos: La muerte de vuestro querido N. ha congregado en torno a él (ella) y a vosotros a muchas personas. Ante la dolorosa desgracia que ha afectado a vuestra familia, vuestros amigos y conocidos desean testimoniaros su amistad y solidaridad. Y también la Iglesia, representada por tantos amigos y por mí mismo, deseamos, en este momento de dolor, confortaros y orar con vosotros por vuestro querido (vuestra queridaN., y pedir también por vosotros al Padre de misericordia y Dios de todo consuelo para que os conforte en esta gran tribulación.

A continuación, se introduce el cadáver en la iglesia y se pone ante el altar, colocando, si es posible, junto a él el cirio pascual. Situados los familiares del difunto en sus lugares, el ministro saluda a la asamblea, diciendo:

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Luego se dirige a los fieles reunidos en la iglesia con las siguientes palabras u otras parecidas:
Queridos hermanos: La celebración que hoy nos congrega aquí, junto a unos padres y familiares desolados por la muerte de su hijo N., nos sume a todos en una angustia casi indecible: nos resulta difícil aunar la juventud con la muerte, el inicio de una vida llena de ilusiones con el fin brusco de una existencia que apenas había comenzado. Frente a una muerte como la que estamos contemplando, parece que todo nuestro ser se rebela y nos vemos desprovistos de respuestas y casi sin fuerzas.
Pero, si no sabemos acallar nuestro dolor, podemos, por lo menos, dirigir a Dios una mirada que, aunque limitada y pobre, quiere buscar humildemente en él refugio y consuelo, fuerza y esperanza.
Recordad en este momento de desaliento, a Jesús que lloró por la muerte de su amigo Lázaro y se conmovió ante una viuda que acababa de perder a su hijo. Él mismo, turbado y lleno de angustia ante su propia muerte, dirige al Padre su oración, amarga por el dolor: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"; y afianzad vuestra esperanza, recordando como el Padre atendió esta plegaria de tal modo que Jesús, poco después, confortado ya con el auxilio del cielo, puede decir, con una gran paz y esperanza: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu."
Que el Padre de misericordia os ayude él mismo a imitar esta actitud de confianza que vemos en Jesús; que, inclinados también vosotros bajo la poderosa mano de Dios, logréis descargar en eél todo vuestro agobio, confiando en que él no deja de interesarse por nosotros.

El que preside puede encender en este momento el cirio pascual, diciendo la siguiente fórmula:
Junto al cuerpo, ahora sin vida,
de nuestro hermano (nuestra hermana) N.,
encendemos, oh, Cristo Jesús, esta llama,
símbolo de tu cuerpo glorioso y resucitado;
que el resplandor de esta luz ilumine nuestras tinieblas
y alumbre nuestro camino de esperanza,
hasta que lleguemos a ti, oh, Claridad eterna,
que vives y reinas, inmortal y glorioso,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Luego, se reza la siguiente letanía por el difunto:

Tú, que liberaste a tu pueblo de la esclavitud de Egipto:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

Tú, que abriste el mar Rojo ante los israelitas
que caminaban hacia la libertad prometida:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

Tú, que diste a tu pueblo
posesión de una tierra que manaba leche y miel:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

Tú, que quisiste que tu Hijo
llevara a realidad la antigua Pascua de Israel:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

Tú, que por la muerte de Jesús
iluminas las tinieblas de nuestra muerte:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

Tú, que en la resurrección de Jesucristo
has inaugurado la vida nueva de los que han muerto:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

Tú, que en la ascensión de Jesucristo
has querido que tu pueblo vislumbrara su entrada
en la tierra de promisión definitiva:
R. Recibe a tu siervo (sierva) en el paraíso.

En lugar de las letanías precedentes, puede leerse también el salmo 113 (p. 19), en el que el pueblo puede ir intercalando la antífona Dichosos los que mueren en el Señor.
Ant. Dichosos los que mueren en el Señor.

Salmo 113, 1-8. 25-26

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Ant. Dichosos los que mueren en el Señor.

2.- Misa exequial o liturgia de la Palabra

Terminadas las letanías, o el salmo 113, y, si se celebra la misa, omitido el acto penitencial y el Señor, ten piedad, se dice la oración colecta:


Oh, Dios, 
que riges la vida y el tiempo de los hombres, 
te encomendamos humildemente a tu siervo N.
cuya breve existencia lloramos, 
para que le concedas vivir la perenne juventud 
en la felicidad de tu morada. 
Por nuestro Señor Jesucristo.

O bien:
Oremos.
Concede, Señor, la felicidad de la gloria eterna a tu siervo (sierva) N., a quien has llamado en este mundo cuando el vigor de la juventud empezaba a embellecer su vida corporal; muestra para con él (ella) tu misericordia y acógelo (acógela) entre tus santos en el canto eterno de tu alabanza. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Oremos.
Oh Dios, que riges el curso de la vida humana y concedes a los hombres breves días de vida en la tierra, para que su existencia florezca eternamente en tu reino; ante la muerte, a nuestros ojos prematura del (de la) joven N., acudimos a ti y, aunque sin comprender tus designios, aceptamos tu voluntad y te pedimos que a nuestro hermano (nuestra hermana) lo (la) acojas en tu reino y le concedas vivir una juventud perenne entre tus santos y elegidos; y que a sus padres (familiares) los consueles con la certeza de que no en vano dieron la vida al (a la) que lloran y de que lo (la) volverán a encontrar un día en tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo.

Por un (una) joven recién casado (casada)
Oremos.
Señor Dios, que creaste al hombre y la mujer, para que, a través del amor conyugal, fueran imagen viva de la unión de Cristo con la Iglesia, acoge en la asamblea festiva de tus elegidos a tu siervo (siervaN., que, en tus designios inescrutables, has llamado [tan inesperadamente] del seno de su familia, y alivia el dolor de su esposa (esposo) fortaleciéndola (fortaleciéndolo) con la esperanza de la resurrección y de su encuentro eterno en Cristo. Él, que vive y reina contigo.

La celebración prosigue como habitualmente, con la Liturgia de la palabra (cf. el Leccionario V, en las misas de difuntos).

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
Leccionario V, pág. 474.
IV   Sab 4, 7-15
La edad avanzada, una vida intachable
Lectura del libro de la Sabiduría.

El justo, aunque muera prematuramente, tendrá descanso.
Una vejez venerable no son los muchos días,
ni se mide por el numero de años,
Pues las canas del hombre son la prudencia
y la edad avanzada, una vida intachable.
Agradó a Dios, y Dios lo amó,
vivía entre pecadores, y Dios se lo llevó.
Lo arrebató para que la maldad
no pervirtiera su inteligencia,
ni la perfidia sedujera su alma.
Pues la fascinación del mal oscurece el bien
y el vértigo de la pasión pervierte una mente sin malicia.
Maduró en poco tiempo,
cumplió muchos años.
Como su vida era grata a Dios,
se apresuró a sacarlo de la maldad.
La gente lo ve y no lo comprende,
ni les cabe esto en la cabeza:
la gracia y la misericordia son para sus elegidos
y la protección para sus devotos.

Palabra de Dios.

O bien, en Tiempo Pascual:

Leccionario V, pág. 481.
IV   Ap 21, 1-5a. 6b-7
Ya no habrá muerte
Lectura del libro del Apocalipsis.

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.
Y oí una gran voz desde el trono que decía:
«He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el "Dios con ellos" será su Dios».
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.
Y dijo el que está sentado en el trono:
«Mira, hago nuevas todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente. El vencedor heredará esto: yo seré Dios para él, y él será para mi hijo».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Leccionario V)
II   Sal 24, 6 y 7cd. 17-18. 20-21 (R.: 1b; 3a)

R. A ti, Señor, levanto mi alma.
O bien:
R. Los que esperan en ti, Señor, no quedan defraudados.

V. Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mi con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.

V. Ensancha mi corazón oprimido
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. R.

V. Guarda mi vida y líbrame,
no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. R.

Si es conveniente:
SEGUNDA LECTURA
Leccionario V, pág. 493.
III (forma breve)   Rom 6, 3-4. 8-9
Andemos en una vida nueva
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
¿Sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con el en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Aleluya Cf. Mt 11, 25
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has revelado los misterios del reino a los pequeños. R.

EVANGELIO Mt 11, 25-30
Venid a mi... y yo os aliviaré
+ Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

Después de la homilía, se hace la oración universal con el siguiente formulario u otro parecido:

Oración universal

Acudamos al Padre de misericordia y Dios de todo consuelo y pidámosle que vuelva sus ojos hacia nosotros, sus siervos, que lloramos la muerte del hermano (de la hermana) a quien amábamos.

1. Por el siervo (la sierva) de Dios N., a quien el Señor ha llamado de este mundo en la flor de su juventud, para que goce de una juventud eterna en el reino de Dios, roguemos al Señor.
2. Para que sea perdonado (perdonada) de todos sus pecados y premiado (premiada) por sus buenas obras, roguemos al Señor.
3. Para que, dejado este primer mundo, sea admitido (admitida) ahora entre los moradores felices del paraíso, roguemos al Señor.
4. Para que Dios sea refugio y fortaleza de quienes, sin comprender sus designios, lloran su muerte, roguemos al Señor.
5. Para que el Señor se compadezca de los que se ven desconcertados ante esta [inesperada] muerte y los reconforte con la esperanza de la vida eterna, roguemos al Señor.
6. Para que las lágrimas de sus padres y familiares se transformen un día en aquel gozo que nadie les podrá nunca arrebatar, roguemos al Señor.
7. Para que todos los que lloran su muerte les sirva de alivio la comunión fraterna y la solidaridad cristiana de quienes nos hemos reunido aquí para acompañarlos, roguemos al Señor.
8. Para que todos nosotros comprendamos, en la escuela del dolor y de las lágrimas, la caducidad de los bienes terrenos y nos adhiramos con fe a los eternos, roguemos al Señor.
9. Concluyamos nuestra oración pidiendo a Dios por todos los hombres; y para que santifique a su Iglesia, colme de bienes al mundo y se compadezca de todos los que sufren, roguemos al Señor.

Oh, Dios, Padre bueno y justo, inclinándonos humildemente ante el misterio de unos designios que no comprendemos, te pedimos que escuches nuestras plegarias, ilumines las tinieblas en que nos sume nuestro dolor y concedas a nuestro hermano (nuestra hermana) N. vivir eternamente contigo en la felicidad de tu reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.

La misa prosigue como habitualmente, hasta la oración después de la comunión.

Oración sobre las ofrendas

Muéstrate propicio, Señor, con tu siervo N., por quien te ofrecemos este sacrificio expiatorio en el día de su sepultura, y, si en algo quedó manchado por la culpa o por debilidad de su condición humana, que tu misericordia le perdone y purifique. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO I DE DIFUNTOS
La esperanza de la resurrección en Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
En él brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad.
Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo.
Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II.

Antífona de la comunión Flp 3, 20-21

Aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.

Oración después de la comunión

Dios todopoderoso, te pedimos por tu siervo N. que [hoy] ha partido de este mundo, para que, purificado por este sacrificio y libre de pecado, lo admitas a las alegrías eternas de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

3.- Último adiós al cuerpo del difunto

Dicha la oración después de la comunión y omitida la bendición o, si no se ha celebrado la misa, acabada la oración de los fieles, se procede al rito del último adiós al cuerpo del difunto. El que preside, colocado cerca del féretro, se dirige a los fieles con las siguientes palabras u otras parecidas:
Vamos a cumplir ahora con nuestro deber de llevar a la sepultura el cuerpo de nuestro hermano (nuestra hermana); y, fieles a la costumbre cristiana, lo haremos pidiendo con fe a Dios, para quien toda criatura vive, que admita su alma entre sus santos y que, a este cuerpo que hoy enterramos en debilidad, lo resucite un día lleno de vida y de gloria. Que, en el momento del juicio, use de misericordia para con nuestro hermano (nuestra hermana), para que, libre de la muerte, absuelto (absuelta) de sus culpas, reconciliado (reconciliada) con el Padre, llevado (llevada) sobre los hombros del buen Pastor y agregado (agregada) al séquito del Rey eterno, disfrute para siempre de la gloria eterna y de la compañía de los santos.

7. Todos oran unos momentos en silencio. 
Luego, el que preside continúa, diciendo:
No temas, hermano (hermana), Cristo murió por ti y en su resurrección fuiste salvado (salvada). El Señor te protegió durante tu vida; por ello, esperamos que también te librará, en el último día de la muerte que acabas de sufrir. Por el bautismo fuiste hecho (hecha) miembro de Cristo resucitado: el agua que ahora derramaremos sobre tu cuerpo nos lo recordará. [Dios te dio su Espíritu Santo, que consagró tu cuerpo como templo suyo; el incienso con que perfumaremos tus despojos será símbolo de tu dignidad de templo de Dios y acrecentará en nosotros la esperanza de que este mismo cuerpo, llamado a ser piedra viva del templo eterno de Dios, resucitará gloriosamente como el de Jesucristo.]

Después, el que preside da la vuelta alrededor del féretro aspergiéndolo con agua bendita. Luego, pone incienso, lo bendice y da una segunda vuelta perfumando el cadáver con incienso. Mientras tanto, uno de los presentes puede recitar las siguientes invocaciones, a las que el pueblo responde: Señor, ten piedad, o bien: Kyrie, eléison.

Que el Padre, que te invitó
a comer la carne inmaculada de su Hijo,
te admita ahora en la mesa de su reino.
R. Señor, ten piedad (Kyrie, eléison).

Que Cristo, vid verdadera,
en quien fuiste injertado (injertadapor el bautismo,
te haga participar ahora de su vida gloriosa.
R. Señor, ten piedad (Kyrie, eléison).

Que el Espíritu de Dios,
con cuyo fuego ardiente fuiste madurado (madurada),
revista tu cuerpo de inmortalidad.
R. Señor, ten piedad (Kyrie, eléison).

Después, el que preside añade la siguiente oración. Si se han hecho las invocaciones se omite la invitación Oremos.
Oremos.
A tus manos, Padre de bondad, encomendamos el alma de nuestro hermano (nuestra hermana), con la firme esperanza de que resucitará en el último día, con todos los que han muerto en Cristo. Te damos gracias por todos los dones con que lo (la) enriqueciste a los largo de su vida; en ellos reconocemos un signo de tu amor y de la comunión de los santos.
Dios de misericordia, acoge las oraciones que te presentamos por este hermano nuestro (esta hermana nuestra) que acaba de dejarnos y ábrele las puertas de tu mansión. Y a sus familiares y amigos, y a todos nosotros, los que hemos quedado en este mundo, concédenos saber consolarnos con palabras de fe, hasta que también nos llegue el momento de volver a reunirnos con él (ella), junto a ti en el gozo de tu reino eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

En este momento, uno de los familiares o amigos puede hacer una breve biografía del difunto y agradecer a los presentes su participación en las exequias.
Después, se recita el salmo 117, en el que se puede ir intercalando la antífona Esta es la puerta del Señor.

Ant. Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Sal 117, 1-20
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los que temen al Señor:
eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,
y el Señor me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes.

Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas;
en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

Abridme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.

Mientras se saca el cuerpo de la iglesia, se repite la antífona Esta es la puerta del Señor.
Ant. Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.

Que el Señor abra las puertas de la salvación
a nuestro hermano (nuestra hermana),
para que, terminado el duro combate
de su vida mortal,
entre como vencedor (vencedora)
por las puertas de los justos
y en sus tiendas entone cantos de victoria
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Y a todos nosotros nos dé la certeza
de que no está muerto (muerta), sino que duerme,
de que no ha perdido la vida, sino que reposa,
porque ha sido llamado (llamada)
a la vida eterna por los siglos de los siglos.
R. Amén.

El que preside termina la celebración, diciendo:
Señor, + dale el descanso eterno.
R. Y brille sobre él (ella) la luz eterna.
Descanse en paz.
R. Amén.
Su alma y las almas de todos los fieles difuntos,
por la misericordia de Dios, descansen en paz.
R. Amén.
Se concluye el rito con la fórmula habitual de despedida.
Podéis ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.

domingo, 29 de mayo de 2016

Oraciones para la misa de difuntos: Diácono; religioso; y por uno que ha trabajado al servicio del Evangelio.

Difuntos y exequias

IV. DIVERSAS ORACIONES POR LOS DIFUNTOS.

4. POR UN DIÁCONO

Oración colecta
Dios misericordioso, concede participar de la felicidad eterna al alma de tu siervo N., diácono, a quien confiaste el ministerio del servicio en tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Concéde, quaesumus, miséricors Deus, ánimae fámuli tui N. diáconi felicitátis aetérnae consórtium, cui donásti in Ecclésia tua cónsequi ministérium. Per Dóminum.

Oración sobre las ofrendas
Muéstrate propicio, Señor, con tu siervo N., diácono, por cuya salvación te ofrecemos este sacrificio; para que resucite a la gloria eterna con tus fieles servidores, quien durante su vida se dedicó al servicio de Cristo, tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Propitiáre, Dómine, fámulo tuo N. diácono, pro cuius salúte hoc tibi sacrifícium offérimus, ut, sicut Christo Fílio tuo ministrávit in carne, cum fidélibus servis exsúrgat in glóriam sempitérnam. Per Christum.

Oración después de la comunión
Alimentados, Señor, con los dones santos, te pedimos humildemente por tu siervo N., diácono, a quien elegiste entre los servidores de tu Iglesia, para que, libre del poder de la muerte por la virtud de este sacrificio, tenga parte con aquellos que te sirvieron fielmente y le concedas por tu bondad entrar en tu gozo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Munéribus sacris repléti, te, Dómine, humíliter deprecámur, ut per hoc sacrifícium fámulum tuum N. diáconum, quem inter servos Ecclésiae tuae vocásti, a mortis vínculis absolútum, cum iis qui bene ministravérunt partem recípere et in gáudium tuum intráre benígne concédas. Per Christum.

5. POR UN RELIGIOSO

Oración colecta
Te pedimos, Dios todopoderoso, por el alma de tu siervo N., que por amor a Cristo siguió el camino de la caridad perfecta; haz que se alegre en la venida de tu gloria y goce con sus hermanos de la felicidad eterna de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo.
Praesta, quaesumus, omnípotens Deus, ut ánima fámuli tui N., qui pro Christi amóre perféctae caritátis viam percúrrit, in advéntu glóriae tuae laetétur, et cum frátribus suis de regni tui beatitúdine gáudeat sempitérna. Per Dóminum.

6. POR UN DIFUNTO QUE HA TRABAJADO EN EL SERVICIO DEL EVANGELIO

Oración colecta
Imploramos humildemente tu misericordia, Señor, por tu siervo N., que trabajó fielmente en la propagación del Evangelio, para que alcance seguro el premio de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo.
Misericórdiam tuam, Dómine, pro fámulo tuo N. súpplices deprecámur, ut, qui pro Evangélio dilatándo allaborávit assíduus, ad praemia regni mereátur intráre secúrus. Per Dóminum.

sábado, 28 de mayo de 2016

Formularios para misas de difuntos: en el aniversario, fuera de tiempo pascual.

Difuntos y exequias

MISAS DE DIFUNTOS

II. EN EL ANIVERSARIO 

Esta misa se puede celebrar en el día del primer aniversario, incluso en los días de la octava de la Natividad del Señor, en los que concurre una memoria obligatoria, o en las ferias que no sean el Miércoles de Ceniza o la Semana Santa. 
En otros aniversarios, se puede celebrar en las ferias del tiempo ordinario aunque concurra una memoria libre. 

A. Fuera del tiempo pascual 

Antífona de entrada Ap 21, 4 
Dios enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá más muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido. 
Abstérget Deus omnem lácrimam ab óculis eórum, et mors ultra non erit, neque luctus, neque clamor, neque dolor erit ultra, quia prima transiérunt.

Oración colecta 
Oh, Dios, gloria de los fieles y vida de los justos, los redimidos por la muerte y resurrección de tu Hijo te pedimos que acojas con bondad a tu siervo N. para que, quien profesó el misterio de nuestra resurrección, merezca alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo. 
Deus, glória fidélium et vita iustórum, cuius Fílii morte et resurrectióne redémpti sumus, propitiáre fámulo tuo N., ut, qui resurrectiónis nostrae mystérium agnóvit, aetérnae beatitúdinis gáudia percípere mereátur. Per Dóminum.

Oración sobre las ofrendas 
Mira con bondad, Señor, las ofrendas que te presentamos por el alma de tu siervo N.; haz que, purificada por los auxilios celestiales, viva por siempre feliz en tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Múnera, quaesumus, Dómine, quae tibi pro ánima fámuli tui N. offérimus, placátus inténde, ut, remédiis purgáta caeléstibus, in tua glória semper viva sit et beáta. Per Christum.

PREFACIO II DE DIFUNTOS
Cristo ha muerto para nuestra vida
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque él aceptó la muerte, uno por todos, para librarnos del morir eterno; es más, quiso entregar su vida para que todos tuviéramos vida eterna.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te alabamos proclamando llenos de alegría:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Ipse enim mortem unus accépit, ne omnes nos morerémur; immo unus mori dignátus est, ut omnes tibi perpétuo viverémus.
Et ídeo, choris angélicis sociáti, te laudámus in gáudio confiténtes:
R. Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III.

Antífona de la comunión Jn 11, 25; 3, 36; 5, 24
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
Ego sum resurréctio et vita, dicit Dóminus. Qui credit in me, habet vitam aetérnam, et in iudícium non venit, sed tránsiet de morte ad vitam.

Oración después de la comunión
Confortados con los misterios sagrados, te pedimos humildemente que tu siervo N., purificado de todos los pecados, merezca recibir el don eterno de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sacris reparáti mystériis, te, Dómine, supplíciter exorámus, ut fámulus N., a delíctis ómnibus emundátus, aetérno resurrectiónis múnere ditári mereátur. Per Christum.



B. Fuera del tiempo pascual

Antífona de entrada
Señor Jesús, concede el descanso eterno a aquellos por quienes derramaste tu preciosa sangre.
Dómine Iesu, concéde réquiem aetérnam eis, pro quibus tuum pretiósum effudísti sánguinem.

Oración colecta
Al conmemorar el día en que fue sepultado el cuerpo de tu siervo N., te pedimos, Señor, que derrames sobre él el rocío perenne de tu misericordia y te dignes hacerle partícipe en la suerte de tus santos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Quaesumus, Dómine, ut fámulo tuo N., cuius córporis depositiónis diem commemorámus, rorem misericórdiae tuae perénnem infúndas, et Sanctórum tuórum largíri dignéris consórtium. Per Dóminum.

Oración sobre las ofrendas
Escucha, Señor, nuestras súplicas en favor de tu siervo N., de quien conmemoramos hoy el aniversario de su muerte, y, por este sacrificio de reconciliación y de alabanza, dígnate asociarlo a la compañía de tus santos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Adésto, Dómine, supplicatiónibus nostris pro fámulo tuo N., cuius mortis hódie ánnua dies ágitur, ut, per hoc sacrifícium propitiatiónis et laudis, eum Sanctórum tuórum consórtio sociáre dignéris. Per Christum.

PREFACIO III DE DIFUNTOS
Cristo, salvación y vida
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque él es la salvación del mundo, la vida de los hombres, la resurrección de los muertos.
Por él, los coros de los ángeles adoran tu gloria eternamente, gozosos en tu presencia. Permítenos asociarnos a sus voces cantando con ellos tu alabanza:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum:
Qui est salus mundi, vita hóminum, resurréctio mortuórum.
Per quem maiestátem tuam adórat exércitus Angelórum, ante conspéctum tuum in aeternitáte laetántium. Cum quibus et nostras voces ut admítti iúbeas, deprecámur, sócia exsultatióne dicéntes:
R. Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II.

Antífona de la comunión
Tú, Señor, que eres el descanso después del trabajo, tú que eres la vida después de la muerte, concédeles el descanso eterno.
Qui es, Dómine, réquies post labórem, qui es vita post mortem, tu dona eis réquiem sempitérnam.

Oración después de la comunión
A ti, Señor, que has querido aceptar en tu bondad nuestras oraciones y sacrificios en favor del alma de tu siervo N., te pedimos humildemente que, si aún permanecen en él manchas de los pecados, sean limpiadas por tu misericordia y tu perdón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Précibus nostris et sacrifíciis, Dómine, pro ánima fámuli tui N. benígne suscéptis, te súpplices deprecámur, ut, si quae ei máculae peccáti adhaesérunt, remissiónis tuae misericórdia deleántur. Per Christum.

viernes, 27 de mayo de 2016

Misas de Difuntos: Segunda lectura del Nuevo Testamento.

Difuntos y Exequias

MISAS DE DIFUNTOS

1. EN LAS EXEQUIAS

SEGUNDA LECTURA 
DEL NUEVO TESTAMENTO

1
Leccionario V, pág. 490.
I   Rom 5, 5-11
Justificados por su sangre, seremos por él salvados del castigo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvados del castigo!
Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvados por su vida!
Y no solo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Palabra de Dios.

2
Leccionario V, pág. 491.
II   Rom 5, 17-21
Donde abundó el pecado, sobreabundó fue la gracia
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
Si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reinado a través de uno solo, con cuánta más razón los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo.
En resumen, lo mismo que por un solo delito resultó condena para todos, así también por un acto de justicia resultó justificación y vida para todos.
Pues, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.
Ahora bien, la ley ha intervenido para que abundara el delito; pero, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, para que, lo mismo que reinó el pecado a través de la muerte, así también reinara la gracia por la justicia para la vida eterna,por Jesucristo, nuestro Señor.

Palabra de Dios.

3
Leccionario V, pág. 492.
III (forma larga)   Rom 6, 3-9
Andemos en una vida nueva
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
¿Sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con el en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado; porque quien muere ha quedado libre del pecado.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Palabra de Dios.

Leccionario V, pág. 493.
III (forma breve)   Rom 6, 3-4. 8-9
Andemos en una vida nueva
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
¿Sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con el en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre él.

Palabra de Dios.

4
Leccionario V, pág. 494.
IV   Rom 8, 14-23
Aguardando la redención de nuestro cuerpo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!».
Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.
Pues considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto.
Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo.

Palabra de Dios.

5
Leccionario V, pág. 495.
V   Rom 8, 31b-35. 37-39
¿Quién nos separará del amor de Cristo?
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió, más todavía, resucitó y está a la derecha de Dios y que además intercede
por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?
Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Palabra de Dios.

6
Leccionario V, pág. 495.
VI   Rom 14, 7-9. 10b-12
Ya vivamos ya muramos, somos del Señor
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos-

Hermanos:
Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor.
Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.
Todos compareceremos ante el tribunal de Dios, pues está escrito:
«¡Por mi vida!, dice el Señor,
ante mí se doblará toda rodilla,
y toda lengua alabará a Dios».
Así pues, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.

Palabra de Dios.

7
Leccionario V, págs. 496-497.
VII (forma larga)   1 Cor 15, 20-24a. 25-28
En Cristo todos serán vivificados
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida; después el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre.
Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la muerte, porque lo ha sometido todo bajo sus pies.
Pero, cuando dice que ha sometido todo, es evidente que queda excluido el que le ha sometido todo.
Y, cuando le haya sometido todo, entonces también el mismo Hijo se someterá al que se lo había sometido todo.
Así Dios será todo en todos.

Palabra de Dios.

Leccionario V, págs. 497.
VII (forma breve)   1 Cor 15, 20-23.
En Cristo todos serán vivificados
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida.

Palabra de Dios.

8
Leccionario V, pág. 498.
VIII   1 Cor 15, 51-57
La muerte ha sido absorbida en la victoria
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Mirad, os voy a declarar un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados.
En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última trompeta; porque sonará, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
Porque es preciso que esto que es corruptible se vista de incorrupción, y que esto que es mortal se vista de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita:
«La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?».
El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!

Palabra de Dios.

9
Leccionario V, pág. 499.
IX   2 Cor 4, 14 - 5, 1
Lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Sabemos que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él.
Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.
Por eso, no nos acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día.
Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.
Porque sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos.

Palabra de Dios.

10
Leccionario V, pág. 500.
X   2 Cor 5, 1. 6-10
Tenemos una morada que es eterna y está en los cielos
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un solido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y esta en los cielos.
Así pues, siempre llenos de buen ánimo y sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, estamos desterrados lejos del Señor, caminamos en fe y no en visión.
Pero estamos de buen ánimo y preferimos ser desterrados del cuerpo y vivir junto al Señor.
Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarlo.
Porque todos tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir cada cual por lo que haya hecho mientras tenía este cuerpo, sea el bien o el mal.

Palabra de Dios.

11
Leccionario V, pág. 500.
XI   Flp 3, 20-21
Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses.

Hermanos:
Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.

Palabra de Dios.

12
Leccionario V, pág. 501.
XII   1 Tes 4, 13-18
Estaremos siempre con el Señor
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.

No queremos que ignoréis, hermanos, la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza.
Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto.
Esto es lo que os decimos apoyados en la palabra del Señor nosotros, los que quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto; pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar, después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos entre nubes al encuentro del Señor, por los aires.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

Palabra de Dios.

13
Leccionario V, pág. 502
XIII   2 Tim 2, 8-13
Si morimos con él, viviremos con él
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo.

Querido hermano:
Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David, según mi evangelio, por el que padezco hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada.
Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación y la gloria eterna en Cristo Jesús.
Es palabra digna de crédito:
Pues si morimos con él, también viviremos con él;
si perseveramos, también reinaremos con él;
si lo negamos, también él nos negará.
Si somos infieles, él permanece fiel,
porque no puede negarse a sí mismo.

Palabra de Dios.

14
Leccionario V, pág. 502.
XIV   1 Jn 3, 1-2
Veremos a Dios tal cual es
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

Queridos hermanos:
Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Palabra de Dios.

15
Leccionario V, pág. 503.
XV   1 Jn 3, 14-16
Hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan.

Queridos hermanos:
Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte.
El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva permanentemente en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.

Palabra de Dios.

jueves, 26 de mayo de 2016

Papa Francisco: Confesar la fe es tener la capacidad de adorar a Dios, 10-enero-2014.

Textos del Papa Francisco

Homilía, Santa Misa en Santa Marta, 10 de enero de 2014 [3]
Confesar la fe es tener la capacidad de adorar a Dios
«Esta fe –dijo Francisco– nos pide a nosotros dos actitudes: confesar y encomendarnos». Pero, ante todo, «confesar»: «La fe es confesar a Dios, pero al Dios que se ha revelado a nosotros, desde el tiempo de nuestros padres hasta ahora; al Dios de la historia. Y esto es lo que todos los días rezamos en el Credo. Y una cosa es rezar el Credo desde el corazón y otra como papagayos, ¿no? Creo, creo en Dios, creo en Jesucristo, creo... ¿Yo creo en lo que digo? Esta confesión de fe ¿es verdadera o yo la digo un poco de memoria, porque se debe decir? ¿O creo a medias? ¡Confesar la fe! ¡Toda, no una parte! ¡Toda! Y a esta fe custodiarla toda, tal como ha llegado a nosotros, por el camino de la tradición: ¡toda la fe! ¿Y cómo puedo saber si confieso bien la fe? Hay un signo: quien confiesa bien la fe, y toda la fe, tiene la capacidad de adorar, adorar a Dios».
«Nosotros sabemos cómo pedir a Dios, cómo agradecer a Dios – prosiguió diciendo el Papa Bergoglio – pero adorar a Dios, ¡adorar a Dios es algo más! Sólo quien tiene esta fe fuerte es capaz de la adoración». Y el Santo Padre añadió: «Yo oso decir que el termómetro de la vida de la Iglesia está un poco bajo en esto»: hay poca capacidad de adorar, «no tenemos tanta, algunos sí...». Y esto «porque en la confesión de la fe nosotros no estamos convencidos o estamos convencidos a medias». Por tanto –subrayó– la primera actitud es confesar la fe y custodiarla. La otra actitud es «encomendarse».

[3] Tr. de L’Osservatore Romano.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario (Introducción del "Calendarium Romanum" 21-marzo-1969).

Introducción del «Calendario Romano» (1969)

Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario, de 21 de marzo de 1969, publicadas como introducción del Calendarium Romanum.

(Configuración actual, 2019)

CAPÍTULO I
EL AÑO LITÚRGICO

1. La santa Iglesia celebra la memoria sagrada de la obra de la salvación realizada por Cristo, en días determinados durante el curso del año. En cada semana, el domingo ‐por eso es llamado «día del Señor»‐ hace memoria de la Resurrección del Señor, que una vez al año, en la gran solemnidad de la Pascua, es celebrada juntamente con su santa Pasión. Durante el curso del año despliega todo el misterio de Cristo y conmemora los días natalicios de los santos.
En los diversos tiempos del año litúrgico, según las prácticas tradicionales, la Iglesia va instruyendo a los fieles por medio de ejercicios piadosos del alma y del cuerpo, de la enseñanza, de la oración y de las obras de penitencia y de misericordia.

2. Los principios que se expondrán a continuación pueden y deben ser aplicados tanto al rito romano como a los otros ritos, pero las normas prácticas afectan únicamente al rito romano, a no ser que sean normas que por su misma naturaleza afecten también a los otros ritos.

TÍTULO I: LOS DÍAS LITÚRGICOS

I. El día litúrgico en general

3. Cada día es santificado por las celebraciones litúrgicas del pueblo de Dios, principalmente por el sacrificio eucarístico y por el Oficio divino.
El día litúrgico comienza a medianoche y se extiende hasta la medianoche siguiente. Pero la celebración del domingo y las solemnidades comienza ya en la tarde del día precedente.

II. El domingo

4. En el primer día de cada semana, llamado día del Señor o domingo, la Iglesia, según una tradición apostólica que tiene sus orígenes en el mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual. Así pues, el domingo ha de ser considerado como el día festivo primordial.

5. Por su peculiar importancia, el domingo solamente cede su celebración a las solemnidades y a las fiestas del Señor; pero los domingos de Adviento, de Cuaresma y de Pascua tienen precedencia sobre todas las fiestas del Señor y sobre todas las solemnidades. Las solemnidades que coincidan en estos domingos han de ser trasladadas al lunes siguiente, a no ser que la coincidencia tenga lugar en el Domingo de Ramos o en el Domingo de la Resurrección del Señor.

6. El domingo excluye de por sí la asignación perpetua de otra celebración. Sin embargo:
a) En el domingo dentro de la Octava de Navidad se celebra la fiesta de la Sagrada Familia.
b) El domingo posterior al 6 de enero, la fiesta del Bautismo del Señor.
c) El domingo posterior a Pentecostés, la solemnidad de la Santísima Trinidad.
d) El último domingo del tiempo ordinario, la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.

7. Allí donde las solemnidades de Epifanía, de la Ascensión y del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo no son de precepto, se celebrarán en un domingo como en día propio, de este modo:
a) La Epifanía, el domingo que cae entre el 2 y el 8 de enero.
b) La Ascensión, el VII domingo de Pascua.
c) La solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el domingo después de la Santísima Trinidad.

III. Las solemnidades, las fiestas y las memorias

8. Al celebrar el misterio de Cristo durante el curso del año, la Iglesia venera también con amor particular a santa María, Madre de Dios, y propone a la piedad de los fieles las memorias de los mártires y de otros santos.

9. Los santos que tienen una relieve universal se celebran obligatoriamente en toda la Iglesia; los otros o son inscritos en el calendario para que puedan ser celebrados libremente, o se dejan para el culto particular de cada Iglesia, o nación o familia religiosa.

10. Las celebraciones, según la importancia que tienen, han de distinguirse entre sí y denominarse de la siguiente manera: solemnidad, fiesta, memoria.

11. Las solemnidades son los días principales y su celebración comienza en las primeras Vísperas, el día precedente. Algunas solemnidades tienen también una misa propia para la vigilia, que ha de emplearse en la tarde del día precedente, si la misa se celebra en horas vespertinas.

12. La celebración de las principales solemnidades de Pascua y Navidad se extiende durante ocho días seguidos. Cada Octava se rige con leyes propias.

13. Las fiestas se celebran dentro de los límites del día natural, por lo tanto, no tienen primeras Vísperas, a no ser que se trate de fiestas del Señor que coincidan en un domingo ordinario o del tiempo de Navidad y sustituyan el Oficio de éstos.

14. Las memorias son obligatorias o libres; su celebración se ordena con la celebración de la feria coincidente según las normas que se exponen en las Ordenaciones generales del Misal Romano y de la Liturgia de las Horas.
Las memorias obligatorias que caigan en los días de Cuaresma pueden ser celebradas solamente como memorias libres.
Cuando en un mismo día el calendario propone varias memorias libres, solamente se puede celebrar una, omitiendo las demás.

15. En los sábados del tiempo ordinario, en los que no coincida una memoria obligatoria, puede hacerse memoria libre de santa María Virgen.

IV. Las ferias

16. Reciben el nombre de ferias los días de la semana que siguen al domingo; su celebración tiene reglas distintas según su importancia:
a) El Miércoles de Ceniza y las ferias de Semana Santa, desde el lunes hasta el jueves, inclusive, tienen preferencia sobre cualquier otra celebración.
b) Las ferias de Adviento desde el día 17 hasta el día 24 de diciembre, inclusive, y todas las ferias de Cuaresma tienen preferencia sobre las memorias obligatorias.
c) Las ferias restantes ceden su celebración a todas las solemnidades y fiestas, y se combinan con las memorias.

TÍTULO II: EL CURSO DEL AÑO

17. Durante el curso del año, la Iglesia conmemora todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación hasta el día de Pentecostés y la expectación de la venida del Señor.

I. El Triduo pascual

18. Ya que Jesucristo ha cumplido la obra de la redención de los hombres y de la glorificación perfecta de Dios, principalmente por su misterio pascual, por el cual, muriendo, destruyó nuestra muerte y, resucitando, restauró la vida, el Triduo santo pascual de la Pasión y de la Resurrección del Señor es el punto culminante de todo el año litúrgico. La preeminencia que tiene el domingo en la semana, la tiene la solemnidad de Pascua en el año litúrgico.

19. El Triduo pascual de la Pasión y de la Resurrección del Señor comienza con la Misa vespertina de la Cena del Señor, tiene su centro en la Vigilia pascual y acaba con las Vísperas del domingo de Resurrección.

20. El Viernes Santo de la Pasión del Señor y, según la oportunidad, también el Sábado Santo hasta la Vigilia pascual, en todas partes se celebra el sagrado ayuno de la Pascua.

21. La Vigilia pascual, la noche santa de la Resurrección del Señor, es tenida como «la madre de todas las santas Vigilias», en ella la Iglesia espera velando la Resurrección de Cristo y la celebra en los sacramentos. Por consiguiente, toda la celebración de esta Vigilia sagrada debe hacerse en la noche, de tal modo que o comience después de iniciada la noche o acabe antes del alba del domingo.

II. El tiempo pascual

22. Los cincuenta días que van desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como «un gran domingo».
Éstos son los días en los que principalmente se canta el «Aleluya».

23. Los domingos de este tiempo son tenidos como domingos de Pascua y, después del domingo de Resurrección, son denominados domingo II, III, IV, V, VI, VII de Pascua; el domingo de Pentecostés clausura este sagrado tiempo de cincuenta días.

24. Los ocho primeros días del tiempo pascual constituyen la Octava de Pascua y se celebran como solemnidades del Señor.

25. A los cuarenta días de Pascua se celebra la Ascensión del Señor, a no ser que se haya trasladado al VII domingo de Pascua, donde no sea día de precepto (cf. núm. 7).

26. Las ferias que van desde la Ascensión hasta el sábado antes de Pentecostés, inclusive, preparan para la venida del Espíritu Santo.

III. El tiempo de Cuaresma

27. El tiempo de Cuaresma está ordenado a la preparación de la celebración de la Pascua: la liturgia cuaresmal prepara para la celebración del misterio pascual tanto a los catecúmenos, haciéndolos pasar por los diversos grados de la iniciación cristiana, como a los fieles que recuerdan el bautismo y hacen penitencia.

28. El tiempo de Cuaresma va desde el Miércoles de Ceniza hasta la Misa de la Cena del Señor, exclusive.
Desde el comienzo de Cuaresma hasta la Vigilia pascual no se dice «Aleluya».

29. En el Miércoles de Ceniza al comienzo de Cuaresma, que en todas partes es tenido como día de ayuno se imponen las cenizas.

30. Los domingos de este tiempo reciben el nombre de domingo I, II, III, IV, V de Cuaresma. El domingo sexto, en que comienza la Semana Santa, es llamado domingo de Ramos en la Pasión del Señor.

31. La Semana Santa tiene la finalidad de recordar la Pasión de Cristo desde su entrada mesiánica en Jerusalén.
El Jueves Santo por la mañana, el Obispo, que concelebra la misa con sus presbíteros, bendice los santos óleos y consagra el crisma.

IV. El tiempo de Navidad

32. Después de la celebración anual del misterio pascual, la Iglesia tiene como más venerable el hacer memoria de la Natividad del Señor y de sus primeras manifestaciones: esto es lo que hace en el tiempo de Navidad.

33. El tiempo de Navidad va desde las primeras Vísperas de la Natividad del Señor hasta el domingo después de Epifanía, o después del día 6 de enero, inclusive.

34. La misa de la Vigilia de Navidad es la que se celebra en la tarde del día 24 de diciembre, ya sea antes o después de las primeras Vísperas.
El día de Navidad se pueden celebrar tres misas, según la antigua tradición romana, es decir, en la noche, a la aurora y en el día.

35. La Navidad tiene su Octava ordenada de este modo:
a) El domingo dentro de la Octava, o en su defecto el día 30 de diciembre, es la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José.
b) El día 26 de diciembre es la fiesta de san Esteban, protomártir.
c) El día 27 de diciembre es la fiesta de san Juan, apóstol y evangelista.
d) El día 28 de diciembre es la fiesta de los Santos Inocentes.
e) Los días 29, 30 y 31 son días de la Octava.
f) El día 1 de enero, Octava de Navidad, es la solemnidad de Santa María, Madre de Dios.

36. El domingo que cae entre el 2 y el 5 de enero es el domingo II después de Navidad.

37. La Epifanía del Señor se celebra el día 6 de enero, a no ser que se traslade al domingo entre el 2 y el 8 de enero por no ser día de precepto (cf. núm. 7).

38. El domingo después del 6 de enero es la fiesta del Bautismo del Señor.

V. El tiempo de Adviento

39. El tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, y es a la vez el tiempo en el que por este recuerdo se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por estas dos razones el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre.

40. El tiempo de Adviento comienza con las primeras Vísperas del domingo que cae el 30 de noviembre o es el más próximo a este día, y acaba antes de las primeras Vísperas de Navidad.

41. Los domingos de este tiempo se denominan domingo I, II, III, IV de Adviento.

42. Las ferias del 17 al 24 de diciembre, inclusive, tienen la finalidad de preparar más directamente la Navidad.

VI. El tiempo ordinario

43. Además de los tiempos que tienen un carácter propio, quedan 33 o 34 semanas en el curso del año, en las cuales no se celebra algún aspecto peculiar del misterio de Cristo; sino más bien se recuerda el mismo misterio de Cristo en su plenitud, principalmente los domingos. Este periodo de tiempo recibe el nombre de tiempo ordinario.

44. El tiempo ordinario comienza el lunes que sigue al domingo posterior al 6 de enero y se extiende hasta el martes antes de Cuaresma, inclusive; de nuevo comienza el lunes después del domingo de Pentecostés y termina antes de las primeras Vísperas del domingo I de Adviento.

Por esto, se emplean una serie de formularios que para los domingos y ferias de este tiempo se encuentran tanto en el Misal como en la Liturgia de las Horas.

VII. Las Rogativas y las Cuatro Témporas del año

45. En las Rogativas y en las Cuatro Témporas del año, la Iglesia suele orar a Dios por las diversas necesidades de los hombres, principalmente por los frutos de la tierra y el trabajo humano, y le da públicamente gracias a Dios.

46. Para que las rogativas y las cuatro témporas se adapten a las necesidades de los lugares y de los fieles, es conveniente que las Conferencias de Obispos determinen el tiempo y la manera cómo se han de celebrar.
En cuanto a la extensión de la celebración, durante un día o varios, sobre su repetición a lo largo del curso del año, la competente autoridad determinará las normas correspondientes, teniendo en cuenta las necesidades locales.

47. La misa que se ha de decir en cada uno de estos días se escogerá entre las misas por diversas necesidades, la que sea más acomodada a la intención de las súplicas.

CAPÍTULO II. 
EL CALENDARIO

TÍTULO I: EL CALENDARIO Y LAS CELEBRACIONES QUE HA DE CONTENER

48. La ordenación de la celebración se rige por el calendario del año litúrgico, que puede ser general o particular, según esté concebido para uso de todo el rito romano o para alguna Iglesia particular o familia religiosa.

49. El calendario general contiene el ciclo total de las celebraciones, ya sean las del misterio de la salvación en el propio del tiempo, ya las de los santos que tienen una importancia universal y por eso todos han de celebrarlos obligatoriamente, ya las de otros santos que demuestran la universalidad y la continuidad de la santidad en el pueblo de Dios.
Los calendarios particulares contienen celebraciones más propias convenientemente combinadas y organizadas con el ciclo general. Cada una de las Iglesias o familias religiosas conviene que venere con particular honor los santos que le son propios por alguna razón particular.
Los calendarios particulares, compuestos por la competente autoridad, han de ser aprobados por la Sede Apostólica.

50. En la composición de los calendarios particulares se ha de tener presente:
a) El Propio del tiempo, o ciclo temporal, de las solemnidades o fiestas en las que se va desplegando y conmemorando a lo largo del año litúrgico el misterio de la Redención, se ha de conservar siempre íntegramente y ha de gozar de la debida preeminencia sobre las celebraciones particulares.
b) Las celebraciones propias se han de combinar orgánicamente con las celebraciones universales, teniendo en cuenta el orden y la precedencia establecidos para cada caso en la Tabla de los días litúrgicos. Para que los calendarios particulares no se recarguen excesivamente, cada santo gozará de una sola celebración durante el año litúrgico; si razones pastorales lo aconsejan, se conservará una segunda celebración en forma de memoria libre para celebrar la traslación o descubrimiento de los santos patronos o fundadores de las Iglesias o de las familias religiosas.
c) Las celebraciones a título de concesión no han de ser un doblaje de otras celebraciones que ya tienen lugar en el ciclo del misterio de la salvación, y no se han de multiplicar más de lo justo.

51. Aunque es conveniente que cada diócesis tenga su Calendario y el Propio de los Oficios y misas, nada impide que se tengan Calendarios y Propios comunes en toda una provincia eclesiástica, en una región o nación, o en un territorio más amplio: los interesados han de preparar estos calendarios en mutua cooperación.
Este principio, por las mismas razones, se puede observar también en los calendarios religiosos para diversas provincias de un mismo territorio civil.

52. El calendario particular se confecciona insertando en el calendario general las solemnidades, fiestas y memorias que son propias, esto es:
a) En el calendario diocesano, además de las celebraciones de los patronos y de la dedicación de la iglesia catedral, los santos y beatos que tienen una relación particular con la diócesis, por ejemplo, relación de origen, de larga permanencia, de muerte.
b) En el calendario religioso, además de las celebraciones del título, del fundador y del patrono, los santos y beatos que fueron miembros de aquella familia religiosa o que tuvieron con ella una especial relación.
c) En el calendario de cada una de las iglesias, además de las celebraciones propias de la diócesis o de la familia religiosa, las celebraciones propias de la misma iglesia registradas en la Tabla de los días litúrgicos, así como los santos cuyo cuerpo se conserva en la misma iglesia. Los miembros de las familias religiosas se unen a la comunidad de la Iglesia local, para celebrar la dedicación de la iglesia catedral y el patrono principal del lugar y del territorio donde viven.

53. Cuando alguna diócesis o familia religiosa tiene muchos santos y beatos, se ha de procurar que el calendario de la diócesis o del Instituto no esté excesivamente cargado. Por lo tanto:
a) En primer lugar se puede hacer una celebración común de todos los santos y beatos de la diócesis o de la familia religiosa o al menos de algún grupo de ellos.
b) Solamente tendrán en el calendario una celebración singular los santos y beatos que tienen peculiar importancia para toda la diócesis o familia religiosa.
e) Los restantes santos y beatos se celebrarán solamente en aquellos lugares con los que tienen una estricta relación o donde reposan sus cuerpos.

54. Las celebraciones propias se han de inscribir en el calendario corno memorias obligatorias o libres, a no ser que se haya previsto otra cosa para algunas de ellas en la Tabla de los días litúrgicos o existan particulares razones históricas o pastorales. Nada impide, sin embargo, que algunas celebraciones en lugares determinados se hagan con una solemnidad mayor de la que tienen en toda la diócesis o en la familia religiosa.

55. Las celebraciones del calendario propio han de ser observadas por todos los que están obligados a dicho calendario y si no es con la aprobación de la Sede Apostólica no se podrán quitar del calendario ni cambiar de grado tales celebraciones.

TÍTULO II: EL DÍA PROPIO DE LAS CELEBRACIONES

56. La Iglesia tiene la costumbre de celebrar los santos en el día de su muerte: lo cual se ha de observar igualmente en las celebraciones propias inscritas en el calendario particular.
Sin embargo, aunque las celebraciones propias tengan una peculiar importancia para cada Iglesia particular o para una familia religiosa, es muy conveniente que, en la medida de lo posible, haya unidad en la celebración de las solemnidades, de las fiestas y de las memorias obligatorias indicadas en el calendario general.
Por lo tanto, en las celebraciones propias que se han de inscribir en el calendario particular, obsérvese lo siguiente:
a) Las celebraciones que también se encuentran en el calendario general se han de inscribir en el calendario propio el mismo día en el que están en el general, cambiando, si es necesario, el grado de la celebración.
Se ha de observar lo mismo en las celebraciones propias de una sola iglesia, en lo que afecta al calendario diocesano o religioso.
b) Las celebraciones de los santos que no se encuentran en el calendario general serán asignadas al día de la muerte. Cuando se ignora el día de la muerte, la celebración se pondrá en otro día que por alguna razón sea propio del santo, por ejemplo, el día de su ordenación, de su descubrimiento, del traslado; de lo contrario en un día que en el calendario particular esté libre de otras celebraciones.
c) Si el día de la muerte u otro día propio está impedido por otra celebración obligatoria, aunque sea de menor grado, del calendario general o particular, pasará igualmente al día más próximo que esté libre.
d) Sin embargo, si se trata de celebraciones que por razones pastorales no pueden trasladarse a otro día, trasládese la celebración que lo impide.
e) Otras celebraciones, llamadas de concesión, se han de inscribir en el día más apto desde el punto de vista pastoral.
f) Para que el ciclo del año litúrgico resplandezca con toda su luz y para que algunas celebraciones de santos no se vean impedidas perpetuamente, quedarán libres de celebraciones particulares los días en que normalmente suele caer el tiempo de Cuaresma y la Octava de Pascua, así como los días que van desde el 17 al 31 de diciembre, a no ser que se trate de memorias no obligatorias o de fiestas expresadas en la Tabla de los días litúrgicos, número 8, a, b, c, d, o de solemnidades intransferibles a otro tiempo.
La solemnidad de san José (19 de marzo), donde se conserve el precepto, si coincide con el Domingo de Ramos de la pasión del Señor se anticipa al sábado anterior, 18 de marzo. Donde no se conserve el precepto, puede ser transferida por las Conferencias de Obispos a otro día fuera de Cuaresma.

57. Si algunos santos o beatos están inscritos conjuntamente en el calendario siempre se celebrarán conjuntamente mientras el grado de su celebración sea idéntico, aunque uno o algunos de ellos sean más propios. Pero si uno o algunos de estos santos o beatos han de ser celebrados en un grado superior, se celebrará solamente el Oficio de éstos, omitiendo la celebración de los demás, a no ser que sea conveniente asignarles otro día a título de memoria obligatoria.

58. Por el bien pastoral de los fieles es lícito celebrar, en los domingos del tiempo ordinario, aquellas celebraciones que caen entre semana y que tienen mucha aceptación en la piedad de los mismos fieles, siempre que estas celebraciones puedan ser preferidas al domingo según la Tabla de precedencia. De estas celebraciones pueden decirse todas las misas en que participa el pueblo.

59. La precedencia entre los días litúrgicos, en cuanto a su celebración, se rige únicamente por la Tabla siguiente:

Tabla de los días litúrgicos según su orden de precedencia

I

1. Triduo pascual de la pasión y resurrección del Señor.

2. Navidad, Epifanía, Ascensión y Pentecostés.
Domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua.
Miércoles de Ceniza.
Semana Santa, desde el lunes al jueves, inclusive.
Días de la octava de Pascua.

3. Solemnidades del Señor, de la Virgen María y de los santos inscritas en el calendario general.
Conmemoración de todos los fieles difuntos.

4. Solemnidades propias, a saber:
a) Solemnidad del patrono principal del lugar, sea pueblo o ciudad.
b) Solemnidad de la dedicación y aniversario de la dedicación de la iglesia propia.
c) Solemnidad del título de la iglesia propia.
d) Solemnidad: o del título, o del fundador, o del patrono principal de la orden o congregación.

II

5. Fiestas del Señor inscritas en el calendario general.

6. Domingos del tiempo de Navidad y del tiempo ordinario.

7. Fiestas de la santísima Virgen María y de los santos, inscritas en el calendario general.

8. Fiestas propias, a saber:
a) Fiesta del patrono principal de la diócesis.
b) Fiesta del aniversario de la dedicación de la iglesia catedral.
c) Fiesta del patrono principal de la región o provincia, de la nación, de un territorio más extenso.
d) Fiesta o del título, o del fundador, o del patrono principal de la orden o congregación y de la provincia religiosa, quedando a salvo lo prescrito en el número 4.
e) Otras fiestas propias de alguna iglesia.
f) Otras fiestas inscritas en el calendario de cada diócesis o de cada orden o congregación.

9. Las ferias de Adviento desde el día 17 al 24 de diciembre, inclusive.
Días de la octava de Navidad.
Ferias de Cuaresma.

III

10. Memorias obligatorias inscritas en el calendario general.

11. Memorias obligatorias propias, a saber:
a) Memorias del patrono secundario del lugar, de la diócesis, de la región o de la provincia religiosa.
b) Otras memorias obligatorias inscritas en el calendario de cada diócesis, o de cada orden o congregación.

12. Memorias libres, que aun en los días señalados en el número 9 se pueden celebrar, pero según el modo peculiar descrito en las Ordenaciones generales del Misal Romano y de la Liturgia de las Horas.
De la misma manera se pueden celebrar como memorias libres las memorias obligatorias que accidentalmente caigan en las ferias de Cuaresma.

13. Ferias de Adviento hasta el día 16 de diciembre, inclusive.
Ferias del tiempo de Navidad desde el día 2 de enero al sábado después de Epifanía.
Ferias del tiempo pascual desde el lunes después de la octava de Pascua hasta el sábado antes de Pentecostés, inclusive.
Ferias del tiempo ordinario.


60. Si en un mismo día ocurren varias celebraciones, el oficio se celebra de la que ocupe lugar preferente en la tabla de los días litúrgicos; sin embargo, toda solemnidad que sea impedida por un día litúrgico que goce de precedencia se traslada al día más próximo que esté libre de los días inscritos en los números 1‐8 de la tabla precedente, observando las normas del año litúrgico establecidas en el número 5. Pero la solemnidad de la anunciación del Señor, cada vez que coincida en uno de los días de la Semana Santa, será transferida siempre al lunes después del domingo II de Pascua.
Las otras celebraciones se omiten aquel año.

61. Cuando en el mismo día hubieran de celebrarse las Vísperas del Oficio en curso y las primeras Vísperas del día siguiente, prevalecen las Vísperas de la celebración que en la Tabla de los días litúrgicos ocupe lugar preferente; en caso de igualdad, se prefieren las Vísperas del día en curso.