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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Lecturas propias de la misa para la Evangelización de los pueblos.

Leccionario VI

I. MISAS POR DIVERSAS NECESIDADES

18. PARA LA EVANGELIZACIÓN DE LOS PUEBLOS

LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
SOLO FUERA DEL TIEMPO PASCUAL

  Is 2, 1-5
Hacia el monte del Señor confluirán todas las naciones

Lectura del libro de Isaías.

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén.
En los días futuros estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cumbre de las montañas,
más elevado que las colinas.
Hacia él confluirán todas las naciones,
caminarán pueblos numerosos y dirán:
«Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob.
Él nos instruirá en sus caminos
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sion saldrá la ley,
la palabra del Señor de Jerusalén».
Juzgará entre las naciones,
será árbitro de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob,
venid; caminemos a la luz del Señor.

Palabra de Dios.

II   Is 56, 1. 6-7
Mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos
Lectura del libro de Isaías.

Esto dice el Señor:
«Observad el derecho, practicad la justicia,
porque mi salvación está por llegar,
y mi justicia se va a manifestar.
A los extranjeros
que se han unido al Señor para servirlo,
para amar el nombre del Señor
y ser sus servidores,
que observan el sábado sin profanarlo
y mantienen mi alianza,
los traeré a mi monte santo,
los llenaré de jubilo en mi casa de oración;
sus holocaustos y sacrificios
serán aceptables sobre mi altar;
porque mi casa es casa de oración,
y así la llamarán todos los pueblos».

Palabra de Dios.

III Is 60,1-6
Caminarán los pueblos a tu luz

Lectura del libro de Isaías.

¡Levántate y resplandece, Jerusalén,
porque llega tu luz;
la gloria del Señor amanece sobre ti!
Las tinieblas cubren la tierra,
la oscuridad los pueblos,
pero sobre ti amanecerá el Señor
y su gloria se verá sobre ti.
Caminarán los pueblos a tu luz,
los reyes al resplandor de tu aurora.
Levanta la vista en torno, mira:
todos esos se han reunido, vienen hacia ti;
llegan tus hijos desde lejos,
a tus hijas las traen en brazos.
Entonces lo verás y estarás radiante;
tu corazón se asombrará, se ensanchará,
porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti,
y a ti llegan las riquezas de los pueblos.
Te cubrirá una multitud de camellos,
dromedarios de Madián y de Efá.
Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso,
y proclaman las alabanzas del Señor.

Palabra de Dios.

IV   Jon 3, 10-4, 11
¿Y no me he de compadecer yo de Nínive?
Lectura de la profecía de Jonás.

Vio Dios el comportamiento de los ninivitas, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecuto.
Jonás se disgustó y se indignó profundamente. Y rezó al Señor en estos términos:
«¿No lo decía yo, Señor, cuando estaba en mi tierra? Por eso intenté escapar a Tarsis, pues bien sé que eres un Dios bondadoso, compasivo, paciente y misericordioso, que te arrepientes del mal. Así que, Señor, toma mi vida, más morir que vivir».
Dios le contestó:
«¿Por qué tienes ese disgusto tan grande?».
Salió Jonás de la ciudad y se instaló al oriente Armó una choza y se quedó allí, a su sombra, hasta ver qué pasaba con la ciudad.
Dios hizo que una planta de ricino surgiera por encima de Jonás, para dar sombra a su cabeza y librarlo de su disgusto. Jonás se alegró y se animó mucho con el ricino.
Pero Dios hizo que, al día siguiente, al rayar el alba, un gusano atacase al ricino, que se seco.
Cuando salió el sol, hizo Dios que soplase un recio viento solano; el sol pegaba en la cabeza de Jonás, que desfallecía y se deseaba la muerte:
«Más vale morir que vivir», decía.
Dios dijo entonces a Jonás:
«¿Por qué tienes ese disgusto tan grande por lo del ricino?».
El contestó:
«Lo tengo con toda razón. Y es un disgusto de muerte».
Dios repuso:
«Tú te compadeces del ricino, que ni cuidaste ni ayudaste a crecer, que en una noche surgió y en otra desapareció, y no me he de compadecer yo de Nínive, la gran ciudad, donde hay más de ciento veinte mil personas, que no distinguen la derecha de la izquierda, y muchísimos animales?».

Palabra de Dios.

 Zac 8, 20-23
Vendrán pueblos numerosos buscando al Señor en Jerusalén

Lectura de la profecía de Zacarías.

«Esto dice el Señor del universo:
vendrán igualmente pueblos
y habitantes de grandes ciudades.
E irán los habitantes de una
y dirán a los de la otra:
Subamos a aplacar al Señor;
yo también iré a contemplar
al Señor del universo.
Y vendrán pueblos numerosos,
llegarán poderosas naciones
buscando al Señor del universo en Jerusalén
y queriendo aplacar al Señor».
«Esto dice el Señor del universo: En aquellos días, diez hombres de lenguas distintas de entre las naciones se agarrarán al manto de un judío diciendo: "Queremos ir con vosotros, pues hemos oído que Dios está con vosotros"».

Palabra de Dios.


LECTURAS DEL NUEVO TESTAMENTO
SIEMPRE EN TIEMPO PASCUAL; TAMBIÉN PUEDE USARSE FUERA DEL TIEMPO PASCUAL

I   Hch 1.3-8
Seréis mis testigos hasta el confín de la tierra

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Jesús se presentó a sus apóstoles después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino: «aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días».
Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?».
Les dijo:
«No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra».

Palabra de Dios

II   Hch 11, 19-26
Se pusieron a hablar a los griegos, anunciándoles la Buena Nueva del Señor Jesús
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, los que se habían dispersado en la persecución provocada por lo de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la palabra más que a los judíos. Pero algunos, naturales de Chipre y de Cirene, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles la Buena Nueva del Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, gran número creyó y se convirtió al Señor.
Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró y exhortaba a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño, porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una multitud considerable se adhirió al Señor.
Bernabé salió para Tarso en busca de Saulo; cuando lo encontró, se lo llevó a Antioquía. Durante todo un año estuvieron juntos en aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos.

Palabra de Dios

III   Hch 13, 46-49
Sabed que nos dedicamos a los gentiles

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Pablo y Bernabé dijeron a los judíos:
«Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: “Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra"».
Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y creyeron los que estaban destinados a la vida eterna.
La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región.

Palabra de Dios.

IV   Rom 10, 9-18
¿Cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? ¿Cómo anunciarán si no los envían? 
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
Si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucito de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación.
Pues dice la Escritura:
«Nadie que crea en el quedará confundido».
En efecto, no hay distinción entre judío y griego, porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan, pues «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo».
Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? y ¿cómo anunciarán si no los envían? Según está escrito:
«¡Que hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!».
Pero no todos han prestado oídos al Evangelio. Pues Isaías afirma:
«Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?».
Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo.
Pero digo yo: ¿Es que no lo han oído? Todo lo contrario:
«A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los confines del orbe sus palabras».

Palabra de Dios

 Ef, 3, 2-12
El misterio de Cristo ha sido revelado ahora: también los gentiles son coherederos de la promesa

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios.

Hermanos:
Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de vosotros, los gentiles. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, sobre el cual acabo de escribiros brevemente.
Leedlo y veréis como comprendo yo el misterio de Cristo, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio, del cual soy yo servidor por la gracia que Dios me dio con su fuerza y su poder.
A mí, el más insignificante de los santos, se me ha dado la gracia de anunciar a los gentiles la riqueza insondable de Cristo; e iluminar la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo.
Así, mediante la Iglesia, los principados y potestades celestes conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios por la fe en él.

Palabra de Dios.

VI   1 Tim 2, 1-8
Dios quiere que todos los hombres se salven

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo.

Querido hermano:
Ruego, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto.
Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos; este es un testimonio dado a su debido tiempo y para el que fui constituido heraldo y apóstol digo la verdad, no miento, maestro de las naciones en la fe y en la verdad.
Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, alzando unas manos limpias, sin ira ni divisiones.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL

 Sal 18 .2-3. 4-5b (R.: 5a)

R.
A toda la tierra alcanza su pregón.

V. El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R.

V. Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.

II   Sal 66, 2-3. 5. 7-8 (R.: 4; cf. 3)

R.
Oh, Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
O bien:
R. Conozcan todos los pueblos tu salvación.

V. Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.

V. Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia
y gobiernas las naciones de la tierra. R.

V. La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra. R.

III   Sal 95, 1-2a. 26-3. 7-8a. 9-10a (R.: cf 3; cf. Mt 28, 19)

R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
O bien: 
R.
 Id al mundo, aleluya,
y haced discípulos a todos los pueblos, aleluya.

V. Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R.

V. Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R.

V. Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor;
aclamad la gloria del nombre del Señor. R.

V. Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey». R.

IV   Sal 97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4. 5-6 (R.: 2b; 3cd)

R.
El Señor revela a las naciones su justicia.
O bien:
R.
Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.

V. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

V. El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

V. Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

V. Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R.

V   Sal 116, 1. 2 (R.: Mc 16, 15)

R.
Id al mundo entero
proclamad el Evangelio.

V. Alabad al Señor todas las naciones,
aclamadlo todos los pueblos. R.

V. Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R.


ALELUYA Y VERSÍCULOS ANTES DEL EVANGELIO

 Mt 28, 19a. 206

R.
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Id y haced discípulos a todos los pueblos —dice el Señor
yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el final de los tiempos. R.

II   Mc 16, 15

R.
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Id al mundo entero —dice el Señor-
y proclamad el Evangelio a toda la creación. R.

III   Cf. Jn 3,16

R.
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Tanto amó Dios al mundo,
que entregó a su Unigénito;
todo el que cree en él tiene vida eterna. R.


EVANGELIO

I   Mt 28, 16-20
Id y haced discípulos a todos los pueblos

 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.
Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Palabra del Señor.

II   Mc 16, 15-20
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

 Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Palabra del Señor.

III   Lc 24, 44-53
En su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos
 Lectura del santo Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto».
Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Palabra del Señor.

IV   Jn 11, 45-52
Para reunir a los hijos de Dios dispersos
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María y Marta, hermanas de Lázaro, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron:
«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».
Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os bus conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».
Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Palabra del Señor.

 Jn 17, 11b. 17-23
Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo
╬ Lectura del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oro diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mi por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí».

Palabra del Señor.

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