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domingo, 30 de agosto de 2020

San Juan Pablo II, Homilía en la administración del sacramento del Bautismo (11-enero-1981).

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
ADMINISTRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO A NUEVE NIÑOS
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Capilla Paulina, Domingo 11 de enero de 1981

"Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias" (Mt 3, 17).

Las palabras del Evangelio que acabamos de oír van a realizarse también en estos queridos niños a quienes me dispongo a administrar el bautismo. Jesús es el primogénito de muchos hermanos (cf. Rom 8, 29); lo que se realizó en El se repite misteriosamente en cada uno de los que seguimos sus huellas y llevamos su nombre, el nombre de cristianos.

Cuando Cristo entra en el Jordán, se oye la voz del Padre que lo llama predilecto suyo y se da cumplimiento así a la profecía del Siervo de Yavé que Isaías proclama en la primera lectura; y desciende el Espíritu Santo en forma de paloma para dar comienzo visible y solemne a la misión mesiánica del Hijo de Dios. Como en El, así también ha ocurrido en nosotros; así va a suceder en estos pequeños que están aquí ante nosotros, generación nueva del Pueblo de Dios destinada a crecer continuamente en el mundo gracias a las familias cristianas. También sobre ellos el Padre va a dejar oír su voz: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias". El Padre se complace en estos recién nacidos porque verá impresa en su espíritu la huella inmortal de su paternidad, la semejanza íntima y verdadera con su Hijo: hijos en el Hijo. Y al mismo tiempo descenderá el Espíritu Santo invisible y a la vez presente como entonces, para colmar a estas pequeñas almas de la riqueza de sus dones, para convertirlos en morada suya, templos suyos, manifestadores suyos que deberán irradiar su presencia y testimoniarlo a lo largo de la vida, vida que nosotros no sabemos todavía cómo será, pero que El ya ve en toda su plenitud.

Vamos a poner los cimientos de nuevas vidas cristianas amadas del Padre, redimidas por Cristo, marcadas por el Espíritu Santo, objeto de una predilección eterna que se proyecta ya desde ahora hacia el futuro y a la eternidad entera en un Amor sin fin que los abraza desde ahora: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias".

Sobre estos hijos predilectos, que dentro de poco serán los brotes nuevos de la Iglesia, blancos con la inocencia total de la gracia simbolizada en el manto que les impondré luego, fuertes como auténticos atletas con la unción del óleo de los catecúmenos, santos con la santidad misma de Dios, invoco con vosotros la ayuda continua del Señor y hago votos para que sean fieles siempre durante toda la vida a esta nuestra común y estupenda vocación cristiana.

Con tal fin los confío a vosotros, padres cristianos, que con vuestro amor y entrega mutuos les habéis dado la vida, convirtiéndoos en colaboradores de la creación de Dios. Los habéis traído aquí siendo hijos de la naturaleza, y os los lleváis a casa hijos de la gracia. De vosotros depende gran parte de su realización plena según los planes de Dios, ¡a vosotros los confío en nombre de Dios Trinidad!

Y los confío también a vosotros, padrinos y madrinas, con la misma finalidad de que garanticéis su crecimiento cristiano completo.

Sobre todos descienda la bendición del Señor, de la que es prenda y auspicio mi bendición apostólica.

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