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miércoles, 12 de agosto de 2020

Miércoles 16 septiembre 2020, Lecturas Miércoles XXIV semana del Tiempo Ordinario, año par.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Miércoles de la XXIV semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 1 Cor 12, 31-13, 13
Quedan la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar
un camino más excelente.
Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde.
Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada.
Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.
El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasa nunca.
Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará.
Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará.
Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño.
Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios.
En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 32, 2-3.4-5. 12 y 22 (R.: cf. 12)
R.
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Beátus pópulus, quem elégit Dóminus in hereditátem sibi.

V. Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones.
R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Beátus pópulus, quem elégit Dóminus in hereditátem sibi.

V. La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Beátus pópulus, quem elégit Dóminus in hereditátem sibi.

V. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Beátus pópulus, quem elégit Dóminus in hereditátem sibi.

Aleluya Cf. Jn 6, 63c. 68c
R.
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida; tú tienes palabras de vida eterna. R.
Verba tua, Dómine, spíritus et vita sunt; verba vitæ ætérnæ habes.

EVANGELIO Lc 7, 31-35
Hemos tocado y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes?
Se asemejan a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a
otros aquello de:
“Hemos tocado la flauta
y no habéis bailado,
hemos entonado lamentaciones,
y no habéis llorado”.
Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís: Tiene un demonio; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Agustín, de quaest. evang. 2, 11
Cuando dice: "Mas la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos", da a entender que los hijos de la sabiduría comprenden que la justicia no consiste en abstenerse ni en comer, sino en tolerar con paciencia la pobreza. No el uso, sino la concupiscencia, es lo que debe reprenderse, con tal que convengas en las clases de alimentos con aquellos con quienes has de vivir.

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