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martes, 7 de julio de 2020

Miércoles 12 agosto 2020, Lecturas Miércoles XIX semana del Tiempo Ordinario, año par.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Miércoles de la XIX semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Ez 9, 1-7; 10, 18-22
Marca en la frente a los que se lamentan por las acciones detestables de Jerusalén

Lectura del libro del profeta Ezequiel.

Oí al Señor que exclamaba con voz potente:
«¡Ha llegado el juicio de la ciudad! Que cada uno empuñe su arma destructora».
Entonces aparecieron seis hombres por el camino de la puerta de arriba, la que da al norte. Cada uno empuñaba una maza. En medio de ellos estaba un hombre vestido de lino, con los avíos de escribano a la cintura. Al llegar se detuvieron junto al altar de bronce.
La Gloria del Dios de Israel se había levantado del querubín en que se apoyaba, dirigiéndose al umbral del templo.
Llamó al hombre vestido de lino, que tenía los avíos de escribano a la cintura.
El Señor le dijo:
«Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén, y marca en la frente a los que gimen y se lamentan por las acciones detestables que en ella se cometen».
A los otros les dijo en mi presencia:
«Recorred la ciudad detrás de él, golpeando sin compasión y sin piedad. A viejos, jóvenes y doncellas, a niños y mujeres, matadlos, acabad con ellos; pero no os acerquéis a ninguno de los que tienen la señal. Comenzaréis por mi santuario».
Y comenzaron por los ancianos que estaban frente al templo. Luego les dijo:
«Profanad el templo, llenando sus atrios de cadáveres, y salid a matar por la ciudad».
La Gloria del Señor salió levantándose del umbral del templo y se colocó sobre los querubines. Los querubines desplegaron sus alas y se elevaron sobre la tierra ante mis ojos. Junto con ellos partieron también las ruedas y se detuvieron a la entrada de la puerta oriental del templo del Señor. La Gloria del Dios de Israel estaba por encima de ellos.
Eran los mismos seres que había visto bajo el Dios de Israel junto al río Quebar, y comprendí que eran querubines.
Cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas, y bajo las alas una especie de mano humana. El aspecto de sus rostros era el de los rostros que había visto junto al río Quebar. Todos ellos iban de frente.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 112, 1-2. 3-4. 5-6 (R.: 4b)
R.
La gloria del Señor se eleva sobre los cielos.
Super cælos glória Dómini.

V. Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre.
R. La gloria del Señor se eleva sobre los cielos.
Super cælos glória Dómini.

V. De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre el cielo.
R. La gloria del Señor se eleva sobre los cielos.
Super cælos glória Dómini.

V. ¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
R. La gloria del Señor se eleva sobre los cielos.
Super cælos glória Dómini.

Aleluya 2Co 5, 19
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. R.
Deus erat in Christo mundum reconcílians sibi, et pósuit in nobis verbum reconciliatiónis.

EVANGELIO Mt 18, 15-20
Si te hace caso, has salvado a tu hermano
Lectura del santo evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.
En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos.
Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ex. Ap. Evangelii gaudium 172.
El Evangelio nos propone corregir y ayudar a crecer a una persona a partir del reconocimiento de la maldad objetiva de sus acciones (cf. Mt 18, 15), pero sin emitir juicios sobre su responsabilidad y su culpabilidad (cf. Mt 7, 1; Lc 6, 37). De todos modos, un buen acompañante no consiente los fatalismos o la pusilanimidad. Siempre invita a querer curarse, a cargar la camilla, a abrazar la cruz, a dejarlo todo, a salir siempre de nuevo a anunciar el Evangelio. La propia experiencia de dejarnos acompañar y curar, capaces de expresar con total sinceridad nuestra vida ante quien nos acompaña, nos enseña a ser pacientes y compasivos con los demás y nos capacita para encontrar las maneras de despertar su confianza, su apertura y su disposición para crecer.

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