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lunes, 27 de julio de 2020

Lunes 31 agosto 2020, Lecturas Lunes XXII semana del Tiempo Ordinario, año par.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Lunes de la XXII semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 1 Cor 2, 1-5
Os anuncié a Cristo crucificado

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado.
También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 118, 97. 98. 99. 100. 101. 102 (R.: 97a)
R.
¡Cuánto amo tu ley, Señor!
Quomodo diléxi legem tuam, Dómine!

V. ¡Cuánto amo tu voluntad:
todo el día estoy meditando.
R. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!
Quomodo diléxi legem tuam, Dómine!

V. Tu mandato me hace más sabio
que mis enemigos,
siempre me acompaña.
R. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!
Quomodo diléxi legem tuam, Dómine!

V. Soy más docto que todos mis maestros,
porque medito tus preceptos.
R. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!
Quomodo diléxi legem tuam, Dómine!

V. Soy más sagaz que los ancianos,
porque cumplo tus leyes.
R. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!
Quomodo diléxi legem tuam, Dómine!

V. Aparto mi pie de toda senda mala,
para guardar tu palabra.
R. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!
Quomodo diléxi legem tuam, Dómine!

V. No me aparto de tus mandamientos,
porque tú me has instruido.
R. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!
Quomodo diléxi legem tuam, Dómine!

Aleluya Cf. Lc 4, 18
R.
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado a evangelizar a los pobres. R.
Spíritus Dómini super me, evangelizáre paupéribus misti me.

EVANGELIO Lc 4, 16-30
Me ha enviado a evangelizar a los pobres...Ningún profeta es aceptado en su pueblo
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó.
Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.
Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían:
«¿No es este el hijo de José?».
Pero Jesús les dijo:
«Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».
Y añadió:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo, Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía en santa Marta 3-septiembre-2018
Esto nos enseña que, cuando se da este modo de obrar, en el que no se quiere ver la verdad, siempre queda el silencio. El silencio que vence, pero mediante la Cruz. El silencio de Jesús. Cuántas veces en las familias comienzan discusiones sobre política, deporte, dinero…, y una y otra vez esas familias acaban rotas por esas discusiones en las que se ve que el diablo está ahí queriendo destruir. ¡Silencio! Decir lo que haya que decir y luego callarse. Porque la verdad es mansa, la verdad es silenciosa, la verdad no es ruidosa. No es fácil lo que hizo Jesús; pero tenemos la dignidad del cristiano que está anclada en la fuerza de Dios. Con las personas que no tienen buena voluntad, con las personas que buscan solo el escándalo, que solo buscan la división, que buscan solo la destrucción, también en las familias, ¡silencio! ¡Y oración!

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